tag:blogger.com,1999:blog-23064709004590492802024-03-13T08:55:48.224-07:00Microhistoria e HistoriografíaHistoriahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.comBlogger13125tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-55975299770389347182011-04-19T17:51:00.000-07:002011-04-19T18:09:08.847-07:00TAPICES DE HISTORIA PATRIA. DEL CUARTO A EXPLICITTAPICES DE HISTOIRA PATRIA<br /><br /><br /><div align="right">DON MARIO BRICEÑO IRAGORRY.</div><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><div align="center">CUATO, QUINTO, SEXTO, SÉPTIMO, OCTAVO, NOVENO, DÉCIMO, UNDÉCIMO, DUODÉCIMO, DÉCIMOTERCERO TAPIZ Y EXPLICT. </div><br /><br /> CUARTO TAPIZ<br /> Aquí se pinta como entraron los indios a la vida civil.<br /><br />CON las huestes de la conquista penetraba en América un imperativo de cultura. España realizó con ella una expedición militar y una cruzada. Ambos factores, orgánico y espiritual, jugaron papel preponderante en el programa de expansión ultramarina; mas, sobre la tendencia económica, supo erguirse la intención mas espiritualidad que rotuló toda la vida colonial. Junto al representante de la autoridad regia que, por una ficción jurídica, asumía el dominiun político, llegaban Obispos y misioneros, traedores de la doctrina que servía de símbolo a la cultura nueva. En nombre Rey se ofreció la paz a los naturales y en el nombre Rey se le redujo de grado no la aceptaron. Para quienes estudien la historia con criterio sentimental, fue aquello un atentado absurdo contra el derecho de los pueblos. No seremos tampoco nosotros quienes, sentados en el puesto vacio de Sepúlveda, nos avoquemos a legitimar los abusos de ciertos conquistadores, pero situándonos más allá del tiempo y contemplando la conquista de América como una nueva ondulación que hacía en su progreso la curva institucional del Occidente, habremos de juzgarla en su conjunto como hecho cuya legitimidad, si bien no reside en la voluntad del soberano, se fundamentaría en un mandato cósmico.<br />Este título no escapó a la aguda penetración de Vitoria, cuando admitió como razón del imperio de España en Indias, la torpeza e inutilidad de los indígenas, incapaces de gobernarse por sí mismos y harto de favorecidos de que otros los gobiernen. (Sin legitimar la explotación y la crueldad, legitimó el protectorado tutelar). Tanto como si dijéramos que las semiculturas de América, para el equilibrio de la civilización universal, estaban llamadas a ser sustituidas por la cultura integral de Europa. Y si aun pudieran con apariencia de lógica, reclamar un semiderecho de permanencia las formas causiculturales, ¿Qué decir, repetimos, del aspecto negativo que ofrecía la cultura de los indios que ocupaban nuestra región?<br />Después de haber cumplido todas las ritualidades del derecho, el capitán poblador declaraba fundada la nueva ciudad, que servirá en delante de principal asiento a los colonos y de punto de partida para los expedicionarios que saldrán a correr la tierra y a someter los naturales. La expedición militar, cuyas leyes eran las rudas de la guerra, hacia como alto en el bélico trajín y el Capitán se arreaba de todos los atributos de las leyes civiles. Personero del rey, en su nombre procedía a la fundación, sin descuidar ninguna de las formulas del sacramento que regia tales actos. Su actitud era la del quirite romano que por medio de pequeños actos materiales, mudar unas piedras y arrancar unas ramas, asume el dominio de la tierra, unida a la del caballero medieval que reta, jinete en ágil corcel y desnuda la espada tajante, a quienes contradigan el derecho de su señor. Más que para fundar pueblos, aquellos hombres fieros parecían prestos a concurrir a un juicio de Dios, tal era la violencia con que voceaban a sus presuntos contradictores. Pero el derecho, aun atado a la servidumbre de los símbolos, no tenía vida plena el cumplimiento de tales ritos. La ciudad necesitaba de este aparato legal para ser fundada, al modo como los altares requieren el cumplimiento de fórmulas consagratorias que los sustraigan del comercio de los hombres. Aun trasladada a otro sitio, ella tiene para siempre fisonomía política inconfundible: quedarán en pie de los edificios fundados, pero la ciudad como símbolo, será mudada con sus mismos privilegios, por cuanto en la noción jurídica del español vive el concepto árabe incorporeidad del derecho, dominador del espacio en su lucha contra el vacio de los desiertos y la ciudad, en su existencia legal, se consideraba, no como monta de casas, sino como entidad abstracta, al igual de una persona jurídica. Mérida y Trujillo variarían de ubicación, pero sus fundadores continuaran siéndolo en un sentido cívico Juan Rodríguez Suárez y Diego García de Paredes. A la ciudad vendrá mañana en busca de amparo el mismo capitán que la fundo, porque ella será en adelante como un altar de la justicia y como el sancta sanctorum del nuevo derecho. De su recinto partirán al interior de la tierra de los capitanes encargados de reducirá a los indígenas y los misioneros que, en labor de fe y de cultura, llevan la buena nueva al corazón de los bárbaros. De ella saldrán, también, indio en mano, en señal de autoridad, los encomenderos encargados de tutelar al aborigen.<br />Junto al capitán conquistador, viva expresión del ímpetu de un pueblo que sobre el mar se lanza, a manera de audaces argonautas, a la conquista de tierras sin nombre, la figura del misionero aparece como un contraste sin igual: áspera estameña es su cota de malla; bordón de peregrino, su lanza de guerra; una cruz sarmentosa, el escudo que habrá de guardado de la mortífera flechas. Con las primeras carabelas de descubrimiento pisaron las playas de América, y cuando aun en Tierra Firme no se había dado comienzo a la conquista militar, varios de ellos, frailes dominicos, fieles al movimiento que partía de los conventos de San Pablo, de Sevilla, y de San Esteban, de Salamanca, aparecen en nuestras costas orientales, sin ninguna humana protección, dados a la labor de evangelizar a los naturales; y si su palabra fue pobre reducir y contener la bravura aborigen, su sangre sirvió en cambio de bautizo para a tierra bárbara y de riego fecundo para que la fe con que ella penetraba al corazón duro del indígena.<br />Nada tan hermoso como el estudio de esta corriente silenciosa y humilde que riega la tierra aridecida por las luchas. El misionero representa toda la idealidad fecunda de la cultura que reclama nuevos horizontes: a él se deberá la vida de tantos pueblos, a él es acreedora la raza vencida de su anexion a los nuevos mandatos civilizadores. El estruendo de los caballos de Spira en sus correrías a través de la tierra, si llena nuestras historias populares, fué en cambio inútil para la obra constructiva de la Colonia: las sandalias de misionero ni polvo levantan al andar, y sin embargo, cuán fecunda fue para el porvenir de los pueblos su obra de abnegación y sacrificio.<br />Ellos representan el contrapeso de las rudas empresas guerreras y saben hacer causa común con el indígena, cuando la codicia del conquistador y del colono traspasa los límites de las leyes dictadas por el Consejo de Indias para su protección y beneficio. Armados de la cruz, que hinche el corazón para la lucha, recorren las selvas y los llanos, “sin dos camisas y sin dineros en las bolsas”: no temen la muerte, porque para ellos morir por la fe es prenda de vida eterna, y obra grandiosa de fe es el riego de la palabra evangélica: ite et docete omnes gentes fue mandato indeclinable del Maestro.<br />Abanderados de la religión, lo fueron también de la política colonial. Donde la selva se opuso a que penetrarse el guerrero con su casco emplumado, llegó con su noble misión el enjuto religioso, y la sembrar la cruz fijaba un hito jurisdiccional. Los mejores títulos que Venezuela adujo contra Inglaterra en la cuestión de límites de Guayana, y esta materia de todos harto sabida, fueron las avanzadas de los misioneros catalanes: hasta donde entró la cruz había avanzado también la autoridad civil.<br />Estas razones, aun para aquellos que disiden en cuestiones de fe, deberían ser suficiente motivo para que se hiciera justicia a tan gigantesca obra, si no fuera mayor contumacia de los negadores. En 1766 informaba Fray José Antonio Jerez al Gobernador y Capitán General de Venezuela, que en las Misiones franciscanas fronterizas con el Brasil se hacían de conjunto bautizos de indios portugueses, a quienes atraía la presencia en nuestro territorio de los asientos de los frailes. De modo, pues, que en aquellos remotos tiempos había en nuestra frontera, no solo una defensa de la población indígena, sino un plan de civilización que servía para acrecentar, con mengua de otros países, el número de nuestros pobladores. En la actualidad, nuestros indios fronterizos hablan portugués e inglés, atraídos por halago eficaz de los países vecinos.<br />Pocas fueron las regiones de la República donde los religiosos no extendieron el radio civilizador de la Misiones. A fines del siglo XVIII había en el actual territorio nacional nueve Prefecturas de ellas: la célebre de Caroní, con treinta y un pueblos; la de Cumaná, con cuarenta; la del Alto Orinoco, con veintiuno; la de los Llanos de Caracas, con ciento siete; la de Perijá y la Goajira, con veintidós, todas éstas de Franciscanos Capuchinos; más la de Religiosos de la Observancia de Barcelona, o del Colegio de Propaganda, con Hospicio en dicha ciudad, que se extendía hasta el Orinoco, con cuarenta y dos pueblos, y la del Caura, de la de la misma religión; la de Dominicos de Barinas, con veinte poblaciones, más las Misiones que en Barlovento mantenía el Convento de San Jacinto de Caracas, y las de Jesuitas de Casanare, con seis Misioneros en el Meta y el Orinoco.<br />Basta pensar en la inmensidad de territorio donde los beneméritos misioneros realizados su acción civilizadora, para hacer cuenta de la trascendencia de su obra, y pensar también, para mejor valorar su sacrificio, como el burdo sayal que les distinguía de los guerreros no eran parte a librarles de la ferocidad del natural. Florido martirologio, a cuya cabeza podría figurar en roja mayúscula historiada el báculo y la mitra del Ilustrísimos Señor Nicolás de Labrid y en la cual entrarían también las señas de algunos sin nombre que murieron por Cristo, ennoblece la historia de las Misiones venezolanas. La flecha enherbolada, el fuego voraz y la macana contundente, cuantas veces detuvieron la marcha del asiento de los frailes, en ocasiones forzados a buscar apoyo en los escoltas de guerra, para poder librarse de la ferocidad de los indígenas, rebeldes a recibir la civilización y la doctrina de que aquéllos eran representantes en la selva bárbara.<br />En cambio, la mayoría de nuestros historiadores cuando abordan el estudio de la antiguas Misiones, escatiman el elogio, reducen a un ligero comento lo que ellas hicieron en pro del indio, y por lo contrario, ponderan hasta la exageración cualquier defecto de sistema, terminado por inculparles hechos contradictorios. Escritor que sin guardar ningún respeto a la lógica, ha dicho de los frailes que trataron con dulzura al indio y se interesaron por mejorar suerte, y después de asentar que le indígena era perezoso, dado a la bebida y enemigo de la vida civil, concluye de todo, ¡oh reino de la anti-lógica!, que los misioneros embrutecieron a los indios y los redujeron a estado lamentable. Quien haya podido asentar tales premisas para sacar de ellas tamaña conclusión, demuestra que su discurso perduran, sobre el propio criterio, las huellas de escritos de tendencias opuestas, así sean del propio Barón de Humboldt, cuyo estudio hubiera abordado sin ningún fruto el escritor.<br />Teles especies tan mal tejidas y peor presentadas, han contribuido a sostener durante un siglo de vida republicana un prejuicio contra la obra misionera, que a la postre ha terminado por volverse contra la Patria misma, por cuanto nada puede considerarse tan antipatriótico como el abandono en que la República tuvo hasta fecha reciente, la civilización de las tribus que aun demoran en el territorio nacional. Y cosa rara, para reducir a los naturales no se ha recurrido hoy a los métodos pedagógicos, de Rousseau, ni a ningún otro sistema laico, sino al anticuado método de San Francisco de Asís, con el cual los misioneros lograron fundar durante la época colonial más de trescientos pueblos en nuestra Patria, hoy desaparecidos en su mayor número y reemplazados por la vorágine del desierto y de la selva tropicales. Bueno es recordar que por 1802 tenían los Capuchinos en las Misiones del Caroní más de sesenta y cuatro mil cabezas de ganado, entre vacuno y caballar.<br />Al par de la Misión, de opimos frutos civiles, España usó los repartimientos como sistema idóneo para reducir y civilizar a los naturales. La encomienda, considerada por algunos como un simple sistema de explotación, fué un medio de mejorar la condición de los naturales a trueco de que éstos trabajasen para el encomendero. Desde el punto de vista de las relaciones de éste con los indios, fué un contrato bilateral de prestación de servicios que surgía ipso jure con el titulo que otorgaban los encargados de repartirlas, y no un régimen de esclavitud legal, como muchos han pretendido calificarla. El encomendero no tenía la propiedad de la tierra ni la del indio, y solo gozaba del fruto de su trabajo personal, a cambio de la tutela que de él asumía. El indio, sobre quien pesaba una capitis deminutio, y en verdad que era de poca cabeza el infeliz, fué considerado por la ley como pupilo del encomendero, y éste estaba en la obligación de defenderlo y educarlo. Miradas con relación al concedente, no fueron beneficios perpetuos, sino a simple titulo precario, sometidos a real revocación.<br />¿Cumplieron siempre los encomenderos el deber que contraían en descargo de la conciencia del Soberano, según rezaban las fórmulas? No, pues muchos se sirvieron del régimen para sólo su beneficio personal, y descuidando ofrecer a los indígenas los medios requeridos para que pudiesen optar la vida civil, les infligieron atroces castigos; otros, en cambio, si cumplieron sus compromisos legales y, propendiendo al mejoramiento y a la educación de los naturales, les enseñaron nuevos métodos agrícolas y les educaron por medio de los curas doctrineros. La doctrina fué la expresión molecular de la encomienda: en los distritos rurales y en tierra escogida por los encomenderos, equidistante de los distintos fundos, se le levantaba la Iglesia, adonde concurría el cura para la catequesis de los indígenas y para ofrecer con ellos el sacrificio de la Misa. Con el tiempo la Doctrina evolucionó hacia una forma civil más avanzadas y se convirtió en pueblo, al principio habitado solamente por los indios, y después con concurrencia de españoles que no fueran encomendero. Mientras casi todas las poblaciones de segundo orden de Oriente, del Sur y de los Llanos, y gran parte del Occidente cismontano, inclusive las actuales ciudades de San Fernando, Calabozo y de San Carlos, fueron en su orígenes pueblo de Misiones regulares, las de Los Andes y regiones centrales montañosas, donde no las hubo por ser más blando el natural de los indígenas y fácil su reducción por otros medios, tuvieron sus génesis en la Doctrina secular.<br />Pero si los encomenderos descuidaron muchas veces sus obligaciones con los naturales, las autoridades civiles y eclesiásticas, como lo comprueban los expedientes que reposan en nuestro Archivo Nacional y las visitas de los Prelados, estuvieron prestas a imponer los castigos consiguientes. La historia recuerda los esfuerzos realizados por los Gobernadores Diego de Mazariego, Diego Osorio, Piña Ludueña, Sancho Alquiza, Porres y Toledo y otro más, en orden a hacer que los encomenderos no burlasen las Leyes de Indias, entre cuyos títulos figuraban aquella disposición de Felipe II, fecha en 19 de diciembre de 1593, que prevenía castigar “con mayor rigor los Españoles, que injuriasen, u ofendieran, o maltrataren a los Indios, que si los mismos delitos se cometiesen contra Españoles”, amén de las equitativas regulaciones que sobre trabajo personal de los indígenas contenía todo el Titulo XI, del Libro Cuarto de aquel sapientísimo Corpus.<br />No faltará, bien lo sabemos, y nuestros oídos lo han oído repetir, quienes sostengan que dichas Leyes, a pesar de su alto espíritu de justicia, atravesaron el atlántico solo para ser violadas. La frase tiene toda la apariencia sugestiva que necesitan los dichos de su laya para medrar fortuna entre los intonsos admiradores de los equilibristas del lenguaje, pero, a pesar de ello, carece de seriedad. ¡Ni falta que le hace! No diremos nosotros que en América se cumplieron a pie juntillas las Leyes de Indias: ¡hubieran tenido por acá nuestro mayores una manera de Paraíso terrenal! Y ya sería mucho de desear que para ser violadas, tuviesen las leyes necesidad de atravesar un océano, o un mar cualquiera, cuando el destino de toda humana legislación es sufrir violencia en las aguas y en la tierra. ¡Ni Alcibíades que fuera en pueblos de filósofos socráticos!<br />Pero cuando crecieron las quejas contra los encomenderos y fueron inútiles los remedios aplicados por las autoridades en favor de régimen fundamentado en principio de tan notoria equidad, el Rey dispuso en 1687, como recurso contra la infracción de sus leyes, que las encomiendas que fueran vacando no se proveyesen en lo sucesivo y que fueran suspendida otras en sus efectos actuales. El tributo que el indio satisfacían al encomendero, se convirtió en tributo directo para la Cajas Reales, semejantes al que pagaban los campesinos de Castilla en la Edad Media, y el pueblo que servía de cabeza al partido rural, al igual de los vecinos, recibió el calificativo de Tributario. Un Corregidor lo gobernaba en nombre de la autoridad civil, y un pequeño Cabildo integrado por indios y subordinado en cierta forma al Ayuntamiento del Distrito capitular, cuidaba de los intereses comunales.<br />Tal la evolución cívica de la encomiendas, fallecidas de muerte natural a fines del siglo XVII, según frase de Bello, y cuya existencia a principios de la República, invocada en cierto trabajo histórico, no puede explicarse sino como la expresión de una manía persecutoria de fantasmas. Después de haber dado origen a los pueblos de Doctrina, los fundos continuaron de propiedad de los indígenas y de sus legítimos descendientes, puros o mestizados, quienes estaban provistos por las Leyes de Indias de un Protector especial encargado de representarlos ante la justicia, que recuerda al “pretor tutelar”, instituido en Roma por el gran Marco Aurelio para favorecer a los menores desamparados.<br />El indio tributario y sus descendientes, mestizados o no, representaban para el futuro un tipo de hombre rural colocado en superiores condiciones a los colonos y “pisatarios” de los grandes fundos de propiedad individual. Mientras los peones y mayordomos que cultivaban las tierras para el dueño absoluto de ellas o guiaban para él los grandes rebaños, constituían un verdadero estado de esclavitud agraria, los indios tributarios y sus herederos disfrutaban en común del carácter de propietarios sin señor. Unos y otros obedecieron en su acomodación social a las dos formas de propiedad coexistentes durante la Colonia y en los tres primeros cuartos de siglo de la República: la individual y la colectiva, destinada esta última a balancear la justicia en la distribución de la tierra, y de la cual son secuela los pequeños propietarios que constituyeron la clase campesina de muchas regiones de Occidente. (Boconó de Trujillo, por ejemplo).<br />Claro que aquel estado de propiedad en común no representaba sino una forma retardataria de la distribución de la riqueza; pero no pudiendo entonces hacerse una justiciera y aprovechable adjudicación per capita, dadas las condiciones de indefensión de los condueños, de todos modos la propiedad comunal representaba en si una verdadera reserva de riqueza territorial, que a su debido tiempo habría de favorecer espléndidamente a los titulares, y la cual dieron fin, sin haber alcanzado la plena utilidad de la parcelación, dos prematuras leyes de la República, según veremos de seguido.<br />Constituida la República de Colombia, el Congreso General votó, la ley de 11 de octubre de 1821, que extinguió el tributo de los indígenas y dispuso la división de las antiguas comunidades o resguardos. Modificada dicha ley por las del 13 de octubre de 1830 y 2 de abril de 1836, se declaró de competencia de las Diputaciones Provinciales la distribución de dichas tierras entre los comuneros, con reserva de una parte para los Municipios respectivo. (Primer despojo). La inejecución de estas medidas provocó la ley de 7 de abril de 1838, cuyas disposiciones se encaminaron a que fuesen los mismos indígenas quienes procediesen a la división. La ley de 1 de mayo de 1841 abarcó la materia en forma más extensa y dictó también medidas para la reducción y civilización en general de los indígenas salvajes, a quienes sometía a una manera de tutela semejante a la antigua de la legislación española.<br />Dos nuevas leyes de la República vinieron en 2 de junio de 1882 y en mayo de 1885, a dejar definida la materia. Reconocieron solo como comunidades indígenas las existentes en el Orinoco, Amazonas y a la Goajira, y declararon extinguidos los antiguos resguardos, al igual de los privilegios y exenciones que las Leyes de Indias habían creado a favor de la reducción y civilización de los naturales; se declaró por la primera perecido al derecho de división que concedió a los descendientes de los indígenas la ley de 7 de abril de 1838, derecho que la del 85 revivió para prolongar hasta por dos años el lapso en que debía procederse a la división, a cuyo vencimiento las tierra indivisas pasaron ipso facto a la condición de baldías<br />Estas últimas leyes, fundamentada en dos crasos errores, el uno de hecho, el otro de teoría, hicieron la situación de los descendientes de los indios primitivos peor de lo que fuera durante el régimen español. Las tierras fragmentadas, que en realidad resultaron pocas, pues el grueso de ella pasó a ser patrimonio del Estado, requirieron para su cultivo esfuerzos a los cuales no podían dar frente los pequeños propietarios, llamados, en cambio, a ser víctimas de innumerables explotadores, que les arrebataron y siguen arrebatándoles aquel patrimonio por medios de operaciones fraudulentas, cuyos alcances han ignorado los pobres contratantes. Demás de esto, fue error inexplicable del legislador del 82 confundir las comunidades indígenas del Orinoco, Amazonas y la Goajira con las comunidades rústicas que derivaban de los antiguos repartimientos coloniales: indios salvajes eran, como aun lo son, los dueños de las primeras comunidades; en cambio, los titulares de las segundas no era indios en la acepción estricta de la palabras, sino descendientes suyos, mestizos y civilizados, a quienes para el ejercicio de los derechos naturales y dado a su bajo nivel cultural, la ley debió haber provisto aún de una tutela especial, o a lo menos mantenidos en el goce de su comunidad, hasta que por los medios que aconseja la prudencia, hubiera llegado a un grado de educación tal que le permitiese la defensa de sus derechos y optar un sistema mejor de poseer la tierra. La actual Constitución de la República del Ecuador de forma democrática, prevé un Senador “para la tutela y defensa” de los indígenas, a quienes consiguientemente considera en una posición legal de inferioridad. ¡Y de qué otra manera!<br />Al examinar en sus efectos aquellas leyes, cimentadas en los principios de la filosofía liberal tan en boga durante el siglo pasado sorprende la consideración de que la población rural de la República, condenada por ellas a un absurdo despojo, recibió más perjuicio de leyes que la libraron de las manus bajo cuya protección jurídica vivió durante la Colonia, que el que hubiera podido continuar recibiendo de un régimen fundamentado en el principio de la desigual capacidad defensiva de los individuos. Porque obligar a los infelices propietarios de aquellas ricas comunidades a valerse de sí mismos, era tanto como dejar la administración de una cuantiosa herencia al libre arbitrio de los herederos menores de edad, a quienes, para más favorecer en sus deliberaciones, se hubiera libertado del legítimo tutor. Pero al legislador no era posible, y sabe Dios cuántos estaban interesados en aquel despojo, continuar considerando como menores de edad a quienes en realidad lo eran. Hubiera sido un atentado contra la moda de una igualdad política, no acompañada de los debidos instrumentos para su defensa, y el legislador mal podía faltar a las modas, aunque para ellos se viera forzado a cometer una atrocidad. ¡Allá él!<br />A pesar de ser esta que explicamos la evolución del antiguo régimen de encomiendas, muchos, por desconocimiento de las Leyes de Indias, han querido ver en ellas el origen de los latifundios coloniales y republicanos, sin darse cuenta de que los grandes propietarios de entonces obtuvieron su primer título legal en la compra de tierras vacas o realenga, es decir, de tierras que por no estar ocupadas por indios, pertenecían al real patrimonio, al modo como las tierras baldías pertenecen hoy a los Estados de la Unión.<br />En el estudio de nuestro medio nacional juega papel de gran importancia el examen de la formación de los “pueblos” y del espíritu de asociación creado a su sombra, porque fué allí donde nacieron para el indio las nuevas costumbres sociales. Al amparo del misionero y del cura de Doctrina, se prepararon para el ejercicio de actos civiles en concordancia con la nueva cultura, tanto la población aborigen como los demás elementos a ellas agregados en el proceso de integración social. El indio que delibera en el Cabildo, si bien se halla unido por juro de heredad a su bárbaro antecesor, es ya un ente que lleva el sello de la nueva civilización. Cambiado por la cruz el tosco fetiche, sustituido por la lengua de España el pobre dialecto, trocadas en hábitos civiles las antiguas costumbres, es, aunque débil, a un ser espiritualmente nuevo. En el empieza a palpitar el alma de la raza dominadora, que busca la nivelación de las culturas. Con el correr del tiempo el Estandarte de Castilla y aun la bandera carlina, serán para él un símbolo más atrayente que el viejo plumaje del cacique, y en la guerra de Independencia, lejos de seguir a quienes invocan como titulo bastante de rebeldía, los “derechos que cerceno la Conquista”, engrosarán, con sorpresa de los mismos oficiales peninsulares, las tropas de Fernando VII.<br /><br /> QUINTO TAPIZ<br /><br /> Aquí se pinta como el criollo desarrollo el sentimiento de autonomía<br />EL fenómeno más interesante que ofrece el estudio de la historia civil de la Colonia es el surgimiento del espíritu de la nueva nacionalidad. Al cruzar los mares, el conquistador sintió aún más erguido su yo, y cuando dominó al indígena con tan pocas armas, y a veces, como en el caso de Juan Rodríguez Suárez, con sólo la ayuda de su capa de guerra, advirtió cuánto se ensanchaba el domino de la individualidad sobre el empuje anónimo de la masa. Separado por el pérfido océano del viejo solar donde el mayorazgo quedaba velando en el prestigio del abolengo, vislumbró que para el porvenir serían estas tierras de América su nueva Patria. Si bien el derecho a la conquista derivada para él de la cesárea concesión, el conquistador comprendió con orgullo que el derecho el Rey solo se hacía efectivo por el empuje de la espalda que blandía su recia mano de luchador. “Cuéntase, dice una nota manuscrita puesta a una vieja edición de la Conquista de la Nueva España, por Solís, que habiéndose negado Carlos V a dar cierta audiencia a Cortés, éste hizo parar un día los caballos del coche del Emperador, diciéndole: Oíd Señor, a uno de vuestros vasallos que os ha dado más reinos que cuanto heredasteis de vuestro antepasado; y entonces fué atendido”.<br />Por boca de Cortés hablaba a la altanería de todos los conquistadores de Indias. Sin desconocer la autoridad, que como símbolo del Imperio encarnaba en la persona del Rey, el conquistador vió que con su obra surgía un nuevo mundo para el derecho. La tradición exclusivista del español se agiganta en la mente de aquel pueblo venido sobre las aguas salvajes para tomar posesión de nuevas tierras; y cuando los Fueros locales perecen frente al empuje de los reitres del joven emperador germanizado, una sociedad surge aquede el océano que permanecerá fiel a la tradición del viejo derecho. Acá estaba también una nueva España, porque “el español entra por entero donde entra”, según aguda frase del salvador de Madariaga. El Cabildo fué la primera expresión de la voluntad autonómica del conquistador: y aunque tomara de manos del representante regio su impulso inicial, una vez constituido se arrogó prerrogativas ya abolidas en la Península, antes la cuales cedía el mismo Gobernador y tomaban especial fisonomía las Leyes Indias. Algunos de nuestros historiadores han negado la importancia que tuvieron los Ayuntamientos durante la primera época de la Colonia. Nosotros, a pesar del respeto que merece autor de los que así escriben, pensamos de muy opuesto modo, pues sin llegar a los últimos años del régimen colonial y deteniéndonos apenas en sus primeras épocas, advertimos la arrogancia con que los cabildantes se aprestaron al ejercicios de derechos que no le pertenecían por expresa concesión de la ley, y que eran producto de una auto- fabricación.<br />Cinco años después de instalado el Cabildo de la ciudad de Coro surgió la primera competencia entre la autoridad del representante del Gobernador y la del Cabildo Muerto Alfinger, y llegada noticia de ello a los Regidores de la ciudad, éstos se niegan a reconocer al Teniente de Alfinger, y autorizan de su cuenta a los Alcaldes Gallegos y San Martín para que entren a gobernar la Provincia, mientras la Audiencia provéiala de nuevo gobernante. No conforme el Teniente, que lo era Bartolomé de Santillana, con la disposición del Cabildo, resiste su mandamiento y provoca una lucha, en que los Oficiales Reales y el común de la población se pone de parte de los Alcaldes, hasta lograr la prisión de Santillana. Este hecho podría situarse a la cabeza de nuestras conmociones civiles y como la vislumbre de la fuerza que empezaba a hacerse subterránea en la propia masa popular; y lastima grande que los beneficiados con el apoyo del pueblo, hubieran hecho lo de casi siempre, es decir, arremeter contra quienes le había prestado escala para subir.<br />Esta legitima alcaldada sucedió en 1533, más su recuerdo debió grabarse firmemente en la memoria de los pobladores, quienes intentaron desconocer en 1547 la autoridad de Juan de Villegas, hecho cargo del Gobierno a la muerte de Pérez de Tolosa; y en previsión de estos conflictos, dispuso en 1557 el Gobernador Arias de Villancida que a su muerte asumieran el gobierno de las ciudades los Alcaldes respectivos. Así hubo de suceder; mas temerosas las ciudades de que aquel derecho sui generis, que medraba robustez de la voluntad de un muerto, pudiese ser quebrantado en nuevas ocasiones, buscaron los medios de que fuese confirmado por real autoridad, y en el primer Congreso de las Municipalidades venezolanas, celebrado en la Nueva Segovia en 1560, se dio comisión al procurador don Sancho Briceño, para que recabase del Rey la consiguiente aprobación.<br />Tal el origen de la célebre y tan nombrada Cédula de 8 diciembre de 1560, que concedió a los Alcaldes de la primitiva Provincia de Venezuela él derecho de gobernar en sus respectivas ciudades al ocurrir la muerte del Gobernador, y el cual fué una excepción en el derecho común de Indias, pues las Cédulas que regían dicha materia, sólo admitían el gobierno de los Alcaldes cuando el gobernador falleció no hubiese dejado provisto el Tenientazgo.<br />En virtud especialísimo privilegío, los Alcaldes de la antigua Gobernación de Venezuela hubieron de asumir el gobierno de las ciudades con titulo de alcaldes-Gobernadores, a la muerte de Piña Ludueña en 1600, a la de Suarez del Castillo en 1603, a la de Tribiño Guillamas en 1623, y alentados por tal prerrogativa, los Regidores de Caracas depusieron el 31 de diciembre de 1623, al Gobernador don Diego Gil de la Sierpe, nombrado en septiembre para llenar la vacancia ocurrida por el fallecimiento de Tribiño.<br />El Cabildo de Coro inició la competencia con el desconocimiento del Teniente de un Gobernador muerto; noventa años después el de Caracas le niega obediencia a un Gobernador vivo y efectivo, y no conforme con esto, lo priva de su empleo y le somete la prisión. ¿Había o no un sentimiento de autonomía en dichos cuerpos? Tan desarrollado se hallaba, que cuando años después el Gobernador de Venezuela pretendió crear, acaso en provecho personal, un Teniente que representase su autoridad de la Nueva Segovia, con menoscabo de la autonomía de su Cabildo, éste elevó súplica a la Audiencia de Santo Domingo, y obtuvo de ella una orden que contradecía las pretensiones del Gobernador; y cuando años más tarde los Gobernadores Francisco del Alberro, Melo Maldonado y Portales y Meneses, pretendieron menoscabar los efectos de la provisión ganada de 1628, nuevamente el Cabildo neo-segoviano eleva su queja y hace valer el derecho de gobernar la ciudad sin ayuda de tercero.<br />Tanta fué la autoridad de que el Cabildo llegó al gozar al amparo del privilegio de 1560 y en razón de la fuerza autonómica que se iba desarrollando en la conciencia criolla, que al llegar en 1675 con nombramiento del Gobernador expedido por la Real Audiencia de Santo Domingo, el Licenciado Padilla y Guardiola, los cabildantes de Caracas, que hasta entonces no habían hecho, al igual de las demás ciudades, sino usar del derecho de llenar las vacantes ocurridas a la muerte de los Gobernadores, sin tomar en cuenta los títulos de nuevo nombrado, advirtieron esta vez que el Real Cédula decía que la interinaría corría hasta real provisión, y armados de esta arma tajante se negaron a reconocer el titulo presentado por Padilla, con tan de buen éxito que la vagancia duró hasta el 77 y los de Caracas ganaron el Real Cédula de 18 de septiembre de 1676, que, con mengua de los derechos de los Alcaldes de las otras ciudades, les concedía el gobierno de toda Provincia durante las vacantes de Gobernador.<br />Durante el gobierno de Jiménez de Enciso (1688-1692) se generalizó la protesta de los Cabildos contra las pretensiones del Gobernador por crear Tenencias en las ciudades del interior, pues sólo podía hacerlo en Caracas, Trujillo y Maracaibo. Se alzaron las quejas a la Audiencia, y Enciso fué separado de su cargo y sometido a juicio con pérdida de la libertad y de sus bienes.<br />En 1723 los Alcaldes de Caracas ganaron un nuevo privilegio en menoscabo de los derechos de Gobernador. Cuando Portales y Meneses salió de visita en 1722 a las ciudades del interior, dejó el gobierno de Caracas a cargo del Ilmo. Señor Escalona y Calatayud, cosa en sí nada peregrina, por cuanto no estaba el Obispo excluido por las Leyes de Indias del Gobierno civil y reciente era el caso en historia del Virreinato de Santa Fe, de que formaba parte entonces la Provincia de Venezuela, de haber sido el Ilmo. Señor Francisco del Rincón, antecesor de Escalona y Calatayud en el Obispado de Caracas y después Arzobispo de Santa Fe, el Presidente del Nuevo Reino que entregó el gobierno de él a su primer Virrey. Pero el Rey, por Cédula fecha en 17 de enero de 1723, dispuso que fueran los Alcaldes los que gobernasen, de acuerdo con la Cédula de 1560. La actitud del Cabildo contra el Gobernador trajo como consecuencia una serie de luchas entre ambas magistraturas, que culminó en el mandamiento de prisión de Portales expedido por el Virrey de Santa Fe, a quien el Ayuntamiento caraqueño había informado contra el Gobernador.<br />Con la Cédula de 17 de enero de 1723 revivía el derecho concedido de los Alcaldes por la de 8 de diciembre de 1560, y el cual había sido modificado, con la exclusividad acordada a los de Caracas por la de 1676. Mas la prerrogativa que habían asumido los Alcaldes caraqueños, como expresión del carácter centralizador que daba a la ciudad el hecho de ser la cabeza de la Provincia, dejo de existir, con menoscabo del derecho de los Cabildos, por la Real Cédula de 14 septiembre de 1736 que ordenó recayese la interinaría en el Teniente General para lo político y en el Castellano de la Guaira para lo militar.<br />La circunstancia de haberse quitado a los Alcaldes la oportunidad de ejercer el gobierno político de la Provincia, unida al absolutismo que caracterizo la acción de algunos Gobernadores frente a ciertas manifestaciones autonómicas, contribuyó a minorar en cierto modo la fuerza de oposición de los Cabildos, obligados a elegir cada dos años para las varas de Alcaldes a un español europeo, en virtud de la Real Cédula de Alternativa. Pero, a pesar de ello, los Cabildantes supieron dar notación de su espíritu independiente, y si muchas veces ante el propio bien de la república hubieron de poner su altiva actitud, apelaron, sin embargo, ante el Consejo de India y el Rey dio legitimidad a los legados. Las actas del Ayuntamiento de Caraca recuerdan, a la par de otros sucesos semejantes, el curioso accidente ocurrido entre el Gobernador don Juan Guillelmi y el Cabildo, con ocasión de las elecciones de 1790. Reeligieron los capitulares para Alcalde de primer voto a don Juan Bautista de Echezuría, y el Gobernador tachó la elección decía él, por cuanto «violó el derecho municipal de estos Reinos (véase como la capitanía no era considerada como simple Colonia, sino como parte integrante del impero español) que previene el intersticio de un año» y dispuso en consecuencia que se hiciera una nueva elección. Notificado de ello los cabildantes, invocaron, no sólo la Ley pertinente del Código de Indias, sino también la costumbre establecida en las elecciones que solían hacer, y declarando válido el nombramiento de Echezuría, pidieron para él la consiguiente aprobación “y en caso omiso o denegado apela este M. I. A. ante S. RL. Alteza con pretexto de ocurrir y representar a S. Md. lo conducente al asunto” mantenido el Gobernador en su rígida actitud, ordenó nuevamente rectificar la elección y postergar la apelación interpuesta por el Ayuntamiento. Otra vez se reunió el Cabildo en el mismo día primero de enero y resolvió ante la insistencia d Capitán General que “ejecute S. S. lo que le acomode, sin que por esto se entienda despojarse el Ayuntamiento de las justas acciones con que se considera, así en común, como en particular, esto es a cada uno de los S. S. concurrentes a él, y que en él han electado para los Ministerios Públicos”. A las siete de la noche del mismo día fue notificado el Cabildo de un nuevo auto del Gobernador en que se conminaba, bajo el apremio de doscientos pasos de multa, a hacer otra elección dentro del término de una hora, sesionó de nuevo el Ayuntamiento, “después de catorce horas de ingreso sin más alimentos que el desayuno que se tomó a la seis de la mañana”, y aun declarando nuevamente la legalidad de la elección recaída en Echezuría, resolvió elegir, de acuerdo con la orden verbal del Gobernador, comunicada por boca del Escribano, al español europeo don José Cocho de Iriarte, Capitán de las milicias del Valle de Aragua, retirándose a sus hogares los inflictos cabildantes, a las doce y media de la noche, corridos y hambrientos. Al día siguiente surgió de nuestro el conflicto, pues habiendo renunciado la Alcaldía el Capitán Cocho de Iriarte, el Cabildo eligió a don Francisco García Quintana, a quien rechazó el Gobernador, por no haber sido residenciado respecto al anterior ejercicio de dicho cargo. No tanto como las anteriores se prolongaron las tareas de los cabildantes, y “a las cuatro menos cinco de la tarde según se evidencia por el reloj de la santa iglesia catedral, que está a la vista de estas casa capitulares”, y ante la angustia y el hambre que volvían a sufrir eligieron para la vara en disputa a don Antonio Mota y March. Sin embargo, el Cabildo recurrió al Real Consejo y Carlos IV despachó una Cédula que reprobaba la violencia del Capitán General y reconocía la costumbre electoral del Cabildo caraqueño.<br />Y no se entienda que fueron los Cabildos de Venezuela, cuyas pretensiones había alentado la Cedula de 1560, los únicos que avanzaron a competir con los representantes de la regia autoridad. En 1638 el Cabildo de Santo Tomé de Guayana logró la deposición del Gobernador don Cristóbal de Arana, con quien hallábase en litigio por cuestiones de jurisdicción. Más tarde, en 1660, el Procurador de Santo Tomé se atrevió a mayores; un buque holandés se encontraba en el Orinoco en busca de recursos de boca, y el Gobernador, al tener noticia de ello, ordenó que no le fuese abierto el puerto, pero el pueblo, que tenía necesidad de mercancías, se reunió con los Regidores en Cabildo abierto, y dispusieron, quebrantando la voluntad del Gobernador, que se mercase con la nave extranjera.<br />En Cumaná, cuando el Gobernador don Manuel González proveyó el año de 1783 en don Miguel Antonio Sotillo, una de las varas de Regidor que estaba vaca en el Cabildo, éste, fiel a la tradición conservadora que formaba el núcleo de la institución se negó a obedecer el mandamiento del Gobernador, con quien instauró competencia que reclamo la intervención de Carlos III.<br />Los Cabildantes de Margarita en 1784 se negaron con firmeza a reconocer los Tenientes nombrados por el Gobernador para algunos pueblos de la Isla y ganaron la disputa.<br />El Cabildo de la Nueva Barcelona vivió en lucha continua contra la autoridad del Gobernador de Cumaná, hasta pedir al Rey que le diese gobierno propio, separando de la Nueva Andalucía.<br />Tampoco fueron los Cabildos de las ciudades únicamente quienes se opusieron a la acción opresiva de las autoridades políticas. El sentimiento de autonomía difluyó hasta los propio pueblos tributarios, y entre otro podemos recordar la protesta de los vecinos del Pueblo de la Aparición de la Corteza contra la pretensión del Corregidor, de nombrar en 1722 de propia autoridad al Alcalde Ordinario. Comprobada ante el Gobernador y Capitán General la verdad de los hechos, éste anulo el nombramiento hecho por el Corregidor y dispuso que los cabildantes hicieran nueva elección.<br />Bastante nos parece la prueba que constituyen los actos de hacemos notación, para afirmarnos en el concepto de los Cabildos representaron en toda la época colonial una fuerza autonómica que tanto logró arrogancia frente a las autoridades reales, como supo expandirse en la conciencia colectiva. El mismo hecho señalado por muchos como tilde anti- democrática, de recaer las elecciones de sus miembros entre personas que no formaban en el común del pueblo, fue parte a dar líneas defensivas a la institución e hizo que las autoridades regias respetasen sus deliberaciones. Era la ley de las clases que hablaba, no ya el nombre de un individualismo absorbente, sino de un individualismo “pluralizado”. “Nosotros acatamos la real orden, porque es de nuestro Rey y señor natural, pero no la obedecemos, sin antes examinarla”, fue lenguaje común de Alcaldes y Regidores. Y aunque la besara la firma del César y la colocasen en señal de respeto sobre la altiva cabeza, los cabildantes suplicaban del contexto. Cubiertos con este formalismo, los munícipes de Caracas en junta de 22 de septiembre de 1692, negaron cumplimiento a dos Reales Cédulas que ordenaba le fuesen acordados privilegios de nobleza al cubano don Manuel Urbina y se opusieron, de primera intención, a que se cumpliera la Cédula de Gracias al sacar, que concedía privilegios a los pardos.<br />Era un lenguaje tal vez titubeante, pero que ocultaba un pensamiento de señorío. Al crear las Leyes de Indias privilegios especiales para los descendientes de los pobladores, crearon a la vez una fuerza que se alzaría contra los privilegios del Rey. Sin los cabildos y sin la llamada nobleza criolla, que tuvo durante casi todo el periodo colonial la exclusiva de sus varas, los Gobernadores no hubieran hallado contradictores y la nacionalidad, que reclamaba bocas que vocearan sus derechos, se hubiera diluido en la anatomía de una sola clase de pecheros.<br />Lo que los demagogos más criticaban en la institución de los Cabildos fue justamente lo que contribuyó a darles mayor fuerza. El criollo, que constituía una superación en el orden a las demás clases, representaba la conciencia vigilante de la nacionalidad colonial. Mientras más altivo, mejor caminaba en el sendero de la autonomía y ésta a la vez ganaba mayor espacio en el ámbito popular. Porque las clases superiores, en virtud de una ley de sedimentación histórica, van acumulando la potencialidad que en la masa resiste, callada, contra los órdenes absolutistas, de la misma manera como los polos de la pila atraen en el silencio trabajo los átomos confundidos en una solución. Demás de esto, el Cabildo fué para la arrogancia del criollo un medio escudado por la ley para medir su capacidad política, la cual en su concepción más lata simbolizada la propia capacidad cívica del pueblo, al modo como Inglaterra después de la invasión normada, “El derecho de los grandes fue el derecho del pueblo entero”.<br />Por ser criollos y mantuanos a manera de señores en el laberinto de la Colonia, pudieron presentar a la vez, como fuerza simbólica de la política «en forma», un dique frente a la absorción centralizadora de los Gobernadores y Oficiales Reales. Si ellos eran la cabeza, no parece que hubiese sido mejor que todos estuvieran descabezados, para satisfacer el ideal retrospectivo de los modernos demagogos, empeñosos, como lo ha entendido nuestro vulgar concepto de democracia, en hacer “por arriba” la igualación social, es decir, destruyendo lo que sobresale, y no buscando, como lo ordena la lógica y la justicia, que sean los de abajo quienes, en el seno de un orden equidad y sobre el estribo de leyes generosas, se empinen para alcanzar a los otros.<br />Claro que el estudio de la evolución de los Cabildos requiere puntos de vista alejados de nuestra moderna concepción de la vida política. ¡No faltaba más! Y craso error sería presentarlos hoy como modelo de régimen municipal en lo que dice a su constitución interna, aunque el orden de su desarrollo exterior hubieran cumplido tan bien como las modernas corporaciones comunales su destino político.<br />Cuando el Cabildo caraqueño dispuso en 1950 expedir al mejor postor, sólo dos patentes para la venta de vino “por menudo y acuartillado” en la ciudad de Santiago, por considerar que no debían existir más de dos detales públicos de licores (sin que ello obstara a que se vendiese y comprase libremente vino en botijas), legislaba aquel cuerpo con hondo sentido de prevención social, y sin coartar la libertad de industria y de comercio, ponía trabas a la embriaguez y la corrupción del pueblo, por medio idóneos como los que prevén los actuales principios sobre la defensa social.<br />Necia parece la disposición del mismo Cabildo, fecha en 11 de abril de 1592, respecto a que el Fiel Ejecutor “nombre zapatero para visitar a los demás”; y sin embargo del contexto de lo que pedido se desprende que dicho funcionario estaba interesado en la buena confección del calzado que se ofrecía a los ciudadanos, con el mismo buen sentido que hoy pudiera inducir a un sindicato industrial o a cualquier cuerpo de alcances internacionales, para proponer e establecimiento de medidas coercitivas contra los fabricantes de malos artículos. Y ya tendrían los legisladores en qué entretenerse y los diplomáticos qué demostrar sus habilidades caballerescas.<br />Nadie negará que al prohibir el Cabildo de Trujillo, en junta de 5 de mayo de 1663, que se embarcase sin su orden harina para el Puerto de Moporo, “respecto de haberse reconocido el que va haciendo falta” de ella, cumplía un mandato de defensa económica, por cuanto la escases de la cosechas indica que primero deben cubrir las necesidades del consumo local, que mirar a la especulación de los favorecidos por el alza de los precios.<br />La justificación de un orden histórico no significa, como pretenden algunos historiadores propensos al sarcasmo, nostalgia de parte de los críticos por las formas de la pasada cultura. Tanto valdría como asentar que el doctor Alfredo Jahn sintiera nostalgia de la vida salvaje por su extremada afición al estudio de los aborígenes venezolanos. Tal cosa no la hubiera dicho ni el peor ciudadano de la República. ¡Quién lo va a pensar! Algunos llegan a situaciones extremistas y no paran mientes en decir que quienes justificamos la Colonia bien pudiéramos regresar a ella por “indignos” de la República; con todo lo cual no hacen, demás de revelar un ridículo patrioterismo, sino exhibir un vano delirio de grandeza, por cuanto creen que su deseo de que tales cristianos no existiésemos en esta época, es bastante para trastornar la curva del tiempo. ¡Y después hablan del gallo de Rostand! Pero a éstos resulta muy cómodo atacar lo inatacable con el arma afilada pero inconsistente de la burla, sin recordar que aunque ella mueva a risa como cualquier pirueta zoológico, su efecto sobre el hecho inconmovible será siempre semejante al de la burbuja que revienta al borde de la fuente, sin que tal borde sufra lo que suponga la burbuja. ¡Porque para burlas, la verdad, y no ellas mismas!<br />Sin detenernos en la evolución del Municipio colonial no llegaremos nunca a comprende la génesis del movimiento independiente. Ante la trivialidad de tener que aceptar como artículo de fe que el pueblo venezolano apareció súbitamente en la escena del mundo, los historiadores que anteponen la eficacia de la causa a la del sino como ele memento explicativo de la Historia, hubieron de desandar todo el largo camino trillado por los hombres de la Colina, en pos del nexo que absolviera el abismo creado por ciertos historiadores líricos. Había tinieblas, claro que sí, pero lo que se necesitaba no era que no existiesen, sino que a través de ellas se encontrase el fogaril, y en esto llevaban una gran ventaja quienes no sufrieran de la vista. Y esfuerzo de los historiadores fue coronado por el hallazgo de una idea latente de autonomía que en los cabildos forcejaba por expandirse, y a cuyo esplendor se había alumbrado la vida colonial. Entonces hubieron de comprender los investigadores que lejos ser 19 de abril de 1810 el alba de un día de histórico, fue, por lo contrario, como la tarde de un día de de grande luchas, cuya suave luz ilumino el rostro de los héroes mientras el heraldo pregonaba victoria; y que el afán de los patricios que fundaron la República sobre la vieja armazón colonial, no era esfuerzo juvenil del sembrador que avienta semillas alentar la primavera, sino la paciente alegría del segador experto que en el otoño recoge abundosa la cosecha.<br />No negaremos nosotros que harta debió haber sido la sorpresa ocasionada por tal hallazgo, y que aún habrán de chirriar mucho las prensas para convencer a la masa de su efectividad como hecho histórico. Se necesita, aunque sea contrario el símil, imaginar la cataplexia del juez que buscando el cuerpo del delito, encontrarse en su pesquisa, rojo de sangre, el hermoso puñal florentino que sus amigos están acostumbrados a admirar en la rica panoplia, junto a la biblioteca donde guarda las Pandectas. El historiador venezolano que habiendo salido a buscar la espada con que los fundadores de la República rompieron los lazos que ataban a la Patria a la Metrópoli española, halló que tal espada ni Miranda la trajo de Francia, ni Inglaterra la había enviado en los barcos contrabandistas, sino que, muy por lo contrario, era la misma espada que uso el viejo conquistador hispano en la larga empresa de pacificación, naturalmente debió de haber experimentado sorpresa semejante a la que embargó el ánimo del juez pesquisador.<br /><br /> SEXTO TAPIZ<br /> Aquí se pinta cómo la lucha de clases. Terminó en lucha por la nacionalidad.<br />Materia de sumo interés para sociólogos e historiadores ha sido todo lo referente a la organización de las clases coloniales. En su estudio, lo mismo que en el de las demás cuestiones de aquel largo período de nuestra historia, han sido parte a Obscurecer los hechos, tanto la exaltación de los prejuicios, como la proyección hacia el pasado de conceptos actuales. Bastante trabajo ha costado sustituir el antiguo vocablo castas, usado impropiamente hasta por el Obispo Martí, en la Relación de su Visita, por el correcto de clases. Sin embargo, algunos historiadores insisten en sostener que el régimen de la Colonia fue de castas absolutas, es decir, de sectores impenetrables e inconfundibles sustraídos consecuencialmente a la ósmosis social. Claro que la conclusión errónea a que dichos historiadores llegan arranca del inadecuado uso del vocablo, y no de la propia organización de la sociedad colonial, a lo que unen un deseo de hallar formas teratológicas en lo que es de una explicable normalidad social.<br />Para comprender la evolución de los distintos factores sociales debemos empezar, pues, por tachar de los textos en uso el término castas, y colocar en su sitio el concepto ágil de clases, o sea, de sectores sujetos a mutua penetración, que permite el ascenso de ellos, y también su regreso de grado. Mientras medraban altura en la curva social, mestizos, bastardos y gentes de color, en cambio, retrocedían, para engrosar las clases campesinas, elementos que derivaban de las más rancias familias de pobladores. Verdugos, Martos, Covarrubias, Hagas y Cornieles figuraban en las postrimerías de la Cotonía como obscuros elementos rurales en las comarcas de Trujillo, pese a su hidalguía originaria.<br />A nosotros, demócratas del siglo XX, se nos dificulta sobremodo la comprensión de aquellas diferencias. Vivimos en estado tan llano, que nuestras ideas retardan la inteligencia de los prejuicios de ayer, y un Liberal de ahora, o del siglo pasado, a pesar de que en nuestros días, según dice Arcaya, sea el siglo XIX “calificado de estúpido a causa de esa misma ideología política, cuya vacuidad ya nadie discute, un liberal de cualquier tiempo, decimos, habrá de reventarse la cabeza contra un poste de teléfonos o contra un pilar cualquiera, antes de permitir una explicación justificativa de aquel modus vivendi, así invoquemos en nuestra ayuda las mismas conclusiones darwinistas. Y decimos esto, porque si bien en esta materia el darwinísrno no explica nada, al menos debería explicar a nuestros viejos liberales su inconsecuencia con sus propias teorías político-sociales. Y ya serviría para algo. Una de ellas la de la igualdad humana, por cuanto Darwin parece haber inventado su teoría de la descendencia para justificar el, sistema esclavista de los ingleses. Así lo entendieron los representantes del credo que, en el congreso de Munich (1877), declararon ante las acusaciones de Virchow, que la tesis de su escuela era contraría a los “ideales igualitarios”. Claro que sí, pero nuestros liberales darwinistas no piensan; de tal modo, y aunque Haeckel mismo dejó dicho que la teoría de la herencia patentiza que ni en las sociedades humanas, ni en las irracionales, la igualdad sea posible”, ellos insisten en ofrecer al Pueblo sus ruedas de molino y el pueblo bendice sus palabras, así los pretensos corifeos de sus legítimos derechos, se hayan limitado a embaucarlos para la aventura del Poder, donde ya no pensaron ni en el pueblo ni en la justicia que le asiste.<br />Nosotros, los que creemos en la unidad de la especie humana no extrañamos las desigualdades sociales. A pesar de que esto parezca una paradoja, resulta ser una verdad como un templo: muchos de quienes asientan la posibilidad de que la especie humana haya aparecido sobre la faz de la tierra en distintas épocas, por la evolución de formas animales inferiores, llegan a aceptar, aun sin poder precisar la duración de aquellas transformaciones, la igualdad de grado de los hombres: por lo contrario, quienes creemos sin reserva en la unidad e igualdad esencial de la especie, y propugnamos la igualdad inicial de derechos de los hombres, no oponemos obstáculo alguno para convenir en las diferencias de grado. En lógica aparente, la suya debería ser la conclusión nuestra; y en lógica formal, la nuestra debería encontrar ancho fundamento en las premisas los otros. Pero. Con razón los católicos somos tan malos demagogos ¡Y ya tenemos de qué felicitarnos!<br />La jerarquía que como ley cósmica sirve de fundamento a toda organización social, no contraría en su concepción clásica la idea de igualdad humana. Más que de una realización práctica, ésta debe surgir de un acto del espíritu, cuyo juicio sereno debe discernir atinada respuesta para la melancólica pregunta del filosofo Juan Luis Vives: “Cuando duerme o está solo retraído, decidme; ¿qué tan gran diferencia hay de un rey a uno que sirve?”. El viejo español que declaraba ante el Príncipe después de jurarlo: “Nosotros, y cada uno de nosotros valemos tanto como vos”, tenía la convicción plena, en medio de un orden jerárquico, de lo que es la igualdad humana. La reacción igualitario-liberal en su lucha contra el antiguo régimen, si bien se Juzga, fue en mucho expresión de odio contra las normas superiores, y aunque la tesis política de la igualdad sea de una sugestividad innegable, bien comprueba la Historia que en su nombre se han realizado verdaderas atrocidades, mayores aún que las cometidas bajo el peso de los sistemas por ella derogados. Al amparo de sus enunciados mágicos se ha pretendido reducir el radio de la Universidad frente a los intereses de la escuela que enseña a deletrear, porque la “igualdad” detesta al sabio cuando demuestra la insuficiencia de los semianalfabetos; y se busca por medio del Jurado que en “materia tan exquisita y delicada como la Administración de Justicia”, la sociedad no esté “representada por los mejores, sino por cualquiera, que puede ser un estúpido o puede ser un canalla”.<br />Todo progreso descansa sobre la noción simplista de las desigualdades engendradoras de la lucha. El equilibrio universal se sostiene sobre la diferencia y oposición de las fuerzas, ora de la naturaleza en sí misma, ora de los grupos sociales. Suponer el reino de lo contrario sería tanto como lograr una imagen del nirvana búdico, cuando la fuerza de atracción de las masas sea idéntica en ellas, el movimiento cederá su sitio a la absoluta inercia. Y en el orden social, aunque los hombres sean iguales en su esencia humana y aunque tengan igual derecho a buscar la superación de sí mismos, la desigualdad de sus mismas aspiraciones y de sus propios actos subsistirá como elemento activo de progreso en el afinamiento de las saciedades. “La aristocracia y Ia moda, enseña Emerson, son resultados ciertos e inevitables. Estas selecciones mutuas son destructibles. Si provocan la ira de las clases menos afortunadas, y la mayoría excluida se venga de la minoría excluyente, y aprovechándose del número, la extermina, en el acto sube a la cima otra clase, con tanta seguridad como se eleva la nata en una copa de leche; y si el pueblo destruyese una clase tras otra, hasta que no quedasen más que dos hombres, uno de ellos mandaría y sin quererlo, seria servido e imitado por el otro”.<br />Y como contraste evidente de lo que en sí significa la división de clases, aun en beneficio de las que se creen inferiores, podemos repetir lo que en su libro “Las dos fuentes de la Moral y la Religión”, dice Henri Bergson: “De una manera general la iniciativa de los asaltos encaminados contra la desigualdad -justificada o injustificada- han venido más bien de lo alto, es decir, del seno de los más beneficiados, y nunca de abajo, como podría esperarse teniendo en cuenta los intereses de clase. Por ello fueron burgueses, y no obreros, quienes jugaron el papel preponderante en las revoluciones de 1830 Y de 1848, dirigidas, la segunda sobre todo, contra los privilegios de la riqueza. Más tarde fueron hombres de la clase instruida quienes reclamaron la instrucción para todos. La verdad es que si una aristocracia cree, natural o religiosamente, en su superioridad nativa, el respeto que ella inspira es no menos natural, ni menos religioso”. Y esto lo asienta el filósofo francés después de recordar la colaboración de los nobles en la Revolución del 39, que abolió en Francia el privilegio de nacimiento. De donde resulta que la noción de las desigualdades, en su aspecto tétrico, ha sido expedientada en mucho por aquellos de quienes dice Lebón, que “sienten la imperiosa necesidad de no tener a nadie sobre si, unida al deseo no; menos vivo de sentirse superiores”; criaturas enfermas del mismo mal que “llevan sobre su puerca historia todos los campeones de la Democracia, y en general todos aquellos hombres que no pudiendo, según decir de Ganivet, sufrir la obscuridad y el silencio, se lanzan a ser algo sobre un comité, sobre una turba, sobre una colectividad, y sobre un pueblo, retocando diariamente la careta con que han de dar el pego a todos”. Y lo peor del caso es que con tal careta medran hasta proceratos y conducen a la ruina la estructura misma de las naciones y de sus gobiernos. “Usted verá, decía el Libertador al General Flores, que todo el mundo va a entregarse al torrente de la demagogia, y ¡desgraciados de los pueblos! y ¡desgraciados de los gobiernos!”<br />Ante la fobia redentora de estos “niveladores”, llegamos a la curiosa conclusión de que si sobra de razones tenía Tabarín cuando aseguraba en sus bufonadas ante el pueblo de parís, que cierto quidarn era capaz de pagar cien escudos por ser tuerto, ya que el pobre era ciego de nacimiento, muchas tendrían los tuertos para justificar, en un régimen de igualdad visual, la existencia de una ley que ordenase suprimir un ojo de la cara a quienes no lo fueran. He aquí un perfecto sistema jacobino y comunista en la desgracia de tanta eficacia como aquel que, en “Las Junteras”, de Aristófanes, pusieron en práctica las viejas disputantes de las caricias comunes de los efebos atenienses.<br />Las diferencias que distinguían a las clases sociales de la Colonia radicaban en Circunstancias inherentes a la cultura de la época y en hechos de un profundo significado histórico. Demás está insistir en la abundancia de motivos que asistan al Poblador castellano para juzgar su capacidad social muy por encima de los indios conquistados y de los negros traídos de África. Exigir lo contrario sería una pamplinada semejante a la del agricultor que esperase ver convertidas las alcachofas en cocoteros; y para juzgar la universalidad y supervivencia de tal posición, no hay como viajar en ciertos tranvías americanos, de suyo confortables, y poner los ojos en la tablilla que dice: For color patrons only, y ver detrás de ella una gran cantidad de negros metodistas, por lo demás alegres y satisfechos. Y si esto pasa en tierra de puritanos, hoy en pleno siglo de la democracia, ¿por qué extrañar que ciertas leyes coloniales hubieran cometido la puerilidad de prohibir a los negros y gente común el derecho de llevar paraguas, adminiculo que en fin de cuentas poca falta les hacía? Seguros estamos de que si había personas de talento entre las clases no beneficiadas por tales usos, debieron de haberse burlado a diario de los paraguas verdes de los mantuanos y de Ias empolvadas alfombrillas de las señoras, y detestar a ambos por vanidosos, cosa mucho más práctica que sentirse deprimidos. Y sin embargo, si se buscan los antecedentes de tales leyes Suntuarias, hallaremos, que obedecían a causas, de orden económico, y que estaban dirigidas a evitar a las clases pobres el uso de alfombras, tafetanes, literas y demás vanidades, para cuya adquisición carecían de recursos. Tan lógicas parecen desde esta posición, como la que viniese a prohibir la compra de automóviles a quienes no tengan la renta requerida para sufragar sus gastos.<br />Nada tan peregrino como la ordenanza del Ayuntamiento de Caracas que vedó a los negros concurrir a las quebradas “si no fuera yendo por agua” para el servicio domestico, cualquiera la encontraría semejante a la reciente disposición del Gobierno de Nuremberg que, en su hostilidad a los hebreos, han prohibido que éstos se bañen en las Piscinas Municipales, permitiéndoles sólo tomar baños públicos de regadera. (Y cualquiera entiende la razón). En cambio, si nos detenemos en sus causas comprenderemos que el Cabildo Caraqueño tomaba aquellas medidas para evitar los asaltos que los negros hacían a las indefensas mujeres que bajo los samanes de las quebradas avileñas, se dedicaban honestamente al oficio de lavar ropa, Y nadie dirá entonces que poder transitar libremente por las hondonadas fuera un titulo diferencial de clases y una demostración de necia hidalguía. ¡Valiente privilegio¡<br />Cuando se ahonda en los motivos que justifican la “limpieza” reclamada ara recibir el sacerdocio y los grados universitarios, se llega a la conclusión de que dicha medida obedecía a la necesidad de mantener en líneas de respetuosa consideración social, conforme al sistema entonces, vigente, así el Ministerio eclesiástico como la dignidad académica, lo que se tornaba a la postre en beneficio de las propias clases indefensas, llamadas a ser de otra manera victimas de sacerdotes advenedizos y de profesionales sin antecedentes morales, tal cual hoy lo vemos.<br />El carácter de hijosdalgo que la Cédula de 18 de julio de 1573 concedió a los pobladores y a sus desdientes, fue una recompensa similar, pero con mayores efectos, a los proceratos republicanos, por cuanto en la psiquis española estaba harto diluido el clásico concepto de (noble). Dicho procerato colonial, dando preferencia a los de su clase para la provisión de los cargos concejiles Y concesión de encomiendas, tierras vacas, dignidades eclesiásticas y grados académicos, terminó por delinear Ia burguesía criolla, pues esto más que todo fué aquella clase, erigida desde un principio en baluarte de la nueva nacionalidad.<br />Con respecto a la raza aborigen y al mestizaje de ella proveniente, bueno es recordar que si en la práctica se observaron algunas diferencias, en cambio el Derecho tendió a proteger a su representante, considerándoles como clase privilegiada; y que abundan en los Nobiliarios de América, reales cédulas que otorgan armas y franquicias a los caciques y sus herederos.<br />Las rivalidades que existieron entre los criollos (mantuanos y blancos de estado llano) y los pardos, y que nunca negaron a constituir un verdadero odio colectivo, fueron secuela de la natural división de todo medio social Y no una característica del régimen colonial español. Tal es la posición en que debe colocarse el crítico de la Colonia para penetrar las modalidades sociales de entonces. Basta penetrar el sub-suelo histórico de todos los Estados antiguos y contemplar la organización de los pueblos modernos, para darnos fríamente cuenta de que, so color de ideas igualitarias se mueven en constante pugna distintos sectores formados por la evolución de los elementos heroicos, religioso, económico y cultural porque hasta la hora presente el hecho histórico ha estado representado por el imperio de la desigualdad. La igualdad solo ha sido la idea en pugna contra la persistencia del hecho, fundamentado en forma casi absoluta sobre circunstancias de notoria injusticia. Cada forma de cultura determina una peculiar superación de clases, que en su actualidad aparece como un avance en relación con las formas pasadas, y a cuyo favor militan irrefragables causas de orden orgánico y espiritual, capaces muchas veces de determinar una desigualdad mayor que la erigida por los sistemas antiguos. “Del campesino al barón feudal, la distancia intelectual era escasa; del obrero: al ingeniero, es inmensa y aumenta sin cesar”. Porque dichas distancias, lejos de ser un artificio social, descansan en Ia división del trabajo, que reclama distintas orientaciones en los miembros de la colectividad, potentes de crear luchas, no ya entre clases y gremios, sino también entre individuos de una misma clase, que porfían por llegar más presto a la hegemonía política, social o económica, norte de las humanas aspiraciones y causa de las perpetuas disidencia que alejan de una comprensión integral a los pueblos y a los hombres. Tan lógicas en su origen resultan dichas diferenciaciones, que aún la Demosofía las consagra en el conocido cantar que dice:<br />Hasta los palos del monte<br />tienen su separación:<br />de unos salen los Santos,<br />de otros sale el carbón.<br /><br />Pero no se entienda que las luchas sostenidas por las clases coloniales y su diferenciación histórica, fueran óbice para que se desarrollara el justo sentimiento igualitario de los criollos. Las Uniones de pardos y mantuanos y la legitimación de hijos habidos en mujeres de color, junto al generoso concepto cristiano de igualar y reparar, impuesto en fuerza de sentencias eclesiásticas que revivían la misma sorpresa de los romanos de los primeros siglos de la Iglesia ante el matrimonio de libertos con feminae clarissimae, contribuyeron de manera intensa a reducir las soluciones existentes en la continuidad del plasma social. El mismo español, en quien la proyección del credo religioso contribuía a borrar los prejuicios raciales, fué minando de raíz la estructura de clases, y saltando sobre las limpiezas», preparó la fusión de las razas. El propio rigor en la provisión de los cargos concejiles nacía disminuido a fines del siglo XVIII como resultado de estas justas nivelaciones, y hubo quienes se quejaron de que en el Cabildo de ciertas ciudades los pardos fueran mayor en número a los mantuanos. El Gobernador de Cumaná en 1784 ganó una Real Cédula para obligar al cabildo a dar una de las varas de Regidor a don Antonio Miguel sotillo; y el Rey, por la Cédula de Gracias al sacar franqueó a los pardos el ascenso social.<br />Si bien la clase privilegiada que arrancaba de los conquistadores pugnó por mantener su predominio frente a las clases de pardos y mestizos, muy luego hubo de luchar contra un nuevo factor, a sus ojos más peligroso: los españoles europeos que ocupaban los mejores cargos en la administración pública y a quienes miraban ellos por extranjeros.<br />Este es quizá el momento más significativo en la formación de la psiquis nacional. En él aparecen dispuestos a chocar en el futuro los representantes de la nueva nacionalidad, frente a los agentes del gobierno de la Península. Lo que el criollo había hecho en menoscabo de los intereses de las otras clases, y que sin ser sacrilegio, ni siquiera herejía, lo había llevado a robustecer su unidad coma factor social, sirve ahora para afirmar sus pretensiones contra quienes vienen a lucrar, para mañana irse, con la riqueza patria. Sin el movimiento ascendente de los criollos en la órbita social de la colonia el sentimiento de autonomía que desconoce en 19 de abril de 1810 la autoridad de Emparan, no habría llegado a madurar para la política republicana, por cuanto dicha clase, a fuer de privilegiada, pudo levantarse hasta ser broquel que defendiera las necesidades y aspiraciones de la Patria.<br />De su seno saldrán para constituir la República los hombres de 1810. Bolívar, supremo conductor de la patria en su lucha titánica por la independencia, ostentaba en su árbol genealógico los nombres de veinte conquistadores de Indias, cuya hidalguía, arrancaba de época anterior al privilegio concedido a los pobladores por la Cédula de 1573. La República misma ha reconocido de una manera oficial el prestigio del abolengo español de Simón Bolívar, y en recuerdo del Centésimo Quincuagésimo aniversario de su nacimiento hizo circular un timbre de correos exornado con las viejas armas de los Bolívar vascos-<br />Porque no fueron salteadores ni prófugos de galeras los hombres que sirvieron de raíz a la tan decantada y mal llamada nobleza criolla. Caballeros ejecutoriados y segundones sin fortuna engrosaron el pasaje de las naves de la conquista.“La iniciativa pública gobierno español y el cuidado con que seleccionaba a sus colonos dice un escritor norteamericano, contrasta de modo muy favorable con el oportunismo de ingleses y franceses, que colonizaban mediante acción fortuita y privada y enviaban los peores elementos de su población, crimínales y vagabundos, a poblar sus nuevos establecimientos de ultramar”, Los reinos de España menguaron, en cambio de hombres nobles, que eran atraídos por la conquista de Indias y los nobiliarios americanos tomaron su entronque en rancias prosapias de la Península.<br />A Venezuela no vinieron, es cierto, títulos ni nobles de primera clase. Hidalgos de estado llano constituyeron, amén de labradores y artesanos del común del pueblo, el grueso de las expediciones arribadas a nuestras playas. Acaso esta razón sirva, a través de un minucioso estudio de nuestro plasma colonial, para explicar por qué en nuestras criollos ganó tanto ámbito la idea separatista, mientras en Lima por ejemplo, y también en Guatemala y México (núcleos de verdadera aristocracia colonial), tropezó con una tenaz resistencia. Un diplomático peruano nos decía que: “La sociedad Limeña no perdonó a Bolívar que la hubiera independizado de un sistema donde se sentía muy bien”. El hidalgo, en cambio, que se había empinado entre nosotros hasta lucir venales títulos de nobleza, sintióse siempre minorada ante los representantes de la autoridad regia (tenidos por extraños que venían sólo a enriquecerse), y pugnó entonces por una, forma que Io convirtiese en el mismo “Estado”.<br />Al aposentarse en América, los conquistadores reclamaron sus privilegios de acuerdo con los fueros de la patria pretérita y a ellos; sumaron el título de fundadores de la nueva patria. Eran hombres con historia que venían a prolongar el imperativo de su raza frente a tribus unidas por “ombligo de bejuco” a la barbarie de la selva tropical. Si se constituyeron en clase superior, cumplían un mandato, que arrancaba del tiempo su legitimidad. Ellos sabían, como representantes de una cultura, que daban con sus actos comienzo a una historia nueva. Y cuando esta historia, que estriba en las acciones de los viejos conquistadores, hubo ampliado en el espacio sus indiscutibles privilegios y penetrado aún en los sectores inferiores, se empino sobre el tiempo y estructuro la personalidad maravillosa de: nuestros héroes.<br />Hemos dicho que cuánto va de Guaicaipuro al Libertador distan las historias de la Historia, y estamos en lo cierto. El héroe requiere una concreción de cultura social para afianzarse. La defensa de un bohío podrá constituir un alarde de temeridad y de resistencia orgánica pero nunca elevará al defensor a la dignidad heroica. Porque el héroe, para serlo en la acepción integral, debe obedecer en sus actos a un mandato situado más allá de Ias fuerzas instintivas su marco es el desinterés y no la ferocidad.<br />Alonso Andrea Ledesma, que sale, caballero en el cansado corcel de la conquista, con la sola ayuda de Ia lanza enmohecida y de la rodela que su brazo ya no puede sostener, en defensa de la ciudad contra el pirata que la asalta, se yergue entre los más antiguos héroes que han regado su sangre por mantener la integridad del suelo nacional; y cuando el concepto de la Patria total sustituya la fragmentaria noción que de ella, nos presentan las historias populares, en el monumento que perpetúe la memoria de sus fundadores, un nítido bajorrelieve habrán de mantener vivo el recuerdo de este héroe solitario.<br />Más no se entienda que nosotros reclamamos para la dignidad heroica la necesidad individual de una cultura, sólo nos referimos a que los actos del héroe deben polarizar un momento histórico en la curva social. Tan héroe es el Negro Primero cuando dice a Páez: “Mi General; vengo a decirle adiós, porque estoy muertos” como Sófocles, vencedor de los simienses, al mando de una flota que le ha sido confiada como recompensa por haber compuesto la Antígona. En ambos el brazo tajaba al mandato de un ideal de Patria, en ambos hablaba la historia de una cultura de ancho espacio.<br /><br /> SÉPTIMO TAPIZ<br />Aquí se pinta cómo los Obispos influyeron en la formación del medio social.<br />Del mismo modo como estuvieron separadas las Provincias que en 1777 entraron a formal la Gran Capitanía General de Venezuela, así lo estuvo la administración eclesiástica de ellas. Creado por Bula en 4 de junio de 1532 el Obispado de Coro, con jurisdicción en la Gobernación de Venezuela y en las islas de Curazao, Aruba y Bonaire (mantenida aún después de la ocupación holandesa), su Silla permaneció en la ciudad coriana hasta el año de 1637, en que fue oficialmente trasladada a la de Caracas, pues de hecho los Obispos, a partir del pontificado del Ilmo. Sr. Manzanillo, vivían de asiento en la cabecera de la Provincia. Su gobierno, ya separada de la Gobernación la ciudad de Maracaibo en 1676, continuó abarcando el distrito capitular de ésta, hasta en época del pontificado Ilmo. Señor Martí.<br />Las Provincias orientales de Margarita y Nueva. Andalucía formaron desde los desde los albores de la Conquista el Territorio llamado Anexos Ultramarinos del Obispado de Puerto Rico y a ellos fueron agregados en 1625 Guayana y Trinidad, que dependían anteriormente del Arzobispado de Santa Fe y no se piense que los señores Obispos de Puerto Rico gobernaban desde lejos, como el rey Agamenón, el vasto territorio de su Diócesis; muy por lo contrario, más de Ocho de ellos visitaron personalmente, los dilatados anexos de aquende el mar encomendados a su tutela espiritual: dieron reglas de gobierno, formaron constituciones, erigieron parroquias, visitaron las encomiendas, y cumplieron con celo y sacrificio los deberes inherentes a su ilustre principado. Por Bula de 20 de mayo de 1790 la Santidad de Pio VI creó con dichos, anexos el Obispado de Guayana Sufragáneo el Arzobispado de santo domingo.<br />El territorio de la antigua gobernación de Mérida, exclusive la ciudad de Maracaibo y su distrito, formó parte integrante del Arzobispado de santa fe, hasta la erección de la Diócesis de Mérida de Maracaibo por Bula de 16 de febrero de 1778, con jurisdicción además sobre la ciudad de Pamplona en el virreinato y de las de Maracaibo, Coro y Trujillo, que dependían del Gobierno eclesiástico de Venezuela. La nueva Diócesis quedó como sufragánea de la metropolitana de Santa Fe.<br />Como consecuencia de la toma por los franceses de la ciudad de Santo Domingo, de cuyo Arzobispado eran sufragáneas las diócesis de Venezuela y de Guayana, se erigió por Bula de 24 de noviembre de 1803, el Arzobispado de Caracas y Venezuela, con jurisdicción metropolitana sobre Guayana y Mérida.<br />Estas las líneas generales que determinan el movimiento de las fronteras eclesiásticas de la Patria durante la época colonial Aquellos Obispados fueron como centros de difusión de la cultura nueva. Guardianes de la fe y del derecho de la familia y portaestandartes de un orden espiritual de horizontes eternos, los Obispos realizaron una labor de trascendencia ilimitada.<br />Junto a las autoridades civiles y militares que representaban en la colonia la potestad del Rey, y en cuyas manos descansaba en gobierno de los pueblos, ellos se alzaron como personeros de una jerarquía que, al par de la iglesia, las ciencias y las letras tenían su legítima expresión. Ellos fueron como los legítimos legados de la cultura que arraigaba, para larga cosecha, en tierras patrias. Además de su labor como verdaderos moderadores de las costumbres, en un medio donde la anarquía medraba donde el soplo violento de personalismos exclusivistas, fueron ellos también el amparo de las letras, cuya dirección aun no habían tomado las autoridades seculares. Junto a las empresas de piedad y de ascética, los hospitales ganaron cuerpo por su iniciativa evangélica, y aun empresas no ya civiles sino castrenses, recibieron el calor de su empeño civilizador: González de Acuña, ilustre entre los mayores Obispos que han ocupado la silla caraqueña, no se limitó a proveer de agua a las ciudades de Caracas y Trujillo y de Hospital a esta última, sino que se extendió la munificencia de sus recursos hasta los fuertes que en la Guaira y en la Isla de los Zaparas se fundaban para contener el ataque de los bucaneros. Agreda empezó por ser maestro de Gramática, cuando la conquista aún vallaba con espadas y flechas los agrios caminos de la patria: el señor Martí dejará fundadas escuelas a su paso a través de la provincia de Venezuela, y Fray Manuel Cándido Torrijos, segundo Obispo de Mérida, se presentará a su Diócesis con treinta mil volúmenes y un rico gabinete de Física.<br />Y con los Obispos la Iglesia toda, representada por los Vicarios y los Curas, y por las egregias comunidades constituidas en baluarte de la cultura durante nuestro criollo medievalismo<br />Unos y otros riegan en el ambiente de la época la semilla de las artes y las letras: al calor de sus manos el barroco se transforma en la fachada de los templos y en los místicos retablos: bajo su dirección el pueblo educa el gusto por el arte musical. Unos y otros. Sirven de contrapeso a los abusos de las autoridades y remedian con la persuasión y el castigo oportunos las costumbres de grandes y pequeños.<br />En pleno ejercicio de sus altas funciones jerárquicas, los Obispos asumieron la súper vigilancia del medio social y sus decisiones se cumplieron aun contra la voluntad de los empleados seculares y sin temor al real recurso de las fuerzas. Su autoridad era semejante a la de los inflexibles Obispos feudales. “Sin auxilio real, ni haberlo pedido», rezan los documentos de la época, fue cumplida la pena impuesta a doña Xímena Navarro, por el Ilmo. señor Tovar, y la cual consistió en 200 azotes, clausura perpetua o destierro, nota de infamia y perdimiento de la mitad de sus bienes”, por habérsele comprobado el infame delito de incesto y adulterio; y de igual modo se cumplió la que el mismo Prelado hizo8 caer sobre doña Elvira Campos, desvergonzada madre y encubridora de doña Xímena, castigada también en las calles públicas can la pena de azotes y coraza, por el propio Obispo Tovar, ayudado de sus Ministros eclesiásticos, mientras las campanas de la ciudad anunciaban con tétrico tañido, la excomunión mayor.<br />Este episcopologio tripartito, cuyos anales son en parte comunes con la Historia del Nuevo Reino y de la Isla Borinqueña, encierra el nombre de los grandes civilizadores de la patria colonial se recuerda por la unilateralidad de nuestras historias populares, los nombres egregios de los Ilmos. Señores Gonzalo de Angulo, González de Acuña, Baños y Sotomayor, Escalona y Calatayud, Mariano Martí y otros muchos que dieron prestigio a la silla de Caracas, justo es que memoremos entre tantos beneméritos apóstoles. Al Ilmo. Señor Fray Pedro de la Concepción Urtiaga, Obispo de Puerto Rico, trasladado en 1712 a la Tierra Firme en larga y recuda visita pastoral; y sobre todos, a don Fernando Arias Ugarte, prelado de los más ilustres entre los que ocuparon el Arzobispado de Santa Fe, y quien “pasando muchos ríos periculis fluminum, y malos caminos” recorrió con copia de bendecíos los territorios orientales y occidentales que entraban en su jurisdicción arquidiocesana,<br />Un monumento histórico que es hoy del dominio público, la visita de Ilmo. Señor "Mariano Martí, Obispo de Venezuela desde 1770 hasta 1792, sirve para mostrar lo que significaban aquellas lentas jornadas episcopales a través del territorio de la Patria. Sin detenerse en sólo el cumplimiento de sus impretermitibles funciones a divinis, abordaban todos los asuntos que se referían a administración de justicia, género de vida y costumbres de los seglares, enseñanza, hospitales, organización civil, trato de los indígenas, conducta de los señores con los esclavos, y demás pormenores que reclamaban su alta intervención: de autoridad o persuasiva.<br />Ellos eran como el símbolo primario de la cultura que se espaciaba a su propio influjo. Velaban en primer término por Ia integridad del sacerdocio, proclive a la molicie y a sus vicios en países nuevos y sin reacción social, y con la espada de la palabra rompían las ataduras que enlazaban a los clérigos con el mundo del pecado. González de Acuña, movido de extremado celo pastoral, declaró en el momento de expirar que no había tenido intención plena de conferir órdenes a personas de ellas no acreedoras, y los Sacerdotes por él creados hubieron de recibir del nuevo Obispo la confirmación del Ministerio. Armados del recurso terrorífico de las excomuniones, imponían el respeto reclamado por las costumbres, y ante su tremenda proximidad se componían los matrimonios y cambiaban de vecindario los concubinos, El Obispo don Mariano Martí, cuando visitó la ciudad de Trujillo, conminó con públicas censuras al Alcalde don Sancho Antonio Briceño, por mantener relaciones ilícitas en menos cabo de la santidad del matrimonio, e hizo que la cómplice traspusiese los límites de la Gobernación.<br />Mientras los capitanes conquistando la tierra; las autoridades refrenando la anarquía colonial, realizaban los hechos que la historia recoge como expresión de la cultura que se distendía en el nuevo marco geográfico, los Obispos concretaban el símbolo que, Sobre aquellos hechos, se erguía como ornamentación espiritual para el futuro Ambas autoridades, civil y eclesiástica, armonizaban en Su misión de abrir horizontes a la Historia. Eran como el consorcio de la palabra y de los hechos. Res et verba. Aquéllos con la espada y el bastón de mando, éstos con el báculo y la estola, conjuntaban en sus obras el ideal de integración que los emperadores carolingios resumieron en su persona, al recibir, con la corona del Sacro Imperio, la dignidad de diáconos. Bolívar sintetizará en forma breve y rotunda la significación cultural de esta dúplice labor, al indicar como consejo de hábil política que “la unión del incensario con la espada de la ley es la verdadera arca de la alianza”.<br />Sin embargo, no se entienda que el paralelismo de la obra cultural realizada por ambos poderes fuera parte a evitar .las desavenencias jurisdiccionales entre Obispos y Gobernadores. Tan caldeado de disputas se hallaba el ambiente caraqueño con motivo de las competencias entre el Obispo Fray :Mauro de Tovar y los representantes del poder civil, que el nuevo Obispo Fray Alonso Briceño, temeroso de no componer las paces, prefirió gobernar la Diócesis desde la ciudad de Trujillo, sin haber ocupado nunca el solio de su Catedral de Santiago, y entregado, para distraer sus ocios, ora a la corrección de sus obras teológicas, ora al peligroso ejercicio de la caza, y no se entienda que fué el señor Tovar, de cuya figura se ha hecho una manera de energúmeno, el solo que riñese con las autoridades civiles. Serias controversias sostuvieron con las autoridades seculares los Obispos Bohórquez y Ángulo, y a pesar del espléndido recibimiento que el Gobernador y los Alcaldes hicieron al señor González de Acuña, luego el prelado entró en desavenencia con el Gobernador, por la pésima costumbre que tenia éste de reunir en su casa a los clérigos para entregarse al juego de naipes, desavenencia que llevó al Obispo a recabar del Rey un remedio eficaz contra hábito tan poco cónsono con las funciones sacerdotales.<br />Pero donde aparece agigantada la obra civilizadora de los Obispos y de la Iglesia en general, es en el estudio de la marcha de la Instrucción colonial, materia de suyo adherida a los fines educadores de la Iglesia y Que reclama para su mejor comprensión pintura aparte. Al hacerla, veremos cuánto se abultan en la perspectiva histórica las egregias figuras de estos grandes cultores de pueblos, de manos propicias a consagrar el óleo de los sacramentos y el óleo que arde perennemente en los altares de las Ciencias y las Artes,<br />No fue Venezuela afortunada para darse sus propios Obispos. Apenas obtuvieron dignidad de regirla durante la Colonia cuatro sacerdotes nativos: el caraqueño don Marcos de Sobremonte, hecho Obispo de Puerto Rico en 1677, y quien en visita pastoral falleció en la ciudad de Cumaná en 1681; los Ilmos. Sres Fernando Pérez Lozano y José Martínez de Porras, Obispos también de Puerto Rico; y el Ilmo. Señor don Francisco de Ibarra, antiguo Rector de la Real y Pontificia Universidad de Caracas, creado Obispo de Guayana en 1790 y después primer Arzobispo de Caracas y Venezuela, Sin embargo, caraqueños fueron el Ilmo. Sr. don José Mixares de Solórzano, Obispo de santa Marta en 1739, el Ilmo. Sr. don Juan de Arechederra, Obispo de Filipinas en 1746 y Gobernador también de aquel archipiélago, el Ilmo. Sr. Manuel de Sosa Betancourth, Obispo de Cartagena de Indias; de Capacho del Táchira era natural el Ilmo. Sr. don Gregorio Jaimes y Pastrana, Obispo también de Santa Marta, y oriundo de Maracaibo el Ilmo. Sr. don Gregario Francisco de Campos, Obispo de la paz de Bolivia. Pero a pesar de no tener con la tierra vínculos de nacimiento, en tal forma obraron los Obispos, muchos de ellos nativos de las Indias, como si hubiesen estado de antiguo atados a los destinos de la patria. Alejados de toda raigambre territorial, por lo ecuménico e intemporal de la misión encomendada al sacerdote, cada nueva tierra puesta bajo su vigilancia de pastor, es a la mirada de los Obispos coma una parcela del gran Reino de Cristo; y en aquellos tiempos coloniales era además una Provincia deI gran imperio de España, al que estaban unidos como súbditos civiles. Menos extraños que los Gobernadores, se asieron tan fuertemente alas destinos de los pueblos como los propios naturales, y velaron por el progreso de las instituciones y por el desarrollo de la obra civilizadora confiada a su prudencia, con tal constancia y con celo tanto, que aún reclaman para su memoria esclarecida el tributo de la gratitud de la Nación.<br />Contemplando la labor de los Obispos coloniales desde su posición católico-romana, necesario es que nos detengamos en una circunstancia de invalorable significado para el porvenir religioso da los pueblos de América. Concedido a los Reyes de España, a título personal, el Patronato sobre las Iglesias de indias, y alentadas las pretensiones de la Corona por las teorías regalistas en boga, el Consejo de Indias llegó a ser un forzoso intermediario entre los Obispo y la Sede Romana. El papa y su autoridad se proyectaban en América a través del Consejo: las comunicaciones de los prelados para el Romano Pontífice eran tamizadas en la Asamblea indiana. Diríase que la palabra de Roma, aunque siempre pura y sin torcidos medros, llegaba sólo a nuestros pueblos como un contra-eco de Madrid, y las Cédulas de ruego y encargo dirigidas a los cabildos eclesiásticos, permitieron que algunos Obispos ejercieran jurisdicción sin el ascenso pontificio. Pero a pesar de esta ausencia de comunicaciones directas, las Iglesias se sentían tan íntimamente unidas a la Silla de san Pedro, que roto con la independencia política el vínculo del Patronato regio, lejos de ocurrir el más leve síntoma de escisión y aunque el Libertador hubiera echado mano al viejo expediente de las elecciones medievales en el caso desesperado de la Diócesis de Guayana, tanto las autoridades eclesiásticas, muchas tocadas de regalismo y aun de jansenismo, como los representantes de la política secular, liberales Y liberalizantes, ocurrieron al unísono cerca del Romano Pontífice en busca de Ia fórmula que definiera la futura situación de las Iglesias de América, esto hecho Y realizado con acierto; pese a la actitud del pontificado contra los principios de la independencia. Colombia misma, cuando se declaró en ejercicio del viejo y caduco derecho patronal, puso en la propia ley que lo reglamenta la necesidad de recabar la aprobación pontificia. Maravilloso ejemplo de lo que fue la egregia misión de aquellos Obispos autónomos Y solitarios, que nunca vieron en sus Diócesis representantes especiales de la persona de los Papas: maravilloso ejemplo de disciplina y. catolicidad, que aún mantiene Y mantendrá estrechamente unidas las Iglesias americanas la legítima autoridad del supremo Pastor instituido por Cristo para ser por siempre Siervo de los Siervos de Dios.<br /><br /> OCTAVO TAPIZ<br />Aquí se pinta cómo los corsarios contribuyeron indirectamente a la formación del espíritu de la nacionalidad.<br />SI la hoja de acero tuviese la facultad de hablar, qué diatribas oiríamos contra la dureza del martillo; y. nadie seria Osado a llegarle el pleno derecho de quejarse de los frecuentes golpe recibidos, sobre el yunque. Que después la hoja informe se convierta en tajante espada, es milagro que el mismo martillo no podría explicar, pues el acero reclamará para la nobleza de su temple los prestigios de tal transformación. La virtud del martillo en el caso de nuestra evolución colonial, la podrían invocar Inglaterra, Holanda y Francia por titulas suficientes para ser tenidas como educadoras dé nuestros. Sentimientos de cooperación colectiva. Bien que la escuela fuera dura; ellas lograron, a pesar de todo, el mérito de haber obligado a los colonos y a los Gobiernos de las Provincias, a sumar sus energías defensivas y a estar vigilantes en la guarda de los intereses comunes.<br />Sin las naves que aquellas nobles; potencias protegían y enviaban para asolar las costas de Ia América Española, hubiera, carecido estos Pueblos de oportunidad para estrechar sus fuerzas y para. Medir sus recursos bélicos. Este mérito, aunque parecido al del pertinente ladrón que obliga al padre de familia a visitar a la media noche dormitorio de sus pequeños hijos, nadie intentará negarlo a los Corsarios, piratas y bucaneros, tres modalidades de un mismo ente feroz, que mantuvieron en continua zozobra a las autoridades coloniales. Venían ellos a robar, pero los colonos se dieron cuenta de que poseían tesoros, envidiables, y los defendieron contra la Codicia extranjera.<br />En medio de la aparente paz de la Colonia, la Proximidad bucanero fué como un continuo alerta que sabia recordar a los pueblos aislados de unirse para confrontar los peligros, del enemigo común. Cada ciudad, en las distintas. Gobernaciones, movía en un radio estrecho de exclusivismos. Si en verdad nuestro sistema colonia no fué un régimen feudal de señores, sí rué un feudalismo de ciudades. Nuestros antecesores criollos no poseyeron suficiente fuerza para constituirse en individualidades absolutas coma los señores de la alta Edad Media, pero en cambió la pluralidad de los individuos supo conjuntarse en la unidad ciudadana o regional, de tendencias exclusivistas y solitarias. La ciudad rué como un verdadero castillo feudal y el Cabildo la torre del homenaje del castillo. No había, claro que no, un feudalismo puro, pero al menos existió un feudalismo barroco, génesis de futuros caudillismo, y el cual rué suficiente para mantener enhiestas las líneas de las ciudades, que pretendían bastarse a sí mismas. El arrancaba, con caracteres de sangre, de los propios fundadores, cuya descendencia gozaba del privilegio de la administración comunal, en forma a veces nepótica.<br />Como la política colonial se diluía en este laberinto de emulaciones localistas, era requerida una fuerza que galvanizara la conciencia de los pueblos. Y quién habría de creer que durante los siglos XVI y XVII los piratas se convirtiesen en medio idóneos de educación cívica. ¡Vaya si lo fueron! A los méritos anteriormente invocados en las probanzas, se agregó entonces el de haber concurrido el interesado al desbarate de un corsario, haber mantenido a. su costa y mención soldados para tal fin o enviado bizcocho y vino para el sustento de la tropa. Si antes se había servido la República en la fundación de ciudades y en el sometimiento de los indios rebeldes, ahora es titulo de mayor benemerencia defender la integridad del suelo patrio.<br />Y la lucha en verdad no era sino un eco de las luchas exteriores sostenidas por la Madre Patria contra sus enemigas, Ias potencias europeas. Más que defensa de la propiedad individual, ellas construyeron una defensa de la integridad nacional. Las paces de los Reyes detenían un tanto el ataque de las naves, por cuanto sus rivalidades eran el viento huracanado que hinchaba las velas de los buques sin ley.<br />A tiempo que Francisco l se negaba a reconocer la partición del Océano hecho entre España y Portugal, por desconocer la “clausula del testamento de Adán en la que se me excluye (decía el Rey) de la repartición del orbe”, ya los barcos franceses infestaban las islas antillanas y la Corona había enviado carabelas que las defendiesen de los ladrones gálicos. So Color de libertad de comercio, el Rey de Francia expidió las primeras patentes de corso y autorizó a los capitanes y armadores para que atacasen españoles y portugueses. Era como la revancha contra la amenaza que para dicho país representaba el esplendor de España con su vasto imperio ultramarino.<br />Aquellas naciones que censuraban de los Reyes Católicos la sed de oro y la Política que ponían en juego para lucrar con las minas; no paraban mientes en abordar las naves españolas que, lastradas con el fruto del trabajo minero ponían rumbo a los Puertos de la Metrópoli. Calificaban de Crimen la explotación del rico mineral en el fondo de la tierra, pero no apropiárselo violentamente cuando estaba ya fundido. “Los países qué reprochaban acremente a los españoles su crueldad, Su codicia y su abandono de toda actividad útil para hacerse mineros -dice Carlos Pereyra-.Empleaban un número mayor de hombres en robar los métales, preciosos fundidos y acuñados Por España, que ésta en extraerlos y beneficiarlos”<br />Mientras la Madre Patria, realizando el más generoso plan de colonización que jamás ha puesto un estado civilizado al servicio de naciones bárbaras, destruía por imprevisión sus Propios recursos interiores, los colonos de la Nueva Inglaterra limitaban su obra una tímida expansión que, sin la heroicidad legendaria de los conquistadores españoles, realizó actos de suprema barbarie. Cuando en lo América Española Ya florecían universidades y seminarios, en la del Norte no habían podido establecer un asiento los inmigrantes sajones; y sube de Punto la admiración al considerar que el pueblo de San Agustín en la Florida, fundado por Conquistadores", españoles en 1565 y el más antiguo de la Unión, antecedió en cuarenta años al establecimiento de la primera colonia inglesa en Virginia. Si España dilató sus dominios a punto del no poder defenderlos, lo hizo por una política contraria: a la lentitud y timidez de la expansión sajona, opuso una audaz y temeraria penetración que en breve tiempo le dio por suyas las más ricas posiciones del Nuevo Mundo.<br />Para Equilibrar las consecuencias de tan distintos planes de conquista y hacer que pasaran a las potencias que obraban lo mismo que Inglaterra (Holanda y Francia) los territorios sometidos a la Corona de Castilla hubieron aquellas de valerse de una apropiación indebida, para la cual ninguna eran tan adecuadas como las armas que cobijaba la bandera sin código de los piratas y bucaneros: Jamaica, Granada, Tobago, la tortuga, Curazao, Aruba, Bonaire, testimonian entre otros territorios los resultados de la nueva política antiespañola. En aquellas luchas si cabe la definición que de la guerra dio Voltaire: Dans touts les guerres il ne s´agit que de voler. ¡Y de qué manera!<br />El corsario, nueva faz del moro secular, amedrentaba a los colonos y los unía para la común defensa de los puertos de Ia patria y decimos nuevo moro, porque si aquél amenazó con la luz enfermiza de la Media Luna la totalidad religiosa de la península, piratas y bucaneros fueron también como brazos en la lucha de, Inglaterra contra Ia catolicidad española. Los hugonotes vengaron en América la religiosidad España, y defensores de La Rochela saciaron su odio anticatólico en el incendio de templos de Indias. Cromwell y la política éste sucedánea habían heredado de los “puritanos de la época isabelina el tradicional aborrecimiento de España, como baluarte de Roma”, según observa Haring, y los capitanes que Incendiaban y. robaban, medraban justicia para sus empresas criminales al amparo de la doctrina corriente en la corte .de San Jaime, de que “los españoles como víctimas infelices de Roma, tenían bien merecido que se les robase y matase, si no se dejaban robar”. Chesterton, a pesar de enaltecer el carácter-pintoresco de los piratas ingleses termina por Llamarlos “la plaga del imperio español en el Nuevo mundo, rescatadores, según otros, para la Corona británica, de da herencia de los Santos”.<br />Nada contribuyó tanto como la acción destructora de los corsarios, para detener el progreso material de los pueblos españoles de América y el desarrollo de su curva cultural. Aun antes de 1555, añade la venida a Margarita y Borburata del corsario francés Jacques Sores (apellidado Soria por Castellanos), y quien se llevó le este último puerto hasta la “marca con que se suele marcar el oro de chafalonía”, según decían los Oficiales Reales, ya los piratas infestaban nuestras costas y sembraban la inquietud en la naciente colonia. Las ensenadas de Cubagua se vieron desde los primeros años de la explotación de la perla, visitadas, por audaces navegantes franceses y holandeses. En 1565 John Hawkins, fervoroso puritano., recorrió la Margarita y las costas de Cumaná y dio por fin fondo en Borburata, donde desembarcó fuerzas y amenazó incendiar la ciudad si los vecinos no entraban en tratos con su gente, temor que obligó al Gobernador Bernaldes a permitir que el pirata vendiese su oscura mercancía.de esclavos. Las huellas del inglés fueron rastreadas en seguida, con semejantes resultados, por el francés Jean de Bon Temps, quien en 1559 reapareció en la Margarita con ocho o diez navíos, y por los piratas de igual nacionalidad Dors y Pierre de la Barca; y poco tiempo después por Nicolás Valier, quien al mando corsarios franceses y escoceses, asaltó y saqueó en 8 de septiembre de 1567 la indefensa ciudad de Coro, y para que no fuese apresado el señor Obispo, rué sacado en hombros. Más tarde escribía el Ilmo. Sr. Agreda: “Me robaron todo cuanto tenía, y así mismo fue robada la hacienda de la Iglesia, cometiendo los dichos luteranos como herejes muchos feos casos, haciendo pedazos las imágenes y crucifijos y quebrando los retablos a arcabuzazos y vituperando las cosas sagradas, y las bulas de mi consagración y libros de santa doctrina todos hicieron pedazos y con tijeras los cortaron”.<br />Antes de ser tomada la ciudad de Caracas por el pirata inglés Amias Presten, del convoy de la primera expedición de Walter Raleigh, las costas de la Provincia eran objeto de frecuentes asaltos de los corsarios, entre quienes se recuerda a un tal Juan Rodríguez “mal corsario”, amenazando a los bajeles que conducían el real tesoro a Cartagena.<br />En 1593, en la noche del sábado 22 de mayo, surgió en el puerto de Pampatar una armada inglesa compuesta de “tres navíos gruesos y cinco lanchas o barcos”, al mando del “General Juan Brigos y de Bur” (¿Este y el Juan Rodríguez citado arriba no serán el pirata Namburg?) El lunes siguiente desembarcaron hasta cuatrocientos mosqueteros con ánimo de apoderarse del poblado. Era Gobernador de Ia isla don Juan sarmiento de Villandrando, quien sin mayores recursos y con sola su mucha presencia de ánimo, organizó en unión del Capitán Felipe de Linares y Torrellas un ardid para .arrojar a Ios piratas, y a los gritos de “Santiago y a ellos”, en medio de la alarma de cajas y trompetas, jinetes en buenos y briosos caballos, las gentes españolas reducido número, pusieron a la huida a los piratas, dejando muchos ingleses muertos por el camino y el campo.<br />Preston y el Capitán Sommers, en 1595, con cinco embarcaciones, fondearon en la isla de Coche, donde hicieron cautivos algunos españoles y negros. Después arribaron a Cumana, cuyos habitantes hubieron de satisfacer un rescate para librar de las llamas a la ciudad; y de allí gobernaron los piratas hacia la costa de caracas. Desembarcaron por Macuto y tomando una vereda antigua, llegaron directamente el día 29 de mayo a Santiago de León, ciudad, que apenas les presentó una pequeña resistencia. “Entre los que salieron fue uno, de ellos el capitán Alonso Andrea (de Ledesma). el cual aunque Por su grande edad debía ser jubilado de la guerra. Pero como la ocasión eran tan honrada salió, al campo con sus armas y caballo y escaramuzando con el enemigo fue muerto de un mosquetazo y acabo y murió en el Real servicio”, “con lástima y sentimiento aun de los mismos corsarios, escribe Oviedo y Baños, que por honrar el cadáver lo llevaron consigo a la ciudad para darle sepultura, como lo hicieron, usando de todas aquellas ceremonias que suele acostumbrar la milicia para engrandecer Con ostentación las exequias de sus cabos”, y, como en los funerales de Palente, detrás del fúnebre cortejo debió mirarse, sin jaez, dando relinchas lastimeros y con la cara húmeda de lágrimas, el viejo corcel que había acompañado al indomable conquistador en sus largas y heroica jornadas a través del suelo patrio. La galantería de Preston para el cadáver del valerosa Ledesma, no fue parte a librar la ciudad de las llamas de los: piratas, quienes al verla en cenizas bajaron al mar y enrumbaron las naves hacia el poniente, en pos de la ciudad de Coro. Después de doblegar las avanzadas de los corianos, los invasores tomaron a saca la ciudad y la entregaron a la acción devastadora del fuego. Aun., que Preston intentaba penetrar al Lago de Maracaibo, Se vio obligado a volver proas hacia el levante en busca de Sommers; forzado por una tempestad a meterse mar adentro.<br />Alrededor de 1540 los holandeses iniciaron la explotación de las salinas de Araya, en Cuya granjería se mantuvieron hasta principios del siglo XVII, cuando el Gobierno español, dispuesto a hacer respetar el señorío que le tocaba en aquellas regiones Orientales, en., vio a ellas una expedición de guerra que practicase el desalojo de los invasores. En 1606 llegaron a Araya dieciocho naves españolas, que redujeron a prisión a los holandeses, muchos de los cuales fueron elevados ahí mismo a Ia horca, mientras los demás eran remitidos al presidio de Cartagena. Pero repitiéndose las entradas de los enemigos, el gobierno fué forzado en 1622 a levantar una fortaleza en aquel sitio, obra en que fueron invertidos más de un millón de Pesos por la Corona de España.<br />En 1620 los mismos holandeses se apoderaron de la isla de Margarita, cuyo., fuertes destruyeron; en 1622 atacaron el puerto de la Guaira capitaneados por el pirata Balduino Henríquez pero fueron rechazados por los criollos al mando del capitán francisco Sarria; y más tarde, en 1628, un convoy de la armada general de Holanda al mando de Peter Petersen Ahien, dominó el mar Caribe y tomo posesión de la isleta de Tortuga, cuyas salinas se dieron aquellos a explotar. El Gobernador Núñez Meleán, por caer dicha isla en la jurisdicción de la Provincia de Venezuela dispuso el envió de gente que practicase el desalojo. “Envié, dice el Gobernador, al capitán Benito Arias Montano por capitán y acabo de cuarenta soldados, y ciento diez y siete indios flechero para que hechase-, de dicha Isla prendiesen o matasen los dichos enemigos y fue en su compañía. El dicho Pedro de Lloverá atañes cerca de su persona y tubo tan buen efecto habiendo hallado las dichas urcas las fundieron y mataron algunos de los dichos enemigos Los cuales con los demás prisioneros fueron traídos al puerto de la Guaira oeste ciudad en que se consiguió loable victoria y el dicho capitán Pedro de Lloverá Otoñes mostro su mucho valor y animo. I después lo envié con una lancha y dos Piraguas con soldados e Indios y sus armas, a dicha isla a desbaratar Rosar y quemar los muelles y demás artificios que los enemigos tenían hecho para la toma de esta.-sal”.<br />Como resultado de las luchas entre España y Holanda, ésta logro al fin posesionarse en 1634 de la Isla de Curazao, no sin tener que pelear antes los corsarios con las fuerzas organizase defensa de aquel territorio por el Gobernador Núñez Meleán. Dicha Isla, Jo mismo que Bonaire y Aruba desde el siglo anterior, cuando las gobernaba Lázaro Bejarano, sucesor de Ampíes en el titulo de dos vidas que sobre ellas le rué concedido, eran visitadas de continuo, para en ellas avituallarse, por corsarios franceses y holandeses, .a quienes alentaba tanto el descuido del Gobernador como la abundancia de ganados que Ies Ofrecían. En 1641 el General Fernández de Fuenmayor hizo desalojar los corsarios de la Isla de Bonaire, pero Juego ésta cayó definitivamente en poder de Holanda.<br />Apenas se inició la conquista de Guayana, los holandeses celebraron alianza con los indios para impedir la marcha de la Colonia, y penetrando en el territorio, llegaron hasta edificar fuertes que protegiesen el paso de sus buques. Por su parte los ingleses, ya sin temor ninguno al poder naval de Felipe II, enviaron una expedición al mando de Robert Dudley, la cual llegó en 1595 a la Trinidad y tomó posesión de la isla en nombre del Rey de Inglaterra. Dudley ordenó una entrada al Orinoco, Con cuyos indios tuvo tratos. Alejada la expedición de Trinidad, apareció en sus aguas otra al mando de Walter Raleigh, quien tomó posesión-de san José de Oruña y redujo a prisión al Gobernador Berrío. Raleigh hizo construir algunos barcos ligeros y remontó el Orinoco, hasta el Caroní. Luego regresó a Inglaterra con muestras de rico cuarzo, que despertaran la ambición de la Corte de San Jaime por la conquista del “hombre dorado”.<br />Al tener noticias de los sucesos de Guayana, Francisco de Vides, Gobernador de Ia Nueva Andalucía, despachó en defensa de la Trinidad una fuerza que logró al Inglés Sparrey, dejado por Raleigh en aquella Isla.<br />La corte inglesa, entusiasmada por las noticias que de Guayara nevó Raleigh, le otorgó patente en 1616 para organizar otra poderosa expedición con que viniese nuevamente a reconocer las tierras y a buscar articulas y producciones útiles para el comercio. En 1517 salió el pirata de Londres con siete buques y cuatrocientos treinta hombres, a los cuales se incorporaron en Plymouth siete na.es más, y quinientos hombres bien armados. Llegaron a Guayana en diciembre de dicho año y después de dura resistencia que le presentaron Ios habitantes de Santo Tomé, y en la cual se distinguió con Líneas de ejemplar heroísmo, entre la gente del malogrado Gobernador Palomeque de Acuña, la varonil encomendera doña, Isabel de Alcalá, quedó la ciudad en poder de Keymis, enviado desde Trinidad por Raleigh al descubrimiento de las minas. Aquél se dedico durante varios días a Ia búsqueda de los deseados. Minerales, y fracasado en sus propósitos, regresó a Ia Isla, donde siendo mal recibido por el Almirante, se quitó la vida. En esta expedición los ingleses!:l perdieron numeroso contingente armado, y a los capitanes Raleigh, sobrino de Sir Walter, Cosmes y Harrington. Defraudadas las esperanzas de los expedicionarios, regresaron a Inglaterra donde, para satisfacer los reclamos de España, fué Raleigh sometido a juicio y ejecutada la pena de muerte a que antes había sido sentenciado por sus crímenes.<br />Como lo hizo en la oportunidad anterior el Gobernador de Cumaná, .en ésta el de Venezuela se apresuró a enviar suficiente gente a Ia defensa de Guayana, al mando del Capitán Bernardo de Brea.<br />En 1629 llegó a Santo Tomé una expedición enviada por la Compañía de las Indias Occidentales, compuesta de nueve navíos tripulados por ingleses y holandeses: a su presencia los criollos, considerándose impotentes para resistirla, se retiraron a los campos, después de haber quemado la ciudad, En 1637, reedificada ésta, volvieron los holandeses, quienes la saquearon y arruinaron en tal terma que no quedó ni paño para amortajar a los difuntos. ¡Hasta con el Santísimo Sacramento cargaron, como botín de guerra, aquellos herejes luteranos!.<br />En 1640 fue nuevamente atacada la ciudad por los holandeses que, apoyados por los fieros caribes, presidiaban de continuo en las bocas del río Orinoco; y en 1664 los ingleses la volvieron a saco y a entregarla a las llamas.<br />Mientras los holandeses procuraban consolidar sus posiciones fraudulentas en el Orinoco, luchaban también en las aguas Caribe por hallar sitios propicios para su comercio clandestino. No satisfechos con sus ataques a Curasao y demás islas, intentaron armarse en las salinas del Unare y Cumaná Con este fin hicieron construir un fuerte de madera en Curazao y lo trasportaran a las bocas de dicho río, pero cuando más seguros se creían en su llamada posición, don Juan de Orpín, Gobernador de la Provincia de los Cumanagotos, los acometió con tal destreza y tanto empuje, que los hizo abandonar definitivamente sus pretensiones de asentarse en Tierra Firme. Pone Rojas estos sucesos en 1640, pero según relación que existe en el Archivo General, se efectuaron en agosto de 1633.<br />El año de 1642 fue amenazada la Guaira por una escuadra de pie ratas ingleses, Ia cual hubo de retirarse, con grandes pérdidas, ante la heroica resistencia que le opuso el Gobernador don Ruy Fernández de Fuenmayor, a cuyo lado, según escribe Sucre, “se vió el Obispo don Fray Mauro de Tovar, quien trocando la mitra por el casco, a Ia cabeza de toda la clerecía, en mulas y machos, a su costa y minción con armas y provisiones, y bastante número de hombres de servicio, iba a ponerse a las órdenes de su constante contendor, deponiendo ante el peligro de invasión extranjera, toda vieja rencilla”.<br />Por 1659 el Capitán Cristóbal Myngs, con tres fragatas y obra .de trescientos hombres, fue enviado desde Jamaica a pillar la costa de Tierra Firme. Empezó por destruir a Cumaná, ocupada cuatro .años antes, con pérdida de pus vecinos principales, por un pirata .francés; de paso tocó en Puerto Cabello y por fin fue a parar en Coro, donde robó, después de desalojar a sus pobladores, veinte y nos arcas del Real Tesoro, cada una de las cuales contenía cuatrocientas libras de plata.<br />En octubre de 1641 fué teatro el Lago de Maracaibo de la codicia y crueldad de piratas hola.'1deses al mando de Enrique Gerard. Al año siguiente, el 23 de diciembre, ancló en la bahía de Maracaibo el pirata William Jackson, al mando de once bajeles de alto bordo y en cumplimiento de alta comisión emanada de Sir Robert Rich, Conde de Warwick. Desembarcó mil hombres que tomaron a saco la ciudad; mas, gracias a un rescate de diez mil ochocientas peluconas que los vecinos alcanzaron a reunir, pudo evitarse el incendio. El corsario enrumbó entonces hacia Gibraltar, en el Nuevo Reino de Granada, donde llegó el 1° de febrero de 1643 para ser repelido por las. .fuerzas que comandaba el Gobernador y Capitán General de Mérida, don Félix Fernández de Guzmán Al regresar el pirata, del fondo del lago el General Ruy Fernández de Fuenmayor, Gobernador y Capitán General de Venezuela, que se hallaba en Maracaibo, intentó atacarlo, pero sin éxito, por carecer de recursos suficientes.<br />Un poco antes de 1667, según parece desprenderse de la acomodación de distintos datos, el filibustero y gentilhombre francés Montbars el Exterminador, en quince bajeles y acompañado de novecientos sesenta filibusteros, llegó al fuerte de la Barra, que le recibió con nutridas descargas de artillería. Disminuido el fuego de los cañones, Montbars pudo dar una sorpresa a la guarnición del fuerte, el cual se entregó ante la furia de los piratas. Luego gobernaron hacia la ciudad de Maracaibo, cuyas calles encontraran solitarias, pues los vecinos habíase dirigido a San Antonio de Gibraltar, en el Nuevo Reino, al tener noticia de la cercanía de los corsarios. Hacia esta villa enrumbó la gente pirata, pero allí también halló que todo era calma, silencio y abandono. Las crónicas de “Les Freres de la Costes” recuerdan las crueldades de que el Exterminador se valió para hacer que un viejo portugués y un joven, apresados 'en sus pesquisas, declarasen sobre el sitio donde habían ocultado los criollos sus tesoros: al viejo ataron de pies y manos a los cuatro rincones de la sala, le colocaron una piedra de cerca de quinientas Iibras sobre los lomos, y cuatro hombres, fustigando las cuerdas que le suspendían, lograron que trabajase todo el cuerpo, en este navegar en seco, según llamaban los filibusteros tal suplicio, pero vista la resistencia del viejo en declarar, se colocó fuego bajo su cabeza. En cuanto al joven, fue suspendido par les parties que la pudeur défend de nommer, lesquelles furent presque arrachées, y después se le arrojó a un foso, no sin antes acribillarle el cuerpo a golpes de espada. Concluidas estas medidas previas, entregaron al piI1aje la pobre villa y le prendieron fuego. De Gibraltar, el Exterminador volvió a Maracaibo, donde permaneció algún tiempo, mas, cuando mejor se hallaba en el sacrificio de sus habitantes, supo de tres bellas fragatas que cerraban la salida del Lago. Tomando un rescate de dos mil escudos, los filibusteros asaltaron. los barcos españoles y lograron salir a la mar. Desde entonces las crónicas no supieron más del Exterminador, de quien dejó escrito Exquemelin: “… yo no conozco quien haya hecho más daño (a. los españoles) que el joven Montbars, llamado el Exterminador. La talla alta, derecha y firme; el aire altivo, roble y marcial; la tez; curtida; las negras y espesas cejas en arcada; en el combate él empezaba a vencer por el terror de sus miradas, y acababa de hacerla con la fuerza de su. Brazo”.<br />Por 1667 los pueblo, el del Lago se vieron atacados por el corsa., río francés Francisco David Nau, llamado l'Olonnais, y por Miguel el Vasco, quienes, una vez quebrantada la resistencia que les opuso la guarnición del fuerte de los Zaparas, entraron en Maracaibo; cuyos habitantes, presa de la mayor confusión y angustia, .se habían retirado en gran número a la villa de San Antonio de Gibraltar. Después de entregar la ciudad al pillaje, l'Olonnais ordenó a los barcos poner rumbo hacia el sur, en pos de los refugiados: "llegando a Gibraltar Con sus hombres, echaron pie en tierra trescientos “Ferres de la Coste”, hermandad a la Cual pertenecían los: filibusteros; y antes de abrir la contienda “se saludaron éstos cama gente que no volvería a verse”, y cada uno iba armado “de un sable corto, dos pistolas y treinta cartuchos”. Después de una lucha feroz Con los seiscientos criollos que defendían la villa, al mando del Gobernador y Capitán General de Mérida, don Gabriel Guerrero de Sandoval, quien sucumbió en aquella empresa, los filibusteros se entregaron durante todo un mes, con Sus días y sus noches, a un metódico pillaje, que dejó vacía a la villa de su antigua riqueza. Pero cuando se disponía a tomar el camino de Mérida, la gangrena gaseosa unida al paludismo (y hay quien diga que el paludismo no es a veces recurso benéfico), inició una hecatombe entre aquella gente sin ley y sin conciencia, y obligó al corsario a pensar en su regreso a Maracaibo; mas, antes de hacerla, pidió veinte mil piastras a los Prisioneros que guardaba en la Iglesia Mayor, quienes, ante la amenaza de las llamas que empezaban a destruir el templo, las pagaron de. Inmediato. En Maracaibo un nuevo rescate de veinticinco .mil piastras fué requerido de los infelices habitantes, y con él, los vasos de las Iglesias, campanas, retablos y ornamentos, enrumbaron aquellos desalmados Salteadores hacia Ia Tortuga, donde su “piedad” erigió una bella Iglesia a Nuestra Señora de la Victoria; piedad similar a la de Drake, que comulgaba con sus víctimas al pie del árbol donde las colgaba.<br />Cuando la ciudad de Maracaibo empezaba, en 1669, a convalecer de la ruina en que la dejó l'Olonnais, se presentó amenazador en las aguas del Lago, e~ pirata inglés Henry Morgan, al frente de una expedición de quinientos hombres, en ocho bajeles, bajo la certera guía de Pedro de Pedro Picardo Vaquiano de las aguas del Lago y compañero de Nau en la empresa del año 1667.<br />La ciudad había sido abandonada de Sus vecinos, quienes se hallaban en. Los montes, guarecidos del 2, taque inevitable; pero tras ellos el corsario envió patrullas encargadas de apresar y conducirlos a su presencia a fin de declarasen por medio de crueles tormentos .el lugar donde habían ocultado los tesoros. Ancianos, mujeres y niños pasaron bajo Ias horcas caudinas del inglés durante tres largas Y crueles semanas de interrogatorio continuo, vencidas las cuales, Morgan se dirigió a San Antonio de Gibraltar, donde permaneció cuarenta días entregado a las mayores crueldades, dejada la villa al bárbaro arbitrio de su gente. Al regresar a Maracaibo, supo que una flota española lo esperaba a la salida del Lago, pero a fin de burlar su vigilancia, entró en tratos con su jefe don Alonso de Campos y Espinosa; mientras los corsarios preparaban una sorpresa, realizada con tan buen tino que, logrando incendiar un bajel de cuarenta cañones, hicieron que los españoles mismos prendieran fuego a otro y que el tercero se le!' entregase buenamente. Morgan gobernó de nuevo hacia Maracaibo, de donde se ausentó después .de hacerse pagar un rescate de veinte mil piezas de a ocho reales El 17.de mayo de 1669 los filibusteros se hallaban de regreso en Port Royal.<br />En 1678 realizaron la más profunda de sus penetraciones en nuestro territorio. Con motivo de haber encallado en Las Aves la flota que el Conde de Estrés, Vicealmirante de la Escuadra francesa de las Indias occidentales, preparaba para ir contra los holandeses de Curazao, vióse aquél obligado a regresar a la Española, dejando los filibusteros al mando del parisién Granmont de la Mote, llamado le Chevalier de Grand Mont. Este, después de haber hecho carenar Ios barcos, se resolvió a repetir las jornadas de l'Olonnais y Morgan. El 5 de junio arribó a las costas de Coro que baña el golfo de Maracaibo, donde dejó el bastimento. Internándose en el golfo, pasó la barra y ello tenía su batería a trescientos pasos del fuerte de los Zaparas. Allí armó pabellones y pidió la rendición del castellano que Io gobernaba. Recibida la negativa del jefe español, el filibustero emprendió el ataque de la fortaleza, hasta lograr el rendimiento de su gente y la posesión de ella, que rué celebrada con religioso recogimiento, mientras se entonaba el Te Deum laudamus, pues estos forajidos no tenían escrúpulos ni para meter a Dios en sus desalmadas empresas. Dejada una pequeña guarnición en la isla, gobernaron hacia Maracaibo, adonde dos días después entraban en iormaci6n de batalla. Granmont acampó en la Iglesia principal y diputó comisiones a los campos en solicitud de los vecinos, y a las sabanas en pos de cacería, y después de haber estado recorriendo.las estancias del Lago en busca de vituallas y pillaje, ancló en Gibraltar el 4 de agosto. La villa, desguarnecida, no ofreció resistencia al invasor, invasor, quien entró en ella corno a su propia casa Lo mismo que en Maracaibo, utilizó la Iglesia para alojar la tropa, y animado por tan buena acogida, se dispuso a correr la tierra adentro.<br />El 24 de agosto emprendió viaje hacia Trujillo, haciendo para ello un camino de mayor desarrollo que el natural, afín de engañar a .los criollos, de quienes supo que poseían trincheras armadas en los Llanos de Corniales. Al llegar a Sabana Larga, encontró trincheras que no fueron defendidas, y siguió a Trujillo por el camino real, hasta tomar la segunda trinchera, que estaba cerca de Tucutuco, después de haber obligado a retirarse hacia santana a los trescientos criollos que la defendían. De allí siguió a lo largo delirio hasta la ciudad, cuyos pobladores no esperaban que el pirata venciese la resistencia que le ofrecían las avanzadas. El 15 de septiembre se trasladó al cuartel del pirata el Vicario de la ciudad, Pbro. Pedro de Azuaje y Balido, para ofrecer1e por rescate de ella, la suma de mil piezas de a ocho reales y ron sacos de harina, pero Granmont, fundado en las mentadas riquezas de los vecinos, pidió veinticinco mil.<br />No pudiendo reunirse dicha cantidad, la Ciudad fue entregada el pillaje, y después quemada. “El 16 dice el mismo Granmont en una relación enviada al Gobierno Francés, que se conserva en el archivo Nacional de París, yo incendié esta Pobre ciudad virgen, Que había costado más de ochocientos mil escudos, después de haber saqueado Ias iglesias y las casas y haber hecho llevar el crucifijo, Nuestra Señora y las Imágenes a Ia Parroquia”. ¡A ello le Obligaba su tierna piedad religiosa! De aquella ruina pudo salvarse el Convento de Padres Franciscanos, gracias a la astucia de un viejo fraile francés, llamado en el mundo Francisco Teodoro Wasseur, y en religión Benito de la Cueva. Cuando la comunidad se ausente de la vieja casona y buscó en los campos vecinos abrigo para tanta des, gracia, el añoso lego fue obligado por la ceguera y el reuma, aguardar el claustro; y cuando la ciudad era sometida al saqueo ya la voracidad de las llamas, el anciano fraile se hizo trasladar a la portería, frente a una vieja imagen de San Luis de Francia, que como patrón de los Terceros era allí venerada. Bien conocía el Hermano Benito las costumbres y el caló de los filibusteros: una cicatriz en la frente recordaba aún los tiempos cuando habitó entre bandidos en los bajos fondos de Francia. Enfrentados al convento buen número de asaltantes, un oficial trató de forzar la puerta, pero Una mano le detuvo y una voz potente, en buen argot le ordenó, señalándole la imagen: “Rendid las armas, francos, en nombre de su Majestad”, y los piratas alborozados respondieron: “y ante el glorioso San Luis, muerto en Túnez por la religión y por la Patria pero vigilando desde el cielo por sus súbditos franceses. ¡Creían ellos!.<br />Aniquilada la ciudad, los piratas pretendieron seguir a Mérida o El Tocuyo, pero desistieron de tal propósito ante la duda de hallar suficiente pillaje, y advertidos de que se avecinaba una fuerza en número de trescientos cincuenta hombres, enviada por las ciudades de Barquisimeto y El Tocuyo en defensa de Trujillo y portadores también de recursos de boca para los infelices habitantes de ella.<br />Inmediatamente emprendió el pirata su regreso a Gibraltar, lió sin haber inquietado las regiones comarcanas de Trujillo unió a, la suya la gente que allá había dejado, enrumbó hacia Maracaibo, y dé paso hizo quemar algunos barcos encontrados en el Lago. Ya en la ciudad, despacho un bajel a Gibraltar en busca de rescate, con orden, para el caso de no hallarlo, de entregar la villa a las llamas, como se hizo. Al fin logró seis mil piezas y mil reses de la ciudad de Maracaibo, y de ella, lleno de gloria, se .alejó el 3 de diciembre. Por Navidad se hallaba de regreso en Petit Grave, can ciento cincuenta mil escudos de botín y con la satisfacción de haber servido lealmente a la Majestad Cristianísima y dispuesto, además, a comprobar la observación de Maquiavelo, de que “el francés, codicioso de los bienes de los demás, roba para comer, malgastar y divertirse con 10 robado”.<br />Por este mismo tiempo fueron atacadas nuestras costas orientales por el Marqués de Maitenon, autorizado por Luis XIV para venir a pillar en los puertos de América. Después de tomar la Trinidad, se dirigió a Margarita, isla que siete años antes, en 1662, había sufrido una ocupación de los holandeses, quienes entregaron a las llamas el puerto de Pampatar.<br />Pocas noticias nos dan los documentos consultados Sobre el saqueo, en 1677, de la ciudad de Valencia, por corsarios franceses acaso de la flota que cargó con el Obispo y el Gobernador de Cartagena en dicho año. Se sabe que dejaran vacías Ias arcas reales y pusieron fuego a la ciudad, con tal alarma que Ios de Barquisimeto, hacia donde se encaminaban los piratas, pidieron socorro al Gobernador, quien envió setenta infantes y cien indios, mientras se preparaba un doble refuerzo para ir en su auxilio.<br />Nuevamente, el año 1680, aparece asolando nuestras costas el “caballero”. Granmont de la Mote, a quien su coterráneo Depons no tiene inconveniente en apellidar de “ilustre”. En mayo de dicho año desembarcó en Ia Blanquilla, al norte de Margarita, y de allí envió dos barcos a la Tierra. Firme en persecución de piraguas para la jornada de La Guaira, y se retiró a Los Roques, en busca de más seguro abrigo. En seguida los barcos regresaron, conduciendo siete piraguas capturadas en el Golfo de Paria, las cuales fueron arma, das en guerra. El 15, Granmont revistó a los vasallos del Rey que comandaba por comisión del Gobernador de la Tortuga, y eligió ciento ochenta de ellos para que le acompañasen en .la nueva empresa, que habría de llenar de gloria a la nación en cuyo nombre obraban. El 26, media hora antes de amanecido, desembarcó al este de La Guaira, donde tuvo algunas bajas, pero con la gente que le quedaba en pie marchó en orden militar y con banderas desplegadas a la toma del puerto. Doblegada la pequeña resistencia que le pre-sentó el primer fuerte, tomó posesión de él e izó sobre su torre la bandera qué protegía sus audaces hazañas. Con vivas a Luis el Gran.de, patrón de la jornada, azuzó el entusiasmo de su gente para la toma del segundo frente, en el cual apresado el Castellano don Cipriano de Alberró. El pirata permaneció en La Guaira hasta el día 28, cuando, teniendo noticias de que dos mil hombres de Caracas bajaban por el cerro a su castigo, y después de incendiar los fuertes, seis mil flechas y cuatrocientos mosquetes, destemplar la pólvora y apresar ciento cincuenta criollos, entre ellos al propio Castellano, mandó levar anclas y hacer rumbo hacia la isla de Las Aves, no sin haber entregado antes el comando de la expedición al Capitán Pain, por hallarse herido de una flecha en el cuello, que parece ser la única parte vulnerable que tenía este feroz destructor. “Nuestra gente”, dice una probanza de la época, mató muchos de los enemigos y hizo huir a espaldas vueltas y embarcarse”.<br />En 1682 los; franceses ocuparon la Isla de Trinidad, y desde ella despacharon gente al Orinoco, de cuyas bocas se hicieron dueños, y .aunque no granjearon botín .apreciable, lograron reducir a prisión .al Gobernador, que se hallaba en sus aguas. En esta empresa los franceses, al igual de los holandeses, tuvieran el eficaz apoyo de los .rebeldes caribes, enemigos de la vida civil del español.<br />Por septiembre de 1686, el litoral guaireño rué sorprendido por la presencia de cinco naves de alto bordo y de varias fragatas que amenazaban con atacar las poblaciones. Organizada la defensa conveniente, los corsarios se reembarcaron, después de haber cometido solamente pequeños robos en la costa.<br />Con fecha 21 de junio de 1693 comunicaba al Rey el capitán General y Gobernador de Mérida de Maracaibo, don José Serdeño Monzón, parte de las operaciones ejecutadas con motivo de haberse anunciado la presencia en la Barra de seis embarcaciones enemigas que acechaban la ocasión de entrar en el Lago, sin que tengamos noticia de lo que hubiera sucedido posteriormente. Tanto en esta oportunidad, como en .las pasadas, la ciudad de Trujillo se aprestó a enviar' auxilios de guerra y la flor de sus capitanes en resguardo de: Gibraltar y Maracaibo, y el Rey dirigió, como en ocasiones anteriores, Real Cédula de reconocimiento por el patriótico servicio hecho por los trujillanos.<br />En febrero je 1696, tres naves corsarias francesas surgieron en la rada de La Guaira, apresar .a una patache Que se hallaba en Sus aguas y después de matar al Capitán, huyeron con ella, sin dar tiempo a que llegasen ,las fuerzas que había alistado el Gobernador Berroterán.<br />Los asaltos anotados, claro Que no fueron los únicos que realizaron Ios piratas en nuestras cosas. Apenas nos hemos detenido, por medio de este pesado y fastidioso recuento, en juntar el nombre de los más célebres bandoleros y en recordar las empresas de mayor cuantía. El pirata, como ser anónimo y aterrador, llena los anales coloniales. Uno que iba, otro que venía, su presencia en las; aguas era saludada con horror por los amenazados pobladores, y en los papeles públicos, si no aparecer., sus nombres nefastos, queda el recuerdo cuotidiano del anuncio del “enemigas”, cómo en la melancólica balada de Senta del drama wagnenano, los habitantes de nuestras playas desguarnecidas, debieron de exclamar con voz atribulada<br />¿Visteis correr un barco por el mar?<br />Los mástiles son negros, las Velas encarnadas...<br />¡Guay, los aparejos!<br />i Guay, cual silba el aire<br />Ellos fueron en nuestras playas los representantes-, de las culturas anti españolas. Las naciones que utilizaron sus bárbaros servicios, no res escatimaron honores después del éxito de las fieras jornadas: Morgan tuvo título de Gobernador de Jamaica y Granmont fue Teniente del Rey en la parte francesa de la Isla de santo Domingo. A John Hawink, iniciador del comercio de esclavos, la Corte inglesa premió con titulo de Caballero y le concedió derecho de poner en su escudo de “Nobleza” un negro encadenado. Su Obra destructora en nuestro territorio sirvió, en cambio, ge martillo para templar el espíritu de los criollos y para abrir sentidos de cooperación a las ciudades. A la voz de “corsario” los pueblos olvidaban el exclusivismo de sus tendencias y se aprestaba a engrosar las fuerzas que salían en auxilio de las ciudades amenazadas. De una a otra Gobernación marchaban los refuerzos: Venezuela cooperaba con Guayana; la Nueva Andalucía con Margarita; Venezuela con Maracaibo. ¡Lástima grande que el claro ejemplo antiguo no lo tornen las nuevas generaciones hispanoamericanas para luchar mancomunadamente contra el moderno filibusterismo!<br />Al cabo de prepararse militarmente, los pelotones se disciplinaran y la conciencia pública adquirió lineamientos firmes. En adelante, el vigor que los criollos lograron desarrollar a fuerza de tanta lucha, se. Enfrentó gloriosamente al enemigo. En 1703, 1739 Y 174:5. La Guaira supo resistir las armadas de Holanda e Inglaterra, y cuando el cómo doro inglés Knowels la atacó en 2 de marzo del último año citado, sus moradores, “en lugar de sobrecogerse en presencia de un enemigo tan poderoso y bien organizado, no hicieron sino disputarse el cumplimiento del deber”, y en las cartas militares que describen la heroica jornada, pudo hablarse de “la Gloriosa victoria que han conseguido las Armas de S. M. C., contra una Escuadra Británica, compuesta de 19 embarcaciones, en defensa de la plaza., de La Guaira”. Hasta la musa se empinó feliz para loar el triunfo, de nuestras armas, y describir cómo<br />La destreza se vio del artillero,<br />En defensa gloriosa acrisolada<br />La industria de los jefes y el esmero:<br />Entre surcos de espuma tumba helada<br />A los cuerpos ofrece aquélla; empero<br />Al grave peso de ocho mil amagos<br />Suple en cuatro hombres ésta sus estragos.<br />Venían a saquear nuestros tesoros y a robar las barras que los. Galeón es conducían a la Metrópoli. Buena intención rué destruir y no crear, mas sus actos ofrecieron a los criollos ocasión propicia para que aguzaran la conciencia cívica. Al choque de los aceros surgía la noción diferencial de la nacionalidad, y sobre el odio de las refriegas, .se lanzaba como símbolo de futuro el ideal de la patria nueva. Después, ese vigor y esa conciencia se enfrentarán con gloria y éxito contra la Metrópoli y su sistema absorbente, para estructurar el porvenir en el mundo de Ia Libertad y la Democracia.<br />Aunque nuestras riquezas menguaran y a pesar de que la marcha de las ciudades se detuviese, el fue parte a contribuir al desarrollo del hondo sentido de cooperación que reclamaban, como elemento esencial, las comunidades coloniales, Cual quiera se atrevería, considerando las ventajas derivadas de sus ataques, a elevar un voto de gracia a las cultas naciones que patrocinaron sus empresas. Y muchos de nuestros modernos “hugonotes”, poderdantes de la barbarie de los españoles, se aprestarían a. elogiar la nobleza y la piedad de tan ilustres maestros de civismo, demérito semejante al de las hordas persas que obligaron a los anárquicos estados griegos a buscar la unión de sus recursos para la lucha común contra el bárbaro invasor. En el panteón de nuestras glorías su recuerdo está llamado a perpetuarse negativamente, a manera del bloque de mármol que Darío hizo transportar a la Hélade para esculpir un trofeo de su deseada victoria Y en cual Agorácrito labró una estatua sarcástica de Némesis.<br /><br /> NOVENO TAPIZ<br /> Aquí se pinta cómo se desarrolló la instrucción en la época colonial.<br />ENTRE los más graves yerros de cuantos han sostenido los viejos historiadores de Venezuela, y muchos de los modernos, figura como el mayor, y acaso como el de consecuencias más funestas en la obra de agrietar nuestro suelo histórico, aquel que hasta fecha reciente había erigido en artículo inconmovible de fe, la ignorancia colonial. Para declarar “la noche fatal” que antecedió a la evolución subitánea determinada por el milagroso germen enciclopedista, era necesario apagar todas las luces, del mismo modo como en los teatros se hace la obscuridad para que alcancen mayor efecto los trucos de los prestidigitadores. Porque la explicación de nuestro proceso evolutivo tiene en verdad, conforme ha venido hasta ahora enseñándose, mucho de magia blanca, y hasta de magia infernal; y no se dan cuenta los mismos que hablan en nombre de un “sagrado patriotismo”, de que, con el efectismo de su criterio teatral, concluyen por convertir en títeres a los Padres de la Patria: como eran unos pobres ignorantes aquellos señores que venían de la Colonia atrás, claro que al proceder en sus actos como hombres en apariencia conscientes, debieron estar movidos por segunda mano, al igual de los muñecos de la farándula.<br />Quizá sea esta una de las mayores atrocidades cometidas por los historiadores románticos, enemigos, al explicar los hechos históricos, de toda razón de orden intelectual, y en cambio sobremanera propensos a las fórmulas sentimentalistas. Por supuesto que resulta más conducente a sus fines de pseudo-patriotismo, pintar cómo los colonos, que durante tres siglos sombríos estuvieron reducidos a la categoría de parias ignorantes, se empinaron de un salto en la escena histórica al conjuro de fórmulas mágicas traídas de allende el mar, que haber de presentar aquel cambio como el producto de un lento proceso de educación constructiva, desarrollado, según los recursos ordinarios de la época y el medio, al rescoldo del régimen político combatidos por los fundadores de la República.<br />Al estudiante de Historia Patria se ha venido diciendo que durante los años y coloniales no hubo ninguna manera de instrucción en nuestro país, y que la propia Universidad caraqueña, madre nutricia de la cultura criolla, fué apenas una especie de oratorio donde sólo se enseñaba latín para los rezos. Y qué otra cosa podrán enseñar al pobre estudiante textos entre cuyos capítulos se encuentran algunos encabezados, a manera de condena definitiva, más o menos en esta forma: “El atraso de la instrucción durante la Colonia”. Podrían ellos decir: “El estado de la instrucción en la Colonia”, pero faltarían entonces al fin destructor y a la consigna de su escuela sentenciosa.<br />Que la enseñanza no alcanzara durante el régimen español el desarrollo de programas que actualmente tiene, nadie habrá de negarlo; pero inferir de ello que estuviese atrasada en lo que dice a su tiempo y en relación al estado general de la institución, es tanto como asentar que los señores de la colonia vivieran a obscuras, por cuanto no existía alumbrado eléctrico en aquel entonces. Esto nos recuerda a cierto escritor de Historia que pone entre las causas que contribuyeron a la disolución de la vieja Colombia, la carencia de ferrocarriles y telégrafos. ¿Y por qué no incluir la aviación?<br />Quienes estudiaron la instrucción colonial para después negarla, no la vieron marchar porque no la vieron antes de marchar. Algunos, y entre ellos nada menos que don Arístides Rojas, ni siquiera se percataron de que era lo que se enseñaba, y no titubearon en decir, ¡y con qué seriedad hay aún quienes lo digan!, que cuando Felipe II dotó a la ciudad de Caracas de una Cátedra de Gramática, lo qué creó fue una clase de Castellano; sin darse cuenta, a pesar de sus humos renacentistas, que fué en la época de Erasmo cuando la enseñanza entre primaria y media, tomó, como consecuencia del auge de las Humanidades, el nombre genérico de Gramática; y la que comprendía el estudio de la Filosofía, el Latín, la Física, la Historia Natural, el Algebra, el Griego y la Retorica, recibió el nombre de Artes, con sus grados de Bachiller, Licenciado y Maestro. Por eso algunos que han oído llamar autodidacto a don Cristóbal Mendoza, .no tendrían inconveniente en creer que cuando este recibió en nuestra Universidad el grado de Maestro en Artes, lo que hacía no era concluir estudios filosóficos, sino finalizar una carrera industrial tal vez de carpintero o albañil, al igual de nuestros modernos Maestros de Obra, y que en consecuencia militarían razones a favor de quienes lo catalogan entre “los grandes incultos”.<br />Lo mismo pasa a quienes suponen que sólo se estudiaba Latín en las cátedras de Latinidad, Preceptiva en las llamadas de Retorica, y Filosofía en las de este nombre, sin advertir que, siguiendo la misma clasificación renacentista, las Cátedras o Cursos recibían por nombre el de la materia juzgada por principal entre las que se leían en ellos. Aun recientemente se llamo por la Ley “Curso Filosófico” el segundo tiempo de la Segunda Enseñanza, y nuestro actual título de Bachiller en Filosofía cubre estudios que distan mucho de caber en la estricta denominación de filosóficos. Las Escuelas de Primeras Letras no eran tampoco escuelas para estudiar entre vecinos la citolegía en el Catón de San Casiano, sino las materias elementales de la Instrucción Primaria: lectura, escritura, cuentas y religión. y qué decir del Latín de Mínimos y de Mayores, ¡el primero para los hijos de San Francisco de Paula (que no los hubo entre nosotros), y el segundo para los que hubieran llegado a los veintiún años!. Pues a estas peregrinas suposiciones se presta la interpretación, llamémosla fonética, de los vocablos con que se distinguían aquellos cursos, tan arbitraria como la de quienes hubiesen confundido al ilustre matemático doctor Eduardo Calcaño Sánchez, con los sobadores, llamados algebristas en aquel tiempo.<br />Si tales errores se cometen en la simple clasificación de los estudios, a qué inconsecuencias no se llegará en la apreciación general de la cultura de entonces. Sin hacer las requeridas diferenciaciones de espacio y de tiempo, nuestros viejos historiadores, cuyos asertos pesan fatalmente sobre algunos historiadores modernos, no vieron escuelas por cuanto las de la Colonia tenían programas diferentes a los actuales, y desecharon la eficacia de su enseñanza, por estar fundamentada en la más estricta disciplina religiosa. (Y quién dijera que este color religioso de la cultura colonial sea la causa de la acritud que contra nuestro pasado asumen ciertos escritores de feroz e inaplacable jacobinismo, olvidadizos de que “ninguna cualidad humana, como dice Leopardi, es ni menos valiosa ni menos tolerable que la intolerancia”).<br />Insistimos una vez más en que si bien es cierto que durante la Colonia no hubo un florecimiento salmantino de la cultura, ello no quiere decir que dejase de haber la cultura que era requerida. No llegó nuestra enseñanza a un verdadero momento “gótico”, pero tampoco puede decirse que lo por ella edificado, a pesar de ser rebelde el material e imperfectos los medios de labrarlo, careciese de orden propio a sostener una bóveda o una ojiva. Pudo soportar sobre sus muros nada menos que la fábrica de una República.<br />Desde los años iniciales de la conquista empezó en los Obispos la preocupación por la enseñanza. Era a ellos a quienes por el carácter de la institución y por la alteza del oficio, correspondía su iniciativa y vigilancia, y no a las autoridades seculares, entregadas a la dura tarea de pacificar y gobernar la tierra. Religiosa fué su cuna y perdurable su vitalidad al amparo de los muros de la Iglesia, al modo como “sobre las torres de los templos arrima su nido la cigüeña, y con lo sagrado asegura su sucesión”. El egregio Fray Pedro de Agreda no se limitó a enseñar personalmente Gramática y Latinidad, sino que procuró extender a las ciudades donde no residía de asiento, el beneficio de la enseñanza. A su celo cultural debió Trujillo el establecimiento de un estudio pasados cortos años de fundada la ciudad, y no siguió prestando los beneficios a que estaba destinando, debióse al hecho insólito de que los trujillanos hubieran de fuente ovejuna, pedido en 1576 su suspensión.<br />Apenas corridos unos lustros de la fundación de Caracas, el Cabildo la dotó de una escuela de Primeras Letras: y algunos frutos se habrían obtenido de ella, cuando pocos años más tarde la ciudad solicitó de Felipe II dotación de una Cátedra de Gramática, pues nada tan lógico como inferir la suficiencia de la enseñanza de primeras letras, del hecho cierto de buscar los cabildantes una enseñanza ya más avanzada.<br />El Rey no se redujo a hacer la dotación que los caraqueños le impetraron por mediación del Procurador Bolívar, sino que inmediatamente y motu proprio, despacho una Cédula al Obispo de Venezuela en que le rogaba la fundación de un Seminario, de conformidad con los Cánones de los Padres de Trento.<br />Al par de la enseñanza municipal de primeras letras, empezó a funcionar la Cátedra de Gramática, si no con la renta de indios vacos que le aplicó el Rey, al menos con la dotación que le acordaron los Regidores a su primer preceptor don Pedro de Arteaga. Y a pesar de algunas dolorosas interrupciones, debióse su continuidad y mayor protección real, al interés que por ella tomaron los Ilustrísimos Señores Obispos Alcega, Angulo y Bohórquez, hasta llevarla a tomar verdadero cuerpo de estudios secundarios bajo la regencia de los beneméritos preceptores Bartolomé de Navas Becerra, Francisco Sánchez Badajoz, Juan de Hoyo, Francisco Sánchez Maldonado, Andrés Álvarez, Marcos de Sobremonte, Diego de la Carrera Gaspar Margullón de Matos, Francisco de Ubierna y Juan de Heredia, quien la desempeñaba cuando su incorporación al Seminario en 1673.<br />Como hemos dicho anteriormente, grave error de algunos escritores ha sido reducir el radio de la Cátedra de Gramática a sólo la enseñanza de la lengua materna. “Dentro de la Gramática, primera de las antiguas siete artes liberales, escribió nuestro ilustre colega el doctor Caracciolo Parra –especie de Colón en la obra de descubrir nuestra cultura colonial- se estudiaba no sólo la parte técnica o metódica, que trataba del idioma, sino también la exegética o histórica relacionada con el comentario de las obras literarias, fuerte principal del curso; amén naturalmente de la aritmética y cuenta necesarias para la vida social, algo de geografía, un poco de historia profana, y un mucho de historia sagrada y religión. Y no sería aventurado sostener que no existiendo más que una cátedra global de Gramática, la cual se repetía por cursos indefinidamente, sin distinción de mayores y menores, la enseñanza debió invadir, y no muy por encima, los dominios de la Retórica, y hasta llegar a las primeras nociones de la Dialéctica, según el programa que era universalmente admitido por entonces”.<br />Junto a la obra cultural de las escuelas públicas de primeras letras y de la cátedra caraqueña de Gramática los conventos y hospicios tenían abiertos sus claustros para la educación general. En Caracas las casas de Franciscanos, Dominicos y Mercedarios mantenían estudios de Teología, Moral y Filosofía, “con diez Cátedras de calidad Universitaria a cargos de venezolanos en su mayor parte”, más cuatro de Latinidad divididas en sus correspondientes cursos de Retórica y Gramática y de manera indefectible, escuelas de Primeras Letras. Y al igual de las casas conventuales de Caracas, las de Valencia, Coro, Barquisimeto, El Tocuyo, Guanare, Carora, Trujillo, Maracaibo, Mérida, Cumaná, Margarita y Barcelona, abrían sus aulas a la enseñanza general de los criollos.<br />Antes de que llegara en 1605 a la ciudad de Caracas el preceptor Juan de Ortiz Gobantes, en quien el cabildo proveyó la Cátedra de Gramática, dicho maestro había mantenido estudios abiertos en las ciudades de la Paz de Trujillo y Nueva Segovia de Barquisimeto, y si de una manera directa no consta el funcionamiento en las ciudades del interior de escuelas de instrucción primaria durante el siglo XVII, del registro de matrículas del Seminario de Santa Rosa se deduce su existencia, por cuanto a él venían a estudiar segunda enseñanza jóvenes preparados en la primaria en sus respectivas localidades. Demás de esto basta leer las distintas clases de expedientes instruidos en aquella época, para advertir que los testigos que en ellos deponían, sabían firmar en su mayor parte, y consultar los libros capitulares y los de la Real Hacienda, para comprobar que los Oficiales Reales y los Regidores poseían suficiente instrucción para el debido desempeño de sus funciones públicas.<br />En Maracaibo por el año de 1682 dirigía un curso secular de Gramática el Preceptor trujillano Lcdo. Juan Díaz de Benavides. Y con el establecimiento en dicha ciudad de la Compañía de Jesús, por 1731, se dieron pasos para la instalación de estudios secundarios fuera de los conventos. En 1753 ya funcionaba a cargo de los Padres Jesuitas una Cátedra de Gramática, y más tarde el Rey concedió Cédula a favor de dicha Orden para la fundación de un colegio en aquella ciudad, igual al que la ilustre compañía tuvo en Mérida desde 1628 hasta su extinción en 1767. El ayuntamiento caraqueño, compenetrado de la falta que constituía para el porvenir de la juventud la no consolidación del comenzado Colegio de Jesuitas en esta ciudad, pidió al Rey la erección, con las rentas de aquél, de un Colegio de Nobles.<br />La cédula Real de 1592 por la cual Felipe II encargo al Obispo de Venezuela la fundación de un Colegio Seminario, quedo sin cumplimiento durante muchos años, debido a las largas vacantes episcopales y al hecho de hallarse la Silla en la Ciudad de Coro y los Obispos de asiento en Caracas. Realizada en 1637 la traslación oficial de aquélla a la cabeza de la Gobernación, fué el primero en avocarse a su fundación el Ilustrísimo Señor Fray Mauro de Tovar, detenido en tan laudable empeño por el terremoto que asolo la ciudad de Caracas en 11 de junio de 1641.<br />La tardanza del Ilustrísimo Señor Briseño en hacerse cargo de la silla episcopal y su permanencia hasta la muerte en la ciudad de Trujillo, fueron parte a que la instalación de dicho centro no pudiera efectuarse sino en 1673, con la venida del Ilustrísimo Señor Fray Antonio González de Acuña. Este benemérito Prelado de Indias, cuya fama de hombre de letras lo había hecho merecedor de la confianza de la propia corte española, quien le nombró Procurador de la causa de beatificación del Santo Rey Fernando, ni siquiera espero a que se borrase de sus sandalias la huella salina de la nave que lo condujo a estas tierras afortunadas, para entregarse a la obra del Seminario. Adquirió una casa por la cantidad de seis mil ochocientos pesos, y una vez, concluidas en ella las reformas más urgentes, procedió de acuerdo con el Gobernador Orejón Gastón, a erigir en 9 de octubre de 1673 dicho Instituto, el cual puso bajo el patrocinio de la virgen americana Santa Rosa de Santa María, de cuya canonización le fué encomendada la procura por su nativa Provincia dominica de San Juan Bautista del Perú.<br />Su Ilustrísima hizo concurrir para la erección del Colegio al Deán y Cabildo y al Clero, quienes designaron por su parte los consiliarios, que en unión de los nombrados por el Obispo, constituyeron Consejo; con cuyo parecer mandó el Señor González de Acuña que “de todas las rentas y réditos eclesiásticos, comenzando de la mesa episcopal y capitular, beneficios curados y simples capellanías, hospitales y cofradías y de todos aquellos frutos y rentas que por cualesquier maneras fuesen y se llamasen réditos eclesiásticos”, se tomase para formar la renta del Colegio el tres por ciento cada año, bajo pena de excomunión mayor: todo de conformidad con lo ordenado por el sacro Concilio de Trento.<br />El rectorado se confió por el Obispo al ilustre sacerdote coreano don Juan Fernández de Ortiz, prueba irrefutable de que ya en aquel tiempo los criollos habían logrado suficientes letras. La Cátedra de Artes se encomendó al Pbro. Pedro Lozano del Valle, la de Teología de Prima al Br. don José Melero y la de Gramática al caraqueño don Juan de Heredia Carvallo.<br />La ausencia de Caracas que por entonces hubo de hacer el benemérito pontífice, fué causa de que decayese tan importante obra; mas no se detuvo en esta creación el celo del señor González de Acuña por el progreso de las letras: conminó a los padres de familia para que enviasen sus hijos, desde el uso de razón hasta los veinte años, a las escuelas de primeras letras, y autorizo a los Profesores para que recabasen en su auxilio la ayuda de las autoridades seculares. Por boca del egregio Prelado hablaba la Iglesia en aquel “obscuro” siglo, y con palabras precisas y rotundas se hacía obligatoria la primera enseñanza, mucho antes de que así la declarasen la Ley de Colombia de 1826 y el zarandeado Decreto regenerador de 1870. Con razón decía el Sabio que no hay nada nuevo bajo el sol. ¡Qué ha de haber!<br />Dotó también el Señor González de Acuña de una Preceptoría de Gramática al puerto de La Guaira, indicio de que allí andaba bien la enseñanza de primeras letras: y nombró algunos maestros para las Escuelas de Caracas.<br />La consolidación de la empresa del gran prelado límense llena de gloria el recuerdo de su inmediato sucesor, Ilustrísimo Señor don Diego de Baños y Sotomayor, a quien se debieron las primeras Constituciones y la conjunta organización de las Cátedras de Gramática, Retórica, Latinidad, Elocuencia, Artes y ambas Teologías. La obra de 1696 fundamentó de manera perdurable el Colegio Seminario, del cual salieron los profesores criollos que regentaron las clases de la Real y Pontificia Universidad, erigida por Inocencio XIII y Felipe V sobre aquella robusta armazón docente. El 11 de agosto de 1725, en la Capilla del Seminario y con la presencia del Ilustrísimo Señor don Juan Escalona y Calatayud, Obispo de Caracas y eje de la nueva reforma, se instaló nuestro primer Instituto Científico, con sus Facultades de Teología, Cánones, Derecho y Artes. Una nueva época empieza para nuestra ya empinada cultura criolla. De la Universidad saldrán, unas tras otras, las generaciones que orientarán la conciencia vigilante de la nueva nacionalidad y que irán a los pueblos de las distintas Gobernaciones a avivar el sentimiento de la nueva Patria.<br />¿Qué se enseñaba en nuestra vieja casa universitaria de Caracas? He aquí otra de las cuestiones pésimamente tratadas por los críticos hasta la hora presente. No pudiendo negar la existencia de la Universidad, cosa tan difícil como negar la propia Plaza Bolívar, declararon que ella sólo estuvo destinada a repetir las fórmulas anquilosadas del Peripato y a preparar elementos para las filas del sacerdocio. Persona de las dotes de don Rafael María Baralt, quien tan de cerca vió las generaciones que venían de la Colonia, no paró mientes en decir, cuando estudió la cultura colonial, que “los nombres de Locke, de Bacon, de Galileo, de Descartes, de Newton, de Leibnitz jamás se oyeron pronunciar en las escuelas de América hasta muy entrado el siglo XIX”. Y si esto dijo Baralt, ¿qué no habrán dicho sus copistas?. En cambio, una obra aparecida en estos últimos años, fruto de profunda investigación y de maduro discurso, vino a probar con datos recogidos en el copioso archivo de nuestra Universidad Central, lo descabalado del elegante historiador al lanzar su macabra sentencia. El docto Caracciolo Parra, en la magistral obra “Filosofía Universitaria Venezolana” (cuyo explicit final podría repetir, a manera de legítimo trofeo, la sentencia horaciana: “Si tenéis en vuestras manos algo mejor, mostrádmelo, y si no, someteos”), probó con saciedad de noticias cómo los nombres de Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibnitz, Wolf, Berkeley, Locke, Condillac, Destutt-Tracy, Hartley y Lamarck, fueron familiares a los estudiantes de la vieja Universidad Real y Pontificia, y cómo es incierto, desde todo punto de vista, que la enseñanza académica estuviese alejada de la orientación que las ciencias tomaban en los Institutos europeos. El debate entre la falsedad de la antigua historia y la verdad de los hechos, está abierto en la actualidad, y corresponde a las nuevas generaciones dictaminar sobre lo temerario de la pseudo-historia que funda sus conclusiones en estribos aéreos cimentados sobre un abismo. Ante las conclusiones de la crítica presente, la varita mágica no sirve siquiera para batuta y la generación espontánea se convierte en siembra de voluntaria tenacidad.<br />Si hubo, contra todo lo hasta ahora dicho, una fuerte corriente cultural, que no sólo se detuvo, como en anchos remansos, en la Universidad y en el seminario de Santa Rosa y en las facultades que funcionaban en las casas conventuales. La acción de los particulares y de los gobiernos locales fue buena parte a que la enseñanza se extendiese en todo el territorio que formó la Gran Capitanía de Venezuela. Y no se crea, como han pretendido sostenerlo algunos historialistas, que la enseñanza se limitase a sola la clase llamada noble. Muy por lo contrario, los mismos que integraban este sector social pusieron los medios a su alcance para que ella diluyese y el común del pueblo fuera beneficiado con sus frutos. También las autoridades cuidaron de que los indígenas aprovechasen tales recursos. “En cada año y en cada pueblo -decía el Gobernador de Cumaná en 1783- se ha de hacer una sementera de maíz, algodón y tabaco para el pago del Maestro de Escuela, que había en algunos y debía ponerse en todos”, y si de tal manera obraba dicho Gobernador, en igual forma debieron hacerlo las demás autoridades, por cuanto dicha medida había sido acordada en Real Cédula, fecha en San Lorenzo a 5 de noviembre de 1782, cuyo es el siguiente mandamiento: “Que se persuada a los padres de familia por los medios más suaves, y sin usar de coacción, envíen sus hijos a dichas Escuelas”.<br />Que no las hubiera en la medida hoy deseada, ello se explica por la pobreza de los Propios de las ciudades y por lo exiguo de las Cejas Reales; y que no sepamos de la vida de muchas escuelas, lejos de ser razón para negar su existencia, palpada indirectamente por sus frutos, (¡por sus frutos los conoceréis!), sólo sirve para indicar lo poco que se ha investigado en las respectivas localidades, en orden a fomentar esta clase de estudios.<br />Los anales de las Misiones y Doctrinas comprueban la acción civilizadora de los frailes y los curas, extremada a veces como en el caso del Padre Juan de Heredia Carvallo, quien no satisfecho con enseñar primeras letras a los indios de la Doctrina de la Victoria, se dedicó en 1691 a iniciarlos en Gramática y en Filosofía, como lo comprueba el hecho de haber denunciado el Gobernador de Venezuela tan peregrina enseñanza, que ponía a los indios “en mayor precipicio para sus horrores” de idolatría. Prudencialmente el Rey, en Cédula de 30 de diciembre de 1695, dispuso que la enseñanza en las Doctrinas se redujese a leer, escribir y contar, y si acaso fuere posible un poco de Gramática.<br />Por 1775 informaba Fray Benito de la Garriga, Prefecto de las Misiones de Capuchinos de Guayana, acerca de la existencia en los pueblos de Caroní, San Francisco Altagracia, Capapiri, Yucuarí, San Antonio y El Palmar, de telares, escuela de leer y aun escuela de música.<br />En 1711 don Manuel Centurión, ilustre cuanto combatido Gobernador de Guayana, levantaba en Angostura una hermosa casa “para estudios y educación de la juventud, que por su construcción además del hermoso sitio en que está fundada, no sé que la tenga mejor la ciudad de Caracas”, según informaba nada menos que un fraile de la Orden de San Francisco, con la cual había estado en litis el progresista magistrado, casa ésta que aún hoy sirve para el fin a que fué destinada por Centurión, pues en ella funciona el Liceo de aquella ciudad.<br />En Barquisimeto, Carora, El Tocuyo y Barinas, al igual de otras ciudades del interior, funcionaban escuelas públicas de primeras letras y aun colegios de segunda enseñanza. En 1782 el Rey Carlos III creó en la ciudad de Cumaná una Cátedra de Filosofía y Teología Moral, a más de la de Latinidad y Elocuencia que existía desde el año 1759, con dotación de las Cajas Reales. En San Felipe existían Hospicios de regulares de las Órdenes de Santo Domingo y San Francisco, con el fin de tener maestros para la enseñanza de los niños. En 1789 el doctor Pedro Manuel Yepes fundó y dotó en la ciudad de El Tocuyo una Cátedra de Gramática Latina y en Coro el Rey había dispuesto la dotación de un curso de Latinidad.<br />En 1768 se libró una Real Cédula a favor de la creación del Colegio de Niñas Educandas de Caracas, para pobres huérfanas. Obra en que el tesón del ilustre Padre Simón Malpica, logró ver cristalizados los viejos deseos de doña Josefa de Ponte y Liendo y del Ilustrísimo Señor de Baños y Sotomayor.<br />Pobre en lo general fué la enseñanza pública de la mujer en aquellos tiempos, y pobre lo era también en la Península y en toda Europa. Su vida alternaba entre el templo y los cuidados del hogar, pues vigente estaba la sentencia del Rey Fernando a su hija Doña Urraca:<br />…que las nobles mujeres<br />Entre paredes se pasan.<br />Título honroso, aun en concepto civil, era consagrarse al servicio de Dios en beaterios y conventos, a los cuales también concurrían, acompañadas de sus hayas, señoritas de calidad, deseosas de aprender letras, bordados, canto y labores de cocina. Pero a pesar de esta exigua cultura exterior, generalizada, en forma anónima y privada a través del país, según lo comprueba el hecho de que supieran escribir, mal que bien, damas de humilde posición, como la madre del General Páez; a pesar de ello, repetimos, nuestras abuelas fueron disciplinadas en el severo cumplimiento de los deberes sociales. Su radio era el hogar, y para cuidarlo fueron educadas. Ellas tornaron a nuestros antecesores. Ellas amamantaron y educaron a los Padres de la Patria y con tales actos “pudieron ser Historia, pudieron ser sino y futuro”, según la plástica expresión de Spengler. Ellas supieron, también, en los primeros años de la Colonia, enfrentarse a los piratas y a los indios; y en el fragor de la lucha separatista, su larga cabellera al aire fué muchas veces como noble bandera de heroísmo. Para cumplir su misión histórica no necesitaron saber que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos, e infelices ignorantes resultarían del cotejo que hiciéramos entre su aptitud cultural y la sabihondez de no pocas mujeres modernas, duchas en hacer versos y en dirigir un coche, y sabias en cosméticos y en doctrinas médicas. Apenas Vidas de Santos leían nuestras abuelas, mientras entre sus actuales congéneres, las hay que hoy diseñan ante un modelo adánico y mañana aconsejan la “esterilización”, como medio idóneo para realizar la libertad de sus actos. Comparadas muchas de estas graciosas “criaturillas” modernas, que dictan conferencias y dirigen la política de sus deudos, y que llegan en su desenfado a menospreciar a los hombres que aún procuran enriquecer con hijos a la Patria, alcanzamos la sorpresa de que mientras aquellas ignorantes e infelices damas representaban todo el vigor histórico y natural la de su sexo, muchas de las modernas tipifican una nueva raza, enclenque y degenerada en lo moral, que podría denominarse gineidea, impropia para acunar en sus brazos, ásperos por los afeites, las nuevas generaciones de la Patria. Sin que se entienda que nosotros negamos los derechos de la mujer a compartir con los hombres, por medio de una lógica disciplina, el comando del mundo de la cultura.<br />La larga visita pastoral del Ilustrísimo Señor Mariano Martí (1771–1784) marca la trayectoria de un intenso impulso cultural. Cátedras de Gramática y Escuelas de Primeras Letras fué dejando a su paso por el territorio de la antigua Diócesis de Venezuela este egregio Prelado, y no es aventurado suponer que iguales creaciones realizara cuando visitó los Anexos Ultramarinos del Obispado de Puerto Rico, antes de ser promovido a la Silla de Caracas. La recia figura de Martí aún reclama de la justicia nacional el tributo debido a la grandiosa labor civilizadora que realizó en nuestra Patria.<br />Llegado a la nueva Diócesis de Mérida de Maracaibo el Ilustrísimo Señor Fray Juan de Ramos de Lora, se empeñó de inmediato en la obra de instrucción pública. En 1786 se dirigió al Cabildo de Trujillo y le pidió la perpetuación de la escuela de Primeras Letras, que junto con una Cátedra de Gramática había fundado el Ilustrísimo Señor Martí. El Cabildo trujillano se aprestó a dotar, con renta sobre los Propios, dicho instituto, destinado a la enseñanza de “niños blancos y plebeyos”.<br />En 1790 el mismo ilustre Prelado dió fundación al Seminario de San Buenaventura, en la ciudad de Mérida, base de la actual Universidad andina, y cinco años más tarde Carlos IV favorecía al nuevo Instituto con la gracia de Estudios generales, o sea autorización para leer cursos superiores, pero reservado el conferimiento de los grados a la Universidad de Caracas. Funcionaron en virtud de tal concesión Cátedras de Artes, Derecho Canónico y civil, Teología y Latinidad; y alentados el Cabildo sede vacante y la Junta de Estudios por el progreso del plantel, pidieron al Rey en 1800 que lo elevara al rango de Universidad, mas se detuvo la voluntad regia “propensa ya a conceder esta gracia, porque se formó duda sobre si (la fundación) sería más conveniente en Mérida que en Maracaibo”. No obstó, sin embargo, al proyecto la oposición de los maracaiberos, de suyo justificada por cuanto en la ciudad del Lago el antiguo Colegio de Jesuitas había creado una viva inclinación a los estudios; ni fué óbice suficiente el contrario informe del Claustro caraqueño, pues Carlos IV terminó por conceder en 18 de junio de 1806 facultad al Seminario para el otorgamiento de grados mayores y menores en Filosofía, Teología, y Cánones, reservando los de Derecho Civil a las Universidades de Caracas y Santa Fe.<br />Estas mercedes del Rey para la enseñanza emeritense han sido, sin embargo, citadas de la manera más arbitraria y lamentable. En el fragor de la lucha separatista y durante algunos años después, algunos “patriotas” (cuyos “nietos espirituales” aún repiten las falacias de los progenitores), con el fin de exaltar el sentimiento pro Independencia, procuraron por todos los medios disponibles alentar el odio contra la Madre Patria, sin sentir escrúpulos en exagerar hasta la saciedad los defectos de que adolecía el antiguo régimen, ni detenerse en la invención de argumentos verdaderamente atroces. Entre los de esta última laya figura la tan traída y llevada frase, dicha de Carlos IV, según la cual este pobre monarca, por lo demás de memoria nada grata, declaró que “no convenía a la Corona que se ilustrasen los americanos”. Tan estupenda declaración ha sido citada por la mayoría de los historiadores que han escrito sobre la educación colonial, y claro que ella fué bastante a que se erigiese en sentencia inapelable el concepto de la sombría ignorancia en que España procuró mantener a sus colonias de Indias. Pero resulta que el señor Juan García del Río, si no al padre al menos padrino de la famosa frase, dice, junto con otras barbaridades, que ella fué estampada justamente en una de estas Cédulas en que el Rey aparece protegiendo la marcha del Seminario merideño: mientras dichas Cédulas no se tuvieron a mano, la sentencia fué ejecutoriada contra el régimen español, pero una vez que la restitución histórica (y aquí sería injusto olvidar a don Tulio Febres Cordero), ha comprobado que dichas Cédulas, muy por lo contrario, ponen de bulto una tendencia marcada a favorecer la enseñanza colonial, no ha quedado otro recurso sino convenir en la mala fe del señor García del Río, y a sus copistas parar mientes en aquello de que “aunque el decidor sea loco, el escuchador sea cuerdo”, según dicen las viejas tras el fuego.<br />¿Y por qué extrañar que muchos historiadores hubieran persistido en sostener los efectos aniquiladores de aquella estupenda declaración, al igual de los dichos de Baralt, Briceño y Briceño, Semple y Dauxión, sin darse a investigar previamente sus orígenes, cuando peores cosas se han hecho en orden a negar la cultura colonial? Aunque el ilustre Vargas reconoció al benemérito don Lorenzo Campins y Ballester como fundador de nuestros estudios médicos universitarios en 1763, y a pesar de haber recibido el mismo Vargas su grado de Doctor en Medicina en la Real y Pontificia Universidad caraqueña, aún hay quienes sostengan que el doctor Vargas fué el fundador de dichos estudios. Y lo peor de todo es que no milita ninguna confusión que justifique aparentemente tal yerro, como sucedió al examinando que, por haber confundido con el Hermoso al segundo Felipe, sostenía que era éste el padre de Carlos V. Peor resulta ahora: Vargas padre de la Facultad que le dió vida, y reo de incesto, aun más tenebroso que el de Edipo y Yocasta!<br />Y cuando se ha dicho, para comprobar la modernidad de la enseñanza universitaria, que el nombrado doctor Vargas desarrolló en sus tesis de grado el año de 1803 nada menos que las teorías transformistas de Lamarck, no ha faltado crítico que ante la imposibilidad de negar el hecho y persistiendo en desconocer la eficacia de las aulas caraqueñas, haya comentado que si tales conocimientos tuvo Vargas, hubo de adquirirlos fuera de la Cátedra universitaria, sin que para nada refluyan como mérito sobre la didaxia vernácula. Mas no advierten estos negadores que las tesis, antes de ser sostenidas por los graduandos, eran autorizadas por los profesores de la Universidad con quienes se iban a discutir, y mal podían éstos dar el pase a cuestiones de que fueran ignorantes; y si dichas tesis no probasen siempre, al igual de lo que hoy sucede tanto en Caracas como en París, la suficiencia de los aspirantes, si demuestran la orientación de las doctrinas que tenían Cátedra en nuestro viejo y calumniado Instituto, única materia que interesa comprobar a los críticos de la cultura colonial.<br />Pero acontece a ciertos de estos críticos lo mismo que a los buscadores de milagros. Como no ven la aparición de los duendes que entre algazaras hubieran bajado de allende las nubes, libros, retortas, pupitres, cartas, máquinas, globos y demás útiles de enseñanza, ni consta en documentos oficiales, suscrito por Obispos y Gobernadores, que un día cualquiera los colonos hubieran amanecido provistos del don de lenguas y doctos en ciencias divinas y humanas, terminan por negar la cultura, para postergar su aparición hasta el día en que aquéllos hablaron lenguas del gobierno español. Estos investigadores cobran especial empeño en medrarlo todo de los milagros y las tormentas, y no alcanzan a mirar claro sino entre truenos y rayos. ¡Dios los haga santos! Imaginan la cultura como una violenta granizada, y no quieren convenir en que, muy por lo contrario, ella es producto de una paciente labor subterránea, al igual de cualesquier otras cosechas. Bien que de arriba venga la semilla, necesario es confiar, mientras llega la hora de la recolección, en la opacidad y anonimia de su destino transitorio.<br />Basta seguir el desarrollo de la enseñanza en general y de manera más detenida el curso de la instrucción que se daba en la Universidad y en las Facultades mantenidas en el silencio de los claustros, para librarnos de la sorpresa que ha llevado a muchos a buscar en causas extrañas a nuestro medio la explicación de nuestro fenómeno cultural. Nada tan baladí como el recurso de los contrabandos amparados por las sotanas de los clérigos, para justificar que los criollos conociesen autores no ortodoxos. Arranca él del supuesto de que tales autores estuviesen incluidos en los Índices expurgatorios, y de ignorar que sus doctrinas se exponían libremente en las cátedras españolas. De otra parte, especialmente en lo se refiere a enseñanzas de orden público, se hacen los ignorantes (parece mejor creerlo así) respecto a que la escuela jurídico-teológica española, venía propugnando desde el siglo XVI teorías gubernamentales afianzadas en la más justa noción de la soberanía popular. Olvidan los críticos que mientras Francia e Inglaterra, fieles a la teoría del derecho divino de los Reyes, condenaban a la hoguera los textos del gran Belarmino, por enseñar que “el poder público está todo en la masa social, en substratum, por cuanto este poder es de Derecho Divino, y no habiendo el Derecho Divino dado este poder a ningún particular, diólo a la masa”; y mientras la alegre Albión acogía satisfecha las teorías pseudo-teológicas de Roberto Filmer, propugnador “del absurdo ideal de la no resistencia a cualquier poder nacional”, en España, muy por lo contrario, las doctrinas de Vitoria, Soto, Bañes y Suárez, eran expuestas a ciencia y paciencia de los Príncipes, aunque ellas alentaran las aspiraciones populares, y se sentenciaba a penitencia pública por el Tribunal de la Inquisición a cierto clérigo que ante Felipe II predicó y sostuvo: que el Rey tenia poder absoluto sobre la persona y bienes de sus súbditos. Si bien es cierto que en nuestra Universidad no se enseñaron las teorías de Juan Jacobo Rousseau, combatido por las autoridades, como Marx por las de ahora, en cambio en ella penetró la influencia del inglés Locke, cuyo perfect freedom sirvió de raíz al contrato, tan social como a-social del Ginebrino, y ciertas otras teorías de allende los Pirineos, que eran enseñadas en los claustros de la Península.<br />Allí estaba la semilla, regada de fuerte lógica, que daría a su tiempo el fruto requerido. De los claustros universitarios salieron los idealistas que redactaron las fórmulas de nuestro derecho republicano, y de las escuelas de primeras letras, aquel sector popular que supo discurrir sobre la Independencia. Al leer papeles de aquel tiempo, sorprende cómo los alarifes caraqueños sabían escribir de su propia mano las relaciones de los gastos de las obras a ellos encomendadas, y cómo los sargentos podían estampar sus nombres en los recibos otorgados a los dueños de hatos que contribuían a la “ración del boa”, según frase del grandilocuente Eloy G. González.<br />No encontrarán escuelas quienes busquen en la Colonia institutos iguales a los presentes, pero tan escuelas serán para el fin que persigue la enseñanza, las que bajo la dirección de modernos normalistas funcionan hoy en Caracas, como el humilde plantel que en nuestros abrasadores Llanos tiene por techo el abanico de una palma, a cuyo tronco se baten, movidos por los vientos, mapas y encerados.<br />Y aun mejores que estas ambulantes escuelas rústicas, fueron las que en los pueblos de Misión y de Doctrina regentaron, para enseñar a los indígenas, los abnegados religiosos, y edificios y rentas propias tuvieron innumerables planteles primarios, creados por iniciativa de los señores coloniales.<br />¿Que no hubiera imprentas en nuestras pobres Provincias? Tampoco las hubo en Atenas, ni en Alejandría, ni en Roma, ni en alta Edad Media, de prolífera matriz cultural. Bien que sea idóneos vehículos de expansión, parece que hicieran poca falta, pues más que expandir, el criollo necesita acumular, y acumuló por otros medios. Tampoco fué Caracas la última ciudad de América que tuviera imprenta en la Colonia, pues a Río de Janeiro llegó en 1808, y a Santiago de Chile en 1810. Para roturar la tierra nada mejor que los tractores mecánicos, pero puede servir, y aún sirve al mismo fin, el primitivo arado virgiliano. Menguado criterio el del economista que, lejos de valorar la producción de la tierra por la monta de los frutos recogidos, infiera sus cálculos de la posibilidad de los medios empleados para la recolección de las cosechas. En la crítica de nuestra cultura los argumentos no deben buscarse unilateralmente en sólo formas objetivas o realísticas, y cuadran más a nuestro fin las conclusiones de carácter, subjetivo. Que hubiera sido en extremo favorable la existencia de imprentas no quiere decir que, por no haberlas, los criollos fueran unos ignorantes, y más conducentes a la verdad resulta la medición y examen de su capacidad cultural por las huellas que se abultan en la Historia, que negar su existencia por la falta de “medios materiales” que la fomentasen, aunque entre éstos figuran, en grado eminente, ricas librerías, ora de los claustros, ora de numerosos particulares. Sin termómetro que “experimentalmente” los mida, el enfermo será susceptible de padecer altos estados febriles, y el médico capaz de comprobarlos!<br />Otro lamentable error cometen los críticos al no hacer la debida comparación entre el estado de la enseñanza en los demás países y el que alcanzo entre nosotros, para discernir, de acuerdo con nuestros recursos, el grado de su desarrollo. Olvidan también ciertos Jeremías de la estadística, el carácter de la instrucción en general: en la monta de sus cálculos no incluyen los centros educacionistas de los frailes, y enemigos irreconciliables de los conventos, no reparan en que éstos ofrecieron en las ciudades favorecidas por su existencia, muchas veces por obligación contraída con el Cabildo, el contingente de sus escuelas gratuitas de primeras letras, no para mantuanos, sino para el común del pueblo.<br />Cuando don Andrés Bello tomó matrícula como cursante en la Real y Pontificia Universidad, ya había estudiado en el Convento de Padres Mercedarios tanto latín como para ser el mejor alumno. Sin embargo, Bello, a pesar de su aprendizaje conventual y de los estudios de Artes, Jurisprudencia y un de Medicina, hechos en la Universidad, ha sido presentado como un auto disciplinador de su ignorancia. ¿Bello, producto de la instrucción colonial? He aquí una pregunta para la cual no hallan respuesta más adecuada los críticos demoledores que la zarandeada autodidaxia, especie de argumentum baculinum con que defienden sus negaciones de la cultura colonial. Pero aunque se empeñen en probar que fué en Londres donde adquirió el caudal de conocimientos que hace gigante su nombre en la cultura americana, habrán de convenir que a Londres fué como compañero de Bolívar y de López Méndez, no para que estudiase, sino por lo que ya había estudiado. ¡No faltaba más! Asesor del gobierno independiente en sus primeros pasos diplomáticos, mal podía serlo un simple aficionado a Virgilio y a Horacio, y que en Londres anchara sus conocimientos, no desdice de su anterior cultura, y muy por lo contrario, indica una preparación suficiente que le permitió captar cuanto estuvo al alcance de su vasto ingenio. Y aumenta el concepto de que es acreedora la versación por Bello alcanzada en el ambiente colonial, la simple consideración de que èl no fué un fogoso conjurado, y que bastantes nexos tenía con el Gobierno español a cuyo servicio estuvo como Oficial Mayor de la Capitanía General. Se le escogió, no para premiar méritos de rebelde, sino para lucrar la República que se esbozaba, con sus aciertos y pericia. Quien se detenga a contemplar la figura del Bello venezolano, expresión admirable de la cultura de su época, llegará a la conclusión de que sus brazos en cruz serían buen puente para borrar el hiato o abismo que los historiadores románticos pretenden introducir entre la Colonia y la República. Y la cruz de los brazos serviría a la vez para definir el carácter cristiano y católico de aquella calumniada cultura.<br />Una historia de nuestra enseñanza que omita tales datos y que haga valer como genuino únicamente lo que lleve sello de protesta y marcada inclinación contra todo lo que envuelva carácter religioso, estamos seguros de que habrá de chocar a toda persona inteligente, aunque odie y queme iglesias y conventos. ¡Hasta el mismo don Manuel Azaña hubiera declarado la falsedad de tales historias! Por lo contrario, a cada paso que demos en el estudio de nuestra Instrucción Pública, habremos de tropezar con la influencia religiosa de la Colonia. La República ha erigido Universidades y ha abierto cátedras de Instrucción Superior en distintas ciudades del país. Unas y otras han desaparecido, y sólo permanecen, después de tantos años, las Universidades de Caracas y Mérida. ¿Se han detenido alguna vez los críticos ante el significado que alcanza para la interpretación de nuestro fenómenos cultural, el hecho de que sólo hayan podido perdurar las Universidades que tomaron fundamento en la tradición didáctica de los Seminarios coloniales, constituido en mayorazgo espiritual que aquéllas han sabido perpetuar?<br />Si flaca pareciere la prueba directa que la crítica presenta a favor de la enseñanza colonial, ninguna tan robusta como la que la honrada lógica infiere al considerar el estado cultural de Venezuela en los albores del siglo XIX. Haciendo a un lado el expediente de la generación espontánea, sólo admitida por los agricultores para explicar la mala yerba, y el transformismo del caso mitológico de Eco, feliz para tornar en hombres robustos y formales a minúsculas hormigas, y apartados aún más del recurso mágico de la filosofía revolucionaria venida de Francia, por cuanto no es de suponer que Picornell y Campomanes tuviesen el poder de infundir, como nuevos Paráclitos, el don de ciencia a los torpes colonos, habremos de convenir en que aquellos hombres eran producto de una lenta forja en el seno del antiguo régimen de enseñanza. ¿De dónde salieron los varones monolíticos que se llamaron Bello, Vargas, Miguel José Sanz, Cristóbal Mendoza, José Ignacio Briceño, José Luis Ramos, José Ángel Álamo, Antonio Nicolás Briceño, Juan Germán Roscio, el Padre Ávila, Felipe Fermín Paúl, Vicente Tejera, Andrés Narvarte, Domingo Briceño y Briceño, Francisco Javier Yánez, Ramón Ignacio Méndez, Luis Ignacio Mendoza y tantos y tantos que forman nuestro ilustre procerato cívico?<br />La mejor generación de la República venía de atrás, de las “tinieblas” coloniales, y si ella se presentó en el plano del tiempo portando en la robusta diestra antorcha refulgente, necesario es proclamar que no fué noche aquel calumniado período, y que los actores que sobre empinado coturno representaron en el teatro de la Historia la escena perdurable de nuestra Independencia política, ni eran movidos por hilos de farsa, ni repetían lánguidos dictados de apuntador, sino discurso de viril contextura aprendido en las severas aulas coloniales. Y aunque lo quieran los historialistas románticos, al pie de sus efigies sería impropia la sátira de Horacio:<br />…os mueven cual sus figuras<br />mueven los titiriteros.<br /><br /> DECIMO TAPIZ<br />Aquí se pinta cómo las personas que ejercieron la autoridad colonial no fueron señores de horca y cuchillo.<br />HA sido una verdadera lástima que nuestras historias populares se hayan detenido más de lo necesario en ciertas descripciones del pasado. Las crueldades de Juan de Carvajal, pormenorizadas en todos los manuales destinados al aprendizaje escolar de la Historia Patria, son buena parte para que los niños miren a tal Gobernador como prototipo de las autoridades coloniales, y a muchos resulta fácil aceptar que todos los Gobernadores tenían a sus órdenes esclavos encargados de cortar cabezas, cuando no se hallaban en perpetua correría como Alfinger y Spira. Esta sombría visión de decapitaciones y el continuo correr la tierra en busca de peligrosas aventuras, ponen como un sangriento ribete de crueldad y de incertidumbre en el panorama histórico y cierra la mente para la comprensión de la obra cultural realizada por las autoridades coloniales. A los escolares se enseñan como piezas espantosas en nuestros Museos, grilletes y barras de data colonial, sin percatarse de que, para curarles de espantos, debiera el cicerone explicar cómo esas modestas piezas de tormento llegaron a crecer durante el curso de la República hasta tomar proporciones leviatánicas. En cambio, cuando se ahonda un poco en la investigación de nuestro pasado, aparecen aquellos magistrados vestidos de distintos arreos y subordinados a normas legales que no les permitían los excesos a que se dieron ciertos conquistadores. Que algunos, muy pocos en verdad, figuren en nuestros anales como verdaderos energúmenos, cosa es que no debería espantar a los críticos, sobre todo si se considera que su número es demasiado reducido al lado de quienes se comportaron como verdaderos constructores de República. Si hubo una Carvajal y un Cañas y Merino, que se condujeron como verdaderos demonios (¡y bien que hizo el primero en acabar con los Welser!), en cambio sus fechorías quedan anuladas por la acción civilizadora de Juan de Pimentel, Diego Osorio, Piña Ludueña, Sancho Alquiza, García Girón, Meneses y Padilla, Fernández de Fuenmayor, Porres y Toledo, Pedro de Brizuela, Sancho Fernández de Angulo, José Ramírez de Arellano, Carlos de Sucre, el Conde de la Jerena, Fernández de Guzmán, el Marqués de San Felipe y Santiago, Espinoza de los Monteros, Juan Luis Camarena, Manuel Centurión, Felipe Ricardo, Solano y otros tantos que rigieron las distintas Provincias que en 1777 entraron a formar la Gran Capitanía General de Venezuela.<br />Que muchas veces los Gobernadores hicieran mal uso de la regia autoridad a ellos confiada, es cosa que, por lo humano y corriente, ni a los mismos españoles de entonces sorprendió, y a nosotros menos; para evitarlo, las Leyes de Indias erigieron la amenaza inflexible de los Juicios de Residencia, especie de tamiz a cuyo través eran cernidas las acciones del Gobernador y de las personas que habían ejercido autoridad durante su término político.<br />Apenas llegado a la cabeza de la Gobernación el Juez encargado de residenciar las viejas autoridades, era anunciado por voz del pregonero el comienzo del proceso. Desde los albores de la conquista, la Reales Audiencias de Santa Fe y Santo Domingo, en cuyos Distritos judiciales caían las Provincias que hoy integran nuestra Patria, enviaron a su debido tiempo estos terribles emisarios, que a menudo fueron los gobernadores nuevamente nombrados. El Juez se trasladaba al interior de la Provincia, o comisionaba la residencia de sus funcionarios a delegados especiales, y al Tribunal acudían todas las personas interesadas, para exponer sin apremios y con entera libertad, los hechos de que se querellaban contra los viejos mandatarios.<br />Copiosísimos procesos, vestido con toda la casuística foral española, llenan los anaqueles de nuestro Archivo General, mientras otros se hallan en los propios Archivos de Sevilla; y ellos son prueba irrecusable de que en aquel período, por mucho tildado de esclavitud, no sólo hubo una constante propensión a hacer justicia, sino justicia efectiva; y si fueran leídos por quienes dicen que las Leyes de Indias pasaron el Atlántico sólo para hacer violadas, estamos seguros de que oiríamos verdaderas retractaciones. ¡Cuidado que sí!<br />No fueron aquellas Residencias simulacros de juicios para absolver las regias autoridades, como podrían entender algunos escépticos anti-españolistas y bien experimentados políticos de ahora. Todo lo contrario, aun muertos los individuos (y esto ya era demasiado), el proceso se instauraba contra su sombra misma, y la pena recaía sobre los legítimos herederos: la viuda del Gobernador Gedler y Calatayud hubo de pagar a las Cajas Reales veintiocho mil pesos a que fué condenado su difunto esposo; y nadie podía ser elegido para cargo alguno, si no había sufrido la expurgación residencial respecto a oficios anteriormente desempeñados.<br />El tiempo que duraba el proceso era como un verdadero periodo de penitencia pública, o como un juicio final abreviado. Con las buenas, las malas obras iban apareciendo de boca de los testigos sobre el tapete del Juez, y agotados los de cargo, la parte interesada aprovechaba el plenario para defenderse con declaraciones de nuevos testigos, de lo que en veces sólo era calumnia por rencillas personales. Todas las injusticias de las viejas autoridades iban cayendo sobre sus personas a manera de lluvia de plomo, y aquellos jueces, que debían tener muy bien puesta la cabeza para no perderla en la baraúnda de tanto litigio, terminaban por dictar con soberana libertad su fallo tremebundo sobre grandes y pequeños. ¡Y qué fallos!<br />A más del temor de la irremisible Residencia, los Gobernadores tuvieron la continua amenaza de las apelaciones interpuestas ante la Audiencia respectiva y ante el Consejo de Indias, cuerpo éste del cual dijo el francés Depons: “No hay en Europa ejemplo de un tribunal cuyas decisiones hayan sido durante tres siglos tan sabias y luminosas como las que ha dictado y dicta todavía el Consejo de Indias. En su largo ejercicio ni siquiera la calumnia se ha atrevido a imputarle el más mínimo acto sospechoso de prevención, de ignorancia o de favor”.<br />Y sobre estas circunstancias disciplinarias, que contribuían a mantener en cierta línea de equilibrio legal de conducta de los gobernantes, la selección que se hacía en el nombramiento de ellos fué motivo poderoso para que su presencia al frente de los destinos de estos pueblos no fuera tan de menos como se piensa. Los estudios de Terrero y de Sucre sobre los Gobernadores de la Provincia de Venezuela, y lo de Ramos Martínez y Duarte Level acerca de las autoridades de Cumaná Guayana, respectivamente, ofrecen el desfile de eminentes repúblicos, que pusieron especial empeño en mejorar las condiciones de dichas Provincias, ora en el orden material, ora en lo económico y político; y nadie, después de leerlos, sería osado a negar que los nombres de Diego Osorio, Berroterán, Centurión, Solano y tantos otros, merecen recordarse entre los de los más ilustres servidores de la Patria. Aunque no fueran ni “ilustres” ni americanos.<br />Como hasta el presente nuestras historias populares no han intentado ofrecer al público la verdad de nuestro pasado, el recuento de la época colonial y de sus autoridades ha estado reducido a un ligero esbozo, en que sólo aparecen con colores llamativos hechos en sí insignificantes como factores de evolución histórica. El Rey Miguel y su oscura compañera Guiomar, son personajes sumamente familiares a los estudiantes de Historia Patria, y sin embargo, el famoso negro no representa nada en nuestra vida social, aunque los vecinos de Barquisimeto se hubieran empeñado en presentar su reducción como un hecho de transcendencia, y a pesar de que algún poeta nacional haya dicho que<br />trazó la línea del derecho a un mundo.<br />No diremos nosotros que el mejor modo de comprender nuestra Historia sea leyéndola al revés, aunque tal procedimiento lo recomienden buenos críticos, pero sí creemos bastante conducente a obtener la verdad de ciertos hechos, leer lo que no está escrito aún, o aquellos que los historiadores han dejado exprofeso de escribir. La razón de la preferencia por esta historia en blanco, que podríamos llamar en potencia, consiste que sus hechos son extremadamente veraces, por no haber sufrido ninguna manera de adulteración.<br />Por lo que respecta a algunos personajes que aparecen abultados en nuestros manuales de Historia, puede decirse que por lo regular son inferiores a aquellos que dicha historias no nombran, o apenas nombran a la ligera (Pablo Collado y el Marqués del Valle de Santiago, por ejemplo). Es necesario recurrir a los archivos y a las monografías desprovistas de popularidad, para encontrar los verdaderos elementos de nuestra Historia y poder con ellos reconstruir las figuras que, a consecuencia de la imperfección de los papeles que han venido representando, sufren de atrofia o amorfía de la personalidad. Quizá resulte una verdadera labor de cirugía plástica, muchas veces de un refinado arte dermotómico, la reconstrucción de ciertos personajes, pero necesaria de todo punto para poder darles una justa posición en la perspectiva histórica. ¡Aquí sí nos la ganan los cirujanos!<br />Si a cualesquiera de nuestros estudiantes de Historia se le pidiese un dato sintético de la personalidad de don Vicente Emparan, no titubearía en presentarlo tambaleante en el momento de ser derrocado por el dedo “canónico” de Madariaga; y mientras la figura del Capitán General se iría achicando cada vez más, el índice del Canónigo resultaría de proporciones gigantes en la pintura animada que se hiciera de aquel acto memorable. Claro que al novel lector resulta de una delicadísima inconsistencia este Gobernador renunciante, y en cambio de una temeridad sin medida la actitud del atrabiliario sacerdote, por cuanto él no piensa, ya que los métodos de estudiar Historia no le obligan a que piense en ello, que si Madariaga se atrevió a mover el dedo y don Vicente Emparan selló con la frase nostálgica y candorosa de su renuncia el término gubernamental, fué porque ambos tenían la convicción de que al Gobernador no obedecían los veteranos, comprometidos con los conjurados que alentaban el movimiento de autonomía; y que fué debido a no contar con ellos por lo que Emparan recurrió, como a argumento desesperante y mínimum eligendum, a consultar la voluntad del pueblo. Ahondando en la psiquis de este Gobernador, llegamos a la fácil conclusión de que, lejos de ser un ante pusilánime, supo con gran presencia de ánimo revestir su derrota de un aparato hasta democrático, que hubo de agradar a sus mismos enemigos, dispuestos enseguida a embarcarlo sano y salvo hacia mejores playas. ¡Quién sabe dónde habría quedado la cabeza de don Vicente si no hubiera tenido el aplomo requerido para salir de aquel peligroso laberinto!...<br />Lo que pasa con Emparan, sucede en sentido contrario con la mayoría de quienes representaron la autoridad regia en nuestra Patria. El pueblo no ha sabido ver en los Gobernadores personas medidas por el común de los cristianos, sino siniestras criaturas propias a gobernar esclavos a punta de látigo y hoscos carceleros dispuestos a remachar grilletes a los pobres colonos. Y el concepto tiene abundancia de razones donde estribar: si aquel período fué solamente como la presencia en las tablas de un coro quejumbroso de esclavos, nada más natural de suponer que las autoridades fueran, no ya cómplices, sino corifeos de la espantosa hecatombe que mantenía las quejas. ¡No podrían ser otra cosa!..<br />Y aquí aparece comprobada la necesidad de estudiar la historia en blanco, empezando por echar al olvido gran parte de la historia oficial. Bien que sea harto difícil prescindir de un siglo de leyenda histórica, sin embargo es necesario limpiar el terreno a fin de prepararlo para la nueva siembra. Sobre todo hay urgencia de quemar la cizaña brotada por “generación espontánea” ¡Y no vendría mal quemar otras cosas!<br />Muchos creerán que nosotros estamos dispuestos a procurar la canonización de los cientos y tantos personajes a cuyo cargo estuvo el gobierno de las Provincias venezolanas hasta 1810, porque a este extremo llegan quienes sólo tienen dos términos para calificar a los hombres. Como hemos dicho que no eran monstruos, supondrán, por inversión, que los tengamos catalogados en las páginas de algún santoral, y no son tales opinantes capaces de comprender que así como aplaudimos sus progresistas iniciativas y sus medidas civilizadoras en el orden político, festejamos toto cortes, al igual de quien se tenga por el más ardiente patriota, la ausencia que hicieron de estos países, donde ya los criollos veían con verdadero fastidio autoridades tenidas justamente por intrusas.<br />La disparidad de los juicios formulados sobre las autoridades españolas tiene su origen en los diferentes modos de contemplar nuestro medievalismo criollo. Quienes vemos en la Colonia un proceso constructivo y no una era de destrucción, advertimos con claridad que las autoridades si estaban al frente de numerosos obreros que edificaban algo. Por lo contrario, los que, considerando reñida la comprensión colonial con los sentimientos republicanos, se empeñan en ver la Colonia como una época destructiva, sólo las contemplan armadas de cimitarras. Pero a éstos no ocurre pensar que serían demasiados tres siglos para destruir viento, y que, en cambio fueron suficientes para la labra de los estribos republicanos.<br />Y lo más curioso del caso es el propio origen del concepto destructor de la Colonia: no son los historiadores de hoy quienes lo han consagrado, apenas ellos repiten una frase inspirada por el odio de la lucha de Independencia. La misma clase social que se había alzado altanera durante la época colonial y de la cual formaban parte hombres que tuvieron a orgullo exhibir las ejecutorias de los abuelos españoles, fué la primera en decir que luchaba por los derechos que había cercenado la conquista. Nuestro egregio Triunviro, el ilustre don Cristóbal Mendoza, había levantado en Trujillo quince años antes de la Independencia, una extensa probanza encaminada a justificar el “entroncamiento de mi familia (son palabras suyas) con las primeras y principales que de Europa pasaron al descubrimiento, conquista y población de ente nuevo mundo”, y a poner de bulto si “me conocen a mí han conocido a mis ascendientes por personas de calidad y nobleza, gozando en todos los tiempos de los fueros y preeminencias de caballeros hidalgos ejecutoriados y como tales han ocupado y ocupa los primeros puestos de esta ciudad”. En las mismas condiciones de Mendoza estaban casi todos los próceres que se dieron, inclusive el Libertador, Urdaneta y Sucre, para citar los mayores, a vociferar contra la Colonia y contra su régimen destructor, sin advertir que ellos eran la Colonia misma, que se alzaba hacia una nueva forma política, capaz de ser soportada por los elementos formados en su seno. Ninguna prueba parece tan incierta como la que pretenden levantar los hijos acerca de la esterilidad de sus progenitores. Sin embargo, sobre tal incertidumbre y sobre tan falsa presunción de esterilidad, se ha construido durante un siglo la Historia de la Patria, y en sus altares inconsistentes ha creído depositar el patriotismo sus más nobles sacrificios.<br /><br /> UNDECIMO TAPÌZ<br /><br /> Aquí se pinta como la cultura se expandió sobre campos y sabanas.<br />Pocos son quienes piensan, cuando contemplan y admiran la fecundidad de nuestros campos, que en ellos perdura una huella viva y elocuente de la cultura colonial. No hablamos aquí de cultura artística o literaria, ni de formas político-sociales: nos referimos apenas a nuestro otrora opulenta agricultura y a nuestra abundante cría, la cultura agri de los latinos, que debiera ser fuente de perenne riqueza nacional y soporte de nuestra independencia económica.<br />Al revisar los anales de la conquista, los historiadores se detienen a ver sólo la diestra de los capitanes que pacificaron la tierra, acaso recordando el verso de Tirteo que dice ser la diestra mano la que ofende, y no advierten que mientras con ella blandían la bélica tizona, iban aventando con la otra mano, conforme a lo mandado por las regias capitulaciones, ricas semillas traídas de otros climas: “Os obligáis a llevar a dichas provincias veinte caballos y diez yeguas, veinte cabras, cincuenta ovejas y veinte puercas; llevareis además trigo, cebada y plantareis viñas y olivares”, ordenaba el Rey a Jerónimo de Aguayo en la carta de capitulación del gobierno de Arauca. Aunque fracasada la tentativa pacifica de colonización de los Padres Franciscos y Dominicos en las costas de Cumaná, subsistieron como recuerdo de su propósito civilizador. “higueras, parras, granados y otras diversas simientes (que) han respondido en producir muy mayor fruto que en España: higos y melones en todo el tiempo del año”. Desaparecida la ranchería que Alfinger mantuvo en la ribera del Lago de Maracaibo, quedaron, sin embargo, en la tierra deshabitada “grandes árboles de granados y parras de España que los españoles que allí residieron habían plantado y cultivado”.<br />Para adaptarse al nuevo marco físico, la sociedad cuyos cimientos echaba la conquista, necesitaba, como acción intermediaria, modificar la geografía botánica. El hombre se comunica con la tierra por los frutos que ésta ofrece de sustento, y la tierra, por medio de ellos, determina la propia orientación cultural de las sociedades. “La cultura misma es siempre vegetal”, dice Spengler, y como consecuencia de esta imborrable vislumbre originaria, se ha pretendido establecer un lazo directo entre sus formas superiores y el consumo de trigo; y reduciendo el sentido de la política a sólo el imperio de las fuerzas económicas, se sostiene que la potencialidad de los grandes pueblos, reside no en el número de sus recursos bélicos, sino en poder conservar repletos los graneros. Tan primaria es ésta noción vinculativa entre la naturaleza vegetal y el ser humano, que ciertos indígenas del occidente de África tienen por crimen igual al parricidio de la destrucción de un cocotero. Y genio de las proporciones de Beethoven no tuvo enfado en decir: “Amo más a un árbol que a un hombre”. ¡Si así pensaran quienes a la hora actual se empeñan en destruir nuestros bosques, aunque sea para sustituirlos por pintoresca urbanizaciones! Porque éstos tampoco destruyen los arboles mirando a mejorar a los hombres. Miran sólo al interés de sus particulares fortunas, así se amputen los pulmones de las ciudades.<br />Las tribus americanas se mantenían en un grado muy inferior con respecto a los nuevos señores, y no eran el maíz y la yuca el pan adecuado para el sustentamiento de la nueva sociedad, acostumbrada en la vieja patria a mejor clase de alimentos, así escasearan ellos en aquel siglo de hambre y de aventuras. El colono ensayó entonces cultivos nuevos y alteró con ellos la flora tropical. A la cabeza de los indios, desceñidas las armas guerreras y portando en la ruda mano la pacifica azada, el Capitán aparece como la encarnación del semidiós rústico que, armado del mástil de un arado, ayudó a los griegos de Maratón a devastar las falanges medas. Si ella fue expresión de lo que pudo aquel pueblo, amante del cultivo del campo hasta crear una verdadera sinonimia entre agricultor y patriota, acá es manera de heraldo que anuncia con voz cuyo eco perdura sin respuesta en la barbarie de la selva aun virgen, la necesidad de cultivar la tierra como basamento de independencia cívica y como garantía de libertad nacional. Bien sabía el fiero soldado, por propia experiencia en Flandes y en Italia,<br />que no hubiera un capitán,<br />sino hubiera un labrador.<br />Al concluir la dura empresa de aquietar a los indios, el conquistador, en estas latitudes de pobreza aurífera, hubo de trocarse en sencillo labrador y en pobre aldeano, con el indio roturó la tierra no para extraer los tesoros que contiene, sino para arrojar en su seno la semilla que ennoblece su fuerza productora. Juan de Guevara, pocos años corridos de la fundación de Caracas, invocaba ante el cabildo sus méritos guerreros como titulo bastante para que se le “hiciese merced de cuatro calces de tierra para sembrar trigo”. Esta raza altiva, que afinca en la reciedumbre de sus hechos el prestigio de su hoja de servicios, no vacila en doblarse, cual masa esclava, para educar al aborigen en las nuevas empresas agrícolas. Discípulos de Virgilio en el arte de sustituir por la azada la bélica rodela, ellos concretan bajo el ardiente sol tropical, el mismo símbolo esculpido en cierta piedra preciosa, del tiempo acaso de Catón o Cincinato, que enriqueció, como presagio papel, el tesoro de Urbano VIII: dos leves abejas tirando de un arado.<br />Y con el fiero conquistador que labra, transformándola, la tierra, el Misionero alterna en su labor evangelizante entre el campo y la capilla rústica. Su persuasión no se reduce a enseñar a los barbaros los caminos de la fe, e intenta convencerles de las necesidades del trabajo común que, sobre crear recursos materiales, fomenta la vida civil.<br />No fueron las serranías andinas las únicas que abrieron su fecunda entraña para recibir la semilla promisoria de pan apropiado a las necesidades de los nuevos señores de la tierra: Quíbor, El Tocuyo, Turmero y La Victoria vieron dorados sus valles y mesetas por la opima espiga, hasta bien entrada la República. Del valle de Caracas decía don Juan de Pimentel en 1583: “el trigo y cebada se coge ágora poco porque se comienza a sembrar: uvas sólo para comer”, y luego la ciudad traficaba en harina y biscocho con Margarita y Cartagena. ¡Harina y biscocho a Cartagena apenas promediado en el siglo XVI; hoy, cuando brilla nuestra pecaminosa riqueza minera, importamos, para pagar en oro, hasta las papas y frijoles que el mero indio cultivaba!<br />Como dato que indica la premura y diligencia que los colonos pusieron en el fomento de la agricultura y de la cría, podemos decir que en 1570 se exportaba por los puertos de Trujillo y Mérida grandes cantidades de harina. “Han salido ya navíos cargados de harina y biscocho y jamones y ajos y cordobanes y badanas y otras cosas”, decían los Alcaldes Argüelles y Párraga en su descripción de la Laguna de Maracaibo. Los mismos Alcaldes escriben de la Nueva Zamora: “se dan berenjenas y coles razonables y rábanos y pepinos y melones”. Y de los primeros años de la población de Margarita, refiere Castellanos:<br />Trujéronse de España variedades<br />De plantas con higueras y granados.<br />Demás de muchos frutos naturales<br />Que ella de suyo tiene principales.<br />Hay muchos higos, uvas y melones,<br />Dignísimos de ver mesa de reyes<br />Junto a los cultivos nuevos, de los cuales llegaron a ser principales el trigo y la caña, y más tarde el añil y el café, los criollos prosiguieron en el beneficio de los frutos aborígenes. El cacao y el tabaco, cuya aparición había trastornado a la buena sociedad de Europa, llegaron a figurar en gran escala, al igual del añil y del algodón entre los productos que exportaba la Colonia. Todavía queda el recuerdo en Madrid del buen cacao de Venezuela, y entre viejas tonadas que repiten apacibles claustros monjiles, se escucha el añorante estribillo:<br />¡Choooocoolate de Caracas!<br />¡Choooocoolate de mi vida!<br />Aun hay quienes nombren en ciudades europeas, con la misma nostalgia con que los poetas evocan los vinos del Falerno y Espoleto, el exquisito tabaco que exportaba la ciudad de Barinas durante todo el periodo colonial y después de la República, en aquellos buenos tiempos de la ciudad llanera, en que no se presumía el desbarajuste federal. Antes de1810, según datos de Codazzi, salían de nuestros puertos cada un año: ciento treinta mil fanegas de cacao, cuarenta mil pacas del algodón, un millón de libras de añil y ochenta mil quintales de café, arbusto éste cultivado desde 1730 en Guayana, desde antes de 1776 en la Cordillera y a partir 1783 en el valle de Caracas.<br />Al par de plantas, que en arraigando transformaron nuestra flora indígena, y de las cuales es bueno recordar entre otras que se callan, el ajo, el millo, la berza, el ajonjolí, el anís, el arroz, la coliflor, la cebolla, el granado, el durazno, la higuera, la espinaca, el garbanzo, la lechuga, el melón, el malangá, el nabo, el perejil, el plátano, el pepino, la parra, la fresa, el naranjo, el limonero, la berenjena, el membrillo, la albahaca, el ñongué, el quingombó, el rábano (muchas de éstas traídas por los esclavos de África), los españoles introdujeron, para atender las necesidades de la nueva sociedad, distintas maneras del ganado, que venían a sustituir en la economía alimenticia los animales salvajes, cuya caza fue industria de los indios. De Coro escribía Castellanos:<br />De ganados hay hoy los campos Llenos<br />Su carne por extremo provechosa,<br />Sabores ultimadamente buenos;<br />De cabras muchedumbres copiosas;<br />Paren a dos y tres, si más no menos;<br />Hay de caballos casta generosa,<br />Y la cercana sierra les da granos,<br />Si les falta por ser largo el verano.<br />Tanto había progresado la cría por aquellos tiempos en que en noticias referentes a El Tocuyo y Nueva Segovia datadas por 1553, se habla de haber en sus términos cosa de mil caballos y yeguas, sobre tres mil vacas de buena casta, ovejas hasta doce mil y harta muchedumbre de puercos y cabras.<br />En el mencionado informe del Gobernador Pimentel, se lee que por 1583 existían en la Provincia de Caracas: yeguas, vacas, puercos, burros, mulas, ovejas, cabras y perros. La musa del poeta-soldado encuentra también en la Isla de Margarita tema fecundo para sus octavas inacabables, y de ella dice:<br />Aunque los bosques tienen aspereza<br />Y espinas y escabrones a sus trechos,<br />Produce por allá naturaleza<br />Otras muchas maneras de provechos:<br />Caballos hay de suma ligereza,<br />No grandes, más trabados y bien hechos,<br />Y en todos los trabajos duran tanto<br />Que podría decir cosas de espanto.<br />Pronto nuestras pampas y sabanas se vieron cubiertas de grandes rebaños, y ya en el propio siglo XVI Francisco Ruiz y Diego Ruiz Vallejo hacían valer con meritorios servicios, la conducción de caballos, vacas y ovejas al Nuevo Reino de Granada, “para que oviese contratación de una gobernación a otra”. De Vallejo dice Castellanos:<br />Para poder sacar algún dinero<br />De cosas que la tierra producía;<br />E ya tenían en aquellos años<br />De ganados allí buenos rebaños.<br />Refiérese el poeta a El Tocuyo, por los años de 1548, después del fracaso de la primera expedición a la provincia de los cuycas y luego sigue:<br />Determinaron pues de hacer saca<br />A tierra de longuísima distancia,<br />Viendo que cabra, oveja, yegua, vaca,<br />Seria de grandísima ganancia,<br />Si por los llanos, acia Guayamaca,<br />Cortando por aquellas circunstancias<br />Se pudiese hallar algún entrada<br />A este nuevo reino de Granada.<br />En 1592 concedía permiso el Cabildo de Caracas para sacar mil cabezas de ganado vacuno para la región de los cumanagotos y en 1613 se vendían en el interior, bueyes a ocho pesos la yunta, mulas a quince, yeguas a dos, ganado menor a cuatro reales cabeza y lana a ocho reales la arroba.<br />El propio indio que había sentido pánico ante el avance de los fieros caballos de la conquista, inició luego el abigeato en los grandes hatos de los llanos. Imitando al vaquero zamorano, se sintió otro sobre el lomo desnudo de las bestias y supo entonces, sin que Anquises lo enseñara que “esos mismos caballos se acostumbraban a arrastrar un carro y a llevar uncido al yugo acorde frenos”.<br />Una capa de cultura orgánica cubría el suelo de la patria y lo capacitaba para que en el desarrollara la nueva vida civil. A la casa salvaje del aborigen sin “hábitat” fijo sucede la cría de animales domésticos que ofrecen fácil alimento y contribuyen a fomentar la riqueza de la tierra. El mestizo y el negro esclavo trasportados a los Llanos, adquieren, con el indio puro, hábitos de criadores e inician el nomadismo pastoril, que constituye el fondo de la vida de nuestras pampas, donde terminan por aparecer, de la mezcla de las distintas razas, tipos que, luchando con las influencias telúricas tienen su progenie más en Córdoba y Castilla que en el viejo solar tropical. Y mientras el llanero cante en actitud de soberbia hombría.<br />Sobre la yerba, la palma;<br />sobre la palma, los cielos;<br />sobre mi caballo, yo;<br />y sobre yo, mi sombrero,<br />en el fondo de su voz vibrara el metal altivo de los abuelos peninsulares, sostenido sobre las notas de instrumentos musicales que recuerdan la común prosapia hispana: el cuatro llanero, derivación de la guitarra española, “individualista, integral, sintética”; y el arpa rustica que, con su sabor agreste, conserva la misma tonalidad diatónica del arpa del seiscientos.<br />Cuando se sigue a través de los anales de los siglos XVI y XVII la evolución de la agricultura y de la cría aparece en extremos exagerado el titulo de creadores de nuestra industria agrícola que don Arístides Rojas reserva para los vascos que vinieron en las embarcaciones de la compañía Guipuzcoana. Bien que ellos dieron impulso, para acrecentar sus proventos, a los cultivos de la tierra su acción organizadora a pesar de los discutidos beneficios que pudo presentar a la economía de la Colonia, no debe tomarse como la génesis de nuestra vida agrícola e industrial. Sobre falso, dicho aserto menoscaba la justicia histórica. De lo contrario mirando a su provecho, propendieron los vascos a intensificar los frutos exportables únicamente, y dejaron decaer, para importar harina, el cultivo del trigo. Grandes plantaciones y espesísimos rebaños se hallaban fundados desde época muy anterior a la compañía, y pueblos como San Sebastián de los Reyes habían adquirido de lueñe tiempo una vigorosa vitalidad industrial. Basta leer el informe de don Pedro Olavarriaga sobre el estado de la agricultura anterior de los vizcaínos.<br />Con la cría, en su sentido especulativo, y con el beneficio de la nueva agricultura, puede decirse que desde los pristinos días de la conquista, dio el español nueva fase a la productibilidad de nuestro suelo, y preparo con ellos las “formas” de nuestro mundo económico, que sirvieron de supedáneos a la propia organización de las clases coloniales, y que originaron las protestas mas tardes elevadas por los criollos contra sistemas que extorsionaban las explotaciones agro-comerciales.<br />La estepa herbácea y los templados valles y mesetas, mostraron, cuando aun las huestes conquistadores recorrían la tierra para apacentar a los indígenas, cultivos de estos desconocidos y animales que luego mejoraron sus propias condiciones de vida. El barro mismo adquirió nuevo destino en las manos del indio, cuando este troco por otros menesteres, cónsonos con el sentido de la nueva vida, la cerámica funeraria e idolátrica de su vieja afición. “Los indios hacen hormas de barro para azúcar, grandes y pequeñas donde se echa el melado y sirven en distintos usos”, dice la pesquisa secreta hecha a los indios de la encomienda de Mamo por el Gobernador Porres y Toledo. Las indias de las encomiendas de Trujillo labraban diariamente el algodón, y que ora se utilizaba, a la par de lana, en la confección de tejidos y de “alfombra de gran primor”, ora se enviaba a El Tocuyo para alimentar los telares que allí existían desde tiempos de Pérez de Tolosa.<br />Y cuando la República elimino de nuestra heráldica los viejos símbolos parlantes del antiguo dominio castellano, puso en los cuarteles del escudo patrio, junto con la espada castiza, y sin advertir la perdurabilidad del simbolismo hispano, dos otros emblemas que hablan directamente de la obra opulenta con que los colonos supieron formar nuestra riqueza territorial, fatalmente “devorada, como dice Luis Correa, por el incendio revolucionario”: un ágil caballo, defina prosapia andaluza, y un haz de áureas espigas, que recuerdan los primitivos trigales extremeños.<br /><br /> DUODECIMO TAPIZ<br />Aquí se pinta como los Padres de la Patria alegaron sus derechos con Argumentos propios.<br /><br />EL surgimiento de las formas de la cultura colonial permiten contemplar, aun al observador de poca perspicacia, cómo la sociedad nueva se irguió hasta bañarse en la luz de la historia. Apartando todas las otras manifestaciones de plenitud que ofrece el estudio de nuestros anales, podemos convertir la observación a sólo el desarrollo de la intelectualidad criolla y al avance de la idea autárquica, que pugnó por su expansión en los cabildos, para explicar la génesis de la idea independiente.<br />La conciencia vigilante del criollo, lejos de haber permanecido en paz y quietud, como propugnan los sostenedores de que nuestra independencia fue un proceso manumitido, sintió, por lo contrario, en cada nueva ocasión con mayor ímpetu, el palpitar de su gravidez cívica. Al germen levantisco que insufló en los ayuntamientos la arrogancia del conquistador, se había unido la semilla de cultura con que obispos, frailes y curas hicieron fecunda el humus espiritual de la colonia representando no sólo por las clases superiores, sino también por ciertos sectores comunes hasta quienes había llegado la influencia de las letras.<br />El pueblo colonial, en plena dominación española, logró ejercer, aun de manera violenta, sus derechos sociales. Antes de que Juan Francisco de León encabezara en 1749 la conocida sublevación de Panaquire, habían realizado los criollos, de común acuerdo, ciertos actos encaminados a poner en guardia aquellos derechos. Entre dichos actos vale recordar la protesta de los gremios caraqueños contra la Real Cédula de 28 de agosto del 1733, que creaba nuevos arbitrios para atender a diferentes obras públicas, y a la cual alude Vallenilla Lanz en sus estudios sobre la Ciudad Colonial. No sólo resalta del examen de aquel proceso el grado de libertad de que el pueblo gozaba para mancomunarse en defensa de sus derechos inmanentes, sino la versación del mandatario don Pedro García de Segovia, a quien fue confiada la procura de los gremios ante el ayuntamiento encargado de cumplir el regio mandato. Junto al concepto imperativo del pueblo que clama contra disposiciones que lo someten a cargas injustificadas, aparece el alegato jurídico, revelador de la familiaridad del criollo con las teorías democráticas defendidas por la escuela española de teólogos y jurisperitos. No son palabras de un esclavo a no ser que se comprobase que la prole de Epíteto inmigrara en estas tierras, aquellas con que García de Segovia sostiene que: “para que las nuevas disposiciones, tributos y contribuciones sean justas y se tomen por tales, se requieren muchas condiciones: es necesario la pública utilidad y necesidad a juicio del vecindario, y que no haya de dónde socorrerlas; que las contribuciones y exacciones no deben ser demasiadas ni excesivas, sino proporcionadas a todos los que constituyen el cuerpo político de la república”. En el fondo, el alegato del procurador parece un escolio a la definición tomista de la ley.<br />El sentimiento autonómico, exasperado por las exacciones de los oficiales de la Guipuzcoana, no se limitó a las protestas armadas de León y de su hijo Nicolás. Distintas tentativas, en las cuales entraban más que todo las quejas contra el sistema tributario y contra el monopolio del comercio, se llevaron a cabo durante el siglo XVIII. Era el mundo de las formas económicas que, irguiéndose hacia nuevas relaciones culturales, pugnaban por una otra fisonomía que estuviese acorde con el ensanche de sus profundas actividades interiores. Más no se entienda, y dicho sea de paso, que España fuera la única potencia que reservara a su bandera el comercio de las colonias pues tan rígido como el español fué el sistema adoptado por Francia para sus dependencias de ultramar.<br />Una de aquellas tentativas la ha venido a revelar un expediente reservado que instruyo el obispo de Caracas en 1763, con ocasión de haber sido delatado al capellán de la Divina Pastora, un plan de rebelión que amparaba el Gobernador de Curazao y un rico comerciante judío de aquella Isla. Dicho plan se encaminaba a sublevar las provincias, con oferta de mejorar las condiciones del comercio, y a efecto de su realización se había enviado buena cantidad de armas y pólvora a la ciudad de Barcelona. Remitidos al Gobernador Solano la causa y los papeles interceptados, no hemos hallado noticias del final de aquella aventura.<br />El 25 de julio de 1781, sin ninguna resistencia, fue tomada la parroquia de Ejido de la ciudad de Mérida, por más de siete mil hombres armados de escopetas, armas blancas, flechas y hondas, y el 28 del mismo mes tres mil de ellos penetraron sin oposición a la ciudad de Mérida, y de allí dirigieron cartas a los cabildos de la ciudad de Barinas y Trujillo en que se invitaba a dichas poblaciones a sumarse al movimiento conocido en la Historia conocido con el nombre de Revolución de los Comuneros del Socorro, a la cual eran afectas la ciudad de la Grita y la Villa de San Cristóbal. La onda de la protesta había nacido en el Virreinato de Santa Fe, de cuyo distrito había formado parte de la Provincia de Mérida de Maracaibo, y se dirigía según las capitulaciones de los Comuneros “a que los americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas. Que se quiten para siempre los Jueces de Residencia; que se modifiquen las medidas innatas; que se modifique el correo, papel sellado y Bulas; que se quiten las sisas, almojarifazgo, armada, etc.; que los bienes o rentas eclesiásticas no entren en cajas reales como está mandando; que los escribanos lleven menos derechos que los acostumbrados; que los oficios de república no se den a los españoles europeos sino en los casos de urgente necesidad; que el aguardiente se pregone y remate en el común; que la alcabala corra como antes en dos por ciento, meno en los víveres”. A pesar del programa de libertad, la rebelión hubo de detenerse en su marcha incruenta frente a la resistencia que le opusieron los capitulares de Trujillo, reunidos en la Mesa de Esnujaque y no dispuestos a proteger la invasión de su Distrito.<br />A estas manifestaciones que podríamos llamar orgánicas, y las cuales surgían con cierta espontaneidad de algunos sectores populares, se agregaron tanto el ejemplo altivo de las colonias inglesas con sus famosas declaraciones de derechos, como la propaganda revolucionaria, que tomaba aliento con el arribo de los emigrados afrancesados; pero éstos, a pesar del sugestivo idealismo que propagaban, no lograron contagiar la conciencia criolla de una manera categórica, como lo comprueban el fracaso de Picornell, Campomanes, Gual y España, la tentativa de los negros de Coro y las ilusorias sublevaciones de los pardos de Maracaibo.<br />Un otro factor de instigación revolucionaria lo representó don Francisco de Miranda, andariego sobre los mares en pos de la independencia de la patria. Pero el entusiasmo y la constancia del infatigable Precursor, culminaron con el fracaso de sus dos expediciones armadas, sin eco en la conciencia colectiva, por la fuerte oposición que le presentó el mantuanismo sabedor, según sutil observación de Gil Fortoul, de «que Miranda expedicionera con oro Ingles; que el resultado inmediato de la expedición sería la dominación de Inglaterra; y que con ella perderían los criollos su predominio oligárquico.<br />Si bien los afrancesados, en quienes bastante repercusión tenía el fuego de las prédicas mirandinas coincidían en su propósito autonómico con los mantuanos que representaban la conciencia político-económica de la colonia, fue buena parte a distanciarlos para la unificación de la obra cívica, la circunstancia, anotada por Gil Fortoul de que los llamados “nobles” procuraban antes que todo fortalecer y conservar la hegemonía que, como clase superior venían de antiguo representando. Frente a las ideas políticas que servían de bandera a la propaganda francesa se agitaba un ideario también político, pero de tendencia conservadora que se había formado a través de la vida cívico-cultural de la colonia; y para que aquellas ideas prosperasen era necesario que el tradicionalismo rompiese su vieja forma por medio de argumentos legales. El criollo persiguió antes que todo un cambio alotrópico en la sociedad colonial, y cuando supo la disolución de la Junta que mantenía en la Península los derechos de Fernando VII, recurrió al expediente del ayuntamiento de 1808, y llamó al Capitán General Emparan para constituir conjuntamente una Junta de Gobierno que asumiese la soberanía en nombre de Fernando.<br />Un sentimiento de lealtad al soberano disimuló el propósito autonómico de los criollos, y al amparo de esta “virtud política” se expandió el ímpetu subversivo, genuino en su ascendencia hispana y altanera como aquellos célebres Alcaldes que supieron exclamar:<br />Lo primero no es el Rey,<br />Señor mío, es la justicia.<br />Aquí se revela de manera ostensible al juicio inquisitivo una de las modalidades peculiares de la colonia: la coexistencia en el fondo de la vida social de hechos contradictorios y de fuerzas desacopladas que conducen indirectamente al mismo fin. En el desarrollo de sus instituciones no presidía una tendencia homogénea, sino la voluntad de fuerzas que chocando y uniéndose a la vez le daban un profundo matiz medieval junto al sistema de clases que pugnan por mayor prepotencia, se oye el ruido creciente de los esfuerzos igualitarios: al lado de los exclusivismos individualistas, se abultan los procesos de integración colectiva. La grandeza arquitectural de aquella época no reside en el orden y acomodo de las partes, sino en la desproporción de los elementos constructivos. Los sistemas parecen oponerse y los extractos sociales semejan que no resistiesen los muros del edificio. Pero al observar el conjunto la obra se admira como todos aquellos elementos desproporcionados seden parte del grandor de su estructura peculiar, para fundirse en un todo uniforme y armónico, que evoca el contraste que en los templos góticos forman las vidrieras iluminadas, donde entre lirios se esfuma una figura de ángel, y las horrendas quimeras que enfloran los soberbios capiteles en que se apoyan las nervaduras de los arcos.<br />El movimiento cívico de 19 de abril de 1810 no puede ser considerado como fruto de una propaganda anti-española; muy por el contrario debe afirmarse, como acertadamente dice el doctor Pedro Itriago Chacín, que “fue una gloria de España en Venezuela, sin que la de esta en nada se menoscabase, en el sentido de que fue un resurgimiento, una actuación de aquel espíritu hispano cuyas altiveces han asombrado la Historia”.<br />Sin embargo, muchos propugnan que en los sucesos del 19 de abril triunfaba un ideal revolucionario a los franceses; y cuando leyendo las actas de los pueblos que se aunaron al movimiento de Caracas han encontrado en ellas admirablemente definida la noción de soberanía popular, más se afianzan en la posible filiación gálica de los redactores de aquéllas.<br />No negaremos nosotros que cundieran en América la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, ni que fuera leído de algunos criollos el trajinado Contrato de Rousseau. Pero olvidan ciertos críticos que anteriormente a la expansión de aquel ideal revolucionario, la conciencia criolla había adquirido firmes lineamientos para la vida civil y que fueron las clases que mayor pujanza habían alcanzado bajo el antiguo régimen y los individuos que habían disciplinado su intelecto en las universidades y en los estudios conventuales, quienes dirigieron aquella incruenta evolución<br />Es cierto que en Francia algunos revolucionarios habían atacado la noción pseudo-teológica del derecho divino de los reyes; pero también es cierto. Que nadie se le opuso tanto como la escuela española, enseñada sin fines rebeldes en América. En su entraña palpitaban vigorosos, junto a la noción restricta del derecho regio que caracterizó a la legislación visigótica, tan claramente expresada en el romance de Bernardo del Carpio:<br />que en mermar las libertades<br />no tienen los reyes mando,<br />Aquellos principios sustentados en el Concilio de Trento por el insigne Laínez, de los primeros compañeros del gran Iñigo de Loyola: “La fuente de todo poder reside en la comunidad, quien lo comunica a las autoridades, sin que por esto se entienda que se despoje de él”. Y así enseñaban los maestros que al pueblo toca la soberanía por procedencia divina, y que es el pueblo quien la delega en el Rey o Emperador. “Reconozca también el príncipe la naturaleza de su potestad, y que no es tan suprema que no haya quedado alguna en el pueblo, el cual o la reservó al principio, o se la concedió después de la misma luz natural para defensa y conservación propia contra un príncipe notoriamente injusto y tirano”, enseña Saavedra Fajardo en “Las Empresas” que dedicó a la Majestad de Felipe IV. Dichos principios pueden decirse que informaron la propia pre-historia de las instituciones políticas de España, y fijos en la mentalidad arisca de sus hombres se hicieron sentencia en los versos calderonianos:<br />En lo que no es justa Ley<br />No ha de obedecer al Rey.<br />Aquellas doctrinas no vinieron a Venezuela entre los libros subrepticios de la Enciclopedia, y muy por lo contrario formaban la raíz de la cultura tradicionista que los criollos habían alcanzado en los estudios coloniales; por lo cual mal hacen quienes al verlas expuestas en la parte motiva de las actas de las ciudades que adhirieron a la revolución caraqueña, las tomen como un contra-eco de las declaraciones americanas o francesas. No advierten ellos que, como dice Duarte Level, “la influencia de la Revolución Francesa en Venezuela fue sumamente secundaria”. y que los argumentos invocados por los fundadores de la República eran fruto de madura preparación en el ambiente colonial. “Los hijos de América, escribe el argentino Ricardo Levene, han abrazado la independencia y la democracia impulsadas por los instintos de la raza e inspirándose en ideas hispánicas”.<br />Nada cuadra tanto en la vieja contextura del derecho regio, como las razones expuestas en el congreso constituyente por el doctor Francisco Javier Yanes, teólogo de la Real y Pontificia Universidad de Caracas, en la sesión del 25 de junio. Basta leerlas para comprender cómo los ilustres fundadores de la República tomaban fuerza para su alegato separatista en la robusta armazón jurídica de España: “la prisión (de Fernando VII) por sí y por las consecuencias que de ellas se derivaron, decía el egregio patricio, produjeron la libertad e independencia de los Pueblos. Lo primero, porque las leyes del Reino sólo autorizan un Gobierno provisorio para los casos de minoridad o demencia del soberano, cuya excepción afirma una regla en contrario y convence que la disposición de la ley no debe interpretarse ni extenderse al caso de caer en cautiverio el Soberano ni otro semejante, y que en tal conflicto, la soberanía debía volver por un derecho de regresión al mismo Pueblo, de donde salió. Y lo segundo, porque la opinión de haber dejado acéfalo al Cuerpo político, se siguió de ella una invasión de los enemigos, la cual puso a los Pueblos en la necesidad de formar un Gobierno para repeler a los enemigos y establecer su felicidad, que son los objetos de las asociaciones políticas”. Y cuando el señor Peñalver, en la sesión del 3 de julio, sostenía ante el Cuerpo Soberano: “que los pueblos tienen un derecho para variar su Gobierno, cuando es tiránico, opresivo y contrario a los fines de su Institución, y que los Reyes no tienen otra autoridad que la conveniencia de los pueblos”, lejos de sostener doctrinas venidas de Francia, no hacía sino declarar una tesis del tratado aquinatense De Regimine Principum, piedra angular de las escuelas, que en vieja glosa castellana enseña:<br />Para afianzar la legitimidad del movimiento autonómico que desconoció el gobierno de la Regencia y depuso a las autoridades que representaban un orden tachado de afrancesamiento, si bien los conspiradores contaban con la adhesión de la tropa veterana, necesitaron valerse de la fuerza legal que les ofrecía el Cabildo, como portavoz de los derechos populares y guardián de los intereses públicos; por cuanto fue en su seno donde se había adelantado durante tres siglos la noción diferencial de la nacionalidad, acostumbrada ya a luchar contra los mismos representantes del Rey.<br />El 19 de abril y el 5 de Julio lejos de polarizar un sentimiento revolucionario imitativo, representan la culminación de un proceso intelectual que arranca su historicidad del fondo mismo de la vida colonial, y cuyos supedáneos eran, al par que la arrogancia de los Cabildos, la noción cultural nutridas en las aulas universitarias y conventuales, y el apogeo de las clases, concisa expresión de “la cultura en marcha”. Los historialistas que, por lo contrario, sustentan sus ilusivos conceptos de la Colonia sobre la literatura demoledora de la guerra y que apenas ven en aquel largo periodo una serie de actividades de mero orden servil, premisando sus conclusiones sobre hechos inexistentes, no hallan en consecuencia más razón para explicar aquel momento que la de una intensa propaganda de exóticas ideas de libertad.<br />Pero cuando se piensa que en aquellos años ya la conciencia criolla anhelante de prepotencia, había alcanzado su máxima altitud, y que la intelectualidad nativa contaba con legitima representación, resulta temerario desconocer el carácter orgánico-cultural, de hechos que medraron posibilidad. Histórica de fuerzas que la misma Colonia había sido capaz de producir.<br />Lejos de representar un hiato, o un salto sobre un abismo, la obra de los patricios de 1810 exprime, en tonos vigorosos, la continuidad intelectual de nuestra Historia en el panorama cósmico, y no la prístina aparición de un pueblo. Constituye además, y acaso sea ésta su fase menos estudiada, el momento supremo de la evolución de las clases coloniales. Los mantuanos hartos de su significación como clase superior a quien correspondía invigilar frente al absolutismo cesáreo, por el propio derecho de la nación, (que se hallaba “en forma” bajo el sistema social de que eran legítimo exponente), pugnaron por una nueva aptitud que los convirtiese en el Estado mismo; y al barroquismo semi-feudal en que se movía el orden político-económico de la colonia, sucedió con la Constitución republicana de 1811, un Estado burgués, cuyas riendas debían permanecer por razón de lógica, en manos de aquella antigua clase renunciante en parte de sus viejos privilegios y que, pocas horas antes de la declaración de independencia absoluta, no sabía a ciencia cierta qué partido tomar respecto de la suerte y condición de los pardos, quienes “confundieron la independencia con la libertad, la insubordinación y el libertinaje, pudiese(n) convertirse en daño nuestro los efectos de esta declaración”, según se expresaba el doctor Felipe Fermín Paúl. Aunque animados sus espíritus de nobles ideales igualitarios, alcanzaban a medir los patricios de 1811 las funestas consecuencias a que podrían conducir el nuevo régimen, llamado a luchar contra la propia organización social imperante, para lograr el establecimiento de una democracia armónica, a la cual quizá habría llegado la nueva República si no hubiera realizado la fatal subversión ocasionada por la Guerra a Muerte con su cortejo de desgracia.<br />Hubiera, si, podido llegarse, sin el desorden por la guerra provocado, al recto ideal democrático que informaba la mente del patriciado del año 11; por cuanto la verdadera democracia radica en el clásico concepto “proporción”, que Aristóteles reclamaba para el gobierno policrático, y no en la ascensión violenta a planos de disección política, de los representantes de las bajas capas sociales. Y como si fueran poco los efectos de la trasmutación ocasionada por la lucha de Independencia, la guerra federal pronunció más tarde, hasta su máximo extremo, y sin mayor fruto en la conquista social, el desacomodo de nuestras capas políticas; y creyendo perfeccionarla, dio carácter nominal a la forma democrática en la Constitución del 64 y preparó, en cambio, la autocracia del 70.<br />La paradoja de la democracia reside en la coexistencia de una “igualdad” de derecho que faculte a todos y a cada uno de los componentes de la comunidad para “desigualarse” de hecho y sin menoscabo del derecho de nadie, en el seno de las actividades ciudadanas; y no en el concepto plebeyo, corriente entre nosotros, de que ella sea la resultante de la fraternidad, endeble y momentánea, de garitos y campamentos o el violento descabezamiento de los hombres representativo de los valores históricos, con vigencia actual. Es decir, valores en función de realidad cultural. Iguales los ciudadanos para iniciar el vuelo de la órbita social y desigual según las aptitudes desarrolladas en las diarias disciplinas. Lo contrario sería trasmutar la propia noción igualitaria en una egoísta estabilidad retrogradante y suplantar el armonioso progreso político por el triunfo de una aplastante vulgaridad. La igualdad democrática no contradice las categorías culturales. Como si la pata de Calibán se irguiese, insolente, sobre la piedra milagrosa donde Ariel reclina, para soñar, la cabeza cargada de suaves pensamientos.<br />La democracia, en su concepción filosófica y humana, presupone para formar gobierno una rígida selección de los individuos a quien se confíe a la guarda de la cosa pública. Lincoln llegó a la Casa Blanca no en virtud de que las leyes de la Unión franqueasen a los leñadores de origen los puestos públicos sino por haber sabido elevarse en recia lucha con el medio, hasta la cumbre solitaria, reservada a los hombres superiores. Por ser uno entre estos y no por proceder de las bajas capas sociales, pudo aplastar, recto y sin violencias, a sus encarnizados enemigos; y pudo por ello también exhibirse ante su pueblo como un nuevo Washington, sonriente y taciturno, y ante el universo y la posteridad, como un verdadero amigo de los hombres. Porque la selección que desiguale las posibilidades individuales en el seno de una democracia proporcional y armónica, no será nunca óbice a que asciendan los pobres y los humildes, llamados, por el contrario, a ser victimas principales cuando las avenidas demagógicas asuelan las repúblicas.<br />Más que una revolución empujada por ásperos vientos de tempestad, el proceso que culminó con la declaratoria formal del congreso constituyente, “el primero, el más respetable y el más sabio que cuenta en Venezuela”, según escribía en 1851 el realista Level de Goda, debe considerarse como el resultado lento y consciente de una evolución alentada al suave impulso de brisas otoñales. Sus fundamentos se erguían sobre un supuesto intelectual que era producto de la vieja cultura, al par que sobre las propias líneas legales del antiguo régimen. Tal como lo expresa la mágica letra de nuestra canción de gloria:<br />La ley respetando<br />la virtud y honor.<br />El estudio de los nexos históricos que desde tiempos de Polibio explica los hechos no como obra del azar; sino como producto de una oculta causación concreta, obliga a los críticos de nuestro pasado a mirar a la génesis de la República independiente como el término de una lucha silenciosa que el tiempo había preparado, y no como revancha improvisada al soplo de alígenos doctrinas políticas. “En vano se querido establecer soluciones de continuidad entre la Colonia y la República, dice Vallenilla Lanz. Pues a poco de detenernos en nuestra constitución orgánica, encontramos los sólidos cimientos de aquel vasto edificio secular, sobre los cuales hemos continuado viviendo aún sin darnos cuenta”.<br />Cuando se examine nuestro pasado sin la pasión pseudo-patriótica que guía a algunos historiadores, utilizantes de la Historia en medro personal, y se observe la continuidad de la corriente cultural cargada de esperanzas, que terminó por reclamar horizontes más anchos para sus infinitas actividades, bien se verá la extremada puerilidad de los asertos con que se ha venido desviando para la comprensión histórica la propia conciencia nacional; y la Independencia como magistralmente dice Luis Correa, no será entonces sino un “incidente inevitable de la pujanza y crecimiento del Municipio que vuelve por sus fueros y sus justicias; y el alma aventurera, tenaz y enardecida de los conquistadores, reencarnan en las huestes capitaneadas por Bolívar”. No una antorcha que surge súbitamente en la noche de los tiempos, la idea autonómica que culmina en los sucesos memorables de los años 10 y 11 recuerda, por lo contrario, el paso violento, de mano en mano, de las teas sagradas con que los griegos festejaban a Prometeo y a Hefaestos.<br /><br /> DECIMO TERCER TAPIZ<br />Aquí se pinta cómo hasta los muebles J hablan de la cultura colonial<br />DE algunos años a esta parte se ha despertado cierto sentimentalismo colonial entre las clases cultas del País, y cosa corriente es encontrar hoy opulentas mansiones que lucen con orgullo ricos mobiliarios del Setecientos. A primera vista, dichas casas, con sus faroles antañones y sus vistosos artesonados, amén de odres y botijos centenarios y de graciosas hornacinas, dan la impresión de que mantuviesen, con la pátina del tiempo, las huellas de las graves pisadas de los viejos hidalgos que generaron la feliz estirpe. Pero si indagásemos la historia del costoso moblaje, encontraríamos frecuentemente que los floreros han sido recogidos acá y allá, de manos de humildes viejecitas, que los utilizaron como cosas de poco valor durante muchos años; que los botijos y los odres estuvieron en las cocinas de humildes lavanderas, y los “retablos” en el miserable dormitorio de unas ancianas manumisas, a quienes fueron donados por sus antiguas amas. Esto en cuanto a los muebles de legítima procedencia colonial, pues la mayor parte de ellos han sido labrados, a igual de las casas, por manos de artífices contemporáneos.<br />Junto con esta devoción por los objetos antiguos, ha aparecido otra, aún más curiosa y de verdadera inutilidad para la vida práctica, cuando con ella no se busca la explicación de nuestro fenómeno sociológico: la de las genealogías que intentan regresar a España. Puede decirse que hay un afán por hallar entronques con la cultura condenada, y que muchos se sienten felices por descender de algún hidalguillo colonial, así aparezca lleno de apremios en los juicios residenciales.<br />Pero todo esto, a pesar, como hemos dicho, de ser solo una simple manifestación sentimentalista, en la cual incurren hasta los mismos coloniófobos, viene a adquirir indirectamente un verdadero valor en la interpretación de nuestro fenómeno histórico. El odre que estuvo oculto en la casa de la lavandera es pieza que bien merece un capitulo en la historia de nuestro proceso social. Es como la historia misma de un periodo que clama por el descombramiento de sus fórmulas constructivas. A simple vista un odre utilizado en los menesteres domésticos de los señores de la Colonia no debería tomarse en cuenta cuando se trata de investigar la razón vital de nuestro pueblo, pero sucede a veces que los objetos de valor verdaderamente insignificante adquieren el sello diferencial de una cultura y sirven para orientar las pesquisas que se instauren en pos de hechos cuya existencia intentamos conocer a cabalidad. ¿Cómo fue a dar al callado tugurio que esconde su miseria bajo la fronda de los samanes del Catuche, el hermoso recipiente ventrudo, que acaso perteneció a la rica mansión de los Condes la Granja?. A nosotros nos ocurre pensar en el momento que el nuevo señor decretó su eliminación, para sustituirlo por una pieza en armonía con el progreso republicano del mismo modo como había arrumbado, para reemplazarlo por una cómoda-armario del Imperio, el hermoso bargueño donde los abuelos mantuvieron con religiosa devoción las ejecutorias de hidalguía. Pero el odre, como la cultura en general, hubo de mantenerse intacto, aunque menospreciado, en el fondo mismo del pueblo: por ser el más modesto y aprovechable de los enseres coloniales, bajo hasta las capas inferiores de la misma sociedad que lo desechaba, y siendo útil a la humilde maritornes, con ella permaneció hasta que una revaluación de la pasada moda lo llevó, entre frases laudatorias, a la rica mansión de los señores actuales.<br />Son hechos en realidad inconscientes, pero que suministran una aplastante evidencia al historiador. El capricho que mueve a nuestros contemporáneos para buscar como adornos preferentes para sus opulentos salones, los objetos decorativos de la Colonia, no pasa, claro que no, de construir un mero indicio de savoir vivre, como diría cualquier elegante a la moderna, pero a nosotros nos acontece ver la dicho capricho la manifestación de un retorno espontáneo hacia los símbolos de nuestra verdadera historia. Por lo menos hay un deseo ostensible de buscar algo suntuoso entre las formas que sepultó la tolvanera reaccionaria, y algo que, aunque menospreciado por las generaciones que nos son anteriores, es nuestro, o quizá lo único nuestro como expresión histórica de un sentido artístico y como un testimonio del propio temperamento creador del español. Vigoroso y áspero, éste supo dejar, como huella de leonina garra, su vigor y su aspereza en la ruda talla de los muebles que decoraron las mansiones de los ricos señores que en la Colonia se mantuvieron fieles a la tradición de rigidez y altanería de los hambrientos hidalgos peninsulares. Aunque en realidad lo importante no sea poseer vestigios españoles, sino ser vestigios de España, al modo como interesa a Francia e Inglaterra, según expresión de Chesterton, ser restos de Roma, más que poseer ruinas romanas. De mayor utilidad para nuestra acción individual o colectiva resulta la presencia en nuestros actos del ímpetu personal de los antecesores hispanos, que la reconstrucción “oficial” encomendada al dibujante Roura Oxandaberro, de algo que “fue” una viva expresión artística de nuestro pasado colonial. Y, sin embargo, cómo expresa la solicitud de dichas huellas, el “afanoso retorno” a las fórmulas de la cultura calumniada, síntesis de aquella época, que, según precisa expresión de Enrique Bernardo Núñez, cayó estrangulada por la literatura revolucionaria de comienzos del siglo XIX, para ser sustituida por otra almidonada y convencional.<br />El moblaje colonial y las pinturas que exornaron salas y dormitorios de aquella época, corrieron la misma suerte de la cultura general. Ante la invasión de las modas sucesivas, fueron postergados y pasaron a llevar callada vida en la conciencia de la multitud indiferente. Y así como el capricho de algunos caballeros actuales busca los vestigios vigorosos que sobrevivieron al desahucio de las viejas costumbres y mentiras los linajistas inquieren, por medio de pesadas investigaciones, sus orígenes hidalgos, la Historia persigue, también, por otros rumbos, la revaluación de las formas pasadas, a fin de explicar integralmente nuestra vitalidad social, peligrante de ser desinvidualizada por una crítica de falsos trazos. Aunque desacopladas sus tendencias, dichos procesos siguen una misma finalidad justiciera: así como Lope Tejera, Alfredo Machado Hernández, Juan Röhl, Enrique Planchart y Carlos Möller pueden describir todo el boato que gastaban “los criollos indolentes y engreídos” en sus ricas y anchas casas señoriales, también es requerido, aún para la propia explicación de los contornos que en América adquirió el barroco, buscar las huellas espirituales de la generación, que se reclinó satisfecha en aquellos sillones de estilo “completamente macho”, cuya adquisición obceca a los contemporáneos.<br />Y si del humilde simbolismo de odres y botijos, pasamos al estudio de otros muebles más ricos y suntuosos, llegaremos a conclusiones sorprendentes. El 11 de agosto de 1725; según se lee en el acta de instalación de la Real y Pontificia Universidad de Caracas, “Su Sría. Ilma. Ordenó y mandó que el Secretario Colegial de dicho colegio leyese y publicase la Real Cédula de Su Majestad (Dios lo guarde) y Bula Apostólica de Su Santidad, en que se erige dicho Colegio en Universidad con facultad de poder dar grados y de estudios generales y de ganar cursos, según y cómo se practica en la Universidad de Santo Domingo de la Isla Española, para cuya diligencia el Licdo. Don Joseph Martínez, Colegial y Secretario de dicho Colegio subió a la Cátedra y habiéndole dicho Secretario (Lcdo. D. Juan de Rada, que lo era del Ilmo. S. Obispo) entregado dichos despachos, el susodicho en altas e inteligibles voces las leyó de verbo ad verbum…” Una grata coincidencia hizo que el Congreso de las Provincias Unidas de Venezuela se reuniese en 1811 en la Capilla de la Universidad caraqueña y que fuera en la misma cátedra sagrada, aun presidida por la egregia figura del filósofo y santo aquinatense, donde se leyera el Acta de Independencia de la República. En la vieja composición de Juan Lovera, adulterada por Tovar y Tovar, puede verse, como expresivo recuerdo de esta justiciera circunstancia, la dorada tribuna universitaria, tal cual hoy se conserva en nuestro venerable Paraninfo (*). Ella fué Sinaí para el verbo candente de los patricios de 1811, y donde se anunció la instalación de nuestro primer Instituto científico, allí mismo se proclamó, al amparo de la cultura alimentada en sus aulas, el derecho a nuestra independencia política.<br />La continuidad expansiva de la cultura que, desde el Seminario y la Universidad, procuró abarcar el ámbito colonial, y que fué vigorosa para plasmar la mentalidad de nuestros héroes cívicos, si bien ha sido negada en sus hechos simbólicos, se halla, en cambio, materializada en el barroquismo de la cátedra angélica: entre sus áureas y robustas tallas la figura de Tomás el Divino hubo de presidir los argumentos vibrantes de los Padres de la Patria, más inspirados en las doctrinas jurídico-teológicas de Laínez, Vitoria y Suárez y en la tradición individualista y altanera de los viejos castellanos, que en la propaganda jacobina.<br />Como la torre alejandrina pudo, al despojarse de la débil argamasa tolomeica, exhibir límpido y perdurable el nombre de Cnidiense así nuestra vieja cultura, una vez destruidos los embelecos de la crítica romántica, muestra a las actuales generaciones las fuertes y penetrantes raigambres que alimentaron al árbol de la Patria en su lenta y porfiada ascensión hacia las regiones de la luz.<br /><br /> EXPLICIT<br />Bien sabemos que al finalizar la lectura de estas páginas de Historia Patria, muchos podrán insinuar, como la Princesa Pastora de Apeles Mestres: “Mandad quitar estos tapices, que están mintiendo descaradamente…” y que no serían bastante para salvarles las razones que el Rey opuso a la traviesa princesita cuando le dijo que: “Esos tapices son bellos y alegran la vista, que es lo único que se propusieron los artistas que los pintaron”. Muy por lo contrario, quien volviere en su defensa habrá de decir que si bien es de bajo lizo la urdimbre, en ellos no hay intento de mentir, y que se tejieron, no para deleitar la vista ni para servir de adornos en cámaras reales, sino para mostrar en forma burla la verdad de nuestro pasado. Por medio de este rápido esquema morfológico de la cultura colonial, hemos querido contribuir a la nacionalización de un vasto sector histórico que ciertos críticos se empeñan por separar de nuestra Historia Patria. Nuestro intento es alagar cuanto sea debido la perspectiva de la Patria: que ella se vea ancha y profunda en el tiempo; que se palpe el esfuerzo tenaz que la forjó para el futuro; que sea más histórica; en fin, que sea más Patria. Como la labor que guía a las presentes generaciones se encamina a la nacionalización de los diferentes ordenes culturales, bien está que nosotros, como Diógenes ante en febril entusiasmo de los corintios que muraban la ciudad contar Filipo, hagamos rodar nuestro tonel, para no ser los únicos ociosos en medio de tantos que se ocupan en la obra maravillosa de pulir las líneas enhiestas de nuestra egregia nacionalidad.<br />Para amar a la Patria debemos empezar por amar su Historia, y para amarla en su totalidad, necesario es conocer y amar su Historia total. No son los intereses presentes lo que une a los pueblos para la común acción constructiva: en cambio, es la Historia quien acopla los distintos sinos sociales. Sea ella robusta y penetrante en el pasado, y las bases espirituales de la sociedad soportaran mejor la arquitectura de sus grandes destinos cívicos. Mientras se reduzca en el tiempo el ámbito histórico, sólo tendremos la noción de una Patria mezquina, atrofiada y sin soportes firmes. Sin solera histórica, ella carecerá de fuerza para henchir los espíritus nuevos en la obra de realizar su destino humano. Sin la robustez de nuestros derechos en el tiempo, careceremos de personalidad que nos dé derecho a participar en la obra de la comunidad universal de la cultura. La Patria grande del futuro reclama los recios estribos de una Historia integral, que “no satisfaga únicamente la curiosidad del lector acerca del pasado, sino que modifique también su concepción del presente”.<br />A la integración de nuestra Historia pretenden contribuir estos burdos “Tapices”, inspirados en un hondo sentimiento de devoción por nuestro pueblo. Y si exaltamos con el fervor de quien revive cosas olvidadas, el sentido de nuestra oculta tradición colonial, creemos con ello servir mejor a los intereses populares, que fomentando, a la usanza demagógica y con medro de vecino aplauso, el apetito de las masas; “porque el pueblo decae y muere, según elocuente expresión del insigne Vásquez Mella, cuando su unidad interna, moral, se rompe, y aparece una generación entera, descreída, que se considera anillo roto en la cadena de los siglos, ignorando que sin la comunidad de tradición no hay Patria; que la Patria no la forma el suelo que pisamos, ni la atmosfera que respiramos, ni el sol que nos alumbra, sino aquel patrimonio espiritual que han fabricado para nosotros las generaciones anteriores durante siglos, y que tenemos el derecho de perfeccionar, de dilatar, de engrandecer; pero no de malbaratar, no de destruir, no de hacer que llegue mermado a las generaciones venideras; que la tradición en un último análisis, se identifica con el progreso, y no hay progreso sin tradición, ni tradición verdadera sin progreso”. Los errores que aparecieren en la exposición de los hechos, corríjalos quien tenga a la mano datos más veraces; y así contribuirá a la labor de cooperación a que están obligados, para realizar una efectiva obra de mejoramiento, los historiadores de la Patria.<br />AD MAJOREM PATRIAE GLORIAM.<br />Caracas, agosto-diciembre de 1933.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><div align="center"></div><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><div align="center"></div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-9124345194799760682011-04-11T13:35:00.000-07:002011-04-12T14:59:51.227-07:00Mario Briceño Iragorry. Primero, Segundo y Tercer Tapiz de HISTORÍA PATRIA<div><br /><div><br /><div align="justify">Autor: MARIO BRICEÑO IRAGORRY (1982)</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center">PRIMER TAPIZ</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Aquí se pinta como puede salvarse un abismo sin necesidad de puente.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>ANTES</strong> de todo creemos un deber de sinceridad hacia quienes se tomen el trabajo, grande o pequeño, de leer “Tapices de Historia Patria”, explicar cómo y por qué nació nuestra afición a los estudios de historia nacional. Cosa difícil será a un arquitecto precisar a su cliente cuándo y cómo surgió en él predilección por el arte de edificar. Posible sería suponer que la primera idea de construir apareciera en su mente cuando hubo de deleitarse ante una hermosa arquería gótica o ante la majestad de una serie de columnas dóricas, pues resultaría asaz peregrino imaginar que nuestro arquitecto hubiera sentido el despertar de su vocación frente a una casa en palancas o mientras contemplaba el suave correr del agua en primitiva cañería. Sin embrago, a nosotros nos es más fácil suponer como harto propicio para crear el deseo de ser constructor, el momento en que uno de nuestros prójimos, o nosotros mismos, nos encontremos al borde de un precipicio y sintamos la necesidad de un puente para salvarlo. Claro que estas suposiciones no podrían ni deberán aplicarse en todos los casos en que tratemos de indagar el por qué de la existencia de la existencia de los arquitectos, pues muchos de éstos lo serán porque en su familia haya tradicionalmente existido vocación por el estudio de las matemáticas, o por el motivo, mucho más simple, de que fueran hijos de vendedores de materiales de construcción. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Esta razón de la necesidad de un puente ante las honduras sin fondo de las vías como causa de una orientación profesional justifica y explica también nuestra afición por los estudios de historia patria. En momentos en leíamos hace algunos años la formación de la Patria Boba, llegamos al borde, no de uno sino de múltiples abismos, tal como si estuviéramos en una cima rodeada de precipicios, y sentimos la urgencia de un puente que nos permitiera salvar la profundidad del vacío de los textos. Los que habían llegado a los abismos se habían valido de peligrosos saltos, de audaces acrobacias, y otras veces, muchas, no habían sabido ni siquiera saltar. A nosotros nos hubiera sido fácil y cómodo seguir el mismo procedimiento de los demás lectores, pero nos ocurrió bajar a las peligrosas hondonadas si no con intención de fundarlas, al menos con el buen propósito de explorar el terreno. ¡Y cuál sería nuestra sorpresa al comprobar que no era el puente lo que faltaba, sino el abismo lo que estaba demás! </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">No se trata aquí de una paradoja, sino de una simple realidad histórica. La existencia del abismo histórico (y esto parece paradoja: un abismo que teniendo historia, no sea sino un fantasma de abismo), la existencia de dicho abismo-fantasma, repetimos, la comprueba, si no la Historia, a lo menos la obra de los historiadores; porque necesario es no perder de vista esta interesantísima cuestión: todos los historiadores no escriben Historia, pues muchos se quedan en las historias, valga decir, en el paleolítico de la Historia propiamente dicha. Y lo más interesante del caso es que estos historiadores, para ser fieles a su clasificación, escriben de una manera lapidaria: como el vértigo del abismo fascina la mente, ésta en el deleite de la imagen, adquiere una posición de tanta rigidez, que hace pétreas las sentencias, y las aseveraciones que lanza en el campo histórico se yerguen con la apariencia de dólmenes, cual corresponde al ciclo arqueológico de los autores. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El período de nuestra historia nacional que, presentando a nuestros ojos el aspecto de un abismo, nos hizo ver la necesidad de un puente para salvarlo, y en cuyo examen llegamos a la conclusión de que era el abismo quien estaba de sobra, se halla erizado de leyendas en extremo lúgubres. Ante el horror que infunden, palidece el Lasciate ogni speranza del Florentino. Tan tupida se presentaba a nuestra mirada aquella selva, que temimos perdernos entre tanto camino abarrancado. Pero la obra estaba empezada, y necesario era darle fin. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Leíamos, como hemos dicho, los anales de la Patria Boba, es decir del periodo inicial de la República que concluye con la desastrosa capitulación de Miranda; y al pensar en la obra realizada por los patricios de 1810 y al estudiar los propósitos que guiaban a los creadores de la Independencia, tuvimos la impresión de hallarnos ante constitucionalistas de la Confederación Americana. ¿De donde eran aquellos hombres? ¿Qué barco desmantelado los arrojó a estas playas fortunosas? ¿Quiénes fueron los sabios jurisconsultos que con la rapidez del rayo de Júpiter se trasladaron a los miserandos pueblos del interior y educaron al ilota que soportaba la ataraxia de tres siglos de coyunda? ¿De dónde salieron aquellas Provincias que deponían su autonomía política en el pacto federal de 1811? He aquí el abismo ante cuya voracidad sentimos es escalofrío de los peligros. Y el abismo se hacía cada vez más negro al pensar en la tragedia colonial. Nada podía venir de atrás: aquel período de tinieblas era impotente de originar este luminoso momento cívico, y la consabida metáfora que dice ser las auroras engendro de las sombras de la noche, resultaba demasiado pueril y literaria para el caso. No nos quedó más recurso que tantear en la oscuridad y medir su espesura, y para ello resolvimos darle un rodeo militar. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Nos alejamos del precipicio y nos dimos a investigar, como quien examina capas geológicas, toda la sombra que se extiende, según el decir de los historiadores, desde los prístinos días de la conquista española, hasta el alba republicana de 1810. Nuestra primera conclusión fue en extremo interesante: la mayor parte de los viejos historiadores que se dieron a la investigación de nuestro pasado colonial. Había cometido un error incalificable, aunque digno de perdón, por cuanto a pesar de todo indica desconfianza de los propios ojos. El error consistía en haber usado catalejo en lugar de lupa para la investigación de la verdad histórica, tal como si un geólogo, después de las iniciales labores topográficas, insistiese en estudiar con la ayuda del teodolito los cortes del terreno. Con tal procedimiento no podía llegarse, claro que no, a algo serio y eficiente, como no hubiera podido llegar nunca el ilustre doctor Ugueto en el Observatorio Cajigal, a clasificar el Necator americano que Rangel buscaba en la laminilla microscópica. ¡No faltaba más. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Armados de esta verdad, descubrimos que la historia de nuestro pasado español no se halla en la historia en uso, sino en las monografías impopulares y en los papeles que no consultaron los viejos historiadores, o por lo menos los historiadores que usan catalejo. Descubrimos también que entre los viejos historiadores aficionados a aplicar la lupa en la investigación histórica, algunos usaron ratos en mal estado, y que otros, como el amable don Arístides Rojas, a pesar de su agrado por los manuscritos, prefirieron la leyenda al examen de los documentos: cuando Rojas habló de instrucción colonial se atuvo a la fábula de García del Rio sin pensar en nuestros ricos archivos. Historiador hay que diga haber llevado don Simón Bolívar el viejo, encargo de las municipalidades de la primitiva Gobernación de Venezuela, para pedir al rey que eximiera a los indios del trabajo personal, y cata que los documentos prueban que don Tristán Muñoz, como Procurador de Caracas, levantó probanza encaminada a certificar los grandes perjuicios que ocasionaba la Real Cédula, fecha en San Lorenzo el 27 de abril de 1588, que prohibía el servicio personal de los indígenas, y que en virtud de esta probanza el viejo Bolívar fue encomendado de pedir la revocatoria de tal Cédula; de donde resulta más liberal el Demonio del Medio Día que los propios cabildantes caraqueños; pero al historiador interesaba presentar al primer Bolívar venido a nuestra Patria por redentor de indios, como si esto acrecentara la gloria del último Simón. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">En cambio no debemos, dios nos libre de ello, faltar a la justicia. Nadie negará que Ángel César Rivas, Pedro Manuel Arcaya, Tulio Febres Cordero, Laureano Vallenilla Lanz, Caracciolo Parra León, Rafael Domínguez, Caracciolo Parra Pérez, Monseñor Nicolás E. Navarro, Luis Alberto Sucre, Rodríguez Rivero, Vicente Dávila, García Chuecos, Ambrosio Perera y algunos más hayan aplicado no sólo lupa, sino potente microscopio, al estudio de nuestras viejas capas históricas. También ellos sintieron el escalofrío de los abismos y supieron salvar las dificultades de las vías. Unos más que otros, hallaron candilejas que les permitieron adentrarse en la «noche colonial» y descubrir entre los socavones la huella de los tesoros con que los patricios de 1810 pudieron pagar al tiempo el precio de su benemérita prestancia. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero las conclusiones de la crítica no han entrado de lleno en la historia popular, y para una mayoría numérica continúa subsistiendo el abismo, y el abismo se traga la verdad de nuestro pasado. Se ha sostenido por muchos historiadores la conveniencia de datar en el siglo XIX la partida bautismal de nuestra patria, y se invocan razones de menguado patriotismo y falacias fundamentadas en hiatos inexistentes, para renegar de nuestra mañana cívica. Con lógica modernista, pese a su origen sofístico, se ha llamado por muchas blasfemias patrióticas a toda investigación encaminada a ensanchar en el tiempo las lides de nuestra nacionalidad. La Historia misma, maestra de la verdad según enseñaban los antiguos sabios, ha sido declarada reo de lesa patria, y más de uno de estos modernos inquisidores del Santo Oficio de la Libertad, estarían dispuestos a desenterrar sus huesos para hacer con ellos una acto de fe espléndido. Pero afortunadamente la Historia, aunque se refiera a hechos pasados, ni muere ni pasa, y vive en cambio siempre fresca para sonrojo de sus negadores, condenados a sufrir el destino de la mujer de Lot, por contraria razón a la que convirtió a aquella en monumento de sal. Nada vive tanto y con tanta fuerza como el pasado. Nosotros mismos que hablamos con bocas actuales, no somos sino su prolongación indefinida. Aunque se oculten los hechos, ellos terminan por declarar su propia verdad, como la semilla que sin riego doméstico, brota y crece en su dura tierra. Porque la Historia alejada de la concepción de Herodoto, no sólo es recuento de hechos, sino los hechos mismos, y cuanto más avancen en el tiempo los anales de un pueblo, mayor será su potencialidad cósmica y más enérgicos los rasgos de su vitalidad política. No se sustenta un Estado sobre un pueblo que, carente de Historia, carezca también de centro de gravedad para el futuro; ni tampoco es el héroe, en el sentido caryliano, el autor de la historia de los pueblos. El héroe, por lo contrario, es producto de la Historia. Cuánto va de Guacaipuro a Simón Bolívar difieren las historias de la Historia. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Las historias, además de las inconsistencias de los hechos que refieren, expresan comúnmente lo que los autores desean que hubiese pasado, o simplemente circunstancias que hubiera sido importante que pasara para dar mayor brillantes a ciertos relatos. No son siquiera una sub-historia, y más bien parece la anti-historia. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Nuestro pueblo resultaría, así pudiéramos decirlo, anti-histórico, por cuanto lo que se ha llamado historia popular no es sino un relato fundado sobre un abismo, de consistencia tanta como la de un rascacielos de alfeñique. Mientras los viejos vascos, hoscos y taciturnos, estribaban la fuerza de su pueblo en la frase ya trivial “Nosotros somos, no datamos”, algunos de nuestros historiadores, a quienes parece complacer que aún no seamos, se empeñan en enseñar a las masa que apenas esta mañana una vieja bruja nos sacó, crecidos y calzados con las botas del gato del molinero, de una minúscula cueva de ratones. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Claro que no deja de tener algo o mucho de pintoresco esto de que aparezcan in promptu en la escena unos hombres barbados y con grandes espuelas de guerra, cuando en el acto anterior eran Ratón Pérez y Cucarachita Martínez los únicos personajes que concretaban la acción. Y mucho más divertido parece ser que las espuelas de los guerreros hayan bajado de las nubes en brazos de un duende, que haber de presenciar los esfuerzos del héroe forjándolas sudoroso sobre el yunque impasible, durante varias generaciones. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Aquellas historias cuyos principales personajes son duendes y brujas se prestan admirablemente, por la extraña novedad, a ser contadas a los niños durante las largas veladas familiares. Lo mismo pasa con las historias anti-heroicas que llenan los vacios de nuestros anales, y por eso muchos historiadores, para tener público infantil que los aplauda, enseñan al pueblo que apenas nación con el último turbio de la noche pasada. Con justa razón se ha dado a estas historias el calificativo de románticas, mucho más decoroso a pesar de todo, que el de anti-historias, y bastante conforme con el uso que los escritores ingleses, aun antes de existir el romanticismo como escuela, hicieron "del epíteto romantic, en sentido metafórico y aplicado a aquellos sitios campestre en que la naturaleza despliega toda la variedad de sus formas, con el aparente desorden que la caracteriza, entre los contrastes de hermosas campiñas y collados amenos, con montes escarpados, precipicios terribles y peñascos estériles e incultos". </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Nosotros por medio de estos "Tapices" históricos, no destinados a museos ni ha exposiciones, sino a ser devorados por el fuego de los críticos, intentamos pintar algunos de los hechos principales de nuestro pasado colonial y especialmente las circunstancias que nos llevaron a comprobar, con gran sorpresa de nuestra parte, que donde notamos de primera intención la falta de un puente por hallarnos al borde de un abismo, lo que sobrara era el abismo; sorpresa semejante a la que debieron de haber sentido los niños buscadores del pájaro azul cuando advirtieron, al regreso de una vana peregrinación, que en el humilde hogar sobraba las jaulas donde estaba silente, y no de hogaño, el pájaro que sin fruto buscaron fuera. Entonces supimos que nada es tan fácil como salvar un abismo sin necesidad de puente, cuando no existe dicho abismo. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center"><strong>SEGUNDO TAPIZ</strong></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="right">Aquí se pinta cómo vino el juego sobre las aguas. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>La</strong> primera dificultad para formarse un concepto preciso de los sucesos con que tropieza el estudiante de historia nacional, consiste en que los textos empiezan por decir que Cristóbal Colón descubrió nuestra Patria el 1º de agosto de 1498, cuando en realidad Venezuela no existía y mal podía ser descubierta no existiendo. Si los autores se concretasen a decir que Colón, firme en su propósito de buscar las tierras situadas, según el oráculo de Medea de Séneca, más acá de la famosa Tule, llegó en su tercer viaje a las costas de Paria, en el actual oriente venezolano, y que más tarde el Capitán Alonso de Ojeda, quien debió de haber conocido a Venecia sólo de nombre, dio en lo que hoy se llama Golfo de Maracaibo, con un pueblecito de indios alzado en estacas sobre mar, que le sugirió, por su parecido con la reina del Adriático, el diminutivo de Venezuela, estarían en sus cabales. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Las costas que Cristóbal Colón descubrió en 1498 sólo vinieron a recibir doscientos setenta y nueve años, un mes y siete días después del paso del Almirante, el nombre de Venezuela; porque nuestra Patria, la Venezuela de hoy, con sus fronteras geográficas, con sus ciudades y pueblos sometidos a una misma autoridad y a una dirección administrativa inmediata, no apareció sino el 8 de septiembre de 1777. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">No quiere decir esto que nosotros pretendamos quitar de las glorias del Almirante genovés, aunque algunos digan que nació en Pontevedra, ésta de haber sido el primer navegante europeo conocido que viera las costas de nuestra Patria, que entonces no era nuestra, sino de los indios que la habitaban. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La Patria, nuestra Patria, como entidad moral y como resumen de aspiraciones colectivas, no podía existir en aquella época para nosotros ni para nuestros antecesores, llegados más tarde en las carabelas que siguieron la ruta de la nave del Almirante. La patria vino sobre el mar como una prolongación de la Península, y no era aún la Patria casera que el Padre Borges simboliza en la gota de agua del tinajero; por lo contrario, una nave sobre la inmensidad de las aguas del mar sería su mejor símbolo. (Y ella, como si un enigma marino presidiese sus destinos cívicos, volverá a correr la misma suerte de bogar a merced del viento sobre las pérfidas aguas, cuando perdida la primera Republica, Bolívar, en quien se encarnan las aspiraciones de la Patria por ser independiente y que en aquellos momentos es como la Patria misma, navegue, sin fortuna y sin esperanzas, sobre las aguas del Caribe, portador como Eneas de los penates sagrados). </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Aquí pudiera algún historiador interrumpir nuestro relato con razones de aparente fundamento jurídico: nuestra Patria nos pertenece diría, no porque la sojuzgase el conquistador español, sino por nuestra colectiva propiedad indígena; y nos hallaríamos como ante un tribunal donde se discutiese una acción reivindicatoria y una de las partes hubiese intentado la prueba llamada diabólica por las escuelas, y con ella comprobase a la postre que lo que le pertenece por posesión útil de sus ascendientes paternos, perteneció por títulos caducos a sus abuelos uterinos. Cualquiera, sin ser el propio juez, le redargüiría que la última circunstancia probada, aunque innegable de suyo, no pasaría de tener un mero valor sentimental, pues era bastante a su derecho probar la continua voluntad de señorío de sus legítimos causantes. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Porque nuestra Patria no es continuidad de la tribu aborigen, sino la expansión del hogar conquistador, vinculado tan fuertemente a la tierra americana, que al correr de los años fueron sus hijos legítimos indígenas, hasta el extremo de ver como extranjeros a los propios españoles de la Península. (A quienes estén acostumbrados a llamar indistintamente indios o indígenas a los pobladores primitivos, sin hacer el debido distingo de los términos, parecerá paradojal nuestra aseveración, pero deben recordar éstos que indígena no pasa de significar originario de un país).</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El español, en actitud ardorosamente democrática, no esquivó la unión con la doncella indiana, y la prole llevó también el sello que biológicamente debía dominar; y aun los indios, que apacentados en la encomienda y en la misión adquirieron la fe y la lengua enseñadas por los doctrineros, supieron cambiar sus hábitos y fue una nueva aspiración suya sumarse a las actividades sociales de quienes los civilizaban. (Esto mismo podría decirse con relación al negro africano, traído a las tierras americanas para aliviar la suerte de la raza sojuzgada). </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Débiles los indios, tanto en el orden físico como por su desarrollo intelectual, al mezclarse las razas, la sangre aborigen quedó diluída en una solución de fórmula atómica en que prevalece la radical española. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Y cuanto pueda decirse del plasma sanguíneo criollo, tanto y aun más puede decirse del plasma moral e intelectual. El español en su labor de conquistador usó la misma táctica de Roma: penetró y atrajo; el inglés, por lo contrario se expandió lentamente, y repelió al indígena. Con el águila capitolina, las legiones de César llevaban buena provisión de píleos para cubrir, en señal de libertad, la cabeza de los nuevos súbditos: los Adelantados de España, al par del Estandarte de Castilla, llevaban el agua lustral, a cuyo riego el indígena sojuzgado pasaba a la categoría de hermano menor, a quien era necesario instruir y proteger. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Fenómenos que rompen los límites del dato histórico para buscar su explicación en complejas síntesis de psicología colectiva, la acomodación de las clases coloniales y el brote de los "tipos" que se forman en el nuevo ambiente geográfico, rememoran estados atávicos de la sociedad peninsular. Páez, encarnación de la llanura brava, es como la resurrección en nuestras tierras del indomable Viriato. Y frente a la expansión de las formas de culturas, activas o latentes, que vienen con las huestes de la conquista a imponerse en nombre del tiempo, el medio telúrico, con sus fuerzas desconocidas, se alza como reclamo del espacio, para delinear con caracteres diferenciales a la nueva sociedad, que, al correr de los años y sintiéndose distinta de España, lucha con gesto ejemplar por su independencia política. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Claro que la codicia de muchos aventureros españoles realizó actos que han dado apariencia de la legitimidad a la leyenda negra que ha venido pesando sobre España, y que reales disposiciones, como la que permitió a boca de la conquista esclavizar a los indígenas, son puntos en que parece hallaran cimiento los cargos hechos contra el régimen colonial español; mas los juicios que se alcen sobre tales apreciaciones carecen del carácter constante y universal que reclaman los juicios históricos. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Por lo que dice a nuestros indios, debemos empezar por mirarlos tales cuales eran. Necesario es, más que ocuparnos en la medición de los residuos osteológicos que de ellos aparecen a diario en sus cementerios, valorar sus capacidad y su amplitud culturales de entonces, por medio de los instrumentos que nos proporcionan los relatos de los primeros cronistas y por las informaciones que aún permanecen inéditas en los archivos. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Nuestros indios, o los indios que vivían en el actual territorio nacional, podríamos catalogarlos como pertenecientes a las tribus más atrasadas de América. Los restos arqueológicos hallados en huacas y sepulcros que indican un verdadero desarrollo cultural, no corresponden a la población hallada por los conquistadores: unos pertenecen a pueblos por entonces desaparecidos; otros a tribus ya en estado de decadencia; y los más sólo sirven para mostrar el radio de las migraciones culturales que, partiendo de las regiones realmente avanzadas, se expandieron por el territorio americano. Por otra parte, los indios de estas latitudes no representaban, desde el punto de vista de la organización político-social, una comunidad continua, y estaban, en cambio, divididos en parcialidades que, a pesar de ser correspondientes a un mismo grupo lingüístico, no tenían más contacto que el de las luchas continuas. Quien siga las antiguas clasificaciones etnográficas no llegará nunca a comprender el origen ni la naturaleza de aquellos primitivos pobladores, según es el número de tribus y familias; pero esfuerzos conscientes de estudiosos contemporáneos han sido buena parte para lograr una clasificación lógica y precisa, que permite orientarnos en tan abstruso problema. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Parece que en una época no muy anterior a la Conquista, el territorio de la República estaba ocupado por tribus Aruacas o Naruacas, de costumbres blandas y pacificas, y por elementos semejantes de origen Betoy, los cuales fueron atacados y reducidos en su mayor parte por los invasores Caribes, provenientes de las grandes selvas del Amazonas. La conquista Caribe aún no se hallaba consolidado cuando los españoles llegaron a estas tierras. Mantenían aquellas razas un modus vivendi, o entente primitiva, tan frágil como las modernas de Europa, en que, con las luchas por el dominio de la tierra, alternaban pacíficos trueques comerciales. Los caribes, de vocación germánica, habían hecho suyos los artículos de mayor demanda: la sal y el veneno para las flechas: aruacos y betoyes, de costumbres sedentarias, tejían el algodón y la pita, cultivaban el maíz y la yuca, y fabricaban el utillaje domestico. Mientras los segundos se aposentaban en tierras labrantías y construían primitivos regadíos, los caribes preferían el litoral con sus salinas y los grandes ríos, donde se dedicaban a la pesca y a la fabricación de canoas y piraguas para sus audaces aventuras marítimas. Sus costumbres diferían notablemente: gran señor parece haber sido Manaure, cacique de la parcialidad Chaquetía, de la gran familia Arauca; duros y crueles eran ciertos indios, de extracción Caribe, comedores, según decir de Gomara y otros cronistas, y lo confirman documentos de la época, de “carne humana, fresca y cecinada”. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El soldado español, cuya infundidle altanería celta-romana se había acrisolado durante la larga lucha contra los moros, era natural que mirase con desdén aquellas razas bárbaras de antropófagos e idólatras. Los primeros en venir buscaban en general el precio de la aventura, y cuando escasearon las perlas y las pepitas de oro, y aun sin tal escasez, fundamentaron en el canibalismo de algunos naturales y en el buen consejo del Licenciado Zuazo, la razón de esclavizarlos y venderlos para acrecentar la granjería. El Rey mismo, que dudaba de la humanidad de aquellos sus nuevos súbditos, autorizó con su firma la licencia de hacer sacas de esclavos, y los salteadores asolaron nuestras playas. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">No son los americanos de hoy, es España misma, quien se duele de esta práctica esclavista y salvaje de los albores de la conquista; y no es de ahora esta reacción española contra el rigor de semejante sistema, pues surgió como protesta coetánea de los mismos hechos que condenamos. Frente al viejo concepto imperial de la conquista, y en menoscabo de ciertas teorías medievales, que daban imperio sobre el mundo al Pontífice Romano, como representante legítimo de Cristo en la tierra, los teólogos españoles de siglo XVI opusieron ideas de justicia y equidad, tan eficaces como para crear en la legislación universal una rama nueva que define y cimienta el derecho de los pueblos. Todavía en vida del viejo Rey Fernando, se reunió en Burgos el año 1512, la primera junta de juristas y de teólogos que discute si la Corona tiene sobre las Indias dominio despótico y si quienes se sirven de los indios como esclavos están en la obligación de restituir. Este movimiento no se conforma con sentencias casuísticas, y, en cambio, continúa en forma vigorosa y creciente hasta cristalizar para la práctica en el establecimiento de un Consejo especial que se ocupa en los negocios de Indias, y de manera universal y perdurable, en las teorías jurídicas del benemérito Francisco de Vitoria, padre del Derecho Internacional. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Esta reacción a favor del indio fue, sin embargo, la causa del descrédito de España como nación conquistadora. Para hacer triunfar la equidad, muchos abultaron la obra de los conquistadores y ponderaron las virtudes de los indígenas. El Padre Las Casas, espíritu tan blanco como el hábito de su egregio instituto, pinta a los nativos de América con colores tan tenues y sugestivos, que parece posible convertirlos y civilizarlos con la sola ayuda de antífonas y asperges; y como contraste, al lado de tanta blancura, el conquistador se enhiesta tinto en sangre inocente y cargado de botín fabuloso. Y no fue sólo Las Casas quien así escribiera. Unos por la blanda piedad, otros por saciar sed de venganzas, fueron muchos los que dirigieron falsos memoriales a la Corte y publicaron libelos atroces contra los conquistadores; y aun después de tantos años, dichos documentos son explotados en toda su fuerza aparente por historiadores cuyo romanticismo no resiste ante la queja dolorida que en ellos parece clamar aún por la justicia.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Toda una literatura sentimental se ha fundamentado en la leyenda blanca de los indios, al igual de la que con tintes sombríos ha formado la leyenda negra de España. “Fue una lástima -dicen- que no se dejara en libertad aquella raza infeliz para que hubiera desarrollado su cultura”; y en días pasados, alguien, quejándose de la manera como nuestro Gobierno viene reduciendo las tribus indígenas de Guayana y el Orinoco, sugería la conveniencia de que, garantizándoles su estabilidad social, se propendiese a que por sí mismas ensayaran formas de gobierno en consonancia con sus costumbres, levantasen templos adecuados a sus dioses, y realizaran una literatura que fuese fiel trasunto de su filosofía y de su gusto artístico. Tanto valdría, hubimos de contestarle, como si se organizara un museo de historia natural en plena selva, y maldita la gracia del Olimpo zoológico que llenaría sus templos! </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Este sentimentalismo indianista cierra la mente de muchos para la comprensión del gran fenómeno histórico realizado en nuestras tierras. La conquista española no debe juzgarse desde los bohíos del aborigen, sino desde una posición universalista. Con las carabelas de la conquista venia un imperativo de cultura, más que un simple propósito de lucro. Una ley histórica, que hasta los pacifistas nos vemos obligados a respetar en su dimensión pretérita, y la cual fue aplicada a las mismas prédicas cristianas en la época de las Cruzadas, enseña que la conquista de las culturas no abarcó radio mayor que el señalado por el filo de las espadas guerreras o su próximo temor. No fueron juristas de Roma quienes educaron para el derecho y para la comprensión política a los pueblos del imperio: con las fasces del Pretor, símbolo de la autoridad imperial en los pueblos conquistados, iba el Edicto, génesis de todo derecho: la Iglesia misma, que ya había colocado la señal de la cruz en los escudos legionarios de Roma, puso más tarde bajo el amparo de los barbaros la paloma evangélica, y el vuelo de ésta se cirnió seguro bajo la protección de aquellos <strong>cazadores violentos</strong>, como el padre de Nemrod, de manos más propias para el ciudadano del halcón avizor que para auspiciar la blancura de los místicos palomares. Las culturas antiguas se expandieron como sello de bélicas conquistas o como botín arrancado a los vencidos: cuando los romanos dominaron el imperio macedónico, advirtieron a su regreso a la Ciudad Eterna que el águila legionaria cubría bajo sus alas lechuzas atenienses. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Las luchas de los grandes pueblos materializaron la expansión de ideales ocultos más allá de los programas bélicos. Cuando el español se coloco frente a frente con el indio de América, no era el ser providencial a quien el Altísimo premiaba con nuevas tierras por su constancia en defender la fe, sino quince siglos de cultura occidental que, salvando el azar de los mares, reclamaban mayor radio para la vitalidad de sus símbolos. El carácter expansivo y penetrante de aquella jornada memorable, no fue sino la expresión de voluntad que caracteriza las etapas superiores de la vida del hombre y de los pueblos, y que se ha resuelto, en demérito de la paz y la justicia, por el empuje de las espada que domina penetrando, o que se ampara tras el escudo solitario que sabe resistir el oleaje de los dardos salvajes. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Los mismos indios hubieron de mirar a los nuevos señores como mensajeros divinos, y antes sus huestes extrañas creyeron realizada una promesa que de antiguo vagaba entre la obscuridad de sus caprichosas teogonías: del oriente vendrán nuevos profetas a enseñar la verdad. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Suponer por un instante que la cultura universal hubiera recibido algún servicio con el desarrollo de las semiculturas aborígenes, nos parece, a pesar de ser el hipotético un modo imperfecto de conjugar en Historia, una tesis tan difícil de sostener como la que asentase que hubiera importado sobremanera que los druidas hubiesen desarrollado su rudimentaria civilización. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Y si esta razón universal que legitima la superposición de las culturas en virtud de su perfección, la podemos aplicar a los grandes imperios azteca e inca, restos apenas de antiguas civilizaciones que habían olvidado su hora helénica, ¿qué decir de nuestros pobres aruacos, betoyes y caribes, pobladores, en casas para cuya construcción ni siquiera se utilizaban adobes, del territorio donde los españoles echaron los cimientos de nuestra Patria? </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Convirtamos nuestros ojos, no a los desalmados salteadores sin corazón y sin progenie, sino a las expediciones que, cubiertas de regios mandatos, vinieron a correr la tierra y a fundar en ella las futuras ciudades. Ellos traen la espada que destruye y también la balanza de la justicia: con el tesorero viene el predicador; con el férreo soldado, la soñadora castellana; con el verdugo, el poeta y el cronista. Viene el hogar nuevo, la familia que será raíz de frondoso árbol. Los indios los acechan desde los montes cercanos a la desierta playa. Es de noche y el frugal refrigerio reclama el calor de la lumbre: para evitar el retardo de los frotes del pedernal, un marinero corre a la vecina carabela y de ella trae, cual Prometeo marino, el fuego que arde e ilumina. Ya, como en un rito védico, Agni impera en la nueva tierra y un canto de esperanza hinche el corazón de los hombres extraños, hechos al dolor y a la aventura. Y aquel fuego casi sagrado que caldeará durante siglos el hogar de los colonos y alumbrará las vigilias de la Patria nueva, ha venido de España, en el fondo de los barcos, por el camino de los cisnes, como los normandos llamaban al mar. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center"><strong>TERCER TAPIZ </strong></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="right">Aquí se pinta cómo se dilataron las fronteras de la Patria. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La mayoría de nuestras historias al describir las conquistas de la tierra, adolecen de un grave defecto unilateralidad, que conduce al estudiante a una confusión lamentable. Y la razón está en que quienes se han propuesto escribir la historia colonial de Venezuela han seguido el plan de los nuevos cronistas, en especial de Oviedo y Baños, sin percatarse de que este insigne autor sólo abordó la historia de la primitiva Provincia y Gobernación de Venezuela, o sea el territorio arrendado por la Corona de España en 1528 a los Welser. Nuestra historia se inicia con tal sistema en las costas de Coro con la venida de los alemanes y no pasa los límites de Macarapana al este, ni los de Timotes al oeste, ni intenta, mucho menos, vadear el Orinoco, cuando a la fecha ya había habido la tentativa pacifica de colonización de los Padres de Santo Domingo y San Francisco, Gonzalo de Ocampo había fundado la Nueva Toledo y Jácome Castellón la Nueva Córdoba; en la isla de Cubagua, la Nueva Cádiz lucia “casa torreadas, con altos y soberbios edificios” y se daba el lujo anti-platónico de ofrecer albergue confortable a varios poetas; y la Isla de Margarita, erigida desde 1525 en Gobernación, presentía el caso insólito de que doña Aldonza Manrique, a pesar de sus largos cabellos, empuñase el bastón de la magistratura, dejando constancia a las mujeres de la Isla de que eran capaces, como lo supo confirmar en las luchas por la Independencia doña Luisa Cáceres de Arismendi, de acometer bélicas empresas, porque en aquellos tiempos gobernar no sólo era poblar, como enseña Alberdi, sino también pelear y a veces con el mismo Tirano Aguirre. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Y cuando los historiadores intentan explicar los hechos llevados a cabo fuera de los límites de la primitiva Provincia de Venezuela, lo hacen en tal forma que el cuadro general aparece tanto inmóvil cuanto carente de unidad; y semejante, en su forma plástica, a los paisajes rudimentarios en que la ausencia de sombra y de perspectiva mantiene las figuras en un solo plano que, impidiendo valorar distancias y estaturas, niega al conjunto la lejanía esencial a la pintura y a la Historia. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La falta de método apropiado que establezca en la exposición de los hechos la coetaneidad de las jornadas de los conquistadores y permita precisar a su debido tiempo la formación de las distintas entidades políticas que existieron con carácter autonómico hasta el año 1777, es parte a impedir la comprensión del problema político-colonial y sus proyecciones posteriores en la vida de la República. Sin pensar en don Juan de Orpín, primer Gobernador de la Provincia de los Cumanagotos y Palenques, sumada en 1654 al gobierno de la Nueva Andalucía, no se puede explicar la premura con que los barceloneses de 1810, al asumir el pueblo la soberanía que a Fernando VII era imposible ejercer, constituyeron la República de Barcelona colombiana. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero sucede que los historiadores que sólo ven tinieblas en la Colonia, negándose a trazar las sendas que abran la comprensión exacta de los sucesos, hacen más caótica la Historia. Bien sabemos que muchos redargüirían que aún faltan los documentos necesarios para llenar los grandes vacios que lamentablemente existen en los anales de las antiguas Provincias, especialmente en los de Margarita y Maracaibo, pero ¿tendrá derecho un arqueólogo a pasar en silencio sobre la huella de un pedestal, por la sencilla razón de no poder precisar si soportaba una cariátide o un atlante? Además, la historia de varias Gobernaciones, en lo que dice a su formación política, no se encuentra en la pequeña narración de Oviedo y Baños, pero se halla en cambio en la del Nuevo Reino la Granada, del cual formaron parte integrante. Para poder explicar los orígenes de la Provincia de Guyana es necesario remontarse hasta el Licenciado Jiménez de Quesada. La fundación de Mérida y su gobierno hasta la creación del Corregimiento del mismo nombre, es página común a la historia de las ciudades de Pamplona y Tunja. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Acaso sea éste uno de los caminos que hagan a saltos más largos nuestros historiadores. Cuando tratan dicha materia, caminan con tanta falta de firmeza como si anduvieran sobre carbones encendidos; y, sin embargo, es ella una de las que posee mayor trascendencia para la explicación de fenómenos históricos que aún tienen eco en nuestro presente nacional. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La evolución político-colonial que culmina en la creación en 8 de septiembre de 1777 de la Gran Capitanía General de las Provincias Unidas de Venezuela, a pesar de su importancia para la comprensión de nuestras idiosincrasia constitucional y para la explicación de sucesos íntimamente vinculados a nuestra existencia republicana, exige un estudio sólo asequible a quienes sepan manejar nuestras fuentes históricas, cuando debería, por lo contrario, ser capítulo primordial de las historias populares. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El 8 de septiembre de 1777 es como ante diem del 19 de abril de 1810. Sin la integración política de aquel año 10, la uniformidad del movimiento autonómico del año 10 hubiera sido irrealizable y el utipossidentis juris habría alterado profundamente nuestras líneas fronterizas. El día en que el Brigadier don Luis Unzaga y Amezaga, Gobernador y Capitán General de Venezuela, pudo librar órdenes desde Caracas, que lo mismo se cumplían en Cumaná que en la Villa de San Cristóbal, representa una fecha de tanta trascendencia en nuestro calendario patriótico como la de cualesquiera de las consagradas por fastos nacionales en las Leyes de la República, y tiempos llegarán, cuando nuestros pueblo se imponga debidamente de su historia, en que el alba del 8 de septiembre sea saludada con los mismos honores que la Patria rinde a sus grandes efemérides. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">¿Qué era nuestra Patria, la Venezuela de hoy, antes de aquel día? Nada más que Provincias aisladas sin otra unidad, fuera de tener una Intendencia común para cuestiones fiscales, que la mediata de ser partes del gran imperio ultramarino de España. Los actuales Estados de Occidente, (Táchira, Mérida, Zulia, Barinas y Apure) formaban una Provincia, primero llamada de Mérida, después de Maracaibo, que dependía en lo político, judicial y militar de Santa Fe de Bogotá; Bolívar, Amazonas y el Delta, bajo la denominación de Provincia de Guayana, sujetos al mismo gobierno del Virreinato; Anzoátegui, Monagas y Sucre, que integraban la Provincia de la Nueva Andalucía, y Margarita, Provincia autónoma, subordinadas también al gobierno dicho; y la primitiva Venezuela, que comprendía las entidades no nombradas, era sólo una pequeña porción de territorio rodeada por la vasta extensión del Virreinato. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Al unirse bajo un mismo gobierno militar y político aquellas unidades gubernamentales, que habían sido conquistadas con distintos títulos y que habían estado subordinadas a diferentes autoridades durante más de dos siglos, se cimentaba sobre estribos firmes en edificio perdurable de la Patria. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Hecha más fuerte y vigorosa aquella unión, primero con el establecimiento de la Audiencia y del Real Consulado; después con la segregación de los llamados Anexos ultramarinos del Obispado de Puerto Rico y erección con ellos del Obispado de Guayana, y por último con la creación de la Silla Arzobispal de Venezuela, que venía a someter a una misma jurisdicción metropolitana nacional, Diócesis que dependían de los Arzobispados de Santa Fe y Santo Domingo, Venezuela caminaba con paso acelerado hacia la definitiva consolidación de sus destinos cívicos. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Lo que Carlos III creyó hacer en 1777 para “mayor utilidad de su real servicio”, hízolo para nuestro orgullo nacional. La comunidad del gentilicio creado por aquella unión, fue parte a juntar más tarde a los habitantes de las sierras occidentales y a los hijos de la llanura brava, en una masa compacta y uniforme que, bajo la dirección del genio de América, y no satisfecha con haber dado independencia a la patria venezolana, llevó al tricolor glorioso, dejando pueblos libres a su paso, hasta más allá del templo donde los antiguos incas rendían al sol perenne culto. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">No desconocemos, insistimos en repetirlo, la dificultad que encuentra los historiadores para fijar a cabalidad el proceso integral de la nación venezolana, y ¡quién dijera que el mayor obstáculo para la clara comprensión de dicho proceso, lo constituya el propio nombre de Venezuela! Nada parece más fiel que el rubro de “Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela” con que el acucioso historiador don Luis Alberto Sucre bautizó su importante obra sobre los Gobernadores y Capitanes Generales de la Primitiva Provincia de Venezuela y los Capitanes Generales que siguieron desde 1777 hasta don Vicente Emparan. Pero resulta que el titulo de la interesante obra del señor Sucre no le sienta bien si ella es leída en los llanos de Barinas, pues el lector poco avisado de cosas coloniales, no advertirá que fue en 1777, como lo dice el mismo autor, cuando se agrandaron los limites jurisdiccionales de la Capitanía de Venezuela con la anexión de las Provincias de Maracaibo, Guayana, Trinidad, Cumaná y Margarita; y si le preguntase alguien el nombre de la persona que ejercía en el territorio nacional la primera autoridad colonial en el año de 1628, de muy buena fe podría responder que el Marqués de Marianela, sin advertir que Barinas, como ciudad capitular de la Provincia de Mérida, estaba sometida a la autoridad gubernaticia de don Juan Pacheco Maldonado, primer Gobernador y Capitán General de la Provincia de Mérida del Espíritu Santo de la Grita, quien como suegro podía tal vez cascar las nueces al ilustre señor Marqués. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Trasladada la cuestión a un terreno a un terreno dialéctico, nos hallaríamos trabajando sobre una proposición de subjecto non supponente, que pediría el nego por conclusión, puesto que nada más que un falso sujeto es la idea de que la Historia de la primitiva Venezuela sea lo mismo que la primitiva Historia de Venezuela. A pesar de la aparente logomaquia, toda la dificultad radica en esta trasposición de vocablos y en el hecho de no insistir nuestros historiadores cuanto es necesario en la debida diferenciación de los conceptos. Aunque en el capítulo XLVIII de su “Historia de Venezuela” don Eloy G. González relate a grandes rasgos la integración colonial, es parte a confundir al lector la aseveración hecha en el capitulo XLV, de que hasta el año de 1600 había tenido “el territorio de Venezuela, 24 Gobernadores, desde Alonso de Ojeda hasta Piña Ludueña. De 1600 a 1810 tuvo otros 40, desde Alonso Arias Vaca hasta don Vicente Emparan”, pues el maturinense y el neo-espartano no tendrían dificultad alguna en aceptar sin examen que Piña Ludueña y Arias Vaca ejercieran algunas vez poder jurisdiccional sobre sus territorios nativos. En el mismo estudiante del Centro arraigaría la idea de que en el territorio de Venezuela hubo solamente sesenta y cuatro Gobernadores durante el tiempo colonial, y si no conforme con eso, sumase a dicha cifra los Alcaldes-Gobernadores del señor Sucre, muchos de los cuales no tuvieron autoridad siquiera en Valencia, le resultaría un total de magistrados que, aun siendo crecido, no es exacto. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Esta cuestión de las jurisdicciones no sólo tiene importancia desde el punto de vista de la geografía política, en cambio adquiere mayor alcance si se mira la significación que aquel antiguo aislamiento y la sujeción de unas ciudades a otras, llegaron a tener en relación con la vida interior de la Colonia. La efímera existía de la Provincia de los Cumanagotos y su posterior sujeción a las autoridades de Cumaná, a que hemos aludido anteriormente, constituyó para los barcelonenses, durante toda la época colonial, una pesadilla de autonomía que llegó a materializar en el hecho concreto de pedir el año de 1793 la separación de su distrito del gobierno de la Nueva Andalucía. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 239px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5594449188161872466" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVRX3TxGmaQAMn7mYlmQgcEpJ1EcP6El7dPHQc8NrJ1Ecv-tsgU_9C-ItIXaHHZIVBIsh_4WIRqJGcDex6rVyYmtccBcCg8nSyBhDhOVEO0igKXRgq7sW75kSgJDzGsL_lwZgliLuw6Qw/s320/Divisi%25C3%25B3n+Pol%25C3%25ADtica+en+1600.jpeg" /> <br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Al ser separada en 1676 la ciudad de Maracaibo de la jurisdicción político-militar de Venezuela, y agregada a la Provincia de Mérida, empieza su lucha con la ciudad de Trujillo. Maracaibo, que con su anexión al Nuevo Reino vió la posibilidad de ser, como lo fue, cabeza de la Gobernación, inició una campaña encaminada a que la ciudad de Trujillo se agregase y sujetase al Gobierno de Mérida, y los trujillanos, que se sentían satisfechos en seguir formando parte de Venezuela, como lo tenían probado desde los propios días de la fundación, no sólo pidieron por conducto del Gobernador y del Obispo de Venezuela, que se les conservase el statu quo, sino que además reclamaron que fuese sometida Maracaibo a su gobierno inmediato, y para justificar el pedimento sacaron a relucir, como en pleito de comadres, todos los beneficios que Trujillo había hecho a la Nueva Zamora: desde el envió de la primera expedición que la fundó en 1569, hasta el hecho de ser trujillano de Licenciado don Juan Díaz de Benavides, maestro de Gramática de los maracaiberos en 1682. Fue aquel un litigio secular, perdido durante algún tiempo para Trujillo, con su agregación a Maracaibo en 1786 y el cual aquélla resolvió victoriosamente, ganando para su heráldica una de las estrellas del pabellón nacional, al asumir el libre ejercicio de su soberanía el 9 de octubre de 1810, mientras Maracaibo creyó más convenientes a sus intereses seguir fiel al gobierno de la Regencia. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El fracaso en tierras trujillanas de la revolución de los Comuneros, lo explica, no la falta de anhelos autonómicos de los trujillanos, sino el aislamiento en que Trujillo estaba con relación a los problemas interiores de la Provincia de Mérida, por formar su distrito, desde 1557, parte de la primitiva Gobernación de Venezuela, y haber estado sujeta aquella Provincia hasta 1777 a la jurisdicción del Virreinato de Santa Fe. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Y acercando más a nuestros días la influencia de aquella autonomía provincial de la Colonia, podemos comprender que no fue vano prurito de imitar la Constitución americana lo que movió a los legisladores de 1811 a elegir la forma federal en la primera Constitución republicana, ni vano egoísmo regionalista, lo que explica la actitud indecisa de Mariño frente a Bolívar en 1813. Los primeros no hacen sino consultar la voz de la tradición y la costumbre nacional; el segundo no tiene por qué ver en el Libertador la cabeza del gobierno del Estado, por cuanto perdida la primera República y ocupada la Capital por la fuerza del Rey, el pacto que había unido a los pueblos en una confederación política, quedaba de hecho sin vigor y las regiones habían reabsorbido la soberanía que delegaron en el poder federal, y ni el Congreso neo-granadino ni los ciudadanos de Caracas podían conferir suficientes atribuciones al Libertador para someter por la ley las regiones orientales, ni siquiera para minorar los efectos del acta de Chacachacare. En cambio, la invencible fe que guiaba a Bolívar en sus empresas temerarias y el poder formidable con que el éxito de éstas agrandó su figura en el teatro de la guerra, fueron legítima razón para que los pueblos y los jefes disidentes aceptaran su autoridad suprema como legítima garantía de victorias. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El estudio analítico-sintético de la formación de la Gran Capitanía General de Venezuela, además de ser arduo para el historiador, tiene, por la heterogeneidad de la materia, dificultades para la didáctica. Sin embargo, en cierta ocasión tuvimos la grata sorpresa de oír explicar dicho proceso, en forma que nos pareció hasta sugestiva, a un joven profesor de Historia Patria, que se dirigía a estudiantes noveles en la materia. Claro que la transcripción que de seguido hacemos de lo que dicho profesor enseñaba, no tiene carácter estenográfico, pero hemos procurado acercarnos en lo posible a la precisión de los términos por él usados: </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Para entender la conquista de nuestro territorio por los españoles -decía el joven profesor- nada tan al propio como imaginar la toma de una plaza fuerte por distintas columnas que la abordasen desde diferentes sitios, y las cuales estuvieran autorizadas para ocupar determinada, aunque vagamente precisada, porción de territorio. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Cubagua</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La conquista y colonización empezó el año de 1500, de una manera espléndida y aun poética, con el asiento hecho por los españoles en orden al comercio de la perla, en la Isla de Cubagua, descubierta por Cristóbal Colón en 1498, y llamada de las Perlas por la gran cantidad de ellas que en manos de los indios vió al Almirante. Tanto incremento tomó aquel mercado, que a poco andar ya estaba fundada la ciudad de Nueva Cádiz, y según fue la riqueza de las explotaciones hechas en sus aguas, así también el auge de la nueva población, la que lucía edificios de cal y canto y casas de grandes torres, cuyas gentes se movían en el diario trajín, según dice Castellanos. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center">Con tal hervor y tal desasosiego </div><br /><div align="center">Como por secas ramas vivo fuego. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La sed de riquezas y lo hacedero de la explotación de los placeres, trajo a poco el agotamiento de éstos, y lo que antes fue un emporio, en breve pasó a ser desolado sitio. La musa elegiaca de Castellanos encuentra en aquella decadencia tema propicio a sus lamentos, y en tono quejumbroso nos refiere que </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center">Faltaban ya las fiestas diputadas </div><br /><div align="center">Para sus regocijos y placeres, </div><br /><div align="center">Las plazas no se ven embarazadas </div><br /><div align="center">Con tratos de los ricos mercaderes: </div><br /><div align="center">No se veían las calles frecuentadas </div><br /><div align="center">De hombres, ni muchachos, ni mujeres. </div><br /><div align="center">Pocos días había finalmente </div><br /><div align="center">Que no saliese de ella mucha gente. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La vida difícil por carecer de agua y de la leña la pequeña isla, cambiado el comercio de la rica perla por el triste y degradante de los indios esclavizados. Cubagua decayó con tanta prisa cuanta había sido su riqueza primitiva, y para complemento de infortunios, un temporal en la Navidad de 1541, destruyó por completo la hermosa ciudad neo-gaditana. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Gobernación de Coquivacoa y Urabá</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Mientras los vecinos de Cubagua explotaban a sus anchas los ricos tesoros del mar, en el occidente de Tierra Firme, Alonso de Ojeda, alentado por sus expediciones de 499 a 502 y ya con el título de Gobernador de la Costa de Coquivacoa y Urabá que le otorgaban las Reales Cédulas de 21 de septiembre de 1504 y de 5 de octubre de 1505, trataba de hacer su asiento en estas tierras, cuyo gobierno fue el primero, aunque sin fruto, en tener. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Las misiones fracasadas</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Por 1514 los frailes dominicos acometieron pacifica penetración en las costas orientales. Fundaron un convento en cercanías de la actual ciudad de Cumaná, y se dieron a la evangélica labor; mas los indios, en venganza del mal trato de ciertos salteadores de esclavos, pusieron fin sangrientamente a la pobre misión. Segunda vez, en 1515, comienza la ardua empresa de los misioneros, ahora dominicos y franciscos; fundas sendos conventos, los primeros en Chirivichí, los segundos “a un tiro de ballesta de la costa del mar, junto a la ribera del rio que llaman Cumaná”; pero lo mismo que en años anteriores, los indios, saciando en los pobres religiosos el odio contra los esclavistas, dan el año 1520 terminó a este nuevo propósito colonizador, matan a dos frailes, y obligan a los demás a refugiarse en el Convento de Nueva Cádiz.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>La capitulación de Las Casas</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">En el mismo año 1520, Bartolomé de Las Casas, que había capitulado con el Rey la conquista de la Tierra Firme, desde Patria hasta Santa Marta, llegó a las costas de Cumaná con “obra de trescientos labradores que llevaban cruces”, al tiempo que Gonzalo de Ocampo, enviado por la Real Audiencia de Santo Domingo al castigo de los indígenas, fundaban la Nueva Toledo “a la ribera del rio, media legua del mar”. Dio Ocampo posesión de la tierra al Licenciado Las Casas, pero negándose a acompañarle con sus hombres, obligó al colonizador a hacer viaje a Santo Domingo en orden de requerir los mandamientos necesarios, y en su ausencia los naturales asaltaron la ciudad, mataron al jefe de la fuerza castellana y a un lego francisco llamado Dionisio; y fueron obligados los demás a solicitar albergue en la Isla de Cubagua. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>La Nueva Córdoba</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Con el fin de mantener la fundación de Ocampo y por ser necesario a los de Nueva Cádiz tener de paz la Tierra Firme, la Audiencia de Santo Domingo envió a ella el año de 1523, trescientos españoles al mando de Jácome de Castellón. Este fundó en la boca del rio una fortaleza de la cual tuvo titulo de Alcalde y, reedificándola, cambió por el Nueva Córdoba el nombre de la primitiva fundación de Ocampo. En 1530, por septiembre, un terremoto asoló la población y destruyó la fortaleza del rio, mas con su inquebrantable constancia, Castellón logró mantenerse en ella, vigilante de la tierra. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Durante esta época eran aún imprecisos la jurisdicción y limites de las autoridades: la Nueva Cádiz dependía, en lo civil y militar, con el carácter de ciudad capitular, de la Real Audiencia de Santo Domingo: en lo eclesiástico, del Obispado de Puerto Rico. Los pueblos de Cumaná y Macarapana, y la región oriental de Tierra. Firme, materia de la caduca capitulación de Las Casas, estaban bajo la autoridad militar del Alcalde Cumana y de sendos Regidores, pero sometidos en cierta forma la jurisdicción capitular de la Nueva Cádiz, a pesar de las gestiones hechas por el Gobierno de Margarita en orden a que dichos territorios fueran puestos bajo autoridades de la Isla. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Gobernación de Margarita</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Entretanto se acababan estos sucesos en la Tierra Firme, un gobierno más amplio y de mayor jerarquía se organizaba en la Margarita. Esta isla, descubierta por el Almirante Cristóbal Colón, fue como el granero de Cubagua, cuya gente, según dice Castellanos, </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center">Luego con el uso</div><br /><div align="center">Da labor, la cultiva y enriquece: </div><br /><div align="center">El más espeso bosque se dispuso </div><br /><div align="center">Para sembrar maíces, y acontece </div><br /><div align="center">Después de cultivadas estas vegas </div><br /><div align="center">Acudir por almud hartas hanegas. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">En 1525 el Rey concede la población y gobierno de ella al Licenciado don Marcelo de Villalobos, Oidor de la Audiencia de Santo Domingo, y en 1527, confirma en su heredera doña Aldonza Manrique título para continuar gobernando en ella. Aquí comienza el desarrollo de las nuevas instituciones, de modo perdurable, en jurisdicción de lo que es hoy nuestra Patria. Con el gobierno de </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="center">Aquella meritísima señora </div><br /><div align="center">Doña Aldonza Manrique, generosa </div><br /><div align="center">De mucho más honor merecedora </div><br /><div align="center">Y para gobernar más alta cosa, </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">la nueva Provincia o Gobernación, que apenas había regido durante brevísimo tiempo el Licenciado Villalobos, inicia su vida con tanta copia de beneficios y política tranquilidad, que cuando la primitiva Provincia Venezuela cuente en 1567 hasta treinta y siete distintos periodos gubernaticios, la egregia matrona aun permanece firme en el goce de su perpetua autoridad, compartida primero con su madre y con su esposo don Pedro Ortiz de Sandoval y después con su yerno don Juan Sarmiento, y llamada a continuar, por real concesión, en la persona de su nieto don Juan Sarmiento de Villandrando, quien era Gobernador por 1593, sin que se entienda que durante este aparente absolutismo familiar no hubiera habido intersticios en los cuales la Audiencia de Santo Domingo interviniera; de lo contrario y poesía la carencia de datos acerca de la Margarita, hemos tropezado con el Mariscal Gutierre de la Peña, nombrado Gobernador interino y Juez de Residencia en 1551, con encargo de tomarla a su antecesor don Rodrigo de Navarrete. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Gobernación de Venezuela</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Al mismo tiempo que la Corona confirmaba a la hija de Villalobos el Gobierno de la Margarita, un hijo del Factor de la Isla de Santo Domingo, don Juan Martínez de Ampíes, quien estaba autorizado para impedir en las costas corianas el abuso de los indieros, daba fundación en la Tierra Firme a la ciudad de Santa Ana de Coro. Trasladado a ella el Factor, solicitó y obtuvo la sujeción del gran cacique Manaure y de su gente, pero cuando con más gusto se hallaba en el gobierno de su Provincia, fue sorprendido por la presencia de Ambrosio Alfinger, quien en nombre de los Welser, y con título de Gobernador y Capitán General, venía a regir la nueva Provincia de Venezuela. Por mediación de sus agentes cerca de la Corte de España, Enrique Ehinger y Gerónimo Sayler, los Welser, ricos comerciantes alemanes, celebraron capitulación para la conquista y colonización de la Tierra Firme, la cual fue aprobada por la Reina Doña Juana en 27 de marzo de 1528. Por dicho contrato los mandatarios alemanes obtuvieron para sí, o en su defecto para Ambrosio de Alfinger o Jorge Ehinger, la conquista y población de las tierras comprendidas desde el Cabo de la Vela al oeste, hasta Macarapana al naciente, con todas las Islas de la Costa, excepto las que habían quedado encomendadas a Ampíes (Curacao, Bonaire y Aruba). Con la llegada de Alfinger comienza la vida política de la primitiva Provincia de Venezuela y se echan las bases para la futura organización colonial. Aunque los alemanes tenían la obligación de fundar tres ciudades, apenas mantuvieron en pie la fundación de Ampíes y establecieron un transitorio asiento en el Lago de Maracaibo. Alfinger y los demás capitanes sucesores suyos en la conquista de la tierra: Hans Seissehoffer, Nicolao Federmann, Jorge Hohemuth, Felipe von Hutten, se dedicaron a descubrir el territorio en busca de El Dorado que como estímulo de grandes empresas había surgido intangible sobre los horizontes y al par que acicateaba los corceles, entorpecía por la extravagancia de las jornadas y el inútil sacrificio de energías, el natural progreso de la Colonia. La Real Audiencia de Santo Domingo, a cuyo distrito pertenecía la nueva Gobernación, no dejó de la mano la suerte de ésta, y aún vigente el contrato de los Welser, proveyó por Gobernadores a don Rodrigo de Bastidas, primer Obispo de Coro, a Juan de Villegas, a Rembolt, a Antonio Navarro, a Juan de Carvajal y a Pérez de Tolosa, cada vez que la suerte de la Provincia y los reclamos de la Justicia vulnerada así lo imponían, pues no debe entenderse que el contrato transfiriera a los alemanes la soberanía política que correspondía al Rey y que la Gobernación estuviese, en consecuencia, segregada del imperio colonial español según han pretendido explicar aquellos que dicen haber representado esta concesión al primer ensayo colonial de Alemania; aun el almojarifazgo sobre el cazabe introducido de la Isla Española a la ciudad de Coro, lo cobraban los Oficiales del Rey por 1535 a los factores tudescos.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Gobernación de Trinidad</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">La labor de descubrir la tierra y cimentar las futuras poblaciones fue más dura en el Sur y en el Oriente. Teatro de feroces luchas, no ya de los conquistadores con los indios, sino surgidas entre las mismas huestes españolas por la rivalidad de sus caudillos, medio siglo tardaron aquellas ricas y pobladas regiones para sumarse al concierto colonizador. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">El Contador Antonio Sedeño, que lo era de la Isla de Puerto Rico, capituló la conquista de la Isla de Trinidad en 1529 y se dio a la mar desde España en 1530; a mediados de este mismo año llegó a la isla de su gobierno, donde empezó, mal que bien, la fundación, pero atacado por los naturales tuvo de refugiarse en las costas de Paria, y allí levantó un fuerte apellido por Oviedo y Valdez “casa de las discordias”, según fueron las que tomaron ímpetu al abrigo de sus muros, y dejando gente en él bajo el mando del Capitán Juan González de Sosa, tomó la rota de Puerto Rico en pos de auxilios. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Conquista del Orinoco</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">En el mismo año de 1529, Comendador don Diego de Ordaz, veterano de la conquista de México, capituló la del territorio comprendido entre Venezuela y el Río Marañón. La expedición salió de San Lúcar en octubre de 1530, llegó hasta el Marañón y luego tomó rumbo hacia las costas de Paria, donde tuvo noticias del fuerte de Sedeño, a cuya gente, a pesar de la lamentable situación en que se hallaba, hizo sacrificar inútil y cruelmente. En junio de 1531 entró Ordaz al Orinoco y lo remontó hasta Cabruta; de allí fue a los raudales de Atures, tuvo algunas refriegas con los naturales, y sin haber poblado ningún asiento, regresó a Paria en busca del fuerte que aun custodiaban las gentes del Capitán Yáñez Tafur, dejadas con tal encomienda. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero sucedió que Sedeño había elevado queja hasta el rey contra los hechos de Ordaz, y Ortiz Matienza, Alcalde Mayor de Cubagua, cuyo distrito abarcaba las costas de Tierra Firme, había puesto también querella por la ocupación de Ordaz. Al saber que éste había llegado al fuerte de Cumaná en son de guerra, se trasladó a él con gentes de armas, y habiéndole apresado, le condujo a la Audiencia de Santo Domingo y de allí marchó con pliegos oficiales hacia España y con Ordaz por prisionero. En la jornada de mar murió el Comendador y algunos historiadores atribuyeron su muerte a veneno que le hizo propinar Ortiz Matienza. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Gobernación de Paria</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Gerónimo de Ortal, compañero de don Diego de Ordaz, obtuvo a la muerte de éste, título de Gobernador del Golfo de Paria, con jurisdicción en la Tierra Firme adentro. El 13 de octubre de 1534 llegó a Paria al frente de su expedición, compuesta de ciento cincuenta hombres, en dos navíos, gran cantidad de armas, dos sacerdotes y un físico. Una nueva entrada al Orinoco fue emprendida por gente de Ortal, al mando de Alonso de Herrera. Este llegó hasta Cabruta, trató de paz con los naturales, siguió a tomar el Meta, y en un encuentro con los indios fue muerto. La expedición, comandada por Alvaro de Ordaz, regresó en abril de 1536 al pueblo de Paria. Ortal intentó del Meta el río Neverí, para poder darse por tierra a la conquista del Meta, temeroso por el fracaso de las expediciones que había subido el Orinoco. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Gobernación del Meta</strong>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Sedeño, no satisfecho con los términos de su gobierno de la Trinidad, capituló con la Real Audiencia de Santo Domingo la conquista de la Provincia del Meta, y armó una expedición para internarse a tan lejanas tierras, que caían en términos de la concesión de Ortal. Nuevos encuentros y agrias luchas pusieron fin a la vida de Sedeño en los primeros meses del año de 1538. Castañeda, enviado por la Audiencia como Juez para el castigo de Sedeño, por el desacato insólito de haber roto el bastón del Juez Frías, había partido en 1537 hacia Cubagua y de allí enviado cincuenta hombres contra el indicado capitán, cuyas tropelías tuvieran en continúan zozobra a los pobladores de la costa. Pero en lugar de hacer siquiera un escarmiento con las gentes, ya sin caudillo, aprovechó la acefalia para pretender dominar el territorio. Acusado Ortal de los delitos cometidos contra los indios, se le sometió a dura cárcel en la ciudad de Santo Domingo, donde para siempre se radicó, después de haber obtenido la libertad. </div><br /><div align="justify"></div><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 242px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5594795745858256610" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBKIT9hPPJ3Zbl_mXlY3dwULJP8yv7z9lIZgQQMRr2aAzk5yDhTbdmoLr3dNUdhZ2U8VEDzs-moOz5JHN1wSsRVj5tTLwR7QRVDnS6z_oSD3_1G2JjcusHcj4UocrRNvlxSc29qj5aIg8/s320/Divisi%25C3%25B3n+Pol%25C3%25ADtica+en+1777.jpeg" /> <br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Ningún fruto para la vida civil se alcanzó con tales empresas: Sedeño, Ordaz, Herrera y Ortal carecían de cualidades para regir pueblos: audaces y crueles, sus correrías quedan sólo como huellas de valor y de audacia, y apenas sirvieron para retardar la organización colonial en aquellas regiones, de climas y territorios ásperos y cuyos naturales, de extracción Caribe, eran además en extremo duros para ser conquistados. De las demarcaciones políticas de las Cédulas, sólo prevaleció por breve tiempo la Gobernación de Trinidad, cuya conquista siguio Juan Ponce de León a la muerte de Sedeño. Los demás títulos perecieron de inmedianto con sus primitivos beneficiados, como tambien el otorgado a Juan de Espes, en 1536, para la conquista de la Nueva Andalucia; el concedido el 11 de agosto de 1552 a Jerónimo de Aguayo, para la colonización de la provincia de Arauca, entre el Orinoco y el Amazonas, y los esfuerzos hechos por otros conquistadores y capitanes.</div><br /><div align="justify"></div><br /><p><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 241px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5594450671368789026" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMtoP5aufzm58_I7DUAF77MULRwmXqaodG5-RAvOfylkAqrStvSDtd7Qv80VG0Jagd6zZOFcRkv411R_KroSIaVKnjbADagx7zG78cL4ZUl1olw3Mzs1SkVyRSQxoOLa5qYr2RrbjYKXg/s320/1650.jpeg" /> </p><br /><p></p><br /><p></p><br /><p></p><br /><p align="justify"><strong>Las ciudades de Venezuela</strong>. </p><br /><p align="justify">En cambio durante el tiempo transcurrido hasta la llegada de Fernández de Serpa, quien en 1569 trajo encomienda de colonizar la tierra oriental, Venezuela había hecho grandes adelantos. Terminando de hecho el gobierno de los alemanes con la venida de Juan de Carvajal, éste, a pesar del tinte de ferocidad con que supo perpetuarse en nuestra historia, dió comienzo al período de las fundaciones: en 1545 él mismo fundó a El Tocuyo; en 1549, Pedro Álvarez la Borburata; en 1552, Villegas la Nueva Segovia; en 1555, Alonso Díaz Moreno la Nueva Valencia; en 1558, Diego García de Paredes la Nueva Trujillo, andariega hasta 1568; en 1567, Diego de Losada a Santiago de León de Caracas; en 1569, Alonso Pacheco la Ciudad Rodrigo de Maracaibo, cuyo nombre cambió Pedro Maldonado en 1574 por el de Nueva Zamora, y aun antes de que Serpa empezara la conquista y colonización del Oriente, una nueva onda de penetración se había iniciado por el occidente del actual territorio patrio. </p><br /><p align="justify"><strong>Mérida y San Cristóbal</strong>.</p><br /><p align="justify">Fundada la ciudad de Pamplona en el Nuevo Reino de Granada el año de 1549, se inició de seguido la conquista de las tierras que quedaban al naciente de aquella ciudad, o sea al oeste de la Gobernación de Venezuela, y a la reducción de sus naturales. En dicha empresa se distinguió por su valor y constancia el Capitán Juan Rodríguez Suárez, quien había entrado al Nuevo Reino en la expedición de don Gerónimo Lebrón. Por su experiencia en tales jornadas, el Cabildo pamplonés encomendó a Rodríguez Suarez el mando de una expedición destinada a someter ciertos indios alzados en el valle de Cúcuta y a descubrir las tierras de las Sierras Nevadas, donde era fama que abundaban ricos yacimientos auríferos. Hacia el noroeste enrumbó la gente expedicionaria y después de descubrir los valles de Santiago y del Cobre, cruzaron los de la Grita y Bailadores, hasta dar con la mesa donde Rodríguez Suárez fundó, sin poderes para ello, la ciudad de Mérida en octubre-noviembre de 1558. Solicitada por el fundador aprobación para lo hecho, la Audiencia de Santa Fe descalificó su conducta y diputó a Juan Maldonado para reducirlo a prisión. Llegado éste a la nueva fundación, envió a Rodríguez Suárez a Santa Fe, mudó las autoridades y se dió a correr la tierra. En 1559 llegó a territorio ya ocupado por las autoridades de Venezuela, es decir, a la región occidental del actual Estado Trujillo, donde fundó, para afianzar su conquista, el pueblo de Santiago de los Caballeros; pero tras largas disputas y conjurado un simulacro de lucha con Francisco Ruiz, capitán de la gente de Venezuela, convinieron ambos en señalar los linderos sus gobiernos: las tierras altas que caen hacia Timotes, serían de la jurisdicción del Nuevo Reino, y las del este, de la Gobernación de Venezuela, más o menos una línea que seguía el mismo rumbo de los actuales límites entre los Estados Mérida y Trujillo. Y para que no quedara en el vacío su intento de fundación, trasladó la ciudad de Santiago de los Caballeros a la mesa de Tatuy, y juntándola con la fundación de Rodríguez Suárez, hizo de ambas la actual ciudad de San José de Mérida. </p><br /><p align="justify">Separado Maldonado del Gobierno de Mérida, y avecindado en Pamplona, recibió poderes de la Audiencia de Santa Fe para salir a fundar un pueblo que facilitase el tráfico entre aquella ciudad y la de Mérida en 1561 se inició esta jornada, y en 31 de marzo del mismo año fundó Maldonado, en el valle que Rodríguez Suárez había llamado Santiago, la Villa de San Cristóbal, que quedó dependiendo en sus principios de la jurisdicción de Pamplona, y más tarde del Corregimiento de Tunja al igual de Mérida. </p><br /><p align="justify"><strong>Gobernación de Nueva Andalucía</strong>. </p><br /><p align="justify">Diez años corridos desde la fundación de Mérida en el Nuevo Reino de Granada, llegó a la Nueva Córdoba el General don Diego Fernández de Serpa, investido de titulo, por dos vidas, de Gobernador y Capitán General de las Provincias de Paria, Cumanagoto, Chacopata, Caura y Guayana, las que en adelante deberían llevar el nombre de Nueva Andalucía. Con el General venia la expedición más brillante que entró a la conquista de nuestro territorio, y de la cual formaba parte un Teniente General; el Secretario de Serpa, don Hernán Pardo de Lugo; un Tesorero General; un jefe de Caballería; un oficial de artillería; un médico; un cirujano; dos capellanes; el Vicario General, doctor Pedro de Medina; catorce pelotones de a veinte soldados, y un alférez a la orden de cada capitán; y gran cantidad de armas y ganado. Aunque ya no tenía trazas de pueblo, según era lo mezquino de su vida, a pesar de haber mantenido siempre algunas autoridades civiles, la Nueva Córdoba conservaba vivo el recuerdo de los esfuerzos de Ocampo y Castellón. El 24 de noviembre de 1569, cumplió Serpa las formalidades requeridas para cambiar por el de Santa Inés de Cumaná el nombre del poblado, dispuso su reedificación y nueva población, e hizo el nombramiento de Alcaldes y Regidores para su Cabildo. Después de correr la tierra y traer de paz a muchos indios, y de haber fundado Honorato Ortiz un pueblo en el valle de Neverí, con el nombre de Santiago de los Caballeros, Serpa intentó entrar al Orinoco por Cabruta, pero murió en 1570 en un encuentro con los indios Chacopatas. Continuada la empresa por su deudo Garcí Fernández de Serpa, tuvo éste el mismo final de su antecesor. Gobernación de nueva Extremadura Aunque el titulo que dio origen a la Provincia de la Nueva Andalucía abarcaba el Caura, el Dorado y la Guayana, con el fracaso de las expediciones que intentaron penetrar hacia el sur, su distrito hubo de quedar reducido tanto en la práctica, cuanto lo había sido en derecho por la capitulación que celebró el Rey, en el mismo año de 1568, con el Capitán Pedro Malaver de Silva, quien por ella recibió título de Gobernador de la Nueva Extremadura, provincia que deberían componer los países de los Omaguas, Yoneguas y Quevanato. Esta nueva empresa no dió como resultado sino el fracaso de Silva y el desaliento general para continuar en tan difíciles conquistas. Gobernación de La Grita y Cáceres. El Capitán Francisco de Cáceres, compañero de Fernández de Serpa en la conquista de la Nueva Andalucía, se trasladó al Nuevo Reino después del desastre ocurrido a aquél, y desde Santa Fe pidió al Rey que le fuera concedida una Gobernación de doscientas leguas a espaldas de Guatavita y Gachetá, pero como la concesión se retardase, Cáceres emprendió la conquista de propia autoridad y fundó el pueblo del Espíritu Santo de la Grita. Al tener la Audiencia conocimiento del hecho, expidió contra el conquistador mandamiento de prisión, pero Cáceres pudo pasar a España y obtener allí la Cédula Real de 4 de agosto de 1574, en que se ordenaba a la Audiencia del Nuevo Reino le fuese concedida la deseada Gobernación y poder para repoblar el pueblo anteriormente fundado y emprender nuevas fundaciones. Cáceres, con ciento treinta hombres, se dió a la empresa para que estaba autorizado, y después de recorrer la tierra y asentar la paz con los naturales, repobló en 1576 (septiembre-octubre) la ciudad del Espíritu Santo. En 1577 despachó Cáceres al Capitán Juan Andrés Varela a la fundación de Altamira de Cáceres o Barinas, mas por entonces fue citado de la Audiencia de Santa Fe para oír cargos que se le hacían en relación con los territorios conquistados, a donde regresó urgentemente por haberse rebelado los naturales. Pacificó la tierra, emprendió nuevas conquistas y con probanza de sus servicios y necesidades, se trasladó nuevamente a España, para ganar la Real Cédula de 26 de mayo de 1588 que le concedía el título de Gobernador de la Provincia de la Grita y Cáceres, la cual duró con carácter autonómico hasta 1607, como adelante veremos. </p><br /><p align="justify"><strong>Gobernación de Guayana</strong>. </p><br /><p align="justify">Del Nuevo Reino vendrá también la jornada que iniciaría la fundación de la Provincia de Guayana. Como premio a su heroica labor conquistadora, obtuvo el Licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada, por Real Cédula de 8 de noviembre de 1568, título por dos vidas para la conquista y gobierno de las tierras situadas entre los ríos Pauto y Papamene, en la Provincia del Dorado. En 1577, Quesada, de años que le impedían la dura empresa, dió comisión para dicha conquista al Capitán Pedro Sánchez Mogano, quien sin medios para ello no obtuvo ningún fruto. A la muerte del “varón docto e insigne capitán”, según llama Castellanos a Quesada, y por carecer éste de sucesores legitimarios, pasaron en virtud de testamento, sus títulos y derechos, a su sobrino político don Antonio de Berrío. Este dió prosecución en 1584 a la conquista tan sin éxito iniciada, y obtuvo poder de la Audiencia del Nuevo Reino, confirmado por el Rey en 1586, para abarcar la región llamada de Guayana y Gran Manoa, de que habían sido titulares Fernández de Serpa y Malaver de Silva. Berrío dió comienzo a su empresa sin ostensible fruto, y hubo de deshacer el viaje sin bajar el Orinoco. En 1591 inició una nueva entrada al territorio de sus títulos, y logró llegar hasta la isla de Trinidad, despoblada después de la muerte de Ponce de León, y fundó en ella la ciudad de San José de Oruña. Regresó al Orinoco y dió fundación a la vieja Santo Tomé de Guayana. Felipe II le concedió por una vida más aquel Gobierno y definió la jurisdicción de la nueva Provincia. </p><br /><p align="justify">Las expediciones a que hemos hecho referencia no tuvieron como efecto inmediato el sometimiento del actual territorio nacional a un régimen político más o menos uniforme. Puede decirse que ellas sólo habían dado a fines del siglo XVI como único resultado práctico, la fijación de bases para la expansión de la obra colonizadora. </p><br /><p align="justify">Coro, más tarde El Tocuyo y Nueva Segovia, y por último Caracas, en la Gobernación de Venezuela; Cumaná en la Nueva Andalucía; Santo Tomé en Guayana y San José de Oruña en Trinidad; La Asunción en Margarita; La Grita y Mérida en el Occidente, como centros donde residían las primeras autoridades coloniales, eran puntos de los cuales emergían las corrientes encaminadas a reducir y civilizar a los indígenas que cubrían los respectivos territorios provinciales; y si no hemos dicho nada de las audaces correrías de Alfinger, Federman, Spira y Hutten, ni tampoco hemos detallado las expediciones de Ordaz, Herrera, Ortal, Sedeño y tantos otros, tal silencio obedece a que nuestro propósito no es describir las luchas de la conquista, sino fijar las bases que permitan definir un concepto claro y sencillo de la organización política que culminó en la obra de 1777. Sólo resta detenernos en la conquista de los indios cumanagotos y palenques, por cuanto en su proceso hubo, aunque de transitoria vida, la creación de una Provincia. </p><br /><p align="justify"><strong>Gobernación de los Cumanagotos</strong>.</p><br /><p align="justify">Las gentes de Fernández Serpa, como dejamos dicho, lograron fundar la ciudad de Santiago de los Caballeros en territorio comprendido dentro de los limites señalados por la capitulación de aquél a la nueva Provincia de Andalucía; pero los indígenas, destruyendo la fundación y haciendo nugatorios los efectos de la conquista, se mantuvieron durante algunos años como una amenaza para los pueblos vecinos, en especial para los bajeles que de Margarita viajaban a la Borburata y Caraballeda. Prácticamente el gobierno de Cumaná no ejercía ningún acto jurisdiccional sobre aquel territorio, por lo cual no debió parecer a don Juan de Pimentel, Gobernador y Capitán General de Venezuela, que constituía una extralimitación de sus poderes el hecho de avocarse a su conquista, muy más habiendo estado comprendido hasta la capitulación de Fernández de Serpa, en los linderos de la Gobernación concedida a los Welser y por haber ejercido jurisdicción en términos de Macarapana el Capitán Juan de Villegas, con título de Justicia Mayor y Capitán de la costa de ella, durante el gobierno de Rembolt. En consecuencia, Pimentel dio encargo al valeroso García González de Silva para ir en 1576 con ciento treinta soldados a desbravar a cumanagotos y palenques. Dura fue la lucha que González de Silva sostuvo con dichos indios y como fruto de ella sólo logró la fundación del pueblo del Espíritu Santo de Querecrepe, que a la postre hubo de despoblar en cumplimiento de órdenes del propio Pimentel, desalentado ante lo rudo de la empresa. En 1585 don Luis de Rojas, Gobernador de Venezuela, cometió a Cristóbal Cobos, sobre quien pesaba sentencia de servir a su costa y minción en la conquista de su distrito, la reducción de la rebelde Provincia. Con soldados y caballos bien armados emprendió Cobos su jornada, pobre como la de su antecesor, aunque notable en crueldades, y a la cual puso fin de orden de don Rodrigo Núñez Lobo, Gobernador de Cumaná, quien penetrando con ciento veinte hombres en la dicha Provincia, pudo traer de paz a algunos indios y fundar algunos asientos, pero acusado de sus crueldades, fue depuesto por el Consejo de Indias, sin que se sepa qué autoridades le siguieron hasta la venida de Vides en 1592. Caulin dice que la conquista fue continuada por un Lucas Fajardo, con título de Teniente del pueblo de Apaicuare, fundado por Cobos; y este pueblo, con el nombre de San Cristóbal de la Nueva Ecija de los Cumanagotos, trasladó Fajardo a un lugar distante casi una legua de la actual ciudad de Barcelona. En lucha feroz con los indígenas y con los rigores de la tierra, las expediciones no acababan de pacificar la región, y tan inútil como las anteriores, más aún por las luchas de los mismos conquistadores, fue la que el Gobernador de Venezuela encomendó al Capitán Andrés Román, porque el Gobierno de Caracas siempre aspiró a ensanchar hasta más allá del Unare su jurisdicción, como lo comprueba el encargo que llevo a la Corte don Simón de Bolívar, de pedir se agregasen a la jurisdicción de Venezuela aquellos territorios. </p><br /><p align="justify">Como uno de los tantos sarcasmos que encierra la historia de los hombres, la pacificación de la tierra y la continuidad de la vida civil, tocó iniciarla a un letrado que lucía como títulos el de Bachiller en Derecho canónico y el de Doctor en el civil. Este si pudo exclamar con Quintiliano: cedan las armas a la toga y sean los laureles para el poder de la palabra. Más afortunado que Vargas, el doctor Juan de Orpín parece que no tropezó con hombres de malos apellidos, y pudo conseguir que la Audiencia de Santo Domingo, de la cual era Abogado, y ante quien expuso conocimiento que tenia de Tierra Firme, le otorgarse por auto fecha en 14 de noviembre de 1631, título de Gobernador y Capitán General de la Provincia de los Cumanagotos, a cuya conquista se aprestó con trescientos soldados que juntó a Venezuela, Margarita y otros lugares. Penetró por los llanos de Caracas y después de muchas luchas fundó Barcelona y buscó de dar a la Provincia el nombre de Nueva Cataluña, en honor de la región española de donde era nativo; mas la ciudad hubo de ser trasladada durante el mando de don Sancho Fernández de Angulo y conjuntamente con San Cristóbal de los Cumanagotos, al sitio donde hoy mora. Efímera fue la existencia del nuevo gobierno, pues acudieron tantos aspirantes a ser favorecidos con él, que el Rey, oído el perecer del Obispo de Puerto Rico, dispuso por Real Cédula de 9 de julio de 1654 que se agregara a la Gobernación de la nueva Andalucía y se cometiese la reducción de los indígenas a los padres de San Francisco. </p><br /><p align="justify">Claro que con el bosquejo que hemos hecho, como queda dicho anteriormente, no pretendemos puntualizar las jornadas realizadas por los conquistadores españoles que sometieron la tierra a la corona de Castilla: no se oye en nuestra ligera descripción ni el ruido de los cascos de las cabalgaduras españolas ni el silbo de la flecha aleve del indígena. Sólo hemos procurado mostrar a grandes rasgos el surgimiento de los gobiernos primitivos que, con carácter autonómico en lo administrativo, y dependientes unas veces de Santo Domingo y otras de santa Fe, en lo político, judicial y de guerra, rigieron las Provincias que en 1777 fueron juntadas para formar la Gran Capitanía General de Venezuela. En nuevo resumen, esta vez más breve, fijaremos la marcha de las Provincias que hemos visto surgir en nuestra exposición y sus sucesivas transformaciones, ora uniéndose ora desmembrándose.</p><br /><p align="justify">1. Margarita, erigida por la Real Cédula de 18 de marzo de 1525, que dió su gobierno al Licenciado Villalobos, dependió en lo político, militar y judicial de la Real Audiencia de Santo Domingo hasta 1739, año en que pasó a formar parte del Virreinato d Santa Fe, pero quedando sometida en lo judicial a Santo Domingo.</p><br /><p align="justify">2. Venezuela, erigida por Real Cédula de 27 de marzo de 1528, estuvo sometida a la Audiencia de Santo Domingo hasta que la Real Cédula de 27 de mayo de 1717, que elevó a Virreinato las Provincias del Nuevo Reino de Granada, la anexó al nuevo gobierno, del cual ya venían formando parte desde antiguo las Provincias de Mérida, de Maracaibo y de Guayana. A la disolución del Virreinato por Real Cédula de 5 de septiembre del año 1723, Venezuela continuó dependiendo de la Audiencia de Santa Fe, hasta ser nuevamente agregada a Santo Domingo, en fecha que no hemos podido precisar, pero que suponemos anterior a 1729, por aparecer en este año ocupándose Santo Domingo en asuntos de Venezuela. Por la Cédula de 20 de agosto de 1739 que volvió a organizar el Virreinato de Santa Fe, se agregó nuevamente la Provincia de Venezuela a aquel Gobierno, y a él estuvo sujeta hasta que por Real Cédula de 12 de febrero de 1742, el Rey dispuso su segregación y nueva dependencia de Santo Domingo. Debióse a la negativa y pusilanimidad de don Gabriel José de Zuloaga, Gobernador de Venezuela, que no se hubiera realizado entonces la integración que se retardó hasta 1777, lo que redujo el buen deseo del Rey a sólo un remedo de unidad de los resguardos fiscales.</p><br /><p align="justify">3. Nueva Andalucía, erigida por la Real Cédula de 5 de mayo de 1568 que cometió su conquista a Fernández de Serpa, estuvo dependiendo de Santo Domingo hasta el año de 1717, cuando se la agregó al primer Virreinato de Santa Fe.</p><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 242px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5594795745858256610" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBKIT9hPPJ3Zbl_mXlY3dwULJP8yv7z9lIZgQQMRr2aAzk5yDhTbdmoLr3dNUdhZ2U8VEDzs-moOz5JHN1wSsRVj5tTLwR7QRVDnS6z_oSD3_1G2JjcusHcj4UocrRNvlxSc29qj5aIg8/s320/Divisi%25C3%25B3n+Pol%25C3%25ADtica+en+1777.jpeg" /> <br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">4. La Gobernación de La Grita y Cáceres, erigida por Real Cédula de 26 de mayo de 1588, entró en 1607 a formar parte del Corregimiento de Mérida, que se creaba con su territorio y el de la ciudad de Mérida y Villas de San Cristóbal y San Antonio de Gibraltar, y cuyos términos, que avanzaban al este hasta Timotes, comprendía los pueblos de indios en ellos fundados, y al poniente los de Lobatera, Táriba, El Cobre, Guásimos, etc. El gobierno de Mérida y San Cristóbal dependía hasta entonces del Corregimiento de Tunja, pero vistos los inconvenientes que presentaba el gobierno autónomo de La Grita y Cáceres, don Juan de Borja, Presidente del Nuevo Reino, por auto de 1º de mayo de 1607 y autorizado por Cédula de 3 de abril de 1605, erigió el Corregimiento de Mérida, creación confirmada por el Rey en Cédula de 10 de diciembre de 1607. Por Real Cédula de 3 de noviembre de 1622, al crearse la Gobernación y Capitanía General de Mérida del Espíritu Santo de La Grita, con territorio de los actuales Estados de Mérida, Táchira, Barinas y Apure, se confió dicho Gobierno al trujillano Juan Pacheco Maldonado, al cual se sumó, según Real Cédula de 31 de diciembre de 1676, la ciudad de Maracaibo y su distrito capitular, hasta entonces dependientes del gobierno de Venezuela, y la Provincia tomó nombre de Mérida del Espíritu Santo de Maracaibo, y por último el de Maracaibo simplemente, cuando los Gobernadores resolvieron radicarse definitivamente en la ciudad del Lago.</p><br /><p align="justify">5. Guayana, erigida por Real Cédula de 8 de noviembre de 1568 que dió la Gobernación a Jiménez de Quesada y cuyos límites se ampliaron el año de 1586, entró a formar parte del Nuevo Reino desde su iniciación política. Con motivo de la fundación de San José de Oruña, hecho por Berríos en la Isla de Trinidad, Guayana sumó a su gobierno el de esta isla, cuyo título había tenido Sedeño y Ponce de León. Como resultado de ciertas disputas suscitadas entre las Audiencias de Santa Fe y Santo Domingo, ésta hizo nombramiento de Gobernador para Trinidad en varias ocasiones, pero el Rey por capitulación de 8 de mayo de 1641, concedió el gobierno de ambas provincias a don Martin de Mendoza y Berrío. A la muerte de Mendoza en 1656, la Audiencia de Santo Domingo se avocó a nombrar Gobernadores para la Trinidad, mientras Santa Fe, los designaba para Guayana, pero el Rey en 6 de junio de 1662 dispuso que Trinidad se anexara a Guayana, y las autoridades se asentaron en San José De Oruña, por lo inhabitable de Santo Tomé. En 1731 fueron de nuevo separadas dichas Provincias, y se ordenó que Guayana se uniera al Gobierno de la Nueva Andalucía, bajo cuya dependencia estuvo hasta que la Real Cédula de 27 de mayo de 1762 dispuso la creación de nuevo gobierno en la Provincia de Guayana, independiente de Cumaná. Esta autonomía fue confirmada por la Real Cédula de 1.º de mayo de 1766, que sometió la Provincia a la dependencia militar de la Capitanía General de Venezuela, y fue por entonces (1764) cuando don Joaquín Moreno de Mendoza empezó la fundación de Angostura. Por Cédula de 5 de mayo de 1766 se le agregó al Gobierno de Guayana la Comandancia General del Orinoco y Río Negro, continuando bajo la dependencia del Capitán General de Venezuela, hasta que Carlos III, por Real Cédula de 28 de octubre de 1771, la volvió a someter también en lo militar a la jurisdicción del Virreinato.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">Realizada la integración político-militar de Venezuela por la Cédula de 8 de septiembre de 1777, aun sus límites sufrieron nuevas alteraciones antes de 1810: la creación por Real Cédula de 15 de febrero de 1786 de la Provincia de Barinas, con territorios de la Provincia de Maracaibo, y la anexión a ésta de la ciudad de Trujillo y su distrito capitular en la misma fecha; más la pérdida de la Provincia de Trinidad en 1797 por la ocupación inglesa y posterior cesión a la Corona Británica, por el Tratado de Amiens de 25 de marzo de 1802.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">A las Provincias anteriormente enumeradas, que integraban el 19 de abril de 1810 la Gran Capitanía General de Venezuela, debemos sumar las de Mérida, Trujillo y Barcelona, surgidas del movimiento autonómico de aquel año. La primera, que comprendía el territorio de los Estados Mérida y Táchira, segregada de la jurisdicción de Maracaibo, al igual de la de Trujillo, por las actas de 16 de septiembre y 9 de octubre, respectivamente; y la última declarada autónoma por el pronunciamiento de 27 de abril. De las nueve Provincias en que se dividía la Nación al finalizar el año 10, dejaron de concurrir al Congreso Constituyente de 1811, Guayana y Maracaibo, fieles a la Regencia, y la ciudad de Coro, sumada a la Provincia de Maracaibo, en virtud de la misma circunstancia.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">Bien comprendemos que la exposición del joven profesor hubiera podido ser más amplia, y que a muchos habría agradado oír el piafar de los corceles conquistadores y el alerta bélico de la guarura indiana, a cuyo silencio él mismo alude. En cambio gustamos nosotros de este sesgo que el expositor da a su relato, por cuanto hemos creído siempre que los cascos de los caballos han hecho tanto daño a la Historia, y especialmente a la nuestra, como el propio caballo de Atila. Muchos de nuestros historiadores se han guiado al escribir sobre la Colonia por el paso de las caballerías y han gastado más tiempo en describir la famosa batalla de los Omaguas y los fantásticos escuadrones de indios que atacaron a los conquistadores, que el dedicado a exponer la evolución de las formas político culturales Guacaipuro, en parte agrandado, como el Tirano Aguirre, para dar mayor prestigio a las hojas de servicio de los conquistadores, es como el terrible Don Lope, tema de fecundos comentos y de peregrinas narraciones en nuestros texto de historias; en cambio el Obispo Agreda, nuestro primer institutor, pudiéramos decir que pasa al igual de don Pedro Osorio y del Obispo González de Acuña, como personaje de segundo orden. No se diría que falte lejanía a los personajes, por cuantos unos aumentan y otros decrecen en la perspectiva histórica, sino que el pintor sufre de inversión óptica para las cosas del pasado. Y en esto entra mucho el factor romántico y sentimental. Escudriñar los datos que lleven, después de pacientes labor a fijar las líneas generales de la organización colonial, es obra de poco atractivo al lado del ligero esfuerzo y del mucho agrado que representa la descripción en vividos colores de una refriega de los españoles con los caciques Acapaprocon y Conopaima, o del leyendario encuentro de Per Alonso con los mariches en la “batalla del Guaire”.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">El plan de nuestro joven profesor, pesia la falta de detalles, nos parece acomodado al fin civil de la Historia, por cuanto fija rumbos que llevan a la comprensión de un hecho cuyo estudio no corre pareja con su trascendencia cívica. ¿Culpa de los historiadores? Innegable es que la tengan, pero la razón de tal descuido en el examen de nuestros orígenes políticos más que todo se halla en un factor de orden patriótico-sentimental. Para aumentar el coturno de los beneméritos personajes que fundaron la República, se ha recurrido al pueril expediente de negar todo lo que existió antes del 19 de abril de 1810, y el trazo d nuestra política no se buscó en la primitiva organización colonial, que evolucionando en el tiempo rompió su antigua forma, sino en una creación ex-nihilo realizada al ventalle de la Revolución de Francia.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">Con este procedimiento se ha formado una pseudo-historia cuyo programa, como de buenos jacobinos, ha sido no construir sino negar; y la inercia del no, aspirando siempre a imponerse con toda su tremenda fatalidad sobre cualquier esfuerzo afirmativo, ha sido parte a impedir que nuestra Historia sea “remo y vela” en el progreso institucional de la República.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">¿Podrá entenderse, sin el estudio de la formación de las Provincias que integraban en 1810 la Gran Capitanía General de Venezuela, la Forma federal de la Constitución de este año? ¿Sería explicable la continuidad de la idea autonómica de 1810 y el reconocimiento de la Junta de Caracas, sin tomar razón de la centralización política de 1777? ¿Existiría hoy la unidad llamada Venezuela sin la creación de Carlos III?... En esto parece que no parasen mientes los historiadores que viendo un hiato, o un abismo sin puente, entre la Colonia y la República, erigen como artículo de fe republicana el menosprecio de las formas culturales de antaño. Satisfechos con la lógica de la varita mágica, explican nuestros orígenes nacionales con el mismo candor, con que las viejas de los cuentos de Perrault ponderan la transformación espiritual de la tonta princesa a quien promete su amor Riquet el del Copete. Según ellos tendríamos una Patria sin pasado y un Estado sin soporte en el tiempo. Vale decir una Patria anti-histórica, ni siquiera adulterina y más bien expósita, que debería carecer de perpetuidad por faltarle anterioridad.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">En nombre de una filosofía pseudo-popular y demagógica, ellos terminan por acabar con el pueblo mismo, por cuanto desconocen sus derechos en el tiempo, para hacerlo surgir de un proceso de destrucción. Olvidan que sea cualquiera el punto de vista donde se sitúen para explicar la Independencia, han de dar con el pasado como elemento constructor del presente. Si la explican como lucha de un Estado que defiende su plena autonomía frente a los derechos de la Metrópoli absorbente, deben poner como premisa indiscutible la existencia legitima de un pueblo </p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 244px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5594803484069695698" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2UzbowNOT3_xEGfo3W8P7rXJMejE2s8UFJFkpeM48GOgIyNpOqiXZVbTnZ9Q6VUi4Mxy-Yftot2n7OV5IncSpAmsfgjIUh7kw9Fd_pkKZxA6raLieWFIxxwFL_PDhuQmDfHz0x8UlcgM/s320/Divisi%25C3%25B3n+Pol%25C3%25ADtico+en+1739.jpeg" /> <br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">que reclama, si no por plebiscitos a la moderna, al menos por boca de sus hombres superiores, el derecho de constituirse en entidad absoluta; si por lo contrario, invocan la lucha de determinado sector social que, aspirando a convertirse en “Estado”, guerrea contra elementos extranjeros que absorben la administración pública, conceden aún más, por cuanto la superposición de clases no es sino producto de la evolución histórica del pueblo, que las produce y las tolera como transitorios estadios sociológicos.</p><br /><p align="justify"></p><br /><p align="justify">No se nos escapa que muy de otra manera piensen los teorizantes acostumbrados a acomodar las cosas según los principios de los textos, sin cuidar que en la Historia no dominan aquéllos, sino los simples hechos. Lo contrario sería deshumanizar el pasado. La igualdad no ha llegado aún a ser, como función social, un elemento histórico; por lo contrario, toda la Historia no es sino la expresión de luchas continuas por el dominio de determinados sectores sociales, así sea el de aquellos que, erigiendo la lucha de las clases por soflama revolucionaria, buscan la superación de sí mismo a costa de los engañados que los siguen de la mejor buena fe. Pero cuando la Historia es arma al servicio de la política, adviene el gravísimo peligro de que muchos historiadores acomoden los hechos en una forma tardía a los intereses de partido, y entonces la Historia deja de ser la expresión de las vidas de los pueblos y se convierte en auto-caricatura de los historiadores, o en un falso trazo, que es lo peor, de la mentalidad de sus contrarios. </p></div></div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-51459707469835143522011-03-15T05:06:00.000-07:002011-03-15T05:14:05.974-07:00Tapices de Historia Patria. Don. Mario Briceño Iragorry 1982<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_dwNLlhhyAyjubLNLbEZTMO-kiEzwHdmvr8wiPXqE8qOXpsfVbaKt06QTVTXoJMvemThk9NkjoBIOSAIIDUuDiyBy8NiozY4Bzlp6pSB3SQ_fxyXiXLTq2fXgewT-diobpDVEy4exQVU/s1600/Tapices+de+Historia+Patria.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; FLOAT: left; HEIGHT: 208px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5584277593374527154" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_dwNLlhhyAyjubLNLbEZTMO-kiEzwHdmvr8wiPXqE8qOXpsfVbaKt06QTVTXoJMvemThk9NkjoBIOSAIIDUuDiyBy8NiozY4Bzlp6pSB3SQ_fxyXiXLTq2fXgewT-diobpDVEy4exQVU/s320/Tapices+de+Historia+Patria.jpg" /></a><br /><br />Después de veintidós años de aparecido este modesto ensayo crítico, hay personas que manifiestan interés por su lectura. Felizmente en lo que dice a Historia Colonial, Venezuela cuenta hoy con trabajos magníficos. Cuenta, también con un criterio más claro, más preciso, más justo para el análisis de la problemática colonialista. Ya hoy no avanza nadie a decir, como se nos dijo a Caracciolo Parra y a nosotros, que justificando la acción de España en nuestro país, realizábamos una labor contraria a los intereses nacionales. Por lo contrario los espíritus avisados han comprendido que nada ha contribuido tanto como nuestro falso «hiato» histórico en la delincuencia de la estructura de lo nacional.<br />El prólogo que pusimos a la segunda edición, y que se repitió en edición bogotana de 1950, lo hemos sustituido por nuestra lección inaugural en la Universidad de Caracas del año 1951. En ésta creemos haber dado una visión más precisa de las peripecias suscitadas por la nueva revisión que a Parra y a mí nos correspondió encabezar, como ampliación de la primera revisión realizada por Angel César Rivas, Pedro Manuel Arcaya, Rufino Blanco Fombona y Laureano Vallenilla Lanz.<br />Esta edición madrileña queremos presentarla a la vez, como un homenaje de respeto y de gratitud al Instituto de Cultura Hispánica, en la persona de su ilustre Director, nuestro excelente amigo don Alfredo Sánchez Bella.<br />MBI. Madrid, 29 de febrero de 1956.<br /><br />LA “LEYENDA DORADA” ( )<br />Al empezar a explicaros este curso de Historia Colonial, considero un deber de sinceridad hacia vosotros y hacia mí mismo exponer mi posición personal ante los problemas fundamentales de nuestra Historia, y en especial con relación a cierta graciosa atribución de fomentador de la «leyenda dorada» de la conquista hispánica con que algunos adversarios de mis ideas filosóficas y políticas han pretendido obsequiarme. Demás de esto, considero que en toda Cátedra donde se declaren ideas, el Profesor a de comenzar para decir claramente a sus alumnos cuál sea el campo conceptual a que otorgue preferencia.<br />Dos tesis, a cuál más falsa, han pugnados en la explicación del proceso de nuestra vida de colonia española. La que pondera hasta extremos beatíficos la bondad del español, y que ha recibido peyorativamente el nombre de «leyenda dorada», y la que sólo concede boleta para el infierno a los hombres de la conquista. Sobre el furor negativo de esta última se ha alzado la llamada «leyenda negra». Pero ambas «leyendas» tienen a la vez sus variantes. Para la «dorada», hay un sistema que arranca de Ginés de Sepúlveda y concluyen en José Domingo Díaz. Según ellos, la Colonia fue de una legitimidad absoluta y de un proceder que sólo la ingratitud podría negar. A completarla se agregó el criterio contemporáneo de los peninsulares, que piden estatuas para Boves y niegan las virtudes de nuestros próceres. De otra parte, se crearon dos «leyenda negra»: la de fuera, provocada por los enemigos exteriores de España, y la de dentro, en parte alimentada por el mismo espíritu de justicia crítica que distingue al español. La «leyenda negra» actual es un infundio de tendencias forasteras y de incomprensión pseudo-nacionalista.<br />Hubo entre nosotros un grupo muy distinguido de historiadores que, guiados por un erróneo aunque honesto concepto de la venezolanidad, desdijeron la obra de la colonización española e intentaron presentar el período hispánico de nuestra vida social como un proceso de extorsión, de salvajismo, de esclavitud y de ignorancia. Creyeron que con tal método agrandaban el contorno creador de los Padres de la Independencia, considerados como centros de gravedad y focos generadores de la vida histórica de la nación. Según ellos, en realidad la Patria no vendría a ser sino el proceso republicano que arranca de 1810. A la par de estos historiadores, hubo investigadores entre quienes es preciso colocar en sitio primicerio a Ángel César Rivas, a Laureano Vallenilla Lanz y a Pedro Manuel Arcaya, que, aplicando la metodología positivista al estudio de las capas históricas de la nación, encontraron una continuidad que arranca de la propia hora de la llegada a nuestro mundo americano de los pobladores hispanos que engendraron nuestras estirpes sociales y dieron carácter y fisonomía a la sociedad nacional. A esta corriente revisionista se sumaron valiosos historiadores contemporáneos, que reconocieron la necesidad de profundizar el estudio de nuestro pasado hispánico, para poder conocer la verdad de nuestra vida de comunidad. Se comprendió que los pueblos no se hacen de la noche a la mañana y que el magnífico florecer republicano de 1810 era la culminación de un proceso histórico que venía en lento desarrollo desde muy largos años.<br />Vosotros habéis tenido la suerte de hallar desbrozado el camino que nos tocó transitar a los viejos estudiantes de Historia. De algunos años a esta parte ha surgido una urgencia por los estudios de Historia nacional, y vosotros, los alumnos de hoy, contáis con textos algo mejores que los nuestros. Ya se os explica ampliamente, por ejemplo, lo que fue la dominación española, así ciertos profesores no hayan logrado digerir la posición crítica de algunos escritores.<br />Si algunos maestros quisieran saber mi posición respecto a la llamada «leyenda dorada», podrían leer y meditar lo que expongo en el prólogo de mi libro «Tapices de Historia Patria». Esta obra y «La Instrucción en Caracas» de Caracciolo Parra León, fueron utilizadas como manzanas de discordia por los enemigos de la revaluación hispanística. Aparecieron ellas en pleno debate acerca de la materia colonial y lucharon contra la obcecada negación de quienes no querían ver que, examinando y justificando en el tiempo la labor de los colonizadores españoles, se examina y se justifica la obra de los hombres que generaron nuestra vida cívica. Esos hombres motejados de barbarie, de crueldad y de ignorancia son los mismos hombres que dieron vida a nuestra nación. Manuel Díaz Rodríguez proclamó, en oportunidad solemne, que no sólo los varones de la Independencia, sino también los heroicos conquistadores deben ser vistos como Padres de la Patria.<br />El caso, en lo que dice a valores internos, es muy sencillo. Cuando los viejos historiadores enfrentaron a los hombres que hicieron la Independencia con los hombres que representaban la soberanía española, creyeron que asistían a una lucha entre dos mundos sociales, cuando lo que se debatía era la suerte de dos sistemas. No era una guerra contra el pasado en función histórica, sino una guerra contra el pasado en función política. La misma guerra que libran los hombres y las sociedades todos los días. Los Padres de la Patria no eran seres milagrosos aparecidos sobre nuestro suelo al conjuro de voces mágicas, ni tampoco eran la expresión dolorosa de una raza que hubiera callado y soportado la esclavitud de un coloniaje impuesto por extraños conquistadores. Ellos eran, por el contrario, la superación de un pasado de cultura, que tenía su punto de partida en los conquistadores y pobladores llegados el siglo XVI. Si se examinan pacientemente las genealogías de los Padres de la Patria, se encontrará que los abuelos de casi todos ellos remontan a las expediciones de Alfinger, de Spira, de Fernández de Serpa, de Jiménez de Quesada, de Diego de Ordaz. Bolívar no llegó a Venezuela a la hora de hacerse la Independencia. Sus más remotos antepasados en la aventura venezolana fueron Juan Cuaresma de Melo y Sancho Briceño, Regidor Perpetuo y Alcalde de Coro, respectivamente, en 1528. El apellido lo trajo para injertarlo en estas viejas estirpes venezolanas don Simón de Bolívar, venido como Secretario del Gobernador don Diego Osorio a fines del siglo XVI. De don Cristóbal Mendoza primer ejercitante del Poder ejecutivo nacional, fueron los más antiguos abuelos el Capitán Juan de Umpiérrez, encomendero en Trujillo por 1571, y Alonso Andrea de Ledesma, fundador de El Tocuyo, Trujillo y Caracas, y símbolo permanente de los valores de la nacionalidad. La sociedad colonial que se empinó para la obra admirable de la República, venía de atrás. Estaba ella latente durante el largo período que se dio en llamar peyorativamente «La tiniebla colonial». Esa sociedad, que a consecuencia de la guerra de emancipación cambio de signos políticos y de métodos gubernamentales, era necesario verlo como resultado de un proceso sin pausas, que arrancaba de los propios conquistadores. Ángel César Rivas, Vallenilla Lanz y Pedro Manuel Arcaya aportaron valiosos elementos desde el punto de vista de la sociología y de la política. A Caracciolo Parra León, Tulio Febres Cordero, Rafael Domínguez y Héctor García Chuecos correspondió el mérito de haber ahondado en la investigación de la enseñanza colonial y de haber logrado argumentos «intelectuales» para robustecer la idea que llevó a Gil Fortoul a poner en su debido puesto la oportuna influencia de la Revolución Francesa en nuestro proceso separatista. Con Parra León trabajé asidamente en la obra de reivindicar nuestro pasado hispánico, y como tuvimos la suerte de hablar de la Universidad y desde la Academia, se nos adjudicaron méritos que corresponde por igual a otros historiadores, empeñosos como nosotros en servir a la verdadera Historia de la Patria.<br />Aunque parezca vano al caso, y así constituya repetición de lo que relato en el prólogo de mis «Tapices», os diré cómo el propio discurso de Parra León para incorporarse en la Academia Nacional de la Historia fue objeto de serias objeciones que arrancaban del carácter religioso de la enseñanza colonial, cuya existencia se pone de resalto en aquél. En un medio tan tolerante como el nuestro, aquella actitud causó sorpresa extrema y obligó al propio Gil Fortoul a favorecer la posición de Parra. Llegó a creerse necesario que la Academia de la Historia defendiera las conclusiones del determinismo materialista, que al recipiendario atacaban, y para componer las paces, en medio de aquel artificial campo de Agramante, hubo quien propusiese que no fuera yo correligionario de Parra, que respondiese su discurso si no Alfredo Jahn, ilustre científico de acusadas ideas materialistas. El problema, como se ve, fue debatido en un terreno que rompía los límites de lo histórico, para abarcar el campo de la religión y la política. Se dijo que el discurso de Parra, por su amplitud, no era discurso y, por lo tanto excedía las normas reglamentarias hubo necesidad de buscarle, para justificar la dimensión, antecedentes en los discursos de Descartes y de Bossuet. Y como Parra León daba noticia de que el egregio Fray Antonio González de Acuña había impuesto la obligatoriedad de la instrucción primaria en la segunda mitad del siglo XVII, César Zumeta, a quien tocó recibirse como académico después de Parra, creyóse obligado a atacar en su discurso el sistema colonial y volver por los fueros del padre republicano de la instrucción obligatoria, el ilustre Guzmán Blanco. Acuñó entonces nuestro grande hablista la frase de haber servido de fútil banderola a los enemigos de la revaluación de nuestro pasado hispánico: «entre la Colonia y la República hay un hiato semejante al que separa al Antiguo del Nuevo Testamento.» la frase puede impresionar a tontos, pero es de un absurdo doblemente manifiesto.<br />Dichosamente para el progreso de nuestros estudios históricos, esa posición negativa ha perdido espacio pueden hoy los historiadores diferir en la apreciación de los hispánicos, pero a ninguno ocurre negar los valores antiguos en aquella forma iconoclastas y pocos son los que puedan pensar hoy que en 1810 se produjo la ruptura de dos mundos sociales e históricos. Todo lo contrario, están contestes los historiadores como apunté ya, en reconocer que el proceso emancipador estuvo encaminado a variar el estilo político de una sociedad histórica, cuya fuerza estribaba justamente en las realizaciones logradas durante el imperio del sistema que se buscaba abolir. Es decir, realizaron nuestros mayores una acción histórica semejante en grado a la del pueblo francés, que después del 14 de julio se empeñó en cambiar por los de la República los viejos símbolos monárquicos de la Francia eterna.<br />Esto lo entendemos hoy claramente, gracias a la perspectiva de tiempo, pero cuando nuestros Padres fueron contra el mundo de las formas coloniales, creyeron, como era fatal que sucediese, que iba también contra el mismo mundo histórico que se había formado al amor de los viejos símbolos. Y como el gobierno y la administración de España eran objetos de críticas acerbas, fueron, sin ningún examen, contra todo el orden social de que eran producto y expresión los hombres que forjaron la Independencia.<br />En aquel evento, nuestros Padres tomaron como medio de lucha las armas de los viejos enemigos del imperio español. No sólo les facilitó Inglaterra rifles y pólvora para la aventura de guerra; también les dio el instrumento intelectual de su odio y su descrédito contra la Madre Patria. Es decir, nuestros Padres se aliaron para atacar a la Metrópoli con los hombres que habían sido los seculares adversarios del pueblo de que éramos parte, y la «leyenda negra» del despotismo y de la ineptitud de España, que habían creado los ingleses, se unió al odio contra la Metrópoli, que había provocado el propio sistema de la Colonia en el ánimo del criollo.<br />(Aquí pondré parte de lo que digo acerca de los piratas en mis «Tapices de Historia Patria». Ello sirve para apuntalar referencia.) A tiempo que Francisco I se negaba a reconocer la partición del Océano entre España y Portugal, por desconocer la «cláusula del testamento de Adán en la que se me excluye (decía el Rey) de la repartición del orbe», ya los barcos franceses infestaban las islas antillanas y la Corona había enviado carabelas que las defendiesen de los «ladrones» gálicos. So color de libertad de comercio, el Rey de Francia expidió las primeras patentes de corso y autorizó a los capitanes y armadores para que atacasen a españoles y portugueses. Era como el desquite contra la amenaza que para dicho país representaba el esplendor de España con su vasto imperio ultramarino.<br />Aquellas naciones que censuraban de los Reyes Católicos la sed de oro y la política que ponían en juego para lucrar con las minas, no paraban mientes en abordar las naves españolas que, lastradas con el fruto del trabajo minero, ponían rumbo a los puertos de la Metrópoli. Calificaban de crimen la explotación del rico mineral en el fondo de la tierra pero no apropiárselo violentamente cuando esta ya fundido. «Los países que reprochaban acremente a los españoles su crueldad, su codicia y su abandono de toda útil para hacerse mineros ---dice Carlos Pereyra--- empleaban un número mayor de hombres en robar los metales preciosos fundidos y acuñados por España que ésta en extraerlos y beneficiarlos.»<br />Mientras la Madre Patria, realizando el más generoso plan de colonización que jamás ha puesto un estado civilizado al servicio de naciones bárbaras, destruía por imprevisión sus propios recursos interiores, los colonos de la Nueva Inglaterra limitaban su obra a una tímida expansión que, sin la heroicidad leyendaria de los conquistadores españoles, realizó actos de suprema barbarie. Cuando en la América española ya florecían Universidades y Seminarios, en la del Norte no habían podido establecer un asiento los inmigrantes sajones; y sube de punto la admiración al considerar que el pueblo de San Agustín, en La Florida, fundada por conquistadores españoles en 1565 y el más antiguo de la Unión, antecedió en cuarenta años al establecimiento de la primera colonia inglesa en Virginia. Si España dilató sus dominios a punto de no poder defenderlos, lo hizo por una política contraria: a la lentitud y timidez de la expansión sajona, opuso una audaz y temeraria penetración que en breve tiempo le dio por suyas las más ricas posesiones del Nuevo Mundo.<br />Para equilibrar las consecuencias de tan distintos planes de conquista y hacer que pasaran a las potencias que obraban lo mismo que Inglaterra ---Holanda y Francia--- los territorios sometidos a la Corona de Castilla, hubieron aquéllas de valerse de una apropiación indebida, para la cual ningunas eran tan adecuadas como las armas que cobijaba la bandera sin código de piratas y bucaneros: Jamaica, Granada, Tobago, La Tortuga, Curazao, Aruba, Bonaire, testimonian, entre otros territorios, los resultados de la nueva política anti-española. En aquellas luchas sí cabe la definición que de la guerra dio Voltaire: «Dans touts les guerres il ne s’ agit que de voler.» ¡Y de qué manera!<br />El corsario, nueva faz del moro secular, amedrentaba a los colonos, y los unía para la común defensa de los puertos de la Patria. Y decimos nuevo moro, porque si aquél amenazó con la luz enfermiza de la Media Luna la totalidad religiosa de la Península, piratas y bucaneros fueron también como brazos en la lucha de Inglaterra contra la catolicidad española. Los hugonotes vengaron en América la religiosidad de España, y defensores de La Rochela saciaron su odio anti-católico en el incendio de templos de Indias. Cromwell y la política a éste sucedánea habían heredado de los «puritanos de la época isabelina el tradicional aborrecimiento de España, como baluarte de Roma, según observa Haring, y los capitanes que incendiaban y robaban, medraban justicia para sus empresas criminales al amparo de la doctrina corriente en la Corte de San Jaime, de que «los españoles como víctimas infelices de Roma, tenía bien merecido que se les robase y matase, si no se dejaban robar». Chesterton, a pesar de enaltecer el carácter pintoresco de los piratas ingleses termina por llamarlos «la plaga del imperio español en El Nuevo Mundo», rescatadores, según otros, para la Corona británica, de «la herencia de los Santos».<br />El odio contra lo español fue arma de guerra al servicio de Inglaterra preocupada tanto por la expansión del imperio como por el problema religioso que enfrentó a Felipe II con Isabel I. España debía ser desacreditada como reducto de fanáticos para que así legitimase más fácilmente el odio de la Corona de San Jaime. Y España misma, como veréis, dio las mejores armas para la campaña de su demérito.<br />El español ha sido esencialmente un país crítico e individualista. Fue también el español el primer pueblo europeo que gustó las libertades personales. De los viejos fueros españoles copió Inglaterra sus primeras Cartas de Derechos. Cuando se nublaba la antigua independencia municipal de España, su pueblo se echaba al mar para la aventura de las Indias. Por eso en América resucitó el Municipio con fuerza ya perdida en la Península. A la conquista vino de todo: nosotros conocemos el nombre de Martín Tinajero y el nombre de Juan de Carvajal. Hombres con sentimientos de humanidad y hombres con entrañas de bronce. La Corona de España, sin embargo, se sintió desde un principio en el deber de componer la justicia, y cuando comenzaron a llegar noticias a la Corte de las crueldades y de las depredaciones que realizaban los conquistadores, buscó la manera de repararlas. Las acusaciones que el Consejo de Indias recibía contra la dureza de las autoridades, no eran producidas por personas extrañas a la administración española. Eran juristas, teólogos, frailes, capitanes y paisanos quienes denunciaban, y exageraban muchas veces, los delitos y las faltas de las autoridades. Para encontrarles remedio, en España se habló, se gritó y se escribió en todos los tonos. Los púlpitos de los templos y las cátedras de las Universidades y de los Conventos peninsulares fueron tribunas donde tuvieron eco los dolores de los indios esclavizados. Al propio Emperador y al Papa mismo negó Fray Francisco de Vitoria autoridad para distribuir a su antojo el mundo recientemente descubierto. Apenas se habla en las historias ligeras de las blancas figuras de Antonio de Montesinos y de Bartolomé de las Casas como defensores del derecho de los naturales. Pero como las Casas y Montesinos hubo miles de misioneros que sirvieron con espíritu cristiano los intereses de los indios, primero, y de los intereses de los negros, después, cuando estos fueron traídos para aliviar el trabajo de los aborígenes. Felipe II, llamado por los británicos el «Demonio del Mediodía», sancionó Cédulas y Pragmáticas a favor de los indios y de los negros que contrastan con la crueldad de los colonizadores ingleses en Norteamérica, y que son asombro de los Profesores modernos de Derecho Social. Mejores y de más precio que las margaritas del mar, consideró aquel, «rey sombrío» a los indios que eran ocupados en la explotación de los placeres perlíferos, y en su provecho ordenó que no trabajasen más de cinco horas diarias bajo el agua. Muchos españoles, también, para saciar personales venganzas, ponderaron en demasía las crueldades de los encargados de hacer justicia en el Nuevo Mundo. Pero fueron bien oídos y leyes se dieron con normas reveladoras de un elevado espíritu de equidad y de justicia.<br />Si en verdad esta actitud crítica sirve para mostrar diligencia en el camino de enderezar la justicia, muchos la tomaron en su tiempo como verídico elemento acusatorio, que presentaba a los conquistadores españoles como monstruosos bebedores de sangre indiana. Con tales elementos nutrió su odio contra España la «leyenda negra» que le edificaron ingleses y flamencos. Y esa leyenda, torcida en la intención del descrédito y no encaminada al remedio de las presuntas injusticias, la sumaron muchos americanos a la leyenda interna provocada por las propias desavenencias sociales. Un ilustre escritor hispanoamericano asentó en esta misma Universidad que la lucha por nuestra liberación continental había empezado en el canal de la Mancha, con el abatimiento de la Armada Invencible de Felipe II por el poderío de Isabel I. Tan arbitraria aseveración es tanto como negarnos nosotros mismos, pues, a pesar de nuestro mestizaje, somos culturalmente la continuidad de un proceso español, que en su hora de plenitud optó la emancipación heroica y tenazmente defendida por nuestros Padres. Aun desde un punto de vista de filosofía universal, sería arbitrario sostener que la corte de San Jaime sostuviera un criterio de liberación política frente a un retraso ideológico español. La Inglaterra anterior a la Revolución del siglo XVII era más obscurantista de la España de Felipe II. Basta recordar como las autoridades inglesas ordenaban quemar libros como los de Roberto Belarmino, que proclamaban los derechos deliberativos del pueblo, mientras en la Península hasta se apologizaba el regicidio.<br />Justamente la destrucción de la Armada Invencible empujó la bárbara carrera de piratería que asoló a nuestro mundo colonial y detuvo el progreso de los establecimientos hispánicos, donde adquiría fuerza la cultura en cuyo nombre nos empinamos más tarde para defender el derecho de autodeterminación política. Esa tesis de que los piratas fueron portadores de consignas de libertad, la podrían defender los mercaderes ingleses que querían para sí el imperio absoluto del Nuevo Mundo, con la misma licitud con que los actuales piratas del industrialismo internacional se empeñan en convertirnos a la esclavitud de sus consignas absolutistas.<br />Insistentemente en el libro y en la prensa he escrito acerca de esta arbitraria manera de juzgar la piratería, la cual se me ocurre semejante a la tesis de un heredero que, por vengar cualquier lucro arbitrario de su antiguo tutor, celebrase el ladrón que durante su minoridad vino, con fines de riqueza personal y no de ayuda para su peculio, a devastar y reducir las grandes propiedades paternas. ¿Valdría en lógica estricta el argumento de que era cruel y malo el administrador? Claro que los descendientes y socios del intruso tendrían motivos para exaltar el valor y la audacia del ladrón, pero que esa alabanza la coreen los mismos que recibieron el perjurio de la destrucción, no lo juzgo ajustado a ninguna manera de razón.<br />La tesis que encuentra méritos en la acción rapaz de los filibusteros del siglo XVII, es secuela de la «leyenda negra» con que el inmortal imperialismo anglosajón quiso legitimar su odio contra el imperialismo español, es decir, contra el imperialismo del pueblo que, dilatándose, nos dio vida y forma social. Porque, niéguese todo y reconózcase el error administrativo de la Metrópoli española, jamás podremos cerrarnos a comprender que cuanto mejor y más pacífico hubiera sido el desarrollo material del imperio español, tanto mejor y más eficaz hubiera sido nuestra anterior vida de colonia. ¿Podría sostener alguien que ingleses, franceses y holandeses vinieron a defender los derechos de soberanía del aborigen? De lo contrario, se empeñaron los pueblos enemigos de España en llenar al nuevo mundo con una nueva masa esclava: banderas inglesas trajeron a nuestro suelo, aherrojadas de cadenas, dolidas masas de negros africanos, y cada territorio arrancado por Inglaterra a la Corona española era convertido en asiento del mercado negrero.<br />Traer al interior de nuestra historia los argumentos que esgrimieron contra España sus enemigos ayer, lo he considerado una manera precipitada de juzgar nuestro pasado colonial, que pudo, sin embargo, tener apariencia de legitimidad cuando se consideró que la revolución de Independencia había dividido dos mundos históricos: el hispánico y el americano. Una reflexión serena nos lleva a considerar, por el contrario, que la sociedad republicana es, desde el punto de vista orgánico y moral, la misma sociedad colonial que cambió y mejoró de signos. Basta recordar que las leyes ordinarias de España estuvieron vigentes en Venezuela hasta entrada la segunda mitad del siglo XIX. Y aún más: ese mismo examen nos conduce a aceptar como la evolución que produjo el cambio institucional tuvo sus raíces en los propios valores que había venido creando el medio colonial y no sólo en razones imitativas y en doctrinas extrañas que iluminaran repentinamente la «tenebrosa» mente de nuestros antepasados.<br />Mi modesta labor de estudioso de la Historia se ha encaminado a defender esta tesis, la cual, repito, no va enderezada a beneficiar a España y su sistema, sino a beneficiar nuestra propia nación y sus valores constructivos.<br />Cuando procuro hacer luz acerca de la verdad de la Historia de nuestro pasado hispánico, creo, sobre servir a la justicia, que sirvo los intereses de una nacionalidad que clama por la mayor robustez de sus estribos. Al explicar y justificar la obra de los españoles que generaron nuestra cultura, explico y justifico la obra de nuestros propios antecesores, pues las estirpes que forman el sustrato social y moral de la Patria, arrancan principalmente de los hombres que durante el siglo XVI vinieron a establecer, en el vasto territorio, hasta entonces sólo ocupado por los indios, las nuevas comunidades, donde se formó el mestizaje que sirve de asiento a la nación venezolana.<br />Este afán crítico, algunos escritores, errados o de mala fe, han querido confundirlo con una supuesta «leyenda dorada», cuyo fin fuera presentar el periodo hispánico, de acuerdo con José Domingo Díaz, como una «edad de oro », de la cual temerariamente se apartaron nuestros Padres. Cuando en 1913 yo escribía acerca del proceso del gobierno colonial, me adelanté a decir: «Muchos creerán que nosotros estamos dispuestos a procurar la canonización de los cientos y tantos personajes a cuyo cargo estuvo el gobierno de las Provincias venezolanas hasta 1810, porque a este extremo llegan quienes sólo tienen dos términos para calificar a los hombres. Como hemos dicho que no eran monstruos, supondrán, por inversión, que los tenemos catalogados en las páginas de algún santoral». Mi empeño, alejado de toda manera de «leyendas», ha sido aumentar cuanto sea posible la perspectiva histórica de la Patria. He buscado por medio de mis estudios de Historia nacional, que se la vea ancha y profunda en el tiempo, que se palpe el esfuerzo tenaz que la formó para el futuro, que sea más histórica, en fin, que sea más Patria.<br />Para amar la Patria es preciso amar su Historia, y para amarla en su totalidad, es necesario conocer y amar su Historia total. Y como no son los intereses presente l que une a los pueblos para la común acción constructiva, precisa buscar los valores antiguos que dan continuidad y homogeneidad al proceso social. Sin solera histórica, los pueblos carecerán de la fuerza mágica que hinche los espíritus nuevos y los empuja a realizar su humano destino.<br />La aversión a lo hispánico trajo, como partida contraria, la aceptación de las tesis anti-hispánicas de los países que fueron «nuestros» enemigos, cuando formábamos parte de la comunidad política española. Producida la Independencia, los hombres de Caracas, lo mismo que los hombres de otras porciones del antiguo mundo colonial, miraron a la urgencia de mantener en pie la unidad de intereses que se había formado durante el régimen español. Una pésima política ha impedido, desde 1826, que los países de extracción hispánica mantengan el tipo de relación que les permita la defensa de su tradicional autonomía, ora económica, ora espiritual, todo lo contrario: nos hemos aliado individual e inconscientemente con los representantes actuales de las viejas culturas antiespañolas, y hemos perdido, no sólo la plenitud de la soberanía política, sino la integridad de nuestra posición moral.<br />Somos, en último análisis, como una vieja casa de madera a la que imprudentemente y para mercarlos a precio de vicio, hubiésemos ido cambiando por vistosos clavos de laca los viejos fierros que aseguraban su estructura. Venga el primer amago de ventiscas y techos y paredes darán en tierra como a la tierra irán nuestros esfuerzos de oponernos al empuje de fuerzas extrañas, si no creamos la oposición de una Historia que dé unidad y pujanza a nuestros valores fundamentales.<br />Buscar mayor resistencia para el basamento de la venezolanidad, he aquí el solo móvil de mis estudios de Historia. Creo en la Historia como en una de las fuerzas más efectivas para la formación de los pueblos. No miro los anales antiguos como historia de muertos o como recuento de anécdotas más o menos brillantes la Historia tiene por función explicar el ser de la sociedad presente y preparar los caminos del futuro. Mientras más penetrantes sea ella en el tiempo, mayor vigor tendrán los valores experimentales que de su examen podamos extraer. Las torres se empinan en relación con lo profundo de las bases.<br />Nuestra Historia no es, como creyeron ciertos demagogos, una aventura castrense que tomase arranque con los fulgores de la guerra de Independencia. Historia de trasplante y de confluencia, la nuestra es la prosecución del viejo drama español, en un medio geográfico nuevo y virgen, donde coinciden para formar nuestro alegre y calumniado mestizaje, la aportación del indio, absorto ante los caballos y la pólvora, y la del esclavo negro traído entre cadenas desde su viejo mundo selvático. Sus símbolos no son sin embargo, el tabú africano ni el tótem aborigen. Sus símbolos son una transfiguración con sentido de mayor universalidad, de los símbolos hispánicos. En el orden de las categorías históricas, nosotros aparecimos como evolución del mundo español, del mismo modo que el yanqui apareció como resultado del trasplante inicial del pueblo anglosajón.<br />Ambas culturas, la inglesa allá y la española acá, sirvieron de grumo a cuyo rededor fueron tomando figura propia los varios valores que, a modo de aluvión se les fue agregando al compás de los siglos. Por eso, en la historia de los Estados Unidos del Norte la región de la Nueva Inglaterra tiene el carácter privilegiado de centro donde gravitan las vivencias históricas que dan fisonomía al pueblo estadounidense. Por ello mismo, allá se formó una categoría, procera en el orden de la nacionalidad, que busca entronques con los inmigrantes del «Mayflower». Nosotros, en cambio, igualitarios hasta en el área de los valores históricos, no hacemos diferencia entre los descendientes de recientes inmigraciones europeas y los que proceden de los rancios troncos hispánicos trasplantados en el siglo XVI, como no desdeñamos, tampoco, de nuestros abolengos indios o africanos.<br />Nuestro mundo pre-republicanos no fue consiguientemente, como asientan algunos profesores, un mundo a-histórico. En él, por el contrario, se había formado una conciencia de autonomía que forcejeaba por lograr los instrumentos de la libertad. Esa conciencia vino con el pueblo que se echó a la mar en las naves de la conquista. Luchó ferozmente durante tres siglos por lograr sus contornos definitivos y pulió, en medio de aquella lucha soterrada, el troquel donde iban a tomar nuevos signos los valores tradicionales.<br />Los hombres que en el siglo XVI dieron comienzo a aquel drama, fueron nuestros abuelos. ¿No es acaso un hasta un acto de familiar justicia buscar las razones que expliquen la conducta de dichos hombres, antes que aceptar la rotunda condenación de sus actos?<br />Se ha hablado, con razón, del tribunal de la Historia. Algunos gobernantes han frenados sus ímpetus al temor de la sentencia que profieran por boca de los historiadores las nuevas generaciones. Entre nosotros, desgraciadamente, nadie ha temido esta clase de sanciones. Ni siquiera sirven de escarmiento las confiscaciones y los saqueos provocados los violentos tránsitos del mando. Pues bien, en el orden del pasado, el historiador, al constituirse en juez, no debe proceder como esos magistrados achacosos, que sólo buscan motivos para condenar al culpado. Todo lo contrario, como si en realidad fuese juez de vivos, el historiador no es sino mero ministro de la justicia jamás verdugo encargado de condenar sobre arbitrarias pruebas fabricada por los acusadores. El caso nuestro es doblemente grave: las peores imputaciones sobre las cuales se fundamenta la «leyenda negra» de la conquista de América, son de origen Ingles, y la casi totalidad de los reos son nuestros propios abuelos, puesto que esos jueces de quienes se dice que no hicieron jamás justicia, esos encomendero a quienes se acusa de torturar a los indios, esos capaces denunciados de crueldad en su trato con los negros, esos tesoreros de quienes se habla que enriquecían sin razones justas, fueron los hombres que formaban la trama social de nuestros pueblos. Antes de condenarlos en conjunto, debemos examinar lo que hicieron, a fin de que el garrote de la venganza no destruya arbitrariamente su recuerdo. ¿Que hubo injusticias? Claro que las hubo, y gordas. Nadie fuera de un obcecado discípulo de Ginés de Sepúlveda, puede negarlo. Pero esas injusticias no somos nosotros quienes ahora las estamos descubriendo. Ellas fueron denunciadas en tiempo, y a muchos se procuró remedio, con un sentido de equidad que es mayor timbre de España como nación colonizadora. Ahí están las Leyes de Indias, monumento jurídico que por sí solo salva la intensión generosa y civilizadora de nuestra antigua Metrópoli. Buenas leyes de las cuales muchas no se cumplieron, es cierto, como tampoco hoy se cumplen por los modernos gobernantes las normas justas que fabrican los hombres de la inteligencia.<br />Sabéis, pues, que «leyenda negra» en el orden de la Historia de nuestro pasado hispánico, es acumular sobre las autoridades y sobre el sistema colonial en general, todo género de crímenes; «leyenda dorada» es, por el contrario, juzgar el sistema colonial como una edad dorada, igual a la que Don Quijote pintaba a los cabreros. Entre una y otra «leyendas» está la Historia que abaja lo empinado de los elogios y borra la tinta de los negros de nuestos. Entre el grupo de los que piensan con este criterio medio me hallareis siempre a mí, hombre curado de espantos, que nada me sorprende en orden de novedades, porque, cuando quieren asustarme con nuevas razones, ya vengo de regreso del campo donde las cosechan.<br />Sé que me ha querido motejar, para malos fines de ardoroso hispanismo, por esta mi apología de la cultura colonial. Algunos, por error, han creído que he defendido la cultura colonial por ser ella y yo católicos. Que los sea, es cosa mía, en que nadie tiene derecho a inmiscuirse; que fuera católica la enseñanza colonial, es cosa de la Historia. No podía ser protestante, siendo católico el imperio español. Pero, sin necesidad de mirar al signo de la religiosidad, hubo una cultura, que en colonias españolas no podía ser distinta de la cultura que se servía en la Península, y que, a pesar de reproducir las reticencias que durante los siglos XVII y XVIII padecía la enseñanza en la Metrópoli, sirvió en América para formar la gloriosa generación de la Independencia.<br />Cuando se profundizó en el estudio de nuestro pasado hispánico, nada fue parte para atacar el criterio revisionista, como este sambenito de la catolicidad. Y ahí palpita el corazón de las razones por qué sea a los historiadores de filiación católica a quienes se nos moteje más acremente de sembradores de la «leyenda dorada». Cuando la revisión la hicieron Rivas, Vallenilla y Arcaya, sin ahondar en los supuestos de la cultura intelectual, nadie se alarmó de sus conclusiones. Apenas puesto a flor de evidencia el proceso educativo que tomó forma en la manos del Obispo Agreda, cuando aún no habían logrado estabilidad las fundaciones, la alarma cundió, a punto de declararse «peligrosa» para la República la difusión de aquellas conclusiones.<br />Para mí la hispanidad es una idea de ámbito moral que no puede supeditarse a la mera dirección de una política de alcance casero. España como idea, como cultura, esta por encima de los adventicios intereses de los políticos en turno del éxito. La España histórica, España como centro de gravedad de nuestra civilización, es algo que vivirá contra el tiempo, sobre el vaivén de los hombres, más allá de los mezquinos intereses del momento. La hispanidad tiene por ello un sentido de universalidad que rebasa las lindes de toda política de circunstancias. Esa hispanidad, total, intemporal, de donde emana el valor agonístico de nuestro genio, representa para el mundo americano un factor de gravedad semejante al que representó el helenismo para la cultura mediterránea y a lo que constituye la latinidad para la civilización europea que busca por centro las instituciones romanas.<br />Lamentablemente esa función de nudo y de radio, sobre la cual pudo configurarse un sistema que defendiese los lineamientos autónomos de la cultura hispanoamericana, tropezó durante el siglo XIX, y continua tropezando en este, con la cerril incomprensión española para el fenómeno americano, no entendido ni por Menéndez y Pelayo, ayer, y desfigurado hoy en sus máximos valores, por hombres de las anchas entendederas de Salvador de Madariaga. No todos los españoles son Unamunos para calar en el alma mestiza de Bolívar la plena expresión del angustia que es atributo de la estirpe hispánica. De otra parte (y aquí el peligro se torció en quiebra), la revaluación del hispanismo americano hubo de encarar con la política sutil, disolvente y suspicaz que en la relación con las repúblicas hispanoamericanas patrocinaron Inglaterra y los Estados Unidos.<br />Caracas, por medio de su carta a los Cabildos de la América española, de fecha 27 de abril de 1810, dio expresión a la idea de permanencia de la comunidad existente entre las provincias que se separaban del gobierno metropolitano de Madrid. Esa idea estuvo también en los planes confederativos del Precursor Miranda y, por último, Bolívar buscó de darle forma por medio del Congreso de Panamá, del cual inicialmente, óigase bien, estuvieron excluidos los Estados Unidos, en cuyos hombres el Libertador sólo miraba «regatones» con quienes, en su romanticismo político, no quería que se pareciesen los colombianos. Aún más: declaró Bolívar que el destina había colocado en el Mundo Nuevo a los Estados Unidos para que, en nombre de la libertad, sirviesen de azote a los demás pueblos. Pero, lamentablemente, la unión, en primer término propugnada por Miranda y Bolívar, ha logrado realidad a través de un sistema continental colocado al servicio de interés diametralmente opuestos a los genuinos sentimientos hispanoamericanos difundidos por Bolívar, y que, en consecuencia, no sirve de centro unión de los verdaderos valores que, conjugados, pudieron mantener la vigencia de nuestras formas peculiares de cultura.<br />Ni en la vieja matriz peninsular, ni en lugar alguno del nuevo mundo, vidrioso y pugnaz, por la fenicia política de Washington, han podido fijarse las bases de la estructura que sirva de defensa a los valores diferenciales que dan fisonomía a nuestra cultura. Así como el Cid ganaba batallas después de muerto, ésta es victoria póstuma de la política inglesa de los siglos XVI y XVII, ganada por sus herederos en América a los herederos de España. El relajamiento de los nexos que debieron mantener unido a nuestro viejo mundo hispanoamericano, es fruto directo del criterio auto-negativo provocado en nuestros países por la «leyenda negra», elevada por los sajones a dogma político, unido al odio natural que surgió en la lucha de emancipación.<br />Para compensar en parte las tremendas consecuencias que derivaron de la flaccidez con que la voluntad a-histórica de nuestros pueblos se ha plegado a los propósitos del nuevo filibusterismo económico, urge crear vivencias que den contenido resistente a nuestra conciencia de naciones. Esas vivencias pueden edificarse con buen éxito sobre lo que nos defina con rasgos comunes frente a la bandera de los nuevos corsarios. Ellas, para prosperar, reclaman una asimilación integral de nuestra historia de pueblo, cuajada ayer de netos valores, sobre los cuales podemos erigir hoy los nuevos valores anti-colonialistas.<br />A la integración de esa historia conducen los esfuerzos que algunos estudiosos hemos venido haciendo cuando nos encaramos «leyenda negra», que ánimos extranjeros formaron en mengua de nuestro pasado hispánico. No se crea que ha sido tan fácil la tarea, pues no han faltado espíritus desapercibidos para la lógica, que llegaron al absurdo de ponderar el probable progreso de «nuestros» territorios, si en lugar de ser colonizados por españoles los hubiese colonizado Francia o Inglaterra. Dígalo así un tercero, por caso un sueco, que se situé en plano neutral de consideraciones. Pero, quienes venimos de los hombres que poblamos este mundo aún bárbaro de América, ¿podríamos, sin hundirnos en el absurdo divagar sobre tales conjeturas? Pues, tal como lo digo, aún con empecinados de esta ralea hemos tenido que luchar quienes nos preocupamos por agrandar los linderos históricos de la patria venezolana y por dar unidad y continuidad resistente al largo proceso de nuestra historia nacional.<br />Sé que muchos profesores, seguramente pocos leídos al respecto, han dicho que la labor de quienes revaloramos la obra de la España vieja, constituye una menguan el mérito de la República. ¡Si me lo han dicho en mi propia cara! Ese juicio precipitado arranca de la presunta idea de los dos mundos divididos en 1810: el pasado colonial tenebroso y el iluminado presente de la República. Claro que hubo, como sigue habiéndolos dos mundos morales en pugna, pero lejos de estar divididos por una referencia cronológica, venían existiendo durante el proceso hispánico. Desde los albores de la dominación española se puso de resalto el espíritu que podríamos llamar anti-colonial. Hubo, junto con la armazón político-administrativa de la colonia en sí, la armazón espiritual de la anti-Colonia. Antonio de Montesinos y Bartolomé de Las Casas fueron a principios del siglo XVI expresión altísima de la anti-Colonia. El Regente José Francisco Heredia, así defendiese la unidad del imperio español, representaba, cuando la Colonia concluía, una conciencia anti-colonista, que coincidía con Bolívar en desear para nuestro mundo el reino de la justicia. Los separaba, en cambio, la circunstancia de que mientras el Libertador buscaba la libertad como único camino y para llegar a aquélla, Heredia invocaba con mayor urgencia, y para igual fin, los cauces del orden y de la paz sociales. Disentían Bolívar y Heredia ---por igual culminaciones eminentes de la cultura y mestiza de América--- en el planteamiento del problema donde estriba el destino de las sociedades, y que ha sido y seguirá siendo fuente de escándalos continuos a todo lo largo de la bárbara Historia hispanoamericana: la manera de acoplarse la libertad con el orden. Basta mirar alrededor, para ver como en razón de los apetitos desenfrenados de los hombres, sufrimos aun el drama en que no pudieron acordarse aquellos hombres sublimes. Cada día prueban, acá y allá, los presuntos defensores del orden su carencia de capacidad para respetar la libertad, y sin cuidar que es la justicia el único argumento que lo hace posible, arremeten contra la una y contra la otra, para sólo dar satisfacción a la violencia y al capricho.<br />Los que se niegan a la revaluación de nuestro pasado hispánico arrancan del supuesto falsísimo de que la República surgió como improvisada y candorosa imitación de movimientos políticos extraños, carentes, en consecuencia, de apoyos morales, económicos y sociales en el fondo mismo de la tradición colonial. Quienes así piensan, lejos de contribuir a aumentar la fama de los Padres de la Independencia, la disminuyeron abiertamente, pues, en presentándolos como irreflexivos seguidores de novedades extrañas, ponen de lado el largo y callado esfuerzo del mismo pueblo que buscaba aquellas voces egregias para la expresión de sus derechos inmanentes. Olvidan así que la lucha por la justicia apenas viene ha advertirse para el bulto de lo histórico cuando acuden los hombres al argumento de la franca sedición o a la airada protesta. No quieren convenir en que dicha lucha tuvo vida secreta y dolorosa desde la hora inicial de la conquista, como protesta como el inhumano encomendero y contra la avaricia del recaudador. No era espesa media noche la existencia colonial. Yo le encuentro semejanza mayor con una prolongada y medrosa madrugada, durante la cual los hombres esperaron el anuncio de la aurora. Nuestro siglo XVIII es la expresión viva de una agonía de creación. Había lucha, había afán de crecer, había empeño porque brillase la justicia. Al rey se obedecía pero se discutían sus órdenes. Cuando sucedió la independencia de las colonias inglesas del Norte y se produjo la explosión liberadora de la Revolución Francesa, ya en nuestro mundo colonial existía una conciencia capaz de asumir reflexivamente actitud congruente con los aires del tiempo. La libertad y la justicia no eran temas extraños al propósito de nuestros antepasados bastantes tenían discutidos con las autoridades los letrados. Por la autonomía de la provincia había sido condenada la memoria de Juan Francisco de León. Bolívar creció bajo un alero donde ya habían anidado las águilas rebeldes. Un año antes de venir al mundo el futuro Libertador de América, don Juan Vicente Bolívar escribía al díscolo Miranda sobre los problemas de la autonomía de la Provincia. Con hacerlos contraeco de voces extrañas, se reduce el tamaño de los Padres de la Patria. Crecen, por el contrario, cuando se les presenta como conciencias, poderosas en que se recogieron las voces antiguas para expresar las adivinaciones de su tiempo.<br />En esto no hay propósito alguno de echar brillantes capas de oro sobre el mérito de España como nación colonizadora. Esto no es leyenda ni blanca ni dorada. Esto es Historia con «verdad de vida». Lo que así pensamos sólo perseguimos instrumentos con que anchar y pulir los contornos de la venezolanidad, al mismo tiempo que buscamos mantener, como lumbre que dé calor a las conciencias el fuego de esa tradición, que no se ve, que escribe, que no se graba sobre piedras, pero que se siente como marca indeleble para fijar los caracteres y para empujar los ideales constructivos.<br />Cuanto se ha dicho de malo acerca de la «peligrosidad» de la llamada «leyenda dorada» de que se me hace abanderado, debe cargarse, en cambio, a la cuenta de la leyenda contraria. No debe olvidarse que esta fue fraguada inicialmente a las orillas del Támesis, como arma contra los valores hispánicos, que nutrieron nuestra cultura. En nombre de esa leyenda se ha logrado la desagregación de la conciencia de los pueblos hispanoamericanos y se ha hecho, en consecuencia, fácil el arribo de las naves donde viajan los modernos corsarios, que buscan convertir nuestras repúblicas independientes en factorías para su lucro.<br />Como he dicho, no participo con las tesis de quienes sólo encuentran en la obra de España temas para el laude. Nuestra conciencia nacional se formó al rescoldo de ideas de tan acusado tiente rebelde que los mayores admiradores de España siempre hallarían motivo de critica en diversos aspectos del régimen colonial. Pero esa conciencia liberal y esa altivez nuestra que repudia los encendidos contornos dorados, aun cuando se trate de ribetear con ellos la propia vida portentosa de Bolívar, se formó, aunque cause asombro en pleno periodo colonial. Sirve de ejemplo: en 1618, el Gobernador de La Hoz Berrío, hombre de gran piedad, junto con el Cabildo de Caracas, integrado por elementos de severas practicas religiosas, pidieron que el Obispo Bohórquez fuera a radicarse a la ciudad episcopal de Coro, para que dejase en paz a Santiago de León de Caracas, cuyos moradores no hallaban la manera de componerse contra el violento Prelado. Durante la colonia se vió en Caracas el espectáculo de que fuera un Obispo condenado a resarcir perjuicios causados a clérigos, y de que más de un Gobernador tomase por habitación obligada a la Cárcel Pública. Hubo grandes injusticias, nadie lo niega; hubo empeño cerrado, de parte de algunas autoridades, en quebrantar el ímpetu de los hombres libres; pero estos reatos coexistían, como ya he dicho, con actitudes contrarias, del mismo modo como han estado presentes, y seguirán presentes en el orden de nuestra Historia, los hombres que padecen por la libertad y la justicia, junto con los hombres que sienten placer en el ejercicio arbitrario del poder.<br />Al ahondar, pues, en el estudio de estos problemas de nuestra Historia nacional, solo he buscado presentar los hechos en su verdad contradictoria. A la vieja tesis de un país colonial distinto del país republicano, he opuesto la tesis de un país nacional en formación, que luchó heroicamente, con sus propios recursos y contra los recursos de sus propios hombres, por transformar un sistema de minoría en un régimen de mayoridad política. La oposición, insisto en decirlo, no es de fechas, sino de actitudes. Y esa actitud de lucha prosigue y proseguirá siempre, como expresión del espíritu dialectico de la Historia.<br />Cuando empecé a estudiar en serio nuestra Historia, di con las «tinieblas» coloniales que habían asustado a otros; mas, haciendo mío aquel consejo chino que enseña ser más prudente, cuando nos encontramos a oscuras, encender una vela que maldecir las tinieblas, busqué de prender la modesta candela de mi esfuerzo, hasta lograr que se disipara la oscuridad que a otros había movido a la desesperación y a los denuestos.<br />Buscar en nuestros propios anales respuestas para nuestras incesantes preguntas, dista mucho de que se pueda tomar como afán de vestir arreos dorados a la Metrópoli española. Repetidas veces he escrito que la aventura de las Indias produjo una escisión en el propio mundo español. Desde el siglo XVI existieron dos Españas. La vieja España, deseosa de más anchos horizontes, vino en el alma de su pueblo en busca de las playas ilímites de nuestra América. Que lo diga el opulento barroco de Méjico, de Lima y de Guatemala. Que cortes de Cádiz, donde se dejo oír el acento viril de pueblos que lo niegue la tozudez de muchos peninsulares, fue donde culminó la obra portentosa de una España, que nacida para la libertad y para la justicia y al sentir las trabas del absolutismo que contrariara las viejas franquicias, buscó una nueva geografía para la altivez de sus símbolos, y que al compás de la fuerza despótica que, con los Borbones, tomó el poder regio, fue creciendo en rebeldía hasta ganar la Independencia.<br />A la «leyenda negra» no opongo una «leyenda dorada» como han dicho algunos Profesores de Secundaria. Una y otra por inciertas las repudio. La falsedad que destruye, he intentado contrariarla con la verdad crea, no con la ficción que engaña. Y si feroces críticos, desconociendo mi derecho a ser tenido por historiador y por leyendista, me incluyen entre los partidarios de la trajinada «leyenda dorada», culpa es de ellos y no la mía el hacerme aparecer en sitio que no me corresponde. Tengo, por el contrario, fe en que mi razonado hispanismo sirve de ladrillo para el edificio de la afirmación venezolana, en cuyo servicio me mantengo dispuesto a encarar las asechanzas de tantas conciencias bilingües como amenazan nuestra integridad nacional. Por medio de mi actitud no busco, tampoco, recompensa que sobrepase lo que para su oscuro nombre esperaba Sancho, cuando dijo nuestro Señor Don Quijote: «Yo apostaré que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón o antes tienda de barbero, donde no ande la historia la historia de nuestras hazañas.». A la zaga de Quijotes de buen porte, a quienes se nombre mañana como defensores del genuino destino de la Patria, confío que vaya mí nombre, en el mero puesto de campaña que para el suyo aspiraba el buen Sancho.<br />Claro y tendido os he hablado de lo que significa el hispanoamericanismo como elemento creador de signos que aun pueden dar fisonomía a nuestra América criolla, visiblemente amenazada de ruina por el imperialismo yanqui y por el entreguismo criollo. Sólo me resta advertir que no pretendo que nadie tome como verdad inconcusa la razón de mis palabras. Si no me creyese en lo cierto, no profesara tales ideas; mas, la certidumbre en que estoy de la bondad de mis asertos, jamás me mueve a desconocer el derecho que otros tengan para pensar a su manera, muy más cuando hombres de irreprochable honestidad difieren de mis conceptos esenciales. Hasta hoy considero el cuerpo de ideas que durante más de veinticinco años he venido sosteniendo en la cátedra, en la tribuna y en el libro, como el mejor enderezado a dar vigor a nuestra Historia y fuerza defensiva de la nación. Si yo estuviese errado, pecaría de buena fe y a razón de un equivocado intento de ser útil a la cultura del país. De ese error saldría, en cambio, si en orden a destruir el mío, se me mostrase un camino donde fuera más seguro topar con ideas de ámbito con mayor eficacia para la afirmación de la venezolanidad.<br />Ojalá vosotros podáis mañana enhestar la conciencia en medio de un mundo altivo y libre, como para nosotros lo soñaron los grandes patricios formados al amor de la mediana cultura colonial, y que en 1810 meditaron el porvenir de la República sin hacer mayor cuenta del porvenir de sus haciendas y de sus vidas. Sólo os hago una indicación formal: procurad afincar los juicios futuros sobre el resultado de la investigación crítica y no sobre apreciaciones arbitrarias de otros. Se puede diferir en la estimativa de las circunstancias, pero no se puede eregir un sistema sobre hechos falsos. Posible es apartarse, pongamos por caso, del juicio optimista de Caracciolo Parra León en lo que se refiere al grado de progreso de la enseñanza filosófica que se daba en esta Universidad afines del siglo XVIII; pero, en cambio, no se puede, como aún se hace, seguir invocándose por prueba de un propósito encaminado a mantener en tinieblas a la Colonia, la frase atribuida a Carlos IV, cuando se negó al Seminario de Mérida la gracia de grados mayores. Bastante se ha escrito para probar la inexistencia de la Cédula en que se dice fué estampada dicha frase; de lo contrario, se comprobó que a disidencias cantonales nuestras se debió la prudente abstención del Monarca español. Sobre hechos como este no es posible edificar ninguna crítica seria. Con aceptar la verdad, rendimos parias a la justicia, sin favorecer por nada al sistema de los Reyes. En este caso, vindicar una verdad que aproveche al infeliz Monarca, no constituye demérito para la obra de quienes pusieron término con sus hechos heroicos al dominio español en las Indias, así hubieran ponderado los Padres de la Patria, como instrumento de guerra, los vicios y los defectos de los Reyes. Lo inexplicable es pretender escribir historia imparcial con espíritu de guerra. Se escribirán panfletos y diatribas que empujen la oportuna propaganda de la muerte. Jamás llegará a escribirse la Historia con «verdad de vida» que ha de ayudarnos a entender y a superar la honda crisis que nos viene negando capacidad para organizarnos como nación.</div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-51552532839319137342010-02-02T13:17:00.001-08:002010-02-02T13:22:36.245-08:00PEQUEÑA LEYENDA DE LA AREPA DE MAIZ EN VENEZUELA<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQri1Zdu5uoD9OBAz9J5rEl3i2DSh1782dyIfLIsdasXk7fRoEckhZs0fq13sHdztP8lIISuJ2hk-8lT8v51lYyGAqcxvrJ3c2izmh0XKBwc0EniupK1K8RWN5AntqPsIf8wakOhXxs_s/s1600-h/Budare.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 294px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQri1Zdu5uoD9OBAz9J5rEl3i2DSh1782dyIfLIsdasXk7fRoEckhZs0fq13sHdztP8lIISuJ2hk-8lT8v51lYyGAqcxvrJ3c2izmh0XKBwc0EniupK1K8RWN5AntqPsIf8wakOhXxs_s/s320/Budare.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5433758458373228402" /></a><br />Hablar de La Arepa, es hablar de Venezuela, de nuestra cultura y de la mesa de cada día, es nuestra expresión culinaria más autóctona, es el benefactor pan nuestro de cada día. La arepa es una expresión nacional, en cualquier ciudad de Venezuela puede encontrarse. Su preparación se remonta a nuestros ancestros indígenas, que sembraron, recolectaron y procesaron el maíz. Exploran nuestra historia para descubrir en ella la imagen de nuestro abolengo, los símbolos de nuestra memoria. Es por ello, que la curiosidad del pasado nos cautiva y nos atrae, nos integra y nos arraiga a un recuerdo compartido. <br />La disertación de la masa hecha de maíz cocido y molido, autóctono de los indígenas, que lo molían entre dos piedras lisas y llanas y luego creaban pequeñas bolas que asaban en una plancha curva fabricada en barro, que se utiliza para la cocción, utensilio que también conocemos como budare, del nombre de este utensilio deriva la palabra “Arepa”, en la actualidad se utilizan planchas y parrillas de hierro para asar las arepitas en casa o restaurantes, aunque se puede encontrar aún el aripo de barro. La Arepa es leal compañera del venezolano y puede encontrársele en la más honorable mesa, así como en la más humilde, en cualquier esquina de la ciudad, ó en el más pequeño de los pueblos, en restaurantes y casas, ó en las abundantes areperas de las diferentes ciudades venezolanas.<br />La Arepa es la reina de nuestros desayunos, y a su vez excelente acompañante de primeros platos del desayuno y cena, es fiel compañera de nuestros platos nacionales. Se presenta con características distintas en las diferentes regiones del país, pero en esencia es la misma y singular arepa.<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_mtzbQFxm05poC3LHnE27Z8lRgYAEtlPM4w8rEfl5tQSHBUJGlnMwAPad4kXnwHvZwU7yQN1F3JmPQh2K1HgpxhFh1tTnek7nkFkeh99Z4me7Pd64Ly481__fvWR7h3eGAk67y3m0Aes/s1600-h/arepa+rellena.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 211px; height: 152px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_mtzbQFxm05poC3LHnE27Z8lRgYAEtlPM4w8rEfl5tQSHBUJGlnMwAPad4kXnwHvZwU7yQN1F3JmPQh2K1HgpxhFh1tTnek7nkFkeh99Z4me7Pd64Ly481__fvWR7h3eGAk67y3m0Aes/s320/arepa+rellena.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5433758720042370450" /></a><br />De esta manera, se puede señalar que en Venezuela la Arepa. Es un majar tipo torta de masa o harina de maíz de forma circular y semi-aplanada que generalmente se cocina asada o frita. Es un alimento que sirve para comerse como plato principal o como acompañante, sola o rellena, comúnmente como parte del desayuno y la, es un plato tradicional de las gastronomías venezolana.<br />En tal sentido el admirable historiador Mariano Picón Salas nos muestra una visión mas clara soble la forma en que se han venido narrando la historia, haciendo una revaluación que permite al lector descifrar que la misma proviene de los autores más que de los actores que vivieron en carne propia lo que aconteció, ocultando así muchos hechos de gran relevancia que se deben conocer para comprender el presente.<br />Razón por la que es de urgente necesidad ampliar lo que se llamaría las fuentes de nuestra historia. Estas han provenido de la historia positivista que buscaba la concordancia entre el medio y las instituciones, la historia militar y política que buscó acrecentar corrientes del pensamiento económico y cultural, dando pie a una de las problemáticas. Por otra parte la interpretación personal llevada a cabo por nuestro más eximios historiadores, requiere ampliarce a la luz de las necesidades y exigencias del venezolano de este momento, con una nueva y sistemática tarea de grupo en que colaboren por igual linguistas, etnógrafos, antropólogos, folkloristas… Tenemos apenas sobre nuestro país un conocimiento disperso que es preciso perseguir con voracidad de maniatico, otro de los inconvenientes de nuestro rumbo es la historiografia de la colonización y el pasado español lo cual ha dejado como problema la transculturización. <br />Dice picón salas, que el surgimiento de una nueva historiografia divida al país en zonas y áreas culturales, habría que hacer por ejemplo como lo realizaron ya muchas naciones, nuestro mapa linguistico, que arrojará mucha luz no solo sobre el habla comun del pueblo sino tambien sobre las influencias indígenas y africanas, sobre tantos problemas semánticos que definan nuestra psicologia colectiva, porque en el idioma el hombre ofrece la mas valida configuracion de su alma, tanto como una fuente escrita y son testimonios para explicar formas peculiares de cultura. Los instrumentos materiales del pueblo el ritmo de sus canciones, los materiales de su casa o decoracion el estilo de sus cocinas, y asi la historia nos sirva mas concirriendo con datos, para aclararnos problemas e interrogantes de cada dia que no sea solo el tema del discurso heroico sino la propia vida y el repertorio de la cotidianidad.<br /> <br />ORIGEN DE LA AREPA EN VENEZUELA<br /><br />La palabra proviene posiblemente del cumanagoto. Algunos estudiosos del idioma indican que la palabra arepa proviene del vocablo indígena "erepa", que los Cumanagotos –tribu de los Caribes que habitaba la región noreste de Venezuela– utilizaron para nombrar el maíz, ingrediente básico en la preparación de este alimento. De acuerdo a otra versión, el vocablo arepa pudiera provenir de "aripo", especie de plancha levemente curva, fabricada en barro, que utilizaban los indígenas para la cocción de la masa de harina de maíz. El cumanagoto es el individuo nativo de un pueblo amerindio de la familia Caribe que habitó en la antigua provincia de Nueva Andalucía llamada hoy Cumaná, y cuyos descendientes habitan actualmente al norte del Estado Anzoátegui, en Venezuela.<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4UA3SqHd0g4gAYWmtidqB7ZLwxDFgPW8oeXYCsyDNULKtyK5x21O5O_d-45di9MXv2wJf3IMgdx0h_CEV57ZsUo0qv2aqjhLTQMMEfh1chEb_BI_LEVkLledo2e8fwySXptrP0XxHixk/s1600-h/Marzorca+de+maiz.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 122px; height: 111px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4UA3SqHd0g4gAYWmtidqB7ZLwxDFgPW8oeXYCsyDNULKtyK5x21O5O_d-45di9MXv2wJf3IMgdx0h_CEV57ZsUo0qv2aqjhLTQMMEfh1chEb_BI_LEVkLledo2e8fwySXptrP0XxHixk/s320/Marzorca+de+maiz.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5433759015585145250" /></a><br />El académico y ensayista histórico sobre la cultura de América Latina, Mariano Picón Salas, expuso sobre el origen de la arepa lo siguiente: "Los caribes y cumanagotos usaron tanto el maíz tierno como el maduro, este último les servía para preparar una especie de pan de maíz (la arepa), según técnicas que se han conservado hasta la fecha (2010). Este pan de maíz que llamaron "erepa" lo elaboraban dándole a la masa forma redonda, imitando al dios sol, rindiéndole tributo como alimento divino"<br /><br />Sin embargo, algunos sitúan el origen de la arepa en lo que hoy es Venezuela, lo que explica la importancia que significa dicho alimento en la gastronomía venezolana, de donde se supone que se extendió a otras regiones, particularmente a su vecina Colombia, donde encontró una gran aceptación. Es así que, los indígenas cumanagoto no fueron los únicos en consumir las arepas, puesto que antes de la llegada de los españoles a tierras americanas, vivían los taironas, civilización precolombina de la familia lingüística chibcha que habitaban en lo que es actualmente los departamentos de Magdalena y César pertenecientes a la actual Colombia. Allí no faltaba el maíz, que era el principal cultivo de esa zona, y eso propiciaba a la preparación de arepas, de las que eran buenos consumidores. También aparecen los indios Pantágoras, descendientes de los Caribes y los indios Aburraes, y los primeros vivían en el centro de Colombia, para ser exacto, en el departamento de Caldas y los segundos en el Valle de Aburrá, que está en Antioquia. Al igual que los taironas, los Pantágoras y los Aburraes sabían prepararlas con maíz y fueron consumidores de arepas.<br />Una anécdota relacionada con las arepas en el siglo XIX cuenta que el general español Pablo Morillo, quien llegó a Venezuela a combatir por la causa española cuando la independencia estaba casi decidida, detestó las arepas. Morillo confesó, según Churrión, a sus dos amigos José Domingo, el Duarte y el Díaz, al regresar a Caracas tras su campaña a los llanos, que: “Todo lo puedo pasar en esta tierra, menos esas perrísimas tortas de maíz que llaman arepas, que sólo se han hecho para estómagos de negros y de avestruces”. El repudio de Pablo Morillo hacia las arepas contrasta con el gusto del Libertador Simón Bolívar, quien se quedó con las arepas, de las cuales eran muy de su agrado y especialista en prepararlas para su desayuno o almuerzo. Al igualo, en esa época se destaca la experiencia de un ciudadano sueco Carl August Gosselman, quien recorrió Colombia por las regiones de Antioquia y el Viejo Caldas en calidad de turista. Este cronista escribió en su libro "De viaje por Colombia" a su regreso a Estocolmo: "En el mercado lo que más abunda es el maíz, que se expende en forma de arepas, gruesas galletas de buen sabor. A los españoles la arepa les pareció repugnante. Hoy en día ricos y pobres la comen con gusto".<br />Hay un dicho popular: "No hay nada tan venezolano como la arepa" y también: "La Arepa es el Pan venezolano". La preparación de la arepa, depende de dos factores clave: uno es el gusto o las preferencias de cada persona; el otro es la inventiva criolla de acuerdo a cada región. La arepa se ha convertido en un símbolo de la identidad cultural de Venezuela, hecho que se evidencia en que en ese país sea popular el dicho «más venezolano que una arepa». La arepa venezolana no se libra de mala crítica por la obesidad y la diabetes, si está frita y rellena la arepa por lo que se recomienda comer con moderación para aquellas personas afectadas por estos problemas, no sin escuchar recomendaciones de médicos y nutricionistas. Son muchas las formas que adopta el maíz cuando la inventiva criolla venezolana decide hacer las arepas. Si damos una mirada al maíz que se utiliza, tendríamos las siguientes variantes:<br /><br />Arepa de maíz pilado: El maíz pilado es cualquier maíz al que previamente se le ha quitado el lumen y la cáscara. Las dos principales arepas de maíz pilados son la de maíz amarillo, que es más áspera pero artesanal y la de maíz blanco, que es suave y más común.<br /><br />Arepa de maíz pelado: Mejor conocida en la costa venezolana como "Arepa Pelada" o "Arepa Raspada" en Oriente, esta clase de arepa proviene del maíz pelado, que es aquel que conserva su cáscara y que se reblandece hirviéndolo con cal. Al molerlo, conserva los componentes nutritivos del lumen y la cáscara. Su sabor es muy similar al de las tortillas mexicanas.<br /><br />Arepa de harina de maíz pre cocida: Se elabora con la harina que se obtiene luego de la pre cocción del maíz.<br /><br />Arepa andina: Se elabora con harina de trigo, y se consume principalmente en las zonas montañosas de los Andes venezolanos.<br /><br />Arepa de yuca: Se prepara con afrecho de yuca, en vez de utilizar el maíz o el trigo.<br /><br />Arepa de plátano: Se prepara con masa de maíz y plátano.<br /><br />Formas de Preparación<br /><br />Asada: Se coloca directamente al fuego la superficie de un utensilio como el budare. En las grandes ciudades, suele colocarse sobre la plancha de la cocina de los hogares. Vale señalar que las mujeres de la Isla de Margarita, frotan el budare con grasa de tiburón antes de colocar la masa; así obtienen una masa más perfecta y de mejor color.<br /><br />Horneada: Cuando se calientan en un horno casero o de leña, esta se abomba y es más fácil de rellenarla.<br /><br />Hervida: Se cocinan en agua hirviendo durante varios minutos hasta que comience a compactarse. Por lo general son de forma oval y se les da el nombre de "bollos" o "bollitos". No llevan ningún tipo de envoltura a diferencia de la hallaquita. No deben confundirse con los bollos pelones debido a que estos últimos llevan relleno.<br /><br />Frita: Se introducen en grasa animal o vegetal, aceite vegetal o mucha mantequilla o manteca de cerdo, previamente calentado en una sartén. Algunas personas le hacen con el dedo índice un agujero en el medio, para que se frían mejor.<br /><br />En Venezuela, la arepa posee muchas clases y tipos de presentación, que van dependiendo de la región del país y del gusto de la gente, entre algunas de ellas tenemos:<br /><br />Arepita dulce: Se prepara con anís y papelón. Se hacen delgadas y se colocan en aceite hirviendo de manera que las cubra. Se sabe que están listas cuando se tornan doradas y se abomba la superficie.<br /><br />Arepa de coco: Es oriunda del Estado Zulia. Su concha es dura y su interior es muy suave. Su cocción es sobre parrilla y budare o plancha. La masa se coloca sobre una hoja de uva de playa o de plátano. La masa lleva coco y papelón. Una variación de esta, la hace una señora margariteña a quien descubrió el chef Sumito y la elabora de esta manera: a la masa base le agrega leche de coco, luego la asa a la leña envuelta en hojas de plátano y mientras la asa, en la mitad del tiempo de asado, le agrega por encima más leche de coco.<br /><br />Arepa de chicharrón: Lleva chicharrones triturados y mezclados en la masa.<br /><br />Arepa de queso: Con queso rallado incorporado en la masa. Puede ser queso duro o de año, queso amarillo o queso parmesano.<br /><br />Arepa aliñada: Cuando se le añade huevo, papelón, queso, y polvo para hornear.<br />Arepa de plátano maduro: Es originaria del Estado Zulia. Se le agrega a la masa, plátano o bananos maduros. Sobre el budare, se coloca una hoja de plátano, y sobre esta la masa.<br /><br />Arepa de trigo: Típica de la región Andina. Se elabora con harina de trigo en lugar de harina de maíz. Pueden ser saladas o dulces.<br /><br />Tumbarranchos: Son originarias de la ciudad de Maracaibo, en el Estado Zulia, pero se han hecho típicas en todo ese Estado. Son arepas elaboradas el día anterior que se rellenan con una lonja de mortadela, se rebozan en una mezcla de harina, huevo y otros condimentos, y se fríen en aceite caliente para luego rellenarlas con queso blanco y/u otros ingredientes, como pollo, carne o cerdo al gusto, vegetales y salsas como: kétchup, mayonesa y mostaza.<br /><br /><br />Rellenos<br /><br />Los rellenos son múltiples y varían de acuerdo con la creatividad del cocinero y el comensal. Entre los más destacados están las de queso blanco, queso amarillo, carne mechada, pollo, pernil, chicharrón, cazón (tiburón), atún, y caraotas negras (frijoles). Más recientemente le han incorporado otros rellenos como trufa, salmón, camarones, calamares y hasta caviar. Por ser un país con varios inmigrantes, ellos han adoptado la arepa perfectamente y la han fusionado con elementos de su gastronomía local. Algunas comunidades europeas, la untan con queso crema, chocolate fundido y crema de almendras. La comunidad libanesa, con orégano y aceita de oliva. Muchos griegos las rellenan con acelgas, aceitunas y aceite.<br />Para rellenar tradicionalmente la arepa, se abre con un cuchillo como si fuera un pan cualquiera, algunos le sacan parte de la masa para que le quepa más relleno, se le unta mantequilla o margarina si se desea, se rellenan con lo que gusta, y se comen calientes. La costumbre rellenar arepas se inició en el siglo XIX en Caracas, cuando se rellenaban con jamón y queso. En el centro del país, y particularmente en Caracas, se suele darle nombres anecdóticos y hasta folklóricos a las arepas rellenas, y asimismo, a la arepa que no lleva relleno, a la cual se le denomina "viuda" por aquello de encontrarse sola. Dichas arepas usualmente se venden en las "areperas", que son una especie de fuentes de soda o restaurantes que se especializan en la preparación de este plato típico y que funcionan a toda hora, generalmente las 24 horas del día. Estos lugares tienen gran variedad de rellenos, pero también pueden prepararse para llevar y agregar algún relleno con posterioridad.<br /><br />Entre las diversas variedades y nombres que se les dan a las Arepa en Venezuela se tiene:<br /><br />La Reina Pepiada: contiene un relleno a base de gallina o pollo y aguacate con mayonesa.<br />La Arepa Dominó: contiene un relleno de caraotas (frijoles) negras y queso blanco duro rallado.<br />Arepa pelúa: contiene un relleno de carne mechada y queso rallado amarillo.<br />Arepa rumbera: contiene un relleno de pernil y queso rallado amarillo.<br />Arepa catira: contiene un relleno de pollo y queso rallado amarillo.<br />Arepa sifrina: contiene el mismo relleno a base de gallina o pollo y aguacate con mayonesa que la reina pepeada y se le añade queso amarillo.<br />La Arepa de Perico: es un relleno andino, que consiste en un revoltillo de huevos, cebolla, tomates y sal.<br />La Arepa de Patapata: cuando se rellenan con queso amarillo, caraotas negras (frijoles) y aguacates.<br />La Arepa de Pabellón: tajadas o rebanadas de plátano frito, caraotas y carne mechada.<br />La Arepa Rompe Colchón: mezcla de mariscos (pulpo, calamar, pepitonas, ostras y camarones)<br />La Arepa de Pernil: Pernil, tomate y mayonesa<br />La Arepa Viuda: Arepa sin relleno.<br />La Arepa Musiúa: En este caso lleva el mismo relleno que la famosa hamburguesa.<br /><br />En la década del 50 surgió la arepera en Venezuela. Estos son los lugares donde se consiguen las arepas rellenas con infinidad de guisos. Se cree que su creación estuvo promovida por la gran aceptación de los inmigrantes italianos que trabajaban en la industria de la construcción. Al compartir con los venezolanos la faena diaria veían con agrado esos suculentos redondeles de maíz que sus compañeros llevaban para desayunar o almorzar. Así comenzaron a buscar dónde conseguirlas hasta que se fundó el primer establecimiento de este tipo. En el occidente de Venezuela, específicamente en el Estado Zulia, las areperas tradicionales que se consiguen en el centro del país donde se expenden arepas asadas con infinidad de guisos, no son muy comunes, allí básicamente las areperas son establecimientos o lugares para comer ubicados en locales, o simplemente situados en las calles montados sobre la acera en carritos metálicos, donde se venden unas arepas medianamente delgadas previamente asadas, que son cortadas y abiertas totalmente en dos, y luego fritas en el lugar, que después se rellenan con distintos tipos de ingredientes, entre los más comunes, pernil de cerdo, carne, pollo, queso, jamón, agregándole verduras como repollo (col), tomates, papas ralladas fritas y salsas como mayonesa, kétchup, mostaza y salsa tártara.Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-1447758430208788472010-02-02T10:53:00.000-08:002010-02-02T10:54:31.444-08:00UNA VENEZUELA ES POSIBLETomado de PIZARRON. PAG. 393-394<br />Arturo Uslar Pietri. 22 de marzo de 1992<br /><br />Hace muchos años, en horas propicias para proponer caminos hacia el porvenir, hablé de una Venezuela posible. La había entonces y sigue habiendo hoy con mucha más razón. Esa Venezuela posible no era otra cosa que el diseño de lo mucho de positivo que se podía alcanzar, en breve tiempo, si se lograra hacer una combinación justa, un planteamiento claro y un aprovechamiento sensato de todos los enormes recursos humanos y materiales de que dispone este país.<br />Es evidente de que si los 250 mil millones de dólares, grosso modo, que el petróleo le ha producido a Venezuela en los últimos veinte años se hubieran invertido sensatamente para lograr de esa inversión el máximo de provecho social y material, y que si se hubieran utilizado igualmente las capacidades crecientes de decenas de millares de Venezolanos con calificaciones profesionales de primer orden, hoy podríamos ser realmente uno de los países mas prósperos y desarrollados de la América Latina, un país sin deuda externa, con buenos servicios públicos, con la mejor educación para todos y la mejor salud para todos, con amplias oportunidades de porvenir y con una población marginal manejable y en continuo descenso, porque la educación, por una parte, y el crecimiento económico, por la otra, le habrían proporcionado un destino útil a cada habitante del país.<br />¿Por qué no fue posible lograr esto y, sobre todo, por qué sigue apareciendo utópico proponerlo siquiera en el día de hoy? Habría que comenzar por hacer una revisión rigurosa y sincera de todos los errores conceptuales y materiales que nos han llevado a esa situación. La causa principal, sin duda, de todos los males, es el uso irracional que hemos hecho de la riqueza petrolera. En lugar de haber construido moral y materialmente un país moderno, parecimos dedicarnos a perpetuar viejos vicios y desviaciones. Logramos hacer un Estado inmensamente rico en medio de una población que, en lo esencial, sigue siendo atrasada y marginal. La mayor parte de los recursos que debieron ir a la educación, a la salud y a las obras de infraestructura para echar las bases fundamentales de una nación moderna, se desvió y despilfarró en barata politiquería de muy corto alcance, y la mayor parte de ese ingente volumen de recursos se consumió en cubrir las pérdidas que un Estado manirroto e improvisador ocasionaba continuamente en millares de empresas antieconómicas.<br />Lo más negativo de este inexorable proceso de empobrecimiento y de pérdida de visión de los fines verdaderos de la sociedad es que las concepciones mismas que le dieron ser y que mantuvieron el falso mecanismo de distribución de riqueza terminaron por convertirse e dogmas casi religiosos de una ideología paralizante y estéril.<br />Se llegó a creer, y todavía se cree tenazmente, a pesar de todo lo que ha ocurrido en el mundo entero en los últimos años, que soberanía nacional y Estado empresario eran sinónimos, que un Estado no era verdaderamente independiente y progresista sino cuando administraba directamente la mayoría de las empresas económicas y cuando miraba con salvaje recelo cualquier forma de inversión de capital foráneo.<br /><br />Si algo ha demostrado la historia reciente del mundo es que tan sólo hay un sistema productivo capaz de engendrar crecimiento económico y progreso social, que es el viejo mecanismo elemental y profundamente humano de la economía de mercado, trabajar para el propio beneficio. Los países más ricos del mundo actual, los más prósperos, y los que están en la vía más segura de crecimiento son, precisamente, aquellos que en muchas formas mantuvieron los principios esenciales de una economía de mercado. Los países que han fracasado económicamente y socialmente, como la Unión Soviética, la Europa Oriental y buena parte del tercer mundo, han tenido en común economías estatizadas.<br />Sabemos bien que la libertad económica crea consecuencias negativas, generalmente transitorias y remediables, en los sectores menos favorecidos de la población. Estos daños son, precisamente, los que deben atenuar y compensar una política social inteligente. Pero la experiencia negativa de países tan ricos y grandes como los de la Unión Soviética, la Europa Oriental debe enseñar bien que ninguna motivación ideológica puede reemplazar al impulso natural adquisitivo del hombre por mejorar su propia condición n una sociedad abierta.<br />Quienes no hayan entendido esta fundamental lección que los grandes sucesos internacionales recientes han demostrado de manera inolvidable, estarán condenados a no entender la realidad humana y a permanecer en el más costoso de los errores.<br />Esa Venezuela posible que sus inmensos recursos materiales y humanos siguen ofreciendo todavía a este país requiere, ante todo, un replanteamiento completo de metas y fines y una revisión a fondo, que puede ser dolorosa y hasta desgarradora, de los principios políticos y económicos que están estrechamente asociados a nuestro fracaso de estos años recientes.Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-51854949752799166352009-12-10T02:58:00.000-08:002009-12-10T03:02:28.234-08:00LA PARADOJA DE VENEZUELA Y EL PETROLEOTomado de Pizarrón<br />Centenario de Arturo Uslar Pietri<br />Universidad Metropolitana. 2006:435-436<br /><br />Paradójicamente, la grave crisis que afecta a Venezuela en Lo económico, en lo social y el lo político tiene su causa principal en la riqueza petrolera en manos del Estado. En el fondo aparece el hecho fundamental de la contradicción, muy difícil de resolver, entre el Estado cada vez más rico y el pueblo cada vez mas pobre.<br />Los partidos que han gobernado a Venezuela en el último medio siglo no han sido capaces ni de comprender, ni de plantear, ni mucho menos de iniciar una política de balances, contrapesos y verdadero desarrollo nacional que fuera mucho más allá del estatismo creciente, el paternalismo ilimitado y la desnaturalización casi insalvable de todas las funciones económicas y sociales del país.<br />El desarrollo de la riqueza petrolera en Venezuela pasó por varias etapas sucesivas y diferentes. Hubo una primera etapa, desde la iniciación, en la que aquel país pobre, de limitada capacidad productiva, poblado de campesinos, comenzó a descubrir con asombro la presencia avasalladora de esa nueva riqueza. Era una riqueza que no la producía el trabajo nacional, ni el crecimiento económico del país, sino que era debida, exclusivamente, al hecho azaroso de que en el subsuelo del territorio se habían descubierto inmensos yacimientos de petróleo, que el petróleo de esos yacimientos era constitucionalmente propiedad exclusiva del Estado y que, por lo tanto, de una manera puramente accidental, el Estado se fue haciendo cada día más rico y poderoso, independientemente de la nación.<br />Era evidente que esa antinomia entre el Estado y la nación iba a provocar muy peligrosas consecuencias de desajuste económico y social e iba a desatar un proceso incontenible por medio del cual el Estado iba a ser más rico y dispendioso en medio de una nación que, a su vez y por efecto de la misma causa, iba a depender para su bienestar del gasto público. No faltó quienes advirtieran ese inmenso riesgo. Hace ya sesenta años se me ocurrió lanzar, en una forma simple y directa, lo que podría ser la consigna y la orientación fundamental de esa política de verdadero crecimiento. Propuse “sembrar el petróleo”, lo que no era otra cosa que tratar de defender el futuro nacional de las deformaciones que la inmensa capacidad de gasto del Estado podía producir de manera muy peligrosa.<br />Fue a partir de 1973 cuando la situación se hizo más grave y sus consecuencias se hicieron sentir de manera creciente. Los precios del petróleo, que ese año habían oscilado alrededor de dos dólares y medio por barril, se dispararon en una galopa impresionante a vertiginosos niveles que fueron aumentando continuamente hasta sobre pasar los treinta dólares por barril. Eso ocurrió, precisamente, mientras gobernaban en Venezuela partidos políticos caracterizados por sus declaradas tendencias estatizantes, intervencionistas y partidarias de la dominante tendencia del Estado como creador d todas las grandes empresas de supuesto desarrollo económico. Se creó así un sector público gigantesco, que alteró todas las formas de la vida nacional. El Estado se convirtió en le mayor banquero, el mayor financiador, el gran creador de empresas de todo tipo.<br />El sector público, literalmente, se tragó al país. No solo la burocracia y el gasto crecieron sin límite, sino que prácticamente todas las actividades, desde las relaciones de trabajo hasta el crédito, pasaron a depender en muchas formas del subsidio del Estado. Ese inmenso flujo de riqueza, que digerido y concebido de otra manera hubiera permitido el desarrollo efectivo de una nación moderna, próspera, equilibrada y creadora de riqueza, tuvo más bien un efecto esterilizante y desnaturalizó todas las relaciones económicas al subsidiar el conjunto nacional en todos sus aspectos, públicos y privados.<br />Semejante anomalía no era sostenible y tenía que desembocar más temprano que tarde en la inmensa crisis social, política y económica que hoy cubre a Venezuela entera. Revertir esa situación, reducir el sector público a dimensiones normales y aceptables y echar las bases para una actividad económica y social, sana y autosustentable, es ahora más que nunca el gran desafió que Venezuela tiene planteado. Desgraciadamente, los efectos del pernicioso sistema de subsidios y dádivas han creado muchas formas de dependencia que procuran defenderlo y mantenerlo.<br />Éste y no otro es el gran desafió de Venezuela: hacer ahora lo que no intento o no quiso hacer antes, cuando era más fácil, con la voluntad decidida de cambio, de enmienda y rectificación ha fondo de los errores que han llevado al país a esta paradoja trágica.<br /> Agosto de 1996 (s.f)Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-91732794115594814122009-11-30T09:22:00.000-08:002009-11-30T09:26:50.239-08:00UN MUNDO SIN UTOPÍA<div align="center">UN MUNDO SIN UTOPÍA<br /></div><div align="justify">Fuente Directa: PIZARRÓN<br />Centenario de Arturo Uslar Pietri<br />Universidad Metropolitana 2006<br /><br /> Muchas son las cosas que han cambiado en el mundo en este fin de siglo y muchas mas las que habrán de cambiar. Si algo es evidente es que los hombres de este tiempo vivimos en una de las mas grandes épocas de crisis intelectual y de transformación ideológica. Por los menos desde el siglo XVIII, en una buena parte desde que Tomas Moro escribió la Utopía, el pensamiento occidental concebía el poderoso mito de que era posible una sociedad enteramente justa y libre. </div><div align="justify"> Fue una idea mal definida pero de infinito poder atractivo, que ocasionó grandes guerras y revoluciones.<br /> Desde Tomas Moro hasta Robespierre, y hasta Lenin, la historia universal estuvo dominada por el gran mito de la promesa revolucionaria, que llego en su momento mas extremo a dividir el planeta en dos campos hostiles: el que representaron los Estados Unidos y sus aliados y el que represento la Unión Soviética con la promesa de un cambio radial de la sociedad y el hombre.<br /> Ese conflicto fundamental parecía conducir, inevitablemente, hacia una tercera y definitiva guerra mundial, de la cual difícilmente hubiera podido sobrevivir la civilización tal como la entendemos. Sin embargo, ese terrible enfrentamiento se deshizo pacíficamente con el colapso de la Unión Soviética y el mundo entró, sin darse mucha cuenta, en una nueva situación global que muy pocos pudieron prever.<br /> Desde el siglo XVI, con la imaginación utópica de Tomas Moro, hasta 1917, cuando Lenin toma el poder en Rusia, se desata una revolución que parecía conducir irremediablemente a la confrontación final. Sin embargo, la Tercera Guerra Mundial no ocurrió y el enfrentamiento del Este y el Oeste, que parecía destinado a desembocar en una gran tragedia mundial, se disolvió inesperadamente.<br /> El colapso de la Unión Soviética es uno de los acontecimientos más extraordinarios de la historia contemporánea. Casi nadie lo llegó a prever y todos los seres humanos vivieron durante medio siglo bajo el frágil equilibrio del terror nuclear. Súbitamente, de una situación de víspera prolongada, de una hecatombe mundial se paso a un mundo enteramente diferente, que todavía no conocemos bien, ni apreciamos en todas sus características.<br /> Ha surgido un mundo con una sola superpotencia, que son los Estados Unidos de América, agitado y dividido por numerosos conflictos internos, pero sin amenaza de guerra mundial.<br /> El enfrentamiento del Este y el Oeste era fundamentalmente ideológico. Eran dos concepciones opuestas de la sociedad y el hombre que se enfrentaban y amenazaban en todas las formas imaginables. Con todos sus riesgos, esta situación estableció de hecho una división del mundo clara y evidente, caracterizada por el creciente poderío y la amenaza a la paz de los países del bloque soviético. Esta situación cambio súbitamente. La Unión Soviética desapareció como gran potencia que aspiraba al domino mundial y surgió un mundo distinto, para cuyas previsiones no contamos con antecedentes.<br /> Posiblemente, el rasgo más importante de este cambio es la desaparición del enfrentamiento ideológico. Lo que ha llegado a predominar en el mundo entero es un abandono de las ideologías militares.<br /> Es muy significativo que en este momento de la historia, en que existen focos de guerra en más de cincuenta países, no haya ningún enfrentamiento internacional. Este es u hecho de inmensa significación.<br /> Lo que hay en toda la redondez de la tierra son enfrentamientos internos y locales que tienen un carácter completamente diferente al panorama que ofrecía el mundo durante la Guerra Fría.<br />Ciertamente, la presencia de la esperanza utópica fue uno de los grandes agentes de la historia del mundo, por lo menos desde el siglo XVIII. Este hecho constituye, ciertamente, un inmenso cambio en la situación del mundo y en las perspectivas del futuro inmediato.<br /> Después de vivir bajo el imperio de la Utopía durante varios siglos, el mundo se ha quedado sin ella, lo cual, sin duda, lo hace mas difícil de entender, aunque al mismo tiempo lo haya hecho mas pragmático y pacífico. Acaso lo mas importante del siglo XX, tan abundante en guerras y cataclismos sociales, haya de consistir en el simple y enorme hecho de la desaparición de la utopía.<br /></div><div align="justify"> 19 de octubre de 1997 </div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-9502181939268274192009-11-29T10:11:00.001-08:002009-11-29T10:11:16.956-08:00Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-16236278223656324892009-11-17T14:24:00.000-08:002009-11-17T14:29:44.597-08:00QUE ES LA FILOSOFIA<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrAkGp7VFtyO53nZiU2HoQzsxa5oSZTS86bRmS8b_5dD4EdotziTY0zctpFLuIopkObpls1VXR7npQhkq5cbNqMow0dcSTjqoWLeMP3yFeCms_NY6kTkW0nLInNwcaCV1awtK5bYMXAEg/s1600/Prof.+Brice%C3%B1o+7.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5405202644986895602" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 211px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrAkGp7VFtyO53nZiU2HoQzsxa5oSZTS86bRmS8b_5dD4EdotziTY0zctpFLuIopkObpls1VXR7npQhkq5cbNqMow0dcSTjqoWLeMP3yFeCms_NY6kTkW0nLInNwcaCV1awtK5bYMXAEg/s320/Prof.+Brice%C3%B1o+7.jpg" border="0" /></a><br /><div>J. M. Briceño Guerrero. Ediciones Puerta del Sol<br /><br />Además de sufrir una gran desorientación vocacional, profesional, política, social, artística y hasta sentimental los venezolanos estamos desorientados fundamentalmente en lo que respecta a nuestro propio ser.<br />El estudio de la Filosofía está necesariamente ligado a la totalidad de la problemática humana; por eso nos conduce tarde o temprano a reflexionar sobre nuestro ser y a buscar el sentido que el pensamiento filosófico mismo pueda tener entre nosotros.<br />Este trabajo, aunque sugiere algunas hipótesis, no ofrece soluciones; se justifica como intento de plantear el problema de la Filosofía en Venezuela y de iniciar un diálogo al hacer más notoria la desorientación.<br />En la primera parte describe a grandes rasgos la condición humana y la cultura, como horizonte necesario del problema a tratar; en la segunda traza un perfil de la Filosofía dentro de esa perspectiva; en la tercera enfoca directamente el tema en base a la preparación realizada en las dos primeras partes.<br />Dada la naturaleza de la serie de publicaciones en que este trabajo aparece, hemos prescindido de todo aparato técnico académico.<br />J. M. B. G. Mérida, mayo de 1962.<br /><br />La Filosofía y Nosotros I</div><div><br />La filosofía es posibilidad, actividad y producto del hombre. Para señalar sus caracteres específicos es necesario considerar previamente la condición humana en su conjunto, ya que los diferentes aspectos de ésta se sostienen y definen mutuamente constituyendo un sistema, en el cual cada parte sólo tiene individualidad y sentido por sus relaciones de interdependencia con las demás.<br />Una comparación, no poco simplista, del hombre con los demás entes nos aclara, por contraste, su condición. Mientras los minerales obedecen leyes físicas ineludibles, los vegetales tienen un ciclo vital perfectamente determinado y los animales están ligados a su mundo circundante por relaciones de interacción casi invariables, gracias a los automatismos del instinto, el hombre, aunque en su aspecto físicobiológico comparte con ellos la misma servidumbre a leyes naturales, se distingue por un alto grado de indeterminación en lo que se refiere a su conducta. No dispone de mecanismos instintivos que le aseguren la supervivencia, o ellos no son, al menos, suficientes para asegurarla. No es como las golondrinas, que encuentran sin brújulas ni mapas los lugares que buscan. El proverbio nuestro “Nadie nace aprendido” describe perfectamente esta situación. En efecto, el hombre necesita adquirir por aprendizaje lo que no le es dado por nacimiento. De aquí la necesidad absoluta que tiene de vivir en sociedad y compartir la cultura que es transmitida de las generaciones adultas a las generaciones en formación mediante el proceso educativo. Cada hombre es portador, transmisor y, a veces, creador de cultura.<br />Por cultura entendemos aquí no el refinamiento de las costumbres, el intelecto y los sentimientos por su depuración y pulimento de acuerdo con criterios y fines ético-estéticos; sino todo lo que el hombre ha creado y su actividad creadora −cultura culturante y cultura culturada. En el concepto de cultura incluimos la técnica, la religión y los mitos, la moralidad y el derecho, el arte.<br />La técnica incluye métodos de adquisición: caza, cría, pesca, agricultura, minería; medios y procedimientos de fabricación: alimentación, vestido, habitación, armamento, medicinas; etc., Varía cuantitativa y cualitativamente según las sociedades, pero conserva el mismo sentido y cumple las mismas funciones.<br />Creencias y mitos sobre el más allá, el destino del hombre, etc., acompañados de dogmas, tabúes y ritos son también parte de la cultura.<br />La existencia del hombre en sociedad está sometida siempre a reglas de comportamiento, sobre todo a prohibiciones, encaminadas al mantenimiento de un orden, sin el cual no puede haber comunidad, pero que no es dado naturalmente, sino que tiene que ser creado y mantenido por el hombre. Cuando esas reglas se precisan y aclaran, con el objeto de organizar conscientemente la vida social, se convierten<br />en Derecho, que puede ser el derecho consuetudinario o el derecho escrito de las leyes y códigos.<br />Las creaciones culturales, ya descritas a grandes rasgos, llevan implícita, en mayor o menor grado, la realización de valores propiamente estéticos. Estos pueden desligarse de todo fin ritual, mágico o técnico y conducir a la creación de obras puramente artísticas.<br />Las diferentes formas culturales –instrumentos de cocina y modo de comer, canciones de cuna y vasos ornamentales, fiestas profanas y ritos sagrados, el cultivo del rosal y la fabricación de venenos, conocimientos sobre la lluvia y trato de animales domésticos, pornografía catártica y constituciones− están sostenidas y son llevadas por una visión del mundo y de la vida, concepciones sobre el sentido de la totalidad y el puesto del hombre en ella, valores. Dicho más radicalmente: la condición humana conlleva, como estructura específica, una comprensión del ser y del no ser, del todo y la nada, del mundo y del hombre, del sentido de la vida. Sobre esa comprensión descansa la posibilidad misma de la cultura. Esa comprensión orienta la conciencia −el darse cuenta− cuya esencia y manifestación es el lenguaje, espejo viviente del universo.<br />La cultura, que constituye un todo supraindividual, posee dinamismo propio y tiende a perpetuarse por tradición, mediante una especie de inercia, logrando períodos más o menos largos de equilibrio; pero está siempre expuesta a cambios traumáticos y épocas de crisis, provenientes de contradicciones internas, inventos revolucionarios, agresiones externas o catástrofes naturales. Y, aun sin todos esos inconvenientes, cambia perceptiblemente en cada generación porque su dimensión es el tiempo, su modo de ser el devenir.<br />La finitud y la precariedad de la cultura son reflejo de la finitud y precariedad del hombre. La cultura está siempre expuesta a ser desarticulada, desmantelada, destruida; el hombre a quedarse a solas con su libertad y su radical angustia.<br />Pero aun al que le ha tocado en heredad una cultura en estabilidad relativa y, por lo tanto, puede engañarse con respecto a su propia condición, no deja de ocurrirle tarde o temprano, por las frustraciones inevitables de la vida individual, o por una sensibilidad muy aguzada, o por una gran capacidad de asombro, no deja de ocurrirle, alguna vez, que tenga el tremebundo confrontamiento consigo mismo y vea, cuando menos al destello fugaz de una intuición momentánea, la contingencia de su absurda existencia, acechada continuamente por todo género de peligros, condenada a dejar de ser, finita.<br />La condición humana es fundamentalmente incómoda porque requiere incesantes esfuerzos conscientes, trabajos y preocupaciones que nunca conducen a la seguridad definitiva. “Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza”. Por eso los dos mitos cardinales de la condición humana son el paraíso perdido y la utopía: Hubo un tiempo en que la humanidad vivió armoniosamente, la felicidad era posesión de todos, no existían ni la miseria ni la enfermedad ni la injusticia ni la angustia; o, la humanidad alcanzará esa armonía por la llegada de un salvador o como culminación de un proceso histórico ineluctable o debe alcanzarla por sus propios esfuerzos. Nostalgia del insecto o anhelo de divinización; las abejas y los inmortales no tiene problemas sociales. Los dos grandes mitos son uno: híbrido horrendo de arcángel y serpiente, el hombre está humillado por haber caído de un previo encumbramiento o por no haberlo alcanzado todavía. Cada individuo, cada pueblo intuye y formula, con mayor o menor claridad, el gran mito. Dicho en otra forma: concibe ideales y valores ante los cuales la realidad vivida queda ensombrecida. De aquí el impulso hacia nuevas formas y el proyecto. El hombre es un hacedor de proyectos, los cuales están siempre expuestos a la frustración.<br />Lo que da sentido al quehacer humano, orientando y sosteniendo los proyectos, es el conjunto de cosas que se consideran dignas de ser buscadas, conquistadas o preservadas, realizadas: los valores. Valores son la verdad, la comodidad, la justicia, el poder, la salud, la belleza, el orden, la seguridad, el placer, el honor, la gloria, etc. Tanto en los individuos como en las comunidades predominan unos valores sobre otros formando una jerarquía. Frecuentemente hay conflictos entre los<br />valores; a veces crisis general seguida de reorganización; casi nunca −aunque quizá más a menudo de lo que se cree− un completo nihilismo<br />axiológico con vocación de caos y de muerte.<br />A medida que crece y se integra a la vida colectiva mediante la educación −espontánea o sistemática−, el hombre hereda los bienes y valores de la cultura a que pertenece. Es asombroso observar cuán poco<br />originales somos, casi todo lo que tenemos nos ha sido dado: cada individuo “formado” se parece a un tipo, cae bajo un tipo categorial, para el cual había heredado las condiciones biopsíquicas y el molde cultural correspondientes; parece como si la educación no consistiera más que en aprender un papel, un conjunto de roles, para tomar parte en una gran labor teatral donde pocas veces es necesario improvisar y cuyo sentido está dado por el juego de los valores transitorios de la cultura. Los conflictos del individuo, cuando no provienen de crisis de desarrollo o dificultades de adaptación, son reflejo de conflictos intra o inter-culturales; pocas veces tienen su origen en la dolorosa actividad creadora del espíritu en lucha con la materia.<br />Pero esa ilusión teatral se explica por la ya señalada tendencia de la cultura a perpetuarse mediante una especie de inercia (la tradición); es posible sólo en largos períodos de relativa estabilidad; se desvanece al considerar que todas las formas culturales son creación del hombre, finitas como él, como él destructibles; el ser humano puede verse en cualquier momento ante un teatro caído, abandonado a su indeterminación, en ejercicio ineludible de su libertad creadora. Pobre de él si se había convertido en actor mecanizado o marioneta.<br />De todas maneras, cualquiera que sea ese estado de la cultura naciente, en plenitud de realización formal, feneciente− el hombre vive siempre en un mundo cultural y quizá lo que llamamos universo no sea sino, en un sentido más profundo, obra arquitectónica del hombre, verbo humano objetivado en el seno de la tiniebla primordial y el misterio.<br />Pero la cultura no es homogénea. Pasa con ella lo que pasa con el lenguaje: el lenguaje es prerrogativa del hombre en general, pero se nos presenta siempre en la pluralidad de los idiomas.<br />No cabe duda que los pueblos son distintos y su peculiar idiosincrasia limita en gran parte las posibilidades de manifestación formal. Esa idiosincrasia señala las direcciones de desarrollo y contiene en potencia las formas que se actualizan en el transcurso del tiempo.<br />Desde esta perspectiva puede comprobarse que ha habido culturas acabadas, culturas que han agotado, por decirlo así, sus potencialidades. Un análisis estructural de los idiomas o lenguas nos muestra con gran claridad que, antes de toda reflexión teórica, ya tienen los pueblos o comunidades lingüísticas una concepción articulada del mundo y de la vida. Dicha concepción anuncia en cierto modo cuáles van a ser las líneas de desarrollo del pueblo en cuestión.<br />La cultura dentro de la cual se “forma” un individuo determina en alto grado su estilo de vida, marca para siempre su quehacer, modela su sensibilidad y su actitud valorativa, da un aire característico a su pensar. El individuo, por su parte, puede ser factor importante en el devenir cultural; está en condiciones para ello debido al intrincamiento de determinación y libertad tan característico de la condición humana, pero los auténticos creadores de formas culturales son pocos. Además,<br />la aparición de esas formas ocurre en el ámbito de la comunidad y de una manera que no es clara y conscientemente intencional; la acción del individuo se mueve en un horizonte cultural ya dado. Es como si pudiera hablarse de creación colectiva, de los pueblos como entidades personoides.<br /><br />II<br />¿Cómo ubicamos la filosofía en el horizonte de lo expuesto? ¿Qué lugar ocupa en este contexto? Distinguimos tres conceptos de filosofía: 1) filosofía como dynamis, 2) filosofía como enérgeia, 3) filosofía como ergon. El uso que se da aquí a estas palabras griegas no coincide con el que de ellas hace Aristóteles; las empleamos como recurso lingüístico para dar énfasis a la distinción conceptual que intentamos.<br />1- Hemos visto que la condición humana se caracteriza por cierta indeterminación fundamental, manifestada en la necesaria creación de la cultura, y que ésta presupone siempre visión del mundo, concepción<br />de la vida, ideas o creencias sobre el puesto del hombre en el universo y<br />el papel que está llamado a desempeñar. Aunque no se conviertan en objeto de una toma de consciencia problematizante, estos supuestos sostienen y orientan las manifestaciones culturales y hallan su expresión en los diferentes aspectos de la lengua.<br />Así como la lengua sirve de medio para la comunicación y, como medio, es más eficiente cuanto más transparente sea; pero está constituida por un vocabulario (expresión de las representaciones y conceptos de la comunidad), un sistema fonético y un sistema formal (espejos del modus cogitandi colectivo) que no se pueden poner en cuestión, en el habla cotidiana, sin entorpecer la función comunicativa.<br />Así la cultura es medio de supervivencia y realización para el hombre, que la crea, la vive, la utiliza, la transmite; pero conlleva, como principio y fundamento, los supuestos ya anotados, que no se convierten necesariamente en objeto de estudio, sino que más bien tienden a permanecer ocultos.<br />A estos supuestos que sostienen y orientan la cultura, a estos supuestos que configuran las estructuras de la lengua, a estos supuestos que sólo son posibles dada la condición humana y la comprensión de la totalidad en ella implícita, a estos supuestos que tienden a operar en secreto llamamos filosofía como dynamis, y más estrictamente a la comprensión de donde surgen.<br />La filosofía como dynamis es universalmente humana: todos los pueblos tienen visión del mundo, concepción de la vida, ideas o creencias sobre el puesto del hombre en el universo y el papel que esta<br />llamado a desempeñar, enraizadas en la comprensión con −dicha o con− dada en el hecho de ser hombre, en la con-dicción o con-dación humana. (Séanos permitido este juego derivativo).<br />2- Todos los supuestos de la cultura son estructuraciones de la comprensión primordial, pero no son permanentes y declinan con mayor o menor rapidez para dar paso a nuevas estructuraciones, podríamos decir a nuevos mundos. Ésta su transitoriedad se debe en última instancia a que existen en el tiempo. Cuando declinan, la situación es propicia para una toma de consciencia que descubre su problematicidad. Semejante toma de consciencia no es espontánea porque la intención y la atención del hombre están generalmente dirigidas hacia el llamado mundo exterior y ocupadas en quehaceres culturales; de allí que se facilite más en épocas críticas, pero otros motivos pueden provocarla: el miedo a la muerte, el asombro, el encantamiento producido por el esplendor de las cosas, la angustia vital, el hastío y la cuita existencial.<br />Esta toma de consciencia, que problematiza lo hasta entonces inadvertido por obvio, puede conducir a una reflexión crítica que se enfrenta a los problemas descubiertos y trata de darles una solución inteligible, orientada hacia una interpretación coherente de la totalidad, interpretación que se problematiza a sí misma y trata de justificarse racionalmente.<br />El que así reflexiona pretende remontarse a los primeros principios y opera en forma conceptual. Habrá triunfado si logra darse una explicación razonante, autofundamentante de la totalidad, acompañada por las instrucciones correspondientes sobre la forma adecuada de conducirse, o, por la prueba de la tales instrucciones.<br />Sin embargo, en el transcurso de esa reflexión total fundamental y final no deja de haber supuestos más profundos que pasan inadvertidos y que corresponden a pre-juicios, a decisiones previas, de los cuales el reflexionante por no darse cuenta no se “da cuenta”, de manera que puede tener la ilusión de haber alcanzado su meta cuando en realidad se encuentra muy lejos de ella. Es más, sabemos que la reflexión racional parte necesariamente de supuestos irreductibles, se mueve dentro de límites ya dados. He aquí la finitud de la reflexión racional.<br />Cuando el problematizador radical de lo obvio y de sí mismo inicia auténticamente la actitud y actividad reflexivas, se lanza ipso facto in medias res; todas las cuestiones, por su estrecha relación e interdependencia, forman una sola: sin embargo es posible y, por razones metodológicas, conveniente distinguir aspectos en ese todo sistemático. Distinguimos tres. Podrían distinguirse más o menos; pero<br />ninguna de las divisiones aspectales que se pueden proponer es absolutamente necesaria; todas subllevan inevitablemente una decisión, en último análisis irracional, sobre el criterio distinguidor.<br />Distinguimos pues, tres, siguiendo aproximadamente la acentuación que se observa en la historia de la filosofía: a) reflexión sobre el ser, b) reflexión sobre el conocimiento, c) reflexión sobre el valor.<br />a) Se trata de un intento racional de concebir la totalidad de lo que es y el significado de Ser. Implica este intento una renuncia previa a toda ayuda sobrehumana, concíbase ésta como se quiera, por ejemplo como una revelación divina; implica, además, complementariamente, la decisión previa de apoyarse en el poder de la razón y operar de manera conceptual, es decir, utilizando sólo recursos humanos.<br />El pensamiento científico, que consiste en dividir la realidad llamada exterior en campos bien delimitados para estudiarlos de acuerdo con un método preciso, sobre supuestos aceptados e indiscutidos, persiguiendo un saber sistemático con posibilidad de plena realización, −el pensamiento científico es una derivación y degradación del pensamiento filosófico y sólo puede surgir y desarrollarse sobre bases puestas por la filosofía. La idea, por ejemplo, de que el universo es un todo coherente, gobernado por leyes accesibles al entendimiento humano −supuesto imprescindible de la investigación científica− tiene su origen en el pensamiento filosófico y es sólo posible cuando éste se sobrepone al pensamiento mítico.<br />b) El poder de la razón misma se ha problematizado y el conocimiento de la totalidad se ha puesto en tela de juicio al volverse el pensador sobre sí mismo, escindiendo sujeto y objeto, para preguntarse sobre la esencia del conocimiento, su origen, su extensión, sus tipos y, sobre todo, su validez: concepto y garantía de la verdad.<br />En un principio, los esfuerzos encaminados a concebir la totalidad racionalmente se hicieron sobre un supuesto indiscutido, pero formulado desde muy temprano en la historia de la filosofía.<br />Parménides escribió en forma lapidaria: “lo mismo es pensar y ser”. La estructura del ser y la de la razón son la misma. Aunque sin justificación, había allí, en semilla o en botón, una teoría del conocimiento. Pero no pasó mucho tiempo sin que el problema se convirtiera explícitamente en objeto de la reflexión que, después de múltiples ensayos, culminó en el monumental trabajo de Manuel Kant.<br />De la “revolución copernicana” que este hombre produjo en el filosofar,<br />con su tratamiento del problema gnoseológico, no se ha recuperado todavía el pensamiento filosófico: los más grandes pensadores actuales viven a la sombra de Kant.<br />No está de más apuntar que la ciencia, por su propia existencia, plantea problemas gnoseológicos, no en cuanto a su desarrollo interno o a su progreso ya que puede encarar sus dificultades y crisis inmanentes con los recursos de que dispone, sino en una dimensión diferente: la de sus fundamentos. Cada ciencia recibe de regalo el principio, el objeto, el método; pero la filosofía que tiene que buscar siempre su propio principio y cuyos métodos y objeto son problemáticos, investiga, en ocasión de las ciencias, sin negar la validez que éstas tienen dentro de sus respectivos límites, sus condiciones de posibilidad, las razones que permiten su existencia y la sostienen. ¿No son acaso las ciencias creación del hombre? La filosofía yendo al origen, estudia el hecho del surgimiento de la ciencia y las condiciones que, en última instancia, lo posibilitan en el mundo del hombre.<br />c) El mundo del hombre está estructurado valorativamente. Su arquitectura está configurada por el sistema de valores predominante. Éste determina el grado de importancia que se da a cada actividad, la atención preferencial que se dedica a unos objetos sobre otros e, incluso, la visión misma de los entes. Cada cultura y dentro de ella cada<br />época −es ciega para ciertos aspectos de la llamada realidad exterior y, en cambio, muy vidente para otros. El estudio del vocabulario, la morfología y la sintaxis de las diferentes lenguas muestra este hecho con asombrosa claridad.<br />Pero cada cultura tiene, bajo todos los cambios en su estructura valoral exteriorizada, un fundamento valoral menos mutable que no puede destruirse sin producir el derrumbe de todo el edificio cultural, cuyas formas desarticuladas e individuos pasan a ser, en el mejor de los casos, material bruto en el desarrollo de culturas vivientes.<br />La reflexión filosófica, como tercer aspecto dentro de la triple división que hemos escogido, se dirige hacia el valor, lo tematiza, lo problematiza, toma consciencia de su orden jerarquizado, trata de descubrir su naturaleza, de determinar su modo de ser distinguiéndolo<br />de los entes cósicos Desde esta perspectiva se presentan tremendos problemas: ¿Hasta qué punto dependen los conocimientos −y la teoría misma del conocimiento− de valores subyacentes a la actividad cognoscitiva? ¿Hasta qué punto está la concepción filosófica de la totalidad, del ente y del sentido de Ser denominada por valores previamente dados, en inadvertida vigencia? ¿No están las ciencias sustentadas y dirigidas por un valor supremo −la verdad− cuya naturaleza es problemática? ¿No parte la filosofía misma de una valoración del intelecto, de la razón, de lo conceptual, no se ha dado acaso en un ámbito cultural definido? Pero también se puede preguntar en dirección contraria: ¿No afecta el conocimiento la vigencia y hasta la validez de los valores relativizándolos? ¿No ha destruido ya muchos? o: La comprensión originaria del Ser, la luz natural neutra ¿no será previa a los valores? ¿No dará la interpretación primigenia y absurda de esa comprensión las estructuras básicas sobre las cuales encuentran los valores su posibilidad de existencia? o: ¿Hay valores ya dados en la desnuda condición humana, o son secundarios en orden de fundamentación, creados? ¿Es el valor una posibilidad de necesaria, pero variable realización? ¿ Hay una jerarquía absoluta de valores? A esta reflexión crítica sobre el Ser, el conocimiento y el valor −empresa teórica, conceptual, dirigida hacia la totalidad, buscadora de su propio principio, problematizadora de lo obvio−; a esta reflexión crítica en su actu-alidad, en su act-ividad, mientras sucede, mientras pone en movimiento al ser del meditador a esta reflexión crítica, en esta forma concebida llamamos filosofía como enérgeia o filosofar.<br />3) Ahora bien, la filosofía como enérgeia conduce generalmente a la producción de obras filosóficas. Los pensadores han ensayado respuestas a sus propias preguntas, soluciones a sus problemas teóricos y los han comunicado de viva voz o por escrito. Esas respuestas y soluciones tienden a articularse dentro de un todo coherente, dentro de un sistema de pensamiento. Perduran pasando por tradición de maestro a discípulo y adquieren cierta estructura cósica, son semejantes a objetos fabricados, a productos técnicos.<br />Los que adoptan un sistema filosófico suelen organizarse en escuelas que tienen por objeto el estudio, perfeccionamiento y difusión de aquél. Los integrantes de una escuela encuentran en el sistema que propugnan una estructuración racional de su concepción del mundo y de la vida y de su actitud ante ellos. Cumple pues el sistema una función estructuradora y orientadora del pensamiento y de la acción, además de proporcionar un esquema teórico dentro del cual se puede ubicar simplificándola y distorsionándola, toda la experiencia.<br />Un sistema filosófico puede degradarse aun más: puede simplificarse y aplanarse para lograr una divulgación más amplia y fácil y convertirse en expresión y justificación de los intereses y valores de una clase social determinada, y servir como arma para conservar privilegios o para destruirlos, en las luchas intraculturales.<br />A los productos del filosofar, a los sistemas de pensamiento, con su carácter de artefacto y su tendencia a sufrir degradaciones progresivas −refugio contra la intemperie existencial del hombre, organización de los contenidos de la consciencia desmitificada para mantener el equilibrio psíquico, arma intelectual de grupo−; a los productos del filosofar, pues, llamamos filosofía como ergon o filosofías y, en sus degradaciones más bajas, ideologías.<br />La filosofía como ergon tiene como perspectiva el poder ser utilizada como instrumento, manejada como cosa en el quehacer cultural. Pero no sólo los sistemas son producto del filosofar. La reflexión crítica ya considerada inventa métodos, maneras de tratar los problemas; métodos y maneras que pueden adquirir cierta rigidez ajena a la filosofía como enérgeia, sobre todo cuando se usan de segunda, tercera o cuarta mano. Son los modelos de filosofar; a ellos los incluimos también en la filosofía como ergon.<br />Sin embargo la forma más sutil en que se presenta la filosofía como ergon es el estilo que caracteriza a la tradición filosófica desde sus comienzos. Ejemplo: se ha estilado siempre tratar el problema de la totalidad mediante divisiones topológicas, agotar el todo mediante su repartición en los departamentos de un esquema fundamental; así nos encontramos con mundo visible-mundo inteligible, materia-forma, cosa en sí-fenómeno, rescogitans-res extensa, sujeto-objeto, etc. A esta<br />división conceptual se agrega la búsqueda de un ente supremo, ente de<br />los entes, ente originario que sirva de coronación a una jerarquía arquitectónica de la totalidad intelectualmente reconstruida.<br />La filosofía como enérgeia, el filosofar surge dentro de una tradición caracterizada por un estilo, modelos y sistemas, surge dentro de la filosofía como ergon. Un amplio conocimiento de la tradición, sin filosofar, además de ser necesariamente superficial, no pasa de ser árida erudición. Un filosofar que ignora la tradición es diletantismo: no<br />logra la buscada relación directa con los problemas porque se encuentra bajo el imperio de la tradición, tanto más fuerte por cuanto opera secretamente desde la lengua, mundo que nos toca en heredad donde se han sedimentado los pensamientos más altos gastándose y banalizándose. Sin embargo, es interesante lo que resulta del diletantismo unido a la genialidad como en el caso de Federico Nietzsche, quien si bien estaba en muchos aspectos por debajo del nivel<br />ya alcanzado en la tradición, se elevó sobre ella en ciertos puntos a alturas quizá no logradas todavía por el pensamiento contemporáneo. Deprimente es, en cambio, la erudición unida a la mediocridad como en el caso de tantos profesores e historiadores de la filosofía; pero su función como conservadores de la tradición no es de despreciar.<br />De manera, pues, que el filosofar (filosofía como enérgeia), se apoya en la tradición (filosofía como ergon) y se manifiesta como diálogo. Pero en ese diálogo el ergon al ser representado en su origen, conduce a la primitiva enérgeia que lo produjo y que es la misma del filosofante, del nuevo interlocutor en el siempre renovado decircontradecir-condecir actual y lúcido. Sólo que es muy difícil, por no decir imposible, “desergonizar” la tradición completamente; su poder tiene como vimos, formas sutilísimas de vivir inadvertidamente. He aquí un aspecto de la finitud del pensador.<br />Ahora bien, lo que hemos descrito bajo los títulos: “filosofía como enérgeia” y “filosofía como ergon’’ no es universalmente humano. Se trata de posibilidades humanas realizadas sólo en el ámbito de una cultura: la occidental. En efecto, el filosofar es una creación de los griegos, la tradición filosófica comenzó en Grecia; luego se extendió por<br />toda la Europa occidental, cuya cultura está marcada indeleblemente por el espíritu griego. En todo el esplendor de su florecimiento diverso y diferenciado, la llamada cultura occidental despide una fragancia helénica; atravesando el tiempo, sus raíces más vitales se nutren en el suelo de Atenas, y tienen aire ático sus creaciones más altas, como peloponésico estruendo sus más hondas caídas. Si nos viéramos obligados a resumir en una sola palabra el destino de Occidente, diríamos “Filosofía”. Un ejemplo: fue la concepción filosófica griega de<br />la totalidad como universo gobernado por leyes, accesible al entendimiento humano, inteligible, lo que posibilitó el surgimiento de las ciencias y su prometéica aplicación. Los griegos son responsables de<br />ese signo tremendo y ambiguo que marca a la Era Atómica.<br />Cuando al comienzo de este trabajo enumeramos los aspectos de la cultura en general no pretendíamos ser exhaustivos; sin embargo, la omisión de los aspectos filosofía y ciencia fue intencional. La filosofía y<br />las ciencias son griegas. La técnica, dondequiera que se presente, supone prescripciones, recetas que, contempladas desde otra perspectiva, se convierten en fórmulas científicas, teoremas, leyes; pero<br />esa otra perspectiva apenas entrevista por otros pueblos, fue abierta amplia y definitivamente por los griegos con su valoración del saber y del comprender como fines.<br />La gran civilización técnica, que tiende actualmente, por diversos medios, a imponerse sobre todo el globo terráqueo, no es concebible sin el desarrollo de las ciencias puras, nacidas en Grecia, alimentadas y llevadas adelante por la cultura occidental.<br />Poniendo ahora las cosas en su puesto hemos de decir: la cultura occidental no es el camino necesario de la humanidad. Grandes pueblos han vivido durante milenios sin filosofía y sin ciencia porque han realizado otras posibilidades humanas más cónsonas con su idiosincrasia y con su peculiar interpretación del sentido de Ser.<br />Una noción muy difundida de cultura en general la presenta como creación universalmente válida que tiene un centro generador móvil; se la compara, haciendo gala de pésimo gusto, con una antorcha que va pasando de la mano de un pueblo a la de otro; se mueve de oriente hacia occidente, nos dicen, como el sol; cada pueblo hace “contribuciones” más o menos importantes; algunos están a la vanguardia, otros se han quedado rezagados; existen pueblos “primitivos” que tienen por fuerza que civilizarse con la ayuda de sus hermanos mayores, y otros aun “subdesarrollados” que han de multiplicar sus esfuerzos para participar plenamente de los bienes y valores creados por Occidente, los únicos que pueden sacar a la humanidad de la “barbarie” para conducirla a su más alto destino.<br />No es difícil desenmascarar esta noción como sutil ideología occidentalizante erizada de juicios de valor. Sin esos juicios de valor ¿cómo se podría despreciar la cultura de los guahibos, la de los hotentotes, la de los esquimales, la de los motilones? ¿No son ellos también seres humanos que han inventado su forma de vida, sus palabras de terror, combate y esperanza, su danza de inestable equilibrio entre el ser y la nada, su cultura? ¿De dónde surge esa desmedida arrogancia que lleva a la cultura occidental a convertirse en<br />juez y emperatriz de todas las demás?.<br />La expansión de la cultura occidental se debe a contradicciones internas y a su espíritu fáustico y se apoya en el poderío técnico logrado<br />sobre todo después del renacimiento. Abusando de sus deletéreos artefactos y en olímpico desprecio de los valores de otros pueblos, los occidentales han destruido sin titubear; no hay lugar donde hayan entrado sin desmantelar no sólo las formas exteriores de las culturas no<br />europeas, sino y sobre todo su arquitectura interna hecha de materiales<br />sagrados.<br />Las culturas no europeas han sido derrotadas debido a su inferioridad técnica y a su deslumbramiento ante los grandes juguetes mecánicos de Occidente −abalorios modernos que los llevan a olvidar sus valores más altos.<br />La única esperanza de los pueblos así derrotados consiste en tratar de conseguir que su derrota sea completa y definitiva. Nos explicamos: con sus templos profanados, sus dioses pisoteados, su quehacer tradicional desarticulado, su concepción del inundo dislocada por implacables invasores, los pueblos “subdesarrollados”, para librarse de la esclavitud, tienen que adoptar las formas culturales de sus opresores, usar sus armas materiales e ideológicas, aprender su ciencia y su técnica, emplear sus métodos de organización social. En caso de triunfo (independencia político-económica, autodeterminación), la derrota cultural no podría ser mayor: transformación completa de acuerdo con patrones extraños a su idiosincrasia, renuncia a sus rumbos creadores más auténticos, enajenación de si mismos. Para vencer a los pueblos colonialistas e imperialistas de Occidente, es necesario dejarse derrotar por su cultura.<br />Entre las cosas que les toca aprender, importándola como ergon (pero en la esperanza de ejercerla un día como enérgeia) a semejanza de sus amos y enemigos, está la filosofía, nervio central y destino de Occidente.<br />Repitamos que la cultura occidental no es el camino que aguarda a toda la humanidad, al cual se llega por determinismo intrínseco, sino la posibilidad humana realizada por Europa. Si hoy nos vemos ante la universalización de lo occidental, ello se debe a la fuerza expansiva y gran poderío técnico de esa cultura.<br />Porque la filosofía como dynamis no conduce necesariamente a la filosofía como enérgeia. La filosofía como dynamis es también arte como dynamis, religión como dynamis, mito como dynamis y puede conducir a formas no filosóficas de enérgeia en la reflexión sobre la totalidad. Los mismos motivos existenciales que conducen a la filosofía, pueden conducir a otras manifestaciones, y ¿quién sabe que la condición humana no puede abrirse a horizontes hasta ahora desconocidos?<br /><br />III<br /><br />ahora llegamos a un punto en que podemos formular con sentido una pregunta muy importante: ¿Pertenece nuestra patria, Venezuela, a la cultura occidental? De la respuesta a esta pregunta depende nuestra relación con la filosofía, con la única tradición filosófica del mundo, la occidental. Guillermo Morón dio a esa pregunta, en una de sus obras, la siguiente formulación: “¿Venimos de los griegos?”; formulación concisa, desafiante, plena de sugerencias.<br />Respondemos: Venezuela (podríamos decir Latinoamérica) está emparentada con la cultura occidental y descendemos de los griegos por línea bastarda. Somos un pueblo mestizo de cultura sincrética, surgida del encuentro traumático de tres tradiciones: la occidental, la india y la negra. Triunfó la occidental. La india y la negra fueron desmanteladas, desarticuladas, humilladas. Todas nuestras instituciones son creación de la cultura occidental; hablamos una lengua europea.<br />Pero ese triunfo es más superficial de lo que pudiera creerse: las formas culturales qué tenemos no han calado profundamente en el material humano que intentan configurar.<br />Distinguimos, pues, por una parte, formas culturales europeas más o menos modificadas, y, por la otra, el material humano mestizo. Las formas culturales europeas fueron creadas por los pueblos occidentales en el transcurso de largos siglos de experiencia; desarrolladas y afirmadas en el enfrentamiento con sus propios problemas, son la manera peculiar en que esos pueblos han ido resolviendo sus problemas vitales. Entre nosotros tienen un afincamiento parcial, nos quedan flojas o apretadas; no son nuestras a pesar del bastardo parentesco que nos une a sus creadores.<br />El material humano no es de por sí totalmente amorfo, antes por el contrario está estructurado aquí y allá por restos fragmentarios de culturas no europeas; ni pasivo: lo arriman fuerzas creadoras que tienden a constituir y expresar la idiosincrasia mestiza, pero que no lo logran porque se encuentran oprimidas, inhibidas, enceguecidas por las formas europeas imperantes.<br />Esa nuestra idiosincrasia mestiza, que no ha podido manifestarse positivamente en la creación de formas culturales propias, se manifiesta, sin embargo, negativamente de múltiples maneras como oposición, obstáculo y entorpecimiento de las instituciones que nos rigen. Así tenemos: en el trabajo, el “manguareo”; en la educación sistemática, la “paja” o el “caletrazo” mal digerido de manuales por parte de los profesores, el “apuntismo’’ y el “vivalapepismo’’ por parte de los estudiantes; en la vida social, la “mamadera de gallo”; en la producción literaria y artística, el “facilismo” (los signos de un estilo literario y un lenguaje plástico propios se encuentran, pero hay que buscarlos mucho); en la política, el “bochinche”, el “caudillismo”, el “golpismo”; en las posiciones de responsabilidad el “paterrolismo” y el “guabineo”; en la lucha por el mejoramiento personal, el “pájarobravismo”, el “compadrazgo” y la “rebatiña”; en la religión, el “ensalme”, la “pava”, la “mavita”, el “cierre”, los “muñecos” y las “lamparitas”; etc., etc. Es evidente, por otra parte, que en los proyectos, quehaceres y opiniones predominan la emoción sobre el pensamiento, la magia sobre la razón, el mito sobre la historia, la corazonada sobre el<br />cálculo frío.<br />Es asombroso lo que puede revelar la observación atenta de la arquitectura y la decoración interna en los diferentes medios sociales de nuestro país. La arquitectura, concreción de todos los aspectos de la cultura y camino hacia ellos, no ha sido utilizada hasta ahora como medio de autocomprensión nacional.<br />Un estudio de la lengua española en Venezuela, que fuera más allá de lo pintoresco y se dirigiera lúcidamente a los cambios fonéticos y sobre todo sintácticos, mostraría la presencia de factores que no pueden explicarse recurriendo solamente a las condiciones generales del cambio lingüístico intracultural. Un sistema simbólico como la lengua, usado por un pueblo que no lo creó y que por lo tanto no encuentra expresada en él su idiosincrasia, experimenta cambios peculiarmente sutiles, especialmente cuando recursos artificiales como la escritura y los medios modernos de difusión oral, mantienen aparentemente su integridad. Tal es el caso del idioma español en Venezuela (podríamos decir en Latinoamérica); pero los estudios hasta ahora emprendidos son miopes; más allá de la colección de “americanismos”, los pasos dados son tímidos y cortos porque les ha faltado una hipótesis de trabajo de gran aliento.<br />Ahora preguntamos: si esas oscuras fuerzas creadoras, que constituyen lo más auténtico de nuestro ser y que no han podido manifestarse sino negativamente, tuvieran libre campo de acción, fueran liberadas de la red de estructuras formales que las ocultan y oprimen ¿a dónde conducirían? ¿qué nuevas formas generarían? ¿a qué cultura insospechada darían nacimiento? Es de imaginar que entonces pelearíamos combates íntima y auténticamente nuestros, con total compromiso, en ejercicio de nuestra originaria libertad, con la más genuina autonomía existencial.<br />Pero cualquier respuesta a estas preguntas es ociosa, ya que, por las razones anotadas para los pueblos no occidentales, reforzadas en nuestro caso por el parentesco señalado y por la no estructuración autónoma de nuestra idiosincrasia, todas las actividades conscientes de<br />la nación están dirigidas hacia el logro de la plena vigencia de las formas de vida y valores creados por la cultura occidental.<br />En efecto, la gestión de los gobiernos, los programas de los partidos políticos, la aspiración formulada de la gente bien −a pesar de las profundas diferencias con respecto a método− tienden a la realización de una vida larga, saludable y cómoda para todos; al desarrollo ilimitado de las ciencias y de la técnica para conocer bien el medio físico-biológico-histórico-psíquico y dirigirlo racionalmente poniéndolo “al servicio del hombre”; al refinamiento del espíritu mediante el cultivo de las artes, las letras y el pensamiento europeos; etc. Poner en duda la suprema jerarquía de este ideal significaría desafiar la ira de los dioses, poseer una absurda vocación de martirio o estar irremediablemente loco. ¿Quién podría u osaría en nuestro país oponerse, por principio a la erradicación de las enfermedades y de la ignorancia; a la industrialización; a la introducción del logos, de la ratio, del cálculo, de la planificación en la agricultura y la cría, en la construcción de viviendas, en la producción de bienes de consumo; a la transformación de nuestra mentalidad mágica en tina mentalidad lógica? Los estadistas, los políticos, los economistas, los maestros y profesores, con mayor o menor buena fe y acierto, están embarcados en<br />esta empresa. Los divide, en el fondo, la diferente interpretación de la propiedad y de la libertad, diferencia que refleja el conflicto actual entre las grandes potencias.<br />¿No se consagra definitivamente un intelectual, un artista, un investigador científico si sus obras son aceptadas y admiradas en Europa como “contribuciones originales” en el campo respectivo? ¿Y no<br />debería ser su aspiración mínima estar “al día” con los movimientos europeos en la rama del hacer cultural a que se dedica? Ante semejante estado de cosas, la filosofía en Venezuela puede concebirse de varias maneras: a) Como una de las tantas cosas y actividades que importamos como ergon, en el deseo esperanzado de practicarla un día como enérgeia para llegar al más alto nivel de la cultura occidental. Ésta no nos es extraña: su participación en nuestro surgimiento como pueblo y como república ha sido de la máxima importancia. La adquisición de la tradición filosófica europea y el intento de desarrollarla entre nosotros son deberes inaplazables, porque de lo contrario nos moveríamos en un diletantismo intelectual vergonzoso que no nos dejaría ocupar puesto alguno en la mesa donde dialogan los grandes pensadores de la cultura buena y verdadera. Tenemos escuela de filosofía en las facultades de Humanidades de Caracas y Maracaibo; en el bachillerato humanístico la materia filosofía se explica durante un año; en otras escuelas y facultades no deja de haber de vez en cuando un curso de introducción a la filosofía o historia de las ideas. Ilustres españoles han sacrificado su vida en el noble empeño de enseñárnosla. Si hoy en día imitamos en forma balbuciente al último filósofo que haga “bulla” en Europa o nos concentramos en el estudio de algún grande del pasado, con ostentación y aires de profundidad, llegará el día en que tengamos contacto directo con el espíritu de esa tradición y podamos encarnarlo.<br />b1) Debe enseñarse una sola filosofía (ergon) la que ha sido diseñada para conducir al hombre a su completa liberación; la que en conocimiento de las leyes que rigen la historia, puede predecir el porvenir; la que hace consciente a cada quien del momento histórico en que le ha tocado vivir y le señala su papel; la que se apoya en el desarrollo de las ciencias apoyándolo a su vez; la única que tiene la historia a su favor. La verdad sobre el mundo y el hombre se conoce ya,<br />sólo hace falta difundirla, predicarla. Cualquier falla que se crea o se quiera ver en su luminosa estructura, depende del lente interesado con que se mira. Cualquier falla auténtica será pulida, corregida, dejada atrás, pues no se trata de una anquilosada estructura dogmática, sino de un sistema orgánico en perpetuo movimiento dialéctico; sólo las leyes fundamentales, máxima conquista del intelecto humano, permanecen inalterables porque son las leyes de desarrollo de la realidad misma.<br />b2) Debe enseñarse una sola filosofía (ergon) la que es antesala de la fe y, por lo tanto, de la salvación del alma; la que, en conocimiento de l tránsito por la tierra y prepararlo para la eternidad; la que, sin negar la razón, la transciende por el amor; la única que tiene a Dios de su parte. La verdad sobre el mundo y el hombre se conoce ya, la revelación ha sido explicada y estructurada racionalmente sobre bases sagradas; sólo hace falta predicarla, difundirla, vivirla. Aunque el reino del hombre no es de este mundo, se puede y se debe remediar lo que es remediable, la injusticia social, la miseria; pero no por la violencia, sino por la comprensión y el amor. Existe ya una doctrina clara y bien articulada para lograr este fin. (b3), (b4), (b5), (b6), etc.<br />c) La filosofía −y todo lo que “por allí humea”− es cosa abstrusa que no sirve sino para complicarse la vida d) Sin despreciar la tradición filosófica europea −hemos dedicado y dedicaremos largos años a su estudio; donde quiera que se filosofe auténticamente habrá de recorrer el pensador sus laberínticos caminos, sufrir sus aporías−; sin menospreciar la estremecedora potencia de las ideologías como artefacto de combate en las luchas intraculturales que producen el cambio, impulsadas por tremendas contradicciones y en rumbo hacia ideales inciertos y cambiantes −los grupos, clases, pueblos en pugna tienen el derecho y la necesidad de forjarse armas ideológicas−; sin escarnecer al hombre que nace, crece, se reproduce y muere de acuerdo con los patrones culturales que lo “formaron”, jamás poniéndolos en tela de juicio, asomándose nunca a sus propios abismos −ser hombre es de por sí ya bastante difícil como para agregarle adrede los problemas de la reflexión filosófica; los muchos aceptan la parte que les toca, se enardecen en su puesto de combate o se encogen bajo los golpes, saborean su mendrugo de amor y pagan puntualmente su cuota de dolor a la vida, no reintrogrediendo intencional y explícitamente su situación−; sin agredir, en suma, ninguna de esas concepciones y actitudes, dejándolas vivir en su plano, distanciándolas como dados, consideramos que es posible y urgente para los que en nuestro país se aplican a la reflexión filosófica romper la enajenación involucrada en el<br />hecho de instalarse totalmente en cualquiera de ellas, buscar nuestros estratos más profundos y, en aceptación de lo que somos como pueblo, emprender la interpretación de nosotros mismos.<br />Más acá de los conflictos intraculturales, más acá de la tradición europea, más acá de las formas indias y negras que en extraño sincretismo conviven con las occidentales, más acá de la cultura que no hemos inventado está nuestra idiosincrasia de pueblo, la concreción singular de lo humano en esta tierra nuestra. Pero más acá aun, aquí mismo, centro primigenio, nuestra libertad y nuestra finitud irremediables.<br />Hemos alienado nuestra radical libertad, por eso las oscuras fuerzas creadoras de nuestro pueblo no pueden manifestarse sino negativamente. A un enfrentamiento de nuestra libertad consigo misma sólo podemos venir por un camino de regreso que atraviese lúcidamente todos los estratos hasta llegar aquí.<br />Al rechazar y condenar las manifestaciones negativas de nuestra idiosincrasia −oscura y pertinaz defensa en que fulgura la sangre fecunda de dioses mestizos degollados− no hacemos sino enajenarnos más y más.<br />Para que pueda surgir un filosofar venezolano o un filosofar en Venezuela, una reflexión genuinamente nuestra dirigida a la totalidad, interpretadora del ser y la nada, del conocimiento y del valor, para saber o hacer nuestro destino, para decir nuestro Ser y ser nuestro Decir tenemos que emprender un largo viaje hacia nosotros mismos </div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-7169107896339841632009-11-16T13:29:00.000-08:002009-11-16T13:31:15.315-08:00VIGENCIA DEL PENSAMIENTO HISTORIOGRÁFICO DE DON TULIO FEBRES CORDERO<div align="justify"><span style="font-family:courier new;"><strong>Rafael Antonio Lunar Leandro<br />Universidad de Oriente<br /></strong></span><br />La Concepción Historiográfica de Tulio Febres Cordero.<br />Ahondando en la obra de Tulio Febres Cordero, se aprecian referencias a lo que el acontecer historiográfico se refiere, tanto a la forma de escribir la historia, a la importancia de su estudio, al historiador, apreciaciones sobre la historiografía venezolana y las fuentes empleadas por el autor.<br /><br />A.-Cómo se Escribe la Historia.<br />Para Febres Cordero la labor del historiador está circunscrita a exponer de manera objetiva, sin dogmatismo los hechos por él investigador a la vez que debe prescindir de “.esas galas con que los buenos ingenios saben hermosearla.”43. En oposición a ello el autor optó en su producción escrita un estilo tendiente “.a expresar las ideas con lacónica sencillez, sin divagaciones ni encumbramientos fantásticos sobre todo en. . . trabajos históricos. 44.<br /><br />B.- La Importancia del Estudio de la Historia para Tulio Febres Cordero.<br />Puede afirmarse que en toda la obra de Tulio Febres Cordero referente al tema histórico existe una exaltación al estudio y la enseñanza de la historia pues “. la instrucción logra cultivar buenos frutos en predio de la psicología popular”45 expresando en esta referencia a la instrucción el amplio valor que ella posee, para el logro de formar esas conciencia colectiva, y de esta forma a la vez se aprecia el lugar que esta ocupa en la historia, ya que es “ muy importante. nutrir la mente del niño de conocimientos que lo instruyan y den lustre a su espíritu. 46 y así de esta forma “.enseñarle la historia”47.<br />De allí que debe tomar de esta según Febres Cordero lo que sea necesario y útil, y no tomar lo que “. Tiene de cuento, o nociones puramente elementales”48 Mas adelante expresa el autor, que siendo ya jóvenes estén”. Conscientes y puedan comprender y meditar lo que estudian. . .”49 para que así puedan formarse“ideas del progreso de la humanidad a través de los siglos, del espíritu que ha dominado en cada época y de los caracteres peculiares cada raza en orden a instituciones sociales y adelantamientos en artes y ciencias”.50, dejando así expresado su pensamiento con respecto al estudio de la historia, pues ella es “pregonera de la verdad”.<br /> C.- El Historiador.<br /><br />a) El quehacer historiográfico.<br />Para Tulio Febres Cordero la formación del historiador comienza desde temprano, con el desarrollo intelectual del individuo; ejemplo de ello es su propia formación e interés por la historia, descrito por él de la siguiente manera:<br /><br />Flores, ensueños y esperanzas esas es la juventud. Así también fue la mía, pero con una rara y genial añadidura: tanto me deleitaba el perfume de las flores, como el olor de las cosas rancias. A los veinte años en pleno hervor de las bellas ilusiones, apartaba muchas veces, los ojos de las cosas más placidas y hermosas, para fijarlos en un sillón viejo, como en un cacharro indígena o en algún pergamino apolillado y polvoriento; y antes que aprender el galante idioma de Víctor Hugo, me aplicaba con todo empeño en recoger la lengua de los aborígenes, deseoso de conocer su fonética y penetrar en su especial estructura (p.51).<br /><br />Esa inquietud la convirtió en un oficio que él consideraba de aficionado, pero, su interés e inclinación natural, contribuyó a darle valor a nuestra historia – particularmente la del occidente del país- aportando desde su perspectiva, con una producción histórica para la nación. Esa inclinación a todo lo que fuera “prenda” del pasado, esta búsqueda de huellas es lo que más adelante formará su incesante preocupación por el quehacer histórico.<br />Apreciando Febres Cordero de esta manera el valor que poseían esas joyas de ese pasado, su interés por que se continuara su obra queda expresada en este párrafo cuando señala: “aun hay ignoradas cuantiosas riquezas en el arca insondable de la antigüedad”. 52 y la tarea que debe cumplir el historiador, cuyo trabajo apreciaba, implicaba“, idas y venidas, buscas y rebuscas que a veces exige el trabajo de disipar sombras en torno a un punto histórico” 53.<br /><br />b) La labor del historiador.<br />Tulio Febres Cordero siempre tuvo presente la importancia de la historia para todos los pueblos, y, por lo tanto, la del individuo que la estudia. Para comprender la importancia que para el autor tenía esta labor, citemos nuevamente una de sus ideas más acordes al respecto“servir a la historia de un país, es servir a sus intereses más sagrados por que en la historia esta la principal riqueza de las naciones” 54. De allí que la contribución del historiador a lo largo de su labor es la de trazar esos cuadros que conforman la historia, y es por medio de su labor que se va a lograr”. Trazar esos cuadros por escrito, hay que describirlos en el conjunto y los detalles para formarse una idea de la vida y costumbres de un lugar en determinado tiempo. 55 pues solo existe. Una historia íntima, real y verdadera. 56.<br />c) La objetividad del historiador.<br />La objetividad es algo que debe estar presente en toda obra seria, y el historiador por lo tanto tiene que practicarla, y para Tulio Febres Cordero es deber de quién se dedique a la historia, despojarse de todo apasionamiento que nuble su sentido común, pues, ésta, según él, es una labor dispuesta a transmitirnos de manera fiel el hecho histórico tal como sucedió, debe ser. “Ajena a entusiasmos y momentáneas conveniencias”. 57.<br />Señalando igualmente que “los trabajos de historia no exigen vuelo fantástico ni feliz inventiva sino serena y minuciosa investigación sobre los hechos y sus causas”. 58. El interés que mueve al historiador es exponer lo Verdadero fundándose en las fuentes, pues, como el autor dice, no es hacer “gloriosas efemérides.59 sino de apuntar todo “de manera fidedigna” 60.<br />Su preocupación es la verdad, y es lo que confiere el valor a toda investigación histórica “ya que por el camino de la historia hay que ir siempre con la antorcha de la verdad en la mano”, 61 entendiéndose en esto la responsabilidad del historiador en su forma de ser, ente objetivo para con la historia.<br />D.- Apreciaciones Sobre la Historiografía Venezolana.<br />A medida que fuimos consultando la obra historiográfica de Tulio Febres Cordero, se pudo apreciar que una de sus mayores inquietudes era hacer resaltar la historia del occidente del país, con el propósito de hacer incorporar la misma en el contexto general de la historia de Venezuela. También quedó de manifiesto la crítica de cómo se había escrito esa, pues en ella siempre dominaba lo político y lo militar, dejándose de lado otros aspectos importantísimos y sin considerar el acontecer regional y local.<br />En relación a la temática llegó a señalar que “el vivo interés que despiertan los sucesos políticos y militares, hace que muchos historiadores, por referirse a ellos, de preferencia dejen en el tintero lo que atañe a las costumbres, tradiciones, artes, industrias y medios de vida de cada lugar, cosas que son de tanta importancia para fijar la fisonomía histórica de un pueblo como el relato de los movimientos políticos y acciones de guerra” 62.<br />En su inquietud por impulsar una nueva forma de escribir la historia y con su idea de que la historia del Occidente fuese reescrita para el resto del país, se dedicó a recolectar documentos, tradiciones orales, objetos indígenas, y toda clase de libros. Ello porque consideraba que hasta ese momento en la historia patria no figuraba mucho sobre el Occidente. Así, apreciaba que “en las historias de Venezuela, hasta el presente publicadas, sin exceptuar la de Baralt, casi no figuran en la parte antigua los pueblos que formaron el Gobierno y Capitanía General de Mérida y el Espíritu Santo de la Grita” 63. Agregando que estos estados “como no tuvieron cronista o historiador propio que diese a conocer sus orígenes, muy pocas son las noticias que sobre ellos se conocen” 64; como también en virtud del hecho de “que por no haber formado parte de la Gobernación de Venezuela estos estados allí reside la razón en que no figuren en la Historia de Oviedo y Baños, la cual se refiere a la Gobernación de Venezuela” 65.<br />Esto le impulsó a investigar y acopiar gran cantidad de noticias acerca de la ciudad de Mérida, de la región andina y zonas aledañas cuya máxima expresión, quedó plasmada en sus obras, Clave Histórica de Mérida y Décadas de la Historia de Mérida y en múltiples artículos en los que resaltaba una diversidad de aspectos de aquellos espacios históricos. Su obra Décadas de la Historia de Mérida, en la que intentó resaltar la historia emeritense y sus relaciones con el resto del Occidente del país, como igualmente con respecto a los indígenas de los Andes Venezolanos observaba que los estudios sobre ellos no estaban bien desarrollados, tanto en lo concerniente a la forma de vida, como a la de su lengua, al señalar que siendo “pueblos de relativa cultura, en paralelo con los otros de Venezuela para el tiempo de la conquista, muy tarde vinieron a ser objeto de estudios especiales” 66 y lamentando, a la vez, “ver como ha desaparecido casi del todo un idioma que pudo haberse conocido en beneficio de la lingüística e historia precolombina de Venezuela” 67.<br />En relación a la época colonial, aporta Tulio Febres Cordero gran cantidad de documentos, como también comentarios referentes a los hechos narrados por los cronistas que utiliza como fuente. En lo que se refiere a la forma en que estos emprendieron el estudio de nuestra historia, Febres Cordero señala que se nota una constante “en la opinión de los primeros cronistas de América a este respecto cierta preponderancia al criterio religioso sobre el científico, a que no podían sustraerse ni los ingenios superiores, puesto que era el espíritu del tiempo; y por ello no es extraño ni mucho menos censurable que se pretendiese dilucidar entonces .aquello que ha menester además un paciente y minucioso trabajo en el campo de los hechos” 68. Por ejemplo, cita a Fray Pedro Simón cuando éste, parafraseaba el texto “de aquella profecía del patriarca Jacob sobre la tribu de Isacar de donde toma pié este historiador para presentar a los indios de América como descendientes de tal tribu israelita” 69. Al igual expresa Tulio Febres Cordero a los primeros cronistas españoles en la forma en que se referían a los indios, a excepción del padre Las Casas, en donde “el pobre indio sale siempre mal parado en los relatos” 70.<br />De la guerra de independencia hace un claro bosquejo donde explica la forma como se había escrito su historia refiriendo los intereses que privaban en cada uno de los bandos para justificar la contienda: “el arrojo y denuedo en el combate era heroísmo en el Republicano y ferocidad en el Realista. El fusilamiento de los prisioneros se consideraba en el patriota como el cumplimiento del tremendo deber en vista del Decreto de Guerra a Muerte, mientras que en el realista se calificaba siempre como un acto de injustificable barbarie estábamos de quién a quién. El mismísimo sistema empleaban los primeros escritores y cronistas realistas en cada patriota veían un maldito, un salteador de caminos” 71 y al respecto añade “por gran dicha los tiempos ya son otros. La exaltación natural de los ánimos del pasado, ya puede el crítico, el biógrafo o escritor señalar lunares que deslucen la faz radiante de nuestros héroes, con la misma pluma con que ensalzaban sus preclaras virtudes” 72. De allí que expresaba su anhelo por que definitivamente se revisara la guerra de independencia lejos de todo apasionamiento y con una percepción “ajena de entusiasmos y momentáneas conveniencias” 73.<br />En lo que respecta a la época republicana, cuyos primeros historiadores escribieron su historia haciendo resaltar lo “militar”, hace mención de los estudios que hasta ese momento se venían realizando, considerando que “es ahora ciertamente cuando empieza la obra verdadera critica histórica sobre los sucesos de la independencia y la primera época de la nacionalidad venezolana” 74.<br />Y sobre la revisión de esa historia que hacen los nuevos historiadores dice “de aquí esa afición noble que se observa hoy en mucha parte de la juventud seria y literaria del país a penetrar en los arcanos del pasado, desde los tiempos precolombinos hasta las épocas más recientes” 75.<br />Entre esos historiadores contemporáneos Tulio Febres Cordero cita a Arístides Rojas, considerado por él como “sabio historiógrafo” 76, igualmente emite juicio sobre Gil Fortoul al reconocer que “ha venido figurando a la cabeza de esta activa falange de investigador” 77. En relación a Eloy G. González, señala que realizaba trabajos sobre los tiempos de la Independencia y la Gran Colombia”.con brillante peregrinación crítica” 78. También señala a Tavera Acosta nombrándole el “copioso e inteligente historiador”.<br />Podemos decir por tanto que Tulio Febres Cordero, con cierta agudeza y visión analizó la historiografía Venezolana que le antecedió y de su época, haciendo observaciones, rectificando errores y sugiriendo cambios, pues como él apreciaba. “la historia debe ser la mensajera de la verdad, y nadie que sea poseedor de estos datos concernientes a los sucesos pasados, esté eximido del deber de contribuir a depurarla de errores que, ora por pasiones de partidos, ora por que se dé fé a tradiciones equivocadas, se cometen con frecuencia en la narración de los hechos” 79.<br /><br />E.- Fuentes Empleadas o Citadas por Tulio Febres Cordero.<br />Como el mismo autor manifiesta, desde su más temprana adolescencia sintió el deseo de investigar cosas pasadas, no con el afán de coleccionar y acumular objetos, sino por transmitirlos, para que a su vez fuesen de utilidad para las futuras generaciones. Su pasión por los archivos, los periódicos viejos, los “cacharros” precolombinos, los relatos orales, y todo cuanto fuera testimonio del pasado, constituyen las fuentes para formar su obra histórica. Pero también supo aprovechar el trabajo historiográfico de cronistas y otros historiadores.<br />Febres Cordero confirió gran relevancia a los relatos suministrados por los cronistas de Indias “ora ensanchado el relato de estos, ora ratificándolos en vista de documentos que no tuvieron razón para conocer, por hacer dormido sueño de centurias en los archivos” 80; siendo los cronistas de mayor cita: Oviedo y Baños, Fray Pedro Simón, José Gumilla y Fray Pedro de Aguado.<br />Entre los historiadores contemporáneos de su consulta cita a: Rafael María Baralt, Felipe Larrazábal, en materia de geografía cita a Agustín Codazzi, también nombra a Manuel Landaeta Rosales, Arístides Rojas, Lisandro Alvarado, Luis Alberto Sucre, Laureano Vallenilla Lanz, Telasco Mc. Pherson y José Gil Fortoul, haciendo mención igualmente de los trabajos de José Ignacio Láres. De los historiadores extranjeros refiere a Luis Moreri, Alejandro de Humboldt y Ernesto Restrepo.<br /><br />F.- Criterios que Orientan su Labor Historiográfica.<br />Uno de los aspectos que nos llama la atención en la historiografía de Tulio Febres Cordero es su preocupación por el rescate de las cosas que nos son propias. Este criollismo, como el mismo lo define, es parte fundamental de su conciencia histórico cultural, al considerarlo como “orientación permanente, por ser esto lo más ventajoso y lo más conforme con la razón y el patriotismo” 81. De allí que este criterio guió su producción escrita, y ello en razón de considerar que nuestra cultura era el resultado de costumbres “modalidades consagradas por el tiempo, hijas del carácter étnico, de preocupaciones ancestrales, de condiciones climatéricas” 82. Factores que según él nos identifica a cada uno de nosotros como producto de este medio que es Venezuela.<br />Su percepción del problema como puede apreciarse, siguiendo los elementos básicos utilizados por el Positivismo, le llevó a desarrollar una práctica del criollismo que determinó su concepción de la cultura venezolana, expresada de la siguiente manera: “lo importante y trascendental es tener cultura propia trabajada con elementos del patrio suelo; una cultura única e inconfundible que difiera en psicología y genialidad de las de los otros países; una cultura que refleje el alma nacional y exhiba ante los extraños nuestros gustos y aficciones peculiares; nuestra peculiaridad e idiosincrasia; nuestras tradiciones y costumbres; una cultura que tenga, en fin, olor y sabor a Venezuela” 83<br />Cultura que para Tulio Febres Cordero no debía quedarse en los límites de la nacionalidad, sino que requería de los elementos exógenos más positivos, sin que ellos llegaran a transformar los nuestros, a fin de que Venezuela pudiera mostrar hacia fuera la riqueza de esa cultura “permanente y trascendental basada en la historia, en la psicología, en los rasgos de carácter y en las costumbres y tradiciones.84 formando todo eso “la honda y sagrada raigambre de la nacionalidad” 85.<br />De este modo podemos apreciar como Febres Cordero basa la cultura en la historia, la cual está llena de innumerables ejemplos de glorias, que son tesoros inmensos, no para conservarlos sino para exhibirlos ante el mundo.<br /><br />G.- El Periódico Como Medio de Difusión Histórica.<br />Tulio Febres Cordero en su extensa producción literaria da muestras de gran erudición, pues abarca el estudio de gran parte del saber humano. En este quehacer recurre al periodismo como medio de transmitir sus conocimientos no solo de lo cotidiano de su ciudad sino también para informar desde las breves columnas de sus periódicos toda una gama de hechos pasados de distinta naturaleza con la finalidad de contribuir a formar una conciencia histórica-cultural, particularmente en los merideños.<br />La importancia que atribuye al periodismo como vehículo de información, en lo que a la historia respecta puede apreciarse en su deseo de brindar “de tarde en tarde retacitos de historia y párrafos sobre diferentes conocimientos útiles en forma breve y sintética casi siempre”86, breves como se puede apreciar, en los distintos artículos que escribió o reprodujo de otras fuentes, y según él dispuestas a aceptar cualquier crítica dirigida a aumentar la información o corregirla.<br />Todos los periódicos que editó, y aquellos en los cuales contribuyó con sus artículos, serán medios de comunicación de interés para todos por su contenido cultural abarcando mayormente temas de la historia de Venezuela y algunos de la historia de otros países. Tal es el caso de su más difundido periódico El Lápiz, que estaba impregnado de ese toque característico de lo producido por Febres Cordero, y fue expresión de un empeño por la difusión de la historia a través del periodismo.<br />El autor comprendió la utilidad de este medio de difusión de ideas y lo aplicó al campo de la historia pues a su entender “el periódico es y será siempre un libro abierto a los ojos del mundo” 87 y de allí que comprendiera su valor como fuente para el estudio de la historia al expresar que es el periódico “un manantial de enseñanza derramado sobre la haz de la tierra” 88 satisfaciendo “la curiosidad general” 89 y por su importancia como tal le llevan a escribir que “es depósito sagrado en que queda la memoria de los hechos, material que ha de servir en kalendas más remotas para levantar el sólido monumento de la historia”90. De esta manera se puede apreciar la utilidad, el valor y el objeto del periódico, al cual se refiere Tulio Febres Cordero de esta manera “romper un periódico equivale a privarnos en lo sucesivo de una cosa útil y cuidado que la pérdida es irreparable” 91.<br />Los periódicos editados por el autor y los cuales tuvieron más difusión fueron: El Lápiz (1885) El Centavo (1900) y El Billete (1902). En cada uno de ellos aparecen artículos referentes a historia local, regional, nacional y de otros países, hacemos notar que el más completo, y dedicado al tema de la historia fue El Lápiz, el cual en toda su duración fue vehículo de difusión de ideas, noticias históricas, repertorio bibliográfico y artículos de las más variada índole cultural.<br /><br />H.- Consideraciones Sobre la Concepción Historiográfica de Tulio Febres Cordero.<br />En lo referente a la historiografía podemos apreciar que el autor trató de exponer los hechos por él investigados de una manera clara y sencilla, pero esto no es suficiente, el historiador debe tratar de describir los hechos de una manera en que lo sencillo no esté reñido con la fiel exposición de los mismos, y que es producto de un examen crítico y profundo de los hechos y sus causas, dando a conocer lo básico del proceso histórico estudiado.<br />Estamos de acuerdo con Febres Cordero en lo que se refiere al estudio de la historia y nos permitimos añadir que es necesario su estudio para así comprender mejor al hombre y su devenir. Todo esto en función de fijarnos una perspectiva ante el mundo, pues por medio de la Historia obtendremos una global apreciación de lo que somos y hacia donde vamos.92<br />Con respecto a la opinión del autor en referencia a cómo debería ser el historiador, fijamos nuestra posición al reafirmar que el individuo que se dedique al estudio de la Historia debe hacerlo por vocación y estar consciente de la función que va a desempeñar con respecto al mundo. También debemos expresar que gracias a un buen estudio de técnicas y una metodología adecuada que le sirvan de instrumento para emprender su tarea logrará obtener buenos resultados en su campo de estudio: el devenir humano.<br />En lo tocante a la objetividad encontramos una correspondencia con la concepción positivista. Al igual diremos que el historiador no puede ser del todo objetivo, siempre le impulsará alguna motivación, pero está en cada cual tratar de dirigir su investigación de la forma más imparcial posible, pero no impidiéndole esto tener una visión seria del objeto de estudio.93.<br />De la historiografía Venezolana hace Febres Cordero una crítica a la forma, en que se dirigieron los estudios históricos en Venezuela hasta ese momento, y estamos de acuerdo con él pues hasta entonces todo el enfoque de la misma se dirigía a exaltar héroes, enumerar batallas y referir acciones políticas.<br />Debemos reconocer el aporte en datos que nos ofrece Febres Cordero, y los cuales juzgó necesarios para incorporar la historia del Occidente del país, al acontecer historiográfico del resto de Venezuela. Inquietud ésta que siempre estuvo presente en él, y de allí su extensa producción sobre esta área del conocimiento histórico venezolano.<br />En cuanto a las fuentes por él utilizadas es de destacar su gran inquietud por documentarse y aumentar los testimonios para enriquecer el conocimiento de la realidad histórica estudiada.</div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-86826759034035777982009-04-02T18:28:00.000-07:002009-04-02T19:00:51.152-07:00LUIS BELTRAN PRIETO FIGUEROA “Activista y Revolucionario”<div align="center">LUIS BELTRAN PRIETO FIGUEROA<br />“Activista y Revolucionario”<br /></div><div align="center"> </div><div align="justify">Autor:<br />Prof. Suzuky Margarita Gómez Castillo<br /><a href="mailto:suzukygomez@gmail.com">suzukygomez@gmail.com</a><br />Universidad Pedagógica Experimental Libertador.<br />Instituto Pedagógico de Miranda "José Manuel Siso Martínez"<br />Especialista en <a href="http://www.monografias.com/trabajos34/planificacion/planificacion.shtml">Planificación</a> y <a href="http://www.monografias.com/trabajos11/conce/conce.shtml">Evaluación</a> de la Educación (USM)<br />Magíster en <a href="http://www.monografias.com/trabajos10/venez/venez2.shtml#h">Historia de Venezuela</a>. (UCV)<br />Candidata a Doctora en Historia (UCAB)<br />Miranda - Venezuela<br />Año: 2008<br /><br /><br />Luis Beltrán Prieto Figueroa “Activista y Revolucionario”, ejercicio que reconstrucción de la Historia Social e Institucional de la Educación y la Pedagogía en Venezuela y el papel que jugó Luis Beltrán Prieto Figueroa como educador.Para la realización del mismo se investigó como depositario principal el Archivo Luis Beltrán Prieto Figueroa, para la comparación se utilizaron documentos contenidos en la Colección Pensamiento Político Venezolano del Siglo XX, las entrevistas compiladas por Guillermo Luque, se cotejo con la prensa escrita de la época, sin olvidar los valiosos aportes de la Bibliografía especializada.<br />Los Primeros años "de Margarita a Caracas" bajo la Ley de Libertad de enseñanza.<br />Luis Beltrán Prieto Figueroa (1902-1993), nace en La Asunción, (capital de actual Estado Nueva Esparta), hijo de Loreto Higuerey joyero de oficio, hombre culto y ávido lector. Su madre doña Josefa María Figueroa González es panadera expresa Lovera De Sola, R "vio luz en un hogar de intensa inquietud política y arraigado celo cultural". Desde niño y bajo la influencia familiar fue estimulado a la lectura virtud que le acompaño el resto de su vida.<br />Realizó los estudios primarios en la Escuela Federal Graduada Francisco Esteban Gómez de su ciudad natal (1918) y en la misma a los 18 años se inicia como maestro, situación regular para la apoca señalado por Jesús Lasheras"…la constitución, se basa en la libertad absoluta que tiene cada ciudadano para enseñar lo que a bien tenga, dentro los límites del orden público, la moral, y las buenas costumbres…"<a name="_ftnref3"></a>. Tiempo después comenzará sus estudios de secundaria en el Colegio Federal La Asunción hasta que fue clausurado 1925, cuando se traslada a la capital abandonando su terruño, por el deseo de culminar sus estudios secundarios. Resulta oportuno entonces exponer lo siguiente:<br />Prieto realizó su educación elemental en su ínsula natal. En 1914 concluyó la primaria en la "Escuela Francisco Esteban Gómez". Luego debió entrar a trabajar para el sostenimiento familiar. Esto es buena prueba que el trabajo no le hace daño al niño sino que no sólo le educa sino que lo enseña a vivir como lo dijo Arturo Uslar Pietri…esto en el caso de Prieto no dejó de laborar, en un finca, como encargado o en su propio negocio en el cual vendía almidón y aceite…y la inquietud por formarse nunca lo abandonó.<br />Este anhelo casi se ve arruinado ya que para la época nuevas modalidades de estudio se habían hecho vigentes y no le reconocen plenamente la primaria cursada en La Asunción, situación que marcará la vida pública del maestro y que años más tarde deberá enfrentar junto a su equipo. Su problema es el resultado de una política educativa que comienza en enero de 1913, y posterior a la clausura de la Universidad Central de Venezuela, donde el ex rector Dr. Felipe Guevara Rojas es nombrado Ministro de Instrucción Pública y decreta la libertad irrestricta de enseñanza. En este mismo orden, Lasheras (que cita Fernández Heres, Rafael en Memoria de cien años), nos ilustra:<br />Para complemento de las medidas mencionadas…el Ministerio se ocupa de la cuestión, no menos grave ni menos compleja, de la enseñanza privada, especie de escondrijo donde se refugian en última instancia todos los errores que no trata de extirpar en los planteles públicos, amparados por el justo renombre y legitima reputación que algunos Institutos particulares han alcanzado en el país. El público, por tanto tiempo palpo la inanidad de las antiguas Escuela Federales, de atraer y seducir fácilmente por los nombre, pomposos o piadosos, de que se valen empresas particulares, de explotación más bien que de instrucción, con perjuicio de uno de los más sagrados intereses de la comunidad. Ya el Código de Instrucción Pública vigente había señalado el rumbo en la lucha contra los abusos de este género prohibiendo que se le dé a los planteles particulares una denominación que no corresponda a la instrucción que efectivamente suministran, y que por esta razón pueda inducir a error acerca de la misma naturaleza y extensión de la misma…La enseñanza privada es libre por su naturaleza misma, pero para que obtenga validez legal, tiene que ser dada por personas provistas de títulos o certificados que acrediten su idoneidad, y conforme a los programas oficiales…"<a name="_ftnref6">[6]</a><br />En 1914 el Ministro Felipe Guevara Rojas, demanda el Código de Instrucción Pública de 1912 por inconstitucional en los artículos referentes a la enseñanza privada por estar en contradicción con la garantía de libertad de enseñanza y se amparándose en la Constitución Nacional Vigente para la época y obtiene como resultado que el régimen de libertad de enseñanza no priva al Estado de su control, ya que conservara la potestad de velar por el orden y los intereses sociales.<br />Señala el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa años más tarde en un análisis sobre esta situación:<br />La declaratoria de nulidad del Código de instrucción de 1910, determinó la aprobación de una serie de leyes, que si bien inspiradas y mejor estudiadas que las anteriores, desde el punto de vista estrictamente pedagógico, introducían en el país un sistema de libertad de absoluta en educación en la educación que no estaba de acuerdo con nuestras tradiciones, ni se avenía con la modalidad especial de la psicología del pueblo venezolano, ni mucho menos se acordaba con la evolución de las ideas de política educacional aplicadas en el mundo entero. En estas leyes, sin embargo, se conservo el control absoluto de los exámenes que se ejercía por intermedio del Consejo Nacional de Instrucción, organismo a quien competía realizar los exámenes desde la educación primaria hasta la superior, impartida esta en escuela especiales por estar cerrada la universidad.<br />Cualquier ciudadano podrá fundar establecimientos docentes y enseñar cualquier área de conocimiento sin necesidad de previa licencia, ni sujeción a reglamentos, pero en cuando se trataba de la entrega de títulos profesionales, certificados de Primaria y Secundaria era exclusividad de Estado ya que se planteaba una situación no de instrucción sino de orden público, y el Estado establecía su control a través de un cuerpo de examinadores independientes de la institución. Se convierte esta situación en la primera prueba de constancia que formará en Luis Beltrán Prieto Figueroa su personalidad, ya ve de cerca como estudiante las desigualdades entre los ciudadanos de un mismo Estado, él no recibe su Certificado de Primaria. Y supera esta adversa circunstancia por la única salida que se le presenta, la cual consiste en repetir el 4°, 5° y 6° grado.<br />Llega Prieto a la capital y cursa estudios en Liceo Caracas (luego Andrés Bello), que era dirigido por el maestro Don Rómulo Gallegos (1884-1969), debe alternar su preparación con un trabajo que aliviara sus penas económicas, el de vigilante privado del Instituto Bolívar de Rafael Naranjo Ostty, del cual llego a ser Maestro y Director. Es Ministro Rubén González, este desde un principio abre un proceso contra la concepción de Guevara Rojas (1916 +), el Ministro plantea que la Libertad de enseñanza, tal como se venía aplicando, no convenía a nadie, ya que sus procedimientos nos resultaban ajenos y por otra parte argumentaba que era el Estado el que poseía el derecho no solo controlar el producto del proceso formativo sino también el proceso mismo. Es por ello y "basado en estos conceptos [que] terminará redefiniendo la función del Estado en educación y libertad de enseñanza".<br />Para 1927, se gradúa de bachiller en Filosofía y Letras y presenta como tesis un trabajo titulado "La adolescencia: estudio Psicopedagógico “que trasluce su necesidad de trabajar con la juventud, posteriormente ingresa a la instrucción pública, en 1928 se integró a la Universidad Central de Venezuela para cursar estudios en Derecho, en 1929 es maestro en la escuela Ángel Rivas de El Valle. En el país dentro del ámbito de las políticas educativas, se continúa el debate profundo suscitado en 1924 cuando se sanciona la Ley Orgánica de Instrucción, la cual restablece el papel vigilante del estado en la educación y surge la "Concepción que desembocará en el estado docente", se elimina la libertad de estudios.<br />Los debates y críticas entre sectores que defienden o difieren de esta ley alcanzará a 1929, pero Rubén González le da un giro a la relación Escuela y Estado, donde la última toma su rol de tutor y de allí en adelante la definición de Instrucción Pública se aplica de la siguiente forma:<br />Por instrucción pública se entenderá aquella en que "se de la enseñanza y se expidan las certificaciones de estudios necesarios para la obtención de un certificado o título oficial" sean los institutos públicos o privados, y "por instrucción privada la que se da en institutos o cátedras no inscritos y que por consiguiente no persiguen el fin indicado.<br />La explicación del Director de la cartera de Instrucción no fue bien tomada por las autoridades eclesiásticas y mucho menos por los dueños de las instituciones privadas, recoge Rafael Fernández Heres en su Memoria de Cien Años, que el Arzobispo de Caracas, Mons., Felipe Rincón González, demando las Ley de Instrucción pública ante la Corte Federal, alegando que era un medida contra la garantía constitucional de libertad de enseñanza, en palabras del mismo autor ya mencionado, por ser del agrado de Gómez el Arzobispo retiró su iniciativa, dando paso a una comisión de seis juristas que en representación de las partes estudio el problema. Esta comisión acordó por mayoría que había colisión entre la Constitución y las Leyes de instrucción en referencia y el problema se superó.<br />La intransigencia de algunos representantes de establecimientos privados de instrucción se continúo sintiendo, oponiéndose a la nueva legislación, esto lo podemos aseverar en las memorias de instrucción de años posteriores, y consideramos importante señalar que con frecuencia la respuesta a estas solicitudes estaban contenidas de descalificaciones, acusándose a estos ciudadanos entre otras palabras de "Individualistas y Antisociales". Es este el panorama en el cual comienza a desenvolverse el joven Prieto al iniciar formalmente su carrera docente entre la Escuela Federal República del Brasil (1930), la Escuela Federal República de Paraguay (1932-1936), el Colegio San Pablo (1932-1940, Profesor de: Psicología, de Geología y Mineralogía), el Colegio Católico Venezolano (1932-1940, Profesor de Castellano), espacios donde instruirá y creara sus redes de políticas educativas y gremiales.<br />Durante el periodo 1932-1936, el maestro Prieto Figueroa también ejercerá como Profesor de castellano en el Liceo Andrés Bello. De allí pasa a ejercer en la Escuela Normal de Caracas (1936-1937, Profesor de Psicología), que posteriormente se llamará Miguel Antonio Caro. Ayuda además, en el Instituto Pedagógico Nacional (1936) donde ejerce como Profesor de Educación Cívica y Sociología de la Educación. Funda junto a otros insignes venezolanos en 1932 la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria en un país donde todo estaba prohibido, esto constituyo una hazaña y no conforme a ello también erigieron la Asociación Cultural femenina en la cual el maestro participo activamente la sede de ambas fundaciones la constituía el Colegio San Pablo regentado por los hermanos Martínez Centeno.<br />En 1933 conoce a su futura esposa, Cecilia Oliveira Rangel, estudiante de la Escuela Normal de Señoritas. Con ella engendro 12 hijos: Luis, Lilia, Cecilia, Delfina, Nirma, Gonzalo, Edgardo, Delfina, Ana, María, Lesbia, Dida y Olga. En 1934, se gradúa de doctor en Ciencias Políticas y Sociales, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), con la tesis "La Delincuencia Precoz", cuyo contenido se desarrolla en explicar los problemas juveniles desde tres ejes , lo legal, lo pedagógico y lo sicológico, es parte de una serie de trabajos que desarrollaría Prieto a lo largo de su vida.<br /><a name="xcontex"> </a>Contexto Político Educativo en el Tiempo Pre revolucionario<br />Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria. El Tiempo Gomecista. 1932-1935<br />La Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria (S.V.M.I.P.) se funda en Caracas el 15 de enero de 1932, se reunieron un grupo de maestros en la Escuela República del Paraguay, en la esquina de Cují, con el propósito de de dar forma a un proyecto muchas veces conversado y que evidenciaba la necesidad de acción y participación de estos docentes, la dictadura de Gómez era muy estricta, en la Venezuela de esa época no se conocen libertades, son escasas la publicaciones especializadas, son restringidos los espacios para discernir y los maestros encontraban muy pocos lugares para combatir esta situación, escasamente se podía saber que pasaba fuera de nuestra fronteras, es allí cuando surge la necesidad de crear una agrupación que les permita crecer. Se tomo de Guillermo Luque la siguiente cita:<br />Tenían esos maestros como motivación principal el común interés por la renovación de la educación venezolana tanto en sus métodos como, y no menos, en esa mezquina orientación social que mantuvo en el analfabetismo a las mayorías.<br />Y fue así como un grupo de maestros en ejercicio de sus funciones docentes se organizo y crean la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria. Pero este grupo de maestros contaban con la presencia de líderes, entre los cabe mencionar por supuesto al maestro Prieto, acompañado de su paisano Miguel Suniaga, egresado de la Escuela Normal de Maestros y quien laboraba en la Escuela República del Brasil, otros fundadores son Víctor Manuel Orozco y Luis Padrino; encargados de la promoción, dando charlas, realizando conversatorios y reclutando a los docentes recién graduados o en el último años con el fin incorporarlos a las actividades.<br />También los directivos eran incorporados a la organización, podemos mencionar a Cecilia Núñez Sucre, subdirectora de la Escuela Normal de Mujeres, se integraban todos aquellos que sentían necesidad de ampliar sus horizontes como fue el caso de la Dra. Mercedes Fermín, José Rafael Mena y José Antonio López. Se invitaba y se iban integrando, en razón a esto expone la Dra. Mercedes Fermín, en una entrevista que le proporciona a Guillermo Luque:<br />Acudió a esa llamada también la Escuela República del Brasil, que eran maestros distinguidos, no tan jóvenes, pero muy inquietos e interesantes como doña Rosa Venegas e Isaura Correa, que después fue directora de la Escuela Normal; debemos agregar a doña Virginia Ruiz, Ana Gertrudis Soep, Manuela Álvarez, quien después fue directora de la Escuela Normal Gran Colombia, maestra muy distinguida No los recuerdo a todos, pero estoy en viendo en este momento las reuniones que teníamos y que culminaron en esa constitución de la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, para lo cual ofreció el local de su colegio el profesor Núñez Ponte, puesto que nos reunimos ahí, en el colegio Sucre, que quedaba justamente en la esquina del Cuji, frente a frente con la Escuela República del Paraguay.<br />La idea de Constituir la S.V.M.I.P. tenía muy aparte de los objetivos ya planteados los promover la participación de la elite educativa venezolana, formar lideres y cuadros en las instituciones escolares así como formar un movimiento de participación nacional con las restricciones imperantes por la situación política y fue de Luis Beltrán Prieto Figueroa en coautoría con Miguel Suniaga, quienes ejecutaron ese proyecto, ya que años más tarde observaremos todos los alcances de esa organización, los maestros estarán en cargos relevantes, serán en su mayoría activistas del partido del pueblo y participaran generando debates en eventos cruciales para el magisterio de América latina. Exhibimos la palabra del Maestro Prieto en este contexto:<br />La Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción primaria era una organización sencilla, con el objeto de estudiar los problemas de la Educación e intervenir en el proceso de desarrollo de la actividad educativa en el país. Esa era una sociedad en cierta manera muy amplia pero con pocos líderes, escasa cantidad de gente que se ocupara efectivamente del problema de la educación. Todos figuran en la Revista Pedagogía, todo figuran en la organización.<br />Pero la S.V.M.I.P., no es una organización de masas, se puede considerar como una sociedad democrática, con influencia de las ideas socialistas que se discutían mucho en aquellos momentos, no podemos olvidar que aún estaba fresco el escenario de los días de la Revolución Rusa y el crecimiento del socialismo en Europa.<br />Una reflexión interesante se obtiene en una respuesta del Dr. Prieto cuando se le pregunta sobre el pensamiento de los fundadores de S.V.M.I.P., especialmente sobre su presidente Roberto Martínez Centeno y vicepresidente Miguel Suniga a lo cual contesto:<br />Ellos no eran grandes ideólogos. Eran personas activas dentro de la vida del magisterio, pero no eran ideólogos; esa de concebir la sociedad para darle sentido político y social no estaba dentro de la mente de organizador. Yo les lleve a esos cargos sé pues, hasta donde podían llegar y cuáles eran sus limitaciones porque yo era el líder, yo era el organizador aún cuando apareciera sin ningún cargo, yo fui el organizador de todo eso; pero a mí no me interesaba, ni me era oportuno, aparecer en el contexto general porque a mí me interesaba la organización propiamente dicha, no me interesaban las cargos de la organización.<br />En 1935 Prieto se asume como presidente de la S.V.M.I.P. apartándose de sus funciones de secretario ejecutivo, deja de circular entonces la Revista Pedagógica órgano de difusión de la organización, el gomecismo había notado su actividad y según el maestro "No, no era cuestión de señalamiento sino cuestión de previsión. Porque sostener ideas revolucionarias en aquel momento era un peligro".<br />El ministerio comenzó a prohibirles a sus maestros afiliarse a la organización, según Prieto porque allí se les brindaba a los docentes:<br />Cierto contenido ideológico, [se] orientaba el proceso educativo, creaba en los maestros preocupación por la educación, cosa que no se hacía desde el Ministerio… y tuvo temor de que la SVMIP lo suplantara en la función que a él le correspondía.<br />En la S.V.M.I.P se podían leer revistas que traídas de Francia y España que alertaban sobre el movimiento de la Escuela Nueva o Escuela Activa, llegaban de contrabando trabajos de líderes del Brasil amigos personales de Prieto tales como Lourenco Filho y Adolfo Ferriere, también influenciados la innovadora corriente, se plantea dejar a tras la educación tradicional, en la S.V.M.I.P se realizan círculos de estudio también para estudiar a Pestalozzi, a Montesori, Froebel y compararlos Dewey, se esperaba romper con el carácter memorístico de la instrucción y vincular a la comunidad, fortalecer la vinculación entre la familia y la escuela.<br />Retomamos la entrevista de la Dra. Fermín que nos ejemplifica la incorporación de las nuevas estrategias que trae la Escuela Nueva, entre la que destacamos el método de proyectos Williams Kilpatric:<br />Cuando yo soy maestra de la Escuela Delgado Palacio, tengo mi reunión de padres, tenemos las actividades de los huertos escolares, y vienen los padres los domingos y repartimos el producto de los huertos, y mantienen contactos con nosotros. Estábamos compenetrados con todas esas ideas, y tratando de poner en práctica esas cosas… muchos maestros se interesaron hacer la práctica. Entre ellos Luis Padrino, José Antonio López…pero yo estaba sola ahí, entonces yo tenía que movilizar la Escuela, estimular al director para que consiguiera las semillas. Efectivamente, hicimos nuestro jardín y cultivamos, cosechamos nuestros ajíes, nuestros tomates y lechugas. Invitamos a los padres de los niños para que vivieran a ver la cosecha. Como consecuencia de eso yo fui acusada de predicar el comunismo, de practicar el comunismo en la escuela.<br />Cuando se le pregunto a la doctora quien la había acusado ella evasivamente respondió que la acusación se había formulado en la iglesia de La Pastora, y la afrenta imputada en realizar la reunión a la hora de la misa presumiendo que lo hacía para que los representantes no asistieran al acto litúrgico. Podemos observar que si bien la intensión quizás estuvo desprovista de algún acto impropio, un sector de la comunidad no lo considero así, ya que se estaban alterando las costumbres de un sector, es importante acotar que en las mismas reuniones se realizaban jornadas de aseo personal a los niños que ingresaban a la escuela donde se les cortaba el cabello, la uñas, se les bañaba otorgándole toallas limpias, la escuela llego un aproximado de 200 alumnos.<br />Ante la situación planteada citamos otra obra del Dr. Fernández Heres, quién indica la relación analógica con la S.V.M.I.P. y Escuela Nueva o Activa:<br />Una corriente de renovación pedagógica denominada Escuela Nueva, Escuela Activa, que pone su énfasis en la libertad y en la acción del niño. Esta nueva manera de concebir y de realizar el hecho educativo, inicia su penetración en Venezuela en 1932 al acaparo de la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria (S.V.M.I.P)…Durante estos años (1932-1935) los propósitos e iniciativas de la S.V.M.I.P. no tenían posibilidades de factibilizarse, pues el medio hostil de la dictadura no era proclive a la recepción de tales ideas que persiguen la instauración de un régimen de formación en ambiente escolar de libertad. Se trataba de una escuela que sembrara el espíritu de libertad, base de la democracia, en la base de la sociedad.<br />Entre otras actividades impulsadas desde la S.V.M.I.P. destacamos las escuelas nocturnas de obreros del Ministerio de Obras Publicas y la agrupación Cultural Femenina crea las Escuela nocturnas para Mujeres de Servicio.<br />Apreciemos la opinión de Gustavo Adolfo Ruiz:<br />Al morir el general Juan Vicente Gómez en 1935 el país despierta, el país como untado. En aquella Venezuela rural con 80% de analfabetos, con una escasa densidad poblacional, sometida a endemias y epidemias tremendas, paludismo, tuberculosis; no había sino una oficina de sanidad de muy poca acción. Tras la muerte de Gómez, en muy corto tiempo, se inicia un vigor, un ansia en aras de la Venezuela posible, que alcanza a todo el país, que presiona a los dirigentes políticos y del gobierno. Yo ubico ese inicio el 14 de febrero, no el 19 de diciembre, cuando se desgaja el gomecismo. Se presenta entonces un programa político, que creo que desde el "Mocho" Hernández era algo que no se había visto. Ahí viene la contribución y los excesos de lado y lado. Pero el país va andando, y se va poniendo al día en la educación. Lo que venía haciendo esta gente, el grupito de la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, se convierte en acción en el país total.<br />En la postrimería del régimen gomecista comienzan a consolidarse los partidos políticos modernos venezolanos y los gremios docentes. Todos los partidos políticos al presentar su programa, incluyeron la educación como proyecto nacional y, todos también, la plantearon entre los deberes primordiales del Estado. En concordancia con lo planteado recogemos la siguiente nota:<br />En 1930, cuando el dictador Juan Vicente Gómez gobernaba el país, el entonces Ministerio de Instrucción Pública inició un movimiento magisterial que no contaba con el apoyo de los maestros, razón por la cual tuvo una corta duración.<br />Como una reacción a la intromisión del gobierno en sus asuntos gremiales, un grupo de educadores, se reunieron el 15 de enero de 1932, para fundar una agrupación que defendiera los derechos de los maestros, mejorara la educación en el país y protegiera al niño venezolano. Fue así como se creó la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria (SVMIP), organización que actualmente se conoce con el nombre de Federación Venezolana de Maestros. La SVMIP comenzó a trabajar por el mejoramiento de la educación en Venezuela, que para aquel entonces contaba con altísimos índices de analfabetismo. La organización magisterial fundó la "Revista Pedagógica", que se transformó en el órgano divulgativo del gremio, y en 1934 realizaron un seminario para discutir sobre las deficiencias del sistema educativo en el país.<br />Al gobierno dictatorial de Gómez no le gustó las acciones del magisterio, razón por la cual el Ministerio de Instrucción Pública ordenó a los maestros a separarse de la SVMIP. Los docentes siguieron luchando en la clandestinidad por el desarrollo de la educación venezolana, hasta la muerte del dictador Juan Vicente Gómez en 1936, cuando se convocó una asamblea nacional de docentes en la que se fundó la Federación Venezolana de Maestros.<br />Los Gremios docentes y principalmente la Federación Venezolana de Maestros, que nació de la extinta Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, cuyo líder principal era Luis Beltrán Prieto Figueroa, y que posteriormente se convirtió en líder político, influyendo determinante en las decisiones que sobre educación se tomarían en Venezuela, a través de las organizaciones políticas a las pertenecería pero sobre todo desde su posición en el partido del pueblo.<br /><a name="xfedera">Federación Venezolana de Maestros. 1936 - 1941</a><br />En 1936, comienza el periodo de apertura democrática, la S.V.M.I.P. se transforma en Federación Venezolana de Maestros (F.V.M.) esta organización gremial encuentra un espacio para exhibir las ideas de la Escuela Nueva e intervenir en la dirección de las políticas educativas del país.<br />La F.V.M. sostuvo una posición política desde su inicio, los educadores participaron a través ella, en la construcción de un plan nacional, mucho de los líderes del gremio se asumieron como activistas políticos. Tal es el caso de Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien se suma a las filas del Movimiento de Organización Venezolana (ORVE), junto a Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Mariano Picón Salas, Alberto Adriani, entre otros. ORVE, formuló un proyecto donde se construyera una democracia responsable donde las funciones del Estado no estuviesen sujetadas por las potencias adineradas, por el soborno y la intimidación. Con base en la misma forma, Arturo Sosa señala:<br />Con el regreso al país de los líderes de ARDI, a la muerte de J.V. Gómez, empieza la actividad encaminada a la formación de un partido portador de este Plan. Se unen inicialmente a un grupo fundado por Mariano Picón Salas y Alberto Adriani, el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE). El grupo del Plan de Barranquilla impone su propia plataforma a este partido. Rómulo Betancourt asume la secretaría general en agosto de 1936, y ya para esta fecha ORVE tiene toda la fisonomía de un partido político.<br />Cuando los dirigentes de ORVE exponen los problemas económicos y sociales de la Venezuela de entonces se propone una campaña nacional contra el analfabetismo, hacia la formación de un profesorado especializado en educación primaria, secundaria y normalista, la educación económica, educación técnica, reforma universitaria, y el rescate y promoción de la cultura popular.<br />Ya Prieto contaba con una ventaja sobre el resto de sus compañeros de ORVE, y era que él no había estado en el exilio y que durante los duros años del gomecismo el se encargo de organizar a los maestros venezolanos, el tenia una militancia instituida, para ilustrar esto retomemos una vez más la entrevista a Prieto:<br />Yo era el dirigente, el único dirigente de masas que había en el país, porque ellos estaban fuera, y yo fui el que hizo la organización de los maestros y otros sectores; influyen la organización de los trabajadores que se reúnen en diciembre de 1936.<br />Los maestros poseían una organización (F.V.M.) y esta misma organización incentiva la organización del sector obrero y su vez esta misma movilización fue fomentada por los educadores, es decir que son este sector los promotores del proceso de desarrollo político y social del país. El primer Congreso de Trabajadores, cuyo presidente fue Alejandro Oropesa, fue organizado por el magisterio venezolano y en septiembre de 1936 los se organizo la primera Convención de Magisterio en todos los niveles y modalidades.<br />La Convención resulto un acontecimiento de relevancia nacional en el plano ideológico, Venezuela era un país que hasta el momento las ideas progresistas habían llegado con atraso, y F.V.M. se convierte en movimiento que llega a toda la América, expone el maestro Prieto en este mismo orden de ideas:<br />Y se proyecta a toda la América, y los maestros comenzaron a organizarse en todo el continente; porque era tan fuerte y poderoso el movimiento de ideas contenido en la Sociedad [Venezolana de Maestros] que influyó; y además, aquí vinieron los maestros, aquí vino una Misión Chilena en el año 1936, y en vez de ser la orientadora de educación, recibió las ideas que estaban vigentes en el país y se puso a trabajar de acuerdo con sus ideas.<br />Ahora bien, es conveniente clarificar que el maestro Prieto se había dedicado a viajar por toda Venezuela organizando a los maestros de todos los estados y en su mensaje figuraban ideas "demócratas, socialistas y revolucionarias" y esto lo evidenció la primera Convención que agrupo a mil doscientos asistentes aproximadamente, pero se consideraba que el número de maestros censados pasaba los cinco mil en todo el país. Y este éxito permitió crear la Revista Pedagógica, financiada con el aporte de los educadores. Por otra parte la Dra., Mercedes Fermín declara:<br />Cuando se funda la Federación de Maestros, la sociedad Venezolana de Maestros ha creado ya núcleos en muchos estados del país. Cuando llegamos a la Federación de Maestros la totalidad de los estados tienen su seccional; o sea que la Federación de Maestros se confirma, se afinca en ese movimiento de la Sociedad de Maestros, un movimiento de inspiración social.<br />La Convención revelo la organización que se había logrado constituir de parte del magisterio y se demostró el peso de su voz. Este foro, se convierte en una radiografía de la realidad educativa del país, de denuncia de las carencias e irregularidades del sistema educativo y de la condición de los maestros, y de propuesta de alternativas nuevas para la educación venezolana.<br />La F.V.M se convierte en un gremio que piensa en la situación del educador, en su defensa legal pero que tampoco se crea la utopía de pensar que solo a través de la educación se podía mejorar la sociedad. Si bien desde esta organización se colaboraba en mejorar las condiciones de la escuela, las condiciones de la enseñanza, de la educación y por consiguiente de la cultura, esto no significaba que F.V.M. se iba a quedar solo allí, los miembros de esta organización llegan a tener una estrecha relación motivado a la influencia política. Cuando los partidos modernos son constituidos, los maestros registraran su militancia en los mismos, con la conciencia adquirida en la sociedad hoy Federación y con el compromiso firme de luchar por el mejoramiento de la patria y con ello la transformación de la sociedad.<br />Desde 1936, los maestros lucharan por sus derechos políticos y una vez federados se incorporan en los partidos, un maestro federado es considerado como un luchador político formado, que buscara su lugar en ese grupo y que no olvidara defender la escuela nueva que se necesita.<br />Dadas las condiciones que anteceden, estudiaremos el lapso que va de 1936 a 1941, en el cual el maestro Prieto resulta Senador por su tierra natal. El hombre que había estado entrenándose en la Organización de Maestros de Instrucción Primaria, ahora tenía voz como tribuno en nuestro capitolio. El merito de esa labor renovadora crece por ser cumplida en el seno del último parlamento nombrado por Gómez y el cual sólo era imagen parlamentaria preparada para someterse al Poder Ejecutivo. Ese grupo se amoldo de inmediato al nuevo Gobierno y no disminuyo su apoyo a los constantes pasos en retroceso antidemocráticos del Mandatario López Contreras. Es conveniente ilustrar esta situación, a través de la pluma del Presidente Rómulo Betancourt:<br />Reunidos el congreso, se dieron sus integrantes, excepción hecha de Luis B. Prieto, de Ibrahim García y de algún otro, a la tarea de reivindicar la memoria del "Jefe" muerto, condensando en leyes antidemocráticas las perores prácticas de absolutismo. Modelo de ley represiva, digna de figurar en los escaparates de propaganda del nazismo alemán o del fascino italiano, fue la que intentaron imponerle a Venezuela al mes escaso de estar sesionando. Me refiero a la Ley de Defensa Social…Este intento del Congreso de disimular detrás de una parapeto legalista ni más ni menos que la clásica peinilla de ôño Pernalete (Sic), hizo coro con otras actitudes cuyas igualmente repudiadas; lentitud para pronunciarse sobre la confiscación de los bienes de Gómez; morosidad manifiesta en la discusión de la nueva Ley de Trabajo; rechazo de plano del progresivo proyecto de educación pública redactado por el compañero orvista, senador Prieto; hostilidad declarada contra los ministros Gallegos y Tejera, a quienes rodea el consenso popular.<br />En esos instantes la Voz de Prieto se dejo atender, para impugnar los errores de la tradición dictatorial y apoyar las iniciativas y logros progresistas del nuevo gobierno. El compromiso como parlamentario de Prieto no sólo lo autorizo ante el país su aptitud y esfuerzo, sino que le expuso la condición de político culto y militante que requería la nueva Venezuela. Entre 1936 -1937 el educador formo parte del grupo de legisladores que redacto un Proyecto de Ley del Trabajo, fue coautor de un Ante-proyecto de Ley de Educación, miembro de la Comisión Redactora del Proyecto de Constitución Nacional sancionado y promulgado el mismo año y ofreció a su gremio el logro de una Caja Nacional de Jubilaciones, Montepío, y Seguro del Magisterio del cual fue su redactor. Su proyecto fue aprobado por el Congreso en 1937 y es el primer logro para los educadores que nace en seno del Estado.<br />En 1937 los partidos de la izquierda antigomecista intentan unificarse para fortalecer la nueva democracia y el inestable gobierno del Presidente López Contreras no permite la legalización al Partido Democrático Nacional (PD.N.). Posteriormente ilegaliza a O.R.V.E., pero el P.D.N. asume la clandestinidad y Prieto figurará junto a otros destacados dirigentes de la F.V.M. como miembros principales de una versión legataria del O.R.V.E., fundado por Rómulo Betancourt, a propósito de esta situación revisemos el documento que a continuación presentamos:<br />La sentencia se ha pronunciado la Alta Corte Federal y de Casación en el juicio promovido contra la decisión de Gobernador del Distrito Federal en la cual dicho funcionario se abstenía de dar su aprobación a la solicitud de legalización del Partido Democrático Nacional, nos ha comunicado la dolorosa casi trágica convicción, de que las autoridades pueden hacer lo que se les antoje con los derechos, con la libertad, con todos los atributos de la personalidad física o moral de los hombres que integran el sector democrático del país, sin que ese acto cualquiera obtenga una rectificación por parte de la Administración de Justicia, sino por el contrario, una justificación, torpe o habilidosa, revestida de pretendidos razonamientos o proferida con audaz descaro.<br />Las arremetidas del Gobierno no pueden contener la fuerza del movimiento popular y en las elecciones municipales de 1937 los partidos ilegalizados obtienen un generoso triunfo y logra ubicar en el Concejo Municipal del Distrito Federal a un buen grupo de compatriotas. El nuevo cabildo se convirtió en la palabra de la voluntad política democrática. Como presidente alternaron los venezolanos Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco y Carlos Morales. Nos ilustra el Maestro Manuel Alfredo Rodríguez:<br />En aquel tiempo la inmunidad parlamentaria apenas si duraba treinta días y antes otros tantos después de las sesiones. Y era tal la enemiga del Gobierno contra el democrático cabildo caraqueño que, en alguna ocasión y al vencerse el lapso de las inmunidades parlamentarias, el senador y edil Prieto Figueroa fue detenido a las puertas del Palacio Municipal y conducido sin miramientos al reten policial ubicado en Palo Grande y llamado El Garaje.<br />Esa extraordinaria actividad tanto de docente, como de gremialista, parlamentario, edilicia y de riesgoso liderazgo político no interfirió con su trabajo como escritor y periodista de opinión. Entre 1937 y 1942 fue director del diario Ahora, llego a sostener la columna "La Escuela, el Niño y el Maestro". Sin embargo, pese a las múltiples obligaciones el Maestro Prieto no olvidaba la asistencia a sus agremiados de la F.V.M., así como la denuncia constante sobre hechos de injusticia que pudiesen afectar al magisterio y en muchas ocasiones utilizo su columna para formular denuncias y reclamos en beneficio del educador, ejemplo de ello lo presentamos a continuación en una carta que el Maestro le envía al señor Luis Barros Cruz, director del diario Ahora, en 1938 y que responde a una acusación formal hecha al entonces Ministro Olivares Figueroa titular del despacho de Educación y quien es acusado de tratos injustos a los maestros así como de persecución y despido, para ilustrar esto comentemos los siguientes fragmentos:<br />En mi artículo del doce de Octubre "El homenaje al magisterio es un sarcasmo" presente hechos concretos; demostraciones precisas y no con el propósito de herir a nadie, porque no es costumbre mía ese procedimiento. Olivares Figueroa quiere justificar la actitud del Despacho de Educación diciendo, que no obstante las buenas intensiones del ministro ha habido destituciones por incompetencia, desaplicación a la labor docente o actividades de tipo político incomparables con la serenidad que erige el cargo". Esta afirmación carece de fundamento y se explica porque Olivares ignora por completo el reglamento de las escuelas primarias y de la obligación escolar y además desconoce al magisterio venezolano.<br />En esta carta evidenciamos el descontento del Dr. Prieto por las irregularidades a que son sometidos un grupo educadores que han sido destituidos de su cargos acusándolos de realizar prácticas políticas que el ministro considera impropias, no obstante el Dr. Prieto contesta no estando de acuerdo con la acusación y colocando en evidencia las intensiones del titular del cargo, continuemos percibiendo los hechos:<br />Yo podría probar que los maestros destituidos no son políticos en su mayor parte, que no son incompetentes o desaplicados en la labor docente que les estaba encomendada y lo probaría reuniendo a los informes oficiales insertos en las Memorias y demás publicaciones del Despacho de Educación y recurriendo al juicio de reputadas personalidades educacionales del país se de maestros que han conocido su destitución cuando le ha llegado el reemplazo, pero esto lo ignora o lo quiere ignorar Olivares Figueroa.<br />Continuamos en el mismo orden y observemos que en la defensa a los educadores el Maestro habla sobre la posibilidad de utilizar evidencia que comprueba que sus despidos son injustificados y coloca pruebas contundentes que pudiesen ayudar al agremiado e inclusive presenta acusaciones por las irregularidades cometidas en ese despido como la participación tardía al imputado. Para comprender mejor esta situación irregular que nos ejemplifica el rol del Maestro Prieto como gremialista destaquemos la siguiente situación:<br />Esta mañana nada menos se presentó a mi casa el maestro Miguel Henau que servía en una escuela de fronteras en el Estado Zulia y quien supo de su destitución por el maestro que fue a sustituirlo. Ese pobre maestro vino hasta Caracas gracias al auxilio que le han venido prestando los maestros del largo trayecto de su recorrido. Los maestros de Lara le dieron para que llegara hasta Carabobo y los de Carabobo para que llegará a Caracas y los de aquí le daremos para que se vaya a su casa. Henau me dijo que no había sido posible hablar con nadie allí.<br />El Dr. Prieto termina este folio invitando al Maestro Miguel Henau a que regrese al ministerio y una vez más en forma contundente se refiere al director del despacho cuando le asegura al docente en desgracia, que si explica ante las autoridades que él es un docente en desgracia y que necesita que le hagan justicia de seguro le atenderían, ya que el ministro estaba interesado en hacer justicia.<br />Pero como el caso del Maestro Miguel Henau, también podríamos hacer referencia a otros atropellos que de los cuales son víctimas los maestros en el régimen lopecista y en los cuales no se respectaba el reglamento, las escuela perdían sus educadores y en muchos casos no llegaban los reemplazos y en otros los sustitutos no estaban calificados, pero los titulares debían salir por ser sospechosos de estar implicados con los partidos ilegalizados, retomemos el documento y constatémoslo:<br />Tal cosa ha pasado con la destitución de Dámaso González, el presbítero Dr. Manuel R. Montaner, Amable Lares, Manuel Lucar, Rafael Isidro Salazar, Eduardo Rejón, Luisa Noriega y Marielena Martínez, todos de Nueva Esparta. Algunos de estos maestros tienen 20 años de servicio otros tan jóvenes estudiosos y entusiastas y que sirven con devoción de maestros la delicada misión que les está encomendada. Como estos maestros de Nueva Esparta han sido destituidos en Guárico, [en el] estado Lara otro maestro competente con nueve años de servicio y continuamente [están] llegando noticias de todos partes de los ataques a fondo de que está siendo víctima el magisterio.<br />A lo largo de los planeamiento hechos se puede observar las condiciones de presión al cual es sometió el gremio docente por colocar en práctica sus derechos a la participación en la vida pública del país y a expresar sus preferencias político-partidistas, en efecto hay represión pero también existe la respuesta y el espacio para denunciar los atropellos y las columnas del diario Ahora son escogidas para ello, nuevamente sigamos el documento esta vez para observar como una "circular" era utilizada para notificaciones y cambios y despidos:<br />Con la circular se da pretexto para que los ataque se encarnicen mas, ataques que no tienen otro objeto que el de desplazar al maestro para colocar en su cargo a la sobrina del jefe civil o del cacique del pueblo, pero que nunca obedecen a verdaderos motivos la circular ordena a los maestros abstenerse en toda actividad política y formara parte de partidos políticos lo que sí es, no solo una disminución de derechos, sino un delito castigado por ley penal venezolana.<br />El Maestro Prieto sostiene su posición ante el respeto por los derechos individuales de los docente pero también recuerda la importancia de la imagen que sostiene el educador ante la sociedad y en el aludido artículo considera que el maestro es un ciudadano como cualquier otro y por tanto está amparado por las mismas leyes que el resto de sus conciudadanos, sin embargo, hace la salvedad que el maestro debe en el aula mantener la neutralidad política, pero al salir de la escuela puede y debe ser partícipe de la construcción de política del país, y esto se constata a continuación:<br />Los maestros sostenemos la neutralidad absoluta en la escuela y libertad completa en la calle y esta libertad no puede ser dañosa porque un verdadero maestro cuida su personalidad y se encargaré de no hacer nada que desdiga de su posición social de educador. Por eso no tolerara que un cacique de pueblo sin responsabilidad irrespete la ley, ultraje la moral y las buena costumbre sin protestar, tanto más si se considera que el parágrafo 5° del artículo 76.<br />Es importante señalar que el contenido del artículo antes mencionado obedece a la responsabilidad que tiene el maestro tanto en clase como fuera de ella a inculcarle a sus alumnos el amor por la patria, la bandera y el respeto a las instituciones, por lo tanto la participación era una obligación que cumplir.<br />Posteriormente, en 1941 el Partido Democrático Nacional (PDN) surge de la ilegalidad con el nombre de Acción Democrática, como consecuencia de la llegada al poder del General Isaías Medina Angarita En esta etapa, se trabaja simultáneamente en el intento de mantener y ampliar los espacios democráticos dentro de Venezuela y en la formación de red de "partidos nacionalistas, de izquierda democrática en América Latina.<br />Lo respalda la doctrina social- demócrata divulgada por Rómulo Betancourt y entre sus figuras centrales encontramos a Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, el Maestro Sojo, Prieto, y una nueva generación de dirigentes políticos entre quienes se destacan Valmore Rodríguez, Raúl Leoni, Juan Pablo Pérez Alfonso, Gonzalo Barrios y Luis Lander. Con entusiasmo Prieto viajó por toda Venezuela una vez más como cuando lo hacía en la S.V.M.I.P. pero en esta ocasión para organizar comités partidistas y sumar voluntades a la nueva organización política. A lo largo de esos años el Maestro fundo y mantuvo la Librería y Editorial Magisterio.<br />Prieto participaba en la política, administraba su propia librería y seguía combatiendo por mejoras en el escenario educativo. Fue secretario de la Confederación Americana de Maestros (1943-1946). De estos años datan su libro -los maestros eunucos políticos- el cual defendió la libertad de los docentes y Problemas de la educación Venezolana<br /><a name="xpresen">Presencia del Magisterio Mundial en Venezuela</a><br />Para la reconstrucción efectiva de nuestra época de estudio es importante reconocer la influencia, la presencia y la permanencia del magisterio extranjero en Venezuela y esto lo haremos a través de las siguientes líneas. En nuestra época de estudio se dan dos acontecimientos importantes que vinieron a enriquecer lo que se estaba haciendo en materia pedagógica. El primero la presencia en el país la misiones pedagógicas, entre sus representantes se encontraban el profesor Sabas Olaysola quien era discípulo de Decroly en l"ermitage, Bélgica, y posterior a sus encuentros con el magisterio venezolano, se retira y se marcha para radicarse en Uruguay allá funda la famosa Escuela de Piedras Blancas, pero nos deja su legado que son los llamado "centros de interés", el "programa de Ideas Asociadas", es decir nos lega la fase técnica.<br />Por otra parte, y a manera de retribución pedagógica de Uruguay, nos llega Sabas Olaysola viene a radicarse en Caracas y entre los encargos gubernamentales esta la fundación de la Escuela Artigas, en Catia y posteriormente la Experimental Venezuela.<br />En igual forma es conveniente recordar el paso del escritor Mariano Picón Salas, por Chile donde estudio y se gradúo, a su regreso se convierte en Superintendente de Educación Nacional y promueve la Misión Chilena, entre esta representación vino Eugenio González que llego a ser rector de la Universidad de Chile, otro importante visitante y que luego se quedo en el país fue Humberto Parodi Alister, creador de la nueva enseñanza de la Física en Venezuela y fue director del Pedagógico de Caracas, esta gente crea y diseña instituciones y a la vez se reúne con los maestros a través FVM y les brindaban entrenamiento.<br />Con relación a las Artes el representante fue Armando Lira, que se desempeño en la Escuela de Artes Plásticas y las Artes Aplicadas. En fin estuvo de paso gente de todos los niveles y modalidades. Sin olvidar la delegación que llega 1936 huyendo de la Guerra Civil Española y que nos traen sus propias ideas. Llegó mucha influencia Europea, y del Sur de América es decir de Chile y Argentina, aunque Bolivia también nos trajo su representante Beltrán Morales, especialista en el área de preescolar.<br />De manera semejante, cabe mencionar entre el grupo que se fue a buscar conocimientos y que luego regreso a compartir sus experiencias con sus colegas venezolanos al Dr. Luis Padrino, quien se había ido México allí se une al cardenismo y permanece durante algunos años preparándose en unos programas a los que se le llamaban Segundas Unidades Rurales Mexicanas y es quien viene posteriormente a diseñar y crear la Educación Rural Venezolana<br />Asimismo, y con el paso de los años la preparación y el contacto no cesan en el espíritu del magisterio y la obra comenzada se verá constantemente reforzadas por los foros, asambleas Congresos y convenciones que permiten el intercambio de ideas, la actualización del magisterio, la participación y control político de los estamentos internacionales con el fin de ejercer y solidificar las doctrinas.<br />Para el Maestro Prieto no había "que separar lo pedagógico de lo político. Cuando se hace esa separación se pierde el sentido de lo pedagógico y no se alcanza el sentido total de lo político". Es decir que la política es concebida como la ciencia de orientación de los negocios del Estado que no podía comprenderse sin una base ideológica que expresara las ansias populares y la unidad americana. En esta oportunidad hemos ilustrado esta situación donde evidenciamos la preocupación del Estado y de la FVM por actualizar y construir una ideología cónsona con los nuevos proyectos que se irán consolidando.<br />No obstante, también el magisterio se puede convertir en centro de control doctrinario e ideológico con tanta fuerza que pretenda el control de sus agremiados, es decir, planificar redes capaces de admitir o discriminar quien en algún momento se les alió con un fin común o de quien se aprendió lo que era vigilancia en una organización, estudiemos como el maestro Prieto pasa por encima de sus obligaciones como Secretario de la Junta Revolucionaria de Gobierno, y nos muestra como una red de maestros trabaja por la vigilancia de la paz y la preocupación por que se mantenga un Estado Democrático. Tomemos un fragmento de una carta dirigida por Luis Bellorin al Dr. Prieto:<br />Respecto al viaje fue bueno, solo pudimos hacer contacto con maestros en Guatemala, pero sin ningún resultado, ya que Godoy tenía de antemano controlada a toda esa gente. Al llegar aquí le expusimos a Leandro el plan de lucha, el cual hemos seguido con fidelidad. El congreso casi está totalmente en manos de los comunistas, porque controlan 8 países y nosotros solo 6, pero la pelea es peleando" y aquí estamos un buen bloque luchando para evitar la imposición camarada y sostener las consignas americanistas.<br />En México durante 1946 se realiza una reunión de la red denominada Confederación Americana del Magisterio, allí anualmente se reunían maestros de toda América con la finalidad de discutir sobre temas relacionados con las Ciencias de la Educación, pero también servia de escenario para el encuentro y discusión de las diversas situaciones políticas que confrontaban los pueblos. El Maestro Prieto elegido como su presidente 1943-46., en varias ocasiones había asistido a tan importante evento, cuya sede principal se encontraba en Santiago de Chile, no obstante, a las nuevas responsabilidades de su cargo, este año no pudo asistir y designo una comisión encabezada por Reinaldo Leandro Mora y Luis Bellorin, educadores y políticos miembros FVM, para que le representara e informarán sobre los pormenores que pudiese surgir y también le encargo la ejecución de una agenda que reforzara e integrara a los docentes asistentes, con la misión de crear cuadros políticos y magisteriales. Recogemos en la carta:<br />Con respecto a Santo Domingo no se ha resuelto nada en concreto, pero es de suponer que el cable haya dicho algo. En sesión preliminar, cuando el secretario del CAM, rindió informe, dijo que en Santo Domingo no había sido posible la agremiación de magisterio por el gobierno dictatorial existente en el país, los delegados oficiales del tirano empezaron a defenderse, lo cual fue suficiente para que nosotros le cayéramos encima obligándolos a retirarse de la asamblea, ahora estamos preparando un plan para pedir definitivamente su expulsión del congreso, cosa que se logrará por el buen ambiente que existe para tal fin.<br />Como se puede observar en la carta, los maestros enviados tenían serias ordenes la primera conquistar a los asistentes y ganarlos ante la corriente comunista y, la segunda combatir gremialmente en esta convención a los representantes del Gobierno de Rafael Leonidas Trujillo y con los ganados formar un frente americano que repudiara dicha acciones desde el magisterio americano, ¿pretendía el maestro Prieto formar grupos revolucionarios por toda América? o simplemente cumplía con el deber de estimular la permanencia de gobiernos respetuosos de la dignidad humana, centrados en el proceso de hacer popular la justicia, de liberar a nuestros pueblos del colonialismo y de la explotación de nuestra riqueza en beneficio de oligarquías nacionales y extranjeras como lo expresaba en su obra "La Ideas no se degüellan".<br /><a name="xprieto">Prieto en </a>la Dinámica Política Venezolana (1941-1948)<br />Isaías Medina Angarita, el Magisterio y el Golpe. 1941-45.<br />Es el General Isaías Medina Angarita, el sucesor del General Eleazar López Contreras, en la magistratura del país, era un militar que provenía del gomecismo y que llega a este alto cargo bajo un consenso que realizaron los círculos del alto mando militar y la sociedad política, hasta entonces el General Medina había demostrado que poseía una conciencia liberal y democrática con relación gobierno.<br />Su candidatura fue propuesta desde el Estado Cojedes, dentro de las características que recogemos en la obra se Sanin, se le describe como un andino bonachón, afable, sensible a la amistad, al respeto del hombre pero sobre todo si bien era un militar bien formado durante la dictadura su actitud hacia el poder era la un hombre civilista, aunque se le criticaba lo austero de su "ambición de gloria para auspiciar las grandes reformas que requería Venezuela en los años de la Segunda Guerra Mundial".<br />Gano Medina las elecciones por 120 votos contra 13 de Don Rómulo Gallegos, y uno de los calificativos que se la ha dado a el régimen de Medina Angarita es haberse afirmado en los principios de una democracia liberal restringida aunque la represión en las cárceles, las persecuciones y los exilios estuvieron reducidos. Durante el ejercicio de su gobierno se legalizaron los partidos P.D.N. bajo en nombre de Acción Democrática (1941); Acción Nacional (grupo socialcristiano y conformado por los dirigentes de Unión Nacional de Estudiantes (UNE)) (1942), el Partido Democrático Venezolano (1943), para el gobierno y la Unión Popular Venezolana (Partido Comunista, 1944). El PDV y UPV establecieron una coalición política que se prolongo hasta 1945.<br />El Presidente Medina obtuvo la mayoría parlamentaria, mientras que los grupos que representarían la oposición estuvieron integrados por la "Minoría Unificada", conformada por algunos independientes, miembros de la fracción de Acción Democrática y por el Partido Acción Nacional en la voz de Rafael Caldera y Lara Peña.<br />En el plano educativo el gobierno de Medina Angarita no produjo grandes cambios, ni se acentuaron los conflictos que se habían vivido con López Contreras, en mayo toma posesión de su cargo y presenta al país su tren ministerial el cual presentamos a continuación:<br />Tren Ministerial del Presidente Isaías Medina Angarita. 1941<br />Ministerio<br />Ministerio de Educación Nacional<br />Alejandro Fuenmayor (maestro)<br />Ministerio del Interior<br />Tulio Chiossone<br />Ministerio de Hacienda<br />Alfredo Machado Hernández<br />Ministerio de Fomento<br />Henrique Jorge Aguerrevere<br />Ministerio de Sanidad<br />Félix Lairet<br />Ministerio de Agricultura<br />Saverio Barbarito<br />Ministerio del Trabajo<br />Numa Quevedo<br />Secretaria de la Presidencia<br />Arturo Uslar Pietri<br />Gobernador del Distrito Federal<br />Luis Geronimo Pietri<br />Se escoge para la cartera de educación al maestro Alejandro Fuenmayor, educador de alto nivel y autor de múltiples textos de enseñanza y a su vez representante de la escuela activa. Otro merito que se le reconocía al ministro era su programa para la educación de obreros, su deseo de crear las escuelas granjas y su posición de continuar la obra educativa del ministro que le había precedido. Cabe agregar, que muy poco pudo hacer el Ministro Fuenmayor, pues cuatro meses después de su nombramiento y al no encontrar apoyo para la creación de la Universidad del Zulia coloca su cargo a la orden y es sustituido por el Dr. Gustavo Herrera quien no era conocedor de la materia educativa y había sido Ministro de Hacienda en el gobierno del López Contreras. El Dr. Herrera también partió de la premisa que debía darse continuidad a las obras comenzadas en las gestiones anteriores como se puede evidenciar en la memoria del Ministerio de Educación Nacional de 1942, también acoto que se había creado la Dirección General Técnica que se encargaba del estudio y coordinación de las labores administrativas, reiteraba que permanecía en el país el problema de selección y preparación el personal docente y entre las fortalezas señalo algunos planteles públicos como modelos de excelencia educativa.<br />En 1943, sucede al Ministro Herrera el Dr. Rafael Vegas, tampoco era especialista en educación, su profesión era de médico psiquiatra y sus estudios especializados estaban dirigidos a proteger y reorientar a los menores trasgresores o en situación de riesgo, en cuanto al perfil del Dr. Vegas encontramos una síntesis descrita por el Prof. Ruiz en su entrevista:<br />Primero él fue opositor a la dictadura de Juan Vicente Gómez. Los Vegas sin de la burguesía caraqueña. El había sido un joven estudiantes, líder estudiantil, se hizo profesional y vino muy joven: vino con los viejos c caudillos, como Delgado Chalbaud cuando Vegas viene a Venezuela, la primera cosa que hace fue lo que en su tiempo se llamo El Plan Vegas, que consistía en una red institucional para atención a la infancia. La Federación Venezolana de Maestros había declarado Los derechos del Niño y había realizado a propósito un "Congreso del Niño". Como producto de esta obra de los maestros y los médicos, apareció el primer Código de Menores, allí estaban Oropeza, Espíritu Santo y esa gente y como para hacer efectivo el Código de Menores, aparece el Consejo Venezolano del Niño u la red institucional de Rafael Vegas Los menores en situación de peligro o en delincuencia, no iban a la escuela, sino a unos retenes de niños o de jóvenes menores de 18 años. La red empezaba por La casa de Observación de Menores de aquí pasaban a un Instituto de Orientación es decir había una serie de mecanismos para atender a esos niños<a name="_ftnref44">.</a><br />A mediados de 1943 el Ministro Vegas llevo a la cámara de Diputados un Proyecto de reforma parcial de la Ley de educación que fue admitido sin para su aprobación. Solo el Diputado Rafael Escobar Lara realizo una intervención en la cual se informaba sobre el exceso de reglamentaciones con relaciona a la educación primaria, superior y en el sistema de exámenes.<br />En los años acontecidos entre 1941 y 1945 se fortaleció Acción Democrática. Los Dirigentes del PDV no lograron imprimirle a esa organización política una dinámica que llegara mas allá de los círculos intelectuales en la que constituyo, no logro ser el PDV una organización de masas. Ninguno de sus dirigentes con la excepción del Presidente Medina logro llegar a los sectores de la clase obrera, del campesinado o de la clase medias. Existían resquemores por parte de la población ante el acuerdo o coalición política con la UPV, los sectores católicos representados por Acción Nacional se disolvieron. Contrariamente Acción Democrática tenía minoría en el Congreso pero mayoría en la calle. Sus representantes solicitaban nuevas formas de expresión democrática como el voto universal y directo, lo que no llegaron a obtener con el Presidente Medina.<br />El proceso político-electoral presidencial fue el detonante que desato el conflicto político hasta llegar a la ruptura, el golpe del 18 de octubre del 45. Al venirse abajo el acuerdo con Diógenes Escalante como candidato de la unidad por motivos de salud, no se logro un nuevo acuerdo entre el PDV y AD, el candidato no pudo ser sustituido, no se aceptaron las postulaciones de Arturo Uslar Pietri ni de Martín Vegas, la consigna era que debía ser otro tachirense y fue así como surgió la figura de Ángel Biaggini, Ministro de Agricultura. Hechas las consideraciones anteriores, observemos porque se había seleccionado al Dr. Escalante según Don Rómulo Betancourt:<br />El partido consideró que el que ofrecía un mínimo de garantías era el Dr. Diógenes Escalante. Voy a precisar las razones por las cuales lo hicimos, insistiendo en la explicación tan clara de nuestro presidente Rómulo Gallegos. Su alejamiento del país en cargos diplomáticos lo mantenía desvinculado de la zarabanda de desaciertos y peculados que caracterizan al actual gobierno de nuestro país; la circunstancia de ser Embajador en Washington, que es una especie de superministerio, le permitía conocer los problemas económicos fundamentales de Venezuela, que desembocan todos en la Casa Blanca. Su ausencia del país lo mantenía apartado de los altos sínodos camarillescos del pedevismo y su propia personalidad permitía que en torno de él se realizara una agrupación de fuerzas políticas y económicas desvinculadas del absorbente oficialismo, condición que hiciera posible sostenerlo en el Poder si se resolvía mañana a realizar y cumplir un programa propio de gobierno, desvinculado de la tutoría de Medina y del P.D.V; un programa de gobierno que le permitiera a nuestro país superar esta situación de pueblo gobernado primitivamente, tribalmente, que viene sufriendo desde hace tantas décadas (sic).<br />El conflicto político se acrecentó y la proposición como candidato sustituto del Dr. Ángel Biaggini no calo. El representante del PVD a la presidencia fue duramente criticado y sus meritos como Ministro de Agricultura fueron descalificados. Por otra parte, otro sector formado por los diputados independientes estudiaba la posibilidad de apoyar el expresidente General (r) Eleazar López Contreras a una nueva magistratura. Acción Democrática protesto enérgicamente acusando al candidato de continuista e inclusive se le impugno el estar haciendo campaña electoral sucia, en otros sectores incluso se afirmó que López preparaba una asonada militar. En este orden de ideas se puede citar a Miguel Ángel Mudarra, quien nos apoya en el proceso de entender lo acontecido:<br />La política tendió a complicarse, con los rasgos de periodos pasados: los amigos del expresidentes López Contreras lo proclaman candidato, sobre la base del gran apoyo que al parecer poseía en el Congreso Nacional. Por su parte Acción Democrática toma decisiones como las siguientes: al ocurrir la enfermedad del doctor Escalante plantea al PDV la escogencia de un candidato fuera de partidos, seleccionado por las toldas políticas y sectores independientes para aumentar el consenso. Sería el gobernante hasta 1946, con previas reformas constitucionales, y, quien presidiría las elecciones para presidente por voto directo, secreto y universal por establecer en dichas reformas, al igual que os miembros de las organismos deliberantes. Estas proposiciones no fueron acogidas por el PDV. Tampoco surtió efecto la hecha por Don Rómulo Gallegos al Presidente Medina durante su visita especial al Palacio de Miraflores, consistente en escoger al célebre leprólogo doctor Martín Vegas, además eminente ciudadano, como presidente Provisional para asegurar el tránsito al gobierno por el pueblo.<br />En relación a esto último, es importante acotar que desde principios de julio de 1945 se iniciaron las reuniones entre las fuerzas castrenses constituidas como la "Unión Patriótica Militar" y algunos representantes de la dirección política de AD. El desacuerdo dentro de la FF.AA. encontró motivos en las ansias de bienestar personal y ascenso dentro del cuadro de sus jerarquías bajas y medias"; y no precisamente mintieron cuando dictaminaron públicamente que la finalidad suprema del movimiento se inclinaba a instituir preceptos donde reinasen, la honradez, la justicia y la capacidad.<br />Fue Luis Beltrán Prieto Figueroa el primer directivo de AD que logro ser contactado por los militares conspiradores e identificados bajo el nombre de "Unión Militar Patriótica" (UMP) entre estos estaban Pérez Jiménez, Mario Vargas, Delgado Chalbaud, estos encuentros se hacían en la Librería Magisterio la cual regentaba en Caracas el Maestro Prieto, los conspiradores militares se identificaban su consigna al pedir en el establecimiento un ejemplar del libro "China en Armas" y de esta forma se intercambiaban los mensajes entre los cuarteles y AD. Y esta responsabilidad recaía en Betancourt, Leoni, Prieto, Barrios y Luis Lander. En una entrevista realizada a Prieto por Alfredo Peña este reconoce lo siguiente:<br />Yo, fui quien vinculé a Acción Democrática con los militares. Era el enlace directo entre las Fuerzas Armadas y AD. En Junio de 1945 llegó a mi librería (…), el teniente Francisco Gutiérrez (…), mi compañero desde 1931 cuando era estudiante normalista. Me comunicó que había una conspiración y me dio los nombres de la Junta Patriótica Militar (…) compuesta por tres Mayores: Delgado Chalbaud, Julio Cesar Vargas y el Teniente Francisco Gutiérrez Prado. Gutiérrez había sido comisionado por la Junta para hablar conmigo a fin de hacer contacto con Acción Democrática.<br />En los marcos de las observaciones anteriores y durante concentración pública efectuada en el Nuevo Circo caraqueño el 17 de octubre, Acción Democrática inicia su arremetida política, rechaza abiertamente la candidatura de Biaggini, e ilustra esta situación a través de varios discursos, pero muy especialmente en el de su líder máximo Rómulo Betancourt, quien condena las incidencias de la candidatura de Escalante. Y anuncia que no proclamaran ningún candidato. El ambiente político se enalteció motivado por el temor y el rumor de un golpe de Estado por parte del General López que lo llevaría de nuevo al poder. Retomemos el discurso de Betancourt:<br />Es indudable que ya este país no quiere ver más, respetando y estimando profundamente al Ejército, a generales en jefe o generales de brigada en la Presidencia de la República. La Venezuela que estudia lo sabe, y la otra Venezuela lo intuye, porque, «aunque no sabe leer le escriben», que el arte de gobernar es flexibilidad, espíritu de compromiso, diálogo esclarecido entre el Magistrado y el pueblo; condiciones estas de político militante, que no se concilian con la función del Ejército de mantenerse al margen de la ardorosa contienda partidista, cumpliendo su misión fundamental de defensa armada de los fueros de la soberanía. Por eso el pueblo de Venezuela ansía que la tradición civilista que se inició con José María Vargas, que tuvo sus manifestaciones transitorias con Pedro Gual y con Rojas Paúl, continúe. Pero si ese hombre civil fuera el doctor Biaggini, fracasaría no solamente él sino también la idea del gobierno civil y ganaría entonces prosélitos la tesis, la tesis de los teóricos y de los doctrinarios del despotismo, según la cual este es un país de salvajes que no puede ser regido y gobernado sino con los métodos más drásticos.<br />Se nota entonces la división de la ciudadanía sobre las candidaturas, en la siguiente forma: el grupo oficialista apoyaba a Biaggini, otro sector a López Contreras, Acción Democrática no propone candidato ni apoya a otra fracción, los grupos comunistas apoyaban al oficialismo y eran combatientes a los reaccionarios, Acción Nacional opositores al régimen de Medina. En efecto, no coincidieron en dar solución a la problemática electoral planteada y mediante la fórmula del golpe de Estado el 18 de Octubre se produjo una asonada militar con pleno apoyo de los civiles.<br />Antes de lo sospechado se dio el movimiento golpista. Los insertos y violentos enfrentamientos armados de las primeras horas terminaron en una evidencia: el triunfo del grupo civil al menos en esa primera fase iniciado en la Escuela Militar y en el Cuartel San Carlos. El 19 de octubre se constituyó la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida Betancourt; los acompañaron Prieto Figueroa, Gonzalo Barrios, Raúl Leoni, el Dr. Edmundo Fernández, y los oficiales del Ejercito Carlos Delgado Chalbaud y Mario Vargas.<br />En su primera alocución la Junta Revolucionaria de Gobierno expuso su acuerdo en hacer un llamado al país para realizar a elecciones generales, mediante el sistema de sufragio directo, universal y secreto, donde los venezolanos pudiesen elegir sus representantes, obtener la Constitución que anhelaban y escoger el futuro Presidente de la República.<br />Resulta oportuno citar algunos fragmentos de ese mensaje dirigido a la nación:<br />Esta Revolución ha sido hecha para devolver al pueblo su soberanía. Falsearíamos, en consecuencia, la razón de ser histórica de este movimiento si pretendiéramos prolongar artificialmente el orden político provisional existente en el país. Y es porque nos anima tal convicción que anunciarnos hoy la próxima promulgación del Decreto mediante el cual se creará la comisión encargada de redactar un Código electoral democrático, que permita la elección por sufragio directo de una Constituyente, ese organismo será integrado por profesionales del derecho escogidos con espíritu ecléctico, sin que predomine en él ninguna parcialidad política, y como fianza de su autonomía frente a la consigna partidista cuando haya de abordar tan delicada tarea. Elaborado este Estatuto, realizada la tarea de censar a todos los venezolanos de ambos sexos aptos para el ejercicio del sufragio, se procederá a llamar al país a una consulta electoral absolutamente libre, sin interferencias ejecutivas de ninguna clase, presidiéndola la Junta Revolucionaria de Gobierno como árbitro severamente imparcial. Será la Comisión que se designe, después de estudiar y analizar factores de tiempo para redactar el Estatuto electoral y censar a la población electoral, quien sugiera la fecha para realizarse esos comicios. Pero creemos conveniente adelantar nuestra opinión de que en uno de los meses del primer trimestre de 1946 debe realizarse la consulta electoral, a fin de que el 19 de abril pueda estar funcionando una Constituyente de todos los venezolanos y no aquella desprestigiada caricatura de Poder Legislativo que abochornó a la Venezuela contemporánea.<br />El Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno Betancourt expuso que eran metas primordiales del grupo de octubre reintegrar la soberanía al pueblo y defender la integridad del hombre del pueblo. No sería, según él, una revolución dedicada a construir elementos de concreto como evidencia de obra de gobierno, se ocuparían de las carencias sociales del venezolano, señala Betancourt en sus propias palabras:<br />Nosotros haremos de la defensa de la riqueza-hombre del país el centro de nuestra preocupación. No edificaremos ostentosos rascacielos, pero los hombres, las mujeres y los niños venezolanos comerán más, se vestirán más barato, pagarán menos alquileres, tendrán mejores servicios públicos, contar n con más escuelas y con más comedores escolares. Y descentralizaremos la actuación estatal volviendo los ojos a la provincia preterida y arruinada, a Venezuela adentro, doloroso testimonio de la incuria y de la incapacidad de los malos gobiernos.<br />Hecha las consideraciones anteriores, los meses finales de este año de 1945 llevaron a la prensa, la radio y a las plazas públicas, excepcionales incidentes políticos apenas comprensibles por el venezolano de esta época. Para ejemplificar tales consideraciones el ensayista Laureano Vallenilla Lanz nos expone un ejemplo:<br />En la noche del 18 de octubre, mientras unidades de las Fuerzas Armadas disparaban unas contra otras, en una ciudad sorprendida, atónita y trasnochada, Rómulo Betancourt se hallaba escondido en la última habitación de una modesta casa de San Agustín y allá fue en busca suya una comisión de jóvenes oficiales, cuando ya se había obtenido una solución favorable a los alzados. Un testigo presencial me refirió que el futuro líder de la pipa, sobrecogido de pánico, se negó repetidas veces a acompañarles a Miraflores y hubo que conminarlo. Esto no impidió que luego dijera, en el curso de un mitin, que en esos momentos conflictivos para la democracia, había sentido emoción similar a la que experimentaban Stalin y Winston Churchill, organizando ofensivas y movimientos de tropa. Don Rómulo se gasta unos riñones considerables.<br />La opinión pública catalogo los sucesos del 18 de octubre como el cambio político más fundamental ocurrido en la Historia de Contemporánea de Venezuela. Fueron días de ansiedad para los desplazados del poder como para el gobierno de la Junta Revolucionaria se corrió el rumor acerca de un movimientos conspirativo de parte de contrarrevolucionarios, en el transcurso de esos años se vivió en inestabilidad, no hubo descanso para la que llamaron algunos </div><div align="right"> </div><div align="right">"Revolución de Octubre".<br />…Ugarte Pelayo encontró a Uslar Pietri en un pequeño salón y pregunto:<br />"Doctor Uslar ¿qué está pasando?"<br />El Ministro del Interior le contesto:<br />"Alirio, ¡hemos retrocedido cien años!".<br />Por la esquina de Bolero, Mariano Picón Salas trató de acercarse a Palacio. Los soldados no lo dejaron pasar. El gran escritor exclamo:<br />"Este es el suicidio de la democracia!".<br />Sanín.<br /></div><div align="justify"><a name="xpresyacc"> </a><br />Presencia y Acción del Magisterio en la Junta Revolucionaria de Gobierno. 1946-47<br />Entre diciembre de 1945 y enero de 1946 se conformaron nuevos partidos en Venezuela, cabe mencionar a Unión Republicana Democrática (URD), el Comité de Organización Para las Elecciones Independientes (COPEI); y el Partido Comunista. Estas agrupaciones fueron elementos claves en los tiempo que se avecinaban, Jóvito Villalba representante de URD, había sido detenido en el Palacio de Miraflores junto con Monseñor Jesús María Pellín, aunado a esto el Dr. Rafael Caldera (COPEI) había hecho pública su renuncia ante el cargo de Procurador General de la República situación que ocasiono, una fractura contra AD y los coloco en el plano de corriente opositora y tildados por otros como "reaccionarios", eran momentos difíciles se acusaba por otra parte, a AD de usar métodos antidemocráticos con los militantes de COPEI en diferentes estados andinos, y como resultado de esto los periódicos locales destacaban interesantes noticias, citemos entonces al diario El Vigilante:<br />Viene de primera página el poco respeto que el partido oficial le merecen las instituciones nacionales que deben esperar, por el concepto mismo de la función que han de cumplir y de la misión que desempeñarles les toca, por encima de las conveniencias políticas o de los intereses banderizos momentáneos.<br />Estos problemas aumentaron la fragilidad del régimen; la carga doctrinaria y clasista del movimiento social y político que se estrenaba en el poder hizo el resto. La prolongación entre Medina y Betancourt se dio en el plano de la modernización económica capitalista. La fractura se evidencio en lo político, en la dirección nacionalista y antiimperialista de la política económica y, sobre todo, en la democratización del sistema político; esto se observo en la aprobación del voto popular, del establecimiento nuevos de partidos políticos y en la transformación del Estado Liberal en un Estado de Bienestar Social cuyo ámbito natural es tratamiento económico, el desarrollo social y cultural de las masas con sentido nacional.<br />Sin embargo, un Estado de Bienestar no está contra el capitalismo y no tiene como meta modificar las relaciones sociales establecidas entre el trabajo y el capital, se pretende disminuir la lucha social a través del aumento de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, incrementando la oferta de empleo y la producción, buscando la ampliación cultural educativa, esta postura era la concepción doctrinaria de EE.UU. y en Europa en la postguerra. Esto es lo que algunos especialistas de izquierda y de derecha denominan "populismo".<br />Lo substancial del proceso revolucionario fue esa alternativa en el sistema político y que produjo la democratización del Estado. Los líderes del 18 de octubre se plantearon la transformación del Estado, el cambio de sus políticas a través de la incorporación de nuevos pensadores que emprendieran las apremiantes reformas que el país necesitaba entre ellas, la educación democrática de las colectividades, con calidad y sentido nacional.<br />Desde los primeros días de la asonada civil-militar de octubre del 45 Prieto Figueroa fue asumido como el Ministro de Educación Nacional, pero su designación duro sólo veinticuatro horas, ya que se le requería en la secretaria de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Del mismo modo, la dirección del Ministerio de Educación Nacional fue otorgada al Dr. Humberto García Arocha y llega a esta designación gracias al trabajo conjunto que había realizado como asesor en el partido AD junto a Don Rómulo Gallegos pero también gracias a la recomendación que Prieto Figueroa realizo a su persona, en tal sentido Prieto aseguró:<br />García Arocha fue propuesto por mí. ¿Por qué me separo yo del Ministerio de Educación? Porque me interesaba más la dirección política del Estado que la dirección de la escuela y la educación y fui a parar a Miraflores como Secretario General de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Entonces la influencia era general en toda la vida del país.<br />El nuevo Ministro realizo a las pocas semanas de su nombramiento un diagnóstico sobre las necesidades básicas en materia educativa y en una alocución expuso que las mismas se centraban en la necesidad de crear 6000 escuelas, graduar 10.000 nuevos maestros y crear un plan de estudio nacional.<br />Dentro de los alcances en materia educativa se tiene que los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno, establecieron una filosofía política educativa llena de una dosis de doctrina, de disciplina, con propósitos y fines plasmados en su programa de partido. La doctrina estuvo marca por el Estado Docente teoría apuntalada por Prieto donde todo Estado es responsable y asume la orientación general de la educación y esta orientación expresa su doctrina política y conforma la conciencia de los ciudadanos.<br />El Decreto - Ley 321.<br />En el trienio el tema educativo se modificó y se ampliaron nuevas doctrinas, lo que origino polémicas y luchas política que agitaron la cotidianidad de las calles y lugares públicos de la capital y del interior de país. Porque, si en algún área se le hizo consecuente la oposición a la Junta Revolucionaria y al Gobierno de Gallegos ese fue el de la educación. El proyecto educativo incluido en ese proyecto acciondemocratista fue percibido por los sectores conservadores laicos y religiosos, como un recurso diseñado para establecer en el país una hegemonía política. Del proyecto dijeron los representantes del sector privado, que se traducía como una pretensión que persigue llevar a la sociedad a través de una estrategia totalitaria al comunismo, o incluso al nazi-fascismo.<br />El momento para la primera agresión de importancia a la tesis educativa de AD se inicio con motivo del Decreto - Ley 321 sobre "calificaciones, promociones y exámenes en Educación Primaria, Secundaria y Normal" de fecha 29 de mayo de 1946. El decreto 321 obra de la Comisión Técnica. Según el decreto 321 las pruebas de julio quedaban descartadas para alumnos con un promedio de 15 o más puntos por decisión del maestro o del Consejo de profesores, según el caso. Por otra parte, se realizaría una sola prueba y sin el jurado de tres miembros como era lo acostumbrado. La calificación definitiva se lograría sumando al 80% del promedio de las calificaciones bimestrales y el 20% de la calificación del examen final. Precisando una vez más, nos planteamos la siguiente interrogante ¿por qué el Decreto-Ley 321 se convirtió en inspiración de protesta de los colegios privados católicos y laicos? La respuesta que intentamos explicar se apoya en el supuesto de que el texto del Decreto-Ley se establecía una distinción entre los institutos educativos en los que por lo menos el 75% de las asignaturas eran enseñadas por profesores que poseían título oficial, y aquellos institutos en los cuales menos del 75% de las signaturas eran instruidas por personas que no poseían un titulo en la especialidad. En lo tocante a esta situación revisemos la prensa de la época:<br />Más de mil estudiantes desfilaron ayer por las calles protestando por una nueva medida del Ministerio de Educación, tres mil alumnos de los colegios privados han quedado en condiciones de inferioridad ante los alumnos de los institutos oficiales al reformar el gobierno la ley de exámenes.<br />Como ya se ha aclarado, se establecieron condiciones diferentes en relación al valor del examen final y la composición de los jurados examinadores. Significa entonces, que para las pruebas de opción a los grados 4to y 6to de las escuelas privadas inscritas los jurados examinadores debían conformarse con el maestro respectivo y dos maestros del servicio oficial. En este propósito, la calificación concluyente de cada alumno se alcanzaba sumando al 20% del promedio de las calificaciones bimestrales el 80% de la calificación del examen final.<br />Igual procedimiento se le proporcionó a los a los institutos de educación Secundaria y Normal Privados. La suspicacia hacia la eficacia de la educación privada introdujo una diferencia entre los alumnos de los institutos educacionales públicos y privados. El 1ero de junio los alumnos de los colegios particulares de primaria, secundaria y normal (laicos y católicos), salieron a marchar. La manifestación estudiantil entrego un documento al Ministro de Educación. Este último consideraba al decreto 321 la gran conquista para los estudiantes de Venezuela mientras que otros sectores sentían que golpeaba sus intereses estudiantiles por colocarlos en un plano de inferioridad en relación con el estudiantado de los institutos oficiales. Y desde los sectores más radicales se comenzó a calificarse la protesta como un medio de coacción política reaccionaria. Como consecuencia de esto el periódico El Nacional presento:<br />Se ha puesto fin a una situación ya intolerable con relación adecuada a los requerimiento de uno de los aspectos más importantes de la función educativa, y en presencia de dos tesis se ha adoptado para una solución satisfactoria, sin negar la esencia misma de aquella que consagra la misión preponderante del Estado en la formación de la cultura de sus miembros.<br />Se presume que no todos pensaron así, ni del lado del gobierno ni del lado de los colegios privados y la iglesia católica. El 321 propicio el momento a los sectores más conservadores en materia educativa para afrontar no solo una diferenciación que se tenía como indebida, sino también y sobre todo para adversar la tesis del Estado Docente. Días después de la declaración contra el 321, cincuenta colegios inscritos en el Ministerio de Educación confirieron un memorándum ante el presidente la Junta Revolucionaria de Gobierno Rómulo Betancourt. Los subscritores del Memorándum aceptaron la supervisión del Estado, pero no se accedió a la fundamentación filosófica del Decreto la cual establecía que el Estado es el único responsable de la orientación del proceso educativo. Para ilustrar esto recurramos nuevamente a la prensa:<br />La Confederación de Jóvenes de Venezuela manifestó "que el decreto debe ser defendido por todo el estudiantado venezolano, las fuerzas democráticas y la Junta, haciéndoles las críticas a que hubiere lugar para encontrar una sólida justa que conceda justicia a los estudiantes particulares. También la Federación de estudiantes de Venezuela y el Colegio de Maestros de la Escuela anexa a la Normal Miguel Antonio Caro se pronunciaron en el mismo sentido. Igualmente, el partido comunista de Venezuela en manifiesto declara "Que la finalidad del decreto de innegable contenido democrático, tiende a corregir las irregularidades y deficiencias que existen en la educación nacional", proponiendo que por este año los alumnos de los colegios particulares, sean examinados en igual condiciones y que año próximo se haga una inspección pedagógica y técnica en todos los institutos privados.<br />Debido a esto, surge una impactante protesta de los gremios de educadores y trabajadores en respaldo del 321, la renuncia del Ministro Arocha se decidió, desde la extendida reunión del gabinete de gobierno del 9 de junio. Finalmente, los sectores adversos al 321 enviaron al Ministro y al Presidente de la Junta Revolucionaria, sus requerimientos públicos y también se hizo al sector militar, en aquel momento la Junta consideró que esta situación podía acarrear un ciclo de desestabilización mayor. Así, de la misma manera reflejamos parte de lo ocurrido:<br />En atención al decreto lanzado por la Federación Venezolana de Maestros, el Colegio de Profesores y la Federación de Trabajadores del Distrito Federal, ordenando un paro simbólico de tres horas de duración los obreros del Distrito Federal abandonaron el trabajo ayer a las tres de la tarde para lanzarse a la calle y participar en una grandiosa manifestación que repudio las fuerzas reaccionarias se agrupo en la plaza Urdaneta la más grande concentración de masas que se recuerda desde el 14 de de 1936, al grito de "abajo reacción" "Muera COPEI"…poco antes de las cinco de la tarde cuando la vasta muchedumbre se hubo estabilizado dentro de la plaza, se dio comienzo a los discursos. Los inicio el profesor Horacio Venegas siguiéndoles en la palabra la profesora Belén San Juan, quienes se refirieron al significado del Decreto y a la importancia del paso dado por el Ministerio al asumir el control de la educación en una forma positiva. Analizaron los aspectos revolucionarios y pusieron de manifiesto que la reacción venezolana había aprovechado la agitación creada a su alrededor, para movilizar sus efectivos en provecho propio, por lo cual el pueblo respaldando al magisterio, se había congregado a dar una respuesta a sus planes sediciosos bajo la consigna "ni un paso atrás"…El profesor Alberto Bustos, a nombre del Colegio de Profesores hizo un análisis detenido y técnico del Decreto 321 y del derecho del Estado a tecnificar la Educación y popularizarla. Criticó igualmente las maniobras de los reaccionarios que habían llevado la división a la juventud venezolana y se mostró orgulloso de que los profesionales de la enseñanza estuvieran realizando una jornada de aquella significación en compañía de los obreros y los campesinos dispuestos a no cejar ni un paso atrás en la lucha emprendida.<br />El Decreto fue suspendido por el Decreto 344. Mediante este decreto la Junta Revolucionaria de Gobierno estableció que los alumnos de 4 y 6 grado y los cursos de educación de educación secundaria y normal que habían logrado un promedio de calificación de diez o más puntos en los exámenes trimestrales, quedaban promovidos a los grados o cursos inmediatos superiores a aquellos que ha cursado y se les dio por calificación el promedio de las calificaciones trimestrales en dicho periodo de estudio. Como consecuencia de esto:<br />El encargado del Ministerio de Educación director Humberto Gracia Arocha y los directores del Gabinete, Educación Secundaria, Cultura, Educación Primaria y Sección Administrativa doctor Jesús González Cabrera, y profesores Olinto Camacho, JM Siso Martínez, Luis Solares Pérez, respectivamente, presentaron anoche sus renuncia colectiva ante la Junta de Gobierno después de una reunión de gabinete que duro diez horas y en la cual se discutió el memorándum presentado por los Directores de planteles Privados sobre el Decreto 321 aplazándose finalmente su resolución para una reunión posterior. La renuncia obedeció a la estimación hecha por los nombrados de que el aplazamiento de la reunión sin llegar a conclusión definitiva explicaba un negativa al apoyo que el encargado de MEN necesita en estos momentos por lo cual dejaban en libertad a la Junta de Gobierno para enfilar el rumbo político que considere más conveniente ante las actuales circunstancias.<br />Al Ministro García Arocha lo sustituyo Antonio Anzola Carrillo. Un año después de la campaña de protesta de los estudiantes, el decreto se aplicó tanto en 1946 como en 1948. Convenientemente citemos una vez la entrevista realizada por Luque al Dr. Prieto años más tarde con relación al Decreto - Ley 321:<br />[Pregunta Luque (PL)]…Betancourt…se refiere al Decreto 321 del año 1946…que tanta oposición les trajo de los colegios privados, el clero, las monjas, las damas de la sociedad de la época, etcétera. Decreto que hizo tambalear al gobierno y que a mi modo de ver fue la oposición de calle más importante que hubo en todos esas años, Betancourt afirma, repito, ese capítulo, que el Decreto 321…fue producto de un grupo que actuaba con autonomía en el Ministerio de Educación y que no le fue consultado. ¿Es eso cierto? [Responde Prieto (RP)] En cierta manera es cierto, si. Pero Betancourt estaba informado de lo que se hacía en el Ministerio de Educación. El doctor García Arocha, entonces ministro de Educación, tenia frecuente entrevistas con el Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, a veces casi todos los días. Porque la educación era de tanta importancia para nosotras que no podíamos dejarla d lado.PL. Pero ¿Por qué afirmó esto que dio pie a una respuesta aireada del ministro García Arocha?¿Quiso acaso salvar su responsabilidad? RP: Bueno, eso es lo que se llama "sacar el fundillo". No quería hacerse responsable de una cosa que estaba siendo discutida en sectores importantes de la oligarquía nacional.<br />En protesta por esa imposición, un grupo de jóvenes de la alta clase social, decidió viajar a los EE.UU., a culminar sus estudios y no sin razón cuando Gustavo Adolfo Ruiz en una entrevista ya citada confiesa:<br />Cuando nosotros íbamos a examinar muchachos, al "San Ignacio", "La Salle" etcétera, íbamos predispuestos; lo digo con sinceridad; íbamos a raspar a los que pudiéramos; y a los nuestros no, con razón o sin ella…Eso lo sabían ellos, y nosotros los cazábamos. Los exámenes no se hacían por el programa, sino por una sinopsis del programa, se sacaban unos veinticinco puntos para el examen. Ellos, los de educación privada, se distribuían y sabían que realmente los muchachos iban al examen a defenderse de nosotros. Para nosotros el Ministerio y el Estado era lo válido, y lo religioso no el Decreto 321 lleva ese espíritu que te digo que teníamos nosotros, que desde el punto de vista técnico era una barbaridad: ello, los de la educación privada, se quejaron, porque realmente era injusto. El Decreto 321 penaba a quien no tenía nada que ver en el problema, al muchacho, al alumno. En vez de penar a la institución, penaba a los alumnos. Pero en ese momento nadie estaba para discutir eso. Era una cuestión entre el estado y ellos, los privados, que no eran el Estado. Nosotros nos quemamos el pecho por aquello: Pero luego, reflexionando y viéndolo fuera de las pasiones de aquellos momentos, era, sin duda, algo injusto.<br />Todavía a mediados de 1948, El Grafico, órgano de difusión del partido COPEI, denuncio de forma impetuosa como el gobierno había aplicado la imposición de un Decreto que rechazado por la mayoría utilizando perversos procederes, y lo más grave según ellos se reconocía la ausencia de una resistente oposición estudiantil.<br /><a name="xminist">El Ministro de Educación Luis Beltrán Prieto Figueroa.1948</a><br />Los comicios electorales del 15 de diciembre de 1947 fundamentaron una nueva conquista para AD. Por una parte, el triunfo de Rómulo Gallegos, su candidato y por la otra, se les otorgo una mayoría en el Congreso para el periodo 1948-52. Esa mayoría, como suele acontecer en política, la ejerció AD para regir según su doctrina, siguiendo su programa de gobierno y sus propios intereses. Con relación al nombramiento del Maestro Prieto como Ministro de Educación en esta breve administración encontramos:<br />El 15 de Febrero de 1948 al tomar la Presidencia el maestro Gallegos nombró a Prieto Ministro de Educación (febrero 15 - noviembre 24, 1948). Durante este breve periodo Prieto enfatizó el carácter popular y democrático que debe tener la educación, sostuvo la necesidad de la escuela unificada, pidió una escuela vinculada al país, el mejoramiento profesional del magisterio. Estas ideas tomaron cuerpo en la Ley de Educación que el ministro Prieto envió a las Cámaras. Este estatuto fue aprobado pero tuvo escasa vida ya que fue derogado al año siguiente.<br />Para el mes de abril de 1948 la prensa nacional informo que una Comisión Técnica del Ministerio de Educación estaba ocupaba en el diseño del Proyecto de ley de educación Nacional que el Congreso y que se presentaría ese año al Congreso para que fuese discutido en sus sesiones ordinarias. Asimismo, en la XI Convención del Magisterio celebrada en Mérida, FVM habría aprobado un conjunto de estamentos que la mencionada Comisión Técnica tendría en cuenta. Tomamos de El Grafico la siguiente nota:<br />Hemos recibido del Ministerio de Educación Nacional una Circular en la Comisión Técnica de dicho Despacho nos manifiesta el "especial intereses" que tiene en conocer la opinión de este Diario en relación a una encuesta que anexa, sobre la Ley de Educación vigente y la próxima a redactarse debemos decir que es necesario reconocer en primer término la conveniencia de este proceder de la Comisión Técnica del MEN. Por cuanto significa la aceptación del criterio de que, materia tan delicada y trascendental como la Ley de Educación, no puede abordarse desde puntos de vista unilaterales ni estudiarse dentro de una torre de marfil de aislacionismo sectario o pedante [Pero] es necesario entender que no está cumplido el deber fundamental con el simple hecho de pedir la opinión ajena. Sería una simple farsa si no se llegara a la otra etapa que es la verdaderamente importante, de atender las sugerencias que se hagan, de no echar en cesto de los papeles las respuestas que se envían, de no despreciar la opinión que exprese el pensamiento ajeno. Creemos que no es el mejor sistema el de la encuesta que ha utilizado en la presente oportunidad el MEN. Porque no es posible obtener verdaderos resultados, con respuesta aisladas<a name="_ftnref71">.</a><br />Desde el periódico El Grafico, el partido socialcristiano requirió enérgicamente que el MEN diera a conocer con suficiente antelación el Proyecto a discutir con la finalidad de percibir las intensiones del mismo y los propósitos político de los redactores, los sectores conservadores ante el hecho mantenían múltiples reservas y estaban muy atentos ante la imposición de lo que denominaban "revolución democrático burguesa de orientación popular".<br /> Como se puede entender, conocido el Proyecto de Ley de Educación Nacional, el partido COPEI opinó que tenia ante a si la las bases que construirían un Estado totalitario utilizando la educación. Posteriormente se revela un Estado de desacierto, comienza nuevamente como en 1946 un fuerte debate contra la ley por ser considerada como un manual impuesto en tiempos de postguerra. En el Congreso Nacional se expreso el Dr. Prieto al ser interpelado por los diputados Barrios y Mora con relación a ideologización que pudiese estar presente el proyecto de Ley de educación:<br />Cuando nosotros hablamos en la Memorias de Educación de la necesidad de formar una conciencia unitaria en el Magisterio, esto expresa que es necesario crear ideales comunes, porque solamente con ideales comunes se forja una patria, y los maestros deben ser los primeros forjadores de la conciencia nacional. No puede hacerse patria cuando los maestros, encargados de forjar en la conciencia de los niños el sentimiento de la nacionalidad, están en desacuerdo con lo esa nacionalidad significa y con lo que deben ser el destino futuro de la nación.<br />Además, en lo que se refiere al bienestar del educador se advertían también contrariedades las medidas de protección y las garantías estaban siendo discriminadas, señala Rafael Tovar al Ministro Prieto: habrá necesidad de descontar como en los balances deficitarios los cientos y cientos de maestros: los miles y miles de niños, de estudiantes, que tienen muy presente en su cartera de acreencias, una factura que esta por ser cobrada al Ministerio de Educación.<br />El espacio para confrontación ideológica fue corto, y así lo había expresado Tovar, Bien clara esta la forma de actuación del Gobierno presente, estando en –coma-, parece estar o querer no acercarse a su punto final marcado por el Régimen Constitucional y pocos meses luego de esta premonición mortal, el 24 de noviembre de 1948, ocurre un nuevo golpe en el país es derrocado Don Rómulo Gallegos y este es llevado a la escuela Militar donde permaneció hasta el 5 de diciembre, fecha en que es expulsado a la Habana, Cuba. En eso días pudo el Dr. Humberto García Arocha, su amigo personal y ex Ministro de Educación, atenderlo como médico y cumplir con un importante encargo del preso en cautiverio, acerca de las razones que condujeron a la crisis del 24 de noviembre y sus factores civiles y militares. El Documento se transcribió y se reprodujo en el instituto de Medicina Experimental. Observemos a continuación una imagen de la campaña de Gallegos con su consigna.<br />En consecuencia y como resultado del proceso llevado a cabo por los partidarios del partido del Acción Democrática el Dr. Laureano Vallenilla Lanz comento:<br />Durante el lustro comprendido entre 1941 y 1946, Acción Democrática represento el deseo mayoritario de una nación cansada de cuarenta años de hegemonía regional. El venezolano aspiraba a un cambio que democratizara las instituciones y facilitara a un más crecido número de ciudadanos, al acceso a la función pública, en igualdad de condiciones. Los desengaños vinieron después y ya a mediados de 1948, el régimen aparentemente presidido por el ilustre Rómulo Gallegos, contaba con respaldo de opinión. Se había efectuado la ruptura, sin acomodo posible, entre el gobierno y el habitante, que empezó a mirar del lado de las Fuerzas Armadas como única solución viables del problema. Era el caso de la divorciada, en busca de nuevo marido.<br />Se conformo una nueva Junta Militar integrada por Carlos Delgado Chalbaud, Luis Felipe Llovera Páez y Marcos Pérez Jiménez, que negaron que se instauraría una dictadura. Prometieron un gobierno con personas independientes y sin discriminación de ideología o partidos político, sin embargo, a partir de un tiempo muy breve se decreto la disolución del partido nacional, se disolvió el Congreso, Asambleas y Consejos Municipales, la Confederación de trabajadores de Venezuela y la casi totalidad de los dirigentes de la socialdemocracia y miembros de gobierno de Gallegos fueron detenido en pocos días. A la cárcel Modelo fueron enviados Luis Beltrán Prieto Figueroa, Alberto Carnevali, Valmore Rodríguez, Ricardo Montilla, Juan Pablo Pérez Alfonso, entre otros.<br /><a name="xconsidera">Consideraciones finales</a><br />La información recabada en torno al insigne Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa permite revisar la historia socioeducativa de tan insigne pensador Venezolano.</div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2306470900459049280.post-72875701028432033222009-02-12T06:44:00.000-08:002009-02-15T11:46:07.786-08:00Lo Peueño como Alternativa. Compilador: ALEXI BERRÍOS BERRÍOS<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2k2hMjjMhAhZ2nbwfuE0xmcwdFDKKj4JAwDQB_NdUZaHm5uRC18V2bzkblnYdrPPmb9d8qxbsJ5pYMHbuC46yzEQv0ha7EgiMTTH20w1l4Q4mDtSZt9g68DQ7u3LJ1_MJ_RkWTWte-KM/s1600-h/Portada+Lo+Peque%C3%B1o+como+ALternativa+Volumen+I.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5302017586357832594" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 230px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2k2hMjjMhAhZ2nbwfuE0xmcwdFDKKj4JAwDQB_NdUZaHm5uRC18V2bzkblnYdrPPmb9d8qxbsJ5pYMHbuC46yzEQv0ha7EgiMTTH20w1l4Q4mDtSZt9g68DQ7u3LJ1_MJ_RkWTWte-KM/s320/Portada+Lo+Peque%C3%B1o+como+ALternativa+Volumen+I.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><div align="center"><strong></strong></div><br /><br /><div align="center"><strong>Alexi Beríos Berríos<br />Compilador<br /><br />Lo Pequeño como Alternativa<br /><br />Línea de Investigación: “Historia Regional y Local” (Cátedra Mario Briceño Iragorry)<br /></strong></div><div align="center"><br /></div><br /><br /><p align="justify">Alexi Berrios Berrios (Compilador)<br />De esta edición.<br />Línea de Investigación: “Historia Regional y Local” (Cátedra Mario Briceño Iragorry. UNESR-Valera<br />Fondo Editorial Tropykos<br /><br />Av. El Cortijo entre Av. América y Los Laureles Qta. Vitalia N0 79 Los Rosales<br />Telefax. (0212)693.50.92/693.50.01<br />Apartado Postal 47.687<br />Caracas 1041/A.<br />E/mail:Tropykos@cantev.net<br /><br />ISBN: 980-325-308-5<br />Depósito Legal: lf5820063001455<br /><br />Diseño y diagramación: Yelitza Mejías<br />Diseño de Portada: Yafi Nose<br />Impresión: Servi-K C.A. Servicio Grafico Digital<br />E-mail: <a href="mailto:servik@cantev.net">servik@cantev.net</a><br />Ediciones: 500 ejemplares<br /><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:130%;">Presentación<br /></span></strong><br />De las múltiples y variadas alternativas con las que suele trabajar los historiadores y otros científicos sociales, no hay duda que la historia local es de las más popularizadas. Desde la década del sesenta, cuando Luis González y González reinstaló la práctica de la microhistoria en el ámbito universitario, ésta se ha venido multiplicando, creando un amplio espectro y metodológico y potenciado hasta niveles verdaderamente inesperados, el conocimiento de los pequeños espacios. Entre nosotros aquí en Venezuela, desde la década de los ochenta las prácticas que tienen que ver con la historia local y regional, o con la microhistoria, registran también un crecimiento más que satisfactorio, pues aparte de caracterizar a todo el quehacer historiográfico venezolano, la popularización de su práctica ha permitido enriquecer todo el bagaje teórico metodológico y técnico por una parte, y ha proporcionado un mejor conocimiento del país, esta vez desde su células genesicas, los pueblos.<br />Este opúsculo que presentamos y que tiene la marca indeleble del trabajo que desde hace varios años viene realizando en el Estado Trujillo Alexi Berríos, es una muestra de lo que acabamos de afirmar. Lo pequeño como alternativa recoge algunos de los trabajos y ensayos que se conjugan en la praxis trujillana, de la Cátedra de Historia Regional y Local que fundara hace varios años Alexi Berros. Precisamente tuve el honroso privilegio de acompañar a este historiador y poeta trujillano en tan hermosa aventura, y por eso mi complacencia ahora en presentar este primer reposo que estos guerreros de la historia regional en Trujillo, hacen en su gloriosa jornada.,<br /><br /><em>Arístides Medina Rubio</em><br /><br /></p><br /><br /><p align="justify"></p><p align="justify"><br /><strong><span style="font-size:130%;">En Búsqueda de la Nueva Historia<br /></span></strong><br /><em>Alexi Berríos Berríos<br />UNESR, Núcleo Valera<br /></em><br />Busco por la inconformidad humana subyacente en el hombre del XXI. Busco por la ausencia de una respuesta de lo que soy y deseo. Busco…Estoy en un laberinto sin fechas, episodios, héroes, batallas... Entro en el túnel verdadero de la historia. Esa culebra vivaz y afilada rastreando las hojas secas de lo vivido. Voy, pues, enredándome en el tallo finito de cuarenta años. Al instante, desenredo el carrete de hilo y en cada milímetro hay huellas generacionales. Todas llevan polvo de recuerdo. Eh, caminan colectivamente en una pasarela de acciones compartidas. ¿Eso no es historia? Siempre los expertos-cientificistas asoman la cabeza. Eureka... el dato. Pregunto: ¿el contenido del archivo no es elaborado por el hombre? Los criterios humanos forcejean ¿o no? La historia de andamios vibra en las alturas, pero suelta arenilla por las ranuras. Comonó, por algún lado gotea el agua, más la polisemia histórica. Entonces, pareciera no haber verdad absoluta. Claro. Otra cosa, la gente corriente es inanimada en la pluma del historiador y sus quehaceres no suman para la constitución de una “historia total” o de Estado. Error, por cuanto la historia chiquitica, parroquial, local, regional... dará pie a la concreción de una historia de pueblo en el estricto sentido del término. Es decir, la historia de los sin voz nos llevará a conseguirnos en el nailon del tiempo. Hablo en sustancia como hombre incluido en la historia introspectiva ¿Cómo existo?<br />Busco en mi interior el saber lúdico increcendo, y, a cada paso, tropiezo con la imagen, el lugar, la casa de campo, la abuela, el pájaro trinando arriba del uvito, el perro ladrando detrás de la niebla... el gallinero apagado después de las seis, la escuela, la comiquita de televisión, el zorro, Popeye, Superman.<br />Sigo.<br />Amores adolescentes, la maestra seductora, escenas deportivas...<br />Me voy envejeciendo y pasando a ser otro ¿Lo ideal? Reviso la pizarra de la vida y vuelvo al recuerdo. Lo tengo, pero y la parte artística debo imprimírsela para comunicarme. Ella impulsa el tallado de una vida construida en lo límbico o bajo el verdadero sueño. Doy vuelta a la vetusta fotografía usando la fuente de mi existencia ¡Nada mejor! Ella no tiene polvorientos manuscritos, sino memoria. Recuerdo vivo alterado por la neurona imaginaria, cuyo único archivo es el cerebro. Si embargo, citaré algunos textos para ampararme del método positivista de la historia, verbigracia: Anfisbena de José Manuel Briceño Guerrero, El Gran Laberinto de Fernando Savater, Antes del Fin de Sábato ¡Es emocionante decir cosas y compartirlas con otros que también las vivieron y urdieron en su infancia, adolescencia, juventud... la pasión de la convención temporal. Escribo y alguien me lee. Al leerme conversa conmigo coincidiendo o desmitificándome o agregando elementos para enriquecer lo expuesto como intrahistoria. Al lado del pensamiento se viene una fotografía que también habla y revela momentos. Juego, entonces, ajedrez en un parque donde se cruzan las miradas de una historia desconocida por muchos. ¿Servirá eso de algo? ¿O será tan magnánimo como la Batalla de Carabobo? Créanme, la introspección aviva luchas psicológicas, cromosómicas... de gente de carne y hueso como Simón Bolívar. En tanto y en cuanto las luchas tocan la fibra humana se colectiviza el saber mínimo o pequeñito, diminuto para el gran saber. Es duro, verdad, que los sabios sientan la historia objetiva y fría como la diosa mental sin reproches. Silencio... y el recuerdo me reclama trabajo escritural desenfrenándome totalmente. Adiós a las imposiciones metodológicas positivistas de la escuela mater que adoré, adoro y le canté. Siento que es la mejor tesis elaborada por mí hasta ahora. Eso me basta sin presunciones. Ella me sigue como un reptil encuevado. Una vez lo apunté sumido en la locura de un sueño del ochenta. Supieran que ahora estoy soñando otra vez con un sitio musical de carrusel, juegos, misas, patinajes, guaguancó... y todo me pertenece salvo la heroicidad... No sé que significa ni me preocupo por ella. Vuelvo y un campesino labora profundo por el país y nadie lo ve ¿Cómo? la espesura blanca del páramo lo cubre. ¿Dónde estarán los historiógrafos venezolanos? ¿En qué hemeroteca investigarán? A ellos les da alergia la ruralidad y a diario descubren cualquier detalle para contárselo en el cafetín. Engolan la voz para expresar que durante el siglo XIX hubo o no hubo nación en Venezuela. El campesino, en cambio, quiere su matria, la embellece y la defiende pasando desapercibido hasta después de la muerte. Siente que los pueblos crecen con trabajo y el retozo de los loros raya el cielo a las cinco de la tarde. Luego, viene la lluvia y la oscuridad espesa ronda el camino real. Llega el alba bramando en la ladera cercana al río caudaloso que se ríe del XXI. El sabe de la crisis que se aproxima. Por contraste, los sabios discuten sobre el tirano liberal, las ideas de los venezolanos durante el siglo XIX, la hermana del Libertador y quien no sepa de esos episodios ignora la historia. A decir verdad, esa historia hay que estudiarla, empero, la otra también con toda su mitología, además, que nuestros ancestros están diseminados por los caminos, carreteras y pueblos de las regiones. De hora en hora la campana del tiempo recuerda sus nombres y yo los revivo en la sustancia neuronal pintándolos como protagonistas de mi libro primero y aprendo por asociación. Continúo utilizando la memoria, y, más tarde: repito... repito... Ajá... aprendí y nunca se olvidará. Así soy. Soy yo y lo circundante espacial-geográfica y culturalmente. Dicho de otro modo: soy un hombre nacido en la microhistoria y la voy coloreando en la medida que me busco adentro como un terrón abonado por sueños saltando a la vista la montaña que me lleva. El asunto no es sencillo, no señor, es tan complejo como la ciencia al persuadirnos que “recordar no es un lujo sino un trabajo”. Es un arte de pensar y exponer lo vivido e inferir lo soñado. En otras palabras, escribo confundiéndome y alterando al expectante, y, el buen expectante, comenta sin dejar morir la escritura. Ahora bien, la escritura cientificista muchas veces fenece atosigada por el agua de la incomprensión. De allí lo difícil de historiar para lo humano, porque en ambos casos está presente el lenguaje. Gracias a él podemos transmitir y esperar la voz del otro. Cierto, el lenguaje es el alma del hombre y el hombre se encuentra atrapado por el lenguaje. El desea escucharse, necesita decirse para ser historia. Sabe bien que la historia es humana, y, por ende, similar a él. Por supuesto, entiende las distinciones con el hombre de 1811, empero lo estudia buscando un pasado que lo identifique sobre la base de la diversidad y la unicidad. Tal es, su martirio: soy uno y muchos a la vez. Bueno, vivo en la pluralidad, pero es menester buscarme como humano. Busco... busco... y de pronto empiezo el relato del acontecer supremo llamado vida y mis amigos traen fuentes para un trabajo del profe, quien decidió anidarse en la parte izquierda del cerebro de la historia temiéndole a una neuralgia, trombosis, neurisma...o apagón científico. Esto es, prefirió pensar lo chiquito y así descubrir lo grande escondido en la gente ignorada por los plumarios de la historia de Venezuela. </p><br /><br /><br /><p align="justify"><strong><span style="font-size:130%;">El Concepto de Microhistoria en la Nueva<br />Historia sus características básicas como<br />Modelo historiográfico<br /></span></strong><br /><em>Gilberto Quintero Lugo<br />ULA-Mérida<br /></em><br />En América Latina, a partir de la década de 1970, potenciada por la obra del historiador mexicano Luis González González, se comenzó a extender la microhistoria como práctica específica de investigación en el campo de los estudios históricos. Entonces se le entenderá como la indagación sistemática y global, en todas las instancias de la actividad humana, de comunidades o grupos sociales específicos de alcance local o regional desde el punto de vista espacial o geográfico, como alternativa frente a las construcciones historiográficas de alcance nacional o universal. Hoy, sin embargo, a tenor de la actual crisis de paradigmas del discurso historiográfico, en Europa, de la mano de la producción historiográfica de investigadores como Carlo Ginsburg, Giovanni Levi y otros, la microhistoria, influenciada además por la llamada nueva historia cultural o historia socio-cultural, ya no se le define exclusivamente según el concepto original acuñado por González González. De ahí que, partiendo de la definición original, pretendemos examinar sus caracteres básicos como modelo de investigación de la historiografía contemporánea.<br />1.-La microhistoria como práctica historiográfica en América Latina. Su caracterización en la obra de Luis González González.<br />Aunque su práctica es tan antigua como la aparición de la primera narración histórica propiamente dicha en el ámbito de la civilización occidental, en América Latina, tan rica en crónicas locales y en coleccionistas de relatos, mitos y cosas viejas, no fue sino hasta la aparición en 1968 de la primera edición de Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia, obra del historiador mexicano Luis González González, que se comenzó a extender en nuestros países el estudio de lo local y lo regional con rigor profesional.1 No es que antes de 1968 no se hiciera microhistoria en algún sentido. Simplemente que en los siglos anteriores a 1968, y más aún en el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, la microhistoria era ejercida, a su modo, por los “viejitos” cuenta cuentos de las pequeñas comunidades, por los cronistas locales o regionales y, sobre todo, por muchos aficionados de toda laya y condición social que la practicaban como un hobby o por simple actitud romántica (por la simple nostalgia y amor a la familia y al terruño), antes que por historiadores profesionales.2 El propio González González se daba cuenta de esta realidad con relación a su país natal, cuando afirmaba:<br />De la microhistoria contada o cantada por los “viejitos” se suele pasar a la microhistoria escrita por los muchos aficionados o “todisas” pueblerinos. En México abundan las historias parroquiales escritas por gente de cultura general. Se trata de microhistoriadores .sin contacto con la vida universitaria, que sí en vigorosa comunicación con la vida lugareña…Por lo demás, es difícil definirlos porque a la microhistoria acude gente de muy distinta condición. Y sin embargo, es posible rastrear en ellos algunos rasgos comunes: la actitud romántica, entre otros.3<br />No obstante lo anterior, a partir de la publicación de Pueblo en Vilo y de las numerosas conferencias que el propio González González comenzó a exponer en México y en otros países latinoamericanos, la investigación microhistórica se fue convirtiendo progresivamente en una actividad propia de historiadores profesionales. Más aún siendo el propio González González un historiador formado profesionalmente. De este cambio daba cuenta el ilustre historiador mexicano en 1986 cuando afirmaba lo siguiente:<br />Pero la historiografía parroquial o microhistoria no está comprometida con la tradición hasta el grado de que no pueda superarla. No esesencial en la microhistoria el ser simple enumeración de hechos y el no saber esculpir imágenes interinas del pasado, acopiar pruebas, hacer críticas de monumentos y documentos, percibir las intenciones de la gente y realizar, como mandan los manuales de metodología científica, las operaciones de síntesis. De hecho, ya se está haciendo una microhistoria de carácter científico, guiada por el criterio de la veracidad de los hechos y la comprensión de los hacedores.4<br />De modo que en las décadas posteriores a 1960 la microhistoria salía al encuentro de su pequeño mundo armada de preguntas, de un buen planteamiento problemático, con el correspondiente marco teórico y la definición de la metodología a emplear y, en fin, con una imagen provisional del tiempo histórico que se indaga. Todo ello sobre la base de la evaluación y crítica de las fuentes que testimonian el devenir de las gentes humildes y su vida cotidiana, objetos principales de la microhistoria. A este respecto, nuestro historiador es bien explícito:<br />La gente encopetada y los hechos de fuste, asunto de las macrohistorias tradicionales, ha dejado muchos testimonios de su existencia. No así la gente humilde y la vida cotidiana, objetos de la microhistoria. Por lo mismo, ésta se ve obligada a echar mano de pruebas vistas desdeñosamente por la grande y general historia. La micro se agarra de luces tan mortecinas como las proporcionadas por las cicatrices terrestres de origen humano; por los utensilios y las construcciones que estudian los arqueólogos y por la tradición oral, cara a los etnólogos. Echa mano también de papeles de familia (cartas privadas y escrituras contractuales); registros eclesiásticos de bautizos, confirmaciones, matrimonios, pago de diezmos y muertes; registros notaria es de compra-ventas, disposiciones testamentarias y tantas cosas más; censos de población y de índole económica; informes de curas, alcaldes, gobernadores y otras personas que sirven de enlace entre el poder municipal y los poderes de mayor aliento. La microhistoria… se sirve también de libros de viajeros, de crónicas periodísticas y de las relaciones hechas por los historiadores aficionados. El microhistoriador ha de hacer grandes caminatas o investigación pedestre, excavaciones arqueológicas, muchas y pacientes entrevistas, larguísimos sentones en archivos públicos y privados y en bibliotecas.5<br />Pero, ¿qué es lo microhistórico en la visión historiográfica de Luis González González?<br />En el pensamiento historiográfico de Luis González González hay una cierta confusión en cuanto a la definición de la microhistoria como práctica de investigación histórica específica. Así, en 1973, de manera vaga señalaba:<br />…Sólo en términos generales puede decirse que el dominio de la microhistoria es el pasado humano, recuperable, irreversible, influyente o trascendente o típico. Dentro del enorme universo del pasado historiable es posible aislar la parcela que le corresponde a la microhistoria; es decir, el espacio, el tiempo, la gente y las acciones que le preocupan.6<br />De acuerdo con el anterior criterio, el espacio de la microhistoria es lo que González González denomina como la patria chica o matria, definida por él así:<br />…la realización de la grande, es la unidad tribal culturalmente autónoma y económicamente autosuficiente; es el pueblo entendido como conjunto de familias ligadas al suelo; es la ciudad menuda en la que todavía los vecinos se reconocen entre sí; es el barrio de la urbe con gente agrupada alrededor de una parroquia o espiritualmente unida de alguna manera; es la colonia de inmigrados a la gran ciudad; es la nación minúscula como Andorra, San Marino o Naurú; es el gremio, el monasterio y la hacienda; es el pequeño mundo de relaciones personales y sin intermediario.7<br />En la misma línea de reflexión, González González define el tiempo de la microhistoria como el largísimo y propio de la geografía, de ritmo lento, propio de la costumbre, la mentalidad y el hábito. De allí que sostenga: “Un microhistoriador rara vez deja de partir de los tiempos más remotos, recorrerlo todo, y pararse en el presente de su pequeño mundo. El asunto de la microhistoria suele ser de espacio angosto y de tiempo largo, y de ritmo muy lento”.8<br />En cuanto a la clase de gente y acciones que le importan, la microhistoria se caracteriza por interesarse en la vida de las gentes sencillas y menudas y su vida cotidiana. De hecho, González González afirma que: “A la microhistoria le interesa, más que lo que influye o renace, lo que es en cada momento, la tradición o hábito de la familia, lo que resiste al deterioro temporal, lo modesto y pueblerino”.9</p><p align="justify">De allí que sea característico del estudio microhistórico proyectar sobre una región estrictamente delimitada el entrecruzamiento de los puntos de vista geográfico, económico, histórico-constitucional y administrativo con los de la técnica, el arte, los usos y costumbres, los hechos populares y las modalidades lingüísticas. A este respecto, el propio González González sostenía que la principal justificación del estudio microhistórico residía en que:<br />“…abarca la vida integralmente, pues recobra a nivel local la familia, los grupos, el lenguaje, la literatura, el arte, la ciencia, la religión, el bienestar y el malestar, el derecho, el poder, el folklore, esto es, todos los aspectos de la vida humana y aun algunos de la vida natural”.10<br />Varios años más tarde, en 1982, mantenía la misma posición sobre lo que entendía por microhistoria y estudio microhistórico, al sostener que:<br />La microhistoria reconoce un espacio, un tiempo, una sociedad y un conjunto de vicisitudes que le pertenecen…En términos generales, el ámbito microhistórico es el terruño: lo que vemos de una sola mirada o lo que no se extiende más allá de nuestro horizonte sensible. Es casi siempre la pequeña región nativa que nos da el ser en contraposición a la patria donadora de poder y honra…Es la matria, que más de las veces posee fronteras naturales, pero nunca deja de tener fronteras sentimentales…La unidad social actuante en la microhistoria es generalmente un puñado de hombres que se conocen entre sí, cuyas relaciones son concretas y únicas. El actor colectivo es el círculo familiar, la gran familia. El solista es el hombre poco importante, no el egregio en el país y en el mundo,… ¿Cuáles son los hechos historiables y cuáles los no historiables para el microhistoriador? Los historiadores locales parecen pecar por exceso. Pueblan sus libros con pequeñeces…La especie microhistórica es mucha veces todista, porque el espíritu anticuario rara vez distingue entre lo importante y lo insignificante, entre lo que influye, trasciende o personifica y lo que es mera banalidad…Esto no se contradice con el hecho de que la microhistoria busca sobre todo lo cotidiano, el menester de la vida diaria, la vida vivida por todos, los quehaceres comunales sin teoría y las creencias comunes sin doctrina. La microhistoria no puede evitar ser un poco geografía y un poco biología; le da cabida a los hechos del mundo histórico natural…11<br /><br />Sin embargo, cuatro años más tarde, en 1986, varió un tanto su posición al indicar que:<br /><br />…En 1971 propuse la microhistoria para el multiméxico, y quince años después, sigue válida, a mi modo de ver, tal propuesta, aunque con variante en su formulación. Entonces tenía vagos los conceptos de terruño y microhistoria. No se me alcanzaba la diferencia entre la breve comunidad del terruño donde predominan los lazos de sangre y de mutuo conocimiento y la mediana comunidad de la región donde son particularmente importantes los lazos económicos. No distinguía a plenitud entre un pueblo, cabeza de una terruca, y una ciudad mercado, núcleo de una región. Por lo mismo, confundía la historia regional con la historia parroquial. A una y otra las llamé microhistoria o historia matria. El término microhistoria –pienso hoy- habrá que reservarlo para el estudio histórico que se haga de objetos de poca amplitud espacial. Es un término que debería aplicarse a la manera espontánea como guardan su pretérito los mexicanos menos cultos, mediante la historia que se cuenta o canta por los viejos en miles de terruños…que narra con sencillez, a veces en forma de canción o corrido, acaeceres de una minicomunidad donde todos se conocen y reconocen.12<br /><br />Como se ve, de acuerdo a la evolución del pensamiento historiográfico de González González, lo microhistórico estaría definido por el estudio histórico del terruño, denominado por el historiador mexicano como patria chica, matria, parroquia, municipio y tierra. Terruño caracterizado por ser dueño de un espacio corto y un tiempo largo, de pocas gentes que se conocen entre sí y cuyas relaciones en términos de lucha de clases son mínimos o inexistentes, mientras que las peleas y amistades entre familias se intensifican al máximo. Al mismo tiempo, las relaciones con el territorio propio tienden a ser amorosas; con las comunas vecinas de lucha, y con la ciudad más próxima de ocios y negocios. A su vez, varias minicomunidades vecinas entre sí confluyen generalmente en una ciudad mercado, cabecera de una región. En lo cultural, cada terruño maneja un haz de prejuicios que rigen el comportamiento global de sus habitantes, incluyendo un código de honor, una cosmovisión y una manera de hacer arte. En definitiva, para el maestro mexicano de la microhistoria:<br /><br />…La nueva microhistoria indaga los avatares de un terruño desde su fundación hasta el presente. Pregunta por los sucesivos actores y acciones de la minicomunidad. Toma muy en serio la geografía, los modos de producción y los frutos del municipio. Le da mucha importancia a los lazos de parentesco y demás aspectos de la organización social. Destaca los valores culturales de los distintos tiempos. Se asoma a la vida del pequeño mundo al través de multitud de reliquias y testimonios. Ve, escucha y lee con sentido crítico. Hace serios esfuerzos de comprensión…y ha venido a ser recientemente sierva o ancila de las ciencias sistemáticas de la sociedad: destruye falsas generalizaciones y permite hacer generalizaciones válidas a los científicos sociales…13<br /><br />Pero, ¿será este el concepto de microhistoria en Europa? De indagar esto nos ocupamos en el siguiente apartado.<br />2.-La microhistoria en la nueva historiografía europea. La concepción de la escuela histórica italiana.<br />En Europa, a partir de la década de los años 80 se hizo popular el estudio microhistórico como una de las formas específicas del discurso histórico contemporáneo: la llamada historia desde abajo. Constituyéndose así en un nuevo modelo del quehacer historiográfico frente a la llamada crisis de la historiografía occidental, especialmente a partir de la publicación de la obra del historiador italiano Carlo Ginsburg titulada Le fromagie e vermi, publicada en 1981 en lengua castellana con el título de El queso y los gusanos. El cosmos de un molinero del siglo XVI.14<br />En efecto, hacia finales de la década de los años setenta, primero en América y algo después en Europa, empezó a percibirse una situación de pérdida de seguridad en las teorías y diagnósticos que habían guiado el desarrollo de la investigación social en los treinta años anteriores, los cuales se habían caracterizado como los del máximo esplendor de las teorías sociales entonces en boga: materialismo histórico, estructuralismo, funcionalismo y las tesis de la Escuela de los Annales en el campo específico de la historiografía.16 Tal pérdida de seguridad se ha vinculado con el agotamiento generalizado de los paradigmas que durante esos años habían ejercido un influjo decisivo, pues la intelectualidad occidental había apostado, para la resolución de los graves problemas sociales que desde siempre han azotado a la humanidad y al planeta, al supuesto poder explicativo de la teoría social: al seguimiento, en general, de los grandes modos de operar de las ciencias físico-matemáticas; y a la aparente superioridad de los métodos empíricos. Giovanni Levi lo explica en los siguientes términos:<br /><br />Se dan en microhistoria ciertas características distintivas que nacen en el período de su aparición en la década de 1970 a partir de un de bate político y cultural más general. No hay en ello nada especialmente raro, pues la década de los setenta y los ochenta fueron casi de manera universal años de crisis para la creencia optimista predominante según la cual el mundo se transformaría con rapidez y de forma radical de acuerdo con una orientación revolucionaria. En ese tiempo, muchas de las enseñanzas y mitologías que habían guiado anteriormente la mayor parte de los debates culturales, incluido el campo de la historiografía, demostraron ser más que inválidas, inadecuadas frente a las consecuencias impredecibles de los acontecimientos políticos y lasa realidades sociales –acontecimientos y realidades que estaban muy lejos de ajustarse a los modelos optimistas propuestos por los grandes sistemas marxistas o funcionalistas-. Todavía estamos viviendo plenamente las impresionantes fases iniciales de este proceso y los historiadores se han visto forzados a plantearse nuevas cuestiones acerca de sus propias metodologías e interpretaciones. Ante todo, ha quedado socavada la hipótesis del automatismo del cambio. Más en concreto: lo que se ha puesto en duda ha sido la idea del progreso constante a través de una serie uniforme y predecible de etapas en las que, según se pensaba, los agentes sociales se ordenaban de acuerdo con solidaridades y conflictos que, en cierto sentido, estaban dados y eran inevitables.16<br /><br />A lo anterior, muy bien explicado por Levi, se agregaría el hecho de que el marasmo en la teoría y en las prácticas estuvo también determinado por la aparición y el crecimiento de una nueva cultura intelectual, denominada postmodernismo, y por el despliegue de lo que ha sido llamado giro lingüístico en la filosofía y el análisis de la cultura en general, de lo que se desprendía también una nueva valoración del discurso historiográfico y de la práctica del oficio de historiar.18 Frente a esta situación, las orientaciones de la disciplina han virado en las últimas décadas del siglo XX hacia la reconstrucción literaria del pasado, la interpretación semiótica, la exploración micro-antropológica y el relativismo general que reduzca las antiguas pretensiones de encontrar “explicaciones”, más o menos apoyadas en las teorías del devenir humano. Lo cual ha producido, a su vez, dos consecuencias básicas: la vuelta a la narración y su consideración como la única y exclusiva forma apropiada para el discurso histórico; y la creciente fragmentación de la práctica historiográfica, ya que los historiadores de hoy en día no aprecian que exista un método historiográfico en el que se reconozcan unas técnicas comunes mínimas, a tiempo que las historias sectoriales del tipo de la historia económica o de la historia social, o las historias temáticas tales como las que estudian el devenir de la ciencias, de la educación, del arte, de la religión y otras, tienden a escaparse del tronco común de la disciplina histórica para convertirse en ramas específicas de las ciencias sociales a las que se refiere específicamente su “tema”, lo que no hace sino reforzar aún más una penosa propensión al gremialismo.18<br />Todo lo anterior se ha traducido en la aparición y desarrollo, al menos en Europa y en los Estados Unidos y con visible influencia en América Latina, de nuevos modos de practicar la investigación histórica. Entre ellos la denominada historia desde abajo: esto es, el estudio intensivo de los sujetos y grupos de gentes corrientes.20 Y un modelo de esta índole lo constituye la microhistoria, pues, partiendo de una reducción de la escala de análisis de los fenómenos y de una mayor localización de los actores concretos, propone una nueva inteligibilidad para la acción humana y una nueva explicación de generalidades partiendo del examen micro de experiencias personales y singulares.<br />En el caso de la historiografía europea contemporánea, la microhistoria como tal es una práctica de investigación histórica nacida en Italia, y que empezó a llamar la atención con fuerza tras la aparición del libro de Carlo Ginsburg sobre el molinero Menocchio en 1976, pero cuya escritura es anterior. La microhistoria presenta también como novedad el haberse expandido gracias al apoyo editorial recibido de Einaudi (Torino) en su colección titulada Microstorie, y a través de la revista Quaderni Storici.<br />En esencia, según Giovanni Levi, la microhistoria se funda en la reducción de la escala de observación en una suerte de análisis microscópico con estudio crítico e intensivo del material documental.21 La reducción de la escala de observación, sin embargo, puede prestarse a malentendidos, ya que lo que puede ser tenido como sistema posee en sí mismo diversas escalas. Como bien afirma Levi: “Los aspectos particulares del objeto de análisis no reflejan necesariamente la escala distintiva del problema propuesto”.21 En otras palabras, el nivel de lo microhistórico no se consigue por fragmentación. De allí que el auténtico problema reside en la decisión de reducir la escala de observación con fines de experimentación, ya que se parte del presupuesto de que la observación microscópica debe revelar factores anteriormente no observados.22<br />Ejemplos de estudio microhistórico practicado en Europa son los siguientes: reinterpretar el proceso inquisitorial contra Galileo Galilei como una defensa de las ideas aristotélicas de sustancia y de la doctrina de la Eucaristía contra la teoría del atomismo, pues, ésta última supone imposible la transformación del vino en sangre y del pan en carne; centrarse en un cuadro pictórico específico e identificar lo que representa como medio para indagar el imaginario cultural del artista Piero Della Francesca; estudiar las estrategias matrimoniales entre consanguíneos en una aldea de la región de cómo a fin de revelar el universo mental de los campesinos del siglo XVII; analizar la introducción del telar mecánico en un pequeño pueblo dedicado a la actividad textil para explicar el asunto general de la innovación, sus ritmos y efectos; investigar las compraventas de tierras en un pueblo para descubrir las reglas sociales del intercambio comercial en un mercado que debía estar ya despersonalizado.23<br />Examinemos a continuación el último ejemplo para apreciar como el análisis microhistórico permite encontrar aspectos usualmente no puestos en evidencia por el estudio macrohistórico, según como lo conceptúan los historiadores europeos.<br />Con relación a la comercialización de la tierra es opinión ampliamente compartida entre los especialistas que la precocidad y frecuencia de las compraventas llevadas a cabo en los países de Europa occidental y en la América colonial es indicativa de la presencia temprana del modo de producción capitalista y del individualismo como comportamiento y actitud. Sin embargo, esta suposición es un error, pues se funda en datos heterogéneos, sin haber examinado mayormente los hechos concretos de las compraventas mismas y porque los historiadores se han dejado llevar por su propia mentalidad mercantil moderna, que los ha inducido a interpretar las cantidades masivas de las transacciones monetarias de tierras halladas en escrituras notariales contemporáneas como prueba fehaciente de la existencia de un mercado autorregulado. Con el detalle de que nadie se percató de que los precios en cuestión eran extremadamente variables, inclusive con diferentes calidades de la tierra. Así, los precios de ésta y el mercado general se relacionaron habitualmente con la hipótesis no cuestionada de la impersonalidad de las fuerzas del mercado. Pero la reducción de la escala de observación a una localidad permitió descubrir que el precio de la tierra variaba, independientemente de su calidad y extensión, según la relación de parentesco entre los contratantes y no por la acción de las “fuerzas impersonales” del mercado. Así, se ha podido determinar que el objeto de observación era un mercado complejo en el que las relaciones sociales y personales tenían una importancia determinante para establecer el nivel de precios, los vencimientos temporales y las formas en que la tierra pasaba de unas manos a otras.<br />En definitiva, en la visión de los microhistoriadores europeos, particularmente de los italianos, ciertos fenómenos histórico-sociales que anteriormente se consideraban suficientemente descritos o estudiados, se revisten de significados completamente nuevos al alterar la escala de observación. De lo cual se sigue que sería posible utilizar estos resultados para formular generalizaciones mucho más amplias, aunque las observaciones de partida se hubieran hecho en el marco de dimensiones relativamente reducidas y a manera más bien de experimentos que de ejemplos. Cosa nada extraña, pues, desde América Latina en 1986 el maestro mexicano de la microhistoria, Luis González González, ya señalaba que:<br /><br />La historia local o del terruño, la microhistoria, es una ciencia de lo particular anterior a cualquier síntesis. Es una disciplina que arremete contra las explicaciones al vapor. Es el aguafiestas de las falsas generalizaciones. Siempre da lata. Siempre le busca excepciones a la teoría que esgrimen las demás ciencias del hombre. Su principal ayuda a la familia de las humanidades es la de poner peros a las simplificaciones de economistas, sociólogos, antropólogos, politólogos y demás científicos de lo humano, de un asunto tan complejo que se presta poco a generalizaciones. La microhistoria sirve antes que nada para señalar las lagunas en los territorios de cada disciplina.24<br /><br />Como se ve, a diferencia de su conceptualización en América Latina, donde el estudio microhistórico se entiende como la indagación en la larga duración de pequeñas comunidades de manera integral, en Europa se el define como el análisis intensivo y en profundidad de cualquier fenómeno histórico específico, a fin de poner en evidencia aspectos que no se ven claros a través del estudio macrohistórico. Esto es particularmente cierto en el caso de la indagación de fenómenos socio-antropológicos a muy pequeña escala de observación de un proceso histórico global para poder apreciar ciertos aspectos y tipificarlos. De allí que en este tipo de estudio resulte clave la recuperación del sujeto y de su experiencia, de tal suerte que se convierte en el eje de todo el discurso historiográfico contemporáneo. Discurso caracterizado por Fontana como “…una forma peculiar de historia narrativa, que tiene contacto con otras formas historiográficas como la historia de las mentalidades, que practica más la story que la Historia”.25 Por esta razón, se estima que las dos características principales de la microhistoria europea sean el retorno al discurso eminentemente narrativo y la valoración que ha hecho de una forma de análisis antropológico, claramente el que deriva de la descripción densa de Clifford Geertz, cuyo propósito básico es:<br /><br />...descubrir las estructuras conceptuales que informan los actos de nuestros sujetos, lo “dicho” en el discurso social, y construir un sistema de análisis en función del cual lo genérico en estas estructuras, lo que pertenece a ellas por ser lo que son, destacará sobre el fondo de otros determinantes de la conducta humana…26<br /><br />En este sentido, el enfoque microhistórico, tal como lo entienden los historiadores europeos, aborda el problema de cómo acceder al conocimiento del pasado mediante diversos indicios, signos y síntomas. Como bien indica Levi:<br />…Es un procedimiento que toma lo particular como punto de partida (particular que es a menudo altamente específico e individual y sería imposible calificar de caso típico) y procede a identificar su significado a la luz de su contexto específico.27<br /><br />El mejor ejemplo de lo anterior es la obra de Carlo Ginzburg: El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, cuyo objetivo principal no era tanto reconstruir la mentalidad y forma de vida de una comunidad rural como el mundo intelectual y espiritual de un individuo.29 En este caso, el de un molinero llamado Domenico Scandella, apodado por sus conocidos como Menocchio, nacido en 1532 y que vivió en la región de Friul, en el nordeste italiano. Menocchio se indispuso con la Inquisición (fue finalmente ejecutado, probablemente en 1600) y la voluminosa documentación que recoge su caso le permitió a Ginzburg descubrir gran parte de su sistema de creencias que, sin embargo, tomando en cuenta el contexto social en que vivió Menocchio, serviría de base para reconstruir la cultura y mentalidad de las clases inferiores en el mundo preindustrial.<br />Sin embargo, cabe destacar que la contextualización puede significar diversas cosas. En este sentido, la teoría más coherente del contexto es la funcionalista, cuyo aspecto más característico es centrarse en el contexto para explicar la conducta social, ya que para el funcionalismo el objeto de análisis no son tanto las causas de las conductas en sí cuanto la normalización de una forma de comportamiento en el seno de un sistema coherente que explica dicho comportamiento, sus funciones y su modo de actuar. Pero, a diferencia de la insistencia del funcionalismo en la coherencia social, los microhistoriadores se han centrado más bien en las contradicciones de los sistemas normativos y, por tanto, en la fragmentación, contradicciones y pluralidad de puntos de vista que hacen a todos los sistemas sociales fluidos y abiertos. De hecho, el estudio microhistórico, lo mismo que la nueva historia cultural, han demostrado que los cambios se producen mediante estrategias y elecciones mínimas e infinitesimales que actúan en los intersticios de sistemas normativos contradictorios. De este modo, estamos ante un auténtico giro de perspectiva en la historiografía europea, pues acentúa las acciones más nimias y locales para mostrar las brechas y espacios abiertos por las complejas incoherencias de todo sistema social.<br />En definitiva, la microhistoria, tal como la han definido en el llamado viejo mundo, no pretende sacrificar el conocimiento de los elementos individuales a favor de una generalización más amplia y, de hecho, insiste en la indagación de las vidas y acontecimientos particulares de las personas. Pero, simultáneamente, intenta no rechazar todas las formas de abstracción, pues los hechos mínimos y los casos individuales pueden servir de fundamento para revelar fenómenos más generales. De allí la revalorización que ha hecho de los estudios de historia local y del llamado espacio local. Pero teniendo el cuidado, como en el caso latinoamericano, de explicitar la idea de que la contraposición entre lo general y lo particular no se solventa, desde luego, sin una ligazón entre lo uno y lo otro que permita apreciar lo particular como un caso de lo general.<br /><br />NOTAS<br /><br />1.-Vid. Luis González González: Invitación a la microhistoria. México, Secretaría de Edu – cación Pública , 1973 (Col. Sep/Setentas, 72), pp.15-21<br />2.-Ibid.,pp.21-26<br />3.-Luis González González:”Microhistoria y Ciencias Socales”, en Historia Regional. Cara<br />cas, Fondo Editorial Tropykos, 1986 (Col. Serie Estudios Regionales, 1), pp.15-16<br />4.-Ibid., p.17<br />5.-Ibid., pp.17-18. Cfr. Luis González González: Nueva invitación a la microhistoria. México, Fondo de Cultura Económica, 1982, pp.39-43; Luis González González: Invitación a la …Op.Cit., pp.33-41<br />6.-Luis González González: Invitación a la…Ibid., p.27<br />7.-Idem.<br />8.-Ibid., p.28<br />9.-Idem.<br />10.-Ibid., pp.29-33<br />11.-Ibid., p.29<br />12.-Luis González González: Nueva invitación…Op.Cit., pp.38-39<br />13.-Luis González González: “Microhistoria y Ciencias Sociales”, en Historia…Loc.Cit., p.15<br />14.-Ibid., pp.23-24<br />15.-Jim Sharpe: “Historia desde Abajo”, en Peter Burke (editor): Formas de hacer historia.<br />(José Luis Gil Aristu, trad.). 2da. reimpresión de la 1ra. ed. en castellano. Madrid, A – lianza Editorial, 1996 (Col. Alianza Universidad, 765) (Original inglés: New Perspectives on Historical Writing. London, Polity Press-Basil Blackwell, 1991), pp.45-48; Julio<br />Aróstegui: La investigación histórica. Teoría y método. 2da. ed. Barcelona (España), - Crítica, 2001 (Col. Crítica/Historia y Teoría), pp.160-165<br />16.-Vid.-Julio Aróstegui: Ibid. ,pp.134-136; Giovanni Levi: “Sobre Microhistoria”, en Meter Burke (ed.): Formas de hacer…Op.Cit., pp.119-122<br />17.-Giovanni Levi: Ibid., pp.119-120<br />18.-Vid. Julio Aróstegui: Op.Cit., pp.137-147<br />19.-Véase: Ibid., pp.148-155<br />20.-Véase: Ibid., pp.155-163; Jim Sharpe: Loc.Cit., pp.38-58<br />21.-Vid. Giovanni Levi: Op.Cit., pp.122-123<br />22.-Ibid., p.123<br />24.-Vid. Giovanni Levi: La herencia inmaterial. Madrid, Alianza Editorial, 1990 (Original italiano: L’ eriditá inmateriale: corriera di un esorcista nel Piemonte del Seiciento. Torino, Einaudi, 1985); Carlo Ginzburg: Pesquisa sobre Piero. Barcelona (España), Gedisa, 1984 (Original italiano: Indagani ni su Piero: il battesimo, il ciclo di Arezzo. La flagellazione di Urbino. Torino, 1989); Piero Redondi: Galileo Herético. Madrid, Alianza Editorial, 1990 (Original italiano: Galileo eretico. Torino, Einaudi, 1983)<br />25.- Luis González González: “Microhistoria y Ciencias Sociales”, en Historia…Op.Cit.,<br />p.20. El subrayado es nuestro<br />26.-Josep Fontana: La historia después del fin de la historia. Barcelona (España), Crítica, 1992, p.19<br />27.- Clifford Geertz: La interpretación de las culturas. Barcelona (España), Gedisa,1992 (Original inglés: The interpretation of cultures. New York, 1973), p.28<br />28.-Giovanni Levi: “Sobre Microhistoria”, en Peter Burke (ed.): Formas de hacer…Loc. Cit., p.137<br />29.-Vid. Carlo Ginzburg: El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Barcelona (España), Mulimick, 1981 (Original italiano: Le fromagie i vermi. To-Rino, Einaudi, 1976)<br /><br /></p><strong><span style="font-size:130%;">La Casa 148 en la Sabana de Carvajal:<br />Memoria y Utopía<br /><br /></span></strong><em>Ramón Rivas Aguilar<br />ULA-Mérida<br /></em><br /><div align="justify"><strong><span style="font-size:130%;">Introducción<br /></span></strong><br />Contaba el abuelo Pedro Aguilar que el hombre de 'carne y hueso: el que ríe, sufre, llora y canta, desaparece ante la vanidad y pompa de los relatos universales. La memoria ­ con sus sueños, quimeras y fantasías-, recorre aquel tiempo en el que hombres y mujeres disfrutaban con placer de los rigores y la belleza de la vida. Era lo pequeño de nuestra época lo que hacía del espíritu un momento trascendente en el que el trabajo, la disciplina, el juego y los amores animaban todo nuestro ser para construir un destino en esos bosques, montañas, cordilleras y ríos. Cuando viene a mi mente tantos recuerdos de esos días maravillosos, evoco a un gran pensador de España: Miguel de Unamuno que, en su desesperación, dijo una frase que se irradió por todo el planeta: "¡Oh, Dios es el hombre, el de carne y hueso, el que camina entre las veredas el objeto de la filosofía!" Nacía así la intrahistoria. Estoy hoy aquí ante ustedes para compartir, en esta hermosa ciudad, la vida oculta y silenciosa de un pueblo, que ví nacer hace 54 años. Sólo recojo, a retazos, algunos de esos instantes que revelan la intensidad de un alma por devolver, desde el presente, añoranzas que forman parte de nuestra pequeña historia. Es la casa 148 la que recoge los recuerdos de a fantasía que ha estado presente desde la historia de la humanidad: La edad de oro.<br /><br /><span style="font-size:130%;"></span><strong><span style="font-size:130%;">La casa 148.<br /></span></strong><br />La casa número 148 albergó los imaginarios revolucionarios del siglo XX. En sus pasillos, corredores, cuartos y patio se percibe aún las huellas de' aquellos seres legendarios que estrell1ecieron la civilización mercantil de occidente. Sigue siendo una casa modesta, invulnerable ante la inclemencia del' tiempo. Su construcción es de barro, bloque y su techo es de zinc. En la mitad del patio de tierra, aún permanece una aguacate. Poseía, además, un naranjal que impregnó de belleza este pequeño lugar. Se podía disfrutar de sus californias y sus nidos, de las hermosas reinitas y coronitas y del canto religioso de sus tórtolas. En el zinc se emplazaba una antena de alambre, fruto del ingenio artesanal carvajalense, que captaba cualquier sonido de este bendito planeta. Fue el vínculo de Carvajal con el mundo universal. Sólo una hermosa paraulata se convirtió en verdadera sinfonía de nuestros bosques. Al fondo del patio, un árbol de aguacate fue siempre usado como una atalaya para descubrir la riqueza geográfica de las siete colinas, del relámpago del Catatumbo, de la tierra de las nubes y del imperio del oro negro. Cerca de este árbol, se encontraba una guafa que fue lugar predilecto de las exóticas serpientes. Su límite natural era un hermoso jardín que imitaba los colores del arco iris. El Ikako, era el fruto que sólo los dioses podían saborear en su lecho divino. Pero la fascinación de la casa 148 fue un hermoso pino sembrado cerca del baño: para mí, símbolo de los vientos y del sentimiento libertario. Ese pino producía unos sonidos suaves que estimulaban el sentimiento de rebeldía y acratismo. Las coronitas, avecillas de color negro y amarillo, le daban un toque delicioso al pino hasta que "el fin de las ideologías" lo despojó de sus raíces. Aún quedan vestigios en sus paredes: retratos que reflejan bosques y paraísos' y un viejo escaparate del siglo XVI. En la escuálida biblioteca, sofocada por los enemigos de la fantasía, queda un viejo libro sobre la conferencia mundial de los partidos comunistas en el mundo, celebrado en 1969, en Moscú. El cuarto de Libia Aguilar, es un santuario religioso lleno de vírgenes y cristos. El cuarto de mi hermano menor, recoge un ambiente parecido del olimpo de los dioses. En otro de los cuartos, hay un retrato que simboliza el rostro de la España musulmana. En la sala permanece un viejo radio Telefunke, comprado a aquellos comerciantes de "Las mil y una noches". Fue la casa de los juegos, la utopía, los sueños y la religiosidad. La utopía y el paraíso eran los dos pilares de este pequeño lugar, alejado del universo. De la casa 148 salían las estrategias políticas para convencer al municipio de Carvajal de las bondades del comunismo. Hicimos cosas terribles: quemábamos imágenes religiosas y pintábamos la Iglesia con consignas salvajes y paganas. Las paredes de ese entorno sagrado la llenábamos de slogam que atacaban a Dios, la Iglesia y la propiedad privada. El sarampión del comunismo penetró en nuestras almas rebeldes a través de una revista Bohemia que nos regaló el maestro Luis Rangel.<br />En la campaña electoral de 1968 apoyamos al partido Unión para que nuestra organización peculiar avanzara desde la meseta de los truenos. La propaganda la buscábamos en una bicicleta fabricada por Mata de Coco para llenar las paredes en el Municipio con nuestro candidato presidencial. Para algunas familias éramos los demonios del gran Satán. La abuelita del Palomo nos calificaba el Gengis khan del trópico. Todo lo destruíamos y lo devorábamos en favor de la revolución. Por cierto, Cacheta y Fijo, que distribuyeron el material revolucionario por mucho tiempo, trabajaban en el correo. En esa primera etapa, Cuba, Vietnam, Fidel, El Che y la música de rock and roll cubrieron nuestras expectativas revolucionarias. Fue la década de lo sesenta. Nuestra geografía quería ser parte de los vientos de cambio en el mundo Nuestras cordilleras y montañas las inundaron esos héroes míticos de la revolución. Contábamos con un secretario que llevaba cuenta de la cotidianidad de la utopía en esas largas caminatas por las montañas. El Largo, consecuente y fiel con esa vieja idea de sembrar el paraíso en la meseta de las lluvias, describía todos los pormenores de nuestro acontecer revolucionario en su libro, hasta palabras obscenas. En una oportunidad hacíamos campaña política por Mao en el Alto de la Cruz. Cayó un palo de agua. Como líder del grupo, apelé a las tesis de Mao. Cuando comencé a leerlo, todos desaparecieron. Luego gritaron: "Eso es en China". Otro día, jugábamos béisbol en la Loma del Medio. El pelotero más malo era El Cabezón Pérez. Sin embargo, era muy astuto para que no lo sacaran del juego. Me gritaba desde Dogaout: "¡Lapo por Mao!" Por supuesto, no lo sacaba del partido: la adulancia también llega a la utopía.<br />El Libro Rojo de Mao abrió el sendero revolucionario en el imaginario de aquella generación que se reunía en la casa número 148. Fue un periodo grato en el que nos conectábamos con las luchas revolucionarias del tercer mundo. Carvajal se inundó con publicaciones chinas. Las obras escogidas de Mao Se Tung, la Revista Pekín Informa y la China Ilustrada, los bellos textos de la historia antigua de China y Vietnam fueron parte de, la cultura libresca del comunismo carvajalense. Llegamos hasta a solicitar los trajes adustos de la revolución China. Estábamos con la China comunista en la pelea contra la Rusia stalinista. La teoría de los tres mundos de Mao era nuestra Biblia revolucionaria. Un día, de Siberia, llegó a Carvajal el jefe de la Revolución Rusa: Lenin. Las obras escogidas del gran revolucionario ruso ampliaron nuestro horizonte político. Lenin, Mao, Trosky, Stalin Ho Chi Min, Fidel, El Che quebraron la paz de aquel mundo embellecido por el arco iris. Los paisanos miraban con terror y envidia la casa número 148. Asimismo, formamos parte de la Revolución socialista de Chile bajo la guía de Salvador Allende. Desde Chile, me enviaron las' obras completas de León Trosky; desde ese día me hice troskista. Se trataba ahora de defender la revolución mundial del stalinismo. De esa vivencia revolucionaria quedó como último discípulo: Sacramento, el terror de las motos. En palabras de mi amigo Alexis Berríos, Sacramento, en un momento de lucidez, llegó a decir: "Sigo resistiendo". La casa número 148 dejó de ser el símbolo de la pasión revolucionaria de toda una generación. Desapareció aquel pino que representaba la esperanza de cambio de una época. Hoy, todo es evocación. Sólo queda allí, como una placa de automóvil, el número 148, ilusión del Edén. El viejo Nava siempre nos decía: Lapo todo es ilusión como dijo Calderón de la Barca «La vida es sueño».<br />Esta Memoria en cuatro tiempos contiene lo que tanto fascinó a Miguel de Unamuno y a Luis González: la intrahistoria y la microhistoria. Lo pequeño como esencia de lo cotidiano, tan importante como la historia universal misma. Fellini, el cineasta italiano, deja estas palabras: "Estoy contando mis fantasías, mis historias. Estoy tratando de contar lo que he visto". De eso se trata. De que cada uno cuente su historia...<br />¡Muchas gracias!<br /><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:130%;">Una Historia que Hace Historia<br /></span></strong><br /><em>Soraya Prieto de Colmenares<br />Zuly Méndez Rivero<br />UNESR</em>, <em>Núcleo Valera<br /><br /></em>Hemos conquistado en el presente siglo una nueva manera de mirar el saber y esto significa, entre otras cosas, conjugar una diversidad de escenarios, donde los cambios de paradigma han permitido un sin fin de reflexiones sobre el ser humano y su relación en y con el mundo, lo cual supone una nueva manera de enfocar los antiguos problemas, o tal vez un nuevo modo de saber que responde a nuevas formas de construir y reconstruir el conocimiento. Entendiéndose, que el conocimiento es una construcción simbólica subjetiva del mundo social y cultural, que deviene de la integración vivencial que se logra a través de la experiencia de vida de lo social y que conduce a la comprensión de procesos, fenómenos o contextos desde su realidad.<br />En esta nueva manera de concebir el saber, se encuentra una nueva manera de investigar, estamos hablando del Paradigma de Investigación Cualitativa, el cual se asienta en una realidad construida a partir de las interrelaciones entre los seres humanos, donde el interés se ubica en la aprehensión de lo significado de lo vivido. Más aún, se caracteriza por ofrecer una comprensión minuciosa de los acontecimientos ocurridos en contextos especiales específicos, pues tal como expresa Montero (citado en González, 1990) “consiste en descripciones detalladas de situaciones, eventos, personas, interacciones y comportamientos que son observables. Además, incorpora lo que los participantes dicen de sus experiencias, actitudes, creencias y pensamientos tal y como son expresados por ellos” (p.81)<br />Es importante destacar, que desde este paradigma, la investigación se concibe como un proceso que nace y se consolida en aspectos epistemológicos y ontológicos que se encuentran interconectados entre sí y que hacen referencia al sentir humano, a la construcción de sus saberes y a la convivencia con el otro. Se trata de comprender al Ser dentro de su contexto referencial, así como describir, interpretar y comprender el significado de su realidad. En otras palabras, la realidad es vista de manera compleja, dinámica, construida socialmente; el conocimiento y la subjetividad surgen de y en la interpretación. Los valores, intereses, motivaciones de los actores involucrados se manifiestan a lo largo del proceso, y los métodos y técnicas utilizados permiten reconstruir el significado a partir la relación que se desarrolla entre los sujetos que la conforman.<br />Atendiendo a este argumento, la investigación cualitativa puede ser considerada como un proceso que lleva como horizonte la búsqueda del saber desde el encuentro del ser con su ser, con el hombre mismo; es decir el entendimiento de las transformaciones y cambios sociales desde sus propios significados, donde se reivindica al hombre como actor principal del saber individual, e inexorablemente, del saber colectivo. Recordemos, que los métodos cualitativos son accionados por una intención científica cognoscitiva, pero que su justificación, tal como plantea Ferrarotti (1991) descansa esencialmente en una opción metateórica de naturaleza moral que hace referencia a una concepción de la ciencia como empresa humana, tendiente a resolver problemas y preguntas de la sociedad (p.142).<br />Así encontramos diferentes métodos de investigación cualitativa, entre ellos tenemos el Método Historia de Vida, el cual se constituye en hechos, realidades humanas como fenómenos en constante tensión y productoras de sentido; pues, supone una narración que busca develar, a través de la historia personal, un tiempo histórico con determinadas sociales y culturales que atienden al significado de una experiencia de vida, al respecto, Villarroel (1999) plantea, lo esencial de este método de investigación es que permite un acceso privilegiado a lo social vivido en tanto proceso mediado por acontecimientos históricos. En otras palabras, permite tender un puente entre el conocimiento de lo particular, en término de lo vivido relatado por el actor social, y el conocimiento de lo general, es decir, las características, condiciones y eventos del contexto social e histórico en el cual transcurre o transcurrió en la vida que narra su historia (p.13)<br />Al utilizar este método se debe considerar cuál es el carácter de los fenómenos que se desean comprender y cuáles son las características de las personas que están involucradas en el proceso; es decir, la esencia de la investigación se encuentra en la existencia vivida por los actores sociales, asimismo la aprehensión de los valores, intereses, creencias, significados e interpretaciones del propio sujeto. Además, nos permite el uso descriptivo, interpretativo, reflexivo, sistemático y crítico de los documentos de la vida, quienes describen momentos puntuales de la existencia, estos documentos incluyen autobiografía, biografía, diarios, narraciones de vida, narraciones de historias personales, entre otros.<br />ü A través de la autobiografía el hombre se reconoce a sí mismo en la búsqueda de su ser a través de la historia, historia ésta escrita por él mismo, contiene la autorreflexión y la autocrítica, desde la propia mirada; pues, se trata del reflejo de su propia imagen. En otras palabras, atiende a la autodefinición de la existencia propia. En la autobiografía aparece como un nuevo modo de ser, como consecuencia de la reflexión<br />ü La biografía, es la historia de la vida de una persona, vista desde la mirada del otro, es la imagen elaborada por una persona ajena. Bio significa el tiempo del curso de la vida; la biografía no puede cambiar al sujeto, porque es una visión desde el otro.<br />ü Las narraciones, son relatos ofrecidos por actores que comparten un mismo escenario, con cierto núcleo de verdad relacionados con cierto tiempo, permiten cotejar y establecer veracidad y confiabilidad en el relato biográfico<br />El método biográfico deja sin efecto la separación, el verdadero desnivel de poder que se intercambia entre el investigador y el investigado, es decir se da un proceso de interacción. Las biografías dan ese sentido local de la vida, que en ningún otro modo es posible reconstruir. Las biografías, según Ferrarotti (ob., cit.) consienten el acceso a esos cambios culturales dentro de los cuales el conocimiento de sí y del otro entra en interacción (p.131)<br />En la historia de vida se da testimonio de la vida interna de un ser, sus esfuerzos éticos, sus éxitos y fracasos, su lucha por realizar su misión en el mundo. Para Villarroel (1999) una historia de vida es un documento de tipo personal, en esencia es un relato amplio y detallado que recorre la experiencia de vida de un sujeto que al tiempo que cuenta su historia personal, cuenta también la historia de su comunidad, de su cultura, de su sociedad (p.9) Entonces, la historia de vida es una manera diferente de acercarnos a una cierta verdad de un pueblo, contenida en la experiencia de una vida, permitiendo identificar y conocer el desarrollo de procesos sociales e históricos, así como las representaciones de una comunidad cultural.<br />A través de los hallazgos de las historias de vida podemos hacer afirmaciones particulares sobre comunidades desde la perspectiva de una persona, pues el ser humano recibe una cultura, la aprehende, la interioriza para después producir su síntesis particular, su original movimiento histórico además, si la esencia del hombre está en su realidad, en su cotidianidad y como nos dice Ferrarotti, (ob.,cit) “lo cotidiano pide el derecho de existencia histórica” (p.73), y lo más importante es que la cotidianidad subsume la historia.<br />Una historia implica la narración de eventos en los que se proyectan los valores humanos y los patrones y normas significativas de una cultura particular. Esta narración entrelaza, eventos, descripciones, acciones y situaciones, convirtiéndolas en historia que al ser contada y registrada traduce un modo de conocimiento o una manera de conocer que nace del significado de las interrelaciones que se gestan entre los seres humanos; las historias son modos de interpretar y reinterpretar los eventos mediante la construcción de patrones y es a través de los datos recabados en las historias de vida que se induce y se genera teoría<br />La Historia de Vida posibilita explicar las acciones a través de las concepciones de sus protagonistas, en la recolección de biografías se produce la inserción del investigador en el contexto, como dice Gadamer (1996) de “un proceso de transmisión histórica en el que continuamente pasado y presente se sintetizan (p. 340). La contextualización es la necesaria red de fondo, la trama en la que se insertan y se encuadran, adquiriendo todo el significado de preciosos, indispensables fragmentos del mosaico general, las específicas historias de vida y como ha dicho Ferrarotti (1991) “la necesidad de la contextualización reposa sobre el carácter selectivo de la memoria de los individuos” (p.159)<br />Más aún, en las Historias de Vida hay algo fundamental “el nexo entre contexto y tiempo y simétricamente, entre tiempo y vivencia. Cada contexto tiene una específica temporalidad, un ritmo evolutivo, el tiempo de su movimiento. Por otro lado, cada Historia de Vida es una vivencia en el marco de su temporalidad.<br />En consecuencia, podemos decir, que una Historia de Vida no es solo una secuencia de acontecimientos; es un mundo que se desarrolla y se despliega bajo nuestra mirada, bajo nuestro oído, entre nuestras manos. La información es subsumida en una conexión de naturaleza histórica. La historia entendida en el plano de lo vivido. Generalmente, los autores de los procesos históricos no tienen rostro, corren el riesgo de la intercambiabilidad anónima del maniquí. La base de la experiencia humana<br />En realidad no es la historia la que nos pertenece sino que somos nosotros los que pertenecemos a ella. Mucho antes de que nosotros nos comprendamos a nosotros mismos en la reflexión, nos estamos comprendiendo ya de una manera autoevidente, en la familia, la sociedad y el estado en que vivimos. Para Gadamer (1996) “los prejuicios de un individuo son, mucho más que sus juicios, la realidad histórica de su ser” (p.344). De allí que se plantea, redescubrir el método historia de vida como un camino para conocer la historia de los pueblos, por lo tanto, decimos que es una historia que hace historia y como ha dicho Miguel Barnet, en Biografías de un Cimarrón “aunque mi trabajo, como es evidente, no es el de un historiador. Hay historia porque se trata de la vida de una persona”<br /><br />Bibliografía<br />Córdova, Víctor (1990) Historias de Vida. Una metodología alternativa para ciencias sociales. Venezuela: Editorial Tropykos<br />Ferrarotti, Franco (1991) La historia y lo cotidiano. España: Ediciones Península<br />Gadamer, Hans-Georg (1996) Verdad y Método. España: Ediciones Sígueme. Vol. 1.<br />González y Otros (1992) Historia regional. Caracas: Editorial Tropykos<br />Kuhn, Thomas (1992). La estructura de las revoluciones científicas. Venezuela: Fondo de Cultura Económica.<br />López y Otros (1996) La historias de vida y la investigación biográfica. Madrid: UNED<br />Vilarroel, Gladis (1999) Las vidas y sus historias. Cómo hacer y analizar historias de vida. Caracas: Editorial Psicoprisma.<br /><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:130%;">Localidad Aparente<br /></span></strong><br /><em>MSc. Federico Villalba Frontado<br />Pedagógico de Caracas</em><br /><br />Estos materiales que hoy presentamos de manera resumida, forman parte de un conjunto mayor denominado "Las Guerras del siglo XXI": Hidrocarburos, Agua, Biodiversidad. Localidades aparentes son extractos de noticias de tres comunidades1 ubicadas en tres continentes: Asia (India), África (Kenia) y América del Sur (Perú). Coincidencialmente todas miran al Sur, y si desplegamos el Mapamundi como un Planisferio, las podemos ubicar en los triángulos que forman India, África y América del Sur. Hablando con objetividad ellas no se conocían ni mantenían vínculos entre sí. Las aldeas aparentes son localidades remotas que han vivido históricamente con su entorno; y su cosmovisión difiere de los patrones y paradigmas que se le han venido imponiendo desde la irrupción del capitalismo por estos lares, a fines del siglo XIX. Las tres están unidas por su género de vida que comprende entre otros usos y simbologías, una terapia ancestral como base de la medicina y de la curación.<br /><br />A. EL ÁRBOL DE LA VIDA O SARGA ROGA NIVARINI<br /><br />La aldea india depende mucho de un árbol llamado NEEM, (o NIM), "árbol bendito" y "sanador de toda enfermedad", que aparece reseñado en el UPAVANAVINOD, un antiguo tratado Sánscrito dedicado a silvicultura y agricultura.<br />El UPAVANAVINOD, menciona al Neem para el cuidado de las tierras, de las plantas, de los animales enfermos. Sus residuos de semillas sirven para alimentar el ganado y a las aves; sus hojas aumentan la fertilidad de la tierra. Es un potencial insecticida, eficaz contra más de 200 insectos2. Pero usted también puede usar al Neem como dentífrico. En fin, es un árbol integral e integrado al alma de la aldea.<br />Además, el Neem es extremadamente resistente; tiene la capacidad de adaptarse a las condiciones más adversas o a viajar a otras latitudes como a3 Kenia y a Venezuela, en donde ya se le usa como bioplaguicida. Es un árbol milenario asociado a las culturas del Indo (Mohenho Daro y Harappa) que dieron origen a la India; el árbol del Neem ha sido datado más allá del 4500 AC. Y se le conoce como "el árbol de la vida". Es "sanador de toda enfermedad", "Sarva Roga Nivarini" en la cultura Sánscrita. Pasa a la tradición musulmana como "árbol bendito", o "Shajar e Mubarac".<br />El acceso a los diversos productos de este "árbol bendito, siempre ha sido gratuito o a muy bajo precio. Existen más de 14 millones de árboles de Neem en la India y las técnicas tradicionales de extracción de aceite de las semillas y emulsiones plaguicidas, no requieren de ningún equipamiento técnico. ¿Fin de la historia? No. Ahora es cuando comienza la historia porque lo anterior era la "prehistoria del capital".<br />Ocurre que en 1971, Robert Larson, importador de madera estadounidense, observó la utilidad del Neem en la India y se llevó algunas semillas a la oficina central de la compañía, ubicada en Winconsin (EUA). Durante la década siguiente llevó a cabo pruebas de rendimiento del extracto plaguicida del Neem, ahora llamado MARGOSAN - O. En el año 1985 recibió la autorización del Organismo para la Protección del Medio Ambiente de EUA (EPA); tres años más tarde vendió la patente del producto a una compañía química internacional: W.R. Grace and Co, New York.<br />En Diciembre de 1990, esta empresa agroindustrial multinacional y el Ministerio de Agricultura de EUA, registraron una solicitud de patente europea en la OEP (Organización Europea de Patentes), con sede en Ginebra, la cuál comprendía un método para combatir infecciones en las plantas mediante un aceite hidrófobo extraído del Neem. Después de un proceso de estudio controvertido, y a pesar de grandes protestas populares, el 14 de Septiembre de 1994 se hizo pública la patente de una concesión europea. El Neem fue patentado a pesar de su uso histórico, durante milenios, y de su expansión en toda la cultura india y hacia otras latitudes; mientras tanto, en EUA, W.R. Grace ejerce el derecho de "obtentor"exclusivo4. Afortunadamente más adelante y gracias a la intervención de Organizaciones no Gubernamentales y a fuertes protestas populares, se ha logrado detener, momentáneamente el acoso de estas transnacionales.<br />No obstante, más de doce empresas de EUA y Japón patentaron en EUA fórmulas de soluciones y de emulsiones a base de Neem, incluyendo un dentífrico de W.R.Grace, empresa que es titular de cuatro de esas patentes. Tres más pertenecen a otra compañía de EUA de nombre Native Plant Institute, y otras dos patentes pertenecen a la empresa japonesa Terumo.<br />Hoy se calcula que alrededor de 7000 plantas, que constituyen la base de la medicina Ayurvédica tradicional de la India, están siendo sistemáticamente patentadas.<br />Luchemos para que el Neem no se transforme en una "mercancía", lo usocialicen" las transnacionales de la biodiversidad porque en vez de ser "Sarva Roga Nivarini" o "Sajar mubarac" será la "cápsula maravillosa" las grandes cadenas farmacéuticas, luciendo el pomposo y anglosaxo nombre de "Grace Miracle Tablets", o encontrarse en un supermercado etiquetado como dentífrico que deja los dientes más blancos e inmaculados que el vestido de Blanca Nieves.<br /><br />B. PLANTAS BIOPIRATEADAS EN ÁFRICA - EL PRUNUS.<br /><br />El sistema de medicina tradicional africano utiliza la biodiversidad como parte integral de un proceso de curación espiritual, que incluye una ética ambiental y un sistema de creencias ancestrales que le dan su especificidad a la cultura africana subsahariana.<br />Se estima que entre el 70% y el 80% de la población africana depende de la medicina tradicional y de la variedad de plantas y animales en que esta se basa, y para ellos la conservación y uso sustentable de la biodiversidad es de vital importancia. En muchos casos, esos productos han sido patentados por empresas de los países industrializados, sin la más mínima consideración de los derechos de los poseedores originales de esos conocimientos, tecnologías y terapias ancestrales.<br />El sistema de patentes no sólo permite que se ejerza piratería de la medicina tradicional sino que se hace estas hierbas menos accesibles, incluyendo la escasez artificial, como ocurre con la tradicional Prunus africana, una especie de palma datilera utilizada para curar enfermedades como la prostatitis.<br />Según leemos en un documento (Observatori del dente / / cas/p 36): "La explotación del conocimiento tradicional, a manos de los actores más poderosos de la economía mundial utilizando nuevas tecnologías, es hoy un gran negocio que protege sus ganancias mediante patentes".<br />El saber tradicional africano ha sido empleado para identificar y desarrollar muchos productos comerciales de uso médico, alimenticio y agropecuario. "...En muchos casos, esos productos han sido patentados por investigadores o por empresas de los países industrializados, sin la más mínima consideración por los derechos de los poseedores originales de esos conocimientos o tecnologías" (ídem).<br />El documento citado, no solamente alude a la piratería transnacional de la biodiversidad tradicional africana, sino a los efectos socioeconómicos que conducen a la agudización de la pobreza. La patente del prunus africano ha hecho posible la exclusión de las grandes mayorías debido al aumento de precios y a la escasez que se ha producido por el incremento de la importación del producto hacia otros continentes. La concentración monopólica del mercado de fármacos modernos, coloca el sistema de salud fuera del alcance de la mayoría de los pobres.<br />En África, al igual que ha venido ocurriendo en otras localidades de América y Asia, la recopilación de plantas medicinales ocurre a ritmos que superan su regeneración natural, generando riesgos de extinción en algunas de estas especies. A medida que el mercado de productos naturales y de hierbas medicinales de procedencia africana crece, tanto en EUA como en Europa, como en el caso de la corteza de Prunus africana, utilizada con éxito para tratar la prostatitis, aumentará los precios sobre esos recursos, agudizando, al mismo tiempo, la pobreza de esas aldeas.<br /><br />C. LA REGIÓN ANDINA, CAPITAL MUNDIAL DE LA BIOPIRATERÍA.<br /><br />Isabel Bermejo ("Las patentes sobre la vida". 10/02/2001. p.4) califica al sistema de patentes como un proceso que legitima a la piratería biológica a gran escala, profundiza el monopolio, la concentración del capital y, sobre todo, mercantiliza a todo lo que huela a vida, incluyendo a la riqueza genética del Tercer Mundo, el cual posee más de las cuatro quintas partes de los recursos biológicos de la tierra. Refiriéndose a las comunidades locales de la región andina, la autora confirma lo que hemos venido sosteniendo acerca de la cosmovisión, patrones y usos ancestrales no occidentales, en franca contradicción con el modelo mercantilista de explotación.<br />"...En los Andes, uno de los centros de diversidad del maíz y de la patata, los campesinos conversan con la madre tierra, y con las papas y el maíz que son sus hermanas, y la crianza de su diversidad es parte de su cultura y su cosmovisión. Y el conocimiento de las plantas y ritmos que requiere la crianza de los bienes de la naturales, y su buen uso (lo que los occidentales llamaríamos ecología y gestión sostenible) constituye un impresionante legado colectivo de las comunidades locales"....)<br /><br />En Perú se han otorgado patentes a empresas de EUA sobre el fríjol Nuña (que se infla), la Ayahuasca, la Quinua, el Yacón, y, últimamente sobre la Maca, una planta muy resistente que entre otras propiedades nutritivas, mejora las funciones sexuales y es considerado un "viagra" natural.<br />La Maca crece en las tierras altas y tiene más tolerancia al frío que cualquier otro cultivo en el mundo. Sus raíces tuberculosas se pueden comer frescas o secarse y almacenarse para ser consumidas posteriormente. La Maca es fuente comestible de nutrientes y es valuada como complemento natural para mejorar las funciones sexuales y la fertilidad. La demanda de Maca continúa creciendo en EUA, Europa y Japón.<br />Diversas organizaciones de campesinos y pueblos indígenas, reunidas en la sede del Foro Ecológico de Lima (Perú), en el año de 2002, denunciaron el otorgamiento de patentes estadounidenses sobre la Maca y otros cultivos alimenticios que ya hemos mencionado.<br />Los "obtentores" de patentes aseguran que ellas son invenciones "novedosas" para justificar la patente, desconociendo que se trata de recursos tradicionales indígenas que forman parte de su acervo histórico. Transmitido de generación en generación y, por lo tanto, perdido en las raíces históricas de estos pueblos y naciones.<br />En 1989 el Consejo Nacional de Investigación de los EUA etiquetó la Maca como uno de los cultivos "perdidos de los Incas". Los años recientes han visto un auge de la Maca debido al interés farmacéutico en este arbusto, tan resistente como el Neem y la Prunus africana.<br />En estos tres casos, y en una breve lista jocosa que servirá de cierre a esta presentación, las patentes se han obtenido bajo el alegato de "invención novedosa", una frase que se ha incorporado a las normas contenidas en los acuerdos propuestos por la Organización Mundial del Comercio, y manejado además, por oficinas especializadas en el otorgamiento de patentes . Pero ilustremos esto mejor, pues es la clave de Aldeas Aparentes.<br />Por "invención novedosa" se entiende toda manipulación de la especie viva que pueda resultar en un invento: una metodología distinta en el tratamiento del producto, la producción de una variedad, la inserción de un gen que produzca un híbrido, la obtención de un aceite del Neem o la elaboración de un fármaco a partir del Prunus o de la Maca, manipulando la materia prima y transformándola hasta producir algo diferente que se pueda presentar para reclamar, a partir de allí, los derechos del inventor.<br />La industria biotecnológica recurre a los más variados trucos para obtener estos derechos, los cuales se legitiman con las patentes. Estas empresas han reclamado patentes sobre genes, sobre material biológico o sobre los propios seres vivos y su descendencia. Ellos afirman que el hecho de aislar de su entorno natural o de reproducir la materia biológica constituye un paso inventivo, que automáticamente convierte en inventor a quien cuente con los medios adecuados para secuenciar y reproducir en el laboratorio fragmentos de ADN, o hacer un cultivo de células. Pero esto no se detiene aquí porque a este supuesto paso inventivo le sigue la norma que lo legitima. En efecto, la Unión Europea (UE) ya ha introducido una nueva normativa sobre patentes, llamada directiva 98/44/CE.<br />De manera que las aldeas aparentes quedan incorporadas a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el capítulo sobre patentes conocido como Acuerdos ADPIC, es decir, lo relativo a derechos sobre la propiedad intelectual. Curiosamente estos derechos de propiedad intelectual forman parte de la Agenda OMC, del ALCA y de las Agendas que los agentes del comercio de EUA llevan en su portafolio a todos los escenarios del mundo.<br />Nosotros constatamos que en Maharashtra, el estado de la India donde se ubican algunas de estas aldeas aparentes, grandes empresas biotecnológicas y alimenticias, como Dupont y Monsanto, obtentores de patentes, intentan cobrar royalties o regalías a los campesinos por el uso de semillas patentadas por ellos. Del mismo modo intentaran cobrar, en un futuro, por sembrar Neem, por tener Prunus en el patio, o por consumir raíces de Maca, no importa que este sea un genérico.<br />El fin que se persigue es poder controlar toda la cadena agroalimentaria, incluyendo el transporte y la distribución de los productos como ocurre en Maharashtra5, en donde Enron cobra la luz, Monsanto vende las semillas y Coca Cola compró un lago para embotellar su espirituosa bebida. La lista jocosa de patentes que corresponden a nuestra vida cotidiana está presente en el menú de cualquier restaurant o taguara. Las patentes están presentes en la paella (arroz) en el pollo (más de 500 patentes sobre secuencias genéticas del pollo); en el pescado (secuencias genéticas del salmón y del atún); en la ensalada (incluyendo al tomate o a las zanahorias) a las frutas (naranjas, kiwi, manzanas); y para no hacer tan larga la lista, detengámonos en el café, cuyas secuencias genéticas han sido obtenidas por la Nestlé y la Universidad de Hawai.6<br />El balance final de todo esto lo dejamos en manos de Isabel Bermejo ("Patentes Biotecnológicas. 2004 / p.5; para quien, en un futuro previsible el proceso de fusión culminará con la entrada en escena de los gigantes de la alimentación (Nestlé, Philip Morris, Unilever, Pepsico, Coca Cola), completando la integración vertical del sector que consiste en el control de la producción de alimentos desde la semilla hasta la mesa. Pero la agroindustria no corre riesgos, estos lo asume el campesino (en Asia, África o América del Sur) en este nuevo esquema de "relaciones contractuales" que él no ha buscado:<br /><br />"...En este esquema, el agricultor se convierte en mero peón de la agroindustria, aunque eso sí, corriendo con los riesgos de pérdidas si viene un año seco, o si el rendimiento de una variedad manipulada genéticamente no es el esperado, o si resulta que es peligrosa para la salud del consumidor o para el medio ambiente, ya que la industria biotecnológica no quiere aceptar responsabilidad civil por los posibles daños de las variedades transgénicas".<br /><br />No cabe duda. Las Aldeas Aparentes existen. Por ahora son virtuales porque la realidad es transnacional y globaliza a todas estas aldeas alrededor de una patente de explotación, patente de corso que permite manipular y llevar a estas comunidades a tribunales internacionales. Y esto no es aparente porque la norma es supraconstitucional.<br />Las Aldeas Aparentes serán reales cuando el Neem, el Prunus y la Maca se unan, y desde las aldeas salgan a recorrer el mundo para salvar vidas y no para llenar las arcas de una transnacional. La resistencia tiene que partir de un Foro Mundial que interactúe con los verdaderos dueños de la riqueza: las comunidades, capaces de brindarnos un café, como el escuqueño, sin patentes, sin royalties y sin miserias.<br /><br /><br />NOTAS<br /><br />1. Pudiéramos agregar una cuarta, ubicada en Trujillo, en la medida en que se reúna mayor información. Por lo pronto lo manejaremos como noticia. En el Fundo Fandeo, zona productora de una quebrada afluente del río Jiménez, (subcuenca del río Motatán) fue detectado un ecocidio. Tala y cacería son dos plagas permanentes en las localidades del país.<br /><br />2. En la Mancha (Septiembre de 2004. p-24) se menciona al Neem como bioplaguicida en una entrevista realizada a la Cooperativa Organopónica Bolívar, creada en Marzo de 2003, dentro de un plan de soberanía alimentaria para el país, en conexión con el Proyecto de Seguridad Alimentaria de la FAO. Junto con el clavel de muerto, la albahaca, la tabaquina, el jabón azul, se utiliza el Neem como plaguicida para repeler a los insectos. Se colocan en las esquinas de los canteros.<br /><br />3. Viajó a Kenia hace más de cien años y ha ayudado a los aldeanos a curar innumerables enfermedades, quedando instalado como nativo e incorporado a la medicina tradicional africana junto con la prunus africana, la que cuenta también su propia historia.<br /><br />4. Esta categoría de "obtentor" es de uso muy extendido en acuerdos y leyes que abarcan la agenda de la OMC y del ALCA. Acá en Venezuela se ha colado en la Ley de Semillas, aprobada en Marzo de 2004 por la Asamblea Nacional. De este modo se oculta la biopiratería u obtención de especies que están prohibidas en nuestra Carta Magna.<br /><br />5. El caso de Maharashtra es tan significativo que valdría la pena, en otro ensayo, hacer una síntesis de la integración vertical de estas empresas que cada día se fusionan más, con el fin de controlar toda la cadena alimentaria, incluyendo energía eléctrica, agua y cultivos transgénicos.<br /><br />6. Otro de los árboles emblemáticos del Tercer Mundo que ha sido atacado por el virus de la patentización es el Tamarindo. Hurgando un poco más en esto descubrimos su verdadera identidad que nos ha sido legada por la India. En efecto, se trata de un vocablo árabe - indio que traduce "dátil de la India" o tamr- indus; de donde "Tamarindo".<br /><br />BIBLIOGRAFÍA<br /><br />BARSAMIAN, David. (2002). "Entrevista a Vandana Shiva". Z.Magazine. Dic. P.plO.<br />BERMEJO, Isabel (2004). «La OMC al servicio de las Transnacionales » 17 de Mayo, www.bi*<br />DELGADO, Isabel. (2004). "ALCA y propiedad intelectual sobre el conocimiento colectivo". Questión. N°20. Febrero. P.14.<br />DELGADO, Isabel. (2004). "La biotecnología del Norte no puede ser la misma biotecnología del Sur". Questión. N°24. Junio. P.p.20 - 23<br />GRAIN. uLa enfermedad dei momento; trataditis aguditis5',<br />GUERRERO, Modesto Emilio. (2004) "ALBA, recuperación de una idea". Questión. N° 19. Enero. P.20.<br />LAFUENTE, Marianela. (2004) "Propiedad intelectual, ¿Herramienta de desarrollo o de exclusión". Quantum. N° 19. Viernes, 18 de Junio. P.6<br />LEÓN, Irene. (2003) "Avisados: el Sur también existe". Questión. N° 16. Octubre. P.30/31.<br />NADAL, Alejandro. (2003) "Del chocolate fundido y el sistema de patentes". La Jornada. México, 30 de Octubre, www. ORG. INDÍGENA CUENCA AMAZÓNICA (COICA), "Las otras guerras petroleras se viven en la Amazonia". N°21. 2 trimestre 2003. p.p 516<br />RIBEIRO, Silvia. (2004) "Lógicas transgénicas y servicios ambientales". Quantum. N° 22. Viernes 9 de Julio. P.20<br />RIBEIRO, Silvia. (2003) "¿Ahora los biopiratas son los campesinos?". 30 de Mayo. P.p 3.<br />VELASQUEZ, Germán. (2003) ""Medicamentos: ¿derecho o mercancía?". Questión. N° 13. Julio. P.p. 14/15.<br /><br /><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:130%;">Microhistoria Desarrollo Dialógico de Saberes<br /><br /></span></strong><em>Betty Santos Montilla<br />Carolina Patricia Alvarez de Ochoa<br />UNESR, Núcleo Valera<br /></em><br />La Microhistoria, es la disertación exhaustiva de la vida de una colectividad. En la que, generalmente se presentan los hechos y personajes más importantes. Un aspecto característico a considerar en la microhistoria es que se estudian los hechos cotidianos, aunque no sean reveladores, y las personas comúnes y corrientes. Es decir, es un intento de hacer una historia dándole prioridad a todo lo que sin ser un gran acontecimiento ha instituido el quehacer usual de los habitantes.<br />Sin lugar a dudas, la Microhistoria es la fuente del recorrido que abre las puertas de la información al rediseñar sus propias redes de saberes. Los criterios de la veracidad científica del proceso microhistorico, pueden comprobarse con la enumeración de hechos; que se esculpen con las imágenes del pasado, a través del acopio de pruebas y testimonios de su existencia, las acciones de la gente humilde y la vida cotidiana, el estudio crítico de documentos, a través de la percepción del gentilicio. De hecho, la microhistoria debe llevar el sello comprensor de su hacedor.<br />Tratándose antes bien, de la esencia, la comprensión y reconstrucción de los fenómenos de un espacio específico; en un estudio y conexión del que enmarca el pasado-presente, con la intención de que se comprenda que los hechos del presente se explican con exactitud exclusivamente en la medida de la relación que tienen con el pasado. De manera que, el saber de la vida cotidiana e historia de la memoria colectiva de una sociedad, debe ser el producto que se genere de la indagación profunda, con el hombre que trata de comprender y de explicar el pasado en todas sus dimensiones. Para Medina, (191992: 28-31) Hoy la ciencias de la historia… busca la comprensión y explicación del “devenir de los hombres en el tiempo”, planteando lo que se pudiera llamar la necesidad de la historia y agregando a esta un papel mucho más significativo en el concierto de las Ciencias del Hombre… es por esto que el autor, señala que la historia es la memoria colectiva de los hombres, enmarcada siempre entre las magnitudes del tiempo y el espacio definido. Así mismo, argumenta que la construcción e interpretación con la que los hombres pretendemos comprender y explicarnos los hechos y los fenómenos del pasado, puede entonces expresarse desde la microhistória.<br />Vista así la microhistoria, su éxito depende del diálogo holístico que ha de centrarse en los saberes, cuyo principal cliente es el pueblo que necesita del conocimiento desde que hombres, mujeres, ancianos, niños se conocen y comunican en una acción dialógica colectiva a su manera. Es obvio que la respuesta a esta cuestión, es la manifestación del saber en signos convencionales, en lenguas nativas, para lo cual se exige la negociación, que sea capaz de evocar en ellos cosas similares, es claro que todo saber es el producto de una construcción mas o menos elaborada, la integración de evocaciones y negociaciones que instalan en nosotros la esencia de la microhistória.<br />En todo caso, la Microhistoria tiene, pues, una finalidad muy concreta; la obtención, reproducción y revelación de conocimientos, en este contexto, deberá facilitar, antes que otra cosa, el conocimiento, que pervivirá a través de su propia generalización, por lo que conocer será innovar y vivir. Desde esta realidad, la práctica pedagógica de la microhistória bien vale una taza de un aromático café en el cenáculo grupal de los lugareños, en un proceso reflexivo y crítico de sucesos históricos alcanzando los valiosos ideales de la humanidad.<br />Es posible tratar, al iniciar un estudio en el cenáculo del enfoque microhistorico, la responsabilidad que amerita su disertación; en el carácter de un profesional comprometido con la historia. Frente a ello la microhistoria es un hecho de profunda responsabilidad cuando inicia este proceso ilustrando por ejemplo entre otras cosas, los hábitos, actividades laborales, estructura agraria y costumbres de los lugareños, para poder llegar a entender integralmente la comunidad. Aunque es factible iniciar la investigación desde las más remotas épocas que lo permitan las fuentes y concluirla en el momento actual, no es requisito indispensable, puesto que es factible concebir una microhistoria plasmada desde determinado período histórico y aunque no trascienda los límites del período propuesto puede ser una muestra valedera de un estudio local. Se debe estar pendiente de las circunstancias que han rodeado la historia de esa comunidad y de los cambios trascendentes que ha soportado en el transcurrir del tiempo.<br />Obviamente, el proceso dialógico del saber microhistórico, es considerado por el historiador; uno de los atributos más maravillosos de la humanidad, ya que consiste en un conversatorio social articulado con que se comunican en dúo o grupo. En otras palabras, el diálogo de saberes cumple esencialmente dos funciones en el ser humano; en primer término sirve para que se exprese a sí mismo, en segundo lugar, para que se comunique con los demás congéneres; por lo tanto, tiene una misión de carácter individual y otra social. Además, Su papel comunicativo convierte al diálogo de saberes en la condición por excelencia de los seres humanos como entes sociales. El diálogo de saberes es tan importante en la microhistória por el cúmulo de conocimientos que se comunican para construir una historia del quehacer histórico de los pueblos, constituyendo el camino fundamental y generador de las remembranzas del pasado y los pensamientos hacia el futuro de la sociedad.<br />No hay duda, que metodológicamente el enfoque Microhistorico para algunos historiadores se concibe como la coyuntura para obtener o personificar disímiles circunstancias, sustentándose de todos los acontecimientos como horizonte del sentir humano, el despertar de los valores y el apego que se debe tener con el terruño que ha sido cuna de grandes seres y acontecimientos; combinando el aprender a ser, a hacer, a conocer y a convivir, para establecer lazos entre el pasado y el presente, proyectándose de una manera majestuosa al futuro, con el mismo calor, con la misma inspiración y la misma magia.<br /><br />BIBLIOGRAFIA<br />Colom A, y Carles, M. (1994). Nueva filosofía de la educación. Papeles de pedagogía. Ediciones Paidós. Buenos Aires.<br /><br />González, L. (1992). Historia Regional, microhistória y Ciencias Sociales. Serie de Estudios Regionales. Tropykos.<br /><br />Medina, A. (1992). Historia Regional, Teoría, fuentes y método en historia regional. Serie de Estudios Regionales. Tropykos.<br /><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:130%;">El Regente Heredia o la Piedad heroica<br />El Hombre de Bien<br />Mario Briceño Iragorry<br /></span></strong><br /><em>Yajaira Quevedo<br />UNESR-Núcleo Valera<br /></em><br />Rememorar a Mario Briceño Iragorry es impregnarse de nacionalismo, de lo autóctono, de lo nuestro. Es observar el sendero que conducirá a los hombres y mujeres del futuro y les enseñará la sapiencia de un pensamiento que se sumergió en lo más profundo del sentimiento patriótico. La presencia del Regente Heredia o La Piedad Heroica, ensayo escrito en 1947, presenta entre líneas, un fondo humano que pretende dejar bien fijada una verdad fundamental: El hombre de bien. Esto es, la persona de José Francisco Heredia, extraordinario ser que existió y acomodó su vivir durante la época de la Independencia. El regente se considera un humanista a carta cabal, un hombre virtuoso cuyos principios fundamentales se expresan en el bien común donde naturalmente, se debe vivir los valores como el amor, la estima, solidaridad entre los seres humanos, pues son imprescindibles como centro y motor para el desarrollo y bienestar de un colectivo inserto en una sociedad señalada por estar dividida en clases sociales. No obstante, este afán de dominación de unos grupos sobre otros hace que estas relaciones de convivencia se debiliten y predominen los antivalores desvirtuando la esencia del ser humano como tal.<br />El regente se considera un humanista a carta cabal, un hombre virtuoso cuyos principios fundamentales se expresa en el bien común, donde naturalmente, se debe vivir los valores como el amor, la lealtad, la solidaridad, entre los seres humanos, pues son imprescindibles como centro y motor para el desarrollo y bienestar de un colectivo inserto en una sociedad señalada por estar dividida en clases sociales. No obstante, este afán de dominación de unos grupos sobre otros hacen que estas relaciones de convivencia se debiliten y predominen los antivalores desvirtuando la esencia del ser humano como tal.<br />La obra que nos muestra Iragorry tiene una gran validez en medio de la historia contemporánea. Si revisamos el Siglo XIX podemos damos cuenta que ésta época está signada por el desencadenamiento de la crueldad, producto del caudillismo sanguinario, las luchas viscerales por el poder que dan paso al flagelo de la corrupción, al sometimiento del hombre por el hombre en ésta época de esclavitud, al individualismo, al auge de las oligarquías; en fin, todo un movimiento que sólo busca su afán de lucro y dominio, para usufructo personal; de modo que, tales consideraciones acreditan cómo en el siglo XIX las masas populares no son atendidas en sus justos derechos, es decir, no se considera el bienestar de la inmensa mayoría que siempre ha sido privada de sus más elementales preceptos y reglas de subsistencia, dejando como testimonio, que el genuino beneficio político no es llevado a la praxis. Estas acciones desencadenan en conductas deplorables que vulneran el germinar de una conciencia cívica.<br />En el transcurrir de la historia de Venezuela, han existido grupos económicos y políticos que han logrado apoderarse de los espacios importantes, por lo que se resisten a cederle acceso a lo nuevo, provocando la lucha de clases. Evidentemente, la conciencia de los políticos nuestros no responde a los foráneos, y al mismo tiempo, se comportan -al decir del escritor Jerónimo Carrera- como guachimanes, pues sólo cuidan los interese de los explotadores, dejando ver la carencia del sentimiento nacionalista.<br />Es importante hacer hincapié, que ya entrado el siglo XX una gran cantidad de venezolanos ilustres sentían una gran preocupación por la situación que se venía viviendo y de alguna manera expresaron su repudio a este sistema de cosas avasallante. Entre ellos, se destaca Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas, Isaías Medina Angarita, Daniel Borges y muchos más que elevaron su voz protesta y trataron de organizar una Venezuela diferente. Sin embargo, fueron enfrentados de una manera infranqueable por las minorías que mantuvieron muy arraigado el modelo en que se condujo el pasado siglo, de manera tal, que no hubo apertura para la transformación y los cambios anhelados.<br />Asimismo, es bueno resaltar, que las cuatro primeras décadas estuvieron signadas por dictaduras e intentos de gobiernos democráticos, como es el caso del gobierno de Eleazar López Contreras y el de Isaías Medina Angarita. Éste último ha sido reconocido como el gobierno de los notables por estar presentes pensadores, diplomáticos, historiadores. Sin duda, fue un demócrata, que dio avisos muy significativos de esta voluntad de facilitar el avance político del pueblo venezolano; toleró la pluralidad, como nunca antes, en las manifestaciones ideológicas; no se tenían perseguidos y que no había, por la causa de las ideas, ningún ciudadano en el exilio o en la cárcel, hecho inusitado en la vida nacional. Valga decir, que Mario Briceño Iragorry forma parte de este gobierno, como presidente del Congreso y él expresa para entonces: "hay una Venezuela construida más o menos cívicamente, la derrocan porque ha prevalecido el mal".<br />Ahora bien, en el año 1945 se crea el primer ensayo populista en Venezuela y desde luego comienza el mundo del sindicalismo, resaltando que el mismo pasa a ser apéndice del gobierno. Por otro lado, cabe decir, que el partido Acción Democrática no se habría transformado en la primera fuerza política del país, pues no hay que olvidar que fueron las conquistas políticas y sociales del trienio 1945 - 1948 las que permiten la hegemonía Adela en los años subsiguientes a la dictadura. A partir de aquí podemos apuntar que es inequívoco que comienza a regir en Venezuela la cultura partidista, pues el ciudadano no tiene participación activa sino a través de un partido, entonces, la organización Acción Democrática se vuelve sectarista; indudablemente, se pierde la conciencia cívica que se venía creando y vuelve a fluir un hombre dañino, que distorsiona aquella conciencia naciente en el civismo que se trataba de forjar en el país. En efecto, fue en el devenir de estos acontecimientos cuando surgió la narrativa de Don Mario para resaltar personajes como el Marqués de León, protagonista de la obra Casa León y su tiempo, donde plasma .ese hombre que se resiste a cambiar y el Regente Heredia que refleja la lucha antagónica del bien y el mal.<br />Ahora bien, la importancia de estos dos ensayos escritos uno seguido del otro, se centra en que primero escribe acerca de un hombre que existe para el mal, para lo dañino, para la astucia, para la habilidad, para la viveza, para enriquecerse, para utilizar políticos, para romper con la amistad, pasando por encima de todo. Esto es, el hombre común en Venezuela, el hombre que ha prevalecido desde la época de la Independencia hasta nuestros días. Luego, se aparta del mal para revelar a través del regente Heredia o la Piedad Heroica, cómo el'") Venezuela debe existir y permanecer un hombre ejemplar, pleno de humanidad y conciencia social, profundo de pensamiento y sentimiento, con verdadero amor por la patria y el pueblo, que puede construir un país sobre la base de la moral y la ética. Se trata de un hombre que es justo, que profesa la amistad, que está impregnado de una gran sensibilidad, que convive cívicamente y cree en una PATRIA como VENEZUELA que debería configurarse en perspectiva como se evidencia en la siguiente cita: "a la incómoda habitación de su posada, se recoge enseguida el afligido Regente y dice refiriéndose a Monteverde y Boves: ¿qué es esto? ¿A dónde nos conduce el odio? ¿Dónde está la palabra de hombres? ¿Qué tiene por corazón estos seres pervertidos?" (Pág : 95)<br />Cierto, muchos han escrito sobre el mal. A sabiendas que, narrar no es nada fácil. Sin embargo, pareciera que narrar acerca de un personaje malo o cautivo del mal es más fácil que narrar sobre un personaje bueno. He aquí el valor que encierra esta obra en cuestión, en virtud de la magnitud histórica y literaria que yace en ella. Es importante enfatizar, que Mario Briceño Iragorry ejecuta este excelente trabajo, luego de vivir la experiencia de ser sacado abruptamente del Congreso Nacional y detenido después. De igual manera, vale la pena realzar que para escribir estos ensayos toma a estos personajes del proceso de Independencia; en ellos muestra una prosa y sólido conocimiento de la historia de Venezuela, gracias a las investigaciones que realiza durante su estadía al frente del Archivo General de la Nación, y comienza a presentar a la Venezuela que hemos vivido debatida entre esta dualidad mal-bien, en donde este último tendrá que prevalecer, tomar fuerza o mejor aun se debería petrificar.<br />No obstante, degollé al hombre que medra, daña, hiere; en fin, distorsiona el contexto fortaleciendo la maldad en la humanidad. Conviene señalar entonces, que en el actual momento histórico la sociedad venezolana tiene que propulsar la conformación de un verdadero ciudadano, con el propósito de encaminarnos por los senderos del Siglo XXI: cuando hablamos de senderos nos referimos al verdadero sentido del término política, sobreentendiendo que la política es una función social. De allí, la grandeza de leer y continuar el ejemplo de seres acicalados como el Regente Heredia.<br /><br /><br /><br /><strong>MAL DE ESCUELA</strong><a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=2306470900459049280#_ftn1" name="_ftnref1"><strong>*</strong></a><strong><br /></strong>(<strong>Propuesta de investigación a mano alzada</strong>)<br /><br /><em>Dr. Jairo Portillo Parody</em><a title="" style="mso-footnote-id: ftn2" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=2306470900459049280#_ftn2" name="_ftnref2"><em>*</em></a><em><br />NURR-ULA<br /></em><br />“Contar las propias vivencias y “leer”(en el sentido de interpretar)<br />dichos hechos y acciones a la luz de las historias que los actores<br />narran, se convierten en una perspectiva peculiar de investigación”<br />Antonio Bolívar Botía<br />“¿De nobis ipsis silemus?:<br />Epistemología de la investigación biográfica – narrativa en educación.<br /><br /><br />Las siguientes notas post etnográficas nos hablan de los compromisos en luchas con las indolencias. De tesones como los del Laboratorio de Investigaciones Parasitológicas “José Witremundo Torrealba”. De comedias de formación docente. De imaginarios rurales que persisten para bien y para mal. De la retórica de las imágenes para constatar lo convivido. Y sobre todo del “Mal del Coco Julio” como herencia cultural del desapego por el otro. No tenemos certezas de lo que escribimos y decimos cuando trasladamos el trabajo comunitario realizado a palabras. Aunque “Si nos fijamos bien , no hay historias nuevas que contar,…Las tragedias, las novelas, los romances, los corridos, los tangos, los boleros nos están contando siempre lo mismo…Al lector no le importa que los argumentos sean viejos. Sólo quiere que alguien se los cuente… (Ramírez, 2001: 18).<br /><br />PLANTAMIENTO DEL PROBLEMA A INVESTIGAR.<br /><br />La madre de todos los problemas es la pobreza.<br /><br />Duquesa y Caribe. Perra y perro. Una familia de nueve. Cuatro por cuatro que hacen un cuarto de barro y caña brava. Una mueca que no llega a risa por Caribe que todavía salta a pesar del peso de sus pulgas. Tacitas en papel periódico que sacan para brindarnos un cafecito. Pobres pero decentes diría mi madre. Un televisor en blanco y negro como ventana al cielo. Tres chinas para cazar “arditas”. Uno, dos, tres cuatro, cinco taburetes que haría el hombre de la casa. Una mesa que lucha por mantenerse en pie. Sin vaca blanca que ordeñar en la mañana. Y el mal del Coco Julio.<br />Buscamos sus venas y se nos escurren. Una y otra vez. Damos con ellas. Mirar que se escurra en los perros duele menos. Se les amarra para que no se escurran. Lo mismo no pasa con nosotros, tratamos de amarar un proyecto de integración escuela – comunidad pero escurrimos el bulto para no comprometernos. “Obligado si es bueno”. La comedia vuelve a repetirse. El papel de los estudiantes es pretender para pasar. Yo no soy así. Yo soy peor porque les miento al hablarles sobre las posibilidades de la escuela como centro del quehacer comunitario. Las escuelas tal cual la conocemos no tiene salidas porque no pueden ser mejores que los compromisos de sus comunidades para con ellas. Los que hacen sus tesis de postgrados chupan sangre de sus sujetos de estudios y no nos acompañan los sábados. Somos puro timbre. Hora de salida. Hora de entrada. Una mentalidad doméstica, como las de las gallinas, nos hace caminar en dos patas y a nuestra indolencia en cuatro. No compartimos. Escuchamos pero no comprendemos. Nos distanciamos. Cada quien en lo suyo. A pesar de las “loras con nombre y apellido. ¿De qué estamos hechos para ser tan indolentes? Todo trabajo de investigación con gente debe ser con (vi) vida (Vicaría Episcopal, 1999).<br /><br />Vamos a la escuela (contextualización del estudio)<br /><br />Vamos a la escuela. La que queda donde la quebrada de Ramos se ajunta con el Castán. Río arriba. Sector San Jacinto. Vía Villitas (Estado Trujillo). Pero quienes “hicieron el registro de nombres geográficos las llamaron las adjuntas. No es lo mismo ajuntarse que “adjuntar, pero el disparate quedó oficializado” (Núñez, Pérez, 1994: XXXI). Por llamarla María Ramos la pusimos la cagamos. Nada sabemos. “Creemos” en el Coco Julio. Les picó cuando eran pequeños. Nos muestran sus “loras” cicatrizadas. La maestra pregunta y pregunta. Los niños y niñas no responden. Un niño que ya pinta lo que será, les grita con palabras y gestos: una “nesmaniasi” digan. Una voz tímida se oye: Es un zancudo.<br />Un Coco Julio sale de la boca de la maestra cuando pregunta: ¿Qué les deja… un hueco?… ¿Muy grande? Las inocencias nos muestras las pruebas. Ojos de niños y niñas. ¡Qué pretensión darles lecciones! Colitas de caballo en las niñas. Negrura en las uñas de los niños que pelean con la tierra para sacarle lo que sea en compañía de sus padres. Budares, carbón y cenizas. La zurrapa hace arepas. La segunda y la tercera. La primogénita, por supuesto, también. Solo es cuestión de tiempo para terminar haciendo arepas como la madre. Todo ha sido anunciado. Todo ha sido dicho. Para lo que hay que ver y decir con un ojo y una palabra basta. Arepas y parir.<br /><br /></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5302024591685035554" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 239px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPTD_5m-5kFOluqMgeHtc0o7gSnluNb_NWrWs5sioFu9YF-kjGJUcNkuRcbGrYEP-bwPE1vHRwQ4CUT2Qm5H-AtNw0R1x4ophu0PojS016I4X1PL2ZH307MmECYkY0j8I74X7iKqWPs7Q/s320/Nos+acercamos+con+humildad+a+los+saberes.png" border="0" /> Nos acercamos con humildad a los saberes.<br /><br />¿Cómo se las curaron? Interroga la maestra… con pepa de zamuro molida. Cuajada sin sal. Clara de huevos. Hojas de cují doradas en budares. Cebolleta rayada por tres días sobre la ulcera. Pólvora. Hojas de rabo de ratón. Flor de sangre. Leche de la hoja del higuerón. Lo que consigan y con fe en los rezos de curación. Sana, sana, culito de rana / sino sanas hoy / sanarás mañana. No hay para donde coger. Son temerosos de extraños y recelosos. No más de uno se esconde. Son cerreros por defensa. Se les estudia y se les deja. Les prometemos y les estafamos sus votos. Les trastocamos su lenguaje. Adjuntas (anexos) por ajuntas (de riachuelos). Les damos lo que nos sobra. Comemos sus arepas y tomamos su café. Como viejitas nos llevamos sus matícas. Un día de estos nos recibirán con un chopo.<br />Ignoro con ellos. No sé si un mosquito es un zancudo. O viceversa. O qué son los jejenes jodedores. Solo sé que tenemos piedra de zamuro en los riñones para comer de todo el mundo y que nadie coma de nosotros. No hay dialogo de saberes. Y no lo puede haber cuando el ejercicio docente sea solamente un Modus Vivendi y la investigación busque solo toga y birrete de cuarta y quinta nomenclatura académica.<br />La angoleta, el flebótomo y mosquito no son tres insectos en uno. Son tres nombres para un mismo bicho en uno para más de doscientas Lutzomyia diferentes. Lutzomyia es el nombre científico para un insecto que responde a los nombres de: angoleta, flebótomo y mosquito. Lo bueno y lo malo siempre parece venir con tres nombres.<br />Brazos y cuellos. Caras y piernas con picadas de angoletas. Ni niños ni niñas. Adultos. Perros y gatos se salvan. Y menos si tiene el rabipelao por allí. La cadena epidemiológica es más o menos así: El mosquito hembra y sano le chupa la sangre al rabipelao sano y aquí no ha pasado nada; el mosquito hembra y sano le chupa la sangre al hombre o animal infectado y el mosquito hembra se infecta; y tercera posibilidad el mosquito hembra y sano le chupa la sangre a un animal que juegue el papel de reservorio y se infecta (Rojas, 2002).<br /><br /><br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5302033306498124914" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0C3qUg4WbJ90xaZlT2IFxP9u0UbRjEVJqVNV8zy6rvdnc95Okdv-Vg-ufc9mF58Zsaoe2-Uyi7gmt8iXdOXfGPuOG5GA8qxtTJAjDPzSarI4DmNYgtMWbjSdTaMOsOr7bNl7FsI8t3lA/s320/C%C3%B3mo+se+miran+ellas+a+s%C3%AD+mismas.png.jpg" border="0" />¿Cómo se miran ellas a sí mismas?<br /><br />Así como el maestro que transmite los errores es maestra (póngase a contar y verificará que es cierto), es la mosquita viva y no muerta la que pica al hombre y a los animales. Les gusta picar al anochecer y bien tempranito. Las moscas les hacen el quite durante el día. No es un problema de “género”. Es que hay más maestras que maestros y la hembra del mosquito es la que pica. Si ya sé que lo dije. Pero hay cosas que por calladas se olvidan.<br />Se llega a la escuela donde se ajuntan dos riachuelos. Ruinas de un antiguo acueducto. Los tanques sirven de cagadero. La otrora oficina de salón y comedor continúo. Tiempo de comer. Flor….a lavarse las manos. Cucharada tras cucharada hasta escurrir la taza. No es apetito, es hambre lo que tienen. A, E, I, O, U son vocales sin ton ni son y sin consonantes problematizadas que no nos hablan de un lenguaje de posibilidades. Los perros tienen la “loras” vivas y no se quejan. Solo veo caras de resignación. Chivas de cauchos, empujadas con dos palos cruzados en el espacio donde se incrustan los rines, sirven de juguetes para el que no tiene para más.<br /><br /><br /><div align="center"><br /></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5302026439394112930" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjO96gVMQDqNmBOUe5jUuuLvE86DL3rjhO2jqKkPz7e6BbJUl-hFgxnQyidMbdqH7vGwYyUAZVNaOSVqnAxUh6JjKqJ2lNF-bGyDZy3yJwOTmyGGdTMK4B3CLg2_7AHPWqf2zubWgRikPE/s320/No+solo+por+pan.jpg" border="0" /><br />“…en la vacía transparencia del equilibrio me duele la reflexión” (Jonuel Brigue, 1977: 13). ¿Tomar conciencia será posterior al dolor por reflexionar lo vivido?<br /><br />No solo por pan<br />Entre gatos, perros y cochinos se prepara la comida que tres niños y una niña llevan en baldes cruzando un puente de un solo tronco y con equilibrio de circo para no caer al río. En los baldes se lleva la comida para echarla en las canoas y que coman los cochinos. Aquí no. Estos niños y niñas son unos sobrevivientes, como sus padres, como sus abuelos. Sonríen muy poco. Están como “sometios” observa María de La Cruz cuando los ve. Antígenos, burbujitas, granulomas que se miden en milímetros de respuestas a los supuestos contactos con las angoletas infectadas con el parásito de leismaniasis …pobreza extrema a escasos kilómetros de la plaza Bolívar de la pura capital del estado Trujillo. Miseria que a pesar de la palabra que la nombra no crean alternativas ni soluciones. Las palabras se me van para dar entender la indolencia de los que pueden y no hacen. La palabra ha sido dicha y espera respuestas.<br /><br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5302034611179508914" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 241px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjebLORjCzfahhto84jgMv7V9eam79FegYSiwBT2rhwX_T-Dxvesbna4puEO4it6FX0jCDLnVesssOc_4eFthLTtpli406-zT-UkWOrhZsMMnOrpWNoIGM9-hxgVx3XMHciqmHzZ-2JSz0/s320/El+ojo+que+ves+no+es.jpg" border="0" /> <p align="justify"><strong>“El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas, / es ojo porque te ve (Antonio Machado). De ser vistos a ver. Todo un giro metodológico en la postura del observador participativo</strong><br /><br />Ni una palabra más por el momento.<br /><br />Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras, lo que con una dilo con una. No emplees nunca el término medio: así, jamás escribas nada con cincuenta palabras (de Augusto Monterroso y aprendido de memoria por mí). Al buen entendedor pocas palabras. El problema es la búsqueda en sí. Una búsqueda con en el deseo de encontrar y encontrar con el deseo de seguir buscando. El problema de buscar otros modos de pensar, reflexionar y “hacer” la escuela. De conversar acerca de los decires, los humores, la cultura, las lecturas, la investigación, la imagen, los lenguajes de los saberes, las angustias hasta los sudores,… la participación, la palabra no divorciada de la acción para tocar tierra con los proyectos pedagógicos comunitarios de integración. Una invitación a superar nuestras incapacidades para el diálogo (En deuda con Hans – Georg Gadamer).<br />Que no nos agarren desprevenidos estas líneas. La loca de la casa (Urribarrí, 2004) nos dice que todo estriba en el problema de saber qué es lo que no se sabe. En cómo debe representarse y presentarse en el discurso de la investigación,, lo sabido, lo que estamos por saber y lo que nunca sabremos.<br /><br />Primero lo primero: ¿Qué proponemos y de dónde partimos?<br />Pedro Rimales dio un golpe al revés mató catorce y aturdió diez.<br /><br />El escepticismo optimista para no sucumbir ante tanta realidad. Los proyectos de investigación no son neutrales. Como prácticas sociales involucran relaciones de poder y control. Ellas nos forman, conforman y / o deforman. La planificación y la participación comunitaria es una práctica política que pude ir desde la emancipación hasta la enajenación. Debemos movernos con cuidado dentro de ese espectrum.<br />Lo que se debe y se puede pensar , lo que se debe y se puede decir- saber, lo que se debe y se puede hacer… en lo referente a planificación y participación comunitaria ¿En manos de quién(es) está(n)?<br />No toda unidad social situada en una determinada área geográfica es una comunidad. Es necesario, imperativo y justo una conciencia de pertenencia. Vivir en una comunidad no nos hace por obra y gracia miembro de ella. Por lo tanto, el dar clases en una escuela no nos hace miembro participe de la escuela. El participar en proyectos pedagógicos de cualquier índole no nos hace tampoco por obra y gracia miembros de esa comunidad. Prefiero el reflexionar al pensar. Al pensar la escuela como centro del quehacer comunitario la pienso al revés y reflexiono sobre las posibilidades de la comunidad como centro del quehacer de la escuela. Esto implica lecturas de lo contrario formulado por la oficialidad del discurso escolar y de la participación comunitaria.<br />Hay personas que hacen que las cosas ocurran; otras que esperan que las cosas sucedan; otras que se quejan por lo que lo que ha ocurrido; y otras que ni lavan ni prestan la batea…Dime a cuál grupo perteneces y te diré de tu espíritu de participación en la transformación integral de la tríada familia- escuela –comunidad.<br />No todo el mundo tiene vocación para el trabajos de integración escuela – comunidad pero uno puede dedicarse y llegar a amar lo que se hace. No hay recetas para los proyectos pedagógicos comunitarios de integración. Algunos negarán con la cabeza o la lengua porque es más fácil que todo siga como está.<br />Problematizar la lecturas de la palabra y el mundo. Lecturas de la escuela / cultura / salud / comunidad desde un antes (pasado) que está, un ahora (presente) que no acontece y un después (futuro) incierto.<br />Problematizar la gramáticas de participación comunitaria.<br />Un diálogo crítico con aquellos que a menudo creen que nada saben en lo referente a la promoción de la salud. Las relaciones de poder-saber.<br />Resistencia cultural en plural. Para vencer las rutinas, la estupidez, los silencios, las palabras envilecidas...Hacer hablar a las palabras para mostrar lo que ocultan. Veamos como es la cosa en la siguiente fábula de Esopo. Un viajero encontró en el bosque a un sátiro medio muerto de frío y se lo llevó a su casa. El sátiro, viendo que el viajero se soplaba las manos le preguntó el motivo. Es para calentarlas un poco, le respondió. Poco después, sentados a la mesa, vio el sátiro que el viajero soplaba la sopa, y, asombrado, le preguntó por qué lo hacía. Es para enfriarla, le respondió el viajero. Entonces, el sátiro se levantó de la mesa y se fue a toda prisa de allí. No quiero nada, dijo mientras se iba, con alguien que de la misma boca echa aire caliente y frió (Esopo, en cualquier libro de básica ayer primaria).<br />Celebrar d las diferencias. Una perra y una cochina discutían diciendo cada una que sus crías eran las más hermosas de todos los animales de la comunidad. Bueno, dijo la cerda, al menos mis crías pueden ver cuándo llegan al mundo, y las tuyas nacen ciegas (Esopo).. Las comunidades tienen su forma de ser y hacer. ¿Quién nos da el derecho de intervenirlas? El objeto es fomentar el respeto, la tolerancia y la humanidad. Uno más uno es igual a otro que somos nosotros.<br />Fomentar estrategias metodológicas emancipatorias. Micro historias de salud / cultura/ etc. Libros vivientes. Calendarios productivos. Pero: Una mañana nos regalaron un conejo de indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad (Eduardo Galeano). Estamos conscientes de que todo el mundo no quiere ser emancipado.<br />Quehacer antropológico desde las comunidades. Para evitar que los niños y niñas se queden cortando chaos y mirando los despeñaderos para toda la vida, cagando en los camburales y sobreviviendo en una “neoruralidad” sin salida aparente.<br />Investigaciones con (vi.) vidas. Que es más que la resolución de problemas en lo que ha caído la investigación acción. Es un dar sentido a lo vivido. Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta al fondo de mí para encontrarte (Leído y memorizado no sé donde de Juan José Arreola)<br />Estudiar el asombro, el gozo, la cotidianidad, la brevedad, los saberes y su fragmentación, las derrotas, los fracasos, sueños y posibilidades de las escuelas de páramos y sus comunidades.<br />Diálogo y confrontación de saberes. Para dialogar,/preguntad, primero:/ después… escuchad (Antonio Machado en Marías Julián, 1982). “El no oír y el oír mal se produce por un motivo que reside en uno mismo. Sólo no oye, o en su caso oye mal, aquel que permanentemente se escucha a sí mismo “(Gadamer; 2002:209).<br />Diseñar, ejecutar y evaluar un proyecto de integración comunidad-escuela. En lo referente a la triada: salud / cultura / educación. Voy sabiendo en la medida en que voy haciendo. Un no último relato para el estribo. El maestro – cuya labor se desenvolvía entre el conuco y el aula- se llevó el libro debajo del sobaco, y el calor derritió entonces las palabras, y las imágenes de colores de los padres de la patria que rodaron convertidas en melcocha por debajo de agrios olores sudorosos, y los pistillos y corolas abandonaron ya en la página 95, el marco blanco de las hojas. Cuando el maestro quiso sacar su libro para leer la lección del día, comprobó que sus alumnos recogían los capítulos en vasijas de barro y que sólo colocándolos a la luz y el calor del sol la sequedad anterior se recuperaba en una mezcla de temas y paisajes que eran ya un tipo de saber diferente al que el maestro había durante años explicado (Todo es de Mario Veloz Maggiolo menos las negrillas).<br /><br />EL ESTADO ACTUAL DE LOS SABERES.<br />Sobre la tierra la palma,<br />sobre la palma los cielos,<br />sobre mi caballo yo,<br />y sobre yo mi sombrero.<br /><br />Pero me lo quito ante cada trabajo mencionado en este proyecto y ante: El Ausente que Voy Siendo. Historia de Vida de Rafael Briceño. (Fuenmayor; 2003); Margot. Retrato de una Caraqueña del Siglo XX. (Villanueva; 2003); La Vastedad del Adiós. (Goldberg; 2003); Aguas Ardientes (Anzola; 2003), y no menciono otros por no cansar.<br />Estos trabajos tienen un sabor de relato al “leer” lo acontecido como un texto y a la vida como narrativa. Con Bolívar Botía “Entendemos como narrativa la cualidad estructurada de la experiencia entendida y vista como un relato: por otro (como enfoque de investigación), las pautas y formas de construir sentido, a partir de acciones temporales personales, por medio de la descripción y análisis de los datos biográficos” (2002:40). Y añadimos que es también una manera de despojarse de las musarañas de los criterios de validez, generalización, fiabilidad…del positivismo; descubrir las narrativas de gente e inventar mi propio yo que vive oculto. Al final “La vida no es la que uno vivió, sino lo que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” (García Márquez, 2003:7).<br />Dime de qué te enfermas y te diré en cual comunidad vives. La salud no es solo un asunto de las ciencias de la salud “…las ciencias sociales requieren y tienen la obligación de intervenir de una manera más contundente para ayudar a resolver los urgentes problemas que enfrenta la preservación y recuperación de la salud” (Briceño León, 1999:18).<br />Sabemos tan poco y presumimos tanto.<br /><br />OBJETIVOS ESPECÍFICOS (En deuda formal con Ramón Rivas Aguilar):<br /><br />No es lo grande lo que atora sino lo chiquito mal comido.<br /><br />ü Constatar que lo relatado (narratividad en la investigación educativa) suele ser más real que lo vivido. Aunque…cuidado con los recuerdos que nos pueden contar mentiras.<br />ü Percatarnos de nuestras limitaciones de que solo podemos nombrar y crear lo que narramos.<br />ü Registrar las narrativas culturales sobre el valor de la escuela en las comunidades de páramo.<br />ü Dar cuenta de los aportes de la narración y la analogía estética en la etnografía comunitaria.<br />ü Promover el desarrollo de proyectos pedagógicos en las escuelas junto con las comunidades en lo referente a salud-cultura y educación.<br />ü Realizar un estudio antropológico de las comunidades sobre la cotidianidad, los valores, los sueños y las historias de vida.<br />ü Promover talleres para el rescate de historias locales y micro historias.<br /><br />LAS SIGUIENTES DUDAS ORIENTAN NUESTRO TRABAJO (..la pregunta auténtica es más importante que las respuestas, es musagetas [Sic] de la reflexión y de la ciencia; cuando la pregunta se apaga quedan sólo doctrinas, Brigue, 192:124):<br />¿Quiénes somos? ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos? Y si… ¿Tiene reacomodo lo que hemos llegado a ser?<br />¿Qué proyecto de vida tenemos como hombres y mujeres?<br />¿Cuáles son los significados de enseñar y aprender en la pobreza? (Venegas, 2000)<br />¿Qué hacer con los (as) que no comen, que no tienen agua potable, que llegan enfermos…?<br />¿Cómo educar para la tolerancia y el respecto a la diferencia?<br />¿Género masculino vs. Masculino, más que un problema gramatical? ¿Cómo reencontrarnos, a través del dialogo, con la reflexión pedagógica, con la mirada del otro, con la otredad?<br />¿Cómo abordar las formas de mirar, concebir y nombrar lo que hacemos?¿Cómo regresar los saberes a la comunidad que los produce? ¿Qué les ha sido expropiado?<br />¿Existen metodologías participativas y de planificación que respondan a nuestras idiosincrasias?<br />¿De dónde vienen a dónde van las propuestas de planificación y participación comunitarias?<br />¿Cómo se diseñan los calendarios comunitarios para recoger las idiosincrasias y problemáticas de salud/ cultura/ educación?<br />¿Serán las artes, en todas sus manifestaciones, nuestra única salida del subdesarrollo?<br /><br />METODOLOGÍA:<br /><br />La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas: no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo: eso es un movimiento perpetuo (Leído en algún lugar de Augusto Monterroso). Así son; también, nuestras “estrategias metodológicas” un constante proceso de búsqueda (azarosa e intuitiva más de las veces, un intentar comprender los significados de Itaca) a través de la etnografía, la investigación acción, y la investigación hermenéutica narrativa.<br />La etnografía por las posibilidades que ofrece a las complicidades entre “sujetos y objetos” de investigación. Por aquello del encuentro con el otro, por lo de la metodología en busca de interpretaciones…Lo de investigación acción para evitar pensar sin reflexionar y sobre todo sin tomar cartas en el asunto (actuar). “Es tan posible y frecuente pensar sin reflexionar, como lo es ver sin mirar, oír sin escuchar, beber sin catar, tocar sin acariciar” ( García Bacca, 2002:232). Y la hermenéutica narrativa, que no es un método (Gadamer, 1999), nos permitirá a partir de los textos, acciones, sucesos, lenguaje… y sus interpretaciones producir el relato – narración que torne significativos los “datos”. “La investigación biográfica y narrativa en educación, en lugar del modo de cientificidad dominante en la modernidad, reclama otros criterios, superadora del contraste establecido entre objetividad y subjetividad…Como modo de conocimiento, el relato capta la riqueza y detalles de los significados en los asuntos humanos (motivaciones, sentimientos, deseos o propósitos) que no pueden ser expresados en difiniciones, enunciados factuales o proposiciones abstractas como hace el razonamiento lógico-formal” (Bolívar Botía, 2002:44-45.).<br />Bueno dice la zorra… estírate piernas y escógete ancas, que este mundo está lleno de trampas. Nuestras trampas son la fotografía y los videos documentales. “Las miradas objetivas de la realidad no existen, pero la manera expedita de captar su exacta dimensión está en el género opuesto a la ficción (video documental). La llegada del tercer milenio plantea nuevos derroteros para una forma de registro audiovisual en las que los observados han pasado a ser observadores” (González, 2004:12). Sin menospreciar el arte de mirar y recordar.<br /><br />En cuanto a las fotografías, siempre tendrán un punto de vista. Ya que “El paso entre la realidad que ha ser fotografiada por que nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada, es brevísimo” (Calvino, 1997:72). Porque “La fotografía endeble ilusoria dispone en sus escenarios la máscara de la permanencia” (Víctor Bravo 2003) Porque “Nuestro pensamiento, al voltear esta página, ya se disparó hacia el problema de la representación, porque no hay representación sin imagen” (Juan Carlos Pérgolis en Jiménez, 2002:8-9). Porque “Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa de brujería…” (Juan Rulfo, Pedro Páramo citado por Rivero, 1999:13, al establecer las correspondencias de la narrativa y la fotografía en Rulfo). Por las posibilidades de la fotografía de crear textos de acción y reflexión (Portillo, 2003). Por todo lo anterior y por responder a los protocolos de la investigación científica y ser uno de los recursos técnicos más eficaces y verosímiles. ¡OH!… dejamos por fuera la cuestión siempre esquiva de la estética.<br /><br />Siendo las imágenes más veloces que las palabras en lugar de leer vamos a “ver” libros. “El lector vidente se acercará a Comala diciéndole al arriero que va a su lado, sin saber que es un hermano suyo ya muerto “…Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. …Otra vez serán fantasías, sin embargo. La imaginación se quedará en los libros, en las palabras. Siempre habrá en un estante ese mismo libro de Juan Rulfo que tocar y palpar y abrir” (Ramírez, 2001: 108. Así que es tierra movediza la que empleamos para construir nuestro trabajo. Tierra que va desde las imágenes de los videos documentales y las fotografías a la palabra no divorciada de los hechos. Dos categorías: la palabra escrita y la imagen ¿La doble mirada de la culebra ciega…anfisbena o morrona?<br />Nuestros espacios de observación, búsquedas y posibles encuentros serán, en lo posible: los talleres de los creadores populares (en sus artes como en todas las artes no hay subdesarrollo), los mercados, lo cotidiano, lo doméstico y por supuesto el territorio de la escuela, recreo incluido. En breve, la comunidad será el centro de las búsquedas (en plural) y del quehacer de la escuela que proponemos.<br />Pero… Alegrando Rossi (1998: 33- 38) nos hace dudar, más que recordar, con un tono ironista y testimonial que “Los buenos cuentos , me han dicho , comienzan en un lugar definido”. Nuestros lugares no están definidos. Solo tenemos una certeza. Son escuelas de nunca llegar lo prometido por el discurso oficial dominante. Escuelas de páramo. Ayer fueron las escuelas El Quebradón, Túname, Niquitao, La Mocojo, La Mocotí, Mesa de Gallardo, La Cordillera del Humo… Nos inclinamos por regresar: Pero me niego a ver de nuevo lo que vi. Pero el instinto y sus jugarretas nos sugiere Las Adjuntas, La Cordillera de Occidente, La Cuchilla de Siquisay,, y más aun: Mucutujoté a diez minutos de Chachopo, a dos horas de Trujillo.. ¿Por qué Mucutujoté? Por su música en la palabra. Más claro si puede cantar un gallo.<br /><br />No me baile el trompo porque “vayi” lo taratateo.<br /><br />PLAN DE TRABAJO.<br /><br />Otros hay (y en éstos entro yo) que no saben nada,<br />ni quieren saber nada ni creen que se sepa nada,<br />y dicen de todos que no saben nada,<br />y todos dicen dellos lo mismo,<br />y nadie miente.<br />Quevedo.<br /><br />· Releer y rehacer muchas de las cosas que hemos hecho. Enero 2005.<br />· Fijar residencia en la comunidad seleccionada (Un “retiro” con gentes para evitar pensar sin reflexionar). Febrero 2005.<br />· Contacto con los líderes, organizaciones sociales locales, personajes, cultores populares, docentes, trabajadores del campo….todo lo que se mueva. A partir de Marzo 2005.<br />· Compromiso de decisión para realizar la investigación convivida y participativa. Que de cómo resultado un proyecto pedagógico comunitario. Marzo – Abril 2005.<br />· Registros de las prácticas socioculturales (relatos, videos, fotografías, Bitácoras, libros vivientes… A partir de Marzo.<br />· Arqueo de los conocimientos, saberes e historias de vida de la comunidad. Abril – Mayo - Junio 2005.<br />· Encuentros para estudiar la información recolectada y diseñar talleres. Mejor, hagamos un nuevo surco en la tierra y que sea la comunidad el centro del quehacer educativo. Julio – Agosto 2005.<br />· Jugar con la lengua de los saberes populares y sus sin cuenta usos. Agosto 2005.<br />· Desarrollar los talleres que nazcan de las comunidades y sus necesidades. A partir de Agosto.<br />· Ensayar con el lenguaje fotográfico y video para editar y producir por lo menos un video documental que de cuenta del proyecto de integración comunidad- escuela. Septiembre – Octubre 2005.<br />· Preparar un artículo bajo la perspectiva epistemológica de la investigación narrativa en educación. Octubre – Noviembre – Diciembre 2005.<br />· Publicar por lo menos un artículo antes de que se vaya el año 2005.<br />· Difundir y divulgar el hallazgo mediante el dictado de un Seminario. A finales del año 2005 o comienzo del 2006.<br />· Concreción de todo lo anterior en un proyecto comunitario.<br />Primer semestre del 2006.<br /><br />Nota: ya hay cosecha y puede ser vista en:<br />www.saber.ula.ve/lier/<br /><br />BIBLIOGRAFIA<br /><br />Altez, Yara (1996). La participación popular y la reproducción de la desigualdad. Caracas: UCV.<br />Anzola, Rosario (2003). Aguas Ardientes. Caracas: Fundación Polar.<br />Bravo, Víctor (2003) Desde lo Oscuro. 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Entre la Realidad y el Sueño<div align="justify"><span style="font-size:180%;"></span><br /><br /></div><div align="justify"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286805240891989906" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 280px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEho-Ca7kj3emOSYS8PHy-sCqlFk7o4cVEawsVbKWQoTkM4A5fVd5obZ_4wd2vr7o_IipAsqjUEPMajbEZM-EdSRM_R5nZEILc8GZve0VopW0eJS1LGBfUqNGgObi-ArzeAPryD8cnM8rc0/s320/Portada+del+Libro.jpg" border="0" /><br /><strong><span style="font-family:georgia;font-size:180%;"> Alexi Berríos Berríos, 2000</span></strong><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:130%;">PRESENTACIÓN</span></strong><br /><br />La globalización es el tema de nuestros tiempos. Destruye fronteras y propicia un basto mercado mundial. Promueve una conciencia planetaria que intenta asir en su bello espíritu los misterios de la secularidad sagrada. Desplaza a comunidades y naciones por movimientos culturales, tribales, religiosos y ecológicos. Devela ante nuestros ojos la belleza, grandeza y miseria de las culturas universales. Se percibe en el planeta tierra lo uno, lo otro y lo diverso. La tecnología digital recobra en sus imágenes la fuente primigenia de los procesos civilizatorios: la majestuosidad de los cauces silenciosos y torrenciales prevenientes de los cielos hermosos.<br />La muerte de la utopía y la crisis del pensamiento tecnocrático y neoliberalismo pusieron fin a los grandes relatos narrados por las ideologías de la bipolaridad. De su seno ha surgido una manera distinta de concebir los fenómenos históricos: la micro historia. El hombre de carne y hueso, el hombre oculto ente las marañas de lo cotidiano, es el eje para hacer historia en los nuevos tiempos. Existe una dinámica historiográfica de tal naturaleza a lo largo y ancho de la geografía internacional.<br />La decadencia del racionalismo, cientificismo e historicismo revaloriza como recursos literarios la poesía, fantasía y ficción para redescubrir los hechos históricos a partir del mundo cotidiano. Por lo que los hombres y mujeres en su pequeño espacio urbano y rural, pueden recrear con el lenguaje el placer y los rigores de la existencia humana en el hormigueo de lo mundano. En fin, la historia es fantasía y poesía. Así ha sido desde hace dos mil años y así será en el porvenir.<br />¡Tamaña paradoja de la mundialización! En la era de los imperios el hombre, el de todos los días y todas las noches, devuelve la mirada al hombre a través del don de la divinidad. La memoria para recuperar el pasado oculto en los sueños tormentosos del presente.<br />Por ello, Alexi Berríos Berríos, egregio historiador en su bello libro Chejendé de Niquitao, capta la memoria hecha poesía y ficción. Es el soplo divino de los dioses que mediante el lenguaje recupera la vida de hombres y mujeres, que allí en los caminos, en los senderos sentados entre las piedras silenciosas y sabias, contempla su pasado mediante el murmullo del río Burate. Tal vez su hermosa madre Doña Ángela, hace unas cuantas décadas asomaba al oído del pequeño indócil las andanzas y tremenduras de este río, amamantado por la magia y el misterio. Además, se descubre en este libro la frescura de sus paisajes, la arcanidad de sus montañas, sus atardeceres copados de matices y colores y las nubes de vez en cuando se encogen para dormitar entre los árboles boscosos. El mugir de sus vacas, el ladrido de sus perros, el silbido y el aleteo de los pájaros, el sonido silencioso del bello búho y el bullicio de sus habitantes son los encantos de este bello pueblo.<br />Este libro de mi querido amigo y talentoso trujillano, Alexi Berríos, que tiene que ver con Chejendé de Niquitao y el río Burate, posiblemente, palabras Indígenas que perduraron en el silencio durante millones de años. Un día el contador de chistes y anécdotas Mano Cheque, comenzó entre caminos y senderos a contar los orígenes de este pueblo. El hombre de braga azul caminando por las esquinas del Bella Vista, heredo del Mano Cheque estas vivencias, cargadas de historia y geografía. Como podemos observar es la historia de Mano Cheque, no es la historia de las monarquías, de los imperios, de los príncipes, de las batallas ni las guerras, es la historia de un hombre que siente en sus entrañas sus vivencias conectadas a los orígenes de Chejendé de Niquitao. Así mismo, se puede señalar que la era de los grandes imperios, la era de la globalización y de la interdependencia coexiste paradójicamente con la poesía, la fantasía y la realidad del pueblo de Chejendè de Niquitao. Lo global y lo pequeño es la síntesis creadora de un proceso civilizatorio que está marcando el destino de la historia de la humanidad. No deja de ser interesante que en la carátula de este libro se observa un puente que en las viejas creencias de la geografía andina, éste conecta a los dioses con el espíritu del Chejendé de Niquitao.<br />Finalmente tres cosas: Primero, que este libro ya es parte esencial de la narrativa trujillana. Segundo, se puede señalar que para Alexi Berríos es el comienzo y el fin de la historia como ciencia. Es la poesía los medios de hacer de la memoria la magia de la historia. Y, tercero la era de la globalización revaloriza y hace perdurar en los hombres y mujeres que pertenecen al pueblo de Chejendè de Niquitao su sentido de pertenencia más allá de las ideologías. No es el paraíso y el dogma liberal: es el hombre y la mujer del Chejendè de Niquitao.</div><div align="justify"> </div><div align="justify"> Ramón Rivas Aguilar.<br /><br /></div><div align="justify"><br /><strong>Chejendé, tierra donde se quedaron las alegrías y los sueños de mis ancestros. Pueblo que trazó puerilidad con sus encantos silvestres; los mismos que persisten hoy, entre realidades y sueños, pese a la agonía del siglo XX venezolano.</strong><br /> </div><div align="justify"> <strong>Alexi Berrios Berríos</strong><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Chejendé, Segunda Tomasa y la Casa de Teja</span></strong><br /></div><div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiD0LX5mdrU5JTqcufMWsQvke42mdpZIzSxGWL0tZ33XKZJn9jNESxjP5hb5NdrwL4aV0Hdz5HqUQDiE9YwptW5uZNMlYfrW5qZDXbT3wp5h3nn4C6jF20JxXyQMsq2iI-MORULOYZwsnA/s1600-h/Segunda+Tomasa.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286806538940269042" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 236px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiD0LX5mdrU5JTqcufMWsQvke42mdpZIzSxGWL0tZ33XKZJn9jNESxjP5hb5NdrwL4aV0Hdz5HqUQDiE9YwptW5uZNMlYfrW5qZDXbT3wp5h3nn4C6jF20JxXyQMsq2iI-MORULOYZwsnA/s320/Segunda+Tomasa.jpg" border="0" /></a><br />Caserío escondido en las cumbres heladas de la tierra de Niquitao. Sigiloso cantón escarpado en el que prevalece la piedra americana, la misma que amuralla el camino que conduce a su encuentro.<br />Son lajas o cascajos colocados alrededor de una senda que, a medida que se empina y retuerce, devela, poco a poco, las fauces explayadas del abismo. Pero, no es un camino sombrío. El erguido meandro resplandece salpicado por flores silvestres que, cuando retozan con el viento, exhalan un delicado aroma. Pero eso no es todo. El silencio propio de los páramos es atenuado por el ronroneo constante del arcano del camino: El río Burate. Pero, no nos prestemos a engaño, el Burate no es siempre un remanso de paz. En las cumbres es dócil, inofensivo, cantarino; más, a medida que desciende se torna agresivo, soberbio, transmutando el canto en graznidos incesantes. Esta ambivalencia determinó su ingreso en la mitología local. Cierto, las gentes que habitan a su vera le adjudican cualidades humanas y divinas. Unos dicen que el Burate “se molesta” cuando arremeten contra sus hijos. Otros señalan que el estruendoso canturreo del Burate “es un grito chejendino que llega hasta el cielo”. Algo así como la clemencia natural que piden las aguas en las pocas ocasiones que conversan con el Ser Supremo. Como sea, son fabulaciones campesinas originadas por la sintonía de los chejendinos con el medio ambiente, esto es, por la compenetración que tiene el montañés con lo que le rodea: ríos, animales, sementeras, viento, soledad y silencio. Es el paisaje donde halla la esencia de las cosas, trucando sus enunciados en mitos, en presagios y supersticiones. Así vive feliz y en estrecha conexión con la patria que quiere y conoce.<br /> Antes de descender melodiosamente hasta Chejendè, el Burate deja a su margen izquierda un caserío llamado El Otro Lado. Sus habitantes, además de tener un modus vivendi similar al de los chejendinos, poseen como estos un deseo peculiar y reciproco:<br />Descubrir lo que hay más allá de la anchura del río. Como tercero en discordia, el Burate los mantiene alejados, y fomenta entre ellos, el mutuo anhelo de descubrirse.<br />El Burate permanece estridente en los corazones chejendinos, por tanto, quiebra la voz recordarlo o volver a tropezarse con el sonido de sus aguas. Hoy está viejo y cansado. A veces me parece enfermo de melancolía, como si añorara la vitalidad que le brindan las quebradas cuando se escapan, cuando retozan con él. Mira a lo alto y suplica, como una planta reseca, que el cielo riegue su cuerpo. Con todo, se resiste a marcharse con el siglo, exhalando un aire fresco con olor a moras<br />Sobre el Burate yace el puente colgante, bamboleándose en medio del húmedo y anegado llanto, como presagiando la muerte. Pudiera decirse que es un pasadero maltratado por el tiempo y encanecido por la mordaz vida campestre. Pero hay más. También ha sido testigo silencioso de muchas tragedias humanas. A su diestra duermen distintas historias de hombres que, por circunstancias de la vida, se enfrentaron como mancebos para defender un amor o morir. También queda para la memoria el recuerdo de quienes, accidentalmente, se precipitaron con sus vehículos por el filo de la colina: cuerpos que hubo de rescatarse de las violentas ondas del ruidoso río. <br />Continuando el ascenso, más adelante del puente y acercándonos a la Casa de Tejas, se encuentra el famoso “arbolón”: símbolo de reposo, estampa viva que divide el camino en dos porciones diferentes: la subida agresiva y el descanso del guerrero impetuoso. A partir de ahí comienza el gozo del viajero o el placer del ensueño poético por el deleite que ofrecen las imágenes, las sementeras, las sabanas, las huertas y los picachos. Al mismo tiempo, el caminante se topa con el recio ganado (bueyes) que sirve para desarrollar la agricultura como actividad fundamental en la vida del hombre chejendino, puesto que, si a ver vamos, en Chejendé priva el estilo de la colonia y el uso de la técnica implantada por el español. (Recuérdese que el hombre americano creció sobre la base del consumo del maíz y utilizó la piedra como utensilio principal). Todo ello para sus construcciones forjando casas solariegas, con bulliciosas trojas y amplios corredores que albergan las arrobas del cultivo trillado en las fincas y que invitan al sol a despedirse hasta el próximo día. Aparte de eso, ahí caballerías y vaguadas que facilita la usanza del agua para todos: para hombres y bestias. Conviene, además, señalar que “La Piedra de la Gotera”, monumento natural, figura como uno de los embrujos del caserío, la misma piedra que exhorta de inmediato a trasladarse al “Golondrino” y a un páramo nublado que rompe con la cotidianidad. Sí, es la cúspide envuelta en niebla, cuyas casas rebosadas de humo y leña nos recuerda lo sideral. En efecto, la vida paramera difiere de lo urbano por que es una vuelta a los orígenes. En tal sentido, representa la vida campestre que insita al sueño, al delirio, por cuanto despierta la imaginación y al mismo tiempo mueve la sensibilidad humana. En definitiva: el páramo chejendino comunica al hombre con los dioses y viceversa.<br />Segunda Tomasa Santiago de Berríos nació en Chejendé el 29 de diciembre de 1901. Era hija de Narciso Santiago y Juana de Santiago. De piel tersa, pintando en color canela, y de mediana estatura. Tenia los ojos grises y el cabello bucleado. Desde que vino al mundo poseyó la magia campestre de descubrir encantos y eliminar tropiezos. Poseía también los cuatro elementos de una mujer de cumbres: sinceridad, sutileza, nostalgia y compromiso.<br />Segunda Tomasa encarno excelsos dotes personales. Hay quienes indican que sus virtudes, además de naturales tenían que ver con la Casa de Tejas. Se trataba de un espacio amplio, incrustado al comienzo de Chejendè, con extensos corredores y verde sementera rodeándolo. Segunda Tomasa rememoraba los juegos y las fantasías con sus hermanos: Juana, Tomasa, Carmen, Adriana y Juan de Dios. Decían que juntos recorrían con alborozo la casa, las siembras, el patio y la huerta, acompañados del trinar de los pájaros y de un polvo amarillo que se desprendía de la tierra.<br /><br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286810632217378418" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 250px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgASGe8o7_ZngOCn_S-vE-l83ILrCQNx3gyLT1hACioUtFS5lt29bIywSfUkXUlTWIQCbUBi4nlSBRmRhx4d30EPw8HfXfY43_q3Xv1mVnaKlGbEufRv9Ob-vjlmIrEuUOmGhZywxQk_8w/s320/Casa+de+Segunda+Tomasa.jpg" border="0" /> Volvamos a La Casa de Tejas, a decir de Segunda Tomasa. Iniciemos con ella descripciones y mundos.<br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286811632267912242" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 283px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDQ3vxfounqVEUCK3lTVL7oZD6L4DHq3t4qhJHQvUmkSXaYex6ry7olE4Xv3S6H3eNIgxmGfE4dGRkevRc2JoOq6djkSyPp5mdlEmO-lpMC_g4y4owwEdMbDFO9OgzdLrdNNB3XBsWg3s/s320/Image1.jpg" border="0" /> Tomemos ahora en cuenta el fogón de leña que humarea en las paredes y el cielo. Veamos las cuatro piedras, los tizones ardientes, las ollas de caldo de gallina que aguardan a los peones. Contemplen la cocina de adobe y caña brava. Únanse al horno, a la chimenea descuadrada que cocina la paledonia y el pan de harina criolla. Se observa algo peculiar en las casas chejendinas y es que los fogones están ubicados, la mayoría de las veces, a la entrada de la casa, para luego dar paso a un reducido recibo que comunica con los aposentos y al corredor de ordeños. Esto es así porque para la gente del páramo la cocina es la dependencia más importante de la casa. En efecto, en ella se reciben las visitas, se sirve y prepara la comida y, sobre todo, tiene lugar, la velada nocturna. Segunda Tomasa hablaba de estas, emparentadas con el calor que proporcionaba el fogón para entibiecer las manos y abrir las tertulias que, por lo general duraban dos o tres horas. El resto de tiempo se iba entre rosarios, salves, oscuridad y sueños. Muy pocas personas se atrevían a desafiar las penumbras chejendinas y la silente niebla. Por la montaña, los chejendinos, como excelentes madrugadores, buscaban de nuevo el fogón y subían a la troja para bajar el alimento del día. Por su parte, Segunda Tomasa y su núcleo familiar no se hallaban exentos de esta actividad que se llevaba a cabo después de encomendarse a Dios y beber café caliente, para luego, salir a enfrentar el frío matinal con quiquiriquíes de gallos que daban los buenos días desde la cúspides de los árboles. De seguidas, reflexionaban sobre las cosas que recorren la noche, esperando la claridad del alba para empezar con rigor la diaria tarea del ordeño, del pastoreo, del riego, de la siembra y la recolección… y, de este modo, extinguir el embeleso producido por la vigilia.<br /> Más adelante, la infancia se irá marchando y el síndrome adolescente hará presencia en la vida de Segunda Tomasa. Con él llegara el raudo amorío campesino y la consumación de nupcias con Dionisio Berríos. Gentes de La Loma Gorda, Las Mesitas, Niquitao, La columna, El pajarito, el otro Lado y Chejendé, asistieron a la boda para gozar en el festejo de fin de semana. Los hombres iban vestidos de Liqui Liqui y con sombrero pelo e’ guama, y las mujeres luciendo el cabello enrollado con una fina peineta atravesada. Sus largos vestidos cubrían hasta el mínimo detalle del cuerpo femenino. Brindaban con recio zanjonero y degustaban bizcochos criollos. La música vibraba en las paredes de La Casa de Tejas: la troja dio riendas sueltas al llanto de Segunda Tomasa por la inevitable partida. Abundaron las tertulias y los presagios implorando al Todopoderoso felicidad en el matrimonio. Muchos de los presentes bailaban sin tregua, zapateando con reciedumbre y moviendo sus caderas al compás del son. Mientras tanto, Narciso y Doña Juana merodeaban por el corredor, preguntándose por el porvenir de su hija.<br /><br /> Juana, frágil e intuitiva, formuló la siguiente interrogante a narciso:<br /><br />__ ¿Usté ve buenos augurios pa`Segunda Tomasa?<br /><br />__ Pienso que sí. Dionisio se ve un hombre serio, responsable y trabajador, que es lo que vale en los hombres.<br /><br />Doña Juana miró a Narciso y asintió: “comparto su apreciación, pero mejor vamos a bailar.<br /><br /> Narciso acepto la propuesta de su amada compañera de vida y comenzó a bailar un vals. Por su parte Segunda Tomasa sonreía danzando con Dionisio, dispuesta, por encima de todo, a acompañarlo. Los invitados y familiares se acercaban sigilosamente para felicitar la unión. Otorgábanles regalos, epístolas, recuerdos y hasta deseos. El mayoral del caserío se adherió a la felicitación, por ser la costumbre que distingue a los hombres nacidos en las cimas andinas. Luego preguntó: “¿vivirán en lo sucesivo en Chejendé o tienen otros planes?“ “No”, dijo ella sonriente, y de seguidas agregó: “claro que viviremos aquí”.<br /> El mayoral se fue sonriendo, con su cabeza erguida. Los recién casados continuaron celebrando su reunión hasta entrada la mañana. Por la parte, se fueron por la Casa de Tejas para ocupar en lo adelante una vivienda de zinc que, hasta hoy, recibe los cánticos del perdurable Burate.<br /><br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Elena, la Fiel Acompañante<br /></span></strong><br /><br />Elena es una mujer de edad pronunciada y escasa estatura. Tiene ojos tristes y acentuadas facciones de india en su rostro arrugado por la inclemencia del tiempo. Nadie sabe de su origen, pero la mayoría de las gentes sospechan que Elena es oriunda de Chejendè. Lleva en su cuerpo descoloridos vestidos que suelen regalarle las damas acomodadas de la comarca. Su cuerpo y está metido en carnes, sus pies encallecidos por las pisadas de siempre. Son pisadas naturales, en virtud de que Elena jamás ha usado zapatos. No obstante, vive deambulando por caminos diversos desde que se fue de la casa de segunda Tomasa. Allí permaneció los mejores años de su vida. Me refiero a que en esa casa Elena sintió calor hogareño y creció bajo la tutela de Segunda y Dionisio, quienes la asumieron como ahijada. Además, Elena carecía de voz y escucha, valiéndose siempre de la mímica o la pantomima. Pero eso así, Elena figurará como la servidumbre idónea. Buscaba a muy tempranas horas las vacas de ordeño que amarraría en el árbol de uvito, para succionarlas para extraer de ellas el líquido que ingerirían Débora y Santana, las hijas predilectas de la pareja.<br />Más tarde, a la Casa de Tejas se sumaran dos nietos: María Ángela y Leonidas, hijos de Santana quien había muerto prematuramente. Ellos van a llenar el vacío dejado por la parca y serán los preferidos de la pareja, aunque también de Elena. Elena la vetusta mujer de los amaneceres chejendinos, muy temprano había comprendido su papel por eso cumplía a cabalidad las tareas asignadas por la patrona, sobre todo, y en particular, aquella que tenia que ver con la búsqueda de la leña, actividad previa que predecía al almuerzo de los peones. Empero, Elena se sentía bien y barría el comedor empolvado con una escoba fabricada por ella misma, utilizando matas de escobillón que despuntaban al lado de los sauces y de espaldas al árbol de durazno. Elena buscaba al norte de la casa las ñemas calientes que yacían escondidas en los nidales de la era de trillar. Después echaba a andar, bordeando la sementera y descendiendo por el camino que lleva a las inmediaciones del Zorro, para luego traer las novillas que descansaban de noche al lado de las yeguas y el brioso caballo relámpago que utilizaba Dionisio para descender los fines de semana a Niquitao. No sé que pensaba Elena entonces. Dicen que se sentaba en el umbral de la caballeriza a contemplar a “Almirante”, que era el perro guardián de la casa. Tal vez su mente conservábase en blanco. Por eso, seguía siendo un misterio para los chejendinos. Hasta el día de hoy no sé que nostalgias tuvo. Nunca supe tampoco si era descendiente de un núcleo de tarados. Menos aún sé qué tipo de sensación experimento en sus desvelos, cuando reía o musitaba a solas. Sin embargo, sus verdades no eran como las nuestras, por contrastes, carecía de las naciones temporales y espaciales, gesticulando, sonriendo y aislada del uso de la razón.<br />La historia de Elena se caracteriza por el vigor de una mujer que cumple a cabalidad con sus quehaceres hogareños. Es una mujer encomendada a Dios, tras la emulación de los gestos religiosos que practica Segunda Tomasa delante del fogón de leña: un fogón que evitaba la embestida de un frío corporal que hacía desempolvar “carpetas, ruanas, chamarras”, todo cuanto era necesario al dormir.<br />Elena, esa fiel acompañante, se levantaba con la aurora y salía a danzar con el tiempo. Hay quienes arguyen que la vieron arrastrada por la fuerza del indómito ganado, y que sus glúteos, inflamados atraían las pupilas de sus labradores. Elena, a pesar de los golpes y tropiezos ocasionados por su contacto corporal con sus recias canteras chejendinas, sabía sobreponerse, sobre todo, cuando llegaban las lóbregas noches que le hacían recordar el mundo varonil de su adolescencia, aunque también el tropel de jinetes barbudos que habían luchado en el tiempo de Gómez. Era la fusilería venezolana de principios del siglo XX. Hombres sudorosos, forrados de pólvora, anárquicos y dispuestos a todo. Militares de hoz gruesa y perfilada que caía intensa en la época. En efecto, Elena había dirigido desde muy niña los valores establecidos, por tanto, no temía a las cosas mundanas. “Es el sabor de los tiempos”, solía decir Segunda Tomasa. Tiempo donde se rechazaba la maldad de la gente. Pero a Elena, que era rubicunda, le gustaba observar la noche por el postigo, desde la ventana hasta la montaña del Otro Lado. Ella estaba enterada de las cosas campestres. Por ejemplo, sabía que los nubarrones cambiaban el sentido de su existencia, ocasionándole un resfriado de tos ferina que la hacia languidecer, que la obligaban a estar enrollada en la estera donde dormía por las noches, tranquilamente. Abría los ojos y caminaba con sigilo, se acercaba a la huerta para arrancar sus medicinas: el saúco, el poleo, la barraja o el llantén. Eran días pasivos para una Elena con rostro triste y lagañudo. Sin embargo, ella no dejaba sus oficios de costumbre, por el contrario, cumplía sus faenas con religiosidad, y, lo único que no se le veía hacer, era la tarea de lavar su ropa. Eran días de trabajo y enclaustramiento. Las casas que recibían el sonido musical de la ventisca: las vigas crujían y fatigaban a las trojas de caña brava. A lo lejos se encontraba la montaña que Elena miraba en silencio. De pronto, llovía desaforadamente y Elena se acurrucaba. Detrás de la puerta estaba ella, Elena, dando señales de temor ante la lluvia. No existía reloj ni tiempo justo. La gente calzaba botas de caucho, sombrero de cogollo y costales terciados a la espalda, marchaban bajo el chubasco. Elena, huraña emulaba los pasos de Segunda Tomasa: deambulando, esperando el cese del agua endiosada.<br />Por fin, llegaba la calma y Elena de nuevo vivía, con ahínco entre iras y alegatos. Desaparecía por la sementera y encontraba viejos amigos, hombres atentos al potrero contiguo al Burate. Elena amaba el mundo animal.<br />Elena está hoy lánguida. Su cabello pinta en la blanca ancianidad. Su cuerpo encorvado reposa en el Camino Real de Chejendè. Con todo, quedará para el recuerdo de los viejos, de los jóvenes y de todos aquellos que, escucharán sus pasos hasta la eternidad.<br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Encuentro con Chejendé</span></strong><br /><br />Mi encuentro con Chejendè fue una tarde de infancia y de inocencia. Había partido a vacacionar luego de resistir un año más de escolaridad. Mi madre solía buscar tiempo de ocio y sueños para un díscolo niño educado bajo la sombra campesina. Confieso que con frecuencia se hablaba en mi casa de los valores chejendinos. Jamás mi ascendencia ha podido olvidar las serias enseñanzas de este elevado pueblo. Un pueblo que al principio de mi vida se tornaba misterioso. Tornábase algo así como el fantasma de cumbres que deseas descubrir por el asombro que irrogan las tertulias de los hombres y mujeres que por primera vez vieron la luz en ese suelo.<br />Una mañana mis padres decidieron enviarme al encuentro con ese misterio que yo mismo quería discernir. Recuerdo que partí temprano. El alba se posaba n un lugar fijo. Pronto precise que iba rumbo a Bocono en compañía de mi madre. Lo noté, por que a medida que avanzábamos leía los letreros sembrados a la orilla de la carretera. Bocono comenzó a transmutarse en una especie de geografía ansiada. El tiempo discurría. Yo atisbaba los árboles plateados. Supieran que todavía los llamo así. Nunca me he preocupado por saber si era un reflejo lo que miraba o si en verdad esa especie de árbol poseía ramas pintadas por la magia natural. Lo que sí llevo dentro como una marca indeleble, es la acogida espiritual que tuvo esa imagen en esta caparazón de huesos que prosigue vibrando a cada instante que la memoria trae a colación ese extraño símbolo boconés. Pero lo más importante, es que ellos viven en un sitio específico y forman una estampa circular por largo tiempo del camino. De pronto, y si mi registro mental no falla, como fuente de vida, apareció delante de mí un precioso árbol con nombre y apellido: Árbol Redondo. Allí nos detuvimos para desayunar ingiriendo sabrosos embutidos, acompañados de un café con leche grande. La gente dialogaba a pesar del frío. Productores de café y hortalizas venidos de Santa Ana, sentábanse en los maderos que fungían como mesas de comer. Hombres oriundos de San Miguel, se acercaban a la reciedumbre masculina de Burbusay, mirando revirado.<br />Pasados unos minutos, seguimos rumbo al Jardín de Venezuela: Bocono. Entramos ascendiendo por La Vega del Río. A la diestra, el Liceo Dalla Costa y, a la siniestra, el Ateneo de la cuna de las mujeres bonitas. Doblamos por la calle Sucre conectándonos por la Girardot y llegamos a la casa de Dévora, quien ya para el momento había bajado de las cumbres y se había establecido en la urbanidad. Sin embargo, Bocono distaba del modus vivendi de las urbes. Sostenía costumbres rurales con sus largas casas adornadas por jardines. Muchas de ellas tenían solares que alojaban aves de corral. Sus pobladores eran hombres circunspectos, venidos del campo, olorosos a páramo. La moral y la ética prevalecían tanto como la palabra convertida en documento. La plaza era el centro de las noches boconesas. La iglesia el de encuentros amistosos. Adherida a ella, la Lunchería Demócrata con sus sabrosas vitaminas de espuma ligada con canela. La retreta deleitaba los tenues oídos de las adolescentes boconesas. Los rostros de los niños, entre esos el mío, sonreían con la timidez de la infancia, cuya premisa era el respeto y el silencio frente a los mayores. Los paseos a La Vega, a La Peineta, al río, al trapiche, se realizaban con frecuencia. Años incomparables que vale la pena recordar.<br />Salí a rastrear Chejendé una tarde moribunda, a bordo de un rústico que emprendió el viaje desde La Sabanita. Marché con el pensamiento fijo en la niña Eurisia, quien me enseñó la sutileza y el encanto de los pájaros. Ella tenía una inmensa jaula que bordeaba un árbol que servía de asiento a diferentes razas, comenzando por el Turpial, el Arrendajo, la Urraca, el Azulejo, el Gonzalico, el Cardenal… Yo, envuelto en mi parvulez, atisbaba los saltos que daban de un lado para el otro aquel tropel de animalitos cantarines, que intentaron conversar conmigo, mirándome tibiamente una insoslayable madrugada decembrina. He allí otra marca de las costumbres. Por eso, a veces siento que el montañés lleva en su alma de niño grabada la música de los pájaros que brotan de la niebla como vespertinas sinfonías azules.<br />Dejemos Boconó y penetramos en la abrupta carretera. Rodeados de sembradíos de café, maíz y arvejas, mi madre inicio su relato descriptivo sobre la geografía niquitense. Nombró primero el Puente de La cavita que cubre el Río Bocono. Luego me habló de Tostós y el Puente del Río Burate, que es el lugar donde se abraza el río que lleva este nombre con la quebrada de Tomón. De igual manera, acotó características en cuanto a El Volcán, Siquisay y Arcangilón. Por mi parte, recorría cada uno de los sitios con cordura e iba percibiendo la inmaculada belleza del paisaje. Claro, la impresión no se hizo esperar y comenzó de inmediato a funcionar mi imaginación. Elucubrada sobre Niquitao y Chejendé. Dibujaba en mi mente casas viejas, construidas con bahareque. Hombres meditabundos y cubiertos de caqui. Mujeres rancias con humo pegado en sus facciones. Niños de mejillas rosadas, introvertidos por naturaleza. El vuelo de mi imaginación pronto se hizo realidad: así eran los primeros seres que observé; ocultos entre ruanas esquivaban con temeridad el carro que veían pasar a distancia. Unos arriaban yuntas de bueyes y vacas de ordeño. Otros, avanzaban en indómitos caballos atravesados por el frío. Sin embargo, en Niquitao no todos los habitantes se circunscribían al cuadro descrito. Algunos presentaban rasgos similares a la urbanidad. De hecho, existía la luz eléctrica y las calles centrales estaban pavimentadas, pese a que la gente mantenía sus costumbres en el tiempo. Es mas, las casas de Niquitao todavía poseen los elementos legados por el español durante la conquista. Son casas solariegas en las que el sol duerme en el centro del patio. Las celosías se niegan a morir y continúa presente en ella el espacio para dos. Las tejas se resisten a desaparecer y el gallo fino canta y aletea con insistencia.<br />Las arvejas preparadas por Mercedes Caracas y la Laguna de las Pailas, son dos elementos imborrables en la memoria de quienes transitamos varias veces por allí. De igual modo, la compra de provisiones en el negocio de Santiaguito. ¡Ah!, se me olvidaba algo: las conversaciones con Mano Cheque, sus enseñanzas y el juego de gallos; la taberna de Lencho, las mulas amarradas a los postes de las esquinas y los parameros almidonados que bajaban los domingos a misa para encomendarse a Dios; las paledonias obsequiadas por Daniel Jáuregui, Graciela y Alba, pero sobre todo, las narraciones de Daniel acerca del plomo limpio que tuvo que echarse con el gobierno del dictador Marcos Pérez Jiménez, donde casi siempre salió incólume y protagónico.<br />Con el atardecer, se reflejaba la impaciencia de mi madre por atrapar “la cuna de su nacimiento”. Me gustaba la alegría que reflejaba en su rostro y eso me hacía añorar mas el encuentro con ese enigmático caserío ignorado por tantos y deseados por muchos. Hasta aquí parecieron prevalecer los encantos de Niquitao.<br />Partimos acomodados en el asiento trasero de un jeep. El chofer, llamado Leopoldo, era un hombre de hablar grueso y de mediana estatura. Ingería un trago de sanjonero antes de arrancar y descender por un angosto empedrado, que conducía hasta el Puente Colgante.<br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286812089897989858" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 250px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvGg4okGz09g_8Wu3jeGj3ZuzXpnSfamZWUGxg9R17GsWGlJV4cmhaTSJK4ZTCqDaGG57dU6NXc_4H8uB42OULOQ9Ji-PsRPGw57BFqYucBBgB-y9sMYLdjDD_JFIwWZUv8wT1Fxqik5Q/s320/Puente+colgante.jpg" border="0" /><br />Al llegar allí, todos los pasajeros nos persignamos por sugerencias de Leopoldo y mamá. De seguidas, iniciaron una conversación acerca del riesgo que representaba pasar el debilucho puente y morder con el rústico las primeras piedras del camino. Rememoro que mamá opinó: “Esta cuesta de Chejendé pone los nervios de punta”.<br /><br />__Cuestión de costumbre---, dijo Leopoldo.<br /><br />__No se ajuste---, apuntó Epifanio, quien guindaba en la parte trasera del carro.<br /><br />__ ¿Y no le temen al Burate? –pregunto uno de los pasajeros.<br /><br />__ Está calmado, y todos conocemos su tiempo de bravura---, adujo el viejo Hilarión.<br /><br />Sea como fuere, yo retraído en el asiento con los ojos cerrados y recostado al hombro de mi madre, pensaba: “y si este jeep se rueda y vamos a dar a las profundidades del Burate”. De pronto, abrí los ojos al oír que estábamos arribando al árbol donde reposa el guerrero. De ahí en adelante el trayecto era pan comido para Leopoldo. Manifiesto que mi corazón volvió a la calma y empecé a observar de nuevo la acogedora geografía Chejendina. Mamá señalaba con su dedo índice la famosa casa de zinc donde se realizaban las mejores fiestas de la comarca. Interrogando a los presentes en relación con el cálculo de parrandas que allí se habían celebrado, Ciliberto, a quien después conocería como al policía del caserío, respondió: “Pues mire que han hecho fiesteritas en esa casa desde que vivía el difunto Diógenes, que en paz descanse”.<br />Luego, arribamos a la Mesa. Los muros que bordean la angosta carretera me impresionaron. Son muros construidos con piedras acomodadas, una a una, de acuerdo a los caprichos del terreno. A los lados brillan las mazorcas de oro en las sementeras de maíz, a cuyos pies se enroscan las matas de caraotas. Arriba, en los brazos de los árboles, terminan de acostarse a dormir gallinas de varios colores, dirigidas por un brioso gallo campesino. Mientras tanto, el jeep camina a duras penas. El chofer, despacio, lo va aparcando en el umbral de la casa de Isilio. Leopoldo se baja con el prepósito de entregar una encomienda enviada de Valera por Gregorio Morillo. Saluda a la familia con el termino más usado en la comarca: “ópale”. Isilio y sus sutes nos dan la bienvenida exclamando: “!carajo!”, qué mocoso pa´ parecerse a Angelita, parece que lo hubiera negao ¿Y el otro muchacho, ese que no le gusta venir por ay?” Mamá, mesurada y apuesta, respondió: “allá en la casa, usted sabe bien que estos sitios son para los que nacimos aquí o para aquel que viene y se acostumbra, y eso no es nada fácil”. “Desean un cafecito”, preguntó Isilio. “No gracias, estamos por llegar”, aseveró mamá. Leopoldo se monto de un tirón al indomable vehículo y continuamos el recorrido, topándolos en lo sucesivo con La Escuela del Palcho, que solo pude ver ligeramente.<br />Al otro extremo de Chejendé veía unas pequeñas casas guindando que suscitaron en mí una profunda tristeza. Siempre me ha conmovido la casa de campo. La nostalgia que sentí creo no haberla sentido antes ni después en la vida urbana. Pero yo comenzaba a entender de lo que se trataba de la vida chejendina. Pasamos frente a otras casas salpicadas de adobe, sostenidas con caña brava. Se presento, entonces, la quebrada con su ruidoso canto, anticipando el hogar de Segunda Tomasa. Penetré en esa inolvidable casa de mis encuentros un atardecer incomparable, cuando el sol ya sin fuerzas se despedía para dar paso a una luna que debutaba despacio en el súmmum chejendino.<br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Personajes y Mitos Chejendinos</span></strong><br /><br />Los personajes chejendinos poseen características especiales. Me atrevería a decir que son antípodas a la realidad venezolana de fines del siglo XX. Son personas de carácter dúctil y alisada sensibilidad. Suelen levantarse con el saludo del alba a desempolvar chamarras para ir a uncir las novillas al árbol fuerte del patio, huerta o solar. Luego comienzan la tarea de ordeñar y empiezan a proferir presagios acerca del día. Si el tiempo está a su favor sus rastros se erigen en paisajes rientes. Abrazan la mata de maíz y regresan animados a la casa para desayunarse con arepa de pelao rellena con queso ahumado y rociada de picante de leche. Nunca falta en la mesa chejendina la papa cocida. Las gentes se encomiendan a Dios antes de iniciar la comilona y en el intermedio conversan sobre cómo pasaron la noche, la recién enfermedad, ungüentos curativos, bebedizos o sobre la salud del vecino convaleciente. Arguyen, por ejemplo, “ayer lo fui a visitar y lo note recuperado y buen mozo. Tiene mejor semblante que muchacho amamantado con leche de burra negra”. Jamás celebran el dolor ajeno. Viven como hermanos en una friolenta comarca que desconoce la misantropía. No laceran y sólo se vuelven furibundos cuando se les hiere su moral. Son cristianos y se idolatran al Ser Supremo. Rezan extensos rosarios para limpiar sus almas. Se levantan cuando se percatan por aviso del sol que se aproxima las seis de la mañana. Descienden camino abajo dispuestos a vencer, como de costumbre, la ardua labor de labriegos. En fondo del desfiladero espera ansiosa la peonada para iniciar con bríos la fuerte correría al lado de bueyes, yugos, arados y garrochas punzantes, que utilizan para hacer que las yuntas arranquen en su esfuerzo por desangrar la tierra que mas tarde será cultivada por las callosas manos campesinas. A los alrededores de la parcela transformada en objeto de trabajo, brilla el trago fuerte que calienta las venas e impele al campesino a la eficiencia laboral. A las doce viene el almuerzo adhiriéndose al contertulio bien sombreado de árboles. Unos se recuestan colocándose el sombrero de cogollo encima del rostro y sus palabras se escuchan entamboradas. Los demás, hablan sobre la manera de bordear determinados recovecos que muestra el escarpado terreno.<br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286812595420609282" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 252px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtYuXGDMlCfDbxIPr3JrDyp54MT_GGWzXltLITuSyZv3MkeAcO-l2EjkSusZcF9Iib2VdHiTwW-CfV2PZXFKfQd98JcDsrYZWxH0xXehxl9_PYvqwM_iLp22nTRQxM2Q1GWA8w3cMcsWY/s320/el+camino+real.jpg" border="0" /><br /><br />Entre tanto, los niños juegan montados en sus corceles de palo fabricados en los rudimentarios talleres del camino real. Las mujeres, por su lado, se instalan a tejer o a palear maíz después de haber concretado el duro oficio de medio día. Oyen a través de Radio Jardín la novela “Martín Valiente, el ahijado de la muerte”. Por la tarde, barren con sui escobilla los alrededores de la casa, llevan el ganado por segunda vez a tomar agua y riegan maíz en el patio para alimentar a las gallinas ponedoras.<br />En el mundo de las mujeres chejendinas no hay ningún tipo de diversión. Tampoco existen elementos heréticos, pese a que muchas de ellas suelen amancebarse. Las tertulias femeninas circulan sobre la base de la familia, homilías, trabajo, hijos, nietos y comidas. Rara vez se les ve fuera de sus casas y visitan a sus comadres en temporadas de embargo, verbigracia: un negocio, un parto, un muerto. A los hijos, hijas y nietos, les asignan los nombres por medio del almanaque. Son mujeres serias y con palabra comprometida. No quiere decir que de ellas se halle ausente la lenidad. Por el contrario, la lleva enraizada, pero saben distinguir bien el momento en que la van a dejar sobresalir. Sueñan despiertas, como decía mi padre, cuando se sientan en el dintel de sus casas a mirar el embrujo que esconde la montaña. Se comunican con los animales y espantan al gavilán con sonidos extraños. Aman la noche clavando sus ojos en colores móviles que andan arriba de la sementera y dicen adiós a la orilla del río. Desconocen la lujuria e interpretan el sexo como un acto de procreación. Poseen energía intrínseca, por eso dominan las aguzadas armas de los animales. Se azuzan cuando se violan las normas hogareñas y singularizan un gran respeto por los seres de edad avanzada. Denotan buenos modales y, al igual que la parte masculina, son apuestas y amenas conversadoras en los convites de los caseríos. Contemplativas e impávidas realizan sus vidas al lado de sus maridos. Evoco con lucidez intercambios verbales en el bolo del pórtico de la casa de mi abuela Segunda Tomasa:<br /><br />__Leónidas adiviná qué.<br /><br />__¿Qué podrá ser?<br /> <br />__Una tirada que hice especial.<br /><br />__No creo, vajú. Esa la hizo Juan Mateo.<br /><br />__Pues dígame que no. Yo misma la hice tirándole al centro de los palos y me gané un buche e´ miche más largo que pa` las espuelas de un gallo. Pa´ que aprendás cómo se juega esta vaina.<br /></div><div align="justify">__A diabla guena tiene usté en la casa misio Leo. Carajo, con una india así puede ganar morocotas y comprarse otro terrenito más arribita. Ojala alguna india de casa jugara así: ___, agregó Juan Mateo.<br /><br /></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286814212937325074" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 202px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVFBaPWvCHrOupBEspWE94IZXMD2WECLk9gts05eM1GkLkkA0VoNCsD_6R8YBNT62aQpiCHvSEXijnZ8EhLg2jRSpf4x0qQjvyo9B-C6rTAAGepgx0wnWsA1Dt6Ob6WBHMT993OEyG2uw/s320/juan+mateo+hernandez.jpg" border="0" /> <div align="justify">Juan Mateo es un hombre inocuo. Lleva guardadas adentro las costumbres de su pueblo. Fabricó su casa en el remanso del lugar. Se expresa ríspidamente y habla con insistencia del trabajo. Es la mejor referencia para entender la vida campesina. Repulsa la ciudad, al punto que dice que no la visita por que no tiene cédula ni partida de nacimiento. La gente comenta que no fue presentado en la prefectura y que por eso ignoran su edad. El bromeaba con sus décadas, comparándose con Matusalén. Grita a los amigos del Otro Lado y les ofrece el intercambio de productos. Patea el camino que conduce al Páramo en dos por tres, diría Doña Genoveva: “es un personaje novelesco”. Rememoro una conversación que sostuve con él una mañana en el llano central de la finca de mi abuela: </div><div align="justify"><br />__¿Juan, usted qué lee?­----pregunté con actitud inofensiva.<br /><br />__Nada __, respondió fríamente.<br /><br />__Y eso ¿por qué?<br /><br />__Po´ aquí no se estudia niño Alexis, hora es que hay puái una escuelita en el Palcho y que enseñan las primeras letras. Pero en mis tiempos ni eso existía. Bastaba con aprender a hablar y meterle el pecho a la tierra, que sigue siendo lo importante.<br /></div><div align="justify">__¿Usted tiene hijos?<br /><br />__Sí. Dos hembras y dos varones. ¡Pero dígame que las mujeres no comen pasto!</div><div align="justify"><br />Marché hacia la casa de mi abuela Segunda Tomasa, llevando conmigo la incógnita de esa última frase. Al llegar plantee a mi tío Leonidas la incertidumbre y de inmediato me explico: “Juan quiso decirte que sus hijas no las pretende o las sonsaca ningún hambriento que se pasee por El Camino Real. Quien ose llevárselas, debe tener con qué comer”.<br />Cierto, en el campo la aspiración de la mujer se centra en juntarse a un hombre que tenga con qué vivir. Desde luego, no hay otra posibilidad en esa tierra de cimas. Recuerdo a Eugenia laborando en casa de Mana Goya, vestida de azul y hablando entre dientes por la timorata postura de la juventud chejendina. Siempre rememoro su bonita cara y todavía olisqueo su perfume de rosas. Un domingo la vi pasar con su vezado traje, asida a su paraguas azul. Iba rumbo al pueblo a reencontrarse con Dios. A medida que danzaba compelida por su fe, los ojos varoniles fulguraban y ella se erguía en deseo sexual. Era la joven que conmovía a los irascibles hombres de Chejendè, hasta que un dìa Santana, el Palcha, se la robó, llevándoselas por las callejuelas sin nombre que comunican a un enredado bosque que de ningún modo envejecerá por la sorpresiva presencia del díctamo real.</div><div align="justify"><br /></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286814720591136690" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 285px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh35vr8YlsF3A9T6iYVQZlS27IXSZWqRf2KIxdXJJpnnku5sBByzgE01c2PCE5ZVmhNDWJ4bsweBcuLmqpRHcrXeGAUX-F-MxZtr4-Qsj43gZfSP03I8XuQ04NUyNKWhjeLF0G93_jojJE/s320/Santana+el+Palcha.jpg" border="0" /> <p align="justify"> Volví a ver a Eugenia una mañana vendiendo arepas de harina en una casa acomodada en el declive del camino. Es una casa escondida que suelta humo en una de sus esquinas. Las ventanas nunca se abren y todos los chejendinos tratan de inferir lo que sucede dentro de esas enigmáticas paredes. Me conmovió verla ahí. Pensé que formaba parte de la herejía que yo sospechaba fraguada bajo esa techumbre descolorida y habitada por macilentas maticas de la campiña. Mientras tanto, observe los alrededores deleitándome con los rebaños de ganado que yacían la derecha. Los guiaba Pánfilo. Así lo supe después por la voz viva del pueblo. Jamás pude apreciar su rostro, sólo su frágil silueta en la lejanía. Pero mi admiración por Eugenia siguió latente. Quizás la haya visto después. Segura que en muchas ocasiones la pude ver en ese dilatado caserío, pero esa es la última vez que percibí su evocable figura llena de franqueza y jovialidad.<br />Respiré al hálito matutino y fui acercándome a la bodega de Fulgencio. Me percaté de su pequeña estructura y con prisa di por sobreentendido que ese era el lugar que surtía de víveres la viña de mi ascendencia. Pronto, Fulgencio se enteró de mi presencia y soltó su mano derecha para saludarme: “Salú al niño. ¿Qué me lo trae por ay?” “Un mandado de mi abuela”, reposté. Inquirió de pronto:<br /><br />__¿Quién es su abuela?<br /><br />__Segunda Tomasa.<br /><br /> ¡Qué bueno!--, dijo Fulgencio.<br /><br />Compré panela y café para luego continuar mi ruta caminando despacio por el medio del Camino Real. En lo adelante, atisbé a un hombre entrado a la vejez, encorvado por el inclemente peso de los años. Tropezamos en la angosta senda y nos miramos sigilosamente hasta en momento en que él artículo palabra para saludarme. Tenía los ojos marrones y lentos. Sus pronunciados labios se movían con parsimonia. Desasido y escuálido me transmitió un ordalía sobre las gentes chejendinas. Comprendí con prisa que se trataba de un personaje diferente a los que había conocido hasta el momento en la aldea: era un libre pensador.<br /><br />Me detuve.<br /><br />“¿Y entonces?”, me interrogó a manera de saludo. Enseguida comenzó a explicarme la geográfica forma de Chejendè y yo captaba con facilidad el contenido de su argumento.<br /><br />__Caminemos un poco más y verás---, me dijo. Acepté su proposición. El continuó delineándome la vida campesina. En el intermedio del paseo Juvenal señaló:<br /><br />__ Ves eso. Es la Colina embrujada. Allí vive escondido el fantasma de una mujer que fue asesinada por su esposo de un machetazo en la nuca por haberle faltado amorosamente. Ella sale toda la noche montada sobre el vuelo de un pájaro negro. Dícese por ay que ataca a los hombres por repudio y dolor. Pueda que sea así, no ve que su alma está en pena.<br /><br />No me inmuté, a pesar de que su cuento no dejaba de impresionarme. Más adelante, Juvenal se detuvo mostrándome con el índice de su mano trémula, una quebrada que corría no muy lejos de la casa de mi abuela.<br /><br />__ Aquí relincha un caballo después de las diez de la noche.<br /><br />__ ¿Cómo?<br /><br />__ Sí, es el viejo Bonifacio que se despide religiosamente para dormir. Vea, pues, que Bonifacio a corrió a varios en lo que va de tiempo. ¡No juegue! A Rufo le hecho un susto que por poquito le cuesta el pedacito de la vida. Fíjese que en esta parte se corren las luciérnagas cuando llega la oscuridad. Lucio me converso una tarde sobre una madrugada que venía jumo de un convite y cuando paso la curva pa´ entrale de frente a la quebrada, porque la hijo e madre estaba tan recrecía que casi llegaba al cielo.<br /><br />Seguimos y sin tapujos, inquirí:<br /><br />__ ¿A dónde vamos ahora?<br /><br />__Déjeme explicarle. Es aquí cerca. Observe aquella casa blanca que se encuentra en aquel filo, ¿a qué se le parece?<br /><br />__Ah, le dije---, por el farol y las mesas adornadas me parece un sitio de diversión.<br /><br />__Sí, asintió él---, es un alambique para la diversión.<br /><br />Pausadamente nos acercamos a la casa. Juvenal pregunto la hora un hombre que se hallaba parado junto a la puerta. Este le respondió:<br /><br />__Las doce y pico.<br /><br />__¡Coño!, hora de almuerzo---, exclamó él.<br /><br /> Partimos a casa de Armenio.<br /><br /></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286815196885386642" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 243px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilRPfN1J3gtBINP1S8ZQMY13Zrr2xKZgH9ngZMewcdih9En2PRKzpA3afsOCHOHZpnzBSPU1DJQOw0ilpP_YyBxGoZ6ctJajCl5smXIsvpw4zYKJhdKhjD41rs3E7ejRFgKhEqeB-97fw/s320/Armenio+Santiago.jpg" border="0" /> <p align="justify"> Nos recibieron calurosamente y enseguida sirvieron un suculento almuerzo acompañado de la espumosa totuma de leche caliente. Armenio era amante de los diálogos religiosos. Se santiguaba dando gracias a Dios por el pan concedido. Sus hijos, educados bajo el catolicismo y el ideal teológico, compartieron la mesa con nosotros. Fabia, su mujer, hablaba apaciguada como si nada ni nadie la atormentara. De pronto, una niña de ojos verdes y mejillas rosadas se fue adhiriendo con recato a la mesa. ¡Era la Nena ¡ Una impoluta criatura que había venido al mundo para hacer el bien, pese a que también, y lo digo por Elena, era muda. Ella llevaba puesto el manto natural de la biofilia.<br />A eso de las dos volvimos al mudo errante. Por el centro del maizal nos trasladamos a la casa de Elodia. </p><p align="justify"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286815737784227442" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 285px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-4VQcPZay3WO-G-tGbtAyempY3yYgvTEac-AHEtyNGqNh-BUjkuUKfQBu28K-q3uIXTYXgs0SUsyXgQX_ZB9eGzWlAtgJA4SMbYTCK_hkPxTD1IwunjwGE8_8J-qAAzZqgPIkHgSMFwY/s320/Elodia,+Avelino+e+Hijos.jpg" border="0" /> Tenía su huerta plantada con papas, cebolla larga y remolacha. Elodia, considerada como la mujer utilitis del caserío, se había casado con el negro Avelino. Vivian en una casa que contemplaba desde lo alto El Camino Real y el lejano páramo donde, según Juvenal, se encontraban los hombres mas agitados y crueles. El me acotaba que ellos eran almas perdidas y entregadas al demonio. Enviaban desde allá cartas y mensajes para ofrecer la venta o el intercambio de productos. En muy pocos momentos se les veía transitar por las cercanías de Chejendè. Para Juvenal estos abominables seres fallecían en la boca de la Laguna Encantada, o se los comía el tigre que rondaba día y noche las peligrosas travesías que conducían a Calderas.<br />Cuando la tarde terminaba iniciamos el descenso, pero una leve lluvia hizo que nos dirigiéramos a una temible casa de barro con techo de paja. Juvenal, esquivando la temeridad que la misteriosa casa pudiera producir en mi, me advirtió: “Alexis, en esa rancha viven dos mujeres con insólitos poderes. Una es bruja y todas las Semana Santas se monta en un toro que echa candela. Se la pasa leyéndole la mano a los amigos que salen borrados del sitio ese que tiene Rafael Quintero pa´ la gozadera de los paisanos. La otra es comadrona”.<br /><br />__ ¿Cómo dijiste?<br /><br />__Sí. Comadrona. O sea, que atiende los partos de las mujeres de acà. Por puesto, yo no tenía ni la más peregrina idea de lo que era una comadrona. Pero rápido comprendí de lo que se trataba.<br /><br />Juvenal, por su parte, proseguía describiéndome los aconteceres de esa temerosa casa. De pronto, arribamos el sitio pero por casualidad el dúo de iluminadas no se encontraba.<br /><br />Continuamos la aventura y nos aproximamos a la casa de Ramón Pirulato. Allí todo era diversión. En el patio, varios hombres jugaban a introducir tres monedas en un hoyo hecho en el suelo. El lanzamiento lo hacían desde algunos metros de distancia, marcados con una línea trazada igualmente en el suelo y que, a su vez, limitaba el impulso de los participantes en el juego. Era la usanza deportiva de la masculinidad chejendina junto a la baraja y los gallos. Asistían los bohemios de la aldea siendo los más diestros Electo y Leonidas. El premio lo desmontaban de una de las vitrinas del negocio de Rafael. Uno de los personajes que invitaba a la conversación era Ciliberto. Profería anécdotas referidas a lo circundante, mencionado de modo reiterado su pasión por la música, las juergas y las mujeres. A todas estas, Juvenal se quedaba silencioso sentado en una piedra y a orillas del barbecho. En cuanto a mí, ya lo saben: nada de juegos y de tertulias. Solo el silencio y la incertidumbre pueril me acompañaban.<br />Llegó la noche y decidimos solazar el cuerpo. Sugerí a Juvenal partir con rapidez, sobre todo por lo que me había contado durante el día. El, sin poner resistencia, se levanto emprendiendo marcha a mi lado y brindándome grata compañía hasta la entrada de la casa de mi abuela Segunda Tomasa. Me respondí:<br /><br />__Hasta mañana.<br /><br />__Hasta luego respondió Juvenal.<br /><br />Penetré a la casa. Un lozano rayo de luz empezó a colocarse por la frágil ranura de la ventana de mi cuarto para mofarse de mi.<br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">El Tiempo</span></strong><br /><br /> Para los chejendinos el tiempo es de suma importancia. Sus vidas barzonean entre éste y el espacio. La ansiedad espiritual los incita una interpretación del medio. Es un lugar intocable y los hombres que allí están sostienen su vocación de permanencia. Execrarse es un alto riesgo, pese a que muchos se han ido a recorrer las sendas del urbanismo. Son seres arraigados a lo nativo, al dialecto que tejieron con sus telúricas formas de mirar y descomponer las cosas. Jamás utilizan artificios para enterarse del correr temporal. Ni siquiera hay en Chejendé un reloj eclesiástico que informe la hora con el doblez de sus campanas. Solo la imaginación campesina anuncia el ritmo del tiempo. Sabiduría pura emanada de los dioses montañosos que juntan sus voces a la de San Rafael de la Piedrita para atizar la existencia chejendina. Emiten, por ejemplo, lo concerniente al invierno y la sequía. Por eso, los jornaleros chejendinos precisan con exactitud las temporadas de laboriosidad y descanso. Refiero una historia de Juvenal:<br /><br />__Niño Alexis, po´ acá se trabaja de acuerdo al tiempo. Todos nojotros sabemos bien los meses que son buenos pa´ preparar la tierra y sembrar. Pero también sabemos cuando hay que echale los químicos a la siembra y apresurase pa´ recoger la sementera. Sepa que puestos laos no existe hombre que no haya conoció lo que significa un minuto, una hora, y que nunca haya sentío ganas de trabajar con fundamento. Vea que el jefe de u ministerio de Valera vino pu allí una mañana a ofrécenos y que créditos. Bueno, toitos le prestamos atención porque nos convenía. ¡Pero mire que era zonzo! Ni siquiera sabía de siembra y por la tarde estaba más perdió que cucaracha en baile e gallina. Preguntaba con desespero la hora pensando que llegaba la noche. Los muérganos de poaquí se burlaban diciéndole:<br /><br />__Aguáitese patrón. ---Que ahora es que falta pa` que entre la noche.<br /><br />__Pues, mire el hombre andaba extraviao y con razón. ¡Cuando sale un hombre de esos pa` estos sitios! De vaina si no le da una epidemia. En todo caso, no es el primero ni el último que le da, pero es pa´ que usté vea como son las cosas en estos terraplenes de Venezuela.<br /><br /> Tengo que recordar que yo era el único muchacho en aquel caserío que se sorprendía con los cuentos y las explicaciones de Juvenal. Quizás porque era nacido y criado en el cemento. Además, lo sutes de la aldea hacía mucho que lo venían escuchando. Pero eso sí, yo le prestaba toda mi atención y cada palabra fue quedando en mi memoria para siempre.<br />Vuelvo la vista atrás y no despinto cuál de los campesinos me instruyó en la importancia y las desventajas del invierno. Creo que fue mi tío Leonidas quien empezó un a mañana bastante fría a enseñarme la utilidad del invierno para las cosechas. Agregando, que cuando éste arrecia y amplía su estadía en el hilo del tiempo, las posibilidades de una buena cosecha se minimizan. Los jornaleros, en cambio, se apoltronan alrededor de los fogones soplando chamizas y acalorando sus cuerpos. Son tiempos de frugalidad. Por el camino no se oye pasar nadie. Sólo las ranas prorrumpen sus cantos desde los márgenes. El ganado se acurruca en las caballerizas invadido por una devastadora pereza. El gallo guía a las gallinas y sus congéneres al cepo de los árboles. Los perros se recogen en los rincones de las casas y todo pasa desapercibido frente a sus ojos zarcos. Por la noche se escuchan los tejidos de los rústicos que luchan por sobreponerse en relación con las laderas estropeadas por parte de los tripulantes:<br /><br />__Se tapio el camino, paisanos---, acota un mesetero.<br /><br />__Que vaina pa` seria. Ahora cómo trasladamos la cosechita cuando la recojamos.<br /><br />__Mañana mismo hacemos un convite y nos vamos en grupo pa` las laderas a abrir paso a punta de pico y pala---, aseveró El Palcha.<br /> <br />__Amanecerá y veremos---, solía decir mi tío Leonidas.<br /><br />Creábamos una incomparable temeridad ese fenómeno natural que sacudía las pendientes chejendinas. Era el inicio de mi adolescencia. Quería fruir en el campo en vez de atemorizarme con la intemperie. Abrigado con atuendos de lana esperaba añorozo el verano. Supe que se acercaba en el momento que vi cerner sobre el cielo chejendino un inamovible rayo de luz que empezó a entibiecer las enlucidas paredes de caña brava. Las hojas de los árboles abrieron sus brazos y en sus cabelleras gravitaban descansados pájaros. Los jornaleros ya no cabeceaban de sueño. Las aves de corral se desplazaban con desenfado por el patio izquierdo de las casas de campo. Me convencí, entonces, que había cesado la vituperada lluvia. Era la hora de emprender de nuevo la dura labor campesina.<br />A partir de ahí tratábase de siembra y regodeo. Volvió la calma. Los chejendinos dirigidos por su peculiar visión del tiempo retornaron a sus avezadas andanzas y yo proseguí observando y aprendiendo las enseñanzas de mi ascendencia. Tiempo para mí de diversión. Abundaban las parrandas. El agua corría cristalina por las quebradas aldeanas. Pájaros infantes se veían dando saltos en los verduscos prados. Novilladas multicolores caminaban circunspectas rumbo a los pastizales. Era el verano y no se necesitaba explicación. Tiempo nivelador y de meditación solitaria, andando otra vez por los atajos que conducen a las cumbres que bordean a Chejendè. Atajos que a la sazón despiertan las ganas de volar.<br /> <br /><strong><span style="font-size:180%;">Nevando y Azucenas: Símbolos de Ternura</span></strong><br /><br /><strong> A Arnaldo y Alexis Alejandro</strong><br /><br />El mundo animal forma parte del sueño de los chejendinos. Desde niños anhelan tener una yunta de toros, una vaca que brinde el alimento y un caballo para viajar los domingos al pueblo de Niquitao. A muy tempranas horas de la mañana se observan meditativos, recostados en los verdes sabanales al lado de sus rebaños. Tazan el desarrollo de las sementeras y al mismo tiempo comentan entre ellos las deleznables figuras de sus coterráneos:<br /><br />__Electo está ahora más flaco, su rostro empalidece y ya le cuesta pronunciar palabra. Necesita un caldo de gallina negra o una buena sopa de pichón. Así como está se parece a un potro empestao. No tiene aliento ni pa´ moverse en la cama. Si arrea un buey lo arrastra poai pa´ bajo y lo junde en El Burate---, señaló Arcángel.<br /><br />__Dígame si lo agarra El Pintao que tiene más fuerza que dos carros juntos---, replicó Santiago, y de seguidas agregó: “Recuerdo el domingo que nos juimos pa´ la Mesa a bailar en la casa de los Paredes pa´ celebrar unos miaos de Jacinto. Como a las cuatro de la tarde oímos un bramido que salía detrás de un sembradío de jumangües, ¡ay juela!, era El Pintao que estaba jarto de comer maíz todo el día porque había arrancado de un templón la estaca donde lo habíamos amarrado por la mañanitica. ¡Carajo! qué animal pa´ tener fuerza. La gente del baile, sorprendía, comentaba la reciedumbre del Pintao. Mire que la estaca se le veía pegada a la cola como un juguete. Bueno, toda la santa noche hablamos del Pintao y lo comparamos con otros animales que hay po´ acá igualitos en lo duro pa´ trabajar.<br /><br />Este comentario de Santiago Briceño, a pesar de que lo comprendía con plenitud, me creaba un misterio mágico sobre lo que mora más allá de lo escuchado. La incógnita empezó a despejarse cuando mi abuela me obsequio a Nevado. Era nieto de Azucena e hijo de la novilla Ceniza. Azucena poseía particularidades especiales. La mansedumbre corría por todo su cuerpo y carecía de cachos para la guerra. Se alcanzaba a ver en la mitad del llano como una vaca encopetada de atisbamientos cariñosos. Su cuerpo estaba parcialmente cubierto por un lugar marrón que descollaba con las caricias del sol. Presta para el ordeño y bramando con apostura, se venia caminando para posar en la estaca central del patio derecho. Segunda Tomasa asía el mecate amarrándolo muy corto al borde del tronco clavado en la profundidad del suelo y empezaba a prorrumpir: “ponte Azucena, ponte”. Azucena cuadraba su cuerpo dejando expeditas las posibilidades de ordeño y Segunda Tomasa oprimía con delicadeza sus rosadas y bambaleantes tetas para succionar la leche espumosa que se serviría en el desayuno. Negàbase Segunda Tomasa al malgastar una gota del cremoso líquido. Lo utilizaba en el cincho para cuajar quesos para la venta. Entretanto, alrededor de Azucena nos parábamos varios niños y la acariciábamos con ternura. Azucena lamía nuestras mejillas como respuesta al cariño brindado, mientras el viento soploneaba en los oídos trayendo el sonido de los maizales.<br />Terminado el trabajo de ordeño, Azucena era conducida a la quebrada a beber agua. Luego, se imponía la marcha hacia El Zorro. Nos deteníamos en una hoya debajo de la sombra de los árboles y los niños, uno a uno, se deleitaban con Azucena. Ella, sin inmutarse y echada debajo de un árbol, solía descansar un rato. Mi tío Leonidas iba acercándose al lugar con unos de sus toros preferidos, Lucero. Azucena al percatarse de su venida movía su cuerpo presintiendo el calor de su reverenciado padrote. Emparejados, Azucena y Lucero cogían camino al potrero a reunirse con el rebaño de pastoreo donde, muy pequeño, se encontraba Nevado. Unidos formaban un cuadro espectacular. Animales domados por la membruda garrocha se hallaban esparcidos en un enternecido paisaje, cuyo trazo se pintaba en el sosiego. Nevado caminaba con dificultad al lado de Ceniza. Sólo tenía en la punta de su rabo una porción de color negro. Se decía que Nevado era un becerro especial. Había heredado la mansedumbre de Azucena. Mi abuela a muy temprano tiempo lo puso a mi cuido y yo de manera religiosa atendía al pequeño animal que había de erigirse en el mejor compañero de mi vida campesina. Tenía los ojos alegres y las orejas puntiagudas. Fornido de pies a cabeza, corría de extremo a extremo. Buscaba por costumbre esconderse en los lejanos matorrales. Aprendió rápido el arte de vivir en las montañas. Era ágil y gallardo en la batalla. Lucía como ningún otro. Predominaba en las ilustraciones chejendinas. El viejo Juan, usando su vetusta sabiduría, notificaba que ese era un becerro de lujo ganado para la exhibición. En efecto, mi abuela lo cuidó desde sus principios exonerándolo de trabajos forzados. Me enternecía su seguridad y quietud. Nevado era un símbolo de paz que alegraba ese tiempo de mi niñez. Lo llevaba de paseo en las montañas, cuando los campesinos salían con sus yuntas a jalar madera. Brillaba a la vista de todos aquellos que se detenían en los bordes del camino a ver pasar los robustos animales del caserío dispuestos a iniciar la dura tarea de arrastre. Eran tiempos de combatir la rebeldía animal sin tregua ni concesión. Decía mi tío que todo animal rebelde baja la guardia llevando clavo y cargando pesados troncos por muchos días. Claro no se amansaba como la naturaleza de Nevado, pero el comportamiento del toro o buey después que le quitaban el yugo era distinto.<br /> Antes de terminar el recorrido, Nevado y yo partíamos por la parte norte de la ladera. Me esperaban allí amigos con sus toros en mano. Jugábamos a emular a los mayores enyugando nuestros pupilos y arando pedazos de tierra. Nevado se prestaba tranquilo para la acción lúcida. Yo me daba cuenta de su condescendencia dejándolo caminar a ritmo libre. Así, pasábamos días enteros sin noción de temporalidad. Por las tardes, cuando todo terminaba, llevaba a Nevado al pozo de los cantos para que saciara su sed. Venia la noche y con ella el apaciguamiento en el potrero al lado de Azucena. Al otro día, muy temprano, Azucena y Nevado se levantaban sobresaltos por la vocinglería de los pericos dispuestos a proseguir la faena. Mugidos de becerros, ladridos de perros, cantos de gallos y gritos de peones, saludaban en el nuevo amanecer a la dulce pareja animal de ese mundo mágico chejendino.<br /><br /><span style="font-size:180%;"><strong>El Golondrino de un Sueño<br /></strong></span><br /> Volví al golondrino una mañana de octubre. Allí el sol fulgura por los cuatro costados. El aire sopla con fuerza desde los pájaros que bordean de modo circular a Chejendé. Despacio viene acercándose el olor a tierra sagrada, produciendo una sensación de regreso hogareño. Las plantas brillan diferentes al resto de la siembra de la comarca. La gente, además de bonachona, caritativa y atenta, trabaja placenteramente paseándose con sus bueyes de lado a lado, musitando melodías mexicanas. Niños de ojos rasgados balbucean bajo la alegre vida de los golondrinos que salen de los agujeros de una casa vieja, desolada por el tiempo. Todo persiste en armonía: colores, viviendas, arboledas, caminos. Parece un sueño inmanente. La mano del hombre no ha osado humanizar el paisaje. Los siglos se detuvieron en el tiempo. El dinamismo ecuménico no se percibe. La vida en este espacio es similar a una acuarela fijada en la pared. La felicidad natural brota en los rostros campestres. </p><p><br /></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286816971072718466" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 274px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhe2abeaM5QI21og6hcslZ9vbxFy6qruYDRuhTz7-vvXqVJs2aZE37fF3H6wTdq86ZqEE-8lzkE0QCMbyugEp0uE7Z5vRumJ2EXyCGYpKPJHV4ziNdB2KNeXoRUjzUDdJAnDJAZVoZwQp4/s320/Paisaje+Chejendino.jpg" border="0" /> <p align="justify"> Yo, venido en congoja, me percato de la paz que brinda aquel sitio en medio de sus brazos. El olor a jumangües no tarda en llegar. Renace la fibra poética y el remozamiento invade despacio el espíritu marchito por los quehaceres urbanos. Crepita la quebrada larga y el arroyo vuelve a invitarme a la quimera infantil. Regresa lo nuevo y recorro aquellos caminos dorados que cuando niño me conducían al potrero donde pastoreaba a Nevado y Azucena.<br /><br />Recostado en el viejo árbol de mi puerilidad, contemplo hasta en su mínimo detalle al persistente Golondrino, teñido por el azul que vierte el cielo en las mañanas chejendinas. El árbol brinda el sosiego que necesita el hombre solitario que vuelve con ganas de soñar. Deleita con la música con sus ramas dilatando el placer de la existencia. Sabe transmitir la dicha campesina. Conoce a profundidad las cantonadas del río y eleva el alma a lugares inconmensurables. Por eso, me comunico con el esgrimiendo hasta no poder su paciencia.<br /><br />Cerca hay una huerta atesorada por calas, novios y pensamientos. Me acomete el deseo de visitarla y al estar ahí, siento que estoy sumergido en un nuevo paraíso terrenal. Corto flores y recojo moras encubiertas en el recodo. Observo el humo que se despide pausadamente por la chimenea de la casa, confundiéndose con el color del cielo. Camino sin premura otra vez buscando el centro del Golondrino.<br /><br />Imágenes extasiantes atosigan el pensamiento. Figuras de mi ascendencia toman aire en el peregrinar queriendo quedarse a mi lado como en tiempos anteriores. Hubiese dado la vida por su compañía real. Por ellos bebo, fumo y canto. Por ellos escribo y ultrajo el firmamento. Por ellos regreso siempre a los hechizos del campo. Si ellos aun vivieran los tendría presentes en mi diario trajinar y les explicaría todo con respecto a mí. ¡Cosas del destino! Miro a la diestra y viene acercándose el inmaculado rostrote Remigia que sonríe, balanceando sus trenzas enligadas, regalándome la pureza juvenil ¡Que retozones somos los urbanos!<br /><br />Se muere la tarde. El sol se despide por una ranura de la montaña. Me siento enervado. Sin embargo, sigo caminando y tropiezo con un rebaño de novillas que consumen sal en la piedra preparada para eso. Retorna la nostalgia con el matiz de la niebla. Desciendo a la vieja casa de Segunda Tomasa. Hora de descanso. Pienso en el recorrido del día y concluyo que el Golondrino es un lugar para la inspiración caballeresca. Es otro orbe. Otra historia para contarla con frases diferentes.<br /><br /><br /><span style="font-size:180%;"><strong>La Escuelita del Palcho</strong><br /></span><br /><strong> A Andrés Javier y Bethania</strong><br /></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286817814206082498" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 254px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjavQR-0Hj30-vF6IaUpfIqNtiI3kqpI_73sSU2vpGShKAWaMCHTaBwNi-aZcO78Wm9jy3Q2IWtSnav_M8H7mWgf3Nt5UmF9kWGsgILehoCqeLvHM4TiNtnSX8UfoK4fbb5Sw0Er7d5waI/s320/la+escuel+del+palcho.jpg" border="0" /> <p align="justify"> La Escuelita del Palcho fue construida por la buena voluntad de los viejos campesinos del caserío. Sabían edificar un espacio donde las nuevas generaciones buscaran el sendero de la sabiduría. Cimentaron así una pequeña casa con adobe y caña brava. La ubicaron en plena camino real. El sol penetra alegre llenándola de luz en todas sus partes. La puerta era ancha y el piso de tierra macerada. En su interior irrumpía un frió adherido a un halito de penumbra. A los lados, los goznes hermanaban las ventanas. Al frente de la puerta, detrás del escritorio del maestro Rufino Araujo, se encontraba posada una reluciente fotografía del Libertador, alumbrada con velones y adornada con flores silvestres. A la derecha del gran hombre, un enlucido altar cuyo centro era la imagen de San Rafael de la Piedrita. Revoltosos niños observaban al estilizado maestro, escuchando impartir clases por el manual de Carreño. Cerca humareaba la casa de Isilio Morillo. Tenía un jardín de espigadas flores. Allí preparaban el alimento que ingerían las pueriles criaturas en tiempo de receso.<br /> Recuerdo un día, cuando tenía nueve años, me aproximé a la escuelita muy temprano pensando compartir clases con la muchachada. Ubiqué un puesto trasero, prestando atención al pulcro maestro que disertaba sobre la economía venezolana. Pusilánime, oía decir al letrado don Rufino, que Chejendé era un sitio importante para el desarrollo de la región. Agregaba sus riquezas y explicaba diligentemente el paisaje chejendino. Era una especie de cultura viva donde el trabajo y los valores culturales se unían en pos de un camino. Yo pensaba en reproducir la memoria de aquella aldea que todavía duerme entre nubes. La preciosidad de sus picachos extasiaba el alma ingenua de un niño que oía pronunciar la hermosa arenga de un maestro pueblerino. El fámulo de la escuela sostenía en sus manos el mapa de Trujillo y por ninguna parte aparecía señalado aquel lindo caserío venezolano. Una sombra brillaba a lo lejos. Sosegada fue mostrando su color verdusco. Por encima de nosotros pasaron ligeros pájaros de todos colores. Sonó la rudimentaria campana que alertaba el descanso y corrimos a jugar en un terraplén coronado de almenas. Odila se escondió en el jardín adyacente calentado ya por la luz del sol. Aquella mañana ella erguía su rostro y aspiraba el aliento del rosal.<br /></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286818262584547522" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 278px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQIR8xdMTdvll4mfvAIRRsc1YKXSWm68jyAlxTuP33weDVpf7KM_62f-g7eMLcXSS5vQHOkXujbUgqtP_BJHTFXTjTOwn8ZXTUrR0w4byVghJnsZMzN5QvR3gguJc41_YeER9LPN6IXWI/s320/Odila+Hern%C3%A1ndez+y+Marcia.jpg" border="0" /> <p align="justify"> Al poco tiempo el bramido del Burate interrumpió la hilaridad matutina y el maestro deslizàbase por el patio llamando a la reanudación de la faena. Volvimos a entrara en calor educativo. Mientras tanto, me percataba de todo lo que sucedía alrededor de la casita contigua a la escuela. Me inspiraba la misma cierta melancolía con sus pequeñas ventanas y puertas que se movían con letargo, transmitiendo ruidos de oxidadas bisagras que se negaban a morir. Idilio, parado en el corredor, iba cantando melodías acopladas con la brisa. Veía mesnadas de hombres labrando en laderas aledañas a la escuela, que gritaban:<br /><br />__ ¡Huyan, huyan!<br /><br />__ ¡Son los niños espantando el malévolo gavilán!<br /><br />Mi abuela, que poseía sabiduría natural coaligada con extensos estudios bíblicos, llegó a buscarme. Luego de revisar mi perplejidad me explicó con detalles el significado de la desesperación infantil, preguntando a posteriori acerca del contenido de la clase de Rufino. Al enterarse, adujo: “Chejendé es una pequeña aldea montañosa perdida y olvidada en la geografía nacional, y, a la larga, cuando los tiempos pasen y aparezcan cosas mejores en la ciudad, Chejendé no tendrá sentido para nadie. Será una aldea atrasada y sus habitantes tendrán que buscar refugio en otros lados”.<br /><br />Intenté entender sus apasionadas frases al notar que en ellas yacía sapiencia para el futuro. Comprendí su presagio, que ahora parece ser real. Era el Chejendé de sus sueños, que desde niña lo llevaba guardado muy dentro de ese músculo que late aprisionado por huesos. No conocía otro universo. Más a la vez, infería el final de un destino y la superposición de artilugios diferentes que forjarían en el hombre venidero el apasionamiento por la era tecnológica.<br /><br />Hoy, cuando he vuelto a encontrarme con la vieja escuela del Palcho, siento pesar por lo aducido sobre esos instantes pueriles. Sin embargo, en esa querida e íntima escuelita sigue presente el sueño vital de lo contemporáneo. Regresaré siempre a ella y elucubraré en su interior mejor que en cualquier sitio de la ecúmene. En ella se permite crear con corazón libertario, a pesar de transitar caminos tan espinosos para volverla a tener delante de mis ojos.<br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Rafael el Botiquinero</span></strong><br /><br /> La imagen de botiquín de Rafael Quintero se iluminaba en la memoria de los chejendinos. Todos, hasta la última generación, visitaron la divertida casa donde extraían el licor sanjonero que solían ingerir para retirar el hastío y armonizar en comunidad. Para llegar a él, había que precipitarse por una larga escalera empedrada que conducía al corredor. Estando allí, asomaba su rostro una morena evanescente que saludaba con decoro a los visitantes. Obsequiaba ósculos de paz. Luego, se dirigía al centro de la casa para buscar el fuerte aguardiente que aliviaba las almas de los humildes campesinos. Ella los recibía con elegancia y gratitud. Rafael se iba acercando con la palabra a flor de labios y abrazos de amabilidad. Poco a poco, el diálogo cogía calor y la conversación giraba sobre un mismo punto: siembra, cosecha, ganancias… Tenían el culto del terruño. Amaban los animales, la vegetación y el agua que corría apresurada por el Burate. Jugaban en una pequeña pradera que se ocultaba detrás de un erguido árbol. Jolgorios de azar y remoquetes de animales asignaban la diversión. Peleas de incansables varones irritaban los rostros de los observadores que aplaudían con fervor al macho seleccionado por sus pupilas para triunfar. Batíanse sin miedo en el campo de combate. Yo miraba al fondo de la polvorea el cruce de los brazos de los fuertes hombres. Los perros ladraban con ahínco. Rafael intervenía paralizando el aguerrido encuentro. La sangre crispaba los corazones del pueblo y los labios de los contendores expelían humo blanco. La mujer morena dejaba caer su mirada de terciopelo negros en los cuerpos ensangrentados. Ofrecía un trago al vencedor y colocaba la música para que prosiguiera la parranda. Vuelve la calma. Enseguida los presentes se trasladaban al bolo y reinaba la diversión. Entre cielo y niebla se escuchaban los cantos del grupo de parranderos que alegraban la velada. Se sentía el sabor de la soledad.<br /><br />En mí, reina la paz espiritual. Quedan en el recuerdo el páramo, el río, las nubes y la noche. Convoco imágenes coloreadas de memoria en horas taciturnas. Vuelvo a recorrer los alrededores del botiquín divisando la alameda, las tejas y cornisas. De pronto tropiezo con un corazón de Jesús ubicado cerca de un taburete que pareciera servir de asiento a la persona que desea realizar la oración.<br /><br />Amplío el vistazo y percibo el copioso alambique de Rafael. Su pasión por el trabajo bohemio era clara. Acendraba a los visitantes su condición de botiquinero. Sonreía orgulloso por ser el único que expedía el licor en el caserío. Había en él una erudita visión de lo mundano. Nada perturbaba su gozo. Fungía como el hombre de humor, comunicando anécdotas de las familias pudientes de la aldea. Rechazaba a los hombres pendencieros, no por miedo, sino por recato dentro de su negocio.<br /><br />Entretanto, hay algo que si me sorprendió. La insistente creencia en el misterio de las hechiceras. Me sorprendió, por que el hombre campesino lleva prendida con fuerza volcánica la pasión por el catolicismo. Siempre están invocando a Dios para que los ampare de los avatares cotidianos. Piensan que su existencia depende de las decisiones de un ser omnipotente que ha creado esta penitenciaria mundana. Por eso mi perplejidad al entender que el ímpetu y el valor del campesino pintan en el instinto de conservación religiosa, y, un día repentino, aparecen saboreando el misterio de las hermosas brujas que, según Rafael, parecen venidas de misteriosos lugares. Cosas de cumbres que cada vez se me tornan menos indescifrables. Sin embargo, pregunté a Rafael por la ambivalencia para salir de dudas, y respondió: “Sé lo que hago. Conozco el mundo de la hechicería desde que era niño. Además, por estos lados quien diga que no lo conoce es un grandísimo embustero”.<br /><br />Asentí en silencio, regresando a casa. Había entrado la noche y las estrellas brillaban sobre el caserío. Pasé mucho tiempo analizando el asunto y cuando decidí tornar para aclararle a Rafael su farragosidad mágico-religiosa, él ya no estaba. Había partido con algunos de sus amigos a acendrar el enigma en el mundo de los muertos y… del amor.<br /><br /><span style="font-size:180%;"><strong>Pa´ el Pueblo, a los Gallos</strong></span><br /><br />El juego de los gallos forma parte de la tradición chejendina. </p><p align="justify"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286819053302466322" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 272px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPdtlj5Tt9aF9qkY1aVqPZTidmyDgCv2xZdifQ0Owo5ZBzvasz1GvlTSm49BYj2CVTlq2raHmShm1f62r8SmUB3nRuWFGlzrdQq6GAMSMLJgFZ0XErf7IsrmyXK1CEn6AixYgEWjlw0eQ/s320/La+Gallera+de+Niquitao.jpg" border="0" /> Los campesinos alimentan sus briosos pupilos de pelea, afilando sus espuelas de veinticinco para el sangriento combate que espera los sábados y domingos en la pequeña gallera de Lencho, en Niquitao. Los hombres parten a muy tempranas horas de la mañana, vestidos con sus mejores trajes y luciendo el resplandeciente sombrero de la moda pueblerina. Alegres se deslizan por el empedrado camino cubierto con enredaderas. El sol calienta sus cuerpos y el gallo pinto se dispone a enfrentar la muerte desde tempranas horas del fin de semana, en una aguerrida querella que comienza al finalizar la misa matutina que impele al montañés a participar en tan cruenta batalla, después de haberle entregado su alma a la providencia. Impávido, penetra en el sangriento sitio circundado por pequeñas gradas de madera urdidas con áspero material y rodeadas por paredes blancas estigmatizadas por números que no sabría descifrar. Es un sitio para la necrofilia, diría yo. Pero, para el campesino, es un escenario donde cunde la diversión. Antes de comenzar el combate, ingieren el fuerte licor sanjonero y se escuchan los comentarios sobre los pupilos del día. Apuestan enterados de las posibilidades del gallo preferido por ellos para el encuentro. Gritan:<br /><br />“Voy al pinto”. Anuncian una cantidad y la mayor parte de las veces la duplican. Son tan serias las apuestas como la palabra del gallero y nadie asoma la más mínima duda en relación al dinero jugado. Es un evento serio y enraizado en el campesino. Nada lo perturba en el momento del combate. Sus ojos permanecen fijos en los movimientos de los sangrientos animales que clavan las espuelas en sus cuerpos sin retroceder un segundo frente a la cruel embestida.<br /> <br />Lencho dirige la disputa y levanta su gallo en señal de que será el próximo animal en el ruedo. Buches de buena guaruza sueltan los galleros a sus enardecidos pintos, convencidos de vencer en la jornada. No hay duda de la valentía del criador y su ejemplar. Uno, batiéndose en la arena, y el otro, apostando en su gallardía con la aspiración de acrecentar su fortuna. Apuestan sin miedo alguno de cero hasta grandes sumas de dinero. Utilizan la siguiente frase: <br /><br />“¡Quien dijo miedo! Pa´ lante que pa´ tras espanta”.<br /><br />Mano Cheque se levanta y arriesga. Ha venido de la distancia acompañado de sus furiosos animales dispuestos a participar en esas luchas sabatinas y domingueras. Se siente seguro, pese al nerviosismo natural que lo caracteriza. De pronto, grita: “trenza blanca pa´ zapato negro”. Frase segura “pa´ echar el resto”, al decir de la sapiencia pueblerina. Dobla la cifra Luís Gil, acompañado de su tío Diógenes, que de correlón no tiene nada. Avanzan los gallos al centro de la arena mojada para defender el honor y los intereses de sus dueños. Luchan a rabiar sin tregua alguna, sus picos se comparan en combinación con los filosos aguijones que refulgen en el aire prefigurando la muerte. Escucho la algarabía de los espectadores. Cambio la vista y percibo en el balcón del ala izquierda, un rostro de mujer entristecida. Se que no es para menos. El llamado “sexo débil” ama la sutileza humana. Siente la delicia de seguir adorando el enigma de lo existente. Sabe que la fuerza elimina la posibilidad de verdaderamente humano. ¡Mujeres! Hermoso espécimen cuya alma de niño repudia el sacrificio divertido. Se va la tarde y con ella viene el adiós al color púrpura de la diversión. </p><p align="justify"><strong><span style="font-size:180%;">Domingo en la Piedra de la Gotera</span></strong><br /></p><p align="justify">Para los chejendinos los domingos son días de paz y reflexión. Luego de venir del pueblo liberados de toda culpa, se trasladan a la Piedra de la Gotera. Comentan el sermón del cura en la iglesia. Arguyen sobre los juegos de gallos y los botiquines de pueblo. Se recuestan en la suave hierba de la ladera intercambiando risas, alegrías y fantasías. Son plácidas tardes cuya dulzura extasía a los viejos del caserío que pronto inician sus relatos supersticiosos. Me refiero a los cuentos de mis ancestros sobre seres aparecidos: la llorona y el espantapájaros gigante que evitaba la arremetida contra las cosechas, imponiendo respeto desde muy tempranas horas, clavado en el centro de las sementeras. Según ellos volaba por las tardes recorriendo los alrededores de las fincas, compenetrado con la alegría del Burate.<br />Nosotros, los seres más pequeños del grupo, oíamos las tertulias de los mayores mientras sobaban nuestros cabellos, extasiando las pueriles almas al punto de hacernos sollozar de miedo. Segunda Tomasa se sentaba en la esquina de la piedra y emprendía su clase magistral describiendo las partes, su constitución y el por qué de la gotera. Suscribía ella que las manchas negras que tiene la piedra en su piel, no era otra cosa que lágrimas derramadas por regocijos y tristezas temporales. Apuntaba que la piedra era un regalo de los dioses que nadie ha podido descifrar. Viajeros, excursionistas, estudiantes de ciencia, han querido olisquear la magia de esa inmensa roca. Penetran por debajo de la misma llegando hasta el fondo de sus raíces para a posteriori quedar exhortos al atisbar que no existe una fuente de agua que alimente las entrañas de la histórica piedra. Interrogan a los campesinos que responden con pureza y oliendo a tierra sagrada: “no tenemos idea de donde proviene el acertijo natural de esta piedra”. Los inquisidores apenas alcanzan a grabarla en el ojo mágico de su cámara. La tocan con delicadeza y toman muestras para trasladarlas a sus laboratorios.<br />Recostados a sus orillos, con los pies mirando para el camino real, reanudados la conversación sobre la trascendencia de la piedra, esa exorbitante roca nacida en el centro de una ladera surcada por árboles que forman una especie de pasadizo donde juegan los “volantones” de la comarca. Son criaturas encotizadas y vestidas con indumentaria dura para el combate campestre.<br />Levantábanse de pronto los viejos conversadores a divisar los rústicos que descendían de Las Mesitas. Argüían distintas apreciaciones y apuntaban con regocijos las hazañas de los furibundos vehículos que pasaban despidiéndose rumbo a Bocono y Valera. En el remanso, yo permanecía escuchando a mi abuela contar otras historias relacionadas con el origen de la piedra. Decía que a mediados de siglo pasado, en el incipiente caserío se oyó un estruendoso sonido que nacía en la cima de la montaña. Era el desprendimiento de la agigantada piedra que comenzó a bajar a pasos lentos, precipitándose por el terreno hasta detenerse en ese lugar donde todavía permanece. Según mi abuela, al acercársele atisbaron que el cuerpo de la piedra estaba mojado. Parecía recién bañada. Buscaron al cura del pueblo y formaron el rezo correspondiente a los extraños fenómenos acontecidos en esos lejanos lugares.<br /> Ningún domingo se concluía el tema de La Gotera. Faltaba tiempo para tertuliar al pie de esa ladera soleada y surcada por los caminos que conducen a los páramos tapiados por la niebla que empezaba a visitar a Chejendé alrededor de las cinco de la tarde. Terminaba así un contertulio dominguero y la noche iba acentuando su llegada como una sombra alegre que cae sobre el caserío invitando a descansar, luego de ingerir la suculenta cena de papa morada, picante de leche y queso ahumado en el negro fogón. ¡Ah el Chejendé de esos tiempos! Bello y sonriente como los sonrosados rostros de su niños. Caserío inolvidable y alumbrado en las noches por una luna grande que simulaba desprenderse, cayendo en reflejos sobre los canos cabellos de la piedra que goteaba sobre la tierra abonada por mis antepasados y dejada atrás aquella mañana que emprendieron temerarios viajes por diferentes caminos. Unos partieron arreando sus mulas por los terraplenes que conducen a Calderas y Barinas. Otros, arriaron sus bestias, enruanados y comiendo panela, por el medio del camino real. Se dirigieron al pueblo dispuestos a enfrentar el reto de la ciudad. Valera solía ofrecer mejores condiciones de vida, pese al analfabetismo que los caracterizaba. Para allá se fue mi padre agobiado por la orfandad. </p><p><br /></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286819597240091154" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 262px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvooVpTDa7JPMODIt-ghsh9LmbpDvXG1LY6hUvgElOkN3wn7NUNQ5Yk70bg20ZbyomauDFR0hceBU_Xqh-gMoVpxBvpPt6g60TxzK6WYfePPc0mX8qJGWppWe5HoWSlwzAOGCzIgFvI78/s320/Andr%C3%A9s+Avelino+Berr%C3%ADos.jpg" border="0" /> <p align="justify">Fue un viaje largo y el hambre la mitigaron con panela que traían enmochilada. Caminaron muchos días por empedradas callejuelas. Ignoraban el destino. Sólo tenían como ilusión la subsistencia y un futuro amorío que terminaran en casorio para, al menos, no morir desolados en terruños ajenos a la incomparable vida chejendina. Ahí llegaron y se quedaron para siempre rodeados de colinas que les recuerda la imagen de aquella piedra que sigue firme en los brazos de un paisaje humedecido por lágrimas celestes.<br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">La Ambicionada Caracas<br /></span></strong><br /> Una tarde de agosto regresé a Chejendé. Hacía largo tiempo que me había retirado de ese encantador caserío a consecuencia de mis estudios universitarios. Fueron cinco años sin saber de él. Sólo los visitantes que se acercaban a mi casa en temporadas de cosechas y transacciones agrícolas, solían informarme del pueblo ancestros y de mi cándida infancia. Repetían sin descanso: “Chejendé se está quedando sin habitantes. Nadie quiere ya vivir allí. Los únicos que se resisten a la partida somos aquellos que nos sigue gustando el trabajo de la tierra”. Al hablar transmitían sus angustias y tristezas. Eran hombres nacidos en las entrañas de ese pueblo paramero que succiona la mirada humana. Seres por cuya sangre circula la bondad. Hombres dolidos por inconsecuencia de sus paisanos. Coterráneos ancestrales amparados en amuletos que cuelgan en sus anchos y musculosos cuellos. Supersticiosos campestres que le huyen a la vida urbana permaneciendo retraídos en su manera de actuar.<br /><br />Nacidos para la vida sedentaria y austera, comentaban que los coprovincianos, a pesar de costarle adaptarse a la vida urbana, se marchan a las ciudades ----sobre todo a Caracas---- ambicionando una mejor forma de vida.<br /><br />“Sabemos lo que cuesta pa´ un montañés vivir en esos menesteres, pero qué se le va a ser a esa gente tan porfiada que prefieren vivir mudando el cuero de sol a sol que estar en lo suyo comiendo y durmiendo a su antojo. Poallá no falta aunque sea el rolo por las mañanas y las noches. Ahora en esa Caracas que lo que puede es matarlo a uno. Bajú, yo prefiero mi vida cerrera y escondida entre luciérnagas que ime Poallá a sufrir miserias”, adujo Miguel Hernández.</p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286821066387984386" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 275px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOJRYG9mOsy2LPwFnj3AIbCigqcLQKOEGwj72nP1dfTynsx0Kj4ZttRyso5kQsDuoRFULfLJCruJ6h-2EO6uoDNUsChPryxz8HiJddrNc9GMFEfCUvZiLr74y__mbMaagjVT5ljbw8zGc/s320/Miguel+Hern%C3%A1ndez.jpg" border="0" /> <p align="justify">Oí con detenimiento durante mucho tiempo este tipo de opiniones, hasta que decidí partir unas vacaciones de agosto a cerciorarme del asunto. Retorne con basta alegría encontrándome con un grupo de chejendinos que me saludaron con asombro. Imaginé al instante que se trataba de la perplejidad de las gentes frente a un leve mortal que volvía transformado culturalmente. Tuve que detenerme. Bajé el vidrio del rústico donde viaje rumbo a la casa de Segunda Tomasa. Estreche mi mano derecha con la diestra callosa de aquel grupo de hombres. Dos de ellos montados sobre sus caballos y el resto parados en las orillas del camino que transitábamos en una mañana de árboles tupidos y pajonales que daban vuelta a lo lejos.<br /><br />“¿Pa´ dónde va?”, preguntó Armenio con voz queda, acercándose cauteloso al vehículo. “Para la casa de los sueños pueriles”, respondí sin agregar más. “Pudiera ser que no lo entienda, Alexi”, anexó Aparicio Morillo, quien también viajaba en el carro.<br /></p><br /><br /><div align="justify"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286821473714336434" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 202px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhW5MPAsic0i9qGGBNkgTO6NQcmgaSQvCz9YbsHgA-O3qVl_RlppUmpc0YhceZKcSj7W_PsRf3Yi7RQN52oNrZFPKm2erawA_GVvtDuK8Fhy9l4zLoW3lpXo5QRo8_FPoiMZ1sqWnJI_I/s320/Aparicio+Montilla.jpg" border="0" /> “Explíquele que usted vuelve para encontrarse con aquel Chejendé que conoció a su niñez”. Caí en cuenta e inmediatamente cambié el lenguaje. Interrogué a los presentes en relación a la vida de las habitantes del caserío y sus respuestas coincidieron con lo dicho con las personas que visitaban mi casa en los tiempos de mis estudios universitarios. Todo se tornaba acicalado. La mayor parte de la gente se había marchado a dos ciudades: Valera y Caracas. Cierto, muy pocos chejendinos habían resistido a la tentación urbana. Claro está, las precarias condiciones económicas los obligaron a abandonar ese pequeño paraíso. Ningún gobierno regional presto atención a sus dolencias pese a ser un caserío rico en producción agrícola. Por eso, tuvieron que partir en diferentes oleadas cuando la espesura de la noche desaparecía tras los matorrales y la luna se borraba apareciendo un alba que los guiaría a través de las veredas, mesetas y laderas, a espacios ignorados y solamente conocidos por medio de la verbosidad vanidosa de uno que otro chejendino que había acudido a ellos en busca del progreso.<br /><br />Continuamos el viaje comprendiendo ya la desolación del caserío. Me quedé pensativo virando mi vista a la izquierda en el momento que todo se iba poniendo oscuro y hostil. Grillos y luciérnagas jugaban paseándose por el monte. De pronto, no supe qué hacer. Bajé del rústico despidiéndome de los compañeros de viaje y una suave lluvia inicio su caída sobre el jardín. Penetre en la casa y descanse hasta muy tempranas horas de la mañana. Observe por el postigo de ventana un par de pajaritos detenidos en la rama más alta del uvito que adorna el lado delantero de la morada. Estaban en las alturas meditabundos, al igual que nosotros. ¿Quién sabe de sus elucubraciones? Quizás inferían lo mismo que yo en cuanto a los que se marcharon a al urbe dejando el caserío en la más absoluta soledad. Empecé a sentir la lejanía y mi cuerpo se fue deprimiendo al punto que la tristeza invadió todas mis viseras.<br /><br />Comenzaba a clarear la mañana. Sonó la puerta y me acerqué a abrirla topándome con la figura de Juan Mateo que se había tropezado con Aparicio por la noche. Me saludo afectuosamente atisbando mi rostro triste. El cielo se mostraba profundo y Juan por tertulias nocturnas entendió mi padecimiento. Acotó que Chejendè seguiría existiendo a pesar de la emigración. Señalo sonriente que todavía hay hombres trabajadores pa´ rato. De entrada, entendí que Juan había sido enviado para consolarme. No obstante, su tragedia era inocultable: entre los emigrantes figuraba una de sus preciadas hijas que ahora vive en Las Mesetas de Chimpire. Hice todo lo posible por no entrar en detalles y preferí conversar acerca de la vida en la ciudad. Empecé explicándole un recorrido que realicé en tiempos adolescentes por la urbe caraqueña. Dibujé verbalmente los barrios con sus calles estrechas, ornamentadas con pequeñas casas de adobe y cartón. En ellas yacían ladeados ventanales construidos por el nuevo recurso arquitectónico venido de las alturas montañosas de Los Andes Venezolanos. Casa donde el hacinamiento es algo normal. Extrañas viviendas que expelen insalubres olores. “Hogares” que en el fondo deparan numerosos niños jugando con trastos inventados por ellos para la acción lúdica. Miserables ranchos urdidos por la necesidad y el asombro deseo de sentirse civilizado.<br /><br />Paradas en las ventanas, las mujeres asomaban sus pálidas caras. Habían perdido sus energías y sus cuerpos amorfos pasaban de cuando en cuando por las exiguas esquinas de las calles. A veces me las tropezaba en los zaguanes del barrio. Ellas, utilizando la displicencia que produce la vanidad marginal, me ignoraban adrede. Yo, citadino y enterado del cuadro de yuxtaposición que ofrece la vida urbana, no me daba por aludido, por contraste, esperaba de antemano que eso sucediera. Era como un presagio hecho realidad y la garganta se iba secando segundo a segundo eliminando la posibilidad de articular palabra y confundiéndose con el recuerdo de la hermosura chejendina. Pesares de provinciano. Dolores que yo sabía que iban a pasar.<br /><br /> Así fue mi estadía y mi impresión causada por los chejendinos en Caracas. Rememoro que estaba en La Vega y regresé al cuarto donde me hospedaron unos amigos, intentando dormir después de ese cuadro tan trágico. Amanecí en vela y ahogado en aquel angosto pasadizo. Ahí mismo decidí volver a mi provincia adorada con la imagen de Chejendé fija en mi memoria. Decepcionado por lo visto, me propuse rescatar, Juan Mateo, la riqueza y las costumbres de ese Chejendè que sobrevive en la montaña, atravesado por un camino que luce por el resplandor de las casas solariegas que llevan en su interior en su deleite de vivir y el sueño de irse en paz a la vida eterna. ¡Ah! El Chejendé de siempre. Ese que sonríe en las alturas del incomparable Burate.<br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Chejendé Hoy<br /></span></strong><br /> Chejendé prosigue metido en las alturas montañosas de Niquitao. Desde sus cimas divisamos el prodigio paisaje que se derrama hasta las orillas del Río Burate. Allí el aire es suave y saluda con aroma de campo fresco. Las flores silvestres viven a merced de los vientos. La tierra quieta ofrece su fertilidad natural. Murallones montañosos soplan en las alturas de la teta de Niquitao. Las viviendas continúan colocadas en lugares seguros para la siembra. Nada a cambiado dentro de ellas. Los aposentos refugian con tranquilidad, amparando a los visitantes por medio de la milagrosa mirada de San Rafael de la Piedrita que se desprende de los altares. Las llamas de las velas pendonean en el centro de esos santuarios y permiten sosegarse. Entre los nativos perdura la afabilidad. Las mujeres todavía visten la clásica indumentaria campesina y atraen con sus rostros radiantes. El viento blanco sigue soplando con fuerza sobre las sementeras y callejuelas chejendinas. Por donde se pasa se siente el rumor del aire y los colores se mezclan cremoso maíz del Burate que se viste de gala en las mañanas. La cornucopia de bienes naturales suele mantenerse como el firmamento. La ociosidad es enemiga del hombre y la mujer chejendina. Ambos quieren su terruño y laboran en comunidad. Rechazan el egotismo al darse por enterados de lo complicado de su faena. Hasta el más pequeño es aprendiz del cultivo de la tierra y tendrá participación directa en los convites.<br /><br />Así es Chejendé, caserío encantado de Venezuela por donde pasaron tiranos y mandamases al pisatrote recio de los caballos. Tierra de amigos descrita ligeramente por Orlando Araujo en su excelente obra titulada: Compañero de Viaje. Tierra donde pasé mis mejores años e intercambios pueriles. Allí corrí entre matorrales, jugué al jinete de Martín Valiente, corrí tras becerros y vacas, me perdí entre la niebla escalando montañas, dormí bajo los jumangales que embellecen los alrededores de la quebrada, labré sementeras y viví profundamente, que es lo más importante para el hombre. Por eso, me siguen sus imágenes y evoco la cordialidad de sus gentes. Es el recuerdo de un caserío que proseguirá siendo un cautivador de pupilas en cuyas montañas y paisajes perdurarán incomparables historias. Allá viví y dejé parte de mi vida… Hoy regreso para escribir estos recuerdos y las nuevas ilusiones que me entrega Chejendé para sellarlas con tinta en el sueño eterno. <br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Biografía</span></strong><br /><br />Alexi Berríos nació en Valera, estado Trujillo, en el año 1962. Estudió en La Universidad de Los Andes y cursó la maestría en Docencia para la Educación Superior en La Universidad Rafael Urdaneta, Núcleo Valera. Actualmente, es profesor de La Universidad Simón Rodríguez y de La Escuela de Ciencias Políticas de La Universidad Valle del Momboy. Ha participado en congresos, seminarios, foros y ciclos de conferencia relacionados con el conocimiento histórico. Asimismo, es columnista y articulista ocasional en diarios regionales y nacionales; autor de los libros Gómez y las Relaciones Internacionales, Cipriano Castro contra el Imperialismo y meditaciones, además de coautor del texto de ensayos titulado Los Escondrijos del Ser Latinoamericano.<br /><br /><br /></div>Historiahttp://www.blogger.com/profile/13212936675800084925noreply@blogger.com45